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El Contrato
Lo firmas cada mañana....
Poco importan nuestras creencias o nuestras ideas políticas, el sistema instituído reposa en el acuerdo tácito de un tipo de contrato aprobado por cada uno de nosotros que a grandes rasgos os expongo:
Acepto la competitividad como base de nuestro sistema, aunque soy consciente de que este funcionamiento engendra frustracion y cólera a la inmensa mayoría de los perdedores.
Acepto que me humillen o me exploten a condición de que se me permita humillar o explotar a otro que ocupe un lugar inferior en la pirámide social.
Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los débiles porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites.
Acepto remunerar a los bancos para que ellos inviertan mi sueldo a su conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias (ganancias que servirán para atracar a los países pobres, hecho que acepto implícitamente).
Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme dinero, dinero que proviene exclusivamente de los otros clientes.
Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida para que los cursos bursátiles no se derrumben, en vez de ofrecérsela a los necesitados y de permitir a algunos centenares de miles de personas no morir de hambre cada año.
Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida rápidamente, en cambio tolero que se haga lentamente inhalando o ingeriendo substancias tóxicas autorizadas por los gobiernos.Acepto que se haga la guerra para así hacer reinar la paz.
Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los Estados sea el de defensa. Entonces acepto que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del stock de armas y así permitir a la economía mundial seguir avanzando.
Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía, aunque es una energía muy costosa y contaminante y estoy de acuerdo en impedir todo intento de sustitución si se desvelara que hemos descubierto un medio gratuíto e ilimitado de producir energía. Acepto que sería nuestra perdición.
Acepto que se condene el asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.
Acepto que se divida la opinión pública creando unos partidos de derecha y izquierda que tendrán como pasatiempo la pelea entre ellos haciéndome creer que el sistema está avanzando.
Además acepto toda clase de división posible con tal que esas divisiones me permitan focalizar mi cólera hacia los enemigos designados cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.
Acepto que el poder de fabricar la opinión pública, antes ostentado por las religiones, esté hoy en manos de hombres de negocios no elegidos democráticamente que son totalmente libres de controlar los Estados, porque estoy convencido del buen uso que harán con él.
Acepto que la idea de la felicidad se reduzca a la comodidad; el amor al sexo y la libertad a la satisfacción de todos los deseos, porque es lo que me repite la publicidad cada día.
Cuanto más infeliz soy más consumo.
Cumpliré mi papel contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.
Acepto que el valor de una persona sea proporcional a su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus cualidades, y que sea excluído del sistema si no produce lo suficiente.
Acepto que se recompense cómodamente a los jugadores de football y a los actores y mucho menos a los profesores y los médicos encargados de la educación y de la salud de las futuras generaciones.
Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya experiencia podría sernos útil, pues, como somos la civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo) sabemos que la experiencia ni se comparte ni se transmite.
Acepto que se me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos los días, para que así pueda apreciar hasta qué punto nuestra situación es normal y cuánta suerte tengo de vivir en Occidente.
Sé que mantener el miedo en nuestros espíritus sólo puede ser beneficioso para nosotros.
Acepto que los industriales, militares y jefes de Estado celebren reuniones regularmente para, sin consultarnos, tomar decisiones que comprometen el porvenir de la vida y del planeta.
Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que explícitamente se me avise.
Acepto que el cultivo de OGM (Organismos Genéticamente Modificados) se propague en el mundo entero, permitiendo así a las multinacionales agroalimentarias patentar seres vivos, almacenar ganancias considerables y tener bajo su yugo a la agricultura mundial.
Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que quieren armarse y combatir, y que así elijan los que harán la guerra y los que no.
Soy consciente de que es mejor financiar a los dos bandos para estar seguros de ganar dinero y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible con el fin de poder totalmente arrebatar sus recursos si no pueden reembolsar sus préstamos.
Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales de Occidente en los países desfavorecidos. Considerando que ya es una suerte para ellos que los hagan trabajar.
Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en estos países que permiten hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y precarias. En nombre de los derechos humanos y del cuidadano, no tenemos derecho ejercer injerencia.
Acepto que los laboratorios farmacéuticos y los industriales agroalimentarios vendan en los países desfavorecidos productos caducados o utilicen substancias cancerígenas prohibidas en Occidente.
Acepto que el resto del planeta, es decir cuatro mil milliones de individuos, pueda pensar de otro modo a condición de que no venga a expresar sus creencias en nuestra casa, y todavía menos a intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas primitivas.
Acepto la idea de que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza, a saber: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de una conciencia y de un lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar por qué actuamos de ese modo.
Acepto considerar nuestro pasado como una como una continuación ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas y de voluntades hegemónicas, pero sé que hoy todo esto ya no existe porque estamos en el summum de nuestra evolución, y porque las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para todos los pueblos, como lo oímos sin cesar en nuestros discursos políticos.
Acepto sin discutir y considero como verdades todas las teorías propuestas para la explicación de los misterios de nuestros orígenes.
Y acepto que la naturaleza haya podido dedicar millones de años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo es la destrucción de su propia especie en unos instantes.
Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como realización de la vida humana.
Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces en los ríos y en nuestros océanos.
Acepto el aumento de la polución industrial y la dispersión de venenos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza.
Acepto la utilizacion de toda clase de aditivos químicos en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden es porque son útiles e inócuos.
Acepto la guerra económica que actúa con rigor sobre el planeta, aunque siento que nos lleva hacia una catástrofe sin precedentes.
Acepto esta situación, y supongo que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.
Acepto ser tratado como ganado porque definitivamente pienso que no valgo más.
Acepto no plantear ninguna cuestión, cerrar los ojos sobre todo esto y no formular ninguna oposición verdadera, porque estoy demasiado ocupado por mi vida y nis preocupaciones. Incluso acepto defender a muerte este contrato si usted me lo pide.
Acepto pues, en mi alma y conciencia y definitivamente esta matriz triste que usted coloca delante de mis ojos para abstenerme de ver la realidad de las cosas.
Sé que todos ustedes actúan por mi bien y el de todos, y por eso les doy las gracia.
Extraido de:
http://cabalayka.blogspot.com/2008/03/declaracion-universal-de-los-derechos.html
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jueves, 25 de marzo de 2010
EZLN. Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos. 25-03-2010
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Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos a la Caravana Nacional e Internacional de Observación y Solidaridad con las comunidades zapatistas. Caracol de La Garrucha, 2 de agosto de 2008
Buenas tardes, buenas noches. Mi nombre es Marcos, Subcomandante Insurgente Marcos, y estoy aquí para presentarles al Teniente Coronel Insurgente Moisés.
Él es el encargado por parte de la Comandancia General del EZLN del trabajo internacional, lo que llamamos la Comisión Intergaláctica y la Sexta Internacional, porque, de todos nosotros, es el único que les tiene paciencia a ustedes.
Vamos a hablar despacio, para la traducción. We will speak slowly, for the translation. Nous allons parler doucement, pour la traduction.
Queremos agradecerles que hayan venido hasta acá a conocer directamente lo que está sucediendo con el proceso zapatista, no sólo con las agresiones que estamos recibiendo, sino también los procesos que se están construyendo aquí en territorio rebelde, en territorio zapatista.
Esperamos que lo que vean, que lo que escuchen sirva para que puedan llevar esa palabra muy lejos: a Grecia, a Italia, a Francia, a España, al País Vasco, a Estados Unidos y al resto de nuestro país, con nuestros compañeros de La Otra Campaña.
Ojalá y no vayan a hacer como la llamada Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos, que lo único que vino a hacer aquí, hace unos meses, fue a lavarle las manos al gobierno perredista de Chiapas, al decir que las agresiones que sufrían nuestros pueblos no venían del gobierno estatal, sino del gobierno federal.
Quería explicar, a grandes rasgos, lo que ha sido la historia del EZLN y de las comunidades indígenas zapatistas en este territorio, en Chiapas pues.
Me refiero a los Altos de Chiapas, la zona del Caracol de Oventic; la zona tzotz choj, tzeltal-tojolabal, que es la del Caracol de Morelia; la zona chol que es la de Roberto Barrios, en el norte de Chiapas; la zona tojolabal o Selva Fronteriza, que es el Caracol de La Realidad; y ésta que es la zona tzeltal, que es el Caracol de La Garrucha.
El día de mañana, están invitados a visitar un poblado que tiene muchos años de ser bases de apoyo del EZLN. Van a tener el honor de ser guiados por el Comandante Ismael, que está aquí. Este compañero junto con el Señor Ik —el finado Comandante Hugo o Francisco Gómez, que era su nombre civil—, estuvieron recorriendo estas cañadas, hablando de la palabra zapatista cuando nadie estaba con nosotros.
Él los va a llevar. Van a ir a ver el lugar donde los soldados estaban buscando marihuana. Queremos que ustedes vean si hay marihuana.
Si encuentran, no se la vayan a fumar, sino que hagan la denuncia para destruirla. No, no hay marihuana. Pero no nos creen a nosotros, a lo mejor a ustedes. A ustedes… ¡menos! Ya que los vean, no les van a creer nada.
¿Cómo empezó todo? Hace 24 años, casi 25, llegó un pequeño grupo de urbanos, o de ciudadanos como les decimos nosotros, no a esta parte de la selva, sino mucho más adentro, lo que ahora se conoce como la Reserva de Montes Azules.
En esa zona no había nada, mas que animales salvajes de cuatro patas y animales salvajes de dos patas que éramos nosotros. Y la concepción de ese pequeño grupo —estoy hablando de 1983-1984, o sea hace 24 o 25 años— era la tradicional de los movimientos de liberación en América Latina, es decir: un pequeño grupo de iluminados que se alza en armas contra el gobierno.
Y eso provoca que mucha gente los siga, se levante, y se tumbe al gobierno, y se instale un gobierno socialista. Estoy siendo muy esquemático, pero básicamente es lo que se conoce como la teoría del “foco guerrillero”.
Ese pequeño grupo, de los que quedamos entonces, tenía esa concepción tradicional, clásica u ortodoxa, si la quieren llamar así, pero tenía también una carga ética y moral que no tenía precedentes en los movimientos guerrilleros o armados en América Latina.
Esta herencia ética y moral venía de otros compañeros que ya habían muerto, enfrentándose al ejército federal y a la policía secreta del gobierno mexicano.
Durante todos esos años, estábamos solos. No había compañeros en los pueblos. Nadie de Grecia venía a vernos. Ni de Italia ni de Francia ni de España ni del País Vasco. Vaya… ¡Ni de México! Porque éste era el rincón más olvidado de este país.
Eso que era algo en contra, más adelante se iba a convertir en una ventaja: el hecho de estar aislados y olvidados nos permitió, entonces, hacer un proceso de involución. Alguno que sea ortodoxo conocerá el libro que dice “la transformación del mono en hombre”.
En ese entonces, fue al revés: el hombre se transformó en mono, que era lo que éramos nosotros. Incluso físicamente, por eso uso pasamontañas pues. Es una cuestión de estética y buen gusto que hay que taparse la cara.
Este pequeño grupo sobrevivió a la caída del Muro de Berlín, al derrumbe del campo socialista, a la claudicación de la guerrilla en Centroamérica —primero con el FMLN en El Salvador, luego con aquello que alguna vez se llamó el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en Nicaragua. Y más después, la unión revolucionaria de Guatemala, la URNG—.
Lo que lo hizo sobrevivir fueron dos elementos, según nosotros: Uno, era la necedad o la terquedad que, probablemente, esa gente traía en el DNA. Y la otra, fue la carga moral y ética que había heredado de los compañeros y compañeras que habían sido asesinados por el ejército, en estas montañas precisamente.
Las cosas se hubieran quedado ahí, con dos opciones:
Un pequeño grupo que pasa décadas encerrado en la montaña, esperando algún momento que pasa algo y puede actuar dentro de la realidad social.
O terminar, como alguna parte de la izquierda radical en México entonces, como diputados, senadores, o presidentes legítimos de la izquierda institucional en México.
Pasó algo que nos salvó. Nos salvó y nos derrotó en esos primeros años. Y lo que pasó está sentado aquí a mí izquierda, que es el Teniente Coronel Insurgente Moisés, el Comandante Masho, el Comandante Ismael y muchos otros compañeros que convirtieron el EZLN, de un movimiento guerrillero foquista y ortodoxo, en un ejército de indígenas.
No se trataba sólo de que era un ejército mayoritariamente compuesto por indígenas. Mayoritariamente… me estoy cubriendo porque, en realidad, de cada 100 combatientes, 99 eran indígenas y uno era mestizo.
No sólo eso, sino que ese ejército y su concepción sufrió una derrota en su planteamiento iluminador, su planteamiento de dirección, caudillista, revolucionario clásico, donde un hombre, o un grupo de hombres, se convierte en el salvador de la humanidad, o del país.
Lo que pasó, entonces, es que ese planteamiento fue derrotado a la hora que confrontamos a las comunidades y nos dimos cuenta, no sólo que no nos entendían, sino que su propuesta era mejor.
Algo había pasado en todos los años previos, décadas previas, siglos anteriores. Nos estábamos enfrentando a un movimiento de vida, que había logrado sobrevivir a los intentos de conquista de España, de Francia, de Inglaterra, de Estados Unidos, y de todas las potencias europeas, incluyendo la Alemania nazi en 1940-1945.
Lo que había hecho resistir a esta gente, a estos nuestros compañeros y compañeras primero, y, luego, nuestro jefes y jefas ahora, había sido un apego a la vida que tenía que ver mucho con la carga cultural.
La lengua, el lenguaje, la forma de relacionarse con la naturaleza presentaba una alternativa no sólo de vida, sino de lucha. No les estábamos enseñando a nadie a resistir.
Nos estábamos convirtiendo en alumnos de esa escuela de resistencia de alguien que llevaba cinco siglos haciéndolo.
Los que venían a salvar a las comunidades indígenas, fueron salvados por ellas. Y encontramos rumbo, destino, camino, compañía y velocidad para nuestro paso. Lo que, entonces y ahora, llamamos “la velocidad de nuestro sueño”.
El EZLN tiene muchas deudas con ustedes, con gente como ustedes, en México y en todo el mundo, pero nuestra deuda fundamental está en nuestro corazón: en el corazón indígena. En esta comunidad y en miles de comunidades como ésta, que están pobladas por compañeros bases de apoyo zapatistas.
En el momento en que el pequeño grupo guerrillero hace contacto con los pueblos, hay un problema y una lucha. Yo tengo una verdad —yo, el grupo guerrillero—, y tú eres un ignorante, te voy a enseñar, te voy a adoctrinar, te voy a educar, te voy a formar. Error y derrota.
A la hora que se empieza a construir el puente del lenguaje, y empezamos a modificar nuestra forma de hablar, empezamos a modificar nuestra forma de pensarnos a nosotros mismos y de pensar el lugar que teníamos en un proceso: Servir.
De un movimiento que se planteaba servirse de las masas, de los proletarios, de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes para llegar al poder y dirigirlos a la felicidad suprema, nos estábamos convirtiendo, paulatinamente, en un ejército que tenía que servir a las comunidades. En este caso, las comunidades indígenas tzeltales, que fueron las primeras donde nos instalamos, que fue en esta zona.
El contacto con los pueblos significó un proceso de reeducación más fuerte y más terrible que los electroshocks que acostumbran en las clínicas siquiátricas. No todos lo soportaron, algunos sí lo soportamos, pero nos seguimos quejando todavía a estas alturas del partido.
¿Qué pasó después? Lo que pasa es que el EZLN se convierte en un ejército de indígenas, al servicio de los indígenas, y pasa de los seis con que empezamos el EZLN, a más de seis mil combatientes.
¿Qué es lo que detona el alzamiento del primero de enero de 94? ¿Por qué decidimos alzarnos en armas? La respuesta está en los niños y en las niñas. No fue un análisis de la coyuntura internacional.
Cualquiera de ustedes estará de acuerdo conmigo en que la coyuntura internacional no era propicia para un alzamiento armado.
El campo socialista había sido derrotado, todo el movimiento de izquierda en América Latina estaba en una etapa de repliegue. En México, la izquierda estaba llorando la derrota después de que Salinas de Gortari no sólo había hecho un fraude, sino había comprado a buena parte de lo que era la conciencia crítica de la izquierda en México.
Cualquiera mínimamente razonable nos hubiera dicho: no hay condiciones, no se alcen en armas, entreguen las armas, entren a nuestro partido, etcétera, etcétera.
Pero hubo algo adentro que hizo que desafiáramos esos pronósticos y esas coyunturas internacionales.
El EZLN entonces se plantea, por primera vez, desafiar el calendario y la geografía de arriba. Los niños y las niñas, les dije.
Ocurrió que en esos años, a partir del principio de los noventa, de 1990, hubo una reforma que impedía que los campesinos pudieran acceder a la tierra.
La tierra, como van a ver mañana, cuando suban la loma que va hacia el pueblo de Galeana, ésa era la tierra que tenían los campesinos: laderas empinadas, llenas de piedra. Las buenas tierras estaban en manos de los finqueros. En los próximos días, van a ir a ver, también, esas fincas y van a poder ver la diferencia entre la calidad de tierra.
Se acabó la posibilidad de acceder a un terreno de tierra. Y, al mismo tiempo, las enfermedades empezaron a acabar con los niños y con las niñas.
De 1990 a 1992, no había niño, en la Selva Lacandona, que llegara a los cinco años. Antes de los cinco años, morían de enfermedades curables.
No era el cáncer, no era el SIDA, no eran enfermedades del corazón, eran enfermedades curables: tifoidea, tuberculosis, y, a veces, una simple calentura era la que mataba a niños y a niñas menores de cinco años.
Yo sé que en la ciudad esto puede ser hasta una ventaja: mientras menos burros, más olotes, dicen. Pero en el caso de un pueblo indígena, la muerte de su niñez significa su desaparición como pueblo. O sea, en el proceso natural, los adultos crecen, se hacen ancianos y mueren. Si no hay niños, esa cultura desaparece.
La mortandad de los indígenas, de los niños y de las niñas indígenas, agudizó todavía el problema. Pero la diferencia que había aquí al resto de otros pueblos indios, es que aquí había un ejército rebelde, armado.
Fueron las mujeres las que empezaron a empujar esto. No fueron los hombres.
Yo sé que la tradición en México —los mariachis, Pedro Infante y todo eso— es que los hombres somos muy machos.
Pero no fue así.
Quienes empezaron a empujar: hay que hacer algo, ya no, y ya basta, fueron las mujeres, que veían morir a sus hijos y a sus hijas.
