Este es un tema que llama mucho la atención desde el primer escrito de Silo (de los 60)
‘Magia y Fuga’ en donde exponía un fenómeno del mundo actual en
donde se da una conciencia mágica (que cree muchas cosas, digamos) y
que se fuga del medio que encuentra un tanto hostil y conflictivo. En
lugar de ir a su encuentro a modificarlo.
A partir de allí
hice mi primer estudio como Conciencia y Fuga (en los 70) que sirvió
de base a otro estudio ampliado, considerando la relación de la
conciencia con el mundo (1980) y que ahora doy esta actualización.
Mendoza mayo 2017
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Conciencia
La palabra conciencia
significa y ha significado multitud de funciones, generalidades y
aspectos según las distintas ópticas con las que ha sido enfocada.
Las visiones
filosóficas, psicológicas, sociológicas y psiquiátricas no
concuerdan entre sí, ni tampoco los autores que profesan la misma
disciplina.
El término
conciencia tiene en español por lo menos dos significados o sentidos
diferentes:
(1) Percatación o
reconocimiento de algo, sea exterior, como un objeto, una cualidad o
una situación, sea de algo interior como las modificaciones
experimentadas cuando se produce una variación en el tono de trabajo
del sentido interno afectado.
(2) Conocimiento del
bien y del mal. Se expresa más propiamente por medio de la expresión
conciencia moral. En algunos idiomas se emplean términos distintos
para los dos sentidos mencionados.
El vocablo conciencia
se deriva del latín constientia
cuyo sentido originario fue una traducción del vocablo griego
syneidesis,
el cual implica una conceptualización ética.
Aún en nuestros días
en el lenguaje usamos términos tales como «tener mala conciencia»,
«remordimientos de conciencia», «acusarle la conciencia»,
«tranquilidad de conciencia», etc...
Es curioso observar
cómo esta conciencia ética (moral para los romanos) se ha mantenido
inalterable hasta hace dos siglos, momento en el que aparece la idea
de conciencia psicológica.
El significado puede
desdoblarse en otros tres aspectos:
a) El psicológico,
la conciencia es la percepción del Yo por sí mismo, llamada también
a veces apercepción (conciencia de la percepción, percepción
atenta).
Aunque puede hablarse de conciencia de un objeto o de una
situación, éstos son conscientes en tanto que aparecen como
modificaciones del Yo psicológico. Por ello se ha dicho que toda
conciencia es en alguna medida autoconciencia y a veces se han
identificado ambas.
b) El epistemológico
o gnoseológico, la conciencia es primariamente el sujeto del
conocimiento, hablándose entonces de la relación conciencia-objeto
consiente, como si fuese equivalente a la relación sujeto-objeto.
c) El sentido
metafísico, la conciencia es con frecuencia llamada el Yo. Se trata
a veces de una hipóstasis de la conciencia psicológica o
gnoseológica y a veces de una realidad que se supone previa a toda
esfera psicológica o gnoseológica.
Resulta curioso que
muchos psicólogos al referirse a los fenómenos de conciencia, hayan
entendido a ésta como si se tratara de un mero reflejo de lo
percibido, sin preocuparse por develar dónde y cómo se dan tales
fenómenos.
Seguramente consideraron que con describir los hechos de
conciencia ligándolos al transcurrir, y con interpretar las fuentes
de tales hechos como causas determinantes, quedaba agotado el tema de
los fenómenos de conciencia para fundamentar su psicología.
Se suele vincular la
conciencia con la actividad de vigilia, quedando el resto fuera de la
conciencia, lo que ha hecho surgir concepciones ingenuas como las de
inconsciente. Esto ha sido así por cuanto, entre otras cosas, no se
han estudiado suficientemente los diferentes niveles de trabajo de la
conciencia, y tampoco se ha observado la estructura de presencia y
copresencia con la que trabaja el mecanismo atencional.
Hay otras
concepciones que consideran a la conciencia como pasiva frente a los
objetos de percepción, siendo que la conciencia trabaja
estructurando activamente, coordinando las necesidades y tendencias
del psiquismo con los aportes sensoriales y la memoria, mientras
orienta las variaciones constantes de la relación del cuerpo con el
psiquismo, es decir de la estructura psicofísica con el mundo.
Pero ya los
fenomenólogos del siglo pasado hablan de la conciencia intencional,
donde se da que es conciencia-de, de algo, tendida hacia algo, lo que
la denota esencialmente activa. Concepción que destaca la aptitud de
la c. de referirse a objetos, y que por cierto subscribimos(1).
Estructura
de la conciencia
Basándonos en
nuestra sicología(2),
vemos que la estructura mínima de la conciencia es la relación
acto-objeto, ligados por el mecanismo de intencionalidad de la
conciencia.
