Mi Hermano ha muerto, pero Vive.
Nunca lo abracé, o lo estreché.
Pero es la mayor certeza
de mi vida: Era mi hermano…
Aunque no compartíamos
la misma sangre,
ni un útero común,
pero sí el pan y la esperanza…
Bajo una pesadumbre acerada,
y un horizonte taladrado
con lágrimas,
logró la proeza a otros imposible:
la desterrada Utopía, condenada
a no ser jamás realidad,
germinó en las entrañas,
mujeres y hombres invisibles,
ruidos en los bastidores,
aparecieron con un
parto: ¡Revolución!...
Los sepultureros y profetas
descreyeron,
y abrazaron la fe de
amos y verdugos insaciables,
sólo por que el derrotero
promete fatigas eternas.
Mi Hermano se llamaba
Hugo Rafael Chávez Frías,
Y su nombre evoca La Academia
Militar, El Cuartel de La Montaña,
Pero sobre todo el corazón del
Pueblo…
Vertió bálsamo en grietas y heridas,
que no supuraron más;
en su pecho resonó el dolor,
liberado de su silencio
y oquedad…
Quienes perdieron el verbo
en la historia,
lo recobraron en la tierra
que anhela mi carne y mis huesos
y mi alma: ¡Venezuela!...
Allá deseo morir,
que mi carne se
trasmute en humus,
o mi ceniza viaje
en vientos preñados de libertad.
El Comandante hendió los tejidos
del tiempo y el espacio,
protegió con su amor a los
sacrificados por unos pocos…
¡Humanidad es el acertijo
de cada nueva alborada!...
¡Unir y fraternizar en la epopeya
de compartir la dignidad!...
¡Gracias al Cristo revolucionario
por tu vida!...
¡Oro para que la espiga fructifique
en la eternidad!...
Amado Hermano te inmolaste
en el oficio del Quijote,
tan vasto, tan inmensurable
que olvidaste la finitud de la materia.
Pero en tu Pueblo, mi Pueblo,
en tu Patria, mi Patria,
tu carne está intacta,
tu piel curtida,
tu alegría levanta del suelo…
Tu Espíritu no muere jamás…
Pero es la mayor certeza
de mi vida: Era mi hermano…
Aunque no compartíamos
la misma sangre,
ni un útero común,
pero sí el pan y la esperanza…
Bajo una pesadumbre acerada,
y un horizonte taladrado
con lágrimas,
logró la proeza a otros imposible:
la desterrada Utopía, condenada
a no ser jamás realidad,
germinó en las entrañas,
mujeres y hombres invisibles,
ruidos en los bastidores,
aparecieron con un
parto: ¡Revolución!...
Los sepultureros y profetas
descreyeron,
y abrazaron la fe de
amos y verdugos insaciables,
sólo por que el derrotero
promete fatigas eternas.
Mi Hermano se llamaba
Hugo Rafael Chávez Frías,
Y su nombre evoca La Academia
Militar, El Cuartel de La Montaña,
Pero sobre todo el corazón del
Pueblo…
Vertió bálsamo en grietas y heridas,
que no supuraron más;
en su pecho resonó el dolor,
liberado de su silencio
y oquedad…
Quienes perdieron el verbo
en la historia,
lo recobraron en la tierra
que anhela mi carne y mis huesos
y mi alma: ¡Venezuela!...
Allá deseo morir,
que mi carne se
trasmute en humus,
o mi ceniza viaje
en vientos preñados de libertad.
El Comandante hendió los tejidos
del tiempo y el espacio,
protegió con su amor a los
sacrificados por unos pocos…
¡Humanidad es el acertijo
de cada nueva alborada!...
¡Unir y fraternizar en la epopeya
de compartir la dignidad!...
¡Gracias al Cristo revolucionario
por tu vida!...
¡Oro para que la espiga fructifique
en la eternidad!...
Amado Hermano te inmolaste
en el oficio del Quijote,
tan vasto, tan inmensurable
que olvidaste la finitud de la materia.
Pero en tu Pueblo, mi Pueblo,
en tu Patria, mi Patria,
tu carne está intacta,
tu piel curtida,
tu alegría levanta del suelo…
Tu Espíritu no muere jamás…