Empezó a haber una especie de rumor en todas las comunidades: hay que hacer algo, ya basta, ya basta, en todas las lenguas. Para entonces, ya estábamos también en la zona de los Altos. Y ahí teníamos dos compañeras que habían sido, y son todavía, la columna vertebral en ese trabajo: la finada Comandanta Ramona y la Comandanta Susana.
Por diversas partes empezó a surgir esta inquietud, esta molestia…
Vamos a decirlo por su nombre:
esta rebeldía en las mujeres zapatistas, que había que hacer algo.
Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, entonces, que era preguntarle a todos qué íbamos a hacer.
Hubo, entonces, en 1992, una consulta —sin televisión, sin gobierno del Distrito Federal, sin nada de lo que hay ahora—, y pueblo por pueblo se pasó y se realizaron asambleas —como ésta en la que estamos ahorita—.
Se planteaba el problema. La disyuntiva era muy sencilla: si nos alzamos en armas, nos van a derrotar, pero va a llamar la atención y van a mejorar las condiciones de los indígenas.
Si no nos alzamos en armas, vamos a sobrevivir, pero vamos a desaparecer como pueblos indios.
La lógica de muerte es cuando nosotros decimos: no nos dejaron otra opción.
Ahora, después de catorce, casi quince años, nosotros —los que llevamos más tiempo aquí— decimos: qué bueno que no teníamos otra opción.
Los pueblos dijeron: para eso estás, pelea, pelea con nosotros.
No se trataba sólo de una relación formal, de mando.
Porque formalmente era al revés: formalmente, el EZLN era el mando y los pueblos eran los subordinados.
Pero en los hechos, en la realidad, era al contrario: los pueblos sostenían, cuidaban y hacían crecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En ese entonces, fue importante también la participación de un compañero mestizo, de la ciudad, el Subcomandante Insurgente Pedro, que cae combatiendo el primero de enero del 94.
Cuando llevamos esa disyuntiva y los pueblos dicen “alcémonos en armas”, el cálculo militar que hicimos —el Teniente Coronel Moisés tal vez lo recuerda bien porque fue en esta montaña que está aquí a espaldas del pueblo, allá arriba, en un campamento que teníamos, hubo una reunión de todos los mandos zapatistas—, el planteamiento que yo les hice fue éste:
tenemos que pensar lo que vamos a hacer, porque cuando empecemos a echar andar algo no se va a poder dar marcha atrás.
Si nosotros le empezamos a preguntar a la gente si nos alzamos en armas o no, ya no vamos a poder detener.
Sabíamos y sentíamos que la respuesta iba a ser sí.
Y sabíamos y sentíamos que los que iban a caer éramos los que estábamos reunidos en estas montañas, aquí arriba de La Garrucha.
Pasó lo que pasó. No les voy a contar el primero de enero de 94, porque ustedes empiezan a saber de nosotros —bueno, algunos, porque otros apenas estaban muy chavitos—, y se abre una etapa de resistencia, decimos nosotros, donde se pasa de la lucha armada a la organización de la resistencia civil y pacífica.
Algo pasó en todo este proceso que quiero llamar la atención, que es: el cambio en la posición del EZLN respecto al problema del poder.
Y esta definición frente al problema del poder es la que va a marcar de manera más honda la huella en el camino zapatista.
Nosotros nos habíamos dado cuenta —y en el nosotros que digo, ya van incluidas las comunidades, no sólo el primer grupo—, nos habíamos dado cuenta que las soluciones, como todo en este mundo, se construyen desde abajo hacia arriba.
Y toda nuestra propuesta anterior, y toda la propuesta de la izquierda ortodoxa, hasta entonces, era al revés, era: desde arriba se solucionan las cosas para abajo.
Este cambio de abajo para arriba significaba para nosotros no organizarnos, ni organizar a la gente para ir a votar, ni para ir a una marcha, ni para gritar, sino para sobrevivir y para convertir la resistencia en una escuela.
Esto fue lo que hicieron los compañeros, no el EZLN original, aquel pequeño grupo, sino el EZLN ya con este componente indígena.
Esto que ahora se conoce a grandes rasgos como la construcción de la autonomía zapatista, es un proceso que les va a detallar ahora el Teniente Coronel Insurgente Moisés.
Antes de eso, quería yo señalar algunas cosas. Se dice, no sin razón, que en los últimos dos años, el 2006, el 2007, el Subcomandante Marcos trabajó, con empeño y con éxito, en destruir la imagen mediática que se había construido en torno a él.
Y les llama la atención cómo gente que antes estaba cerca, ahora se han alejado o se han vuelto, definitivamente, anti-zapatistas.
Algunos de ellos fueron a sus países a dar pláticas y fueron recibidos como si fueran los que se alzaron en armas.
Eran los zapatólogos, dispuestos a viajar con todos los gastos pagados, a recibir los aplausos, las caravanas y alguno que otro favor, cuando viajaban al extranjero.
¿Qué pasó? Les voy a decir cómo lo vemos nosotros. Ustedes tendrán su visión. A la hora que se alza el EZLN, surge…
Voy a explicarme: aquí en las zonas indígenas se habla mucho de “los coyotes”. Los coyotes, quiero hacer la diferencia porque para los yaquis y los mayos el coyote es muy chingón, pues, es emblemático.
En Chiapas no. El coyote es el intermediario. Es alguien que compra barato a los indígenas, y luego revende caro en el mercado.
Cuando se da el alzamiento zapatista, surgen lo que nosotros llamamos los intermediarios de la solidaridad. O sea, los coyotes de la solidaridad.
Esta gente que decía, y aún dice, que tiene la interlocución con el zapatismo, que tienen el teléfono rojo, que son los que saben cómo está la cosa aquí, y eso les significa un capital político.
Vienen y traen alguna cosita, o sea pagan barato, y van y se presentan como los emisarios del EZLN: cobran caro.
La aparición de este grupo de intermediarios, donde había políticos, intelectuales, aristas y gente del movimiento social, nos ocultó a nosotros la existencia de otras cosas, de otros abajos.
Nosotros intuíamos que la España de abajo estaba ahí; que el País Vasco en rebeldía estaba ahí; que la Grecia rebelde estaba ahí; que la Francia insurrecta estaba ahí; que la Italia de lucha estaba ahí; pero no la veíamos. Y temíamos, entonces, que ustedes tampoco nos vieran a nosotros.
Estos intermediarios organizaban y hacían cosas cuando estábamos de moda, y cobraban su capital político.
Así como hay quien organiza conciertos, que dice que son para acá y se queda con una parte: cobra como su salario, o lo que le toca a su organización.
Había otro abajo. Nosotros siempre teníamos esa idea: el zapatismo siempre se ha planteado que no es el único rebelde, ni el mejor. Y nuestra concepción no era crear un movimiento que hegemonizara toda la rebeldía en México, o toda la rebeldía a nivel mundial.
Nunca aspiramos a una internacional, a la quinta internacional o ya no sé en cuál vayan —¿Alejandro? Ya va la Sexta, pero ésta es otra, ésta es La Otra Internacional. El compañero sabe de internacionales—.
¿Qué pasó? Yo les voy a decir algunas cosas que para ustedes no serán novedad. El cuento de una izquierda institucional está perfectamente claro para los españoles, con Rodríguez Zapatero o Felipe González; para el País Vasco —Gora Euskal Herria— más todavía; para la Italia rebelde tampoco debe ser una novedad; y Grecia, bueno, nos puede explicar también mucho de eso; desde Miterrand, el varón, en Francia, igual.
En México, no. Sigue habiendo esa expectativa: que es posible que la izquierda que padecemos ahora, si llega al poder, lo va a hacer impunemente. Quiere decir: va a poder llegar a gobernar sin dejar de ser de izquierda. España, Italia, Francia, Grecia, prácticamente todos los países del mundo, pueden dar cuenta de lo contrario: de gente de izquierda, consecuente —no necesariamente radical—, que en el momento en que llega al poder, deja de serlo.
Varía la velocidad, varía la profundidad, pero indefectiblemente, se transforman. Eso es lo que nosotros llamamos “el efecto estómago” del poder: o te digiere o te hace mierda.
Este acercamiento, en México, de la izquierda o de lo que se autodenomina izquierda, al poder —ahorita me estoy acordando que salió en un periódico que yo no estaba aquí, que estaba en la Ciudad de México, en las fiestas de la izquierda, no sabía que había izquierda en la Ciudad de México y hacen fiestas…. Sí hay todavía, pero es Otra izquierda pues—; en el momento en que se presentó la posibilidad del poder, empezó a surgir este proceso de digestión y defecación del poder sobre esa izquierda.
A los zapatistas, y a todo aquel que se puso en el centro —perdónenme si rompo algún corazón, pero el centro no está en el centro, está pegado a la derecha. Es el otro lado, a la derecha… bueno, a la derecha de ustedes—…
Entonces, nosotros teníamos que, se nos pedía por este grupo de intelectuales, artistas, líderes sociales, que volviéramos la historia hasta 1984, cuando pensábamos que un grupo, o una persona, si llega al poder, transforma todo hacia abajo.
Y que nosotros depositáramos la confianza, el futuro, nuestra vida y nuestro proceso, a un iluminado, a una persona, junto con una banda de 40 ladrones que es la izquierda en México.
Nosotros dijimos que No. No es que nos sea antipático el presidente legitimo, sino simple y sencillamente no creemos en ese proceso.
No creemos que alguien, ni siquiera alguien tan guapo como el Subcomandante Marcos, sea capaz de hacer esa transformación —bueno, las piernas—. Nosotros no podíamos hacer eso, y entonces se da la ruptura.
Yo quiero llamarles la atención sobre una cosa: entonces, dijimos lo que iba a pasar. Lo que está pasando ahorita.
Cuando nosotros lo dijimos, dijeron que le estábamos haciendo el juego a la derecha. A la hora, ahora, que están repitiendo, hasta con nuestras mismas palabras, lo que dijimos hace dos años, se dice que es para hacerle un servicio a la izquierda.
El zapatismo es incómodo. Como si en el rompecabezas del poder llegara una pieza que no encaja y que hay que deshacerse de ella. De todos los movimientos que hay en México, uno de ellos —no el único—, el zapatismo, es incómodo para esta gente.
Es un movimiento que no permite conformarse, que no permite rendirse, que no permite claudicar, que no permite venderse. Y en los movimientos de arriba ésa es la lógica, eso es lo racional. Es la “real politik”, como dicen.
Entonces, se da este distanciamiento que, poco a poco, empieza a permear hacia los sectores internacionales, en América Latina y en Europa, fundamentalmente.
En ese trayecto, sin embargo, se construyeron relaciones más sólidas. Por mencionar alguna, la de los compañeros de la CGT de España, el movimiento cultural rebelde del País Vasco, la Italia social y, más recientemente, la Grecia rebelde e insumisa que hemos encontrado.
Este corrimiento a la derecha se oculta de la siguiente forma, se dice: “el EZLN se radicalizó y se hizo más de izquierda”.
Disculpen, pero nuestro planteamiento sigue siendo el mismo:
no buscamos la toma del poder, pensamos que las cosas se construyen desde abajo.
Y lo que ocurrió es que esos sectores, los intermediarios de la solidaridad, los coyotes internacionalistas, o la internacional del coyotaje, se habían corrido a la derecha. Porque el poder no te deja acceder a él impunemente.
El poder es un club exclusivo, que tiene determinados requisitos para entrar a él.
Lo que los zapatistas llamamos “la sociedad del poder” tiene reglas.
Y sólo se puede acceder a él si se cumplen determinadas reglas.
Cualquiera que busque la justicia, la libertad, la democracia, el respeto a la diferencia, no tiene posibilidad de acceder ahí, a menos que claudique de esas ideas.
Cuando nosotros empezamos a ver este corrimiento a la derecha del sector aparentemente más zapatista, empezamos a preguntarnos por qué había abajo, qué había detrás.
Para ser sinceros, empezamos al revés: empezamos en el mundo, o sea internacionalmente, y luego nos preguntamos por México.
Por razones que tal vez ustedes puedan explicar, la cercanía del zapatismo fue más fuerte con otros países que con México.
Y fue más fuerte en México que con la gente de Chiapas. Como si hubiera una relación inversa en la geografía: quien vivía más lejos, estaba más cerca nuestro, y quien vivía más cerca, estaba más alejado de nosotros.
Llegó la idea de buscarlos, con la intuición y el deseo de que existieran: ustedes, otros como ustedes. Vino la Sexta Declaración, la ruptura definitiva con este sector de los coyotes de la solidaridad.
Y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero que fueran diferentes.
Además de esta posición frente al poder, hay una característica esencial en el zapatismo —y lo van a ver ahora que estén en estos días aquí, o si hablan con los Consejos Autónomos y con las Juntas de Buen Gobierno, o sea con las autoridades autónomas—: la renuncia a hegemonizar y homogeneizar la sociedad.
Nosotros no pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista.
No pretendemos que todos se hagan indígenas.
Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie.
Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.
Y pensamos que sólo es posible, si otros como nosotros quieren y luchan por lo mismo.
Y se establece una relación de compañerismo, decimos nosotros.
Eso es lo que quiere construir La Otra Campaña.
Eso es lo que quiere construir la Sexta Internacional.
Un encuentro de rebeldías, un intercambio de aprendizajes y una relación más directa, no mediática, sino real, de apoyo entre organizaciones.
Hace unos meses, vinieron aquí compañeros de Corea, de Tailandia, de Malasia, la India, Brasil, España —y no me acuerdo de qué otros lados—, de Vía Campesina.
Nosotros los vimos en La Realidad, estábamos ahí con ellos.
Y cuando hablamos les dijimos:
el encuentro entre dirigentes, para nosotros no vale nada. Ni siquiera la foto que se tomen.
Si las dirigencias de dos movimientos no sirven para que los movimientos se encuentren y se conozcan, esas dirigencias no sirven.
Nosotros les decimos lo mismo, ahora, a cualquiera que viene a proponer eso.
Lo que nos interesa es lo que está detrás: ustedes, otros como ustedes.
No podemos ir a Grecia, pero podemos hacer el cálculo y decir que de los que quisieron venir, no están todos aquí. ¿Cómo podemos hablar con esos otros? Y decirles que no queremos limosna, que no queremos lástima. Que no queremos que nos salven la vida.
Que queremos un compañero, una compañera, y unoa compañeroa en Grecia, que luche por lo suyo. En Italia, en el País Vasco, en España, en Francia, en Alemania, Dinamarca, Suecia —no voy a decir todos los países, porque qué tal que me falta uno y viene la protesta—…
¿Para dónde miramos nosotros? Cuando les hago este rápido recorrido, les hablo de una herencia moral y ética de los que nos fundaron.
Tiene que ver, sobre todo, con la lucha y el respeto por la vida, por la libertad, por la justicia y por la democracia.
Nosotros tenemos una deuda moral con nuestros compañeros.
No con ustedes, no con los intelectuales que se alejaron, no con los artistas ni con los escritores, ni los líderes sociales que ahora son anti zapatistas.
Nosotros tenemos una deuda con aquellos que murieron luchando.
Y nosotros queremos que llegue el día en que nosotros podamos decirles a ellos y a ellas, a nuestros muertos y a nuestras muertas, tres cosas nada más:
no nos rendimos, no nos vendimos, no claudicamos
EZLN Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos
Extraido de: http://zeitgeist-argentina.ning.com/profiles/blogs/ezln-palabras-del
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Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos a la Caravana Nacional e Internacional de Observación y Solidaridad con las comunidades zapatistas. Caracol de La Garrucha, 2 de agosto de 2008
Buenas tardes, buenas noches. Mi nombre es Marcos, Subcomandante Insurgente Marcos, y estoy aquí para presentarles al Teniente Coronel Insurgente Moisés.
Él es el encargado por parte de la Comandancia General del EZLN del trabajo internacional, lo que llamamos la Comisión Intergaláctica y la Sexta Internacional, porque, de todos nosotros, es el único que les tiene paciencia a ustedes.
Vamos a hablar despacio, para la traducción. We will speak slowly, for the translation. Nous allons parler doucement, pour la traduction.
Queremos agradecerles que hayan venido hasta acá a conocer directamente lo que está sucediendo con el proceso zapatista, no sólo con las agresiones que estamos recibiendo, sino también los procesos que se están construyendo aquí en territorio rebelde, en territorio zapatista.
Esperamos que lo que vean, que lo que escuchen sirva para que puedan llevar esa palabra muy lejos: a Grecia, a Italia, a Francia, a España, al País Vasco, a Estados Unidos y al resto de nuestro país, con nuestros compañeros de La Otra Campaña.
Ojalá y no vayan a hacer como la llamada Comisión Civil Internacional de Observación de los Derechos Humanos, que lo único que vino a hacer aquí, hace unos meses, fue a lavarle las manos al gobierno perredista de Chiapas, al decir que las agresiones que sufrían nuestros pueblos no venían del gobierno estatal, sino del gobierno federal.
Quería explicar, a grandes rasgos, lo que ha sido la historia del EZLN y de las comunidades indígenas zapatistas en este territorio, en Chiapas pues.
Me refiero a los Altos de Chiapas, la zona del Caracol de Oventic; la zona tzotz choj, tzeltal-tojolabal, que es la del Caracol de Morelia; la zona chol que es la de Roberto Barrios, en el norte de Chiapas; la zona tojolabal o Selva Fronteriza, que es el Caracol de La Realidad; y ésta que es la zona tzeltal, que es el Caracol de La Garrucha.
El día de mañana, están invitados a visitar un poblado que tiene muchos años de ser bases de apoyo del EZLN. Van a tener el honor de ser guiados por el Comandante Ismael, que está aquí. Este compañero junto con el Señor Ik —el finado Comandante Hugo o Francisco Gómez, que era su nombre civil—, estuvieron recorriendo estas cañadas, hablando de la palabra zapatista cuando nadie estaba con nosotros.
Él los va a llevar. Van a ir a ver el lugar donde los soldados estaban buscando marihuana. Queremos que ustedes vean si hay marihuana.
Si encuentran, no se la vayan a fumar, sino que hagan la denuncia para destruirla. No, no hay marihuana. Pero no nos creen a nosotros, a lo mejor a ustedes. A ustedes… ¡menos! Ya que los vean, no les van a creer nada.
¿Cómo empezó todo? Hace 24 años, casi 25, llegó un pequeño grupo de urbanos, o de ciudadanos como les decimos nosotros, no a esta parte de la selva, sino mucho más adentro, lo que ahora se conoce como la Reserva de Montes Azules.
En esa zona no había nada, mas que animales salvajes de cuatro patas y animales salvajes de dos patas que éramos nosotros. Y la concepción de ese pequeño grupo —estoy hablando de 1983-1984, o sea hace 24 o 25 años— era la tradicional de los movimientos de liberación en América Latina, es decir: un pequeño grupo de iluminados que se alza en armas contra el gobierno.
