El
caralibro me pide que haga un comentario sobre esta foto y yo me
pregunto, sino se enteró aún, de aquello que dicen, que una imagen
vale más que mil palabras...
Pero en este caso debo intervenir para
poder transmitir, de alguna manera, para indicarle el rumbo adónde
quiero llegar, que es en resumidas palabras, compartir una
experiencia mística.
Si, mística; espero que en este punto, no
dejen de leer y pasen a otra cosa.
Algunos de ustedes que estén
invirtiendo su tiempo en leerme, habrán notado que esta pieza de
madera fue trabajada en un torno.
Otros quizás no sepan lo que es un
torno...
Para estos últimos, les comento que es una herramienta,
donde se ubica entre dos extremos que la sujetan, una pieza de madera
y ésta comienza a girar a una velocidad regulable, sobre su propio
eje...
A su vez tiene un accesorio, que se llama porta herramienta,
creo, que es dónde uno apoya el formón o gubia, para poder atacar,
como me gusta decirle a mi, o ir dándole forma al objeto...
En mi
caso particular, las piezas de madera que yo obtenía eran listones
cuadrados y eso me implicaba que antes que nada, me encontraba con
cierto preámbulo, que consistía en desbastar la pieza de madera
agresivamente, para llegar al objetivo intermedio, que es la pieza
redondeada, para recién en ese entonces, empezar el trabajo real,
descartando el material residual.
En cierto momento de esta aventura,
que había emprendido sin ningún tipo de orientación, tuve una
especie de inspiración divina, de que podía aprovechar el mismo
torno y el hecho de sus revoluciones, para ir aplicando con cuidado
lijas, con grano cada vez mas fino.
Al hacer esto, me encontré cómo
comenzaba a relucir como oro la veta oculta de la madera, en la
materia cuadrada originaria que mencioné más arriba…
Muchos de
ustedes, a esta altura, ya me conocen bastante y saben que uno de mis
hábitos es sacar ciertas cosas de contexto, como me pasó al
estudiar cine, donde me enseñaron que para que haya historia, tenia
que haber conflicto y yo decía: “caramba, no quiero que haga falta
en la vida un conflicto para que haya historia”.
Siento el haberme
ido por las ramas, otra de mis costumbres.
Pero volviendo al tesoro
oculto de la madera, su veta, original y única e irrepetible, no
pude evitar vincularlo con el trabajo de los alquimistas, y su
persistente búsqueda de la piedra filosofal, para convertir el plomo
en oro…
No sé si fue cosa mía o de otro, que en algún momento de
mi vida, me planteé que quizás los alquimistas, en realidad, lo que
hacían, no era trabajar en un laboratorio, (mi equivalente al
taller), sino que era trabajar sobre si mismos, para convertirse
ellos en oro.
Y acá viene el añorado final de la mencionada
experiencia mística.
Me pregunté si acaso no tenemos que hacer un
trabajo similar, al que uno hace sobre el torno, sobre uno mismo,
para sacar a relucir el oro que llevamos dentro.
'No
hay consciencia sin dolor. La gente hará cualquier cosa, sin
importar cuán absurdo sea, para evitar enfrentar su propia Alma. Uno
no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la
oscuridad' Carl G. Jung
Fernando Turjanski
07/02/2018
Extraído del muro de Fernando Turjanski en Facebook
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