Carta Abierta a los padres que no quieren que se enseñe sobre la desaparición de Santiago Maldonado en las escuelas
Usted cree que hablar de la desaparición de un militante pro mapuche, que protestaba por el reconocimiento de la propiedad comunitaria de la tierra y la preexistencia étnica y cultural de los pueblos originarios en contra de la voracidad latifundista de Benetton, es politizar la educación.
Usted cree que hablar de la desaparición forzada de una persona en democracia y en manos del Estado (“actuando con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado”, como dice el artículo 142 ter del Código Penal) es politizar la educación.
Usted cree que preguntar dónde está Santiago Maldonado es politizar la educación.
Y déjeme decirle que tiene toda la razón del mundo. Que la propiedad – sea la comunitaria de los pueblos originarios o la privada de Benetton Group – su historia y su concepto pero sobre todo su reconocimiento, es político. Como también es político enseñar sobre la campaña del desierto y de cómo el General Julio Argentino Roca, quien fuera después presidente argentino, asesinó a los pueblos originarios para que un puñado de personas, a través de la inmobiliaria de Adolfo Bullrich, se quedara con las tierras de los mapuches en el siglo XIX.
¿Usted cree que hablar de “Sarmiento Padre del Aula” no es politizar la educación? ¿Usted cree que rendirle culto a Colón porque “descubrió” América no es político? ¿Cómo cree que se enseña historia, cívica, ciencias sociales, geografía sino a partir de un punto político? ¿Hubo una guerra sucia en Argentina o terrorismo de Estado? Optar por una o la otra implica un punto de vista político. Pero incluso hechos históricos menos polémicos son políticos. La Independencia argentina que celebramos todos los 9 de julio, es por excelencia un hecho político y San Martín y Belgrano sus magníficos artífices políticos.
Así como no existe el mundo por fuera de nuestra comprensión, tampoco existe una manera única de comprenderlo. El mundo es tal en tanto podamos comprenderlo, y no lo hacemos más allá de la historia, sino que como parte de ella, dentro un contexto que le da sentido a nuestra interpretación del mundo. Sin embargo, esto no implica optar por un relativismo en el que todo tipo de interpretación del mundo sea válida. El desprecio por la vida, el no reconocimiento de la dignidad de una persona por alguna circunstancia física, histórica o personal no es un punto de vista válido, ni en educación, ni en ningún otro ámbito, porque es fascismo, y al fascismo no se lo discute, se lo combate, como sugiere Sartre. Excluir a una persona por ser negro, pelirrojo, judío, gay, gordo, petizo, con alguna capacidad diferente, en fin, discriminar, no es una opción válida o un punto de vista válida. Por lo tanto, la expresión “a los negros de mierda hay que matarlos” es por supuesto una expresión política, pero de las peores, con las cuales no se discute, sino que se las combate, porque violan el principio sagrado que funda toda comunidad: “No matarás”.
De tal forma que si el argumento para que no se hable de Santiago Maldonado en las escuelas es por temor a politizar la educación, le recuerdo que la educación está politizada. Sí, incluso la que usted le imparte a su hijo. Incluso cuando propugna la no-politización, está politizado, pues no hay argumento más político que aquel que se esconde de lo político.
En cambio, si su miedo es la partidización de la educación, déjeme decirle que el reconocimiento de la vida y la dignidad humana no son propiedad de ningún partido político. Pedir por la aparición con vida de Santiago Maldonado no te hace peronista, ni macrista, ni radical, kirchnerista, ni trotskistas, ni comunista, te hace más humano, pero por sobre todo, te hace no ser cómplice de una de las peores violaciones a los Derechos Humanos: la desaparición forzada de personas.
Toda masacre en la historia universal, desde las brujas quemadas por la Santa Inquisición, pasando por los pueblos originarios de América Latina en manos del colonialismo español; los armenios asesinados por el Estado turco; los judíos gaseados por los nazi, y los argentinos víctimas del terrorismo de estado, todas esas grandes matanzas fueron posibles porque una sociedad decidió mirar para otro lado. Claro que a la par de estas masacres existió un discurso construido por los medios de comunicación para restarle humanidad a los muertos. Las mujeres fritadas en la hoguera eran brujas, los indígenas salvajes, los judíos los culpables de la pésica economía alemana de entreguerra y los picaneados en los centros clandestinos de detención eran subversivos.
El número treinta mil, comienza por uno. De la exigencia de la aparición con vida de Santiago depende que no sea el primero de una larga lista de masacrados.
Santiago Maldonado está desaparecido. No lo desaparezcamos de nuevo con el silencio. Exijamos su aparición con vida.
Lucas Crisafulli es Abogado, Coordinador del Núcleo de Estudios e Intervención en Seguridad Democrática de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
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Extraído del muro de Kelmis Milessi en Facebook
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