Nuestra
comprensión del budismo no es una comprensión meramente intelectual. La
verdadera comprensión es la práctica misma.
Espíritu
tradicíonal del Zen
Cuando uno trata de lograr la iluminacíón,
se crea karma que nos gobierna y se está perdiendo el tiempo en el cojín negro.
Las dos cosas más importantes de nuestra
práctica son la postura física y la manera de respirar. No nos interesa tanto la
comprensión profunda del budismo. Como filosofía, el budismo es un sistema de
pensamiento muy profundo, amplio y firme, pero al Zen no le interesa la
comprensión filosófica. Nosotros ponemos el énfasis en la práctica. Debemos
comprender bien por qué tiene tanta importancia nuestra postura física y
nuestros ejercicios de respiración. Más bien que comprensión profunda de la
enseñanza, lo que realmente necesitamos es profunda confianza en ella, la cual
dice que originariamente tenemos naturaleza de Buda. Nuestra práctica se basa en
esta fe.
Antes de la ida de Bodhidharma a China,
casi todas las palabras corrientes y bien conocidas del Zen estaban ya en uso.
Por ejemplo, se tenía ya la expresión "iluminación repentina". "Iluminación
repentina" no es la traducción adecuada, pero la usaré por ahora.
La iluminación
nos llega de repente. Ésta es la verdadera iluminación. Antes de Bodhidharma, la
gente creía que la iluminación repentina venía después de una larga preparación.
O sea, que la práctica del Zen era una especie de entrenamiento para lograr la
iluminación. En realidad, hoy en dia mucha gente sigue practicando el zazén con
esa idea. Pero esta no es la comprensión tradicional del Zen. La comprensión
trasmitida desde Buda hasta nuestro tiempo es que, cuando se comienza el zazén,
hay iluminación, aun sin ninguna preparación. Practíquese o no el zazén, se
tiene siempre naturaleza de Buda y, porque se la tiene, hay iluminación en la
práctica. En lo que ponemos énfasis no es en el estado que alcanzamos, sino en
la firme confianza que tenemos en la naturaleza original y la sinceridad de
nuestra práctica. Debemos practicar el Zen con la misma sinceridad que Buda. Si
tenemos desde el principio naturaleza de Buda, practicamos el zazén para
comportamos como Buda. Transmitir nuestro camino es transmitir nuestro espíritu,
que nos viene de Buda. Por lo tanto, debemos armonizar nuestro espíritu, nuestra
postura física y nuestra actividad con el camino tradicional. Se puede alcanzar
cierto estado en particular, desde ya, pero el espíritu de la práctica no ha de
basarse en una idea egoísta.
Según la comprensión tradicional budista,
nuestra naturaleza humana carece de ego.
Cuando no nos embarga ninguna idea de
ego, nuestra visión de la vida es la de Buda.
Nuestras ideas egoístas son una
ilusión que cubre nuestra naturaleza de Buda. Siempre estamos creándolas y
siguiéndolas y, al repetir este proceso una y otra vez, nuestra vida pasa a
estar completamente ocupada por ideas centradas en el ego. Esto se denomina vida
kármica o karma. El propósito de nuestra práctica es interrumpir a la mente
kármica en su veloz girar. Cuando uno trata de lograr la iluminación, ese
intento es parte del karma; se está creando karma que nos gobierna y se pierde
tiempo sobre el cojín negro. Según la comprensión de Bodhidharma, la práctica
que se basa en cualquier idea de provecho no es más que una repetición del
karma. Olvidándose de este punto, muchos maestros de época reciente han
recalcado el logro, mediante la práctica, de algún estado en particular. Más
importante que cualquier estado alcanzable es la sinceridad, el esfuerzo
correcto. El esfuerzo correcto ha de basarse en la verdadera comprensión de
nuestra práctica tradicional. Cuando se entiende este punto, se advierte también
lo importante que es mantener la postura correcta. Cuando no se entiende esto,
la postura y la manera de respirar son sólo medios para obtener la iluminación.
En tal caso, es mucho mejor tomar cualquier droga en vez de sentarse en la
posición de piernas cruzadas. ¡Si nuestra práctica es sólo un medio para
alcanzar la iluminación, entonces no hay manera de alcanzarla!
Perdimos el
significado del camino hacia la meta. Pero cuando creemos firmemente en nuestro
camino, hemos alcanzado ya la iluminación. Cuando se cree en el camino, ya se ha
logrado la iluminación. Pero cuando no se cree en el significado de la práctica
que se está haciendo en ese momento, no se puede hacer nada. Simplemente, se
está deambulando en torno de la meta con mente de mono. Siempre se está buscando
algo, sin saber lo que se hace. Cuando se quiere ver algo, hay que abrir los
ojos. Si no se entiende el Zen de Bodhidharma, es como tratar de ver algo con
los ojos cerrados. No es que menospreciemos la idea de lograr la iluminación,
sino que lo más importante es el momento actual, no cualquier otro día del
futuro. Tenemos que hacer el esfuerzo en el momento actual. Esto es lo más
importante de nuestra práctica.
Antes de Bodhidharma, el estudio de la
enseñanza de Buda dio por resultado una filosofía profunda y elevada y los
discípulos trataban de realizar sus altos ideales. Esto era un error.
Bodhidharma descubrió que era un error proponer una idea elevada y profunda y
luego tratar de alcanzarla por medio de la práctica del zazén. Si ése es nuestro
zazén, es nada diferente de nuestra actividad usual o nuestra mente de mono.
Parece una actividad muy laudable, pero en realidad no hay diferencia alguna
entre ella y nuestra mente de mono.
Ése es el punto que recalcó Bodhidharma.
Antes de alcanzar la iluminación, Buda hizo
todos los esfuerzos posibles por nosotros y al final logró una comprensión plena
de los diversos caminos. Quizás se piense que Buda alcanzó algún estado en el
cual se encontraba libre de la vida kármica, pero no fue así.
Buda solía contar
muchas historias sobre lo que le acaeció después de alcanzar la iluminación. No
era nada diferente de nosotros. Cuando su país estaba en guerra con un poderoso
vecino, les hablaba a sus discípulos de su propio karma y de cómo sufría al ver
que su país iba a ser conquistado por el rey vecino. Si Buda hubiera alcanzado
una iluminación sin karma, no habría tenido motivo para sufrir de ese modo. Y
aún después de alcanzarla continuó realizando el mismo esfuerzo que nosotros
estamos haciendo. Pero no tenía una noción vacilante de la vida. Su perspectiva
vital era estable y observaba la vida de todos, incluso la propia. Se observaba
a sí mismo y observaba a otros de igual modo que a las piedras, a las plantas o
cualquier otra cosa. Su comprensión era muy científica.
Ése fue su plan de vida
después de alcanzar la iluminación.