Y eso provoca que mucha gente los siga, se levante, y se tumbe al gobierno, y se instale un gobierno socialista. Estoy siendo muy esquemático, pero básicamente es lo que se conoce como la teoría del “foco guerrillero”.
Ese pequeño grupo, de los que quedamos entonces, tenía esa concepción tradicional, clásica u ortodoxa, si la quieren llamar así, pero tenía también una carga ética y moral que no tenía precedentes en los movimientos guerrilleros o armados en América Latina.
Esta herencia ética y moral venía de otros compañeros que ya habían muerto, enfrentándose al ejército federal y a la policía secreta del gobierno mexicano.
Durante todos esos años, estábamos solos. No había compañeros en los pueblos. Nadie de Grecia venía a vernos. Ni de Italia ni de Francia ni de España ni del País Vasco. Vaya… ¡Ni de México! Porque éste era el rincón más olvidado de este país.
Eso que era algo en contra, más adelante se iba a convertir en una ventaja: el hecho de estar aislados y olvidados nos permitió, entonces, hacer un proceso de involución. Alguno que sea ortodoxo conocerá el libro que dice “la transformación del mono en hombre”.
En ese entonces, fue al revés: el hombre se transformó en mono, que era lo que éramos nosotros. Incluso físicamente, por eso uso pasamontañas pues. Es una cuestión de estética y buen gusto que hay que taparse la cara.
Este pequeño grupo sobrevivió a la caída del Muro de Berlín, al derrumbe del campo socialista, a la claudicación de la guerrilla en Centroamérica —primero con el FMLN en El Salvador, luego con aquello que alguna vez se llamó el Frente Sandinista de Liberación Nacional, en Nicaragua. Y más después, la unión revolucionaria de Guatemala, la URNG—.
Lo que lo hizo sobrevivir fueron dos elementos, según nosotros: Uno, era la necedad o la terquedad que, probablemente, esa gente traía en el DNA. Y la otra, fue la carga moral y ética que había heredado de los compañeros y compañeras que habían sido asesinados por el ejército, en estas montañas precisamente.
Las cosas se hubieran quedado ahí, con dos opciones:
Un pequeño grupo que pasa décadas encerrado en la montaña, esperando algún momento que pasa algo y puede actuar dentro de la realidad social.
O terminar, como alguna parte de la izquierda radical en México entonces, como diputados, senadores, o presidentes legítimos de la izquierda institucional en México.
Pasó algo que nos salvó. Nos salvó y nos derrotó en esos primeros años. Y lo que pasó está sentado aquí a mí izquierda, que es el Teniente Coronel Insurgente Moisés, el Comandante Masho, el Comandante Ismael y muchos otros compañeros que convirtieron el EZLN, de un movimiento guerrillero foquista y ortodoxo, en un ejército de indígenas.
No se trataba sólo de que era un ejército mayoritariamente compuesto por indígenas. Mayoritariamente… me estoy cubriendo porque, en realidad, de cada 100 combatientes, 99 eran indígenas y uno era mestizo.
No sólo eso, sino que ese ejército y su concepción sufrió una derrota en su planteamiento iluminador, su planteamiento de dirección, caudillista, revolucionario clásico, donde un hombre, o un grupo de hombres, se convierte en el salvador de la humanidad, o del país.
Lo que pasó, entonces, es que ese planteamiento fue derrotado a la hora que confrontamos a las comunidades y nos dimos cuenta, no sólo que no nos entendían, sino que su propuesta era mejor.
Algo había pasado en todos los años previos, décadas previas, siglos anteriores. Nos estábamos enfrentando a un movimiento de vida, que había logrado sobrevivir a los intentos de conquista de España, de Francia, de Inglaterra, de Estados Unidos, y de todas las potencias europeas, incluyendo la Alemania nazi en 1940-1945.
Lo que había hecho resistir a esta gente, a estos nuestros compañeros y compañeras primero, y, luego, nuestro jefes y jefas ahora, había sido un apego a la vida que tenía que ver mucho con la carga cultural.
La lengua, el lenguaje, la forma de relacionarse con la naturaleza presentaba una alternativa no sólo de vida, sino de lucha. No les estábamos enseñando a nadie a resistir.
Nos estábamos convirtiendo en alumnos de esa escuela de resistencia de alguien que llevaba cinco siglos haciéndolo.
Los que venían a salvar a las comunidades indígenas, fueron salvados por ellas. Y encontramos rumbo, destino, camino, compañía y velocidad para nuestro paso. Lo que, entonces y ahora, llamamos “la velocidad de nuestro sueño”.
El EZLN tiene muchas deudas con ustedes, con gente como ustedes, en México y en todo el mundo, pero nuestra deuda fundamental está en nuestro corazón: en el corazón indígena. En esta comunidad y en miles de comunidades como ésta, que están pobladas por compañeros bases de apoyo zapatistas.
En el momento en que el pequeño grupo guerrillero hace contacto con los pueblos, hay un problema y una lucha. Yo tengo una verdad —yo, el grupo guerrillero—, y tú eres un ignorante, te voy a enseñar, te voy a adoctrinar, te voy a educar, te voy a formar. Error y derrota.
A la hora que se empieza a construir el puente del lenguaje, y empezamos a modificar nuestra forma de hablar, empezamos a modificar nuestra forma de pensarnos a nosotros mismos y de pensar el lugar que teníamos en un proceso: Servir.
De un movimiento que se planteaba servirse de las masas, de los proletarios, de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes para llegar al poder y dirigirlos a la felicidad suprema, nos estábamos convirtiendo, paulatinamente, en un ejército que tenía que servir a las comunidades. En este caso, las comunidades indígenas tzeltales, que fueron las primeras donde nos instalamos, que fue en esta zona.
El contacto con los pueblos significó un proceso de reeducación más fuerte y más terrible que los electroshocks que acostumbran en las clínicas siquiátricas. No todos lo soportaron, algunos sí lo soportamos, pero nos seguimos quejando todavía a estas alturas del partido.
¿Qué pasó después? Lo que pasa es que el EZLN se convierte en un ejército de indígenas, al servicio de los indígenas, y pasa de los seis con que empezamos el EZLN, a más de seis mil combatientes.
¿Qué es lo que detona el alzamiento del primero de enero de 94? ¿Por qué decidimos alzarnos en armas? La respuesta está en los niños y en las niñas. No fue un análisis de la coyuntura internacional.
Cualquiera de ustedes estará de acuerdo conmigo en que la coyuntura internacional no era propicia para un alzamiento armado.
El campo socialista había sido derrotado, todo el movimiento de izquierda en América Latina estaba en una etapa de repliegue. En México, la izquierda estaba llorando la derrota después de que Salinas de Gortari no sólo había hecho un fraude, sino había comprado a buena parte de lo que era la conciencia crítica de la izquierda en México.
Cualquiera mínimamente razonable nos hubiera dicho: no hay condiciones, no se alcen en armas, entreguen las armas, entren a nuestro partido, etcétera, etcétera.
Pero hubo algo adentro que hizo que desafiáramos esos pronósticos y esas coyunturas internacionales.
El EZLN entonces se plantea, por primera vez, desafiar el calendario y la geografía de arriba. Los niños y las niñas, les dije.
Ocurrió que en esos años, a partir del principio de los noventa, de 1990, hubo una reforma que impedía que los campesinos pudieran acceder a la tierra.
La tierra, como van a ver mañana, cuando suban la loma que va hacia el pueblo de Galeana, ésa era la tierra que tenían los campesinos: laderas empinadas, llenas de piedra. Las buenas tierras estaban en manos de los finqueros. En los próximos días, van a ir a ver, también, esas fincas y van a poder ver la diferencia entre la calidad de tierra.
Se acabó la posibilidad de acceder a un terreno de tierra. Y, al mismo tiempo, las enfermedades empezaron a acabar con los niños y con las niñas.
De 1990 a 1992, no había niño, en la Selva Lacandona, que llegara a los cinco años. Antes de los cinco años, morían de enfermedades curables.
No era el cáncer, no era el SIDA, no eran enfermedades del corazón, eran enfermedades curables: tifoidea, tuberculosis, y, a veces, una simple calentura era la que mataba a niños y a niñas menores de cinco años.
Yo sé que en la ciudad esto puede ser hasta una ventaja: mientras menos burros, más olotes, dicen. Pero en el caso de un pueblo indígena, la muerte de su niñez significa su desaparición como pueblo. O sea, en el proceso natural, los adultos crecen, se hacen ancianos y mueren. Si no hay niños, esa cultura desaparece.
La mortandad de los indígenas, de los niños y de las niñas indígenas, agudizó todavía el problema. Pero la diferencia que había aquí al resto de otros pueblos indios, es que aquí había un ejército rebelde, armado.
Fueron las mujeres las que empezaron a empujar esto. No fueron los hombres.
Yo sé que la tradición en México —los mariachis, Pedro Infante y todo eso— es que los hombres somos muy machos.
Pero no fue así.
Quienes empezaron a empujar: hay que hacer algo, ya no, y ya basta, fueron las mujeres, que veían morir a sus hijos y a sus hijas.
Empezó a haber una especie de rumor en todas las comunidades: hay que hacer algo, ya basta, ya basta, en todas las lenguas. Para entonces, ya estábamos también en la zona de los Altos. Y ahí teníamos dos compañeras que habían sido, y son todavía, la columna vertebral en ese trabajo: la finada Comandanta Ramona y la Comandanta Susana.
Por diversas partes empezó a surgir esta inquietud, esta molestia…
Vamos a decirlo por su nombre:
esta rebeldía en las mujeres zapatistas, que había que hacer algo.
Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer, entonces, que era preguntarle a todos qué íbamos a hacer.
Hubo, entonces, en 1992, una consulta —sin televisión, sin gobierno del Distrito Federal, sin nada de lo que hay ahora—, y pueblo por pueblo se pasó y se realizaron asambleas —como ésta en la que estamos ahorita—.
Se planteaba el problema. La disyuntiva era muy sencilla: si nos alzamos en armas, nos van a derrotar, pero va a llamar la atención y van a mejorar las condiciones de los indígenas.
Si no nos alzamos en armas, vamos a sobrevivir, pero vamos a desaparecer como pueblos indios.
La lógica de muerte es cuando nosotros decimos: no nos dejaron otra opción.
Ahora, después de catorce, casi quince años, nosotros —los que llevamos más tiempo aquí— decimos: qué bueno que no teníamos otra opción.
Los pueblos dijeron: para eso estás, pelea, pelea con nosotros.
No se trataba sólo de una relación formal, de mando.
Porque formalmente era al revés: formalmente, el EZLN era el mando y los pueblos eran los subordinados.
Pero en los hechos, en la realidad, era al contrario: los pueblos sostenían, cuidaban y hacían crecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En ese entonces, fue importante también la participación de un compañero mestizo, de la ciudad, el Subcomandante Insurgente Pedro, que cae combatiendo el primero de enero del 94.
Cuando llevamos esa disyuntiva y los pueblos dicen “alcémonos en armas”, el cálculo militar que hicimos —el Teniente Coronel Moisés tal vez lo recuerda bien porque fue en esta montaña que está aquí a espaldas del pueblo, allá arriba, en un campamento que teníamos, hubo una reunión de todos los mandos zapatistas—, el planteamiento que yo les hice fue éste:
tenemos que pensar lo que vamos a hacer, porque cuando empecemos a echar andar algo no se va a poder dar marcha atrás.
Si nosotros le empezamos a preguntar a la gente si nos alzamos en armas o no, ya no vamos a poder detener.
Sabíamos y sentíamos que la respuesta iba a ser sí.
Y sabíamos y sentíamos que los que iban a caer éramos los que estábamos reunidos en estas montañas, aquí arriba de La Garrucha.
Pasó lo que pasó. No les voy a contar el primero de enero de 94, porque ustedes empiezan a saber de nosotros —bueno, algunos, porque otros apenas estaban muy chavitos—, y se abre una etapa de resistencia, decimos nosotros, donde se pasa de la lucha armada a la organización de la resistencia civil y pacífica.
Algo pasó en todo este proceso que quiero llamar la atención, que es: el cambio en la posición del EZLN respecto al problema del poder.
Y esta definición frente al problema del poder es la que va a marcar de manera más honda la huella en el camino zapatista.
Nosotros nos habíamos dado cuenta —y en el nosotros que digo, ya van incluidas las comunidades, no sólo el primer grupo—, nos habíamos dado cuenta que las soluciones, como todo en este mundo, se construyen desde abajo hacia arriba.
Y toda nuestra propuesta anterior, y toda la propuesta de la izquierda ortodoxa, hasta entonces, era al revés, era: desde arriba se solucionan las cosas para abajo.
Este cambio de abajo para arriba significaba para nosotros no organizarnos, ni organizar a la gente para ir a votar, ni para ir a una marcha, ni para gritar, sino para sobrevivir y para convertir la resistencia en una escuela.
Esto fue lo que hicieron los compañeros, no el EZLN original, aquel pequeño grupo, sino el EZLN ya con este componente indígena.
Esto que ahora se conoce a grandes rasgos como la construcción de la autonomía zapatista, es un proceso que les va a detallar ahora el Teniente Coronel Insurgente Moisés.
Antes de eso, quería yo señalar algunas cosas. Se dice, no sin razón, que en los últimos dos años, el 2006, el 2007, el Subcomandante Marcos trabajó, con empeño y con éxito, en destruir la imagen mediática que se había construido en torno a él.
Y les llama la atención cómo gente que antes estaba cerca, ahora se han alejado o se han vuelto, definitivamente, anti-zapatistas.
Algunos de ellos fueron a sus países a dar pláticas y fueron recibidos como si fueran los que se alzaron en armas.
Eran los zapatólogos, dispuestos a viajar con todos los gastos pagados, a recibir los aplausos, las caravanas y alguno que otro favor, cuando viajaban al extranjero.
¿Qué pasó? Les voy a decir cómo lo vemos nosotros. Ustedes tendrán su visión. A la hora que se alza el EZLN, surge…
Voy a explicarme: aquí en las zonas indígenas se habla mucho de “los coyotes”. Los coyotes, quiero hacer la diferencia porque para los yaquis y los mayos el coyote es muy chingón, pues, es emblemático.
En Chiapas no. El coyote es el intermediario. Es alguien que compra barato a los indígenas, y luego revende caro en el mercado.
Cuando se da el alzamiento zapatista, surgen lo que nosotros llamamos los intermediarios de la solidaridad. O sea, los coyotes de la solidaridad.
Esta gente que decía, y aún dice, que tiene la interlocución con el zapatismo, que tienen el teléfono rojo, que son los que saben cómo está la cosa aquí, y eso les significa un capital político.
Vienen y traen alguna cosita, o sea pagan barato, y van y se presentan como los emisarios del EZLN: cobran caro.
La aparición de este grupo de intermediarios, donde había políticos, intelectuales, aristas y gente del movimiento social, nos ocultó a nosotros la existencia de otras cosas, de otros abajos.
Nosotros intuíamos que la España de abajo estaba ahí; que el País Vasco en rebeldía estaba ahí; que la Grecia rebelde estaba ahí; que la Francia insurrecta estaba ahí; que la Italia de lucha estaba ahí; pero no la veíamos. Y temíamos, entonces, que ustedes tampoco nos vieran a nosotros.
Estos intermediarios organizaban y hacían cosas cuando estábamos de moda, y cobraban su capital político.
Así como hay quien organiza conciertos, que dice que son para acá y se queda con una parte: cobra como su salario, o lo que le toca a su organización.
Había otro abajo. Nosotros siempre teníamos esa idea: el zapatismo siempre se ha planteado que no es el único rebelde, ni el mejor. Y nuestra concepción no era crear un movimiento que hegemonizara toda la rebeldía en México, o toda la rebeldía a nivel mundial.
Nunca aspiramos a una internacional, a la quinta internacional o ya no sé en cuál vayan —¿Alejandro? Ya va la Sexta, pero ésta es otra, ésta es La Otra Internacional. El compañero sabe de internacionales—.
¿Qué pasó? Yo les voy a decir algunas cosas que para ustedes no serán novedad. El cuento de una izquierda institucional está perfectamente claro para los españoles, con Rodríguez Zapatero o Felipe González; para el País Vasco —Gora Euskal Herria— más todavía; para la Italia rebelde tampoco debe ser una novedad; y Grecia, bueno, nos puede explicar también mucho de eso; desde Miterrand, el varón, en Francia, igual.
En México, no. Sigue habiendo esa expectativa: que es posible que la izquierda que padecemos ahora, si llega al poder, lo va a hacer impunemente. Quiere decir: va a poder llegar a gobernar sin dejar de ser de izquierda. España, Italia, Francia, Grecia, prácticamente todos los países del mundo, pueden dar cuenta de lo contrario: de gente de izquierda, consecuente —no necesariamente radical—, que en el momento en que llega al poder, deja de serlo.
Varía la velocidad, varía la profundidad, pero indefectiblemente, se transforman. Eso es lo que nosotros llamamos “el efecto estómago” del poder: o te digiere o te hace mierda.
Este acercamiento, en México, de la izquierda o de lo que se autodenomina izquierda, al poder —ahorita me estoy acordando que salió en un periódico que yo no estaba aquí, que estaba en la Ciudad de México, en las fiestas de la izquierda, no sabía que había izquierda en la Ciudad de México y hacen fiestas…. Sí hay todavía, pero es Otra izquierda pues—; en el momento en que se presentó la posibilidad del poder, empezó a surgir este proceso de digestión y defecación del poder sobre esa izquierda.
A los zapatistas, y a todo aquel que se puso en el centro —perdónenme si rompo algún corazón, pero el centro no está en el centro, está pegado a la derecha. Es el otro lado, a la derecha… bueno, a la derecha de ustedes—…
Entonces, nosotros teníamos que, se nos pedía por este grupo de intelectuales, artistas, líderes sociales, que volviéramos la historia hasta 1984, cuando pensábamos que un grupo, o una persona, si llega al poder, transforma todo hacia abajo.
Y que nosotros depositáramos la confianza, el futuro, nuestra vida y nuestro proceso, a un iluminado, a una persona, junto con una banda de 40 ladrones que es la izquierda en México.
Nosotros dijimos que No. No es que nos sea antipático el presidente legitimo, sino simple y sencillamente no creemos en ese proceso.
No creemos que alguien, ni siquiera alguien tan guapo como el Subcomandante Marcos, sea capaz de hacer esa transformación —bueno, las piernas—. Nosotros no podíamos hacer eso, y entonces se da la ruptura.
