Y ahora calla, me susurra la Diosa,
La-Sin-Tiempo,
La que vive en el sagrado bosque
Rodeada por matronas diligentes.
Luego me toma de la mano
En el sendero de musgos y de rosas
Y avanzamos,
Avanzo en el silencio,
El Gran Silencio poblado con todos los rumores,
Amorosos y suaves,
Eternos, primigenios.
Sé que estamos inmersos
En el origen mismo de la vida,
Que la Diosa me lleva de la mano
Por el largo sendero perfumado
Y que debo acallar las voces habituales
Que me pueblan, permanecer
¡ Oh, sí! permanecer
en el Gran Silencio suspendido,
entrar en la visión
sabiendo que es real, que vive allí,
en el sagrado bosquecillo
en lo alto del monte
donde sagrados poderes se conjugan,
en el claro del bosque se reúnen
altos y luminosos Seres
y disfrutan las danzas que Sileno
crea con gnomos y monstruos inmanentes
celebrando al Creador del Universo,
al Único, Inasible,
al Innombrable Todo,
al Gran Misterio del cual todo proviene,
el musgo y el sendero
el Sileno y la rosa
la visión y el enigma
lo profundo y lo alto
este instante perfecto
el Daimón y la Diosa
en la oculta ciudad,
la que vive en mi mente,
la que se abre y se revela al peregrino
y le ofrece sus dones,
eterna cornucopia
hecha de luz y de alegría,
de viviente silencio,
de compasión y amor
por todo lo existente.
Ven, dijo la Diosa,
Dame la mano.
Vamos.
En la mañana muy temprano, sábado 20 de octubre de 2007.
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Extraído del muro de Isaias Nobel en Facebook
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