martes, 9 de enero de 2018

Pequeño Diccionario Masónico


ASHMOLE, Elías (1617-1692). Nacido en Lichfield, Inglaterra, Elías Ashmole fue iniciado el 16 de Octubre de 1646 en la Logia de Warrington. Se trata de uno de los personajes más interesantes para la Masonería debido al importante papel que jugó durante la época de transición (siglo XVII),  momento en que se buscó reunificar y reconstruir una tradición prácticamente desaparecida y dispersa. Como René Guénon dice, al referirse al papel de Ashmole, 

en ese momento se buscó reconstruir una tradición que en gran parte ya se había perdido,

a lo cual Federico González, en Hermetismo y Masonería cap. II, añade: 

En esta extraordinaria labor brilla el nombre de Elías Ashmole en dos aspectos: como uno de los reconstructores de la Masonería en cuanto a la relación de ésta con las órdenes de caballería y las corporaciones de constructores, e igualmente como punto de confluencia con la tradición Hermética. El mismo Ashmole se llamaba hijo de Mercurio (Mercurophilus Anglicus).

    La verdad es que Ashmole es uno de esos personajes históricos cuya acción en el mundo ha contribuido de modo especial a rescatar el verdadero legado espiritual-intelectual de las auténticas organizaciones iniciáticas. 

Anticuario de profesión, fue amigo de otros ilustres masones, como Christopher Wren (famoso arquitecto), de alquimistas, astrólogos, investigadores, practicantes de las Artes Liberales y la Ciencia Sagrada, con alguno de los cuales, como es el caso también de otro masón, Robert Moray, fundó la Royal Society de Londres y la Philosofical Society de Oxford.

    En 1650 publica, bajo el nombre anagramático de James Hasolle, Fasciculus Chemicus, una traducción de textos latinos de Alquimia que había recopilado, entre ellos de Jean d’Espagnet. En 1652 edita el Theatrum Chemicum Britannicum que contiene las obras en verso de los alquimistas ingleses más importantes, como el poema alquímico de Thomas Norton, escritos de George Ripley, una breve descripción en verso de La Mónada Jeroglífica de John Dee, así como una extensa descripción de la obra matemática del mismo; también hace alusiones y alabanzas hacia Michel Maier. 

    Según  recoge la historiadora Frances A. Yates, este Theatrum Chemicum Britannicum de Ashmole era un libro que Isaac Newton copió a mano y “leía una y otra vez”. En 1658 escribe The Way to Bliss, y en 1672 The Institution y Laws and Ceremonias of the Order of  the Garter. Con esta última obra Ashmole contribuyó a restablecer en su tiempo las Ordenes de Caballería. Su amor por dichas Ordenes caballerescas y su total adhesión a las ideas rosacrucianas, así como su interés en el avance de la ciencia, lo hacen aparecer como un personaje simbólico para la Masonería, pues representa una línea ininterrumpida de pensamiento y de hombres librepensadores y de espíritu constructivo que crearon la actual Masonería.

    A su obra escrita hay que añadir la gran cantidad de manuscritos alquímicos que reunió (y que se conocen como “papeles de Ashmole”), piezas de arqueología y todo tipo de objetos relacionados con el arte y las ciencias naturales, como minerales, plantas, fósiles, animales, etc., de todo lo cual llegó a poseer grandes colecciones que le sirvieron para fundar en Oxford el primer museo de Ciencias Naturales del mundo. Además logró embarcar en el proyecto a otros amigos que hicieron donación también de sus colecciones, 

siendo de los primeros en otorgar a la arqueología y al estudio integral del hombre y su mundo un valor real y no el de simples ‘curiosidades’. (F.González, Ibid.)

    Tanto material y tantas joyas llegaron a reunirse que hubieron de crearse dos secciones. A partir de su muerte la de arte lleva su nombre; se trata del famoso Ashmolen Museum, de Oxford, donde pueden seguir viéndose hoy en día todas estas colecciones y consultarse todos estos textos y manuscritos herméticos. Mª A. D.


CALAVERA.Al comienzo del rito de iniciación al grado de Aprendiz el candidato es introducido en un aposento oscuro, llamado Cámara de Reflexión, en el que se encuentra por primera vez con varios objetos simbólicos que en el transcurso del proceso de transmutación irán cobrando más y más importancia simbólica. Uno de los más significativos es la Calavera, símbolo de la Muerte Iniciática.

    En todos los ritos de iniciación, tanto en las sociedades arcaicas como en las grandes civilizaciones se representa simbólicamente a la Muerte, pues la Iniciación siempre ha sido considerada como la muerte del hombre profano y el nacimiento de un hombre nuevo, totalmente regenerado por la acción del rito y la gracia del Conocimiento.

    El viaje iniciático es análogo al viaje post mortem que emprende el alma al morir el cuerpo físico; y Hermes es el Psicopompo que conduce esa alma durante el recorrido que la habrá de llevar al mundo de los dioses.

    En la Masonería la muerte es considerada como un paso, como un cambio de estado, y se la ve como simultánea al nacimiento y la resurrección. La muerte iniciática no es una muerte alegórica, es una muerte real, pues al morir el hombre viejo mueren con él los condicionamientos, las limitaciones y los prejuicios del ser ordinario, esclavo de lo sucesivo, aparente y transitorio, y nacen las posibilidades de recuperar la conciencia de eternidad y la verdadera Liberación.


Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo; pero si muere, llevará mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna. (Juan 12, 24-25).

Es por esto que el iniciado, cuando sale de la Cámara de Reflexión, es llamado Neófito (palabra que significa "nueva planta"). La semilla, que representa sus potencialidades, ha muerto, dando lugar a la posibilidad de germinar a la nueva vida.

    Es por eso que el alquimista dice:

cuando me levanto de la muerte, mato a la muerte que me mata.
F. T.

CATEDRAL. 1. La Catedral es la culminación de la arquitectura cristiana. Su nombre deriva del griego Kathédra, que significa "asiento". El asiento es un lugar o un mueble que sostiene a una figura sedente, postura que refleja una elevación o ascenso -simbolizada por la columna vertebral erguida- por encima de un plano horizontal de base. Precisamente, la Catedral es una construcción simbólica que se yergue sobre el plano terrestre, a la cual se ingresa a ras de suelo por Occidente y de la cual se sale, tras un recorrido horizontal hacia Oriente, por la vertical del Ara o Altar, atravesando la piedra cimera del edificio a fin de acceder a niveles superiores de Conocimiento. Desde este punto de vista, el nombre de Catedral convendría a los templos de todas las tradiciones por igual; por otra parte, uno advierte que la forma y la estructura de una Catedral son expresiones simbólicas perfectas de la naturaleza interior de la vía iniciática masónica. De alguna manera, en la forma geométrica de la Catedral, a la vista de todos, se halla expuesto el secreto que une a los masones y por el que trabajan en sus Logias a cubierto; pero, ¿quién puede 'descifrarlo'?

2. La Catedral, como cualquier templo sagrado, es sede de la Divina Inmanencia, la Shekinah, que penetra a través de la Puerta de los Dioses simbolizada por la piedra angular y difunde sus rayos en el plano de la Creación. Desde el punto de vista religioso o exotérico propio de una gran mayoría de mosenes parroquianos, la entrada de la Divinidad en el mundo de lo manifestado a la que se refieren los Evangelios cristianos -y todos los libros inspirados de todas las tradiciones- es contemplada como la constitución de una entidad individual distinta al ser humano con la cual éste se esfuerza en ligarse o re-ligarse (de ahí la palabra 'religión'), pero que percibe como algo tan disímil como las piedras del templo en el que lleva a cabo sus prácticas religiosas. Para la visión interior o esotérica, en cambio, el ser individual está en el seno de la Divinidad y no puede discernirse de ella más que ilusoriamente. La Divina Inmanencia se efectiviza cuando el yo individual adquiere conciencia de que no es más que un estado del Ser Universal y de que su esencia es la propia Esencia Divina, la quintaesencia de todo lo ígneo, lo aéreo, lo acuoso y lo pétreo. Así, entre el templo y el yo no hay, no puede haber, ninguna dualidad verdadera.