Yo quiero llamarles la atención sobre una cosa: entonces, dijimos lo que iba a pasar. Lo que está pasando ahorita.
Cuando nosotros lo dijimos, dijeron que le estábamos haciendo el juego a la derecha. A la hora, ahora, que están repitiendo, hasta con nuestras mismas palabras, lo que dijimos hace dos años, se dice que es para hacerle un servicio a la izquierda.
El zapatismo es incómodo. Como si en el rompecabezas del poder llegara una pieza que no encaja y que hay que deshacerse de ella. De todos los movimientos que hay en México, uno de ellos —no el único—, el zapatismo, es incómodo para esta gente.
Es un movimiento que no permite conformarse, que no permite rendirse, que no permite claudicar, que no permite venderse. Y en los movimientos de arriba ésa es la lógica, eso es lo racional. Es la “real politik”, como dicen.
Entonces, se da este distanciamiento que, poco a poco, empieza a permear hacia los sectores internacionales, en América Latina y en Europa, fundamentalmente.
En ese trayecto, sin embargo, se construyeron relaciones más sólidas. Por mencionar alguna, la de los compañeros de la CGT de España, el movimiento cultural rebelde del País Vasco, la Italia social y, más recientemente, la Grecia rebelde e insumisa que hemos encontrado.
Este corrimiento a la derecha se oculta de la siguiente forma, se dice: “el EZLN se radicalizó y se hizo más de izquierda”.
Disculpen, pero nuestro planteamiento sigue siendo el mismo:
no buscamos la toma del poder, pensamos que las cosas se construyen desde abajo.
Y lo que ocurrió es que esos sectores, los intermediarios de la solidaridad, los coyotes internacionalistas, o la internacional del coyotaje, se habían corrido a la derecha. Porque el poder no te deja acceder a él impunemente.
El poder es un club exclusivo, que tiene determinados requisitos para entrar a él.
Lo que los zapatistas llamamos “la sociedad del poder” tiene reglas.
Y sólo se puede acceder a él si se cumplen determinadas reglas.
Cualquiera que busque la justicia, la libertad, la democracia, el respeto a la diferencia, no tiene posibilidad de acceder ahí, a menos que claudique de esas ideas.
Cuando nosotros empezamos a ver este corrimiento a la derecha del sector aparentemente más zapatista, empezamos a preguntarnos por qué había abajo, qué había detrás.
Para ser sinceros, empezamos al revés: empezamos en el mundo, o sea internacionalmente, y luego nos preguntamos por México.
Por razones que tal vez ustedes puedan explicar, la cercanía del zapatismo fue más fuerte con otros países que con México.
Y fue más fuerte en México que con la gente de Chiapas. Como si hubiera una relación inversa en la geografía: quien vivía más lejos, estaba más cerca nuestro, y quien vivía más cerca, estaba más alejado de nosotros.
Llegó la idea de buscarlos, con la intuición y el deseo de que existieran: ustedes, otros como ustedes. Vino la Sexta Declaración, la ruptura definitiva con este sector de los coyotes de la solidaridad.
Y la búsqueda, en México y en el mundo, de otros que fueran como nosotros, pero que fueran diferentes.
Además de esta posición frente al poder, hay una característica esencial en el zapatismo —y lo van a ver ahora que estén en estos días aquí, o si hablan con los Consejos Autónomos y con las Juntas de Buen Gobierno, o sea con las autoridades autónomas—: la renuncia a hegemonizar y homogeneizar la sociedad.
Nosotros no pretendemos un México zapatista, ni un mundo zapatista.
No pretendemos que todos se hagan indígenas.
Nosotros queremos un lugar, aquí, el nuestro, que nos dejen en paz, que no nos mande nadie.
Eso es la libertad: que nosotros decidamos lo que queremos hacer.
Y pensamos que sólo es posible, si otros como nosotros quieren y luchan por lo mismo.
Y se establece una relación de compañerismo, decimos nosotros.
Eso es lo que quiere construir La Otra Campaña.
Eso es lo que quiere construir la Sexta Internacional.
Un encuentro de rebeldías, un intercambio de aprendizajes y una relación más directa, no mediática, sino real, de apoyo entre organizaciones.
Hace unos meses, vinieron aquí compañeros de Corea, de Tailandia, de Malasia, la India, Brasil, España —y no me acuerdo de qué otros lados—, de Vía Campesina.
Nosotros los vimos en La Realidad, estábamos ahí con ellos.
Y cuando hablamos les dijimos:
el encuentro entre dirigentes, para nosotros no vale nada. Ni siquiera la foto que se tomen.
Si las dirigencias de dos movimientos no sirven para que los movimientos se encuentren y se conozcan, esas dirigencias no sirven.
Nosotros les decimos lo mismo, ahora, a cualquiera que viene a proponer eso.
Lo que nos interesa es lo que está detrás: ustedes, otros como ustedes.
No podemos ir a Grecia, pero podemos hacer el cálculo y decir que de los que quisieron venir, no están todos aquí. ¿Cómo podemos hablar con esos otros? Y decirles que no queremos limosna, que no queremos lástima. Que no queremos que nos salven la vida.
Que queremos un compañero, una compañera, y unoa compañeroa en Grecia, que luche por lo suyo. En Italia, en el País Vasco, en España, en Francia, en Alemania, Dinamarca, Suecia —no voy a decir todos los países, porque qué tal que me falta uno y viene la protesta—…
¿Para dónde miramos nosotros? Cuando les hago este rápido recorrido, les hablo de una herencia moral y ética de los que nos fundaron.
Tiene que ver, sobre todo, con la lucha y el respeto por la vida, por la libertad, por la justicia y por la democracia.
Nosotros tenemos una deuda moral con nuestros compañeros.
No con ustedes, no con los intelectuales que se alejaron, no con los artistas ni con los escritores, ni los líderes sociales que ahora son anti zapatistas.
Nosotros tenemos una deuda con aquellos que murieron luchando.
Y nosotros queremos que llegue el día en que nosotros podamos decirles a ellos y a ellas, a nuestros muertos y a nuestras muertas, tres cosas nada más:
no nos rendimos, no nos vendimos, no claudicamos
EZLN Palabras del Subcomandante Insurgente Marcos
Extraido de: http://zeitgeist-argentina.ning.com/profiles/blogs/ezln-palabras-del
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miércoles, 24 de marzo de 2010
Digo que yo no soy un hombre puro. Nicolás Guillén. 24-03-2010
*
Digo que yo no soy un hombre puro
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.
Nicolás Guillén
Extraido de:
http://www.facebook.com/omarpaladini#!/omarpaladini?v=feed&story_fbid=102159569824886
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Digo que yo no soy un hombre puro
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.
Nicolás Guillén
Extraido de:
http://www.facebook.com/omarpaladini#!/omarpaladini?v=feed&story_fbid=102159569824886
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Carta del Subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional a Argentina en Memoria del Golpe de Estado
A los niños, niñas, ancianos, ancianas,
jóvenes, jóvenas, hombres, mujeres de la Argentina.
América Latina, Planeta Tierra.
Hermanos y hermanas:
Aquí México Zapatista. Allá la digna Argentina.
Les habla el Subcomandante Marcos, a nombre de todos los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Queremos aprovechar que los hermanos y hermanas de Argentina nos dan la oportunidad de decir nuestra palabra en este acto que sirve para darle a la verdad y a la memoria el lugar que merecen.
Porque hay y ha habido quien creyó y cree que, asesinando personas, asesina también los pensamientos y los sueños que en veces son palabras y en veces son silencios.
Quien así cree en realidad teme.
Y su temor adquiere el rostro del autoritarismo y la arbitrariedad. Y en la resaca de la sangre busca la máscara de la impunidad y el olvido.
No para que todo quede atrás, sino para asegurarse de que podrá de nuevo hacer actuar su temor sobre los que le son diferentes.
Nuestros más antiguos nos enseñaron que la celebración de la memoria es también una celebración del mañana.
Ellos nos dijeron que la memoria no es un voltear la cara y el corazón al pasado, no es un recuerdo estéril que habla risas o lágrimas.
La memoria, nos dijeron, es una de las siete guías que el corazón humano tiene para andar sus pasos.
Las otras seis son la verdad, la vergüenza, la consecuencia, la honestidad, el respeto a uno mismo y al otro, y el amor.
Por eso, dicen, la memoria apunta siempre al mañana y esa paradoja es la que permite que en ese mañana no se repitan las pesadillas, y que las alegrías, que también las hay en el inventario de la memoria colectiva, sean nuevas.
La memoria es sobre todo, dicen nuestros más primeros, una poderosa vacuna contra la muerte y alimento indispensable para la vida.
Por eso, quien cuida y guarda la memoria, guarda y cuida la vida; y quien no tiene memoria está muerto.
Quienes arriba fueron poder nos heredaron un montón de pedazos rotos: muertes aquí y allá, impunidades y cinismos, ausencias, rostros e historias emborronadas, desesperanzas. Y ese montón de escombros es el que nos ofrecen como tarjeta de identidad, de modo que decir "soy" y "somos" sea una vergüenza.
Pero hubo quienes fueron y son abajo.
Ellos y ellas nos heredaron no un mundo nuevo, completo y acabado, pero sí algunas claves y pistas para unir esos fragmentos dispersos y, al armar el rompecabezas del ayer, abrirle una rendija al muro, dibujar una ventana y construir una puerta.
Porque es bien sabido que las puertas fueron antes ventanas, y antes fueron rendijas, y antes fueron y son memoria.
Tal vez por eso temen los de arriba, porque quien tiene memoria en realidad tiene en su futuro una puerta.
Somos muchos y muchas los que al buscar la memoria estamos buscando partes de nuestro rostro.
Quien nos pide que olvidemos, nos pide que sigamos incompletos, usando las prótesis que el Poder oferta.
Este día, en Argentina, en México y en otras partes del mundo, hay muchos y muchas guardianes de la memoria reuniéndose para una ceremonia tan antigua como la palabra:
la del conjuro del olvido y la desmemoria, la de la historia.
Hoy, quienes tienen a la Argentina como patria, nos enseñan que quien camina la memoria, en realidad camina la vida.
Y queremos que todos y todas ustedes sepan que escuchamos sus pasos y que, al escucharlos, recordamos que el principal atributo del ser humano sigue siendo la dignidad.
Digna Argentina: los zapatistas de México te saludan.
Vale. Salud y que nunca más la estupidez se permita democratizar el miedo y la muerte
Desde la Ciudad de México.
Subcomandante Insurgente Marcos
México, Marzo del 2001
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martes, 23 de marzo de 2010
Rebelión y conservadurismo. Las lecciones de "1984"- Jean-Claude Michéa - 23-03-2010
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Rebelión y conservadurismo - Las lecciones de "1984"- Jean-Claude Michéa
En múltiples aspectos de su filosofía, George Orwell se acerca mucho a la sensibilidad anarquista. Él mismo lo reconoce explícitamente en Homenaje a Cataluña cuando afirma:
``Si sólo hubiese tenido en cuenta mis preferencias personales, hubiese optado por unirme a los anarquistas'' (capítulo 8).
De hecho, para el Freedom Defense Committee, que Orwell dirigía junto a Herbert Read, la defensa de los anarquistas encarcelados era una de sus principales preocupaciones.
Sin embargo, es imposible considerar al autor de 1984 un anarquista en el sentido doctrinal y militante del término. En ninguno de sus ensayos se defiende la idea de que una sociedad sin estado sea posible o incluso deseable.
A decir verdad, Orwell era simplemente un demócrata radical, y por tanto, partidario de un estado de derecho, capaz de asumir sus funciones ``con la mayor eficacia y el mínimo de obstáculos posibles''.
Así, el hecho de que Orwell se definiera en varias ocasiones como un anarchist tory es ante todo una muestra de la complejidad de su pensamiento político.
Asimismo, no hay que olvidar que, para el autor, se trataba más bien de una broma y no de un concepto teórico, aunque, como señala certeramente Simon Leys, dicha fórmula constituye ``la mejor definición de su temperamento político''.
Esta expresión va a constituir mi punto de partida para intentar identificar ciertos aspectos de 1984, generalmente mal conocidos o infravalorados.
La historia de 1984 es, ante todo, la historia de la rebelión del individuo, Winston Smith, contra el poder absoluto de los señores de Oceanía.
Pero al final de la novela esta rebelión se derrumba. Así pues, 1984, es, aparentemente, la historia de un fracaso.
Sin embargo, poco se ha dicho sobre el hecho de que el fracaso de Winston no se debe a que cualquier rebelión contra el poder de Gran Hermano sea imposible, sino a que su propia rebelión es básicamente falsa.
Por un lado, opta por prescindir del apoyo de los proletarios, cuando, en realidad, su presencia masiva y silenciosa planea constantemente en la obra.
Después, cuando Winston finalmente decide actuar y organizarse, se une a la misteriosa ``Fraternidad'' del no menos misterioso Goldstein, una organización que acabará revelándose como una oposición facticia, creada y manipulada por el propio Partido.
Esta es, pues, la primera lección política de la novela: aunque la rebelión del individuo ante un poder tiránico siempre es comprensible desde el punto de vista psicológico, nada garantiza, a priori, que las ideas y los actos que la materializan sean a su vez legítimos o simplemente eficaces.
Lo cierto es que existen rebeliones alienadas, es decir, rebeliones que se ajustan perfectamente a la lógica de los sistemas que pretenden combatir y que suelen contribuir a reforzar sus efectos.
Para Orwell, esto ocurre cuando una rebelión no procede de la ``cólera generosa'' que, por ejemplo, inspiraba a Dickens (como veremos, esta cólera generosa siempre está vinculada a la common decency), sino cuando sus raíces psicológicas profundas se hallan en la envidia, el odio y el resentimiento.
Ninguna auténtica rebelión puede surgir de esta fuente envenenada.
Y es que los que están poseídos por su propio odio pueden perfectamente imaginarse que son la negación en acto del despotismo reinante, pero en términos fotográficos, sólo son el negativo de la película.
Basta con leer la famosa escena en la que Winston entra a formar parte de la ``Fraternidad'' para descubrir hasta qué punto, como señalaba Evelyn Waugh, esta peculiar organización es otra banda más, que en nada se diferencia del Partido.
O'Brien inició sus preguntas con voz baja e inexpresiva, como si se tratara de una rutina, una especie de catecismo, cuyas respuestas ya conocía en su mayoría.
---¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?
---Sí.
---A cometer actos de sabotaje que pueden causar la muerte de centenares de personas inocentes?
---Sí.
---A vender vuestro país a las potencias extranjeras?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades venéreas... a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
---Sí.
---Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño,¿estaríais dispuestos a hacerlo?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a perder vuestra identidad y a vivir el resto de vuestras vidas como camareros o cargadores de puerto?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento en que lo ordenemos?
---Sí.
Este pasaje no deja lugar a dudas. Winston Smith no simboliza al ``hombre ordinario'', tan encomiado en la obra de Orwell; se trata simplemente de una réplica exacta de esos miles de intelectuales, miembros del Partido, que, por un resquicio de humanidad (o un mínimo de inteligencia crítica) y motivos distintos en cada caso, deciden oponerse a la máquina que acabará destruyéndolos pero a la que, hasta el momento, habían servido con absoluta fidelidad.
Por regla general, el poder fascina únicamente a aquellos que buscan en él un medio para vengarse de las humillaciones padecidas. De ahí que la voluntad de poder sea el corolario lógico del resentimiento. Esta verdad decisiva, ya explorada por Dostoievsky, nos conduce al núcleo del ``anarquismo'' orwelliano.
La segunda lección de consiste en que el amor al poder constituye el principal obstáculo que aleja a los hombres de una sociedad justa.
Según la excelente fórmula de Sonia Orwell, una sociedad justa es una sociedad libre, igualitaria y decente (the free, equal, and decent society).
En la medida en que la rebelión del intelectual moderno contra el orden establecido suele alimentarse de su propio resentimiento (a diferencia de los trabajadores y los humildes, en los que se trata del rechazo espontáneo a las injusticias reales que padecen o de las que son testigos), es lógico que el contexto intelectual de las sociedades contemporáneas, en su sentido más amplio, represente para Orwell la encarnación privilegiada de la voluntad de poder.
Ello explica que en la sociedad de Oceanía: ``La nueva aristocracia estaba formada en su mayoría por burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales.
Esta gente, cuyo origen estaba en la clase media asalariada y en la capa superior de la clase obrera, había sido formada y agrupada por el mundo inhóspito de la industria monopolizada y el gobierno centralizado.
Comparados con los miembros de las clases dirigentes en el pasado, esos hombres eran menos avariciosos, les tentaba menos el lujo y más el puro deseo de poder, y, sobre todo, tenían más conciencia de lo que estaban haciendo y se dedicaban con mayor intensidad a aplastar a la oposición.''
Este ``puro deseo de poder'', es decir, la necesidad psicológica de tener al otro a su merced, puede manifestarse en muchos grados.
Los primeros son evidentes en las relaciones cotidianas entre los individuos: así por ejemplo, el placer maníaco que algunos experimentan controlando constantemente lo que dicen y hacen los demás, manipulando su tiempo u organizando sus vidas.
En un grado más desarrollado, se aprecia también el extraño gusto por dar órdenes, por ``vigilar y castigar'', por vejar y humillar.
Mas el grado superior del amor al poder es, por supuesto, la necesidad de ejercer sobre el otro un dominio violento, ya sea psicológica o físicamente. La política totalitaria se pone en marcha en este último nivel. La mejor prueba de esta idea se encuentra en el discurso de O'Brien que reproducimos a continuación:
Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro? Winston pensó un poco y respondió: ---Haciéndole sufrir. ---Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia.
Si no sufre, ¿cómo vas á estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti.
¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? Es lo contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores.
Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un mundo para pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor.
Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio.
En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y la humillación. Todo lo demás lo destruiremos, todo.
Ya estamos aplastando los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución.
Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, al hombre con el hombre y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo.
Pero en el futuro no habrá ya ni esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será extirpado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento.
Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano.
No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo.
Cuando seamos todopoderosos, ya no necesitaremos la ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Ya no habrá curiosidad, ni alegría de vivir. Todos los placeres de la emulación serán destruidos.
Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre existirá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... eternamente.
Esta feroz homilía, que tan bien describe la estructura psicológica de los intelectuales totalitarios, define de forma simultánea y por defecto, la mentalidad del hombre corriente (al que Orwell llama the common man o the ordinary people), es decir el hombre al que el poder deja indiferente y que para existir ante sí mismo, no experimenta la necesidad de ejercer un dominio violento sobre sus semejantes.