Cuando tenemos el espíritu tradicional de
marchar en pos de la verdad tal como es y practicamos nuestro camino sin abrazar
ninguna idea egoísta, alcanzamos la iluminación en su verdadero sentido. Y
cuando entendemos la cuestión, hacemos el esfuerzo en todo momento. Ésa es la
verdadera comprensión del budismo. Así, pues, nuestra comprensión del budismo no
es una comprensión intelectual. Nuestra comprensión es al mismo tiempo su propia
expresión, es la práctica misma. Sólo mediante la práctica, la práctica
propiamente dicha, más bien que mediante la lectura y la contemplación de la
filosofia, podemos llegar a comprender qué es el budismo. Debemos practicar
constantemente el zazén, con una firme confianza en nuestra verdadera
naturaleza, romper la cadena de la actividad kármica y encontrar nuestro lugar
en el mundo de la práctica real.
Transitoriedad
Debemos lograr la existencia perfecta por
medio de la existencia imperfecta.
La enseñanza básica del budismo es la
enseñanza de la transitoriedad o el cambio; la verdad básica de la existencia es
que todo cambia. Es una verdad que nadie puede negar y toda enseñanza del
budismo está condensada en ella. Ésta es la enseñanza para todos nosotros.
Dondequiera que vayamos, esta enseñanza es indiscutible. Esta enseñanza también
se considera la enseñanza de la carencia de ser propio. De hecho, la naturaleza
esencial de la existencia no es otra cosa que el cambio mismo, que es la
naturaleza esencial de toda existencia. No existe una naturaleza esencial
especial y separada para cada existencia. A esta enseñanza suele llamársela
también la enseñanza del Nirvana.
Cuando realmente comprendemos la eterna verdad
de que "todo cambia" y hallamos en ella nuestra serenidad, hemos encontrado el
Nirvana.
Sin aceptar el hecho de que todo cambia, no
es posible hallar la serenidad perfecta. Pero lamentablemente, aunque esto es lo
cierto, resulta difícil de aceptar. Como no podemos comprender la verdad de la
transitoriedad, sufrimos. De modo que la causa del sufrimiento es la no
aceptación de esta verdad. La enseñanza de la causa del sufrimiento y la
enseñanza de que todo cambia son, por decirlo así, las dos caras de la moneda.
Pero subjetivamente, la transitoriedad es la causa de nuestro sufrimiento.
Objetivamente, esta enseñanza es sencillamente la verdad básica de que todo
cambia. Dogen-zenji dijo: "Toda enseñanza que no parezca que está imponiendo
algo no es verdadera enseñanza". La enseñanza en sí es verdadera y de por sí no
nos impone nada, pero la tendencia humana es recibirla como si se nos estuviera
imponiendo algo. Mas, nos guste o no nos guste, esta verdad existe. Si nada
existe, esta verdad no existe. El budismo existe debido a cada existencia en
particular.
Debemos encontrar la existencia perfecta
por medio de la existencia imperfecta. Debemos encontrar la perfección en la
imperfección. Para nosotros, la perfección completa no difiere de la
imperfección. Lo eterno existe debido a la existencia no eterna. En el budismo,
buscar algo externo a este mundo es herético. Debemos encontrar la verdad en
este mundo, a través de nuestras dificultades, de nuestro sufrimiento. Ésta es
la enseñanza básica del budismo. El placer no difiere de la dificultad. El bien
no difiere del mal. El mal es bien. El bien es mal. Son dos caras de la moneda.
Por lo tanto, la iluminación debe basarse en la práctica. Ésa es la comprensión
correcta de la práctica y la comprensión correcta de nuestra vida. De modo que
encontrar el placer en el sufrimiento es la única manera de aceptar la verdad de
la transitoriedad. Si uno no se da cuenta de cómo se ha de aceptar esta verdad,
no se puede vivir en este mundo. Aunque tratemos de escapamos de ella, el
esfuerzo será en vano. El que crea que hay algún otro modo de aceptar la verdad
eterna de que todo cambia, se engaña. Ésta es la enseñanza básica para vivir en
este mundo.
Parézcanos bien o no, hay que aceptarla. Hay que hacer esta clase de
esfuerzo.
Por lo tanto, hasta que logremos la fuerza
que nos permita aceptar la dificultad como un placer, tendremos que continuar
con este esfuerzo. En realidad, si uno logra suficiente sinceridad, suficiente
franqueza, no resulta tan difícil aceptar esta verdad.
Puede cambiarse un poco la manera de pensar. Es dificil, pero esta dificultad no
será siempre la misma. A veces será difícil y otras no lo será tanto. Si se
sufre, se derivará cierto placer de la enseñanza de que todo cambia. Cuando se
experimentan problemas es muy fácil aceptar la enseñanza. Si éste es el caso,
¿por qué no aceptarla en otras ocasiones? Es lo mismo. Tal vez, a veces uno se
ríe de uno mismo al descubrir lo egoísta que es. Pero, nos guste o no nos guste,
lo fundamental es cambiar la manera de pensar y aceptar la verdad de la
transitoriedad.
La calidad del ser
Cuando se hace algo, si se fija la mente en
la actividad con cierto grado de confianza, la calidad del estado mental es la
actividad misma. Cuando uno se concentra en la calidad del propio ser, está
preparado para la propia actividad. El propósito del zazén es alcanzar física y
mentalmente la libertad de nuestro ser. Según Dogen-zenji, cada existencia es un
destello que penetra el vasto mundo fenoménico. Toda existencia es una expresión
más de la calidad del ser en sí mismo. Por la mañana temprano, suelen verse,
frecuentemente, muchas estrellas. Las estrellas no son otra cosa que la luz que
ha viajado muchas millas a gran velocidad desde los cuerpos celestes. Pero para
mi, las estrellas no son seres veloces, sino calmos, estables y pacíficos. Suele
decirse "en la calma debe haber actividad y en la actividad, calma". En
realidad, son la misma cosa. Decir "calma" o decir "actividad" es simplemente
expresar dos interpretaciones distintas de un mismo hecho. En nuestra actividad
hay armonía y, donde hay armonía, hay calma. Esta armonía es la calidad del ser.
Pero la calidad del ser, asimismo, no es otra cosa que la actividad veloz.
Cuando nos sentamos en zazén, nos sentimos
muy calmados y serenos, aunque en realidad no sabemos qué clase de actividad
está desarrollándose dentro de nuestro ser.
Existe una completa armonía en la
actividad de nuestro sistema físico y entonces experimentamos la calma que hay
en él. Aunque no la sintamos, la calidad está ahí. Por lo tanto, no hay que
preocuparse por la calma o la actividad, la quietud o el movimiento.
Cuando se
hace algo, si se fija la mente en la actividad con cierta confianza, la calidad
del estado mental es la actividad misma. Cuando se concentra en la calidad del
ser, uno se está preparando para la actividad. El movimiento no es más que la
calidad de nuestro ser.
Cuando practicamos zazén, la calidad de nuestro estar
sentados con calma, estabilidad y serenidad es la calidad de la inmensa
actividad del ser en sí mismo.
