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La Revolución Fundamental. 12 Conferencias (Fragmento). Jiddu Krishnamurti
Pregunta: ¿Por qué trata usted de hacer flaquear nuestra creencia en Dios y en la religión? ¿Alguna fe no es necesaria para el empeño espiritual, tanto individual como colectivo?
Krishnamurti: ¿Por qué necesitamos, fe? ¿Por qué necesitamos creencia?
Si lo observáis, ¡no es la creencia uno de los factores ente separan al hombre del hombre?
Vosotros, creéis en Dios y otros no creen en Dios, de suerte que vuestras creencias os separan los unos de los otros.
La creencia a través del mundo está organizada como hinduismo, budismo o cristianismo, dividiendo así a los hombres.
Estamos confusos, y pensamos que por medio de la creencia disiparemos la confusión; es decir, a la confusión se le sobrepone la creencia, con lo cual esperamos que la confusión será disipada.
Pero la creencia es una mera evasión del hecho de la confusión; ella no nos ayuda a enfrentar y a comprender el hecho, sino a huir de la confusión en que nos hallamos.
Para comprender la confusión, la creencia no es necesaria; y la creencia sólo actúa como pantalla entre nosotros mismos y nuestros problemas.
De suerte que la religión que es creencia organizada- se convierte en un medio de eludir lo que es, de escapar al hecho de la confusión.
El hombre que cree en Dios, el hombre que cree en el más allá o que tiene cualquiera otra forma de creencia, elude el hecho de lo que él es.
¿No conocéis a ésos que creen en Dios, que practican el “puja”, que repiten ciertos cánticos y palabras, y que en su vida diaria son dominadores, crueles, ambiciosos, tramposos y deshonestos?
¿Encontrarán ellos a Dios? ¿Buscan realmente a Dios?
¿Ha de encontrarse a Dios mediante la repetición de palabras, mediante la creencia?
Pero esa gente cree en Dios, adora a Dios, va al templo todos los días, hace de todo para eludir el hecho de lo que ellos son;
y a semejante gente vosotros la consideráis respetable, porque se trata de vosotros mismos.
De suerte que vuestra religión, vuestra creencia en Dios, es una evasión de lo existente,
y por lo tanto no es en absoluto religión.
El hombre rico que acumula dinero con su crueldad, con su deshonestidad, con una explotación artera, cree en Dios;
y vosotros también creéis en Dios, vosotros también sois ladinos crueles, suspicaces, envidiosos.
¿Ha de encontrarse a Dios mediante la deshonestidad, el engaño, los arteros ardides de la mente?
El hecho de que coleccionéis todos los libros sagrados y los diversos símbolos de Dios,
¿es acaso indicio de que sois personas religiosas?
La religión, pues, no consiste en esquivar el hecho:
religión es comprensión del hecho de lo que vosotros sois en vuestras diarias relaciones;
religión es la forma de vuestro lenguaje, vuestra manera de conversar, de dirigiros a vuestros criados, de tratar a vuestra esposa, a vuestros hijos y vecinos.
Mientras no comprendáis vuestra relación con vuestro prójimo, con la sociedad, con vuestra esposa e hijos, tiene que haber confusión;
y cualquier cosa que hiciere, la mente que está confusa engendrará tan sólo más confusión, más problemas y conflictos.
Una mente que elude lo existente, los hechos de la interpelación, jamás encontrará a Dios; una mente agitada por la creencia no conocerá la verdad.
Pero la mente que comprende su relación con los bienes, con las personas, con las ideas, la mente que ya no lucha con los problemas que la interrelación crea, y para la cual la solución no está en el retiro, sino en la comprensión del amor sólo una mente así puede comprender la realidad.
La verdad no puede ser conocida por una mente que está confusa en la interpelación, o que escapa a la interpelación para aislarse,
sino por la mente que se comprende a sí misma en la acción; y sólo una mente así sabrá la verdad.
Una mente quieta, una mente en silencio, no puede surgir mediante ninguna forma de compulsión, mediante ninguna forma de disciplina,
porque la mente sólo está quieta cuando comprende su relación con la propiedad, las personas y las ideas,
y, haga lo que hiciere, la mente no está quieta cuando está perturbada por esa relación.
La mente que ha sido aquietada sin comprender sus relaciones; es una mente muerta;
pero la mente que no tiene creencia alguna, que está quieta porque comprende la interpelación, una mente así es silenciosa, creadora, y conocerá la realidad.
Extraido de:
http://www.facebook.com/omarpaladini#!/?sk=messages&tid=1484958042537
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