Efectivamente, los ``sentimientos humanos corrientes'' se resumen en la capacidad para ``el amor, la amistad, la alegría de vivir, la risa, la curiosidad, el valor, la integridad'', de la que suelen carecer los poderosos.
En su conjunto, estas disposiciones definen la common decency, esto es, la práctica cotidiana de la ayuda mutua y de la reciprocidad generosa, quizás ``innata'', y que, en cualquier caso, representa el mínimo necesario para cualquier buena vida y la condición indispensable para cualquier rebelión que aspire ser justa.
No hay que olvidar que la common decency, según esta definición, no debe reducirse a las dimensiones que Orwell le atribuye en la obra de Dickens. No se trata de una idealización literaria, sino, ante todo, de un hecho cotidiano comprobado, un conjunto efectivo de formas de dar, recibir y devolver que, tras desarrollarse y purificarse, constituyen la base psicológica del socialismo.
Desde este punto de vista, la investigación de Wigan Pier y, más aún, la experiencia española fueron los detonantes de su idea de que el civismo tradicional de los pueblos era la única garantía para que, un día, el socialismo llegara a ser algo más que un sueño utópico o una pesadilla hecha realidad. ``En cierto modo, sería lícito decir que experimentábamos una prueba del socialismo, con lo que quiero decir que el estado de espíritu reinante era el del socialismo'' (Homenaje a Cataluña, cap. 7).
Así pues, el elogio de la common decency y la correspondiente crítica al resentimiento y a la voluntad de poder son indudablemente la característica más relevante del socialismo orwelliano: el verdadero revolucionario no es un puritano impulsado por lo que Spinoza denominaba las ``pasiones tristes'', más allá de la máscara que la retórica ideológica haya sabido imponerles. Su decencia innata, su generosidad natural y, sin duda, su sentido del humor lo sitúan en las antípodas de ese ``mundo de odio y eslóganes'' que, de Netchaiev al Ché Guevara ha sido el elemento natural de las inteligencias totalitarias.
Esta última idea nos permite introducir el tercer aspecto político de 1984: la relación entre el mundo del odio y el de los eslóganes es estructural. La comprensión intuitiva del vínculo existente entre ``el pensamiento totalitario y la corrupción del lenguaje'' (Collected Essays, 1946, vol.4. p. 188) explica perfectamente la profunda repulsión que Orwell sentía hacia los usos estereotipados de la lengua.
No obstante, aunque la jerga política sea el mejor ejemplo de un pensamiento que prescinde del cerebro, Orwell también percibió que esta descomposición de la inteligencia crítica ya era totalmente funcional en las sociedades liberales.
A juzgar por la jerga dominante en los medios, las empresas o la administración, este diagnóstico sigue teniendo plena validez. De este modo, y siguiendo el pensamiento orwelliano, si el periodista ``enrollado'', el ejecutivo ``dinámico'' o el gestor ``visionario'' sólo son capaces de expresarse con los términos de sus respectivas neolenguas, no puede tratarse de una tendencia inocente. En realidad, representan el imperio de estos poderes sobre la organización de nuestras vidas.
Asimismo, las repetidas críticas y las advertencias de Orwell contra la decadencia vertiginosa de la lengua moderna, sus llamamientos para preservar un inglés vivo y popular, su concepto de la literatura como forma privilegiada de escritura política, no deben considerarse como síntomas de purismo maníaco y elitista.
Por el contrario, si la lengua contemporánea, sobre todo la de los jóvenes, principal objetivo de la sociedad comercial, se empobrece inquietantemente y si poco a poco van desapareciendo el sentimiento poético y el genio popular de la lengua9 se debe a que las élites modernas son capaces de crear un mundo a su imagen y semejanza.
Indudablemente, la necesidad de Orwell de volver a legitimar un cierto grado de ``conservadurismo'' se deriva del imperativo de proteger el civismo y la lengua tradicional. Efectivamente, ninguna sociedad deseable puede existir, ni siquiera concebirse, si, de acuerdo con la tradición apocalíptica abierta por san Juan y san Agustín, la llegada del ``hombre nuevo'' depende de nuestra capacidad para hacer ``tabla rasa'' con el pasado.
Por tanto, a no ser que contemos con las bases necesarias fundamentadas en un patrimonio antropológico, moral y lingüístico, resultará imposible cambiar la vida. Olvidar o rechazar estas premisas siempre ha llevado a los intelectuales ``revolucionarios'' a construir los sistemas políticos más asfixiantes que puedan imaginarse.
En otras palabras, ninguna sociedad digna de las posibilidades modernas de la especie humana tiene la más mínima posibilidad de existir si el movimiento radical no es capaz de asumir sus tareas conservadoras.
Esta es, pues, la última y primordial lección de 1984: el sentido del pasado, y por tanto, la capacidad de recordar y añorar, constituyen condiciones totalmente indispensables en cualquier empresa revolucionaria que no se resigne a ser una variante inédita de los errores ya cometidos.
¿Por qué brindamos esta vez [preguntó O'Brien]? ¿Por la confusión de la Policía del Pensamiento? ¿Por la muerte de Big Brother? ¿Por el futuro?
---Por el pasado ---respondió Winston.
---Sí, el pasado es más importante ---reconoció O'Brian con gravedad. [p. 66]
Por ello, si Winston Smith, competente y eficaz funcionario del ministerio de la Verdad, conserva una parte de humanidad (esto es lo que lo acerca a los proletarios) es sobre todo porque le fascinan todas las formas del pasado.
Será esta pasión la que cause su pérdida: M. Charrington, el gerente de la tienda de antigüedades, en realidad pertenece a la Policía del Pensamiento.
Antes de que el amor de Julia confiera a su deseo de resistencia una base más altruista, durante toda la novela, es esta fascinación la que constituye la clave psicológica de su rebelión contra el Partido.
Por el contrario, el esfuerzo por destruir el pasado es el eje que organiza la política del ``Ingsoc''.
En definitiva, esto implica que la rebelión de Winston Smith, por muy alienada que resulte,10 es en su origen una rebelión conservadora.
De ahí también que, a menos que os combates contra el servilismo moderno se basen conscientemente en los aspectos positivos del pasado, están abocados a un fracaso radical y definitivo.
Pero existe un problema real: es sabido que en la neolengua moderna, es decir, en la forma de hablar destinada a prevenir cualquier pensamiento ``políticamente incorrecto'', ``conservadurismo'' es la ``palabra-clave'' (blanket word11) ue designa el ``crimen de pensamiento'' por excelencia: la que marca nuestra complicidad con todas esas encarnaciones del mal político como la ``Derecha'', el ``Orden establecido'' o la ``sociedad de intolerancia y de exclusión''.
Dado que esta mistificación forma parte del núcleo del capitalismo moderno y que constituye su principal línea defensiva, se impone cuestionar sus postulados fundamentales, aunque sólo sea para medir el extraordinario coraje intelectual de Orwell al rehabilitar, incluso por juego, una palabra que había sido tan demonizada por la izquierda bienpensante, si es que hoy en día queda otra.
En Inglaterra, la oposición entre Whigs y Tories se impuso a partir del siglo XVII para distinguir el ``Partido del movimiento'' del ``Partido de la conservación''. En aquella época, con dichos términos se designaba, por un lado, al partido del capitalismo liberal, favorable a la economía de mercado, al desarrollo del individualismo calculador y todas sus correspondientes costumbres; por el otro, a los partidarios del Antiguo Régimen, es decir, un orden social a un tiempo comunitario y altamente jerarquizado.
La trampa filosófica en la que la izquierda estaba abocada a caer se evidencia dado que, cuando asimiló el conservadurismo a la derecha, se exponía a retomar para sí misma gran parte de los mitos fundadores del progresismo whig.
Ahora bien, si por ``socialismo'' entendemos el proyecto formulado en el siglo xix en el que se superaban las contradicciones internas del capitalismo liberal, resulta obvio que el esfuerzo por integrar el socialismo en la temática de la izquierda progresista (labor que en Francia fue llevada a cabo por el caso Dreyfus) no podría estar libre de problemas.
En la práctica, ello implicaba casi necesariamente denominar ``socialistas'' o ``progresistas'' a todo el conjunto presuntamente coherente de los diferentes movimientos de modernización que, desde principios del xix, socavaban el orden establecido.
Como bien ha demostrado Arno Mayer (cf. La Persistence de l'Ancien Régime, Flammarion, 1983), ello significaba que se había olvidado que la base económica y social de dicho orden siguió siendo, hasta 1914, fundamentalmente agraria y aristocrática.
En estas circunstancias, el llamamiento de la izquierda a romper con toda mentalidad ``arcaica'' y ``conservadora'' se confundía forzosamente con las exigencias culturales del capitalismo liberal, que, efectivamente, nada tiene que ver con la tiranía de la Iglesia, la nobleza o el ejército. En realidad, está vinculado a un tipo de civilización que puede ser cualquier osa salvo conservadora, como Marx, antes que J. Schumpeter y D. Bell, lo había claramente señalado.
La burguesía no puede existir sin la revolución constante de los instrumentos de producción, por lo tanto, de las relaciones de producción y, con ellas, de todas las relaciones sociales.
Por el contrario, para todas las clases industriales precedentes, mantener sin cambios el antiguo modo de producción era la primera condición de su existencia.
Esa conmoción incesante de la producción, esta permanente ruptura de todo el sistema social, esta agitación e inseguridad perpetuas diferencian a la época burguesa de todas las precedentes. Todas las relaciones sociales fijas y obsoletas, con su cohorte de concepciones e ideas antiguas y venerables son barridas y las que las reemplazan caducan antes de haber podido osificarse. Todo lo que era sólido y permanente se esfuma, todo lo que era sagrado, se profana. [Marx, Manifiesto Comunista, capítulo 1.]
En otras palabras, el capitalismo es, por definición, un sistema social autocontestario, cuyo auténtico imperativo categórico consiste en la disolución permanente de todas las condiciones existentes.
La izquierda moderna -esto es, la que ni siquiera tenía la excusa de enfrentarse realmente a los poderes tradicionales del Antiguo Régimen ya que en su mayoría éstos desaparecieron con la Primera Guerra Mundial-, con su empeño por definirse pura y simplemente como el ``Partido del cambio'' y el conjunto de las ``Fuerzas de progreso'', estaba abocada a atrapar definitivamente a los trabajadores y a la gente humilde en la trampa histórica.
Desde esta perspectiva, triste aunque moderna, la única posibilidad que le restaba al término ``socialismo'' era convertirse en el otro nombre del desarrollo ad infinitum de la gran industria, y de forma generalizada, de la aprobación precrítica de la modernización integral e ilimitada del mundo: globalización de los intercambios, tiranía de los mercados financieros, urbanismo delirante, constante revolución de las tecnologías de la sobrecomunicación, etc.
Así pues, es lógico que el miedo patético por parecer ``desfasado'' en algo, sea lo que sea, un miedo que se erige en pensamiento en la mayoría de los intelectuales de izquierdas, haya acabado por sellar la actual unión entre el futuro radiante y el cibermundo y su complemento espiritual, el espíritu ``liberal-libertario'' que domina la falacia del mundo del espectáculo y de los medios de comunicación.
Una época en que las trivialidades más básicas se consideran paradojas resulta bastante curiosa. Sin embargo, cuando durante todo el siglo xx, las ambiciones históricas de la izquierda han podido utilizarse tan fácilmente contra los pueblos, cuando el progresismo se presenta como la simple verdad idealizada del capital, es tiempo de adoptar abiertamente un cierto conservadurismo crítico, que, hoy por hoy, representa uno de los pilares necesarios para cualquier crítica radical a la sobremodernidad y a las formas de vida sintéticas que pretende imponernos.
Este fue el mensaje de Orwell. A nosotros nos corresponde restituir a su idea de anarchist tory la dignidad filosófica que le corresponde.
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Este artículo es la versión escrita de una conferencia dictada en noviembre de 1995 ante el grupo de Montpellier de la Fédération anarchiste. Fue publicado en el ensayo de Jean-Claude Michéa sobre George Orwell, Orwell, anarchiste tory, Editions Climats, 1995. De Jean-Claude Michéa se ha publicado en castellano La escuela de la ignorancia, Acuarela Libros, Madrid, 2002. La versión digital se publicó por primera vez en la Biblioweb de sinDominio el 25 de junio de 2003, día del centenario del nacimiento de George Orwell, como homenaje a su memoria.
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Extraído de: http://biblioweb.sindominio.net/pensamiento/orwell.html
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Rebelión y conservadurismo - Las lecciones de "1984"- Jean-Claude Michéa
En múltiples aspectos de su filosofía, George Orwell se acerca mucho a la sensibilidad anarquista. Él mismo lo reconoce explícitamente en Homenaje a Cataluña cuando afirma:
``Si sólo hubiese tenido en cuenta mis preferencias personales, hubiese optado por unirme a los anarquistas'' (capítulo 8).
De hecho, para el Freedom Defense Committee, que Orwell dirigía junto a Herbert Read, la defensa de los anarquistas encarcelados era una de sus principales preocupaciones.
Sin embargo, es imposible considerar al autor de 1984 un anarquista en el sentido doctrinal y militante del término. En ninguno de sus ensayos se defiende la idea de que una sociedad sin estado sea posible o incluso deseable.
A decir verdad, Orwell era simplemente un demócrata radical, y por tanto, partidario de un estado de derecho, capaz de asumir sus funciones ``con la mayor eficacia y el mínimo de obstáculos posibles''.
Así, el hecho de que Orwell se definiera en varias ocasiones como un anarchist tory es ante todo una muestra de la complejidad de su pensamiento político.
Asimismo, no hay que olvidar que, para el autor, se trataba más bien de una broma y no de un concepto teórico, aunque, como señala certeramente Simon Leys, dicha fórmula constituye ``la mejor definición de su temperamento político''.
Esta expresión va a constituir mi punto de partida para intentar identificar ciertos aspectos de 1984, generalmente mal conocidos o infravalorados.
La historia de 1984 es, ante todo, la historia de la rebelión del individuo, Winston Smith, contra el poder absoluto de los señores de Oceanía.
Pero al final de la novela esta rebelión se derrumba. Así pues, 1984, es, aparentemente, la historia de un fracaso.
Sin embargo, poco se ha dicho sobre el hecho de que el fracaso de Winston no se debe a que cualquier rebelión contra el poder de Gran Hermano sea imposible, sino a que su propia rebelión es básicamente falsa.
Por un lado, opta por prescindir del apoyo de los proletarios, cuando, en realidad, su presencia masiva y silenciosa planea constantemente en la obra.
Después, cuando Winston finalmente decide actuar y organizarse, se une a la misteriosa ``Fraternidad'' del no menos misterioso Goldstein, una organización que acabará revelándose como una oposición facticia, creada y manipulada por el propio Partido.
Esta es, pues, la primera lección política de la novela: aunque la rebelión del individuo ante un poder tiránico siempre es comprensible desde el punto de vista psicológico, nada garantiza, a priori, que las ideas y los actos que la materializan sean a su vez legítimos o simplemente eficaces.
Lo cierto es que existen rebeliones alienadas, es decir, rebeliones que se ajustan perfectamente a la lógica de los sistemas que pretenden combatir y que suelen contribuir a reforzar sus efectos.
Para Orwell, esto ocurre cuando una rebelión no procede de la ``cólera generosa'' que, por ejemplo, inspiraba a Dickens (como veremos, esta cólera generosa siempre está vinculada a la common decency), sino cuando sus raíces psicológicas profundas se hallan en la envidia, el odio y el resentimiento.
Ninguna auténtica rebelión puede surgir de esta fuente envenenada.
Y es que los que están poseídos por su propio odio pueden perfectamente imaginarse que son la negación en acto del despotismo reinante, pero en términos fotográficos, sólo son el negativo de la película.
Basta con leer la famosa escena en la que Winston entra a formar parte de la ``Fraternidad'' para descubrir hasta qué punto, como señalaba Evelyn Waugh, esta peculiar organización es otra banda más, que en nada se diferencia del Partido.
O'Brien inició sus preguntas con voz baja e inexpresiva, como si se tratara de una rutina, una especie de catecismo, cuyas respuestas ya conocía en su mayoría.
---¿Estáis dispuestos a dar vuestras vidas?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a cometer asesinatos?
---Sí.
---A cometer actos de sabotaje que pueden causar la muerte de centenares de personas inocentes?
---Sí.
---A vender vuestro país a las potencias extranjeras?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños, a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades venéreas... a hacer todo lo que pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
---Sí.
---Si, por ejemplo, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño,¿estaríais dispuestos a hacerlo?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a perder vuestra identidad y a vivir el resto de vuestras vidas como camareros o cargadores de puerto?
---Sí.
---¿Estáis dispuestos a suicidaros si os lo ordenamos y en el momento en que lo ordenemos?
---Sí.
Este pasaje no deja lugar a dudas. Winston Smith no simboliza al ``hombre ordinario'', tan encomiado en la obra de Orwell; se trata simplemente de una réplica exacta de esos miles de intelectuales, miembros del Partido, que, por un resquicio de humanidad (o un mínimo de inteligencia crítica) y motivos distintos en cada caso, deciden oponerse a la máquina que acabará destruyéndolos pero a la que, hasta el momento, habían servido con absoluta fidelidad.
Por regla general, el poder fascina únicamente a aquellos que buscan en él un medio para vengarse de las humillaciones padecidas. De ahí que la voluntad de poder sea el corolario lógico del resentimiento. Esta verdad decisiva, ya explorada por Dostoievsky, nos conduce al núcleo del ``anarquismo'' orwelliano.
La segunda lección de consiste en que el amor al poder constituye el principal obstáculo que aleja a los hombres de una sociedad justa.
Según la excelente fórmula de Sonia Orwell, una sociedad justa es una sociedad libre, igualitaria y decente (the free, equal, and decent society).
En la medida en que la rebelión del intelectual moderno contra el orden establecido suele alimentarse de su propio resentimiento (a diferencia de los trabajadores y los humildes, en los que se trata del rechazo espontáneo a las injusticias reales que padecen o de las que son testigos), es lógico que el contexto intelectual de las sociedades contemporáneas, en su sentido más amplio, represente para Orwell la encarnación privilegiada de la voluntad de poder.
Ello explica que en la sociedad de Oceanía: ``La nueva aristocracia estaba formada en su mayoría por burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales.
Esta gente, cuyo origen estaba en la clase media asalariada y en la capa superior de la clase obrera, había sido formada y agrupada por el mundo inhóspito de la industria monopolizada y el gobierno centralizado.
Comparados con los miembros de las clases dirigentes en el pasado, esos hombres eran menos avariciosos, les tentaba menos el lujo y más el puro deseo de poder, y, sobre todo, tenían más conciencia de lo que estaban haciendo y se dedicaban con mayor intensidad a aplastar a la oposición.''
