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Tantas preguntas sin respuestas - Arturo Jaque Rojas
¿Dónde están los hijos que no acompañarán mi camino hacia la muerte?; y que después seguirán el curso de la vida, para sembrar sus anhelos, sin fronteras, sin cobardías; las mismas, que consumieron mi existencia como una flama que no se atreve a resplandecer en una noche, por temor a dar luz y fuego.
¿Dónde, los nietos que jamás perpetuarán el latido de mis venas y arterias, que encierran la energía de un millón de terremotos, tsunamis y erupciones?; aquéllos, que son la continuidad de la especie, forjada con polvo de estrella y la tensión entre la muerte y la eternidad.
¿Dónde, los abrazos perdidos en cualquier espacio y tiempo, por no haber querido entregarlos a los seres que amaba?; a quienes dejé partir, sin haberles acogido en mi pecho como madre, para restañar sus heridas, con el calor de mi piel que se traspasa a su aterida transparencia?.
¿Dónde, las caricias que negué, que se marchitarán y se desintegrarán como la vida que fenece?; aquéllas que me pidieron mis hermanos y hermanas; mis amadas- que ahora duermen con hombres bendecidos por estar junto a ellas-; mis semejantes, a quienes no ayudé a poner de pie nuevamente.
¿Dónde, las risas y sonrisas que no ofrendé a los vientos, como el avaro que atesora la alegría de vivir como monedas, en un rincón mohoso?; por cada risa que se escamotea, hay un ángel que llora la pena del ser humano congelado en su prisión; por cada sonrisa, que aborta, un hada pierde sus alas y se desploma y desaparece.
¿Dónde, los días, triviales y magníficos, comunes como el pan que se lleva a la mesa, milagrosos como la carne de Cristo transubstanciada en el rito personal de la búsqueda de Dios; días que se desplegaron ante mi presencia y que no tuve los ojos para reconocer, y que los dejé escapar hacia la nada, como hijos que murieron prematuramente, por un designio cruel, pero necesario para el balance del universo?.
¿Dónde las utopías, las pequeñas batallas cotidianas, que no supe madurar, como torpe hacedor de portentos, pero que no mezcla bien las medidas de luz, agua, y sol; provocando que al final de la jornada, en la barricada, en la trinchera, en la torre de marfil, en la isla de la soledad, en el desierto de la meditación, en el encuentro con dios y en la comunión con el diablo: las hijas de mis entrañas, devastadas por el paso del tiempo, sin haber parido los vástagos, cuyo nacimiento era su razón de ser, murieran de pena.
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Extraído del muro de Arturo Jaque Rojas en Facebook
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