Esta ligazón entre actos y objetos no es para nada algo
permanente ya que la conciencia tiene actos lanzados en busca de su
objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la
conciencia.
De tal manera que los objetos de conciencia
(percepciones, recuerdos, representaciones, abstracciones, etc.),
aparecen como los correlatos intencionales de los actos de
conciencia.
La intencionalidad de
la conciencia siempre está lanzada hacia el futuro, lo que la
persona registra como tensión de búsqueda; también puede estar
lanzada hacia el pasado en la evocación. Pero los tiempos de
conciencia se estructuran en el presente.
La conciencia futuriza y
recuerda, pero el momento de la acción, lo hace en el presente.
En
el caso de la búsqueda de un recuerdo, cuando el objeto evocado
aparece, «se hace presente» y, hasta tanto no suceda, la conciencia
no se completa. Cuando sucede, vale decir, cuando se completa, se
experimenta como distensión.
Entonces, el acto de
lanzar la conciencia en búsqueda de un objeto genera tensión, el
momento en que la conciencia encuentra el objeto que la completa
genera distensión.
Cuando los actos
encuentran el objeto que la completa, queda energía libre, que es
utilizada por la conciencia en nuevos actos.
Estas operaciones
descriptas son características del nivel vigílico, ya que en otros
niveles (semisueño, sueño, etc.) la estructura del tiempo es
distinta.
Por esto vemos que el tiempo psicológico depende del nivel
de trabajo del psiquismo.
Siempre el tiempo de trabajo es en el
presente.
Puede la conciencia futurizar o recordar, puede efectuar
múltiples juegos temporales de protensiones y retenciones, pero
siempre entrecruzándose en el presente.
La eficacia de los
mecanismos de reversibilidad y el tiempo presente son características
vigílicas.
Pero en el contexto
del siquismo humano, entendiendo a este por las diversas funciones,
como sentidos, memoria, centros de respuesta (intelecto, emoción,
motricidad, y demás) la conciencia es como una suerte de función
coordinadora para que todo ese complejo opere correctamente.
Estructura conciencia-mundo
Como ya hemos dicho,
a diferencia de los planteos de la psicología ingenua que se refiere
a la conciencia como un mero reflejo de la realidad, para nosotros la
conciencia es algo independiente de los objetos, pero es a través de
ellos que expresa y se la conoce.
La conciencia surge
vacía y en su transcurrir en el mundo, va procesando, se va llenando
de datos, va completándose y va elaborando respuestas que la
mantienen en la dinámica del existir.
Por lo tanto, vemos
la conciencia y el mundo, ligados mutuamente. No hay conciencia sin
mundo, y no hay mundo sin conciencia; de ahí, la estructura
conciencia-mundo.
En la medida que varía la conciencia, varía el
mundo y en la medida que varía el mundo varía la conciencia como
modo de estructurar el mundo.
Cuando hablamos de
mundo, no nos referimos al planeta, ni a los objetos perceptuales
directos, sino a las representaciones y relaciones que hacemos con
ellos en nuestra conciencia.
Esto es: mundo es el modo particular que
tiene cada uno de experimentar lo real, transformándolo en su
realidad. No es sólo la presencia de objetos, sino también la
relación que establece la conciencia entre ellos. De esto se deduce
que lo que no he experimentado, no pertenece a mi mundo.
La conciencia se liga
al mundo a través de actos, y estos actos pretenden completarla. Por
eso una vez que un acto completa la conciencia, surge inmediatamente
un nuevo acto en busca del objeto que la complete, y así
sucesivamente.
Desde luego, en este ir y venir, se van teniendo actos
de mayor complejidad, y por lo tanto los objetos son también de
mayor complejidad. Pero en este transcurrir va quedando una
experiencia que modifica sutilmente al psiquismo.
Conciencia
sensible
Dentro del contexto
de la estructura planteada, en un primer momento (adquisición de
datos), la conciencia que es pura sensibilidad comienza, por decirlo
de alguna manera a «absorber los objetos» ubicándolos en la
memoria como material o datos que sirven para su crecimiento y
desarrollo.
Esta es una primera etapa de la conciencia en contacto
con el mundo. A esto le llamamos la conciencia sensible.
Debemos tener en
cuenta que los datos almacenados estarán al servicio del
desenvolvimiento de la conciencia, siempre y cuando puedan ser
integrados. De lo contrario, nos encontraríamos con una conciencia
desintegrada con dificultades.
Esta conciencia
sensible lleva a la fusión de la interioridad con la exterioridad
(proceso fundamental de aprendizaje), produciendo la identificación
de la conciencia con los objetos.