"Todo es solamente un destello que penetra
el vasto mundo fenoménico" y significa la libertad de nuestra actividad y de
nuestro ser. Cuando uno se sienta de la manera correcta, con la comprensión
correcta, logra la libertad del ser, aunque no sea nada más que una existencia
temporal. Durante ese lapso, la existencia temporal no cambia, no se mueve, y se
mantiene siempre independiente de otras existencias. Al momento siguiente, surge
otra existencia. Podemos transformarnos en cualquier otra cosa. Estrictamente
hablando, no hay conexión entre el yo—mismo de ayer y el yo—mismo de este
momento; no hay conexión de ninguna especie. Dogen-zenji dijo: "El carbón no se
convierte en cenizas". Las cenizas son cenizas y no pertenecen al carbón, tienen
su propio pasado y futuro. Son una existencia independiente, porque son un
destello que penetra el vasto mundo de los fenómenos. Y el carbón y el fuego al
rojo vivo son existencias completamente distintas. Y el carbón negro es también
un destello que penetra ese vasto mundo. Donde hay carbón negro, no hay carbón
al rojo. Así, pues, el carbón negro es independiente del carbón rojo; las
cenizas son independientes de la leña; cada existencia es independiente.
Hoy estoy sentado en Los Altos. Mañana por
la mañana estaré en San Francisco. No hay conexión alguna entre el "yo" de Los
Altos y el "yo" de San Francisco. Son dos seres completamente
distintos. Éste es un ejemplo de la libertad de la existencia. Y no hay ninguna
calidad que nos conecte a cada uno de ustedes y a mí. Cuando yo me refiero a
"ustedes" no hay ningún "yo"; cuando digo "yo" no hay ningún "ustedes". Ustedes
son independientes y yo soy independiente; cada cual existe en un momento
distinto, pero esto no quiere decir que seamos seres completamente distintos.
Somos en realidad uno y el mismo ser. Somos lo mismo, pero, no obstante,
diferentes. Es muy paradójico, pero en realidad es así. Como somos seres
independientes, cada uno de nosotros es un destello completo que penetra el
vasto mundo fenoménico. Cuando estoy sentado, para mí no hay ninguna otra
persona, pero eso no significa que no reconozca a los demás. Soy completamente
uno con cada existencia en el mundo fenoménico. Así, pues, cuando yo me siento,
el resto se sienta. Todos se sientan conmigo. Ése es nuestro zazén. Cuando uno
se sienta, todo se sienta con uno. Y todo integra la calidad del ser de uno. Yo
soy parte de cada uno de ustedes. Yo entro en la calidad de su ser. Entonces en
esta práctica, tenemos una liberación absoluta de todo lo demás. Cuando se posee
este secreto, no hay ninguna diferencia entre la práctica del Zen y la vida
cotidiana. Cada cual puede interpretar todo como quiere.
Un cuadro maravilloso es el resultado de la
sensibilidad, de los sentimientos de los dedos. Cuando uno siente la densidad de
la tinta del pincel; el cuadro está ya ahí antes de pintarlo.
Cuando se moja el
pincel en la tinta, ya se anticipa el resultado del dibujo; de lo contrario, no
se podría pintar. Así, pues, antes de hacer algo, el "ser" ya está ahí, el
resultado está ahí. Aunque parezca que se está sentado tranquilamente, toda la
actividad pasada y presente está incluida y el resultado de la sentada ya está
allí también. Uno no descansa en absoluto. Toda la actividad está dentro de uno.
Ése es nuestro ser. Por lo tanto, todos los resultados de la práctica están
incluidos en la sentada. Ésta es nuestra práctica, nuestro zazén.
Dogen-zenji se interesó en el budismo
cuando todavía era niño, mientras observaba el humo de un palillo de incienso
que ardía junto al cadáver de su madre y sintió el carácter evanescente de
nuestra vida. Este sentimiento creció en su interior y, finalmente, lo llevó al
logro de la iluminación y al desarrollo de su profunda filosofía. Cuando vio el
humo del palillo del incienso y percibió la fugacidad de la vida, se sintió muy
solo. Pero ese sentimiento de soledad lo fortaleció, hasta que floreció en la
iluminación cuando tenía veintiocho años. Y en el momento de la iluminación,
exclamó: "¡No hay cuerpo ni mente!".
Al decirlo, todo su ser se convirtió en un
destello que penetró el vasto mundo fenoménico, un destello que lo incluía todo,
lo abarcaba todo, y que tenía de por sí una calidad inmensa y contenía todo el
mundo fenoménico en una existencia absoluta e independiente. Ésa fue su
iluminación. Partiendo del sentimiento de soledad provocado por la fugacidad de
la vida, logró sentir profundamente la calidad de su ser. Se dijo "me he
desprendido de la mente y del cuerpo". Mientras se piensa que se tiene mente o
cuerpo, se siente la soledad; pero cuando advertimos que todo es solamente un
destello que penetra el vasto universo, nos fortalecemos mucho y la existencia
pasa a ser muy significativa. Ésa fue la iluminación de Dogen y ésta es nuestra
práctica.
Naturalidad
Momento tras momento, todo el mundo emerge
de la nada. Esta es la verdadera alegría de la vida.
La idea de la naturalidad suele
comprenderse mal. mayoría de los que vienen a nosotros cree en cierta libertad y
naturalidad; pero su comprensión es lo que llamamos jinen ken gedo o naturalidad
herética. Jinen ken gedo significa que no es necesario ser formalista
(simplemente una especie de politica de dejar hacer, dejar pasar o de descuido).
Eso es la naturalidad para la mayoria. Pero esa no es la naturalidad a la que
nos referimos. Es algo difícil de explicar, pero creo que la naturalidad
consiste en algo así como sentirse independiente de todo, o en cierta actividad
basada en la nada. La naturalidad es algo que proviene de la nada, como una
semilla o una planta provienen del suelo. La semilla no tiene idea de ser cierta
planta en particular, pero tiene su propia forma y está en perfecta armonia con
el suelo, con el ambiente. A medida que crece, con el pasar del tiempo, expresa
su naturaleza. No hay nada que exista sin forma y color. Sea lo que fuere, tiene
cierta forma y color. Esa forma y ese color están en perfecta armonia con otros
seres. Y no hay ningún inconveniente. Eso es lo que entendemos por naturalidad.
Para una planta o una piedra, ser natural
no es problema. Mas para nosotros presenta algún problema, y muy serio por
cierto. Ser natural es el producto de una elaboración.
Cuando lo que hacemos
proviene simplemente de la nada, nos sentimos de un modo completamente nuevo.
Por ejemplo, cuando se siente apetito, comer algo es naturalidad.
Uno se siente
natural. Pero cuando se tienen demasiadas expectativas, comer algo no es
natural. No se siente nada nuevo. No se experimenta ningún aprecio de ello.
En la verdadera práctica del zazén,
sentarse es como tomar agua cuando se tiene sed. Ésa es la naturalidad. Cuando
se tiene mucho sueño es muy natural dormir la siesta. Pero dormir la siesta
porque se es un haragán y como si fuera un privilegio del ser humano, no es
naturalidad. Uno piensa "mis amigos, todos ellos, están durmiendo la siesta;
¿por qué no yo? Si ninguno de los otros está trabajando, ¿por qué he de trabajar
tanto yo? ¿Por qué ellos tienen tanto dinero y yo no?". Esto no es naturalidad.
