sábado, 4 de junio de 2011

En torno a Juan Salvador Gaviota - Arturo Jaque Rojas


A la luz de una relectura de Juan Salvador Gaviota, cabe ventilar algunas modestas reflexiones, que no tienen ningún afán sino compartir inquietudes y sensibilidades, con quienes defendemos al ser humano contra toda clase de domeñamiento, coerción o estrangulamiento de sus libertades y derechos.

Hay que distanciarse de la masa, en tanto la permanencia en su interior sólo nos ha de acarrear la negación de nosotros mismos como individuos únicos e irremplazables -esta verdad superior, ya ni siquiera es tomada en cuenta dado el abuso y la mala inteligencia, que ha sufrido-;

y, es que a pesar de todos los defectos que podamos padecer, de nuestras imperfecciones genéticas o culturales, jamás ha habido una persona como nosotros en el universo hasta antes de nuestro nacimiento, y no volverá a haberla después de nuestra desaparición.

Si no existe, uno se debe inventar el valor para correr el albur de ser " quien es", de carne y hueso; aquí y ahora, en un instante de la eternidad. Ya lo dijo Píndaro: “Sé el que eres”.

Somos portadores de una magnífica gama de potencialidades, cuya actualización es urgente para poder alcanzar la meta, la cumbre: la conquista de nosotros mismos, como seres provistos, dotados y responsables de una individualidad rica, que es la arquitectura de la persona humana integral.

Entonces, el camino es: atreverse a explorar una tierra ignota; de forma que, si nos percatamos del milagro que entraña vivir, y del sinfín de posibilidades que están a nuestra disposición: lograremos sumergirnos, plenamente, en el maravilloso éxtasis que significa estar vivos y poder respirar.

En sentido contrario, cabe preguntarse: ¿Cuántas veces, nos ha tocado presenciar el ocaso de una vida, que jamás rozó el máximo de sus potencialidades; que, se amargó, de una forma patética; que pretendió contagiar, envenenar y hacer cundir como un reguero de pólvora, su desconsuelo y desesperación ante el estéril paso de los años?.

Bien vale la pena hacer un postrer comentario:

No se trata de contraponer de manera irreductible al individuo con la comunidad- a mi modesto entender, los vincula una dialéctica natural: así, el uno no existe, ni sobrevive sin la protección de la comunidad;

pero, ésta se empobrece y achata si no da espacio al advenimiento de cada persona, respetando la libre expresión del juego de los talentos y disposiciones del sujeto, en consonancia con su armonía interna.

En todo caso, es uno el mensaje libertario:

cuando la sociedad tiende a generar prisiones para la mente, el espíritu, el alma, la manifestación del arte, la belleza, la amistad y, sobre todo, del amor;

pues bien, es ese momento crucial, cuando uno ha de emprender vuelo hacia la soledad y el silencio, donde sólo resuena la indecible dulzura de la voz de lo primordial, más allá de leyes humanas, de convenciones sobre cómo hacer las cosas, de conformismos que matan en tanto marchitan la flor divina que hay en nosotros.

Una vez que se haya quedado atrás la frontera de la esclavitud, tal vez sea posible contemplar el rostro de Dios, un atisbo de lo Absoluto, el resplandor del universo en una noche preñada de estrellas.

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Extraído del muro de Arturo Jaque Rojas en Facebook

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