En este proceso la
conciencia queda atrapada por los objetos y dependiendo de ellos en
principio para su transformación.
Este proceso de
identificación, lleva al desarrollo de la identidad, donde la
persona queda sujetada al mundo, lo que ha dado lugar a hablar de la
estructura sujeto-mundo.
El proceso de fusión
conciencia-mundo, funda la conciencia, que sin mundo que la complete,
no sería tal.
Conciencia
racional
Como un segundo
momento del proceso, podemos mencionar el nacimiento de la conciencia
racional, que tiene por finalidad organizar coherentemente los datos
produciendo una diferenciación de la conciencia y el mundo,
liberando al sujeto del mundo, y dando nacimiento a la
individualidad.
Vale decir que a
mayor diferenciación, sin perder conexión gracias al darse cuenta,
se logra una estructura de conciencia ampliada, la que se libera
progresivamente de las determinaciones de los objetos,
des-identificándose y logrando de esta forma el nacimiento de la
individualidad.
Es la conciencia
racional, la que advierte su independencia del mundo para existir, si
bien ya en la conciencia sensible, esta independencia se había
manifestado de alguna forma.
Cabe acotar, que la conciencia racional,
no se generaliza totalmente por eso se dan casos en que se superpone
la conciencia emocional.
Darse
cuenta
Los actos de darse
cuenta se dan por entrecruzamiento de vivencias mentales. Estas
vivencias son temporales, dinámicas, móviles y con duración.
De
todos modos la conciencia puede recordar o futurizar, pero el darse
cuenta siempre es en el presente. El acto de darse cuenta, a caer en
cuenta, percatarse es de suma importancia y es lo que distingue a la
conciencia propiamente humana.
Tomar conciencia de sí, conciencia de
los demás, de la otredad, es lo que nos ayuda a tener cierto nivel o
calidad, distinta a la conciencia común, proclive a la distracción.
Bajo esta
perspectiva, entendemos que la conciencia no es estática, sino
dinámica y temporal.
Por otro lado la
conciencia siempre se explica con relación a sí misma y no por la
acción de los objetos. Como prueba de ello, observamos que los
objetos varían en la conciencia, por la acción de ella misma, por
su capacidad.
Un ejemplo típico es el asombro que produce el
descubrir determinados detalles de un objeto por primera vez, siendo
que ya formaba parte de su configuración.
A la conciencia la
podemos comprender fácilmente a través de la experiencia del darse
cuenta, el simple darse cuenta de algo. Es a través de esta
experiencia, que la conciencia se significa como tal.
El darse cuenta es
algo personal, nadie puede hacerse por uno, uno no es consciente
entonces de lo que no cae en cuenta y nadie lo puede hacer por uno,
de allí que la comunicación humana directa es tan crucial, para
ayudar a la caída en cuenta de modo más amplio que por sí mismo;
además, el darse cuenta cambia la realidad de la conciencia, de uno
y los demás. Muchos diálogos son intercambios de caídas en cuenta
y ayudas a caer en cuenta.
Darse cuenta es como
dar o ampliar sentido de realidad. Palabra que viene de realzar, lo
que se realza, se acentúa del conjunto general y se destaca; y es
algo que la conciencia realiza, no los objetos como tales. De lo que
no nos damos cuenta de algo, es como que no existe para la
conciencia.
El darse cuenta es el
resultado de un intento personal, aunque a veces, surgen
comprensiones inesperadas, que de todas formas son el resultado de
actos de darse cuenta ya lanzados por la conciencia.
Desde fuera se
pueden crear condiciones –algo que nos importa mucho– para
facilitar la caída en cuenta. Pero no se puede forzar. Este es un
gran capítulo en la educación y formación personal.
En la medida en que
me doy cuenta de más cosas, más conciencia voy teniendo y más me
voy liberando de la determinación de la inadvertencia.
Cabe acotar, que los
actos de darse cuenta, se dan por entrecruzamiento de vivencias
mentales. Por eso es que a mejores vivencias y más frecuentes, mayor
la posibilidad de darse cuenta, lo que hace ir de comprensión en
comprensión aumentando el nivel de conciencia, de comprensión y de
relación con el mundo.
Luego de todo este
proceso de darse cuenta, la conciencia se comprende por sí misma.
Esto es, a través del transcurrir y del darse cuenta, se ha llegado
a ser pura presencia consiente.
La
atención
Todo el esfuerzo
hacia la conciencia de sí, comienza con la atención, es muy
especial este trabajo como se ha de prestar atención a los fenómenos
atendidos, internos y externos sin ser absorbidos por estos, pues
allí esta esa suerte de ‘encantamiento’ de algunos casos en que
se da, donde uno queda como absorto y a merced del objeto atencional.