3. A los ojos del iniciado masón, una Catedral deja de ser un 'local decorado al gusto de una época' para convertirse en una imagen del Paraíso terrenal en el que siempre ha habitado -acaso, sin haberlo advertido durante mucho tiempo-, poblado por altas palmeras, animales fantásticos y un monte sagrado, y también de la Jerusalén Celeste de forma cúbica que signa el fin del actual ciclo de manifestación. El Paraíso y la Jerusalén de los cielos son los modelos arquetípicos de la Catedral, es decir, sus ideas directrices, y éstas son análogas a la de cosmos u orden que rige en todo lo manifestado. Como el Paraíso terrenal, la Catedral se alza en un punto elevado significativo de la geografía sagrada, y está cubierta por una bóveda arquitectónica análoga al firmamento. Como la Jerusalén celeste, la base de la Catedral es cuadrangular y sus puertas se orientan a los cuatro puntos cardinales. La Catedral es, en definitiva, un símbolo de la manifestación, esto es, de lo manifestado, de su Principio y de la acción creadora de dicho Principio, tríada que es una Unidad en su esencia y que incorpora en su seno al constructor del templo. Esta es la verdad interior de la Catedral, la que sus piedras talladas simbolizan; esta es la realidad que ha dado fundamento y razón de ser al trabajo de los canteros de todos los tiempos, quienes han rubricado su comprensión de la obra de arte con una marca en la piedra tallada.

4. El pórtico de la Catedral constituye una síntesis del programa simbólico del templo. El pórtico plasma en alzado lo que la Catedral en su conjunto expresa en planta y en la tridimensión, y es análogo a ella. Así, las bóvedas y el suelo de las naves, que simbolizan el cielo y la tierra, se corresponden respectivamente con el arco del pórtico y el espacio de forma rectangular en el que se inscriben las puertas del templo. Si para un masón es dable una 'lectura' esotérica de las Catedrales, también lo es de sus pórticos, y acaso podría decirse que con mayor razón, puesto que nuestros antepasados constructores a menudo erigieron pilares en los pórticos de los templos cristianos a imagen de las columnas que decoran las Logias y sostienen los templos interiores. Ambas columnas comprenden el recorrido del Sol en el horizonte, las circumambulaciones en Logia y el recorrido por los Misterios Menores. M. G.

COMPAÑERAZGO. 1. René Guénon escribe en el capítulo XIV de Aperçus sur l'Initiation lo siguiente: 

"Apenas hay en el mundo occidental otras organizaciones iniciáticas que puedan reivindicar una filiación tradicional auténtica (condición fuera de la cual, recordémoslo una vez más, no podría haber otra cosa que 'pseudoiniciación') más que el Compañerazgo y la Masonería, es decir, formas iniciáticas basadas esencialmente en el ejercicio de un oficio, en su origen por lo menos, y por consiguiente, caracterizadas por métodos particulares, simbólicos y rituales en relación directa con ese mismo oficio. Aquí solamente hay que hacer una distinción: en el Compañerzago se ha mantenido siempre el vínculo original con el oficio, mientras que en la Masonería éste ha desaparecido de hecho".

    Los orígenes históricos del Compañerazgo son inciertos, como corresponde a una orden iniciática tradicional que hunde sus raíces, en última instancia, en el no-tiempo mítico. Los textos escritos más antiguos que se conocen en los que se menciona a los Compañeros del Oficio o del Deber con tal nombre datan de los siglos XV y XVI y aparecen en un ámbito geográfico concreto: Francia. Ahora bien, el Compañerazgo francés, como la sociedad alemana de los Steinmetzen (talladores de piedra) del siglo XII o la Francmasonería anglosajona de los siglos XIII y XIV, son todas ellas organizaciones herederas sin solución de continuidad de las guildas y cofradías de oficios medievales, las cuales, a su vez, fueron una prolongación de los Collegia Fabrorum del Imperio Romano, depositarios de antiquísimos conocimientos esotéricos y transmisores de la iniciación en los Misterios. El Compañerazgo es, pues, una organización iniciática que, entroncada en la Tradición Hermética al igual que la Masonería, se formula como un símbolo de una idea arquetípica -que como tal es ajena al devenir- en un dominio histórico y geográfico al cual fecunda.

    Algo que es muy característico del Compañerazgo es precisamente su sello geográfico: el Compañerazgo es una vía iniciática de gentes de país, de "paisanos", tal como los Compañeros del Tour de Francia se denominan unos a otros; esto es, se trata de una vía de Conocimiento que en sí es universal, puesto que la Verdad es una y única, pero cuyos métodos se hallan adaptados a la naturaleza interior de los hombres concretos a los cuales está destinada.

    Los orígenes míticos del Compañerazgo, es decir, sus verdaderos orígenes, se remontan, como en la Masonería, a la construcción del Templo de Salomón. Tres son los fundadores legendarios de los diferentes Deberes o ritos compañónicos: el Rey Salomón, Maître Jacques y Père Soubise. La leyenda fundacional de los Enfants de Salomon o Compañeros del Deber de Libertad se entronca con la narración bíblica de la construcción del Templo salomónico. Según dicha leyenda, la presencia en Jerusalén de una gran multitud de obreros causaba a Salomón e Hiram grandes dificultades para distribuir los salarios: mezclados con los obreros del Templo, intrusos e impostores se presentaban a reclamar una paga al igual que aquéllos, y la obtenían en medio de la confusión. Para remediarlo, Salomón dio a cada obrero un deber y una palabra de paso para hacerse reconocer, y cada cual recibía una paga acorde con su trabajo. Además, cuando un obrero llegaba a ser un buen artesano, Hiram lo interrogaba, y si le reconocía la capacidad requerida, le decía que perseverara y que sería recompensado. Días después, uno de los contramaestres de la obra conducía al recipiendario a un subterráneo del Templo donde, en medio de los compañeros de obra, era iniciado y recibía nuevas palabras de paso y de reconocimiento. Así es como se dice que fue fundado el Compañerazgo de la Libertad (ver E. Martin Saint-Léon, Le Compagnonnage. Son histoire, ses coutumes, ses règlements et ses rites. París, 1901).

    La leyenda de Maître Jacques, fundador mítico de los Compañeros del Deber o Deberantes, también se relaciona estrechamente con la construcción del Templo de Salomón. Maître Jacques era uno de los primeros maestros artesanos de Salomón y colega de Hiram, y había aprendido a tallar la piedra en su infancia. Viajó por Grecia, Egipto y Palestina por espacio de 21 años, y llegó a Jerusalén a la edad de 36. Allí construyó dos columnas dodecagonales para el Templo, la columna Vedrera y la columna Macaloe, sobre las que fueron esculpidas escenas del Antiguo Testamento. Maître Jacques fue nombrado maestro de los talladores de piedra, de los masones y de los carpinteros, y acabada la construcción del Templo, partió de Judea en compañía de Soubise, de quien luego se separó. La nave de Soubise llegó a Burdeos, mientras que Jacques desembarcó en Marsella junto con 13 compañeros y 40 discípulos. Viajó por tierra durante tres años y se retiró a la ermita de la Sainte-Baume en la Provenza, donde murió a manos de cinco asesinos instigados por el traidor Jéron, uno de sus discípulos. Antes de expirar encomendó a sus discípulos que fuesen fieles a su Deber y que transmitiesen su beso a los compañeros que ellos recibiesen en lo sucesivo. Muerto Maître Jacques, sus discípulos lo desnudaron y encontraron un junco bajo su ropa. A continuación, repartieron sus vestiduras entregando el sombrero, a los sombrereros; la túnica, a los talladores de piedra; las sandalias, a los cerrajeros; el manto, a los carpinteros; el cinturón, a los carpinteros de obra; y el bordón, a los carreteros (E. Martin Saint-Léon, op. cit.).

    De Père Soubise cuenta la leyenda conservada por sus Enfants que fue también, como Jacques e Hiram, uno de los arquitectos del Templo de Salomón. Las rivalidades de tipo profano sugidas entre los Compañeros de distintos Deberes han introduicido importantes distorsiones en el relato mítico de Soubise, quien aparece en algunas versiones como un feroz opositor a Maître Jacques, a quien acosa hasta su muerte, la cual habría sido inducida por el mismo Soubise.

2. La conservación del vínculo original con el oficio en el Compañerazgo supone, para los adeptos de esta vía iniciática, un apoyo simbólico precioso en el camino de su realización espiritual. 

Si el oficio es algo del propio hombre y como una manifestación o una expansión de su propia naturaleza, es fácil de entender que pueda servir de base a una iniciación, e incluso que sea, en la generalidad de los casos, lo que está mejor adaptado a tal fin" (René Guénon, El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. VIII).

Por otra parte, los secretos del oficio son 

soportes de la realización interior, pues es a ésta, en definitiva, a la que estos secretos se refieren, ya que son los propios de la cosmogonía en su permanente recreación en el alma humana. Este es el sentido profundo de los símbolos y ritos propios de cada oficio, y que hacen de ellos una actividad sagrada. (Federico González et al., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, Módulo A, acápite "Arte y Artesanías").

