Muerte y Resurrección. "Morir antes de morir" diría un sufí.
En todas las escuelas de autoconocimiento (psicológicas y místicas) hablan de este tipo de experiencia.
Los rituales de iniciación suelen alegorizar la muerte y la resurrección, el morir a la etapa anterior, y renacer en la construcción de una nueva vida.
Es el abrir el acceso a otros lugares internos más altos y luminosos, al "cielo vacío", a "la nube del no-saber", a "la voz del silencio", y otras formas de llamar a esos estados internos, que por accidente o por un trabajo interno sostenido se pueden llegar a experimentar.
No siempre es fácil llevar adelante este viaje iniciático, más bien es difícil, sobre todo en los inicios en que hay que romper con la etapa anterior, cerrar las puertas que ya no llevan a ninguna parte o que solo llevan a la repetición sin sentido, y donde se abre el camino de las múltiples posibilidades hacia el futuro.
El proyectarse es un salto sin red, sin la autolimitación que frenaría el avance en el camino, donde sin aferrarnos a nada en el viaje se puede llegar a los espacios internos altos, donde sin ser nada, todo somos.
Ya no hay piso. El ego a quedado en suspenso, y en el espació vacío no hay arriba ni abajo, sino proyección en todas las direcciones, y somos uno con el todo.
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