Silo fue invitado a Buenos Aires para que comunicara al pueblo sus experiencias.
La ciudad comprendió desde el primer momento, que su palabra sería impedida nuevamente.
En efecto, las autoridades prohibieron el acto momentos antes de iniciarse.
Transcribimos a continuación el relato tragicómico de los acontecimientos hecho por un diario local aún a riesgo de minimizar o ridiculizar los hechos porque la crónica de ese día, malintencionada o no, revela el tratamiento que en general sufrieron las arengas de Silo.
«Como la reunión carecía de permiso oficial, a las 19 entró a la plaza el primer pelotón de la comisaría, al mando de un oficial que ordenó a la concurrencia a dispersarse. Eran todos jóvenes, más de un millar…
«Ante la pasiva resistencia, la policía extremó las medidas para «limpiar» la plaza de gente y realizó las primeras detenciones…
Por pura coincidencia, en la esquina de Pueyrredón y Bartolomé Mitre un grupo evangélico comenzó a tocar música sacra y a hablar por un micrófono. Todos creyeron que era Silo y en medio de corridas rodearon al orador cristiano. — ¡Nunca tanta gente ha venido a escuchar este mensaje de Cristo!—exclamó entusiasmado y sorprendido a la vez...
«Pronto los «siloístas» corrieron hacia el extremo opuesto de la plaza, en otra maniobra de distracción contra la policía...
«... llegaron carros de la Guardia de Infantería con cascos de acero y gases, y violentamente corrieron a todos de la plaza, y hasta dieron bastonazos a gente que esperaba vehículos de transporte.
Como los «siloístas» les arrojaban monedas y gritaban, los infantes decidieron terminar con todas las aglomeraciones y «arrasaron» con el mitin evangélico. Se rompió el micrófono y el tocadiscos. El pastor desde el suelo rogaba: « ¡Sálvame, Dios mío!» mientras todo se fotografiaba y filmaba. El comisario pidió excusas, pero otro pastor le contestó: « ¡Dios sabe a quién debe juzgar...!».
Mientras tanto los «siloístas» voceaban repetidamente ¡Silo! y lanzaban volantes donde se leía: «Silo es bueno»... y entonces explotó un paquete de poderosas bombas lacrimógenas haciendo llorar hasta a los policías». La Razón. 1° de Noviembre de 1969.
Otro diario dió la siguiente información:
«Eran las 18.30 cuando personal de la comisaría 7ª, ante la gran cantidad de personas que iba llegando a la plaza, intentó dispersarla...
«En virtud de las características que iban tomando los sucesos, la policía pidió refuerzos al Departamento Central, llegando hasta el lugar una dotación de la Guardia de Infantería provista de pistolas lanza-gases y largos bastones comenzando a desalojar la plaza. La acción policial se hacía impotente para lograr la circulación de las personas concurrentes...
«La lucha fue dramática. «Los efectivos policiales realizaron alrededor de 30 detenciones que fueron trasladadas a la seccional 7ª y la oficina de Ceremonial de la Policía Federal informó, por su parte, que en los acontecimientos fueron apresadas 15 personas.
En cuanto a «Silo» se estima que se encuentra en algún lugar de Buenos Aires, en libertad.
Trascendió también que salió de su departamento junto a un amigo para dirigir el mensaje a sus adictos pero, llegado a Plaza Once y al notar la presencia policial que trataba de disolver la manifestación, optó por desaparecer.
«Asimismo, la policía debió concurrir a la esquina de Bartolomé Mitre y Ecuador donde estalló un petardo de alto poder». Crónica 5° y 6° 1° de Noviembre de 1969
Los lectores de los diarios no pudieron apreciar los hechos, pero las cámaras de T.V. tuvieron que captar la magnitud de la manifestación.
Esa noche, Silo dijo a sus seguidores: «He aquí una curiosa variante. Ahora aparecemos como políticos y agitadores a los ojos de quienes precisamente, crearon condiciones de violencia pese a nuestras advertencias reiteradas. Parecen inquietos por nuestro punto de vista con respecto al quehacer político.
Expliquemos un poco los hechos y demos luego nuestro parecer. Sucedió que en otra ocasión hablamos sobre el sufrimiento y la violencia.
A consecuencia de ello la inteligencia periodística espetó en letras de molde que era extemporáneo hablar de no violencia a un pueblo y a un continente donde las guerrillas y las revoluciones habían fracasado.