Ahí comenzaría la conciencia en fuga, fuga de si, por inmersión,
por fascinación, en el objeto.
Suele darse este caso con frecuencia
en los objetos externos muy codiciados, que al verlos uno se queda
como absorto y el deseo de poseerlo es tremendo y el individuo se
ciega.
Y no cae en cuenta de eso y en los objetos externos, que en
general son imágenes, producen esa sugestión interna, más o menos
intensa, que hace imposible tomar distancia de la imagen-clima. Aquí
es donde deben actuar los llamados mecanismos de reversibilidad y de
autocrítica, donde la conciencia se recupera y puede manejar las
situaciones de mejor modo.
Así, todo parece
indicar, que se empieza por el manejo atencional: atención dirigida,
atención intencionada.
Conciencia
de la conciencia
Comprendido lo dicho,
se presenta otra situación: un acto de conciencia comienza a ser el
objeto para un nuevo acto de conciencia, es decir, me doy cuenta de
que me doy cuenta. En ese preciso momento, la conciencia ha caído en
cuenta de ella misma.
Esto es reversibilidad, lo que estudiamos como
‘mecanismos de reversibilidad’ que es un modo de referirse a esa
aptitud de advertirse a sí misma de la conciencia q hace que me ‘de
cuenta que me doy cuenta’ por citar este caso.
Que es parte de la
apercepción, es decir ‘percibo que percibo’ todo esto, que
parece un trabalenguas, es simplemente el acto de advertirse a sí
misma de la conciencia, cuando va a su propio encuentro. Cuando no lo
haga se evade, se desentiende de sí misma o del mundo y comienza la
fuga.
Vale decir, la
conciencia se da cuenta de sí misma, desde otro acto mental. Ese
otro acto es temporalmente distinto. Es como si dijéramos, me doy
cuenta desde otro momento de conciencia, y aquí el tiempo mental
adquiere un muy importante aspecto.
Adquiere entonces
relevancia el vocablo autoconciencia, porque no se refiere a la
conciencia de un objeto específico, que sería conciencia del
objeto, sino que la conciencia es consciente de sí misma, aunque ese
sí misma, sea un objeto para ese nuevo acto de conciencia. Es en
este momento, en el que la conciencia puede comprenderse más
adecuadamente.
Todo este rodeo nos
ha permitido llegar al punto ya anteriormente señalado que la
conciencia tiene capacidad de autonomía, y no depende de los
objetos, sino que puede ser objeto de ella misma.
De todos modos,
siempre tendrá objetos hacia los cuales referir sus actos, sean
objetos físicos, imaginarios o representaciones.
Pero debemos tener
en cuenta que puede llegar el momento en que la conciencia ya no
necesite de objetos hacia los cuales referir su accionar.
A pesar de que todo
lo descripto es de una gran complejidad, importa llegar a este punto
en que la conciencia se estructura con el mundo, porque es en este
preciso ángulo donde surge la fuga.
Conciencia
ausente
A diferencia del
darse cuenta, que va creando mayor presencia de la conciencia, en el
no darse cuenta, la conciencia va perdiendo su presencia, se ausenta,
y no se cae en cuenta ni de propias vivencias ni de objetos varios.
Por tanto va perdiendo en sus habilidades propias y son ahora los
objetos que la determinan cada vez más a la conciencia y sus propios
contenidos y climas cubren ‘la realidad’ porque pierde en
reversibilidad (en darse cuenta de sí misma).
La conciencia se
cosifica y son los objetos los que cobran valor para esta conciencia
que ha dejado de darse cuenta. Comienzan entonces a ejercer una
fuerte presión los actos irracionales; el mundo se vuelve mágico y
los objetos son los que tienen mayor vigencia y se imponen.
Se les atribuye a los
objetos la capacidad de resolver lo que nos pasa y nuestra conciencia
queda anulada pasando a un estado de conciencia mágica o emocionada
nimbada como de un no sé qué, que delata la conciencia ausente.
Lo
que no significa que se pueda argumentar racionalmente sobre lo que
pasa, se puede argumentar lógicamente pero no es real del todo.
Común con las supersticiones, por otra parte.
Conciencia
en fuga
A este estado donde
la conciencia está ausente de sí misma, aunque está presente en
los objetos que considera y en los cuales se refugia, queda como
cautiva de ellos, es al que denominamos conciencia en situación de
fuga. Porque esquiva el ser consciente de sí misma y tomar distancia.