    Del Compañerazgo como organización iniciática de oficio también hay que destacar su gran versatilidad. Si bien los Compañeros del Deber sólo acogían en su seno a cuatro sociedades madre al principio -las de los talladores de piedra, los carpinteros, los cerrajeros y los carpinteros de obra-, en el siglo XIX ya agrupaban a más de 20 oficios: además de los ya citados, a los curtidores, los tintoreros, los cordeleros, los cesteros, los sombrereros, los blanqueros gamuceros, los fundidores, los alfileteros, los herreros, los tundidores de paño, los torneros, los vidrieros, los silladores, los sarteneros, los doladores, los cuchilleros, los hojalateros, los guarnicioneros, los carreteros, los claveros, los techadores y los yeseros (E. Marin Saint-Léon,op. cit.). Hay constancia de que la agregación de una nueva sociedad artesanal al Compañerazgo estaba precedida de su presentación por parte del gremio 'padrino' ya adherido en cuyo seno había surgido la corporación, y de que la recepción de dicha sociedad se efectuaba de modo ritual (tal fue el caso, por ejemplo, de los doladores, quienes fueron presentados por los carpinteros, o de los hojalateros, quienes lo fueron por los fundidores). De este modo, el Compañerazgo ha transmitido durante siglos la iniciación y la capacidad de otorgarla a muchos gremios de artesanos, realizando adaptaciones tradicionales de los ritos a las características de los distintos oficios y actualizando permanentemente de este modo la memoria de que las artesanías son, por encima de todo, vías simbólicas de conocimiento. Ars sine scientia nihil (El arte sin la ciencia no es nada).

3. La verdadera razón de ser del Compañerazgo es la iniciación, por más que hoy en día puedan desconocerlo muchos de sus miembros. La imagen que se proyecta del Compañerazgo actualmente en la plaza pública es la de una élite obrera que ha alcanzado el pleno dominio de su especialidad y un elevado nivel cultural y moral cursando una especie de ciclo intensivo de formación profesional de gran exigencia. 

Esto es la visión absolutamente profana que impera de lo que es, antes que nada, una organización iniciática.

    En general, las sociedades compañónicas reconocen tres grados correspondientes a otros tantos niveles de efectivización de la iniciación: el de novicio o aspirante, el de Compañero recibido y el de Compañero acabado. Existen distintos ritos de recepción en el Compañerazgo, que difieren de una sociedad a otra y que han sido muy poco difundidos. El ritual de recepcion de los curtidores y los zapateros del Deber descrito por Martin Saint-Léon (op. cit.) consta de dos tenidas. En la primera, los aspirantes que desean ser recibidos presentan su obra de arte (chef d'oeuvre), la cual es examinada detalladamente por los Compañeros en su cámara. Si el aspirante no es rechazado -bastaría para ello que lo fuera por tres Compañeros-, se le introduce en la cámara, donde un Compañero designado le indica los defectos de su obra y le informa de que su solicitud de recepción será respondida próximamente. En la segunda tenida, el aspirante es sometido a un interrogatorio para verificar su recta intención y es introducido con los ojos vendados en el templo, donde tras un nuevo interrogatorio y serle retirada la venda, prestará su juramento y recibirá un nombre simbólico. Dicho nombre es compuesto, y está formado por el gentilicio correspondiente a la ciudad o pueblo de origen del neófito y de una cualidad concreta de su carácter.

    El Compañero recibido debe realizar el Tour de Francia para efectuar su perfeccionamiento y alcanzar la plenitud de su condición. Se trata de un viaje de varios años por la geografía francesa durante el cual el Compañero realiza estadías en distintas ciudades donde recibe la enseñanza y los secretros del oficio de un modo gradual. En cada ciudad del Tour de Francia, las diferentes sociedades compañónicas tenían representantes cualificados que estaban a cargo del cuidado y la formación de los Compañeros. El Premier-en-ville y el Second-en-ville eran los oficiales de mayor rango. Un cargo especialmente importante era el del Rouleur, llamado así por ser el encargado del registro (rouleau) de los Compañeros en tránsito. El Rouleur acogía a los llegados y acompañaba a los que partían hasta el punto de separación; también se ocupaba de convocar las asambleas y proporcionar trabajo a los Compañeros llegados.

    Un Compañero recién llegado a una ciudad al cabo de una etapa del Tour debía presentarse en primer lugar a la Mère, oficial femenino responsable junto a su esposo -el Père- de lo que era a la vez albergue de los Compañeros y sede de la Orden en la que se celebraban las asambleas. El llegado se hacía reconocer por la Mère y por un Compañero mediante su pasaporte compañónico, diversos signos gestuales y sus respuestas a un interrogatorio ritual. A continuación, el Compañero llegado entraba ritualmente en la casa de la Orden (Entrée de Chambre) donde, una vez acogido, podía alimentarse y descansar. El mismo día de su llegada o a la mañana siguiente, el Rouleur iba a buscarle trabajo; mientras no lo encontrase, el Compañero llegado tenía derecho a alojamiento y manutención gratuitos.

    El término de la estancia de un Compañero recibido en una ciudad del Tour se señalaba con un rito específico (Levage d'Acquit). Su partida era objeto de una procesión ceremonial (Conduite) a cuya cabeza iban el Compañero y el Rouleur. El Rouleur llevaba la caña y el fardo del Compañero sobre su espalda hasta el punto convenido, donde la comitiva se detenía y procedía a una despedida ritual.

    Cuando dos Compañeros del Tour se encontraban por el camino, se reconocían mutuamente mediante el topage: se detenían uno frente a otro, adoptaban una posición convenida y, a la voz de " Tope! ", se interrogaban recíprocamente sobre su oficio y sobre el Deber al que pertenecían. Si se trataba de sociedades hermanadas, se estrechaban la mano y bebían juntos, pero si los Deberes eran distintos, el topage acababa a menudo a bastonazos (Hervé Masson, Dictionnaire Initiatique, entrada "Compagnonnage").

    Los Compañeros de cada Deber portaban insignias y objetos propios de su sociedad. La caña es el más característico de todos, y se dice que las distintas maneras de portarla tenían distintos significados. Por otra parte, las cintas de colores son marcas distintivas de la sociedad a la que un Compañero pertenecía; pero, por encima de las aplicaciones puramente utilitarias y contingentes de estos objetos simbólicos, debe atenderse a su significado superior, que es de tipo simbólico y común a todos las vías iniciáticas de la Tradición Hermética. Así, la caña del Compañero está relacionada con el báculo del Maestro de Ceremonias masónico, con la varita del Mago del primer arcano mayor del Tarot, y en general, con todos los símbolos axiales (ver Eje). Por otro lado, los colores son, como los del arco iris, un símbolo de las indefinidas posibilidades de manifestación en que se polariza y concreta la Luz emanada del Principio (ver Colores). Con respecto al carácter hermético del simbolismo compañónico, Masson (op. cit.) escribe lo siguiente: 

En Compostela existe una estatua de Santiago el Mayor (Jacques le Majeur) sosteniendo un bastón de peregrino alrededor del cual se enrollan y entrecruzan en forma de caduceo dos cintas compañónicas. 

Ahora bien, Santiago era el patrón de los alquimistas y el caduceo una figuración de la doble polarización del mercurio de los filósofos. Pero en este caso preciso, las serpientes del caduceo son reemplazadas por las cintas del Compañerazgo. ¿Qué vínculo secreto ha podido existir entre el antiguo hermetismo y las cofradías de oficio de antaño?


4. El Compañerazgo y la Masonería son las organizaciones herméticas depositarias de la iniciación que han subsistido en Occidente hasta nuestros días. Ambas han actuado -y siguen haciéndolo- como arcas que atesoran cuanto debe ser preservado de un mundo que naufraga a un ritmo cada vez  más trepidante. La Masonería ha conservado, incorporándola a sus ritos, la herencia simbólica de los Collegia Fabrorum, los Constructores medievales de catedrales, los Alquimistas, los Templarios, los Cabalistas y los Rosacruces. El Compañerazgo, por su parte, ha vivificado la memoria del origen sagrado y la razón de ser profunda de todas las artesanías por medio de adaptaciones tradicionales que han permitido el mantenimiento de la iniciación en los 'oficios especializados' surgidos con posterioridad a la Edad Media. Por otra parte, el Compañerazgo y la Masonería se han fecundado mutuamente a lo largo de su historia, tal como testimonian, por ejemplo, las grandes concordancias existentes entre los Catecismos masónicos y compañónicos de los siglos XVIII y XIX. Y es que difícilmente podría haber sido de otro modo entre organizaciones pertenecientes a una misma Tradición viva -la Tradición Hermética- que reconocen unos mismos orígenes míticos. Mucho se ha escrito acerca de las disensiones y rivalidades profanas entre la Masonería y el Compañerazgo y entre los Deberes compañónicos, pero muy poco se ha dicho acerca de la unidad fundamental de todas las iniciaciones que toman a la construcción del Templo de Salomón como su modelo arquetípico. Un Compañero masón y un Compañero recibido, a poco despiertos que estén, sabrán comprender que los cinco viajes en Logia y el Tour de Francia son símbolos análogos de un mismo y único viaje interior, y que el conocimiento esotérico que se propone adquirir al Compañero masón por medio de las Artes Liberales es la misma enseñanza interior vehiculada por los secretos de oficio que se le van a ir revelando al Compañero recibido durante su circumambulación ritual por la geografía francesa.