La mente se enmaraña con alguna otra idea, con la idea de otra persona, y uno no
es independiente, no es uno mismo, no es natural. Aunque esté sentado en la
posición de piernas cruzadas, cuando el zazén no es natural, su práctica no es
verdadera. Cuando se siente sed no hay que esforzarse por tomar agua; uno siente
satisfacción al tomarla. Cuando se siente alegría en el zazén, ése es el
verdadero zazén. Pero aún cuando haya que hacer un esfuerzo para practicar el
zazén, si lo que se siente en la práctica es algo bueno, eso es zazén. En
realidad, no es cuestión de imponerse algo o no. Aunque se tenga alguna
dificultad, cuando se quiere tenerla, eso es naturalidad.
Esta naturalidad es muy difícil de
explicar, pero si uno puede simplemente sentarse y experimentar en la práctica
la realidad de la nada, no hay necesidad de explicación alguna.
Cuando proviene
de la nada, cualquier cosa que se haga es natural y ésa es la verdadera
actividad. En ella se tiene la verdadera alegría de la práctica, la verdadera
alegría de la vida. Todo el mundo proviene de la nada momento tras momento.
Momento tras momento tenemos la verdadera alegría de la vida y podemos decir
shin ku myo u, "de la verdadera vacuidad surge el ser maravilloso". Shin es
"verdadera", ku es "vacuidad", myo es "maravilloso", u es "ser": de la verdadera
vacuidad, el ser maravilloso.
Sin la nada no hay naturalidad, no hay ser
verdadero. El ser verdadero procede de la nada, momento tras momento. La nada
está siempre allí y todo procede de ella. Pero, en general, olvidándose por
completo de la nada, uno se comporta como si tuviera algo. Lo que se hace se
basa en alguna idea posesiva o concreta, y eso es natural. Por ejemplo, cuando
se escucha una disertación no se debe tener ninguna idea de uno mismo. Cuando se
escucha a alguien, no se debe tener una idea propia. Hay que olvidar lo que se
tiene en la mente y limitarse a escuchar lo que esa persona está diciendo. No
tener nada en la mente es naturalidad. Así se entenderá lo que esa persona dice.
Pero cuando se tiene alguna idea que comparar con lo que se está oyendo, no se
escucha todo bien. La comprensión será unilateral: eso no es naturalidad. Cuando
se hace algo, se debe estar absorto en la tarea.
Uno debe consagrarse por entero
a ella. Por lo tanto, si en la actividad no hay verdadera vacuidad, no es
natural.
La mayoría insiste en alguna idea. Desde
hace algún tiempo, la generación joven habla del amor. ¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!
Tienen la mente llena de amor. Y cuando estudian el Zen, si lo que digo no
concuerda con la idea que ellos tienen del amor, no lo aceptan. Son muy
testarudos; aunque no todos son así, los hay con una actitud sumamente
inflexible.
Eso no es naturalidad en absoluto. Aunque
se hable de amor y de libertad o naturalidad, no se comprenden esas cosas. Por
eso no se comprende tampoco lo que es el Zen. Si lo que se desea es estudiar el
Zen, hay que olvidarse de todas las ideas previas y simplemente practicar el
zazén y determinar qué clase de experiencia se quiere en la práctica. Eso es
naturalidad.
Hágase lo que se haga, es necesario
mantener esta actitud. A veces solemos decir ñu nan shin, "mente blanda o
flexible". Ñu es la sensación de lo blando. Nan es "algo que no es duro". Shin
es "mente". Ñu nan shin quiere decir, pues, mente suave y natural. Cuando se
posee esa mente, se tiene alegría de vivir. Cuando se pierde, se pierde todo. No
se tiene nada. Aunque se piense que se tiene algo, no se tiene nada. Mas cuando
todo lo que se hace emerge de la nada, entonces se tiene todo.
¿Se me comprende? Eso es lo que entendemos
por naturalidad.
Vacuidad
Cuando se estudía el budismo, se debe hacer
una limpíeza general de la casa en la mente.
Para comprender bien el budismo, es
necesario abandonar por completo toda idea preconcebida. Se ha de empezar por
descartar la idea de la existencia o de que todo es substancial. La noción usual
de la vida está basada firmemente en la idea de la existencia.
Para la mayoría,
todo existe; piensa que todo lo que ve y todo lo que oye existe. Desde ya, el
pájaro que vemos y oímos existe, pero lo que quiero decir en este caso puede no
ser exactamente lo mismo que lo que otro quiere decir. La comprensión budista de
la vida incluye a la vez la existencia y la no existencia. El pájaro existe y no
existe al mismo tiempo.
Para nosotros, la noción de la vida basada
exclusivamente en la existencia es herética.
Tomar las cosas demasiado en serio,
como si existíeran substancial o permanentemente, está considerado una herejía.
Es posible que la mayoría sea herética. Para nosotros, la verdadera existencia
viene de la vacuidad y vuelve nuevamente a la vacuidad. Lo que aparece a partir
de la vacuidad es la verdadera existencia. Hay que pasar por el portón de la
vacuidad. Esta idea de la existencia es muy difícil de explicar. Actualmente se
comienza ya a sentir, por lo menos intelectualmente, la vacuidad del mundo
moderno, la contradicción manifiesta de su cultura. En el pasado, por ejemplo,
los japoneses sentían una firme confianza en la existencia permanente de su
cultura y de su forma de vida tradicional, pero después de perder la guerra se
han vuelto bastante escépticos. Hay quienes piensan que esta actitud escéptica
es horrible, pero en realidad es preferible a la vieja actitud.
Mientras se tenga cierta idea definida del
futuro o alguna esperanza respecto de éste, no es posible tomar totalmente en
serio el momento actual. Se dirá "puedo hacerlo mañana o el año que viene", en
la creencia de que algo que existe hoy existirá mañana. Aunque uno no está
esforzándose mucho, se espera siempre que si se sigue cierto camino, se
alcanzará algo prometedor. Pero no hay camino fijo que exista permanentemente.
No hay un camino establecido para nosotros. Tenemos que encontrar el propio
camino en todo momento. Cualquier idea o camino establecidos por otra persona,
por muy perfectos que sean, no son el verdadero camino para nosotros.
Cada uno debe trazarse su verdadero camino
y, una vez trazado, él expresará el camino universal. Éste es el misterio.
Cuando se comprende cabalmente una cosa, se comprende todo. Cuando se trata de
comprender todo, se acaba por no comprender nada. Lo mejor es entenderse uno
mismo y así se comprende todo. En cambio, cuando uno se esfuerza en trazar su
propio camino, ayuda a los demás y éstos lo ayudarán a uno. Antes de trazar el
propio camino, no podemos ayudar a nadie, y nadie puede ayudarnos. Para ser
independientes en el verdadero sentido, hay que descartar todo lo que se tiene
en la mente y descubrir algo enteramente nuevo y diferente, momento tras
momento. Asi es como se vive en este mundo.
Sostenemos, pues, que la verdadera
comprensión proviene de la vacuidad. Cuando se estudia el budismo, se ha de
hacer "una limpieza general de la casa". Se ha de sacar todo lo que se tiene en
la mente y limpiarlo bien; si es necesario, puede volverse a poner todo en
lugar. Quizás se quieran conservar muchas cosas, de modo que una por una habrá
que reubicarlas en sus sitios. Pero si no son necesarias, no hay necesidad de
quedarse con ellas.