Decían que quienes manejaban tales ideas harían mejor en ir a predicarlas a otras regiones del mundo.
Mientras denigraban nuestro punto de vista, hacían tácitamente la apología de la violencia al considerar que los gobiernos dictatoriales representaban la mejor garantía de paz.
Pero luego, cuando este país y toda América comenzaron a sacudirse por la convulsión social, cuando ciudades enteras vieron los incendios y las muertes en sus calles, cuando el atentado y el asesinato tomó cuerpo, los mismos filisteos continuaron haciendo su negocio, pero exhortando ahora a la «pacificación».
Tanto ellos como los regímenes que defienden han generado a lo largo y ancho de toda América, una violencia como nunca la hubo en este continente.
Y no les será fácil controlarla ni con sus dólares ni con sus bayonetas, ni con sus especialistas a sueldo porque tal violencia está incubada en sus propios hogares, en sus hijos que han crecido viendo la hipocresía a su alrededor.
Aquellos dirán que la violencia se debe a la pérdida de fe religiosa, o a manejos extranjeros, o a la falta de tiempo libre o al exceso del mismo, o a los medios de comunicación o a la incultura o al exceso de conocimientos, a la falta de esfuerzo o a la riqueza o a la miseria.
Y harán largas listas mientras la violencia se irá deslizando en cada rincón de sus propias casas y en cada acto cotidiano.
Siempre los filisteos tendrán argumentos y explicarán todo fenómeno nuevo con moldes viejos.
Pero lo cierto, sean cuales fueren las consideraciones, es que ya el hijo se levanta contra el padre y la hija contra la madre y es la confrontación de la violencia a la violencia.
Porque ahora no se tratará de clases sociales, o de razas, o de países en lucha. Ahora se tratará de generaciones en lucha.
¿Y qué harán entonces? ¿Perseguirán a los jóvenes? ¿Tratarán de «asimilarlos» a su género de vida? ¿Se disfrazarán de jóvenes, o comprarán a un puñado de éstos para que los represente ante los medios de difusión controlados? ¿Qué pasará entonces?
Pasará que el sistema de vida actual habrá sucumbido y nacerá una nueva imagen del mundo. Y esto sucederá muy pronto, no en centurias como sería su deseo.
Dicho esto, sospecho que hay quienes siguen exigiendo mi definición política.
Expliquemos entonces: Se supone que se debe llenar el Poder, llenar los partidos.
Es decir, llenar los moldes fabricados por un mundo que muere.
Pues bien, digo lo contrario: vacío al Poder, vacío a los partidos, vacío a los políticos.
¡No a los programas, a las declaraciones de principios, a las plataformas partidarias!
Todo diseño de una sociedad futura está hecho por hombres que viven la descomposición de su momento actual.
Tales esquemas reflejarán por consiguiente en el futuro, a los diseñadores del pasado.
¿Excluye esto la planificación? Desde luego que no.
Pero la planificación sirve pare un sistema nuevo instaurado y no para aquel cuyo desgaste es fatal, o para el otro que todavía no se ha producido.
Toda planificación para asegurar un sistema en decadencia, logra inversamente acelerar los procesos de desintegración.
Toda planificación proyectada para un sistema futuro rigidiza, deshumaniza y sacrifica a los hombres en aras de una idea.
Basta que cunda con claridad qué es lo que no se desea para que nazca un nuevo planteo evidente para todos.
Cuando el vacío político y el desprestigio de todos los esquemas se manifieste, surgirá de esa situación el sistema que dé respuesta a tal vacío.
Desde el comienzo de la historia millones de seres humanos han muerto para imponer principios que lleven a la libertad.
En ocasiones, tales principios se han instaurado en el campo político y luego se ha traicionado a quienes ofrecieron su vida por la causa, amen de oprimir estúpidamente al cuerpo social.
La izquierda, el centro y la derecha han aplastado en sus áreas a la justicia y a la libertad.
Y lo han hecho siempre, porque sus dirigentes se parecían mucho, usaban idénticos 54 procedimientos y obraban con igual mala fe. Porque la violencia estaba en sus conciencias.
Nadie crea que aquí se está hablando de imponer un nuevo sistema. Aquí no se está hablando de diseños futuros.
Sin embargo, conviene tener a la vista ciertos aspectos del accionar:
No violencia física, económica, racial y religiosa. Denuncia pública de la injusticia. Vacío político.