Este ``puro deseo de poder'', es decir, la necesidad psicológica de tener al otro a su merced, puede manifestarse en muchos grados.
Los primeros son evidentes en las relaciones cotidianas entre los individuos: así por ejemplo, el placer maníaco que algunos experimentan controlando constantemente lo que dicen y hacen los demás, manipulando su tiempo u organizando sus vidas.
En un grado más desarrollado, se aprecia también el extraño gusto por dar órdenes, por ``vigilar y castigar'', por vejar y humillar.
Mas el grado superior del amor al poder es, por supuesto, la necesidad de ejercer sobre el otro un dominio violento, ya sea psicológica o físicamente. La política totalitaria se pone en marcha en este último nivel. La mejor prueba de esta idea se encuentra en el discurso de O'Brien que reproducimos a continuación:
Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro? Winston pensó un poco y respondió: ---Haciéndole sufrir. ---Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia.
Si no sufre, ¿cómo vas á estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti.
¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? Es lo contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores.
Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un mundo para pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor.
Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio.
En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y la humillación. Todo lo demás lo destruiremos, todo.
Ya estamos aplastando los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución.
Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, al hombre con el hombre y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo.
Pero en el futuro no habrá ya ni esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será extirpado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento.
Aboliremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano.
No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo.
Cuando seamos todopoderosos, ya no necesitaremos la ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Ya no habrá curiosidad, ni alegría de vivir. Todos los placeres de la emulación serán destruidos.
Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre existirá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano... eternamente.
Esta feroz homilía, que tan bien describe la estructura psicológica de los intelectuales totalitarios, define de forma simultánea y por defecto, la mentalidad del hombre corriente (al que Orwell llama the common man o the ordinary people), es decir el hombre al que el poder deja indiferente y que para existir ante sí mismo, no experimenta la necesidad de ejercer un dominio violento sobre sus semejantes.
Efectivamente, los ``sentimientos humanos corrientes'' se resumen en la capacidad para ``el amor, la amistad, la alegría de vivir, la risa, la curiosidad, el valor, la integridad'', de la que suelen carecer los poderosos.
En su conjunto, estas disposiciones definen la common decency, esto es, la práctica cotidiana de la ayuda mutua y de la reciprocidad generosa, quizás ``innata'', y que, en cualquier caso, representa el mínimo necesario para cualquier buena vida y la condición indispensable para cualquier rebelión que aspire ser justa.
No hay que olvidar que la common decency, según esta definición, no debe reducirse a las dimensiones que Orwell le atribuye en la obra de Dickens. No se trata de una idealización literaria, sino, ante todo, de un hecho cotidiano comprobado, un conjunto efectivo de formas de dar, recibir y devolver que, tras desarrollarse y purificarse, constituyen la base psicológica del socialismo.
Desde este punto de vista, la investigación de Wigan Pier y, más aún, la experiencia española fueron los detonantes de su idea de que el civismo tradicional de los pueblos era la única garantía para que, un día, el socialismo llegara a ser algo más que un sueño utópico o una pesadilla hecha realidad. ``En cierto modo, sería lícito decir que experimentábamos una prueba del socialismo, con lo que quiero decir que el estado de espíritu reinante era el del socialismo'' (Homenaje a Cataluña, cap. 7).
Así pues, el elogio de la common decency y la correspondiente crítica al resentimiento y a la voluntad de poder son indudablemente la característica más relevante del socialismo orwelliano: el verdadero revolucionario no es un puritano impulsado por lo que Spinoza denominaba las ``pasiones tristes'', más allá de la máscara que la retórica ideológica haya sabido imponerles. Su decencia innata, su generosidad natural y, sin duda, su sentido del humor lo sitúan en las antípodas de ese ``mundo de odio y eslóganes'' que, de Netchaiev al Ché Guevara ha sido el elemento natural de las inteligencias totalitarias.
Esta última idea nos permite introducir el tercer aspecto político de 1984: la relación entre el mundo del odio y el de los eslóganes es estructural. La comprensión intuitiva del vínculo existente entre ``el pensamiento totalitario y la corrupción del lenguaje'' (Collected Essays, 1946, vol.4. p. 188) explica perfectamente la profunda repulsión que Orwell sentía hacia los usos estereotipados de la lengua.
No obstante, aunque la jerga política sea el mejor ejemplo de un pensamiento que prescinde del cerebro, Orwell también percibió que esta descomposición de la inteligencia crítica ya era totalmente funcional en las sociedades liberales.
A juzgar por la jerga dominante en los medios, las empresas o la administración, este diagnóstico sigue teniendo plena validez. De este modo, y siguiendo el pensamiento orwelliano, si el periodista ``enrollado'', el ejecutivo ``dinámico'' o el gestor ``visionario'' sólo son capaces de expresarse con los términos de sus respectivas neolenguas, no puede tratarse de una tendencia inocente. En realidad, representan el imperio de estos poderes sobre la organización de nuestras vidas.
Asimismo, las repetidas críticas y las advertencias de Orwell contra la decadencia vertiginosa de la lengua moderna, sus llamamientos para preservar un inglés vivo y popular, su concepto de la literatura como forma privilegiada de escritura política, no deben considerarse como síntomas de purismo maníaco y elitista.
Por el contrario, si la lengua contemporánea, sobre todo la de los jóvenes, principal objetivo de la sociedad comercial, se empobrece inquietantemente y si poco a poco van desapareciendo el sentimiento poético y el genio popular de la lengua9 se debe a que las élites modernas son capaces de crear un mundo a su imagen y semejanza.
Indudablemente, la necesidad de Orwell de volver a legitimar un cierto grado de ``conservadurismo'' se deriva del imperativo de proteger el civismo y la lengua tradicional. Efectivamente, ninguna sociedad deseable puede existir, ni siquiera concebirse, si, de acuerdo con la tradición apocalíptica abierta por san Juan y san Agustín, la llegada del ``hombre nuevo'' depende de nuestra capacidad para hacer ``tabla rasa'' con el pasado.
Por tanto, a no ser que contemos con las bases necesarias fundamentadas en un patrimonio antropológico, moral y lingüístico, resultará imposible cambiar la vida. Olvidar o rechazar estas premisas siempre ha llevado a los intelectuales ``revolucionarios'' a construir los sistemas políticos más asfixiantes que puedan imaginarse.
En otras palabras, ninguna sociedad digna de las posibilidades modernas de la especie humana tiene la más mínima posibilidad de existir si el movimiento radical no es capaz de asumir sus tareas conservadoras.
Esta es, pues, la última y primordial lección de 1984: el sentido del pasado, y por tanto, la capacidad de recordar y añorar, constituyen condiciones totalmente indispensables en cualquier empresa revolucionaria que no se resigne a ser una variante inédita de los errores ya cometidos.
¿Por qué brindamos esta vez [preguntó O'Brien]? ¿Por la confusión de la Policía del Pensamiento? ¿Por la muerte de Big Brother? ¿Por el futuro?
---Por el pasado ---respondió Winston.
---Sí, el pasado es más importante ---reconoció O'Brian con gravedad. [p. 66]
Por ello, si Winston Smith, competente y eficaz funcionario del ministerio de la Verdad, conserva una parte de humanidad (esto es lo que lo acerca a los proletarios) es sobre todo porque le fascinan todas las formas del pasado.
Será esta pasión la que cause su pérdida: M. Charrington, el gerente de la tienda de antigüedades, en realidad pertenece a la Policía del Pensamiento.
Antes de que el amor de Julia confiera a su deseo de resistencia una base más altruista, durante toda la novela, es esta fascinación la que constituye la clave psicológica de su rebelión contra el Partido.
Por el contrario, el esfuerzo por destruir el pasado es el eje que organiza la política del ``Ingsoc''.
En definitiva, esto implica que la rebelión de Winston Smith, por muy alienada que resulte,10 es en su origen una rebelión conservadora.
De ahí también que, a menos que os combates contra el servilismo moderno se basen conscientemente en los aspectos positivos del pasado, están abocados a un fracaso radical y definitivo.
Pero existe un problema real: es sabido que en la neolengua moderna, es decir, en la forma de hablar destinada a prevenir cualquier pensamiento ``políticamente incorrecto'', ``conservadurismo'' es la ``palabra-clave'' (blanket word11) ue designa el ``crimen de pensamiento'' por excelencia: la que marca nuestra complicidad con todas esas encarnaciones del mal político como la ``Derecha'', el ``Orden establecido'' o la ``sociedad de intolerancia y de exclusión''.
Dado que esta mistificación forma parte del núcleo del capitalismo moderno y que constituye su principal línea defensiva, se impone cuestionar sus postulados fundamentales, aunque sólo sea para medir el extraordinario coraje intelectual de Orwell al rehabilitar, incluso por juego, una palabra que había sido tan demonizada por la izquierda bienpensante, si es que hoy en día queda otra.
En Inglaterra, la oposición entre Whigs y Tories se impuso a partir del siglo XVII para distinguir el ``Partido del movimiento'' del ``Partido de la conservación''. En aquella época, con dichos términos se designaba, por un lado, al partido del capitalismo liberal, favorable a la economía de mercado, al desarrollo del individualismo calculador y todas sus correspondientes costumbres; por el otro, a los partidarios del Antiguo Régimen, es decir, un orden social a un tiempo comunitario y altamente jerarquizado.
La trampa filosófica en la que la izquierda estaba abocada a caer se evidencia dado que, cuando asimiló el conservadurismo a la derecha, se exponía a retomar para sí misma gran parte de los mitos fundadores del progresismo whig.
Ahora bien, si por ``socialismo'' entendemos el proyecto formulado en el siglo xix en el que se superaban las contradicciones internas del capitalismo liberal, resulta obvio que el esfuerzo por integrar el socialismo en la temática de la izquierda progresista (labor que en Francia fue llevada a cabo por el caso Dreyfus) no podría estar libre de problemas.
En la práctica, ello implicaba casi necesariamente denominar ``socialistas'' o ``progresistas'' a todo el conjunto presuntamente coherente de los diferentes movimientos de modernización que, desde principios del xix, socavaban el orden establecido.
Como bien ha demostrado Arno Mayer (cf. La Persistence de l'Ancien Régime, Flammarion, 1983), ello significaba que se había olvidado que la base económica y social de dicho orden siguió siendo, hasta 1914, fundamentalmente agraria y aristocrática.
En estas circunstancias, el llamamiento de la izquierda a romper con toda mentalidad ``arcaica'' y ``conservadora'' se confundía forzosamente con las exigencias culturales del capitalismo liberal, que, efectivamente, nada tiene que ver con la tiranía de la Iglesia, la nobleza o el ejército. En realidad, está vinculado a un tipo de civilización que puede ser cualquier osa salvo conservadora, como Marx, antes que J. Schumpeter y D. Bell, lo había claramente señalado.
La burguesía no puede existir sin la revolución constante de los instrumentos de producción, por lo tanto, de las relaciones de producción y, con ellas, de todas las relaciones sociales.
Por el contrario, para todas las clases industriales precedentes, mantener sin cambios el antiguo modo de producción era la primera condición de su existencia.
Esa conmoción incesante de la producción, esta permanente ruptura de todo el sistema social, esta agitación e inseguridad perpetuas diferencian a la época burguesa de todas las precedentes. Todas las relaciones sociales fijas y obsoletas, con su cohorte de concepciones e ideas antiguas y venerables son barridas y las que las reemplazan caducan antes de haber podido osificarse. Todo lo que era sólido y permanente se esfuma, todo lo que era sagrado, se profana. [Marx, Manifiesto Comunista, capítulo 1.]
En otras palabras, el capitalismo es, por definición, un sistema social autocontestario, cuyo auténtico imperativo categórico consiste en la disolución permanente de todas las condiciones existentes.
La izquierda moderna -esto es, la que ni siquiera tenía la excusa de enfrentarse realmente a los poderes tradicionales del Antiguo Régimen ya que en su mayoría éstos desaparecieron con la Primera Guerra Mundial-, con su empeño por definirse pura y simplemente como el ``Partido del cambio'' y el conjunto de las ``Fuerzas de progreso'', estaba abocada a atrapar definitivamente a los trabajadores y a la gente humilde en la trampa histórica.
Desde esta perspectiva, triste aunque moderna, la única posibilidad que le restaba al término ``socialismo'' era convertirse en el otro nombre del desarrollo ad infinitum de la gran industria, y de forma generalizada, de la aprobación precrítica de la modernización integral e ilimitada del mundo: globalización de los intercambios, tiranía de los mercados financieros, urbanismo delirante, constante revolución de las tecnologías de la sobrecomunicación, etc.
Así pues, es lógico que el miedo patético por parecer ``desfasado'' en algo, sea lo que sea, un miedo que se erige en pensamiento en la mayoría de los intelectuales de izquierdas, haya acabado por sellar la actual unión entre el futuro radiante y el cibermundo y su complemento espiritual, el espíritu ``liberal-libertario'' que domina la falacia del mundo del espectáculo y de los medios de comunicación.
Una época en que las trivialidades más básicas se consideran paradojas resulta bastante curiosa. Sin embargo, cuando durante todo el siglo xx, las ambiciones históricas de la izquierda han podido utilizarse tan fácilmente contra los pueblos, cuando el progresismo se presenta como la simple verdad idealizada del capital, es tiempo de adoptar abiertamente un cierto conservadurismo crítico, que, hoy por hoy, representa uno de los pilares necesarios para cualquier crítica radical a la sobremodernidad y a las formas de vida sintéticas que pretende imponernos.
Este fue el mensaje de Orwell. A nosotros nos corresponde restituir a su idea de anarchist tory la dignidad filosófica que le corresponde.
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Este artículo es la versión escrita de una conferencia dictada en noviembre de 1995 ante el grupo de Montpellier de la Fédération anarchiste. Fue publicado en el ensayo de Jean-Claude Michéa sobre George Orwell, Orwell, anarchiste tory, Editions Climats, 1995. De Jean-Claude Michéa se ha publicado en castellano La escuela de la ignorancia, Acuarela Libros, Madrid, 2002. La versión digital se publicó por primera vez en la Biblioweb de sinDominio el 25 de junio de 2003, día del centenario del nacimiento de George Orwell, como homenaje a su memoria.
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Extraído de: http://biblioweb.sindominio.net/pensamiento/orwell.html
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Disolución de la Orden de la Estrella - Jiddu Krishnamurti
Este texto es conocido también como "La Verdad es una tierra sin caminos".
La Orden de la Estrella se fundó en 1911 para proclamar la venida del Maestro Krishnamurti. El 2 de agosto de 1929, el día de la apertura del Campamento anual de la Estrella en Ommen, Holanda, Krishnamurti disolvió la Orden ante 3000 miembros. Lo que él dijo entonces es igualmente válido hoy.
Vamos a discutir esta mañana la disolución de la Orden de la Estrella. Se alegrarán muchas personas, y otros estarán bastante tristes. No es una cuestión para regocijarse ni para entristecer, porque es inevitable, como voy a explicar.
Ustedes recordarán la historia de cómo el diablo y un amigo suyo estaban caminando calle abajo, cuando vieron delante de ellos un hombre inclinarse y recoger algo de la tierra, mirarlo, y guardarlo en su bolsillo. Dijo el amigo al diablo: "¿Qué recogió ese hombre?". "Él recogió un pedazo de Verdad", dijo el diablo. "Ése es un mal negocio para usted, entonces", dijo su amigo. "Oh, para nada," contestó el diablo, "yo voy a permitirle organizarlo."
Yo mantengo que la Verdad es una tierra sin caminos, y ustedes no pueden acercársele en absoluto por ningún camino, por ninguna religión, por ninguna secta. Ése es mi punto de vista, y adhiero a él absolutamente e incondicionalmente. La Verdad, siendo ilimitada, incondicionada, inaccesible por cualquier camino en absoluto, no puede organizarse; ni se debe formar una organización para conducir o para forzar a la gente a lo largo de cualquier camino determinado. Si ustedes entienden primero esto, entonces verán cómo es imposible ordenar una creencia. Una creencia es puramente una cuestión individual, y usted no puede y no debe organizarla. Si usted lo hace, se transforma en muerta, cristalizada; se convierte en un credo, una secta, una religión, para ser impuesta a otras. Esto es lo que todos a lo largo del mundo estamos intentando hacer. La verdad se limita y se hace un juguete para aquellos que son débiles, para aquellos que sólo están disgustados momentáneamente. La verdad no se puede limitar, más bien el individuo debe hacer el esfuerzo de ascender a ella. Usted no puede traer la cima de la montaña al valle. Si usted quiere alcanzar la cima de la montaña, debe pasar a través del valle, subir por sus laderas, sin miedo a los precipicios peligrosos. Usted debe subir hacia la verdad, no puede "ser traída abajo" o ser ordenada para usted. El interés en ideas es sostenido principalmente por organizaciones, pero las organizaciones despiertan solamente interés desde afuera. El interés, que no nació por amor a la Verdad en sí misma, sino que fue despertado por una organización, no tiene ningún valor. La organización se convierte en un armazón en el cual sus miembros pueden encajar convenientemente. Ellos ya no se esfuerzan por alcanzar la Verdad o la cima de la montaña, sino que tallan para ellos mismos un nicho conveniente donde guardarse, o permiten que la organización los guarde, y consideran que la organización los llevará por eso a la Verdad.
Esa es la primer razón, desde mi punto de vista, de por qué debe disolverse la Orden de la Estrella. A pesar de esto, ustedes formarán otras Órdenes probablemente, continuarán perteneciendo a otras organizaciones que buscan la Verdad. Yo no quiero pertenecer a ninguna organización de tipo espiritual, por favor entienda esto. Yo haría uso de una organización que me llevara a Londres, por ejemplo; éste es un tipo diferente de organización, meramente mecánico, como el poste o el telégrafo. Utilizaría un automóvil de motor o un buque de vapor para viajar, éstos son sólo mecanismos físicos que no tienen nada que ver con espiritualidad. De nuevo, yo mantengo que ninguna organización puede llevar al hombre a la espiritualidad.
Si una organización es creada para este propósito, se vuelve una muleta, una debilidad, una esclavitud, y deja inválido al individuo, y le impide crecer, establecer su singularidad, miente en el descubrimiento por sí mismo de lo absoluto, de la verdad incondicionada. Esta es otra razón por la que he decidido, siendo la cabeza de la Orden, disolverla. Nadie me ha persuadido a esta decisión.