Vemos el pájaro en vuelo. A veces se ve
también el giro de su vuelo. En realidad, no se ve ese giro, pero nos parece que
sí. Esto también es bueno. Si se juzga necesario, debe reponerse lo que se sacó
del propio cuarto. Pero antes de poner algo, habrá que sacar algo. Si no lo
hacemos, el cuarto se llenará de trastos viejos e inútiles.
Reflexionamos: "Paso a paso detengo el
sonido del arroyo murmurante. Cuando se camina por la orilla del arroyo, se oye
correr el agua. El sonido es continuo, pero uno debe ser capaz de interrumpirlo
si lo desea. Esto es libertad, es renunciación. Se tienen varios pensamientos en
la mente, uno tras otro; pero si uno quiere detener el pensar, puede hacerlo.
Por lo tanto, cuando se es capaz detener el sonido del arroyo murmurante, se
aprecia la sensación del propio esfuerzo. Pero mientras tenemos una idea fija o
nos aferramos a alguna manera habitual hacer las cosas, no podemos apreciarlas
en su verdadero sentido.
Cuando se busca la libertad, no puede
encontrársela. La libertad absoluta misma ha de existir antes de que uno pueda
obtener la libertad absoluta. Ésa es nuestra práctica.
Nuestro camino no va
siempre en la misma dirección. Unas veces se dirige al este, otras al oeste. Ir
una milla hacia el oeste significa retroceder una milla al este. Generalmente,
ir una milla hacia el este es lo contrario de ir una milla hacia el oeste. Mas
si es posible ir una milla hacia el este, es natural que sea también posible ir
una milla hacia el oeste. Esto es libertad. Sin esta libertad, no es posible
concentrarse en lo que se hace. A veces se piensa que uno se concentra en algo
pero, antes de lograr esta libertad, se siente cierto malestar en lo que se está
haciendo. Como uno está sujeto a alguna idea de ir al este o al oeste, la
actividad enfrenta una dicotomía o dualidad. Mientras se está sujeto a esta
dualidad, no puede alcanzarse la libertad absoluta y uno no puede concentrarse.
La concentración no consiste en esforzarse
por observar algo. En el zazén, si uno trata de mirar un punto fijo, se cansa
después de cinco minutos aproximadamente. Eso no es concentración. Concentración
significa libertad. Por eso el esfuerzo no ha de estar dirigido hacia algo. Uno
debe concentrarse en la nada. En la práctica del zazén, se suele decir que la
mente debe concentrarse en la respiración, mas para mantener la mente en la
respiración,lo mejor es olvidarse completamente de uno mismo simplemente
sentarse y sentir la respiración. Si se concentra en la respiración, uno se
olvida de sí mismo; al hacerlo, la mente se concentra en la respiración. No sé
qué cosa ocurre primero. Así, pues, en realidad no hay necesidad de esforzarse
demasiado por concentrarse en la resplración.
Lo práctico es hacer lo que esté
al alcance de uno. Cuando se sigue esta práctica, finalmente se experimenta la
verdadera existencia proveniente de la vacuidad.
Disposición, atención
La sabiduría
es la disposíción de la mente.
En el Sutra Prajña Paramitá, la cuestión
más importante es, desde ya, la idea de la vacuidad. Antes de comprender la idea
de la vacuidad todo parece existir substancialmente. Pero después de que nos
damos cuenta de la vacuidad de las cosas, todo se vuelve real, no substancial.
Cuando nos damos cuenta de que todo lo que vemos es parte de la vacuidad,
dejamos de tener apego a la existencia, nos damos cuenta de que todo es mera
forma y color relativos. A la vez, comprendemos el verdadero significado de la
existencia relativa. Cuando oímos decir por primera vez que todo es una
existencia relativa, la mayoría nos sentimos contrariados. Pero esta
contrariedad proviene de una noción equivocada del hombre y la naturaleza. Y
esto se debe a que nuestra manera de observar las cosas está profundamente
arraigada en nuestras ideas centradas en el propio ser, y por eso nos sentimos
contrariados cuando descubrimos que todo tiene sólo una existencia relativa. Sin
embargo, cuando nos damos cuenta cabal de esta verdad, no experimentamos ningún
sufrimiento.
Este sutra dice: "El Bodhisattva
Avalokiteshvara observa que todo es vacuidad, por eso él desecha todo
sufrimiento". No fue después de comprender esta verdad cuando superó el
sufrimiento: advertir esta realidad equivale de por sí a una remoción del
sufrimiento. O sea que la comprensión de la verdad es la salvación misma.
Decimos "advertir" o "comprender", pero la comprensión de la verdad está siempre
al alcance de la mano. No es después de practicar el zazén cuando nos damos
cuenta de la verdad; aún antes de practicarlo, la comprensión está en nosotros.
La iluminación no se alcanza después de entender la verdad. Darse cuenta de la
verdad es vivir, existir ahora y aquí. No es, pues, cuestión de comprensión o de
práctica. Es un hecho esencial. En este sutra, Buda se refiere al hecho esencial
que enfrentamos en todo momento. Esta cuestión es muy importante. Éste es el
zazén de Bodhidharma. La iluminación está ahí aún antes de que lo practiquemos.
Mas, por lo general, solemos comprender la práctica del zazén y la iluminación
como dos cosas distintas: aquí está la práctica como un par de anteojos y,
cuando ejercemos la práctica, que es como ponernos los anteojos, percibimos la
iluminación. Ésta es la comprensión errónea. Los anteojos mismos son la
iluminación y ponérselos es también la iluminación.
Por lo tanto, hágase lo que
se hiciere, o incluso si no se hace nada, la iluminación está ahí siempre. Así
es como comprende la iluminación el Bodhidharma.
"Uno" no puede practicar el verdadero zazén
porque es "uno" quien lo practica; si no es uno el que lo hace, entonces hay
iluminación y verdadera práctica. Cuando uno lo hace, se crea cierta idea
concreta de "tú" y "yo" y se crea también cierta idea particular de práctica o
de zazén. De modo que aquí está uno, a la derecha, y alli el zazén, a la
izquierda.
Entonces el zazén y uno se vuelven dos cosas distintas. Cuando la
combinación de la práctica y de uno es zazén, se trata de un zazén de rana. Para
una rana, su posición sentada es zazén.
Cuando una rana salta, eso no es zazén.
Esta clase de entendimiento equivocado desaparece cuando realmente se comprende
que la vacuidad significa que todo está siempre aquí. El ser completo no es la
acumulación de todo. Es imposible dividir en partes una existencia entera. Está
siempre aquí y siempre funcionando. Esto es la iluminación.
Así, pues, en
realidad no hay ninguna práctica en particular. En el sutra se dice "no hay
ojos, ni oídos, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente...". Esta "no mente" es
la mente zen, que lo incluye todo.
Lo importante en esa comprensión es saber
observar bien y con libertad de pensamiento.
Tenemos que pensar y observar las
cosas sin estancarnos. Debemos aceptar sin dificultad las cosas tal cual son.
Nuestra mente debe ser lo suficientemente flexible y receptiva como para
comprender las cosas tal cual son. Cuando nuestro pensar es flexible, se
denomina pensar imperturbable. Este modo de pensar es siempre estable. Se llama
atención. El pensar que está dividido en muchas formas no es el verdadero
pensar. Nuestro pensar ha de basarse en la concentración. Eso es atención. Tenga
o no objeto, la mente debe mantenerse estable, no dividida. Eso es zazén.