Hemos dicho que la
conciencia se relaciona con el mundo a través de actos, y estos
actos son el intento de la conciencia de tornarse más consciente de
sí misma. Estos actos siempre tienen una intención, pues ya vimos
que la conciencia es intencionalidad.
En la conciencia en
fuga, hay una conciencia en intención de fuga, donde intenta dejar
de ser consciente de sí misma y busca apoyarse en los objetos o en la
conciencia irracional. Intenta no darse cuenta de lo que debe darse
cuenta por sí misma, por lo que deposita en el afuera la capacidad
de resolución de problemas. También se refugia en la ensoñación,
en la ilusión de las cosas que considera.
La conciencia en
fuga, es básicamente una conciencia en sufrimiento que, al no poder
resolver ese sufrimiento con comprensiones, trata de escapar de esa
situación, depositando su fe en el afuera.
Aquí la
intencionalidad de la conciencia fugada adquiere una modalidad
típica, que es su característica principal: esto es, la deformación
tendenciosa de la estructura conciencia-mundo.
Esta distorsión de
la estructura conciencia-mundo, es una distorsión tal que desemboca
en un cambio de conciencia que es un mundo en fuga; donde no se fuga
de algo en especial, porque si así fuera se daría cuenta de la
fuga, sino que se fuga en general. Por eso hablamos de
conciencia-y-mundo-en-fuga.
Como vemos esto es
algo complejo, porque la conciencia no puede dejar de ser conciencia;
por lo tanto la conciencia en fuga, que intenta no darse cuenta de
ello y paradójicamente, al querer escapar, sólo logra quedar más
encarcelada. He allí su contradicción, que irá en aumento haciendo
mella…
En este punto,
estamos obligados a mencionar que nos ubicamos en la posición
opuesta: de aumentar la conciencia de sí, intentar las
modificaciones del caso con responsabilidad, es cuando se destaca
aquello de ‘hacerse cargo’, que es ser conscientes, libres, y
cuando no podemos hacernos cargo, dejamos la fuga por el encuentro,
de uno mismo, de los demás en modo de transformación de lo adverso.
El
caracol
La metáfora del
caracol, que se encoge y se guarda dentro de su caparazón cuando no
puede avanzar en su medio, ejemplifica bien lo que pasa en este caso,
la conciencia repliega su intención y se recogen en sus ensueños,
puede armar una caparazón de roles para estar como a la defensiva en
su medio y pasa a ritualizar las cosas que quiere conseguir.
Hace
rituales variados de sencillos a complejos, desde adoptar posturas,
climas, gestos a tener ropajes, utensilios y demás, como suerte de
amuletos, que le ayudaran ‘dando suerte’ a conseguir sus deseos.
Es un mundo mágico
porque en la realidad objetal no es efectivo.
En el caso de que una
puerta no se abre y alguien se enfada y grita, eso puede afectarle a
otra persona para que interceda, pero no a la puerta misma (¡!), y
eso es muy frecuente, de modo que hemos de estudiar nuestros modos
emocionales y ver a donde se dirigen, si a los demás o a las cosas…
El caracol personal,
en esta metáfora, es cuando uno se sumerge e ensueños y hace una
coraza de personalidad para estar como a la defensiva de estímulos y
situaciones que no favorecen a esa ensoñación; de modo que será
bueno investigar estas conductas.
Conciencia atributiva
La conciencia
emocionada base de la fuga, es básicamente atributiva porque
adjudica atributos a los objetos que estos pueden o no tener, es el
caso de los artilugios de la magia propiamente tal, como los tótems,
lo los amuletos que al tocarlos o invocarlos podría suceder
determinadas cosas.
En el estudio de creencias prerreligiosas se
advierten mucho estas características. Cuando el creyente adopta el
símbolo de un ave, por citar un caso, creyendo que se le atribuirán
los poderes de tal ave. O cuando roza una estatuilla creyendo que tendrá suerte y cosas por el estilo.
Esta conciencia
emocionada-mágica(3) pasa la cotidianidad de modo relativizado digamos, entonces ciertas
indumentarias, ciertos objetos, conductas, rituales (un saludo, un
protocolo y demás) adoptan esas características propias de ese
estado de conciencia, es creer en que tal o cual elemento
(vestimenta, objeto) le dará prestigio, estatus, ámbitos social y
demás.
Aunque son simples códigos sociales que se van estableciendo
para que la sociedad funcione, bien o mal…
La
contradicción
Mientras más actos
queden inconclusos y sin completarse mayores pueden ser las
contradicciones que se acumulan, y esa energía psíquica se acumula
y tendrá que descargarse o transferirse, de una u otra manera si no
producirá un serio conflicto interno.
No es difícil ver cómo puede
irse generando una suerte de violencia interna que tiende a salir al
medio y perturbar a los demás.