    Se dice que el Compañerazgo está experimentando un auge en la actualidad, y ello se argumenta sobre la base del crecimiento del número de miembros de la Orden -unos 20.000 hoy en día, mientras qqqueee en la posguerra habían llegado a ser sólo 5.000-. 

Pero, a decir verdad, el Compañerazgo, al igual que la Orden Masónica, está afectado por la degradación generalizada que imprime el devenir cíclico sobre la historia del mundo. Cuando leemos noticias que ensalzan que hoy haya compañeros caldereros dedicados a la reparación de plataformas petrolíferas o compañeros mecánicos que trabajan en proyectos de cohetes espaciales, tememos que una gran parte del aparente éxito del Compañerazgo se esté operando al coste de una mutación antitradicional de sus usos y costumbres. En el fin de ciclo oscuro que afrontamos, quizás sólo podremos encontrar encarnado el verdadero espíritu del Compañerazgo y la Masonería en pequeños grupos o logias anclados en el recuerdo permanente del Principio y la Cosmogonía, la cual es actualizada mediante el rito. M.G.


CORAZON. El símbolo del corazón es análogo al del centro. Así como el centro se expande manifestándose, conformando un espacio, y se contrae hasta la inmanifestación, este mismo movimiento que a un nivel aparece como sucesivo siendo en realidad simultáneo, es el que ejemplifica el corazón con su sístole y diástole. En la primera fase el corazón es receptáculo, copa, en la segunda es proyección, los efluvios que recibe en la oscuridad de su caverna, se reparten en generosidad vivificante.

    Aunque el punto de vista moderno se limite a considerar el corazón como sede de los sentimientos, en contraposición y por debajo del cerebro, sede de una inteligencia racional, todas las tradiciones unánimemente localizan en él una inteligencia intuitiva y sintética en contraposición y por encima de una razón analítica y discursiva que se localiza en el cerebro.

    Para el Hinduismo el corazón es la morada de Brahma, para el Islam contiene el Reino de Dios y el Cristianismo nos brinda el simbolismo del Sagrado Corazón. En la Masonería el corazón de la Logia es el altar. Situado en el mismo centro y bajo la cúpula celeste, en un aspir absorbe la energía supracósmica que expande en las seis direcciones, hasta los límites del Templo. 

    En el Ritual de recepción a segundo grado, el Primer Vigilante comunica al Recipiendario los secretos del grado de Compañero, y al confiarle el "Signo Penal" que se hace retirando la mano derecha del corazón horizontalmente y dejándola caer lateralmente trazando una escuadra, le comunica su significado: "Preferiría arrancarme el corazón antes que revelar indebidamente los secretos que me han sido confiados". 

    Si la finalidad última del iniciado es acceder al Conocimiento, "arrancarse el corazón" simboliza renunciar a este objetivo, cortar el vínculo que le da acceso a esta Posibilidad, prescindir de la más alta facultad del hombre: su Inteligencia. El verdadero masón no "revelará indebidamente" ningún secreto pues sabe que por naturaleza es incomunicable; pero sí sabrá seguir el camino del corazón, la vía de acceso a lo suprahumano, que cada hombre alberga dentro de sí, y sabrá indicarlo y compartirlo con quien rectamente lo solicite.A.G.


ESPEJO. En el rito de iniciación del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, después de que el neófito haya verificado si alguno de los hermanos que forman la cadena de unión en la que es recibido pudiera haber sido anteriormente su enemigo para tenderle ahora la mano y olvidar el pasado, el Venerable Maestro le dice: "No es siempre delante de uno que se encuentran los enemigos. Los más temibles muchas veces están detrás. ¡Volveos!". Entonces, se le presenta un espejo que lo pone cara a cara consigo mismo; seguidamente, se da la vuelta al espejo para que pueda leer la inscripción que figura en su reverso: "Conócete a ti mismo". 

    El espejo, siendo una superficie o lámina de cristal azogada, casi siempre de mercurio, aunque también pueda ser de otro metal bruñido, refleja o representa lo que se pone ante él. A lo largo del camino iniciático, el adepto debe aprender que aquello que retrata el espejo es solamente su apariencia, una imagen transitoria del ser individual sometida a las leyes del devenir, una ilusión cambiante y contingente, y por tanto, todo aquello con lo cual no debe identificarse, ni reconocer como el fin del proceso, pues de ser así quedaría atrapado en la rueda de la vida y perdería la posibilidad de la verdadera realización metafísica, la cual está más allá de la naturaleza y cuya aprehensión excede las facultades humanas. 

    El mayor error y más grande enemigo del iniciado es identificarse con los aspectos puramente formales, caducos, egóticos y cambiantes del ser individual, en lugar de verlos como simples destellos o reflejos transitorios del Ser Universal, los cuales deben ser traspasados para fusionarse finalmente con la esencia supraformal, suprahumana, es decir, con lo inmutable, indimensionado, con el Sí mismo, análogo al Atma hindú o al principio masónico denominado Gran Arquitecto del Universo. Es también en este sentido que debe entenderse a la Masonería especulativa, ya que el término del cual procede, speculum, etimológicamente significa mirar, y ello alude precisamente a una mirada que penetra inteligentemente la interioridad o el sentido profundo de todos los símbolos que la Masonería conserva, afín de trascender la forma y ser uno con su esencia. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con las elucubraciones mentales y parciales a las que se ha visto abocada la Orden en nuestros dias, sino más bien con reconocer el verdadero y único Espíritu del que ésta emana. M.V.


FLORES. Las flores aparecen como elementos ornamentales y de ofrenda en numerosos ritos masónicos. Así, en el momento de la consagración de un templo, el Serenísimo Gran Maestro lanza flores hacia la bóveda celeste  seguido por todos los Hermanos. En el rito de encendido de luces, ramos y guirnaldas de flores decoran todo el templo. En el rito de reconocimiento conyugal se hace entrega de una cesta de flores a la esposa y de ramilletes para todas las damas que han asistido al acto. En el rito de iniciación, después de la entrega de los guantes al nuevo Hermano, se le regala una rosa (flor simbólica por excelencia en Occidente) destinada a la mujer que tiene más derecho a su respeto y amor. Flores multicolores decoran los ágapes y las fiestas solsticiales. Las flores se relacionan con los festejos, con la alegría y el júbilo, y también con la idea de lo efímero y perecedero, contribuyendo con sus formas, colores y aromas al embellecimiento del templo masónico.

    Dos símbolos se relacionan e identifican especialmente con la flor: el de la copa o cáliz y el de la rueda. Como el primero, la flor representa la receptividad de los efluvios celestes, el principio femenino o pasivo de la manifestación -Prakriti en el hinduismo- y la substancia universal, y por ello la flor guarda también una estrecha vinculación con el Santo Grial de la tradición occidental, el cual, en tanto que vasija, se corresponde con la receptividad, y por la sangre que contiene es símbolo del centro de la vida y también del centro del ser completo. Por otra parte, la flor, como la rueda, simboliza la manifestación cósmica. 

En efecto, siendo el símbolo de la rueda la expresión del movimiento y la multiplicidad, también lo es de la inmovilidad original y de la síntesis. Es, asimismo, la expresión simbólica de la expansión y la concentración. (F. González, La Rueda. Una imagen simbólica del cosmos).

    En ambos símbolos, y obedeciendo a unas leyes universales y a una misma idea geométrica, se produce el desarrollo de las indefinidas posibilidades de manifestación a partir de un centro oculto e invisible. Los radios de la rueda y los pétalos de la flor -en su abrirse y desprenderse- representan el paso del origen indeterminado y misterioso al riquísimo, vasto y novedoso despliegue de todo lo creado, que llegando al límite de su expresión, debe ser finalmente reabsorbido por el principio del cual procede. De esta manera, la presencia de las flores en los templos masónicos recuerda que éstos son arcas de símbolos universales presentes en todas las tradiciones. M.V.