Esta es mi postura política. ¡No a la política! ...
Queda otro punto al que deseo responder. Es el punto de la religión.
Ya otras veces me he referido a las religiones en general como encadenamientos de la conciencia a cultos, imágenes y templos.
Sobre todo, como encadenamientos a círculos de intereses manejados por la casta sacerdotal.
Cuando hombres y mujeres participan de una religión por estar sometidos a presiones de esos círculos, obran con tal hipocresía y servilismo hacia sus amos, que hacen resaltar el déspota oculto tras su rostro beatífico.
No obstante, en toda religión hay gentes de fe que tratan de llevar adelante las enseñanzas de los grandes fundadores.
No interesa volver sobre las atrocidades cometidas por las religiones externas, sobre sus persecuciones a los hombres de ciencia, sobre sus matanzas sectarias, sobre sus robos al pueblo, su opresión, su terror de milenios.
Tales críticas, en general hacen resonar acordes de venganza. Si recordamos los crímenes, la explotación y la persecución que las religiones produjeron a lo largo de siglos, entonces también debemos recordar que de sus filas surgieron santos que entregaron sus vidas por amor al prójimo, que perdonaron sin dobleces, que estuvieron movidos por una fe entrañable hacia sus dioses.
Hubo momentos en que los monasterios guardaron lo mejor de una cultura que se derrumbaba alrededor de ellos, que hicieron progresar la ciencia, que fueron el germen de una nueva civilización.
Centros de fe y de saber, desde los cuales se montó la educación de numerosas generaciones.
Cuando hablo de la falsedad de todas las religiones externas, no estoy haciendo regresar aquellos tiempos pasados.
Estoy considerando el hoy y el futuro del hombre.
Si aquellas religiones existieron, fue porque el desarrollo humano acompañaba a tales instituciones y porque éstas correspondían a esos momentos.
Pero hoy, cuando cada hombre y mujer pueden liberar su mente de los intermediarios con los dioses, cuando cada uno siente que la divinidad está en sí mismo y en todas las cosas, sólo falta valor para romper las ligaduras.
Ya no es la época quien ata a las religiones, es sólo el temor a la casta sacerdotal, esqueleto y no carne del sentimiento religioso.
No debe pensarse sin embargo que los sacerdotes sean culpables de tal violencia interior.
También entre ellos debe quedar algún santo. No son los sacerdotes culpables de tal violencia, sino el mismo sistema religioso.
Hoy toda religión externa que admite cultos, templos y sacerdotes, es esencialmente enemiga de la liberación del hombre.
Quienes como representantes de ella, fuerzan a llevarla adelante aparecen como culpables de una situación que en realidad los envuelve.
De todas maneras, esto no justifica moralmente a quienes tienen conciencia de tal situación y se benefician con ella.
Pero quede en claro, hoy toda religión exterior es esencialmente perjudicial para la humanidad y no como pretenden los anticlericales al decir que las religiones son buenas y malos sus representantes, ni tampoco como desean los racionalistas a la antigua que las religiones sean perjudiciales porque van contra la «Ciencia» y el «Progreso».
Es imperativo perdonar los hechos pasados en el campo de la política y en el de la religión.
Aquellos que viven aferrados al pasado en ese sentido, sufren enormemente esperando el día de la venganza.
Es necesario salvar al hombre de la venganza y esto se logra mirando hacia adelante, apartando lo que obstruye el presente y el futuro. Apartando por ese hecho, no por lo que fue...
A lo largo de esta exposición he visto a muchos afirmando mis palabras con repetidos gestos.
Seguramente están de acuerdo con lo que escuchan pero por motivos distintos a los que mueven esta disertación.
Se es tan filisteo aquí como en el bando de la política o de las religiones exteriores.
Así es que cada uno vaya por su lado sin seguir a nadie a fin de no caer justamente en una nueva trampa y a fin de romper con la opresión y la mala fe que representa seguir a un hombre o a una doctrina por motivos lejanos a ese hombre y a esa doctrina.
Es desafortunado alejarse declarando estas cosas.
No obstante, se comprende que tales manifestaciones correspondan a ese especial momento, así como también se comprende que en el fondo no tengan ninguna importancia.
Toda redención, toda importancia, están en el corazón del ser humano y no en los distintos cercos que fabrica».
31 de Octubre de 1969.
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