Pensamos que el tiempo es indispensable para todo lo que tenemos que hacer o comprender.
Por lo tanto, el tiempo se vuelve una carga, una barrera para la genuina percepción; nos impide ver inmediatamente la verdad de algo, porque pensamos que debemos dedicar tiempo a ello.
Decimos: "Mañana, o dentro de un par de años, comprenderé este problema con extraordinaria claridad". Tan pronto admitimos el tiempo, estamos cultivando la indolencia, esa peculiar pereza que nos impide ver instantáneamente la cosa tal como es.(…)
Creemos que necesitamos el tiempo para abrirnos paso por el condicionamiento que la sociedad –con sus religiones organizadas, sus códigos de moralidad, sus dogmas, su arrogancia y su espíritu competitivo– ha impuesto sobre la mente.
Pensamos en términos de tiempo, porque el pensamiento es el tiempo. Es la respuesta de la memoria, siendo la memoria el trasfondo acumulado, heredado adquirido por la raza, la comunidad, el grupo, la familia y el individuo.(…)
Y entonces el problema es si el tiempo puede cesar. Si somos capaces de ver todo el proceso de nuestra propia actividad (…), no mañana, sino inmediatamente, entonces esa percepción misma es la acción que pone fin al tiempo...”.
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Imagen:Si lo que se ve de fondo es el Aconcagua, por la edad que aparenta Krishnamurti (unos 40 años -nacio en el año 1895-), pudo haber sido en el año 1935, en que,viajo dando conferencias y charlas en USA, Brasil, Uruguay, Chile, México; y en Argentina estuvo en Buenos Aires, Rosario, La Plata, y Mendoza (donde pudo haber sido tomada esta foto).
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Fragmento extraído de: https://cerebrin.wordpress.com/2013/06/10/los-cronocrimenes-la-maquina-de-meditar-de-vigalondo/
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