MORAY, Robert (1607/8-1673). Fue el primer masón registrado en una logia escocesa (Edimburgo, 20 de Mayo de 1641) con intereses herméticos y científicos. Excelente matemático, general militar, ingeniero técnico arquitecto, experto en edificaciones militares, jugó un importante papel en la Masonería de transición, el periodo en que se estaba produciendo el paso de la Masonería operativa a la especulativa, y en el que se estaba dando la coexistencia de ambos tipos de logias.

    Amigo y maestro de Thomas Vaughan, quien fuera primer traductor al inglés de los Manifiestos Rosacruces, editados en 1652 a partir de un manuscrito perteneciente a la familia de Moray. Documentos Rosacruces también copiados a mano por otro amigo de Moray, el importante hermetista y masón Elías Ashmole, compañero fundador de la Royal Society de Londres, institución de la cual Moray fue su primer presidente. Estas relaciones humanas y los hechos y realizaciones a que dieron lugar, adquieren gran relevancia dado que se refieren a ciertas corrientes de pensamiento que  confluyendo en la síntesis de la idea, dieron nacimiento a la actual Masonería.

Todas estas coincidencias y otras -dice Federico González al referirse a este periodo- nos hacen  pensar en las sociedades secretas propias de ese tiempo en toda Europa y que también se dieron en las Islas Británicas, y es frecuente en varios autores destacar al Rosacruz como uno de los orígenes de la Masonería, así como otros reclaman la filiación templaria. De hecho estas dos corrientes no tienen por qué contraponerse (Ibid.).

y René Guénon apunta: 

se dice que los templarios que escaparon a la destrucción de su orden se disimularon entre los obreros constructores; si algunos no quieren ver ahí más que una ‘leyenda’ la cosa no es menos significativa por su simbolismo; y por lo demás, de hecho, es indiscutible que por lo menos algunos hermetistas actuaron así, concretamente entre aquellos que se vinculaban a la corriente rosacruciana. (Iniciación y Realización Espiritual, cap. XXVIII ).

    En 1647, seis años después de su iniciación masónica, se casa con Sofía,  hija de David Lindsay, Lord Balcarres, quien a su vez estaba casado con una hija de Alexander Seton, entrando a formar parte de las familias Lindsay y Seton-Montgomery, nobles familias escocesas de tradición esotérica, conocidas también como familias de los Old Charges (“Antiguos Deberes”). A este respecto Michael Baigent y Richard Leigh en su libro Des Templiers aux Franc-Maçons dicen lo siguiente: 

Moray ofrece justamente ese género de referencias. Parece típicamente representativo de la masonería del siglo XVII. Dado el caso podría ser definido como la fusión de las tradiciones transmitidas por la Guardia escocesa y las familias de la nobleza escocesa -tales como los Lindsay y los Seton-, de la química o alquimia y del rosacrucianismo venidos del continente, y de diversos intereses científicos y filosóficos que prevalecían en el ‘Colegio invisible’ y, más tarde, en la Royal Society.
Mª A. D.

NOMBRE SIMBOLICO. Cuando el postulante a la iniciación masónica es conducido ante la puerta del templo tiene un nombre profano que es la expresión exterior de una serie de características de su individualidad física y psíquica y con el cual se lo ha designado hasta ese momento. Después del rito de iniciación, donde se produce una muerte real al mundo ilusorio y aparente y un renacimiento simultáneo a la verdadera sacralidad de la existencia, el neófito debe reconocer por sí mismo un nuevo nombre con el que se lo identificará y reconocerá dentro de la Logia. Con respecto a esto nos dice René Guénon (Aperçus sur l'Initiation, pág.183): 

Ya hemos insistido sobre la concepción de la iniciación como un "segundo nacimiento"; y es precisamente por una consecuencia lógica inmediata de esta concepción que, en el interior de numerosas organizaciones, el iniciado recibe un nuevo nombre, diferente del profano; y esto no es una simple formalidad, dado que este nombre debe corresponder a una modalidad igualmente diferente de su ser, aquella cuya realización se hace posible por la acción de la influencia espiritual transmitida por la iniciación.

Además, no es de extrañar que en este recorrido iniciático el individuo vaya cambiando de nombre, pues:

Podemos ir aún más lejos: a cada grado de iniciación efectiva corresponde todavía otra modalidad del ser; aquél [refiriéndose al iniciado] deberá, pues, recibir un nuevo nombre por cada uno de estos grados. (ibid.).

    Así, estos nombres simbólicos representan las envolturas que velan y al mismo tiempo revelan la esencia de un ser individual. Pero cuando esa individualidad, plenamente realizada, alcanza el estado del Hombre Verdadero y empieza el recorrido por los Grandes Misterios, es decir por los estados incondicionados,

un ser tal, en verdad, ya no tiene nombre, ya que éste es una limitación de la cual está liberado en lo sucesivo; podrá, si ha lugar, adoptar cualquier nombre para manifestarse en el dominio individual, pero ese nombre no le afectará de ninguna manera y le será tan "accidental" como una simple vestidura que se puede quitar o cambiar a voluntad. (ibid., pág. 185).
M.V.

PALANCA. La palanca es una herramienta que, juntamente con la regla, se entrega al Aprendiz postulante a Compañero para realizar el segundo viaje simbólico en el rito de Aumento de Salario, además de constituir uno de los útiles propios que se ponen a su consideración y estudio durante este nuevo periodo de aprendizaje. Tanto su diseño como su funcionamiento es muy simple: consiste en una barra de hierro de longitud variable y doblada por sus dos extremos en sentidos opuestos, la cual, por un lado, evoca el simbolismo axial del Eje del Mundo, al tiempo que permite al obrero levantar grandes cuerpos pesados cuya elevación le sería difícil o imposible si contara únicamente con sus limitadas fuerzas humanas. Para ello, se debe colocar uno de sus extremos bajo el material a elevar -lo que simultáneamente fija un punnntooo de pivotaje y de apoyo inmóvil-, y aplicar con las manos sobre el otro extremo una fuerza descendente, en el mismo sentido en que el objeto es atraído hacia la tierra. Si la longitud del brazo de la palanca desde el punto donde se ejerce la presión hasta el punto de apoyo es mayor que la que dista entre dicho punto y el otro extremo de la barra, se multiplica la fuerza aplicada y se opera la elevación. El secreto de la multiplicación de la fuerza emana de la presencia del punto inmóvil, y su efectividad, de la justa proporción de las distancias explicadas anteriormente. Como resultado de las dos fuerzas descendentes (la que ejerce el hombre y el peso del objeto) se opera un impulso en sentido inverso, es decir vertical-ascendente, que remonta el cuerpo sobre el que trabaja la palanca.

    En el deambular del segundo viaje simbólico que el postulante efectúa con la regla en la mano izquierda y la palanca en la derecha (ubicación que se corresponde respectivamente con el aspecto pasivo y activo de cada útil), aquel se detiene frente al sitial del Hermano Tesorero –el guardián del Tesoro de la Logia- y lee un epígrafe en el que figura el nombre de los cinco estilos arquitectónicos. Acto seguido se le insta a convertirse en una columna viva y a ser 'uno de los pilares inquebrantables del templo'. 

    La palanca es una herramienta que cumple una importante función simbólica en esta magna obra de edificación, tanto exterior como interior, y por su diseño y función contribuye a la elevación de las piedras que podrán entonces ser ubicadas en el lugar justo que les corresponde dentro del templo. Si por las leyes de la analogía transponemos esta labor constructora que se ayuda de la palanca al proceso de realización espiritual, descubrimos que aplicando la voluntad y el discernimiento con estrategia y proporción, y ubicándonos en la inmutabilidad de un punto, es posible vencer todas las dificultades y resistencias y conocer el lugar que cada cual ocupa en la armonía del Todo. Además, la palanca, al elevar, provoca una ruptura de nivel, lo cual es análogo a la apertura de estados de conciencia del Ser cada vez más sutiles y universales, promovidos por el recorrido siempre ascendente del proceso iniciático.

Arquímedes de Sicilia pedía un punto fuera de la tierra para contrabalancear él mismo la tierra entera, pues afirmaba que, mientras estuviera en ella, no tendría fuerza suficiente" (Sinesio de Cirene, Sobre los sueños. En Himnos y Tratados. Ed Gredos, Madrid, 1993, pág. 257).