No es necesario hacer un esfuerzo para
pensar de cierta manera en particular. El pensar no debe ser unilateral.
Simplemente, se piensa con toda la mente y se ven las cosas tal como son, sin
esfuerzo alguno. Simplemente, hay que ver y estar preparado para ver las cosas
con toda la mente. Eso es la práctica del zazén. Cuando estamos preparados para
pensar no tenemos necesidad de hacer un esfuerzo para lograrlo. Esto se llama
atención. La atención es al mismo tiempo sabiduría. Por sabiduría no se entiende
una facultad o filosofía en particular. Sabiduría es la disposición y
preparación de la mente. Así, pues, la sabiduría puede abarcar diversas
filosofías y enseñanzas y distintas clases de investigación y estudios. Pero no
debemos aferrarnos a cierta sabiduría en particular, por ejemplo, la que
enseñaba Buda. La sabiduría no es algo que se aprende. La sabiduría es algo que
proviene de la atención de cada uno. Por eso, lo relevante es estar dispuesto a
observar las cosas y estar dispuesto a pensar. Esto se llama vacuidad de la
mente. La vacuidad no es otra cosa que la práctica del zazén.
La creencia en la nada
En nuestra vida cotidiana, el noventa y
nueve por ciento de nuestro pensar es de carácter egocéntrico. ¡Por qué sufro?
¡Por qué tengo problemas?
Yo he descubierto la necesidad, la
absoluta necesidad, de creer en la nada. Es decir, hay que creer en algo que no
tiene forma ni color, en algo que existe antes que todas las formas y colores
aparezcan. Ésta es una cuestión muy importante. No importa en qué dios o
doctrina se crea; si uno se apega a ella, la creencia se basará en mayor o menor
grado en una idea egocéntrica. Es el esfuerzo por lograr una fe perfecta con el
objeto de obtener la propia salvación. Pero el logro de semejante fe perfecta
llevará tiempo. Además, se ve uno involucrado en una práctica idealista.
Mientras trata constantemente de realizar el propio ideal, no tiene tiempo para
mantener la serenidad. En cambio, cuando se está preparado siempre para aceptar
todo lo que vemos, como algo que surge de la nada, a sabiendas de que hay alguna
razón para que surja una existencia fenoménica de determinada forma y color,
entonces, en ese mismo momento, se logra la serenidad perfecta.
Cuando se tiene dolor de cabeza, hay
razones para ello. Si se conoce la causa de ese dolor de cabeza, uno se siente
mejor. Pero cuando no se sabe, uno tal vez se diga "¡oh, qué dolor de cabeza
tengo! Tal vez se deba a que mi práctica es mala. ¡Si mi meditación o mi
práctica zen fueran mejores, no tropezaría con esta clase de inconvenientes!".
Cuando las condiciones se interpretan de esta manera, no se logra una completa
fe en sí mismo, o en la propia práctica, hasta tanto no se alcanza la
perfección. En este caso, es tan grande la preocupación por salir adelante que
me temo que no habrá tiempo para lograr la práctica perfecta. ¡De esa manera, no
se librará uno del dolor de cabeza! Esta clase de práctica es más bien tonta, y
no da resultado. Pero, cuando se cree en algo existente antes del dolor de
cabeza, y se conoce la causa que lo motiva, entonces uno se siente mejor,
naturalmente. Tener dolor de cabeza está bien porque significa que se tiene
bastante salud como para experimentarlo. Si se tiene dolor de estómago, es
porque el estómago tiene bastante salud como para sentir el dolor. Pero si el
estómago se acostumbra a estar mal, no se sentirá dolor. ¡Eso es terrible!
Llegar al final de la vida por un dolor de estómago.
Por eso es absolutamente necesario creer en
la nada. Mas esto no quiere decir vacuidad.
Hay algo, pero ese algo está siempre
preparado para tomar alguna forma en particular, y en su actividad sigue ciertas
reglas, teorías o verdades. Esto se llama naturaleza de Buda o el Buda mismo.
Cuando esta existencia se personifica, la llamamos Buda; cuando la comprendemos
como la suma verdad, la llamamos Dharma y, cuando aceptamos la verdad y actuamos
como una parte del Buda o conforme a la teoría, nos llamamos a nosotros mismos
Sangha. Pero aunque haya tres formas de Buda, se trata de una existencia que no
tiene forma ni color y que siempre está dispuesta a tomar forma y color. Esto no
es una simple teoría. No es meramente la enseñanza del budismo, sino la
absolutamente necesaria comprensión de nuestra vida. Sin esta comprensión,
nuestra religión no nos ayudará. Estaremos atados a nuestra religión y tendremos
mayores inconvenientes por culpa de ella. Si ustedes se convierten en víctimas
del budismo, quizás yo me sienta muy contento, pero ustedes no lo estarán tanto.
Por eso es muy, muy importante esta clase de comprensión.
Cuando se practica el zazén en la
oscuridad, es posible que uno oiga la lluvia que cae del techo. Después, la
niebla maravillosa se deslizará por entre los árboles y más tarde aún, cuando la
gente comience a trabajar, verá las hermosas montañas. Pero algunos se
disgustarán al oír la lluvia mientras están acostados en la cama por la mañana,
porque se olvidan de que luego verán salir el radiante sol por el oriente.
Cuando concentramos la mente en nosotros mismos, tenemos esta clase de
preocupación. Pero cuando nos aceptamos a nosotros mismos como la
personificación de la verdad o la naturaleza de Buda, no tenemos preocupación
alguna. Pensamos "ahora está lloviendo", pero no sabemos qué pasará después, y a
la hora de salir a la calle, tal vez el día sea hermoso o haya tormenta. Y como
no sabemos, lo mejor es gozar por ahora del sonido de la lluvia.
Esta actitud es
la más correcta. Cuando uno se ve a sí mismo como personificación temporal de la
verdad, no tiene dificultad alguna. Apreciará lo que lo rodea y se apreciará a
sí mismo como parte maravillosa de la gran actividad de Buda, incluso en medio
de las dificultades. Éste es nuestro modo de vivir.
Expresado en la terminología budista,
debemos comenzar con la iluminación y proseguir hacia la práctica y luego hacia
el pensar. Generalmente, el pensar se centra más bien en el propio ser. En
nuestra vida cotidiana, el pensar se centra el noventa y nueve por ciento de las
veces en el propio ser: "¿por qué sufro? ¿Por qué tengo problemas?". Esto
constituye el noventa y nueve por ciento de nuestro pensar. Por ejemplo, cuando
empezamos a estudiar las ciencias o un Sutra difícil, pronto nos agobia el sueño
o nos entra modorra. ¡En cambio, estamos siempre bien despiertos y mostramos
gran interés cuando se trata de nuestro pensar centrado en el propio ser! Mas
cuando la iluminación viene primero, antes que el pensar, antes que la práctica,
este pensar y esta práctica no se centran en el propio ser. Por iluminación
entienddo el creer en la nada, creer en algo sin forma ni color que está
dispuesto a tomar forma o color. Esta iluminación constituye la verdad
inmutable. En esta verdad original deberán basarse nuestra actividad, nuestro
pensar y nuestra práctica.