Violencia
Esta conciencia en
fuga, debe deformar la estructura conciencia mundo, y para hacerlo
debe violentarla, presionarla, debe forzar los hechos a fin que éstos
no le recuerden la situación no resuelta. Por eso el fugado
pretende, en su convencer a los demás, que lo acompañen en su fuga.
En este violentar la
estructura conciencia-mundo, se comienza a caer en distintos estados;
desde la intolerancia a la violencia física, pasando por la
irritabilidad hasta el intento larvado de destruir la estructura
conciencia-mundo.
Hemos visto fugados
que desde un edificio comienzan a disparar a los transeúntes o a
destruir a su familia, para luego autodestruirse o buscar ser
destruido. Es así también como se producen los suicidios en masa, o
los suicidios individuales «inexplicables», como los accidentes
fatales, en donde son otros y no él mismo los que lo llevan a la
muerte.
Desánimo
Cuando la conciencia
del fugado no obtiene los resultados por él esperados, tras el
forzamiento de la estructura conciencia - mundo, va quedando en
soledad, comienza a aislarse y su accionar no tiene efectividad
verdadera para resolver sus conflictos, por lo que intenta que sean
otros los que se los resuelvan, se hace dependiente.
Comienza también un
proceso de degradación del mundo y de él mismo. Cae en cuenta que
sus acciones son inútiles para salir de esta situación y cree que
los demás no pueden ayudarlo. Por lo tanto, suele dejar de actuar y
se inmoviliza, no encontrándole sentido a nada. Suele decir: "lo
he probado todo y nada da resultado".
Se siente en un
callejón sin salida. Aunque sí hay salida. No para la conciencia
del fugado, pero sí para aquél que afronta se atreve a ver, a mirar
con sentido de realidad e intenta aceptar profundamente su fracaso,
para ir retomando caminos ascendentes.
El fugado nunca
advierte que aceptar su fracaso y reconocerse en situación de fuga,
puede ser el comienzo de la salida, porque espera que algo mágico lo
saque de allí. Y eso no sucederá. Es valorar su capacidad de
intencionar(4) de un modo consciente e ir avanzando con resolución.
Espejismos
Puede también esta
situación de forzar la estructura conciencia mundo, llevar a
producir los llamados actos rituales, que son actos falsos,
impotentes; actos que tienen sólo significado para el fugado.
Organiza gestos, acciones, con los que pretende enfrentarse con este
mundo que ahora avanza hacia él en forma amenazante (un ejemplo
claro de esta situación, lo tenemos en las conductas cuasi
patológicas de desajuste con el mundo)
El estado de
desintegración de la estructura conciencia-mundo y el alejamiento de
sí mismo es tal, que surgen fantasías que pretenden mantener la
unidad de la conciencia.
Al igual que el
sediento en medio del desierto, ve espejismos como un modo de
satisfacer la necesidad imperiosa de mantener la estructura.
El
fugado alucina con situaciones que vienen a rescatarlo (como visiones
de santos, vírgenes, platillos voladores, voces que lo guían,
horóscopos varios, entre otros).
Intenta entonces con
acciones falsas salir de este estado, a veces con mucha actividad que
lo mantiene ocupado todo el tiempo, y no ocuparse bien de su
situación de modo resolutivo. De esta forma generan otras
situaciones que complican las cosas.
Mejor empezar por mirar todo de
nuevo y optar por un sentido de realidad genuino de afrontar las
cosas. ¿Podrá hacerlo el jugado? Confiemos que sí. Por ello, es
mejor estar bien acompañado con personas, amistades, que estén con
este mismo propósito.
El cuerpo
Sabemos que el cuerpo
es la conexión de la conciencia con el mundo, es una estructura
indisoluble.
Por ello cuando se quiere una fuga completa, hay que
retirar el cuerpo del mundo, no exponerlo, de allí las conductas
esquivas, de ocultamiento, de pasar desapercibidos. O, también
conductas rituales de degradar situaciones adversas. Todo eso se hace
en estado de fuga.
Una vez incorporados
los actos de conciencia más lúcidos y los actos del darse cuenta,
estos no se han de dejar de lado. Conviene persistir en ese esfuerzo.
Esto es lo que nos facilita percatarnos de todo lo que hacemos y
poder cambiar.
El cuerpo no se puede
fugar, y comienza a recibir los embates, de quien se fuga. Que busca
forma de ocultar, de adormecer de quitar el cuerpo de la situación
comprometida.
Por medio de la
sensación, la conciencia puede alejarse de sus problemas reales y
comenzar a ocuparse de los síntomas del cuerpo. Síntomas que nunca
responden en su origen a una enfermedad real, sino al proceso de
fuga; a las tensiones no resueltas que pueden terminar afectando al
cuerpo.