    La palanca cósmica apuntada por este autor señala 'un punto fuera de la tierra', análogo al punto geométrico donde se reúnen los masones -que no está en ninguna parte por corresponder al estado de conciencia de Unidad libre de todo condicionamiento-, capaz desde su inmutabilidad de imprimir el impulso y movimiento a todo el orbe. Esta imagen relaciona a la palanca con la virtud  de la Fe, entendida como la experiencia certera que todo el poder, la fuerza y el establecimiento del orden universal son de naturaleza divina y surgen de un punto prístino capaz de 'mover montañas'. En este sentido, vemos también la relación entre dicho establecimiento y el significado de la palabra sagrada del segundo grado simbólico. M. V.


PAVIMENTO MOSAICO. En el centro de la Logia se extiende el Pavimento Mosaico, tapiz de cuadros blancos y negros exactamente iguales que los del tablero de ajedrez, cuyos orígenes son también simbólicos y sagrados como el de la mayoría de juegos. El pavimento mosaico es sin duda un símbolo de la manifestación que, efectivamente, está determinada por la lucha y delicado equilibrio que entre sí sostienen las energías positivas, masculinas y centrífugas (yang, luminosas) y las energías negativas, femeninas y centrípetas (yin, oscuras), expresadas también en la alternancia de los ritmos y ciclos de la naturaleza y el Cosmos. Esas mismas energías están representadas por el Sol y la Luna, que en la Logia se encuentran presidiendo el Oriente, a uno y otro lado del Delta luminoso.

    Extendido como decimos en el centro del templo, el pavimento mosaico es un tapiz cuadrangular que evoca la forma de cuadrado largo de la Logia y del cuadro de Logia. 

De hecho reproduce a su escala las dimensiones horizontales de la Logia, y el encuadre que genera determina un espacio sagrado y significativo, una “Tierra Sagrada” como se dice expresamente en las lecturas del Rito Emulación inglés. En ese tapiz están representados una serie de cuadrados alternativamente blancos y negros, exactamente igual que las casillas de ajedrez. Tanto en el pavimento de mosaico como en el tablero de ajedrez, los cuadros blancos y negros simbolizan respectivamente la luz y las tinieblas, el día y la noche, y en general todas las dualidades cósmicas surgidas de la "reflexión" bipolar de la Unidad o Ser universal. Dicha dualidad se encuentra representada también en el conocido símbolo extremo-oriental del yin-yang, cuyas dos mitades inseparables, una clara y otra oscura, se corresponden con la disposición de los cuadrados del pavimento. En este sentido, el color blanco simboliza las energías celestes, activas, masculinas y centrífugas, y el color negro las energías terrestres, pasivas, femeninas y centrípetas. Las primeras se oponen a las segundas, y viceversa, al mismo tiempo que se complementan y conjugan (atraídas como los polos positivo y negativo de un imán), determinando en su perpetua interacción el desarrollo y la propia estructura de la vida cósmica y humana. Esa estructura se genera igualmente por la confluencia de un eje vertical -celeste- y otro horizontal -terrestre- (ejemplificados en el pavimento por las líneas transversales y longitudinales), conformando un tejido o trama cruciforme, un cuadriculado, en fin, que refleja las tensiones y equilibrios a que está sometido el orden de la creación. Asimismo, también puede equipararse la vertical al tiempo y la horizontal al espacio (el primero activo con respecto al segundo, al que moldea permanentemente), es decir, a las dos coordenadas que establecen el "encuadre" que permite la existencia de nuestro mundo y de todas las cosas en él incluidas. 

    La idea de ese orden está ya implícito en el significado de la palabra 'mosaico', que deriva del griego musèíon, literalmente "templo de las musas (de donde procede también 'museo'), expresión ésta que conviene perfectamente a la Logia masónica, recinto sagrado en donde cada una de sus partes y la totalidad de su conjunto constituyen una síntesis simbólica de la armonía universal. Al igual que el mandala el pavimento de mosaico es, pues, una imagen simbólica representativa de ese orden, en el que el iniciado ha de integrarse plenamente conciliando en su naturaleza las influencias procedentes del Cielo y de la Tierra, lo que le permitirá  recuperar finalmente la unidad de su ser. 

    Mas tratándose de un símbolo iniciático el pavimento mosaico también se presta a una interpretación metafísica, aparte de la propiamente cosmológica. Desde ese punto de vista más elevado el color negro simboliza las "tinieblas superiores", es decir lo no-manifestado, y el color blanco lo manifestado, en tanto que símbolo de la "luz" creadora. A este respecto, R. Guénon señala que el color negro del pavimento mosaico simbolizaría el "Sí Mismo" (lo supra-individual), y el blanco el "yo" (lo individual), que al igual que los dos pájaros de que se habla en las Upánishads de la tradición hindú,, representan lo que en el ser constituye su parte inmortal y su parte mortal, respectivamente.


Ello evoca, además, nos dice Guénon, otro símbolo, el del águila bicéfala negra y blanca que figura en ciertos altos grados masónicos, nuevo ejemplo que, con tantos otros, muestra una vez más que el lenguaje simbólico tiene carácter verdaderamente universal". (Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLVII).
F. A.

PITAGORAS Y PITAGORISMO. 1. Pitágoras nació en la isla griega de Samos alrededor del año 580 a.C. Es, junto con Platón, el personaje más importante de la Antigüedad Clásica, pues de ellos derivan las ideas-fuerza que llenarán de contenido la cultura occidental dándole una unidad de pensamiento que ha perdurado hasta la actualidad. A Pitágoras se debe el origen de la palabra Filosofía, al considerarse él mismo un amigo (filo) de la Sabiduría (Sofía), referido a aquella que verdaderamente rescata al ser humano de la ignorancia procurandole la Gnosis, el Conocimiento de sí mismo, y cuyas claves simbólicas transmitió a todos aquellos, hombres y mujeres, que se reunieron en torno a su palabra, inspirada directamente por Apolo, el dios del sol hiperbóreo y Arquitecto de los Mundos, de quien Pitágoras recibió la revelación del Número y la Geometría como paradigmas de la Creación y fundamento de la Ciencia y el Arte sagrados. Un neopitagórico alejandrino del siglo I d.C., Nicómaco de Gerasa, escribió en su obra Introducción a la Aritmética que 

Todo lo que la naturaleza ha dispuesto sistemáticamente en el Universo parece haber sido, tanto en sus partes como en el conjunto, determinado y puesto en orden de acuerdo con el Número, por la previsión y el pensamiento de Aquel que creó todas las cosas; pues el modelo estaba fijado, como un bosquejo preliminar, por la dominación del Número preexistente en el espíritu del Dios creador del mundo, número-idea, puramente inmaterial en todos sus aspectos y, al mismo tiempo, la verdadera y eterna esencia, de manera que de acuerdo con el Número, como de conformidad con un plano artístico, fueron creadas todas las cosas, y el Tiempo, el movimiento, los cielos, los astros y todos los ciclos de todas las cosas.

O como dice Federico González: dicho 

Para la doctrina pitagórica el ‘Número’ es la ‘medida’ de todas las cosas y la raíz de las proporciones de la Armonía Universal, manifestada por la música, las matemáticas y la gramática, como lo atestiguan sus famosos versos de oro, donde estas ciencias están allí reunidas, conformando una Cábala de la que tampoco están excluidas las estrellas y los planetas y que tienden a la transmutación del ser humano mediante la Inteligencia, la Sabiduría, el Amor y la Belleza. (El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico).

Pitágoras encontró en la Tetraktys (sobre la que prestaban su juramento los pitagóricos) el modelo numérico y geométrico que mejor expresaba esa Armonía, pues, como dice de nuevo Nicómaco de Gerasa, ella

sirve de medida para el todo como una escuadra y una cuerda en manos del Ordenador.

Platón hereda la esencia de la doctrina pitagórica y la vierte sobre todo en el Timeo, su libro cosmogónico por excelencia. 


   Pitágoras es el continuador de la tradición órfica y sus misterios iniciáticos, que adapta a su tiempo, recibiendo también las enseñanzas cosmogónicas y metafísicas de los sacerdotes egipcios (es decir de Thot-Hermes) y de los astrónomos-astrólogos caldeos durante el transcurso de los viajes que realizó por Egipto, Siria y Babilonia. Como nos dice Diógenes Laercio, uno de los más antiguos biógrafos de Pitágoras:


Jóven y ávido en ciencia, abandonó su patria y fue iniciado en todos los ritos mistéricos, tanto en los griegos como en los bárbaros. Luego fue a Egipto...; de allí pasó a conocer a los caldeos y a los magos. A continuación en Creta con Epiménides entró en la caverna de Ida, pero también en Egipto había entrado en los santuarios y había aprendido los arcanos de la teología egipcia. Desde allí regresó a Samos y, al hallar a su patria bajo la tiranía de Polícrates, se embarcó hacia Crotona de Italia. 

