miércoles, 10 de noviembre de 2010

Los guías del desierto - Ramón Pascual Muñóz Soler


La humanidad entera abandona la ‘tierra de Egipto’ del antiguo mundo y penetra en el desierto en busca de su liberación. Es un desierto existencial en el el cual han desaparecido las huellas que marcaban el camino.

La tecnología moderna ha hecho desaparecer la imagen del mundo tradicional, las viejas instituciones están en crisis, y los líderes que conocimos son como luces que han quedado encendidas en una ciudad muerta: siguen dando las señales del pasado, señales que se refieren a un mundo que ya no existe.

Ésta es la soledad del hombre actual, una soledad de significados.

¿Qué ha ocurrido?

Se han borrado las huellas materiales del camino.

Mejor dicho, las referencias y recuerdos del pasado ya no me sirven de guía en la búsqueda de mi propia vida.

Para comprender el mundo en que vivo ya no me sirven ni la imagen de mi ciudad, ni la del colegio en que me eduqué, ni las imágenes de mis padres o de mis maestros (en cuanto imágenes detenidas en el tiempo).

Tampoco me sirven las huellas del pensamiento sistemático conformado en teorías científicas, sistemas filosóficos o doctrinas sociales y políticas -es decir, un pensamiento hecho forma, imagen, sistema-.

No me sirven las creencias religiosas traducidas en fórmulas que no entiendo, no puedo orientarme por la idea de un Dios absoluto que esté fuera de la humanidad de la cual formo parte, no puedo convivir con un Dios impersonal ni tampoco con otro demasiado personal.

No puedo orientarme por las galaxias lejanas ni por las estrellas cercanas.

Del espacio cósmico recién abierto nos llegan señales luminosas, eléctricas, químicas y electrónicas, pero esas señales no me sirven par descubrir el significado de mi vida individual en el universo.

No me puedo orientar tampoco por la idea de una conciencia cósmica abstracta -por alguna especie de ‘océano’ de conciencia cósmica que tan maravillosamente ha descrito la tradición espiritual de Oriente como símbolo de una conciencia que trasciende al hombre-, y no me puedo orientar por esas aguas porque el océano cósmico es como el océano de la tierra, hermoso como espectáculo pero voraz como abismo.

Todas estas huellas que hemos mencionado y que durante siglos guiaron los pasos de los peregrinos de la Tierra se han perdido en una civilización de acero, de asfalto y de redes electrónicas, cuyas estructuras apuntan a utilidades prácticas pero no a significados existenciales.

Sin embargo, a medida que las antiguas señales se van borrando de la superficie del mundo material, sus modelos arquetípicos vuelven a encontrarse en otra parte, ya no en signos grabados en las piedras sino en rasgos impresos en el hombre.

Son los hombres nuevos los dadores de significado, los hijos del futuro que empiezan a poblar la tierra y a habitar el cosmos.

En el alma de esos seres tendremos que aprender a descifrar el misterio del universo; ya no en el calendario azteca, en las catedrales góticas, en las pirámides de Egipto, en la Divina Comedia o en la Doctrina Secreta, sino en las almas similares.

Me oriento en la vida y en el mundo cuando encuentro otra alma orientada, me ordeno por dentro cuando encuentro otra alma ordenada.

No solamente las computadoras ordenan el mundo de datos, sino que hay ‘organizadores humanos’ que ordenan el mundo de significados.

¡Éstos son los guías en el desierto de la civilización moderna!




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Extraído de: http://drault.com/2006/11/05/los-guias-del-desierto/
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