Éste no es ningún hecho extraordinario, porque yo no quiero seguidores, y quiero explicar esto. En el momento en que usted sigue a alguien, usted deja de seguir a la Verdad. Yo no estoy interesado si usted presta atención a lo que digo o no. Quiero hacer algo en el mundo y voy a hacerlo con concentración firme. Me estoy refiriendo solamente a una cosa esencial: liberar al hombre. Yo deseo librarlo de todas las jaulas, de todos los miedos; y no fundar religiones, nuevas sectas, ni establecer nuevas teorías ni nuevas filosofías. Entonces usted me preguntará naturalmente por qué viajo por el mundo y hablo continuamente. Le diré por qué razón hago esto: no porque desee a un partidario, no porque desee un grupo de discípulos especiales. (¡Cómo aman los hombres ser diferente de sus compañeros, sin embargo cuán ridículas, absurdas y triviales pueden ser sus distinciones! Yo no quiero animar esa absurdidad.) No tengo ningún discípulo, ningún apóstol, ni en la tierra ni en el reino de la espiritualidad.
Ni el señuelo de dinero, ni el deseo de vivir una vida cómoda me atrae. ¡Si yo quisiera llevar una vida cómoda no vendría a un Campamento o viviría en un país húmedo! Estoy hablando francamente porque quiero dejar esto claro de una vez por todas. No quiero discusiones infantiles año tras año.
Un reportero que me entrevistó consideró un acto magnífico disolver una organización en que había miles y miles de miembros. Para él era un gran acto porque, dijo: "¿Qué hará usted después, cómo vivirá usted? No tendrá ningún partidario, las personas ya no lo escucharán." Si hay sólo cinco personas que escucharán, que vivirán, que vuelvan sus caras hacia la eternidad, será suficiente. ¿De qué sirve tener miles que no entienden, que estén totalmente llenos de prejuicios, que no quieren lo nuevo, pero traducirían más bien lo nuevo para satisfacer sus propios egos estériles, estancados? Si yo hablo fuertemente, por favor no me entiendan mal, no es por falta de compasión. ¿Si usted va a un cirujano por una operación, no es bondadoso de su parte operar aun cuando él le cause dolor? Así pues, de modo semejante, si hablo rectamente, no es por carecer de verdadero amor.
Como he dicho, tengo solamente un propósito: hacer al hombre libre, para impulsarlo hacia la libertad, ayudarle a romper todas las limitaciones, porque solo ello le dará felicidad eterna, lo dará la realización incondicional de sí mismo.
Porque soy libre, no condicionado, entero -no una parte, no relativo, sino la Verdad entera que es eterna- deseo a aquellos que buscan entenderme, para ser libres; no seguirme, no hacer de mí una jaula que se volverá una religión, una secta. Más bien deben ser libres de todo miedo, del miedo a la religión, del miedo a la salvación, del miedo a la espiritualidad, del miedo al amor, del miedo a la muerte, del miedo a la vida misma. Como un artista que pinta un cuadro porque siente deleite en esa pintura, porque es su auto expresión, su gloria, su bienestar, así es que yo hago esto y no porque deseo cualquier cosa de cualquier persona.
Ustedes están acostumbrados a la autoridad, o a la atmósfera de autoridad que piensan los llevará a la espiritualidad. Ustedes piensan y esperan que otro pueda, por su extraordinario poder -un milagro- transportarlos a este reino de libertad eterna que es la Felicidad. Su perspectiva entera de vida está basada en esa autoridad.
Ustedes me han escuchado durante tres años, sin ninguna transformación, excepto en unos pocos. Ahora analicen lo que estoy diciendo, sean críticos, para que puedan entender completamente, fundamentalmente. Cuando usted busca una autoridad para llevarlo a la espiritualidad, usted está automáticamente obligado a construir una organización alrededor de esa autoridad. Por la misma creación de esa organización que, usted piensa, ayudará a esta autoridad a llevarlo a la espiritualidad, usted se aprisiona en una jaula.
Si hablo francamente, por favor recuerden que lo hago no por aspereza, no por crueldad, ni por falta de entusiasmo en mi propósito, sino porque quiero que entiendan lo que estoy diciendo. Ésa es la razón de por que ustedes están aquí, y sería una pérdida de tiempo si yo no explicara claramente, decididamente, mi punto de vista.
Durante dieciocho años se han estado preparando para este evento, para la Venida del Maestro del mundo. ¡Durante dieciocho años ustedes han organizado, han buscado a alguien que les daría un nuevo deleite a sus corazones y mentes, que transformaría su vida entera, que les daría una nueva comprensión; a alguien que les educaría a un nuevo plano de la vida, que les daría un nuevo estímulo, que los haría libre; y ahora miren lo que está pasando! Consideren, razonen por ustedes mismo, y descubran de qué manera la creencia no los ha hecho diferentes, con la diferencia superficial de llevar una insignia que es trivial, absurda. ¿De qué manera ha barrido esta creencia todas las cosas no esenciales de la vida? Ésa es la única manera de juzgar: ¿de qué manera está usted más libre, más pleno, más peligroso para cada sociedad que esté basa da en lo falso y lo no esencial? ¿De qué manera los miembros de esta organización de la Estrella se vuelven diferentes?
Como he dicho, ustedes se ha estado preparando durante dieciocho años para mí. A mí no me interesa si creen que yo soy el maestro del mundo o no. Eso es de importancia muy pequeña. Puesto que ustedes pertenecen a la organización del Orden de la Estrella, ustedes han dado su simpatía, su energía, reconociendo que Krishnamurti es el maestro, parcialmente o totalmente: totalmente para aquellos que realmente están buscando, sólo parcialmente para aquellos que están satisfecho con sus propias medio-verdades.
Ustedes se han estado preparando durante dieciocho años, y miren cuántas dificultades hay en su manera de comprensión, cuántas complicaciones, cuántas cosas triviales. Sus prejuicios, sus miedos, sus autoridades, sus iglesias nuevas y viejas; todo esto, yo mantengo, es una barrera para entender. No puedo explicarme más claramente. Yo no quiero que usted esté de acuerdo conmigo, no quiero que me siga, yo quiero que usted entienda lo que estoy diciendo.
Esta comprensión es necesaria porque su creencia no lo ha transformado, sólo lo ha complicado, y porque usted no está dispuesto a hacer frente a las cosas tal cual son. Usted quiere tener su propio dios, nuevos dioses en lugar de las religiones viejas, nuevas formas en lugar de las viejas, nuevo en lugar de lo viejo, todo igualmente sin valor, todas las barreras, todas las limitaciones, todas las muletas. En lugar de las distinciones espirituales viejas usted tiene nuevas distinciones espirituales, en lugar de los cultos viejos usted tiene nuevos cultos. Ustedes están dependiendo para su espiritualidad de alguien más, para su felicidad de algún otro, para su esclarecimiento de algún otro; y aunque ustedes han estado preparándose para mí durante dieciocho años, cuando digo que todas estas cosas son innecesarias, cuando digo que deben poner todo lejos y mirar dentro de ustedes mismos para el esclarecimiento, para la gloria, para la purificación, y para la incorruptibilidad del uno mismo, ninguno de ustedes está deseoso de hacerlo. Puede haber unos, pero muy, muy pocos.
¿Entonces por qué tener una organización?
¿Por qué tener personas falsas, hipócritas, que me siguen como la encarnación de la Verdad? Por favor recuerden que no estoy diciendo algo áspero o duro, pero nosotros hemos alcanzado una situación cuando ustedes deben enfrentar las cosas tal cual son. Dije el año pasado que no me comprometería. Muy pocos me escucharon entonces. Este año la he hecho absolutamente claro. Yo no sé cuántos miles de miembros a lo largo del mundo se han estado preparando para mí durante dieciocho años, pero ellos no están dispuestos ahora a escuchar, incondicional, enteramente, a lo que digo.
¿Entonces por qué tener una organización?
Cuando dije antes, que mi propósito es hacer a los hombres incondicionalmente libres, porque mantengo que la única espiritualidad es la incorruptibilidad del sí mismo, que es eterno, que es la armonía entre la razón y amor. Esto es el absoluto, la Verdad no condicionada que es la Vida misma. Quiero por consiguiente hacer al hombre libre, dichoso como el pájaro en el cielo claro, aliviado, independiente, extasiado en esa libertad. Y yo, para quien usted se ha estado preparando durante dieciocho años, ahora digo que usted debe estar libre de todas estas cosas, libre de sus complicaciones, sus enredos. Para esto usted no necesita tener una organización basada en una creencia espiritual. ¿Por qué tener una organización para cinco o diez personas en el mundo que entienden, que están esforzándose, que han apartado todas las cosas triviales? Y para las personas débiles, no puede haber ninguna organización para ayudarlos a encontrar la Verdad, porque la Verdad está en todos; no está lejana, no está cercana; está eternamente allí.
Las organizaciones no pueden hacerlos libres. Ningún hombre puede hacerlos libres; ni lo puede la adoración ordenada, ni la inmolación de ustedes mismos para una causa; ni formándose una organización, ni lanzándose en trabajos, puede hacerlos libres. Usted usa una máquina de escribir para escribir cartas, pero usted no la pone en un altar y le rinde culto. Pero eso es lo que usted está haciendo cuando las organizaciones se convierten en su principal preocupación. "¿Cuántos miembros hay allí?" Ésa es la primer pregunta que me hacen todos los reporteros. "¿Cuántos seguidores tiene? Por su número nosotros juzgaremos si lo que usted dice es verdad o falso." Yo no sé cuántos hay. No me preocupo por eso. Como he dicho, si hay un solo hombre que fue libre, incluso eso es bastante.
Una vez más, usted tiene la idea que solamente cierta gente tiene la llave del reino de la felicidad. Nadie la tiene. Nadie tiene la autoridad para tener esa llave. Esa llave es su propio Ser, y en el desarrollo y la purificación y en la incorruptibilidad de ese Ser solo está el Reino de la Eternidad.
Entonces ustedes verán cuan absurda es la estructura que han construido, buscando ayuda externa, dependiendo de otros para su consuelo, para su felicidad, para su fuerza. Éstos sólo pueden encontrarse dentro de ustedes mismos.
¿Entonces por qué tener una organización?
Usted está acostumbrado a escuchar cómo ha adelantado, cual es su estado espiritual. ¡Qué infantil! ¿Quién sino usted mismo puede decirle si usted es hermoso o feo por dentro? ¿Quién sino usted mismo puede decirle si usted es incorruptible? Usted no es serio en estas cosas.
¿Entonces por qué tener una organización?
Pero aquellos que realmente desean entender, que están buscando encontrar aquello que es eterno, sin comienzo y sin un final, caminarán con una intensidad mayor, serán un peligro para todo lo que es no esencial, para lo irreal, para las sombras. Y ellos se concentrarán, ellos se volverán la llama, porque ellos entienden. Tal es el cuerpo que debemos crear, y ése es mi propósito. Debido a esa comprensión real habrá verdadera amistad. Debido a esa verdadera amistad -que ustedes no parecen conocer- habrá allí cooperación real por parte de cada uno. Y esto no debido a la autoridad, no debido a la salvación, no debido a la inmolación para una causa, sino porque usted entiende, y por lo tanto es capaz de vivir en lo eterno. Ésta es una cosa mayor que todo el placer, que todo el sacrificio.
Éstas son tan algunas de las razones por las que, después de la consideración cuidadosa por dos años, he tomado esta decisión. No es un impulso momentáneo. Ninguna persona me ha persuadido a ella. Me no persuaden en tales cosas. Por dos años he estado pensando en esto, lentamente, cuidadosamente, pacientemente, y ahora he decidido disolver la orden. Ustedes pueden formar otras organizaciones y esperar a algún otro. Por eso yo no me preocupo, ni en crear nuevas jaulas, ni nuevas decoraciones para esas jaulas. Mi única preocupación es hacer a los hombres absolutamente, incondicionalmente libres.
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Extraido de: http://www.oshogulaab.com/JIDDU/TEXTOS/JIDDU-DISOLUCIONORDEN.html
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Video - Krishnamurti - La Verdad es una tierra sin caminos - https://www.youtube.com/watch?v=Gso3zg721Rw
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domingo, 21 de marzo de 2010
La Bestia (un pequeño ejercicio sobre la maldad). Sherline Chirinos Loaiza. 21-03-2010
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Juan Nuño en su ensayo “ La Banalidad del Mal” hace referencia a la tesis de Hanna Arendt (filósofa de política, quien ha tenido al Nazismo como uno de los objetos centrales de reflexión) de que el mal es trivial porque se ha podido institucionalizar administrativamente, porque las sociedades altamente burocratizadas forman ciudadanos dóciles y obedientes que, mientras la orden, así sea la de matar, venga de un organismo o institución debidamente planificada, ellos lo cumple sin problema.
Matar les resulta a estos ciudadanos tan normal como repartir carta, atender público o vender estampillas. Todas estas actividades son racionales: forman parte de un diseño organizativo del Estado y la sociedad.
Las actividades están organizadas racionalmente para aprovechar de la mejor manera el tiempo. Están organizadas siguiendo la lógica sencilla: reducir costo de tiempo y demás recursos.
La referencia de Nuño a la racionalidad Estatal viene del sociólogo Max Weber y es una discusión amplísima en las Ciencias Sociales.
Se puede hablar de Razón en dos sentidos: racionalidad y racionabilidad.
La primera es instrumental: es una lógica fría, un cálculo impersonal, para administrar los medios, los instrumentos, los mecanismos para conseguir cualquier fin al menor costo y tiempo posible.
Ejemplo: todo horario, todo plan, toda organización raciona burocrática, la ciencia en general .A esta racionalidad instrumental se refería Max Weber.
Los nazis se hacían más racionales cuando mataban más judíos en menos tiempo y menor costo.
Otra cosa es la racionalidad que algunos (Habermas) llama la racionalidad comunicativa que es la que se usa para definir los fines, a partir de acuerdos, conseguidos sobre la base de ciertos supuestos éticos: pretensiones de validez de lo que se dice, de sinceridad, de respeto al otro, de acuerdo en la manera, como se dice, etc.
Los seres humanos somos racionales, inteligentes en el sentido de dotarnos de medios, mecanismos, máquinas.
Pero también pudiéramos ser racionales, sensatos, justos.
Pero ¿será esto posible?
La racionalidad instrumental permite clonar personas, ahora ¿es esto sensato? ¿En que nos podemos poner de acuerdo? ¿Cuál fin darle a estos conocimientos y tecnología?
La experiencia es que avances científicos y tecnológicos como la energía nuclear se usaron con fines militares, para obtener poder o riqueza ¿Ese es el único fin que es razonable para el hombre?
La tesis de Nuño, inspirada en Hanna Arendt, tiene sus debilidades.
Basta referir cosas como que en África, los grupos étnicos (como los Tutsis y Humus en Ruanda) no necesitan del Estado ni de su burocracia para matarse; es más no necesitan de ninguna justificación, si es que puede existir alguna, para aniquilarse, y no solo en África, aquí en Venezuela tenemos más muertos semanalmente que en cualquier país del Medio Oriente que está en guerra.
Yo entiendo que el mal al que se refiere Nuño en su ensayo, es el mal planificado por un Estado, el “Terrorismo de Estado” ; pero también es cierto, para mí, que el hombre es esencialmente malo.
No es casual que casi todas las religiones tengan como mandamiento el “No Matar”: conocían la bestia por dentro. No hay tipos de “civilizaciones” que por su organización, por su sistema político, puedan devenir en mal. No necesita una alta burocratización para provocar un holocausto, y tampoco estos asesinos masivos son exclusivos de la sociedad occidental ¿O no fue un holocausto lo de Khmer Rouge en Camboya o las masacres de Sierra Leona?
Si lo criminal salen todas las etnias (los caribes por ejemplo) queda la opción de pensar en la locura como explicación de la maldad nazi. El deseo de que esté todo muy limpio, el exceso de pulcritud, la manía de profilaxis, de lavarse las manos, la ropa si es, aunque Nuño lo desestime, un indicio de locura obsesiva-paranoica.
Si lo que hicieron loa alemanes con los Judío, como ejemplo de exterminio, fue deshacerse de la basura, limpiar la suciedad, exterminar los gérmenes ¿de verdad esto no es locura?
Como debe ser locura pasar por experiencias tan terribles como las de los judíos y luego ser ellos los perseguidores del pueblo Palestino.
Por otro lado, como no sentir vergüenza histórica por el exterminio de los judíos por parte de los nazis, también es una muestra de locura.
Hace unos días marcharon unos Neo-nazis por las calles de una ciudad Alemana. Esta es una muestra más de la irracionalidad del ser humano. El mal no es banal o superficial, es más: es el más profundo sentimiento del ser humano, dispuesto a demostrarlo en cualquier momento y sin ningún prejuicio.
El hombre es esencialmente malo según el cristianismo. Descendemos de una pareja que cometió el primer pecado al desobedecer al a Dios, por lo tanto, ya no estamos hechos a imagen y semejanza de Dios ¿O nunca fuimos imagen y semejanza de Dios y por eso cometimos el pecado original? Creo que nos jugaron una trampa: Dios nos hizo imperfectos, con el mal por dentro y después le echó el muerto a Adán y Eva. Podemos ser malos o buenos, pero ha sido la maldad la que ha hecho que el mundo cambie. Los 7 pecados capitales han sido los promotores de casi todos los avances industriales, tecnológicos, etc. El capitalismo se sostiene del egoísmo y la avaricia del ser humano.
De todas formas si la respuesta del cristianismo nos deja dudas, podemos optar por la del psicoanálisis: el mal es un instinto igual que el Eros.
Por supuesto, ahora no matamos por “instinto”, matamos por razones muy bien pensadas, no faltaba más, ni que fuéramos animales: nosotros matamos porque somos superiores, porque tenemos razón de cómo organizarnos, por un trazado geográfico, porque mi religión es la correcta y mi pueblo o mi grupo religioso es escogido por Dios.
Definitivamente el demonio existe y forma parte de nosotros, aunque lo disfracemos de “verdad”. A fin de cuentas, con arrepentirnos al final de la vida se resuelve la posible culpa y la entrada al reino de los cielos está garantizada. Porque los humanos de perdón sólo sabemos lo que las clases de metafísica y “Nueva Era” nos meten como profundas y acertadísimas reflexiones.
Además ¿de qué debemos arrepentirnos? Matamos por el bien de los otros. Si no, pregúntenle a Pinochet el bien que le hizo a Chile cuando torturó, mató y desapareció a más de tres mil chilenos. Hoy muchos lo llaman el salvador de Chile. Qué gran sacrificio tuvo que hacer este pobre hombre. Dios debe estar guardándole un espacio allá arriba, porque Dios le perdonará aunque se haya metido con su creación.