Allí otorgó leyes a los italiotas y logró una gran fama junto con sus seguidores, que en número de unos trescientos administraban de manera óptima la cosa pública, de modo que su gobierno fue casi una aristocracia.


El pensamiento de Pitágoras fue recogido por sus discípulos y difundido por toda la cuenca mediterránea y el Cercano Oriente, alumbrando especialmente en la Alejandría hermética y gnóstica de los primeros siglos de nuestra era, influenciando a los primeros Padres de la Iglesia (como los neoplatónicos Clemente de Alejandría, Dionisio Areopagita, Orígenes, Máximo el Confesor y San Agustin), por cuyo conducto pasa a la Edad Media,  resurgiendo con fuerza duranteel Renacimiento. De hecho, la concepción pitagórica del Número-Idea y la estructura geométrica y filosófica que le acompaña y que lo traduce al lenguaje humano también influye en el esoterismo judio (la Cábala) e islámico (el Sufismo), y desde luego no ha dejado de estar presente en el pensamiento científico y matemático de los últimos siglos.

2. El resurgimiento de la doctrina pitagórica se dio también entre los arquitectos y constructores medievales y renacentistas (herederos de los Collegia Fabrorum romanos impregnados también de pitagorismo), en cuyas leyendas y mitos fundacionales contenidas en los Old Charges (p. ej. en el manuscrito Cooke y el Watson, entre otros) aparece la figura de Pitágoras asociada casi siempre al dios Hermes, conformando ambos las dos corrientes 

sapienciales que nutrirán la Orden: el hermetismo que asegurará la protección del dios a través de la Filosofía, es decir del Conocimiento, y el pitagorismo, que dará los elementos aritméticos y geométricos necesarios que reclama el simbolismo constructivo." (Federico González: Hermetismo y Masonería, cap. II)

    Precisamente entre los antiguos masones de habla inglesa, existió también una leyenda según la cual un tal Peter Gower, originario de Grecia, trajo a los países anglosajones determinados conocimientos relativos al arte de la construcción. Algunos autores, entre ellos René Guénon, afirman que este personaje, Peter Gower, no era sino el mismo Pitágoras, o mejor dicho, la ciencia de los números y la geometría que a través de las cofradías de constructores se introdujeron en las islas británicas, al mismo tiempo que en todo el continente. 

    Ciertamente el Pitagorismo ha dado numerosos símbolos a la Masonería, o en cualquier caso muestran una identidad palpable con algunos de los símbolos más importantes de la cofradía fundada por el maestro de Samos.     Tal es el caso del Delta Luminoso, símbolo en la Masonería del Gran Arquitecto del Universo, y que se corresponde perfectamente con la Tetraktys anteriormente nombrada. Tenemos asimismo la conocida "estrella pentagramática" o pentalfa, de suma importancia en la simbólica del grado de compañero (donde recibe el nombre de "estrella flamígera"), y que los pitagóricos consideraban como su signo de reconocimiento y un emblema del hombre plenamente regenerado. Entre los arquitectos medioevales el pentagrama fue uno de los módulos principales en el diseño de los planos de las catedrales y otros edificios de carácter civil, pues según ellos en esa figura geométrica, presente en la estructura de muchos seres vivos, se revela la Inteligencia constructora del Gran Arquitecto. Asimismo, triángulo rectángulo de lados 3-4-5 (el famoso “Teorema de Pitágoras”, el cual, como tantas otras cosas, el maestro griego recogió de los egipcios, aunque era conocido también por caldeos, chinos e hindúes), es otro de los símbolos que confirman la vinculación entre el Pitagorismo y la Masonería; por no hablar de la Plancha de Trazar, o Plancha Tripartita (basada en la "tabla de Pitágoras"), y estrechamente ligada al simbolismo de los nueve primeros números y al grado de Maestro, y que está también en el origen del alfabeto masónico. Acerca de la Plancha de Trazar he aquí lo que nos dice Arturo Reghini:

Ella indica a los franc-masones que sus construcciones deben basarse sobre las propiedades de los números o de la geometría, y, simbólicamente, que los trabajos masónicos deben estar ejecutados teniendo en cuenta las propiedades de los números sagrados. (Los Números en la Tradición Pitagórico Masónica, cap. VI).

Asimismo tampoco debemos olvidarnos que “la ley del silencio” practicada por los masones también tiene su origen en la cofradía pitagórica, en donde los neófitos guardaban silencio durante cinco años, técnica ésta que tiene un valor iniciático incontestable, por cuanto que ello facilita la concentración y la asimilación de las elevadas enseñanzas recibidas.

     Por tanto, la herencia que la Masonería recibe del Pitagorismo es sobre todo la de la Aritmética y la Geometría, y recordaremos, a este respecto, que en el frontispicio de la Academia de Atenas, Platón (que según algunos recibió la iniciación pitagórica a través de Arquitas de Tarento, uno de los más importantes matemáticos de la Antigüedad) hizo grabar una inscripción que rezaba: "Que nadie entre aquí si no es geómetra", sentencia que podría estar grabada perfectamente en el pórtico de entrada a la Logia masónica, pues efectivamente dentro de ella los masones no hacen sino imitar la propia actividad creadora del Gran Arquitecto mediante la utilización del Compás, la Escuadra, la Regla, el Nivel y la Perpendicular. F. A.


PUERTA. Entre los símbolos de pasaje destaca el de la Puerta y particularmente, en el simbolismo masónico, el de la Puerta del Templo que representa el umbral que separa lo profano de lo sagrado. Si el Templo simboliza al Cosmos, el mundo verdadero, el espacio sagrado y significativo análogo a la Ciudad Celeste, todo lo que está fuera de él significa el mundo profano, la realidad material, ilusoria y transitoria que el iniciado ha de trascender; la Puerta del Templo separa a la vez que une estas dos realidades sirviendo de paso entre un estado y otro.

    En el Templo masónico la puerta de entrada al mismo se coloca al Occidente. Es esta la primera puerta que se debe franquear, la que conecta al iniciado con la cosmogonía. Esa puerta está custodiada por el Hermano Guarda Templo que impide el paso a las fuerzas profanas y al mismo tiempo protege y permite el acceso de los iniciados y de los aspirantes que son dignos de la iniciación.

    Pedir la entrada en la Orden Masónica es "llamar a la Puerta del templo", pero no será posible atravesar ese umbral si no se sabe llamar correctamente. Al neófito se le muestra cómo llamar a la puerta durante el ritual de iniciación, y en el Instructivo del Primer Grado se le enseña que fue introducido en Logia por tres grandes golpes que significan: pedid y se os dará (la Luz); buscad y encontraréis (la Verdad); llamad y se os abrirá (la Puerta del Templo). La puerta que atraviesa el postulante es baja, de difícil entrada y cada acceso a uno de los distintos grados de la iniciación supone simbólicamente el atravesar una puerta. En cada grado se ha de llamar de modo diferente y esas puertas sucesivas, cada vez más estrechas, van dando paso a estados del ser más y más sutiles.

    La Puerta del Templo es análoga a la Puerta de los Cielos; estas puertas no pueden abrirse si no se cuenta con las llaves adecuadas, y son justamente los símbolos y los ritos los que constituyen las claves necesarias para que ese acceso sea posible. Pero si por la primera el paso se realiza en la vía horizontal, el acceso por la segunda es más bien axial, en dirección vertical, realizándose así el paso de lo cósmico a lo supracósmico que se produce por la Puerta del Sol, representada por el centro de la cúpula o vértice de la pirámide, del que pende la plomada del Gran Arquitecto.

    Es importante, en relación con este símbolo, mencionar lo relativo al profundo significado de las puertas solsticiales. (Ver Solsticio). F. T.


RAMSAY, Andrew Michael (1686-1743-1748). Conocido como el Caballero Ramsay, de origen escocés, murió en Saint-Germain-en-Laye, Francia. Fue preceptor de grandes familias: Wemyss, Sassenage, Estuardo, Château-Thierry, Boillon. Hecho caballero de San Lázaro por el Duque de Orleans, regente de Francia y Gran Maestre de esa Orden. 

Escritor, es autor, entre otras obras de: The Philosophical principles of natural and revealed religion unfolded in geometrical order ("Los  Principios Filosóficos de la religión natural revelados y expresados en el orden geométrico") o Travels of Cyrus(Los Viajes de Ciro) novela de 1727, cuyo protagonista, Ciro, es un viajero en busca de los discípulos de Zoroastro en Persia y de Hermes Trismegisto en Egipto, con algunos de los cuales entra en contacto y dialoga. 