Inclinación, no inclinación
Cuando nos inclinamos a algo bello, eso es
también actividad de Buda.
Dogen-zenji ha dicho: "Aunque es
medianoche, el alba está ya aquí; aunque llega el alba, es de noche". Esta dase
de afirmación encierra la comprensión transmitida por Buda a los patriarcas y
por los patriarcas a Dogen y a nosotros. La noche y el día no son distintos. Al
mismo hecho a veces se le llama noche, otras día. Son la misma cosa. La práctica
del zazén y la actividad cotidiana son una misma cosa. Llamamos al zazén vida
cotidiana y a la vida cotidiana zazén. Pero, generalmente, pensamos "ahora
terminó el zazén y vamos a emprender nuestra vida cotidiana". Mas ésta no es la
comprensión correcta. Son la misma cosa. No tenemos a dónde escapar. Por eso ha
de haber calma en la actividad y en la calma ha de haber actividad. La calma y
la actividad no son dos cosas distintas.
Toda existencia depende de alguna otra
cosa. Estrictamente hablando, no hay existencia individual separada. Hay
simplemente muchos nombres para una existencia. A veces la gente enfatiza la
unidad, pero ésta no es nuestra comprensión. Nosotros no recalcamos ningún
aspecto en particular, ni siquiera la unidad. La unidad es valiosa, pero la
variedad es también maravillosa. La gente suele pasar por alto la unidad y
recalcar la existencia absoluta única, mas ésta es una comprensión unilateral.
En esta comprensión, hay una especie de laguna entre la variedad y la unidad.
Pero la unidad y la variedad son lo mismo y por eso ha de apreciarse la unidad
de cada existencia y también por eso ha de recalcarse la vida cotidiana y no
algún estado mental en particular. Se debe encontrar la realidad de cada
instante y de cada fenómeno. Ésta es una cuestión muy importante.
Dogen-zenji ha dicho: "Aunque todo tiene
naturaleza de Buda, nosotros amamos las flores y no nos gusta la maleza". Esto
es cierto en cuanto a la naturaleza humana. Pero el que nos inclinemos a lo
bello es de por sí parte de la actividad de Buda. El que no nos guste la maleza
es también actividad de Buda. Conviene entenderlo así. Si se entiende así, está
bien gustar de algo. Cuando gustamos de Buda, ésa no es una inclinación
negativa. En el amor debe haber odio o no atracción. Y en el odio debe haber
amor o aceptación. Amor y odio son una misma cosa. Pero no hay que inclinarse
solamente al amor. Hay que aceptar también el odio. Hay que aceptar la maleza,
pese a lo que sintamos acerca de ella. Si no gusta, no se la ama; si se la ama
hay que amarla bien.
Generalmente, nos criticamos a nosotros
mismos por tender a la injusticia con lo que nos rodea; nos culpamos por esta
actitud de no aceptación. Pero hay una diferencia muy sutil entre la manera
usual de aceptar las cosas y nuestra manera de aceptarlas, aunque quizás
parezcan ser iguales. Se nos ha enseñado que no hay interrupción entre la noche
y el día ni entre el tú y el yo. Esto significa unidad. Pero no recalcamos ni
siquiera la unidad. Si hay unidad, no es necesario recalcarla.
Dogen ha dicho: "Aprender algo es conocerse
a sí mismo. Estudiar el budismo es estudiarse a sí mismo". Aprender algo no es
adquirir lo que no se sabía ya de antemano.
Uno sabe algo antes de aprenderlo.
No hay ninguna brecha entre el "yo" antes de saber algo y el "yo" después de
saberlo. No la hay tampoco entre el ignorante y el sabio. Una persona tonta es
una persona sabia. Una persona sabia es una persona tonta. Pero, por lo regular,
pensamos: "El es tonto y yo soy sabio" o "yo era tonto, pero ahora soy sabio".
¿Cómo podemos ser sabios si somos tontos? Pero la comprensión transmitida desde
Buda a nosotros es que no hay diferencia de ninguna especie entre el hombre
tonto y el hombre sabio. Así es. Pero al decir esto, la gente tal vez piense que
estoy recalcando la unidad. No es eso. No se recalca nada. Todo lo que tratamos
de hacer es conocer las cosas tal como son. Si lo logramos, no hay nada que
señalar. No hay manera de captar nada. No hay nada que captar. No podemos
recalcar ninguna cuestión. Sin embargo, como dijo Dogen: "Una flor se marchita
aunque la amemos, y la maleza crece aunque no la amemos". Aunque sea así, ésta
es nuestra vida.
Así es cómo hemos de entender la vida. De
esta forma, no hay problemas. Al recalcar cualquier cuestión en particular,
siempre se presentan inconvenientes. Por eso debemos aceptar las cosas
simplemente como son. Ésa es la manera de entenderlo todo y de vivir en este
mundo. Este tipo de experiencia es algo que va más allá de nuestro pensamiento.
En el terreno del pensar, hay diferencia entre la unidad y la variedad, pero en
la experiencia real, la variedad y la unidad son la misma cosa. Cuando se crea
cualquier idea de unidad o variedad, la idea lo posee a uno. Y hay que continuar
con el pensamiento interminable, aunque en realidad no hay necesidad de pensar.
Emocionalmente solemos tener muchos
problemas, pero no son problemas reales. Son algo creado. Son problemas
provocados por nuestras ideas o puntos de vista centrados en el propio ser. Hay
problemas porque señalamos algo. Pero, en realidad, no es posible señalar algo
en particular. La felicidad es pesar y el pesar es felicidad. Hay dificultades
en la felicidad y felicidad en las dificultades. Aunque nos sentimos de
distintas maneras, no hay real diferencia. En esencia son la misma cosa. Ésta es
la verdadera comprensión venida de Buda a nosotros.
La calma
Para los estudiantes de Zen hasta la maleza
es un tesoro.
Hay un poema Zen que dice así: "Después
que el viento deja de soplar, veo una flor que cae. Por el pájaro que canta
percibo la calma de la montaña". Hasta que algo no viene a perturbarla, no
percibimos la calma. Sólo cuando surge una perturbación en ella, solemos
descubrir la calma. Según un refrán japonés, "para la luna hay la nube; para la
flor, el viento". Cuando vemos una parte de la luna cubierta por las nubes o por
un árbol o cualquier maleza, nos damos mejor cuenta de lo redonda que es. Pero
cuando vemos la luna clara, sin nada que la cubra, no percibimos su redondez de
la misma manera que al verla a través de cualquier otra cosa.
Cuando practicamos el zazén, la mente se
halla en completa calma. No se siente nada. Simplemente, uno se sienta. Pero esa
calma que proviene del estar sentado, lo alienta a uno en la vida cotidiana.