Pueden comenzar los
excesos conocidos que saben llegar a extremos nocivos.
Así, pueden hacerse
aparecer muchas conductas como intentos de descargas de tensiones,
para ocupar la conciencia en otras cosas. A veces infructuosamente.
Las personas con
conciencia en fuga, suelen transitar de consulta en consulta sin
encontrar solución a sus problemas, hasta no dar un salto de
conciencia y hacerse cargo de sí mismas emprendiendo cambios, que,
por otra parte, se saben que se han de hacer.
En fin, el cuerpo
será el que impida al fugado hacer un efectivo escape, y será el
que pueda acerar soluciones, con el cometido de ‘meter el cuerpo’,
poner el cuerpo en situación de hacerse cargo
Temores
Ante la inseguridad,
o sensación de ello, surgen los temores y para cubrirlos la
conciencia emocionada es especialista en presentar formas de
cubrirlo, con rituales varios, desde tratar de esconder el cuerpo es
de algún modo a degradar lo miedoso con exclamaciones diversas.
Sin
duda de entre todas las emociones que por inseguridades pueden
surgir, es el miedo la más frecuente. Y en un mundo como el actual
que se percibe como lleno de amenazas, la conducta temerosa suele
prevalecer y es contagiosa a otros, por ello esos climas de temor son
de fácil contagio y generalización, sin una situación que lo
justifique realmente.
El fugado es inseguro
porque su situación de conciencia lo es y le confiere debilidad, por
ello es necesario contrarrestar con experiencias que despejen esa
situación que confiera fuerza interna y registros de valentía y
criterio de realidad, para captar que detrás de cualquier sombra no
hay más que eso, temores, algo infantiles por cierto, e
injustificados.
Resumiendo
En el fugado, la
conciencia no diferencia actos de objetos. Se produce la
identificación, y es por esta fusión - síntesis que todo se
aparece como emocional – ya sea miedoso o de otro modo. De ahí que
tienda a esconder el cuerpo, sacarlo del mundo y emprende conductas
de escape, de ocultamientos. Mientras más aumentan las emocionalidad
excesiva, más aumenta la distorsión, obnubilando cada vez más la
conciencia.
Aquí al ir tomando
conciencia de ello, mediante la autoobservación básica se va
logrando una situación menos obnubilada, más neutra(5) y con una visión más clara, que contrarreste la mirada confusa que
tiende a la superstición en lugar de al pensamiento crítico.
Como es el cuerpo el
que en definitiva unirá el yo con el mundo, por esto sufrirá. Es
por ello que el fugado intenta sacar el cuerpo del mundo. No mete el
cuerpo en el mundo, sino que lo retirará con un intento larvado o
evidente de ocultarlo. Con lo cual, no es raro que se desmejore de
diversos modos.
Sacar el cuerpo, es
no querer actuar desde él efectivamente; no querer comprender;
justificar todo; no querer salir de donde se está. Meter el cuerpo,
curiosamente, es avanzar con resolución a enfrentar problemáticas
propias, que en principio requieren de cierto valor.
Todo lo descrito, se
presenta diversamente de acuerdo a cada quién y en diversos grados -amplios o mínimos- en los que la fuga y lo mágico, aparecen como
exceso o deficiencia.
Vale decir, en todos
los casos de fuga, los elementos descriptos aparecen con menor o
mayor intensidad.
La
conciencia en fuga
En fuga se tiene
conciencia, pero no de la fuga. Es como una conciencia al servicio de
la fuga.
El fugado ha perdido
la capacidad de autocrítica. De reconocerse. De autoconocimiento.
Así, el fugado ha
elegido el camino de la no liberación, del no darse cuenta, porque
aumenta su irracionalidad y su dependencia de todo aquello de lo que
se fuga.
En fugado se vive
como en una cárcel, donde nadie puede liberar a otro, a menos que se
quiera, se reconozca y se empiece poco a poco…
El re-conocerse es lo
que el fugado no quiere, porque esto de conocer, es algo que el
fugado no podrá lograr jamás, ya que conocer y ser consciente son
inseparables, como el autoconocimiento y la autoconciencia.
Por eso el fugado se
desconoce y se teme a sí mismo, cayendo en las zonas menos lúcidas
de la conciencia, es decir, en el ensueño y en la somnolencia.
Así, la autocrítica se va haciendo mínima y la pérdida de perspectiva, máxima. La noción del yo y el aislamiento, tienden a hacerse inmensos.