    Gran Orador de la Orden francesa, Ramsay fue uno de los personajes que más ayudó a la difusión de la Masonería en Francia durante el siglo XVIII, logrando una gran fama por su Discurso, pronuciado en 1736 en la Logia de Saint Thomas Nº 1 de París, primera Logia fundada en Francia en 1725 por nobles ingleses, siendo el mismo que pronunció, con leves cambios, en 1737 ante la asamblea de la Orden francesa, todo lo cual ha llevado a Daniel Ligou a decir, en su Diccionario de la Masonería, que “es sobre todo el Discurso de Ramsay el que hace de él una de las columnas de la Masonería francesa”.

    El Discurso de Ramsay ponen de manifiesto el espíritu que alimentaba el pensamiento de aquellos hombres arraigados todavía en la cultura del Renacimiento, y que gestaron la Masonería actual, con su escala de grados. Ramsay, su figura y su trabajo masónico, evidencian el nexo visible que existe entre la Masonería escocesa  y la francesa, siendo precisamente en Francia donde apareció el denominado Rito de Perfección de 25 grados, que pasaría en 1801 en Filadelfia, USA, a convertirse en el actual y más practicado de todos los Ritos, el Escocés Antiguo y Aceptado de 33 grados. No es casual, pues, que algunos hayan creído ver justamente en este Discursoel origen mismo de los altos grados, aunque lo más importante es ver en esta arenga del Caballero Ramsay el vínculo con una cadena de pensamiento esotérico ininterrumpido convergiendo en la simbólica de la Masonería.

    Se trata de un discurso donde se relata tanto el origen mítico y legendario de la Tradición Hermética y la Ciencia Sagrada como su expresión en el tiempo y las vicisitudes históricas por las que ésta ha tenido que pasar hasta resurgir con el nombre de Franc-Masonería en Gran Bretaña, que se convirtió en un momento dado en sede de la Ciencia arcana, desde donde se expandió a Francia y al resto de Europa y América. Estos son algunos fragmentos de tan sugerente discurso:

Horacio antiguamente fue un orador de una gran logia establecida en Roma por Augusto, mientras Mecenas y Agripa eran sus vigilantes. Las mejores odas de este poeta son himnos que se cantaban en las famosas fiestas de Ceres en Eleusis, las de Minerva en Atenas y las de Isis en Egipto. (...) Nuestra ciencia es tan antigua como el género humano, pero no se puede confundir la historia general del arte con la historia particular de nuestra sociedad. En todos los países y en todos los siglos, han existido arquitectos, pero todos estos arquitectos no eran francmasones iniciados en nuestros misterios. (...) El nombre de franc-masones no debe por lo tanto ser tomado en sentido literal, vulgar y material, como si nuestros instructores hubieran sido simples trabajadores de la piedra o del mármol, o simplemente genios curiosos que querían perfeccionar las artes y especialmente la arquitectura, sino que estaba compuesta también de otra clase de hombres que quieren edificar y proteger los templos vivos del Altísimo.

    Perteneció al círculo de Newton y, como él, también fue miembro de la Royal Society, lo cual muestra que la tal Sociedad fue creada por un espíritu hermético-científico, aunque con el tiempo esta institución se vio influenciada por la tendencia mecanicista y literalista (profana) que le haría perder la conexión intelectual con sus creadores, lo que equivale a decir que perdió el vínculo con la cosmovisión de ese hermetismo científico, lo cual sucede cuando se dejan de considerar los hechos experimentales como manifestaciones o reacciones de las fuerzas sutiles y espirituales.

    Este histórico Discurso fue publicado en 1995 en París por Patrick Négrier dentro de una antología titulada: Textes Fondateurs de la Tradition Maçonnique 1390-1760 y en 1997, igualmente en sus dos versiones, por la revista Symbolos que lo incluyó también como parte de una antología masónica. 
Mª A. D.


VAUGHAN, Thomas (1612-1666). Conocido también como Eugenio Filaleteo, fue el primer traductor al  inglés de los manifiestos rosacruces laFama y la Confessio, pues aunque circulaban ya en manuscritos, esta versión de 1652, según ha podido constatar en su libro El Iluminismo Rosacruz la historiadora Frances A.Yates, “fue un acontecimiento verdaderamente memorable”, pues evidentemente esta versión en letra de imprenta impulsó notablemente su difusión.

    Fue discípulo y amigo del masón Sir Robert Moray, quien le entregó el manuscrito del fondo de las colecciones de “papeles” que tenía su suegro, Lord Balcarres. Vaughan dice haber basado su traducción de los manifiestos de otra escrita “por mano desconocida”. Se llamó a sí mismo “filósofo de la Naturaleza” declarando ser seguidor de Enrique Cornelio Agrippa y de su obra La Filosofía Oculta, así como de Platón, y se jactaba de tener cierta hostilidad hacía Aristóteles y Descartes. Aunque no hay señales de su filiación masónica a una logia específica, cosa bastante corriente en esa época de atmósfera secretista, su relación con masones y su influencia sobre la Orden fue muy directa. Vaughan estaba totalmente impregnado del pensamiento hermético y atento a la orientación que estaba tomando el Conocimiento Tradicional, reconociendo estar ligado intelectualmente al “Colegio Invisible” de la Rosa Cruz. Esto es lo que escribió en la introducción que hizo a la traducción de los dos manifiestos rosacruces: 

La atención que yo les presté primero fue despertada por sus libros, pues los he reconocido como verdaderos filósofos... Sus principios están enteramente de acuerdo con la antigua y primitiva sabiduría. (Sedir, Historia y doctrina de la Rosa Cruz).

    Fue un personaje principal que da testimonio de una época en la cual los conocimientos humanos, la ciencia, la filosofía, así como las órdenes de caballería, los colegios artesanales y en definitiva el pensamiento hermético se replegaba y condensaba en la Francmasonería. La misma F. A. Yates nos informa del reconocimiento público obtenido por los manifiestos la Fama y la Confessio, síntesis de ese pensamiento, y anota una frase muy ilustrativa tomada de una obra del teólogo John Webster en la que éste aconseja que: 

la filosofía de Hermes resucitada por la escuela de Paracelso sea enseñada en las universidades.

    Se conserva un ejemplar de esta edición de los Manifiestos llevada a cabo por Vaughan, que está depositado en la Biblioteca de la Universidad de Yale; se trata del ejemplar que perteneció a Isaac Newton y que conserva anotaciones y la firma del científico, ya que esta obra y otras de sabios hermetistas, como Michel Maier o John Dee, constituian los principales libros de estudio de Newton, lo cual nos permite observar las rutas de comunicación creadas por una  misma corriente de pensamiento, en este caso la tradición de Hermes.

    A Vaughan (Eugenio Filaleteo) se le confunde a veces con Ireneo Filaleteo, seudónimo que empleó otro adepto de la Tradición Hermética cuyo nombre parece que fue George Starkey. Mª A. D.


WREN, Christopher (1632-1723). Arquitecto, inventor de máquinas de matemáticas y astronomía, gran estudioso de la Ciencia y el Arte y alto dignatario de la Orden Masónica, justamente el último Gran Maestre de la Masonería antigua. Fue amigo de otros ilustres masones, como Elías Ashmole o Robert Moray, y cofundador con ellos de la Royal Society de Londres, además de uno de sus presidentes. Wren es figura relevante en la historia de su país y en la historia de la propia Masonería, ya que tras el famoso incendio de Londres, en 1666, en el que ardió el ochenta por ciento de la ciudad, con edificios tales como la catedral de San Pablo, fue necesario recurrir a una mano de obra especializada, capaz de llevar a cabo aquella monumental reconstrucción. El encargo recayó en este hombre, quien supervisó la obra dirigiendo a todo tipo de artesanos, constructores, carpinteros, vidrieros, forjadores, etc. Michael Baiget y Richard Leigh, en su obra Des Templíers aux Franc-Maçons recogen el acontecimiento y comentan que a medida que la nueva ciudad tomaba forma, crecía el prestigio y el respeto de las gentes por sus arquitectos y constructores, y señalan el clima de auténtica hermandad que se dio entre los artesanos operativos y los masones especulativos. Llegan a la conclusión de que el personaje más importante en este contexto es Sir Christopher Wren, miembro del “Colegio Invisible”.

    Tal y como observa Federico González, 

el incendio de Londres es un tema fundamental en la historia de Inglaterra y en la Masonería en general. Su reconstrucción, efectuada por masones, es un símbolo cíclico relacionado con la perennidad de la Ciencia Sagrada, que se ha expresado en una ciudad tan mágica como es el caso de la capital inglesa. (Hermetismo y Masonería, cap. II).
Mª A. D.

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Extraído de: http://tallermasonico.com/6dicci.htm
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