Así, pues, es como uno halla el valor que tiene el Zen en la vida cotidiana, y
no sólo cuando se está sentado. Pero eso no significa que se ha de descuidar el
zazén. Aun cuando no se sienta nada al estar sentado, si no se tiene esta
experiencia del zazén, no se puede lograr nada. Lo que se logra es únicamente
maleza o árboles o nubes en la vida diaria, pero no se ve la luna. Por eso uno
siempre se está quejando de algo. Pero la maleza, que para la mayoría es un
obstáculo inútil, para los estudiantes de Zen es un tesoro. Con esta actitud,
hágase lo que se hiciere, la vida se convierte en un arte.
Cuando se practica el zazén, no se debe
tratar de alcanzar nada. Uno debe, simplemente, sentarse con completa calma de
la mente y no contar con nada. Se ha de mantener el cuerpo derecho sin
inclinarse y sin apoyarse en nada. Mantener el cuerpo derecho significa no
contar con nada. De este modo, se obtendrá una completa calma física y mental.
Pero en el zazén, apoyarse en algo o tratar de hacer algo es dualista y no es
calma completa.
En nuestra vida cotidiana, generalmente
estamos siempre intentando hacer algo, intentando transformar algo en alguna
otra cosa, o intentando lograr algo. Este intento ya es, de por sí, una
expresión de nuestra verdadera naturaleza. El significado reside en el esfuerzo
mismo. Debemos determinar el significado de nuestro esfuerzo antes de lograr
algo. Dogen decía: "Debemos lograr la iluminación antes de lograr la
iluminación". No es después de haber logrado la iluminación cuando comprendemos
su verdadero significado.
La intención de hacer algo es de por sí la
iluminación. Cuando sufrimos una dificultad o una desgracia, allí tenemos
iluminación. Cuando estamos rodeados de impureza, debemos tener serenidad. Por
lo regular, vivir la vida evanescente resulta muy difícil pero, sólo dentro de
la fugacidad de la vida, podemos encontrar la dicha de la vida eterna.
Continuando la práctica con esta clase de
comprensión, uno puede mejorarse a sí mismo.
Pero si se trata de alcanzar algo
sin esta comprensión, no es posible aplicarse correctamente. Se pierde uno mismo
en la lucha por su meta; no se logra nada; sólo se continúa sufriendo las
dificultades. Pero con la comprensión correcta es posible progresar algo.
Entonces lo que se haga, aun cuando no sea perfecto, estará basado en la
naturaleza más íntima y poco a poco se irá logrando algo.
¿Qué es más importante: alcanzar la
iluminación o alcanzar la iluminación antes de alcanzar la iluminación? ¿Ganar
un millón de dólares o disfrutar la vida en el esfuerzo, poco a poco, aunque sea
imposible ganar ese millón? ¿Tener éxito o encontrar algún sentido en el
esfuerzo por lograr ese éxito? El que no sabe la respuesta no será capaz de
practicar el zazén, pero si la sabe, habrá encontrado el verdadero tesoro de la
vida.
Experiencia, no filosofía
Hay algo de blasfemia en decir que el
budismo es perfecto como filosofia o enseñanza, sin saber lo que realmente es.
Aunque hay muchas personas en este país
interesadas en el budismo, pocas de ellas se interesan en la forma pura. La
mayoría está interesada en estudiar las enseñanzas o la filosofía del budismo.
Al compararlo con otras religiones, aprecian lo satisfactorio que es
intelectualmente. Pero que el budismo sea o no filosóficamente profundo o bueno
o perfecto no viene al caso. Nuestro propósito es mantener nuestra práctica en
su forma más pura. A veces me parece que hay algo de blasfemia en decir que el
budismo es perfecto como filosofía o enseñanza, sin saber lo que realmente es.
Para el budismo (y para nosotros) la
práctica del zazén en grupo es lo más importante, porque esta práctica es la
forma original de vida. No se puede apreciar el resultado de los esfuerzos de
nuestra vida sin conocer primero el origen de las cosas. Nuestros esfuerzos han
de tener cierto significado. Una vez conocido ese significado, ya se puede
encontrar la fuente original. No conviene preocuparse por el resultado de
nuestros esfuerzos sin determinar antes su origen. Si ese origen no es claro y
puro, nuestros esfuerzos no serán puros, y el resultado no será satisfactorio.
Cuando tornamos a nuestra naturaleza original y hacemos incesantes esfuerzos
sobre esta base, apreciamos el resultado de ellos de momento en momento, día
tras dia, año tras año. Asi es como hemos de apreciar nuestra vida. Los que se
interesan únicamente en el resultado de sus esfuerzos no tienen la oportunidad
de apreciarlos, porque no obtendrán nunca ningún resultado. Pero si en todo
momento surge el esfuerzo desde su origen puro, todo lo que se haga saldrá bien
y uno estará satisfecho de todo lo hecho.
En la práctica zazén, tornamos a nuestra
forma pura de vida, más allá de toda idea de provecho y más allá de toda fama o
ganancia. Mediante la práctica, mantenemos sencillamente nuestra naturaleza
original tal cual es. No es necesario intelectualizar acerca de lo que es
nuestra naturaleza pura original, porque está más allá de nuestra comprensión
intelectual. Y no hay ninguna necesidad de apreciarla, porque rebasa los límites
de nuestra apreciación. Así es, pues, que nuestra práctica consiste simplemente
en sentarse, sin ninguna idea de ganancia y con la más pura de las intenciones,
y permanecer tan tranquilos como nuestra naturaleza original. Ésta es nuestra
práctica.
El zendo no encierra nada de fantasia.
Sencillamente venimos y nos sentamos. Después de comunicarnos unos con otros,
nos marchamos a casa y reanudamos nuestra propia actividad cotidiana como una
continuación de nuestra práctica pura, en el disfrute de nuestra verdadera forma
de vida. Sin embargo, esto es muy poco común. Dondequiera que voy, la gente me
pregunta ¿qué es el budismo? y apresta sus cuadernos para anotar la respuesta.
¡Ya pueden imaginarse cómo me siento! Pero aqui sólo practicamos zazén. Eso es
todo lo que hacemos y somos felices con esta práctica. Para nosotros, no hay
necesidad de entender qué es el Zen. Estamos practicando zazén. De modo que no
necesitamos saber intelectualmente qué es el Zen. Esto es, creo, muy fuera de lo
usual en la sociedad norteamericana. En Norteamérica hay muchas pautas de vida y
muchas religiones. Por eso parece bastante natural que se hable de la diferencia
entre esas religiones y que se las compare entre sí. Pero nosotros no tenemos
necesidad alguna de comparar el budismo con el cristianismo. El budismo es el
budismo y el budismo es nuestra práctica. Ni siquiera sabemos qué estamos
haciendo cuando practicamos con la mente pura. Por eso, no podemos comparar
nuestro camino con el de otras religiones. Es posible que alguien diga que el
budismo Zen no es una religión. Quizás sea así, o quizás el budismo Zen sea una
religión previa a la religión. Tal vez por eso no sea religión en el sentido
ordinario de la palabra. Mas es maravilloso y aunque no estudiemos lo que es
intelectualmente, aunque no tengamos catedrales ni ornamentos lujosos, quizás
nos permita apreciar nuestra naturaleza original. Esto me parece lejos de lo
usual.
________________________________________________________________________
Extraído de: http://www.oshogulaab.com/ZEN/TEXTOS/Suzuki_Mente_Zen.html
________________________________________________________________________
.