Así, la autocrítica se va haciendo mínima y la pérdida de perspectiva, máxima. La noción del yo y el aislamiento, tienden a hacerse inmensos.
La situación de la
conciencia en fuga es un camino descendente, regresivo a etapas
primarias de la conciencia, donde la obnubilación y el olvido de sí
son las constantes.
Fracaso
Todo acto de
conciencia pretende encontrar en el mundo el objeto que la completa,
y vamos viendo que a mayor complejidad de los actos de conciencia, se
requieren objetos de mayor complejidad.
En este proceso de
actos y objetos complejos, la conciencia deja de encontrar los
objetos que la completan y se encuentra con algo inédito: los
objetos ya no satisfacen los actos de la conciencia.
Esto es, la
conciencia fracasa en la búsqueda de objetos que satisfagan
plenamente sus tensiones (recuérdese que todo acto de conciencia se
manifiesta como tensión muscular de búsqueda).
Es en el momento del
fracaso, donde la conciencia en vez de caer en cuenta de su acto,
intenta eliminar sus tensiones a través de las vías de escape
mencionadas.
Pero si la conciencia
advirtiera su fracaso y se hiciera cargo de esta situación, podría
resolver este fracaso con nuevas comprensiones que la llevarían a un
nuevo estado.
Pero este nuevo
estado no siempre se presenta, y se hace imperioso eliminar las
tensiones.
De ahí que la conciencia comience en una intención de fuga a negar su fracaso (por omisión) y a deformar intencionalmente la estructura conciencia-mundo.
De ahí que la conciencia comience en una intención de fuga a negar su fracaso (por omisión) y a deformar intencionalmente la estructura conciencia-mundo.
Fuga social y
cultural
En lo que respecta a
la fuga social y cultural, el panorama no es más halagüeño que el
personal. La sociedad y la cultura realizan una fuga en masa, tiñendo
así, toda actividad, todo mensaje, todo quehacer.
No es difícil
encontrar en nuestra sociedad actual todos los síntomas de la fuga,
donde los fetiches, los objetos mágicos, serán los últimos
descubrimientos de la ciencia, sin descartar por cierto, el «rescate»
de las antiguas tradiciones que toman formas modernas, tales como el
yoga, la meditación, el chamanismo, etc.
Esta situación nos habla
de una fuga por su característica regresiva a los estados de la
conciencia sensible, donde sabemos que los objetos tienen
características mágicas y se les atribuye el poder de resolver los
conflictos.
Otra de las
características básicas de una sociedad en fuga, es la cerrazón,
el enfrascamiento en sus propios círculos viciosos, la
incomunicación y superstición creciente.
No debe creerse
ingenuamente que esta situación de fuga le impide al hombre crear y
organizar un tipo de pensamiento coherente dentro de sus propios
límites.
Será una manera particular de pensar, de organizar, de
valorar todo lo presente, lo que se impondrá a modo de valor
cultural con sus correspondientes creencias.
Esto será en el marco
de referencia para la llamada «conciencia normal».
Surgen así
corrientes de opinión que llevan en esa dirección, una de ellas,
las menos graves, es la del entretenimiento, y la que crea algunos
problemas es la de la diversión…
En fin, que es
prioritario encausar la superstición, los credos, los fetiches y los
ritos del momento, en cualquier orden social, político, religioso,
cultural, por mejores derroteros, como decimos metafóricamente,
caminos del despertar…
Todo lo que tiene
posibilidades de dejar formas de fuga diversas comienza con la
atención de si, la no dependencia, la autocrítica y empezar caminos
con criterios de realidad. Conscientes que hay ‘otras
miradas y otras realidades’.
Muy auspiciosas.
Como pasos a la elevación de la conciencia.
Como pasos a la elevación de la conciencia.
Ernesto H. de Casas. Madrid, 1980. Mendoza mayo 2017
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Notas
1. Estudio iniciado por F. Brentano y completado por E. Husserl y demás
fenomenólogos.
2. Es decir, Apuntes de Psicología (Psicología I,
II, II y IV) Silo. Ver: www.silo.net
3. Mágico y magia viene del griego que se refiere a ‘sobrenatural’
y procede de los persas, aquellos sacerdotes llamados magos que
hacían esos encantamientos, rituales que eran modos de mentalmente
influir en las cosas, los acontecimientos. Y pasa a la jerga
grecolatina. Lo interesante que aún perdura ese significado.
4. Intencionar es casi un neologismo, porque no
contamos con el verbo que exprese la aplicación o ejercicio de la
intención e intencionalidad y es un concepto clave que necesitamos.
5.La neutralidad emotiva tiende a ‘la
imperturbabilidad del alma’ propia de la ataraxia
propuesta por los antiguos griegos.