El problema del perdón es el olvido. Cuando perdonamos tratamos de olvidar el mal que nos ha hecho, quedando en cierto modo desprotegidos frente al riesgo de que se repita el mal. Por otro lado, si no olvidamos, pese a decir que perdonamos, no podemos evitar desconfiar, estar preparados contra la repetición del Mal, actitud que tendríamos que esconder para que se crea en nuestro perdón auténtico.
Total que terminamos, o bien siendo hipócritas, o bien convirtiéndonos en unas eternas víctimas que manipulan con su dolor, dignas de burlas como las que le hace Juan Nuño a los judíos.
Así que lo del perdón, dejémoselo a Dios, y asumamos lo que somos: crueles e imperfectos seres humanos. Lo siento: no estoy muy ganada para el mandamiento de Cristo de perdonar a nuestros deudores.
Nadie mata sólo por cumplir una orden. Es necesario sentir el deseo o estar tan enajenado como para no poder darse cuenta de la vida del otro.
En la película “Asesinos por naturaleza” una pareja de jóvenes va huyendo por varias regiones de Estados Unidos matando gente sin ningún tipo de remordimiento; más bien, con mucho placer porque se estaban convirtiendo, gracias a los medios de comunicación que hicieron asesinatos un show y de los asesinos unos héroes amados y respetados por un país, todo un suceso mediático.
Pareciera que la vida no tiene valor, sin embargo los asesinos tratan de preservar la suya, y los que no hemos asesinado a nadie, también. ¿Por qué tratar de preservar la propia y no la ajena? ¿Cuándo es válido matar? Creo que más bien el ser humano inventa o improvisa ka validez del asesinato “por el camino” “sobre la marcha”.
El holocausto jamás podrá ser comprendido, no por el horror de los asesinatos, sino por la forma tan eficiente como fueron cometidos los asesinatos, y en esto Nuño tiene razón. Un estado totalitario es mucho más eficiente, en todo, que este bochinche de estados democráticos.
Si por eficiencia entendemos el cumplir puntualmente una orden de asesinar a miles de personas un mismo día. DE hecho, el estado israelí después del horror vivido por los judíos, están tratando de hacerle lo mismo a los palestinos, pero creo que les falta asesoramiento de sus tan odiados nazis.
Si bien se impartió una orden de matar a un grupo humano, no menos cierto es que existió gente dispuesta a obedecerla sin presión alguna de parte de sus jefes. Les salió solito, porque el antisemitismo es una vieja tradición de las masas en países como Austria y la propia Alemania. Eso le viene desde mucho antes que Hitler.
Me resulta interesante buscar el origen del mal en la conducta humana del momento en que sucedieron las matanzas, en los genes, qué sé yo.
Más que en la supuesta racionalidad del estado o en la trivialidad de unos funcionarios. Hasta en la alimentación puede haber una respuesta. Hay una teoría de la agresividad que la explica por el consumo de productos derivados de la carne; aunque en la India también se ha masacrado pueblos completos.
De no ser así, si el mal no está sembrado en lo más profundo del ser humano ¿cuál es el gusto en producciones cinematográficas, de asesinatos, torturadores, en fin de todo lo oscuro del hombre? Los cines se llenan cuando se proyectan esos filmes. Películas como “Asesinos por naturaleza” son todo un éxito ¿Acaso no tenemos todo ese “instinto asesino” cuando vamos y disfrutamos de ese tipo de películas? Incluso identificándonos con los personajes. Sentimos empatía por las víctimas y odio por los “asesinos”.
En cualquier obra literaria que nos describa con lujo de detalles el dolor de la tortura y el exterminio de seres humanos, llegamos a desear que a los “malos” les pase lo mismo que a las víctimas. Llegamos hasta a regodearnos cuando nos imaginamos al “malo” sufriendo, es decir, disfrutamos del mal que se le podría provocar, o nos percatamos de que nos hemos quedado atrapados: terminaos siendo malos, disfrutando con el sufrimiento del otro.
Nuño apunta también la responsabilidad de las religiones judeocristianas por sostener la creencias entre sus fieles del pueblo elegido, aunque yo creo que justamente las creencias religiosas y el temor a Dios han evitado que nos exterminemos definitivamente. Con la religión hemos topado.
Es verdad que también en nombre de la fe y del amor a Dios se han cometido terribles actos de maldad, desde la Santa Inquisición, hasta el trato que se la a las mujeres en Afganistán. Pero es que el hombre usa cualquier razonamiento, fe, instinto, costumbres, para dar rienda suelta a su maldad.
La religión (así como la filosofía y todo tipo de pensamiento reflexivo) puede actuar como un sedante (Marx dijo en otro contexto y refiriéndose a otras cosas, que la religión era el opio de los pueblos).
Pero al parecer, pasa con la creencia lo mismo que con el Lexotanil, Divagán, Somese, etc. Y todo medicamento que calme al loco: de tanto tomarlo llega un momento en que cesa su efecto, pierde su eficacia, pero digamos, el cuerpo se acostumbra. ¿Qué alternativa nos queda? En primer lugar, tenemos la opción radical.
Hay una película con Bruce Willis llamada “Doce monos”, en la cual un grupo de ecologistas decide exterminar a los seres humanos mediante un virus ¡Terrible decisión!
La bestia aparece de nuevo. Otra alternativa es seguir inventando y readaptando las creencias religiosas, políticas o filosóficas en general. Algo axial como hacen los médicos con los calmantes y los sedantes.
Una opción más agradable es el de un psicoanálisis sesentoso: contrarresto el Thanatos, el instinto de la muerte, con el Eros, el instinto sexual o del amor. Como decían los hippies o John Lennon: “haz el amor, no la guerra”. Claro; podemos correr el riesgo de sobre poblarnos, pero en fin algo tenemos que sacrificar, aunque sea el espacio.
Como última opción, podemos desentendernos, olvidarnos, dormir, porque al final sólo puedo desentenderme: al final lo único que puedo hacer es poner a dormir mi propia bestia y hacer garantizar que al menos ella no acabará eliminando a otra víctima.
Extraido de:
http://www.facebook.com/omarpaladini#!/notes/sherline-chirinos-loaiza/la-bestia-un-pequeno-ejercicio-sobre-la-maldad/10150150269455612
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Juan Nuño en su ensayo “ La Banalidad del Mal” hace referencia a la tesis de Hanna Arendt (filósofa de política, quien ha tenido al Nazismo como uno de los objetos centrales de reflexión) de que el mal es trivial porque se ha podido institucionalizar administrativamente, porque las sociedades altamente burocratizadas forman ciudadanos dóciles y obedientes que, mientras la orden, así sea la de matar, venga de un organismo o institución debidamente planificada, ellos lo cumple sin problema.
Matar les resulta a estos ciudadanos tan normal como repartir carta, atender público o vender estampillas. Todas estas actividades son racionales: forman parte de un diseño organizativo del Estado y la sociedad.
Las actividades están organizadas racionalmente para aprovechar de la mejor manera el tiempo. Están organizadas siguiendo la lógica sencilla: reducir costo de tiempo y demás recursos.
La referencia de Nuño a la racionalidad Estatal viene del sociólogo Max Weber y es una discusión amplísima en las Ciencias Sociales.
Se puede hablar de Razón en dos sentidos: racionalidad y racionabilidad.
La primera es instrumental: es una lógica fría, un cálculo impersonal, para administrar los medios, los instrumentos, los mecanismos para conseguir cualquier fin al menor costo y tiempo posible.
Ejemplo: todo horario, todo plan, toda organización raciona burocrática, la ciencia en general .A esta racionalidad instrumental se refería Max Weber.
Los nazis se hacían más racionales cuando mataban más judíos en menos tiempo y menor costo.
Otra cosa es la racionalidad que algunos (Habermas) llama la racionalidad comunicativa que es la que se usa para definir los fines, a partir de acuerdos, conseguidos sobre la base de ciertos supuestos éticos: pretensiones de validez de lo que se dice, de sinceridad, de respeto al otro, de acuerdo en la manera, como se dice, etc.
Los seres humanos somos racionales, inteligentes en el sentido de dotarnos de medios, mecanismos, máquinas.
Pero también pudiéramos ser racionales, sensatos, justos.
Pero ¿será esto posible?
La racionalidad instrumental permite clonar personas, ahora ¿es esto sensato? ¿En que nos podemos poner de acuerdo? ¿Cuál fin darle a estos conocimientos y tecnología?
La experiencia es que avances científicos y tecnológicos como la energía nuclear se usaron con fines militares, para obtener poder o riqueza ¿Ese es el único fin que es razonable para el hombre?
La tesis de Nuño, inspirada en Hanna Arendt, tiene sus debilidades.
Basta referir cosas como que en África, los grupos étnicos (como los Tutsis y Humus en Ruanda) no necesitan del Estado ni de su burocracia para matarse; es más no necesitan de ninguna justificación, si es que puede existir alguna, para aniquilarse, y no solo en África, aquí en Venezuela tenemos más muertos semanalmente que en cualquier país del Medio Oriente que está en guerra.
Yo entiendo que el mal al que se refiere Nuño en su ensayo, es el mal planificado por un Estado, el “Terrorismo de Estado” ; pero también es cierto, para mí, que el hombre es esencialmente malo.
No es casual que casi todas las religiones tengan como mandamiento el “No Matar”: conocían la bestia por dentro. No hay tipos de “civilizaciones” que por su organización, por su sistema político, puedan devenir en mal. No necesita una alta burocratización para provocar un holocausto, y tampoco estos asesinos masivos son exclusivos de la sociedad occidental ¿O no fue un holocausto lo de Khmer Rouge en Camboya o las masacres de Sierra Leona?
Si lo criminal salen todas las etnias (los caribes por ejemplo) queda la opción de pensar en la locura como explicación de la maldad nazi. El deseo de que esté todo muy limpio, el exceso de pulcritud, la manía de profilaxis, de lavarse las manos, la ropa si es, aunque Nuño lo desestime, un indicio de locura obsesiva-paranoica.
Si lo que hicieron loa alemanes con los Judío, como ejemplo de exterminio, fue deshacerse de la basura, limpiar la suciedad, exterminar los gérmenes ¿de verdad esto no es locura?
Como debe ser locura pasar por experiencias tan terribles como las de los judíos y luego ser ellos los perseguidores del pueblo Palestino.
Por otro lado, como no sentir vergüenza histórica por el exterminio de los judíos por parte de los nazis, también es una muestra de locura.
Hace unos días marcharon unos Neo-nazis por las calles de una ciudad Alemana. Esta es una muestra más de la irracionalidad del ser humano. El mal no es banal o superficial, es más: es el más profundo sentimiento del ser humano, dispuesto a demostrarlo en cualquier momento y sin ningún prejuicio.
El hombre es esencialmente malo según el cristianismo. Descendemos de una pareja que cometió el primer pecado al desobedecer al a Dios, por lo tanto, ya no estamos hechos a imagen y semejanza de Dios ¿O nunca fuimos imagen y semejanza de Dios y por eso cometimos el pecado original? Creo que nos jugaron una trampa: Dios nos hizo imperfectos, con el mal por dentro y después le echó el muerto a Adán y Eva. Podemos ser malos o buenos, pero ha sido la maldad la que ha hecho que el mundo cambie. Los 7 pecados capitales han sido los promotores de casi todos los avances industriales, tecnológicos, etc. El capitalismo se sostiene del egoísmo y la avaricia del ser humano.
De todas formas si la respuesta del cristianismo nos deja dudas, podemos optar por la del psicoanálisis: el mal es un instinto igual que el Eros.
Por supuesto, ahora no matamos por “instinto”, matamos por razones muy bien pensadas, no faltaba más, ni que fuéramos animales: nosotros matamos porque somos superiores, porque tenemos razón de cómo organizarnos, por un trazado geográfico, porque mi religión es la correcta y mi pueblo o mi grupo religioso es escogido por Dios.
Definitivamente el demonio existe y forma parte de nosotros, aunque lo disfracemos de “verdad”. A fin de cuentas, con arrepentirnos al final de la vida se resuelve la posible culpa y la entrada al reino de los cielos está garantizada. Porque los humanos de perdón sólo sabemos lo que las clases de metafísica y “Nueva Era” nos meten como profundas y acertadísimas reflexiones.
Además ¿de qué debemos arrepentirnos? Matamos por el bien de los otros. Si no, pregúntenle a Pinochet el bien que le hizo a Chile cuando torturó, mató y desapareció a más de tres mil chilenos. Hoy muchos lo llaman el salvador de Chile. Qué gran sacrificio tuvo que hacer este pobre hombre. Dios debe estar guardándole un espacio allá arriba, porque Dios le perdonará aunque se haya metido con su creación.
El problema del perdón es el olvido. Cuando perdonamos tratamos de olvidar el mal que nos ha hecho, quedando en cierto modo desprotegidos frente al riesgo de que se repita el mal. Por otro lado, si no olvidamos, pese a decir que perdonamos, no podemos evitar desconfiar, estar preparados contra la repetición del Mal, actitud que tendríamos que esconder para que se crea en nuestro perdón auténtico.
Total que terminamos, o bien siendo hipócritas, o bien convirtiéndonos en unas eternas víctimas que manipulan con su dolor, dignas de burlas como las que le hace Juan Nuño a los judíos.
Así que lo del perdón, dejémoselo a Dios, y asumamos lo que somos: crueles e imperfectos seres humanos. Lo siento: no estoy muy ganada para el mandamiento de Cristo de perdonar a nuestros deudores.
Nadie mata sólo por cumplir una orden. Es necesario sentir el deseo o estar tan enajenado como para no poder darse cuenta de la vida del otro.
En la película “Asesinos por naturaleza” una pareja de jóvenes va huyendo por varias regiones de Estados Unidos matando gente sin ningún tipo de remordimiento; más bien, con mucho placer porque se estaban convirtiendo, gracias a los medios de comunicación que hicieron asesinatos un show y de los asesinos unos héroes amados y respetados por un país, todo un suceso mediático.
Pareciera que la vida no tiene valor, sin embargo los asesinos tratan de preservar la suya, y los que no hemos asesinado a nadie, también. ¿Por qué tratar de preservar la propia y no la ajena? ¿Cuándo es válido matar? Creo que más bien el ser humano inventa o improvisa ka validez del asesinato “por el camino” “sobre la marcha”.
El holocausto jamás podrá ser comprendido, no por el horror de los asesinatos, sino por la forma tan eficiente como fueron cometidos los asesinatos, y en esto Nuño tiene razón. Un estado totalitario es mucho más eficiente, en todo, que este bochinche de estados democráticos.
Si por eficiencia entendemos el cumplir puntualmente una orden de asesinar a miles de personas un mismo día. DE hecho, el estado israelí después del horror vivido por los judíos, están tratando de hacerle lo mismo a los palestinos, pero creo que les falta asesoramiento de sus tan odiados nazis.
Si bien se impartió una orden de matar a un grupo humano, no menos cierto es que existió gente dispuesta a obedecerla sin presión alguna de parte de sus jefes. Les salió solito, porque el antisemitismo es una vieja tradición de las masas en países como Austria y la propia Alemania. Eso le viene desde mucho antes que Hitler.
Me resulta interesante buscar el origen del mal en la conducta humana del momento en que sucedieron las matanzas, en los genes, qué sé yo.
Más que en la supuesta racionalidad del estado o en la trivialidad de unos funcionarios. Hasta en la alimentación puede haber una respuesta. Hay una teoría de la agresividad que la explica por el consumo de productos derivados de la carne; aunque en la India también se ha masacrado pueblos completos.
De no ser así, si el mal no está sembrado en lo más profundo del ser humano ¿cuál es el gusto en producciones cinematográficas, de asesinatos, torturadores, en fin de todo lo oscuro del hombre? Los cines se llenan cuando se proyectan esos filmes. Películas como “Asesinos por naturaleza” son todo un éxito ¿Acaso no tenemos todo ese “instinto asesino” cuando vamos y disfrutamos de ese tipo de películas? Incluso identificándonos con los personajes. Sentimos empatía por las víctimas y odio por los “asesinos”.
En cualquier obra literaria que nos describa con lujo de detalles el dolor de la tortura y el exterminio de seres humanos, llegamos a desear que a los “malos” les pase lo mismo que a las víctimas. Llegamos hasta a regodearnos cuando nos imaginamos al “malo” sufriendo, es decir, disfrutamos del mal que se le podría provocar, o nos percatamos de que nos hemos quedado atrapados: terminaos siendo malos, disfrutando con el sufrimiento del otro.
Nuño apunta también la responsabilidad de las religiones judeocristianas por sostener la creencias entre sus fieles del pueblo elegido, aunque yo creo que justamente las creencias religiosas y el temor a Dios han evitado que nos exterminemos definitivamente. Con la religión hemos topado.
Es verdad que también en nombre de la fe y del amor a Dios se han cometido terribles actos de maldad, desde la Santa Inquisición, hasta el trato que se la a las mujeres en Afganistán. Pero es que el hombre usa cualquier razonamiento, fe, instinto, costumbres, para dar rienda suelta a su maldad.
La religión (así como la filosofía y todo tipo de pensamiento reflexivo) puede actuar como un sedante (Marx dijo en otro contexto y refiriéndose a otras cosas, que la religión era el opio de los pueblos).
Pero al parecer, pasa con la creencia lo mismo que con el Lexotanil, Divagán, Somese, etc. Y todo medicamento que calme al loco: de tanto tomarlo llega un momento en que cesa su efecto, pierde su eficacia, pero digamos, el cuerpo se acostumbra. ¿Qué alternativa nos queda? En primer lugar, tenemos la opción radical.
Hay una película con Bruce Willis llamada “Doce monos”, en la cual un grupo de ecologistas decide exterminar a los seres humanos mediante un virus ¡Terrible decisión!
La bestia aparece de nuevo. Otra alternativa es seguir inventando y readaptando las creencias religiosas, políticas o filosóficas en general. Algo axial como hacen los médicos con los calmantes y los sedantes.
Una opción más agradable es el de un psicoanálisis sesentoso: contrarresto el Thanatos, el instinto de la muerte, con el Eros, el instinto sexual o del amor. Como decían los hippies o John Lennon: “haz el amor, no la guerra”. Claro; podemos correr el riesgo de sobre poblarnos, pero en fin algo tenemos que sacrificar, aunque sea el espacio.
Como última opción, podemos desentendernos, olvidarnos, dormir, porque al final sólo puedo desentenderme: al final lo único que puedo hacer es poner a dormir mi propia bestia y hacer garantizar que al menos ella no acabará eliminando a otra víctima.
Extraido de:
http://www.facebook.com/omarpaladini#!/notes/sherline-chirinos-loaiza/la-bestia-un-pequeno-ejercicio-sobre-la-maldad/10150150269455612
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