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El Comité Internacional de la Cruz Roja ha venido entablando en los últimos años, un diálogo con los principales actores y expertos del mundo musulmán, con encuentros en Islamabad, Aden, Fez, Dar es Salaam y Kabul, y un encuentro con los chías iraníes en Qom. Gracias a estos encuentros, el CICR ha descubierto en el Islam una fuente de normas que protegen la dignidad humana en tiempos de guerra, en la que hay más similitudes que divergencias con el actual Derecho Internacional Humanitario. En 2006, en Kabul, el Mufti Habib-ur-Rahman, profesor de la Facultad de Teología de Jost (sudeste de Afganistán) explicó:
“Aunque dispone de conjuntos de normas para situaciones diferentes, el Islam contiene normas similares a las del derecho internacional humanitario. La labor del CICR de atender a los heridos y enfermos, proteger a los detenidos y transportar los restos mortales, se aviene con la tradición islámica”.
La guerra de expansión de la dominación cultural y económica angloamericana sobre todo el planeta, disfrazada en una serie de estrategias que incluyen la "guerra antiterrorista", la defensa de la supuesta "universalidad" de las doctrinas occidentales, la "globalización económica" y su consecuente globalización de la crisis subprime, y las maniqueas tesis de Huntington respecto al "choque de civilizaciones", ha llevado a muchas comunidades musulmanas a criticar a "occidente" y a la comunidad internacional. El CICR considera que esto ha hecho que el contexto donde realiza sus actividades se torne más complejo e inseguro y por ello, ha visto necesario "fortalecer el diálogo con los dirigentes de las comunidades y con los estudiosos de diversas partes del mundo musulmán, a fin de sentar las bases de un mejor entendimiento mutuo, disipar las ideas erróneas existentes y encontrar un terreno común para la protección de la dignidad humana en las situaciones de conflicto armado", según explicaba Andreas Wigger, director adjunto de actividades operacionales del CICR, en 2006 (tomado de http://www.icrc.co.za/Web/spa/sitespa0.nsf/html/islam-ihl-interview-281106).
Fue una gran sorpresa para los miembros del CICR encontrarse en 2004, en Islamabad, con que en el Islam están contempladas las normas de humanización de la guerra que establece el DIH. "El Islam distingue claramente entre combatiente y no combatiente", aclaró el profesor egipcio Salah Abdul-Badi Shalaby en esa oportunidad, y el Dr. Abdul Rahman bin Zayd al-Zinedi, especialista saudita, resumió la lógica del hincapié islámico en el perdón al peor enemigo diciendo: “Tratar a las personas como a uno le gustaría que se le trate”. En la misma edición de la revista del CICR de la que he tomado estas dos citas (http://www.redcross.int/es/MAG/magazine2005_1/24-25.html), la periodista independiente Hadia Nusrat asegura:
"Así pues, el Islam prohíbe los actos inmorales, humillantes y degradantes, así como los abusos contra la dignidad de la persona humana, aun cuando son perpetrados contra el enemigo. La Sharia abarca también los daños colaterales y prescribe una compensación por pérdida de vidas y bienes para los no combatientes, sean o no musulmanes, durante un conflicto. Puesto que para el Islam todas las razas son la creación de Dios, la limpieza étnica queda también estrictamente vedada, otra coincidencia con el DIH".
Sin embargo, la principal diferencia entre DIH e Islam radica en que el primero sólo se ocupa de limitar los efectos que producen los conflictos en las víctimas, mientras el Islam es un sistema social, económico, político y religioso completo, que se ocupa también de la legitimidad de un conflicto y de todos los aspectos de la vida en tiempos de paz, con un principio fundamental frente a la guerra: Todo musulmán, hombre o mujer, es pacifista y prefiere el perdón a la venganza, pues la paz y el perdón son de las cosas que más agradan a Dios: "Se indulgente con la naturaleza humana, y ordena la conducta recta; y aléjate de todos aquellos que prefieren seguir en la ignorancia" (Corán 7:199). La violencia, de llegar a ser necesaria, sólo puede ser utilizada como último recurso, y sólo como defensa. Un musulmán no puede ser agresor: "Y combatid por la causa de Dios a aquellos que os combatan, pero no cometáis agresión, pues ciertamente, Dios no ama a los agresores" (2:190). En tiempos de guerra, un musulmán no puede rechazar un ofrecimiento de tregua: "Pero si se inclinan a la paz, inclínate tú también, y confía en Dios" (8:61). Tampoco puede el musulmán romper una tregua o violar cualquier pacto que haga: "En cuanto a aquellos con los que has concertado un pacto y luego rompen su pacto a cada momento, pues no son conscientes de Dios" (8:56); "y sed fieles a vuestro pacto con Dios cuando os comprometáis a algo, y no rompáis vuestros juramentos después de haberlos confirmado libremente y de haber puesto a Dios por testigo de vuestra buena fe: ciertamente, Dios sabe todo lo que hacéis" (16:91). Por sobre todo, no puede utilizarse la fuerza para imponer el Islam a los no-musulmanes: "No cabe coacción en asuntos de fe" (2:256).
El mundo occidental no conoció límite alguno en la guerra, toda atrocidad fue permitida e incluso fomentada, hasta que los Concilios de Letrán (1059) y de Clermont (1095) procuraron establecer un código no escrito que diera algunos preceptos morales a la guerra. El arbitraje papal en los conflictos entre reinos cristianos y los principios de la Caballería, fueron importantes esfuerzos en lograr cierta humanización de la guerra. Esfuerzos que no impidieron que las cruzadas fueran las guerras más brutales y los actos de genocidio más grandes que vio la humanidad hasta el siglo XX.
No fue hasta los Convenios de Ginebra (1949) y sus Protocolos Adicionales (1977) que se estableció lo que conocemos hoy como Derecho Internacional Humanitario. En contraposición, las normas islámicas que han sorprendido en buena manera a los dirigentes del CICR, y que han permitido que se garantice el trabajo del CICR en los países con población mayoritariamente musulmana, están escritas en el Corán desde hace más de 14 siglos.
Contrario a las afirmaciones de los enemigos del Islam, el Corán no hace un llamado a la violencia ni mucho menos a la "aniquilación de los infieles". El término infiel, ni siquiera existe en el Islam, pues infiel es aquel que no ha sido bautizado en el cristianismo (en el Islam no hay bautismo). Si bien algunos traducen el término árabe kafir como infiel, esta es una traducción errada. Kafir es el participio activo de la raíz K-F-R (cubrir o encubrir). En un sentido islámico, la palabra kafir se usa para referirse a una persona que rechaza a Dios, que oculta o cubre la verdad, pues Dios es La Verdad en sentido absoluto, y quien niega a Dios oculta a otros la verdadera razón de la existencia del hombre, que es adorar a su Creador. En realidad, el Islam ha sido la única civilización pluralista desde sus fundamentos, y prueba de ello es la convivencia pacífica y productiva de cristianos, judíos y musulmanes, entre otros, que desarrollaron juntos las artes y las ciencias en la Casa de la Sabiduría en Baghdad. Como afirma al-Zuhili en el artículo que sigue, en el Islam "está prohibido matar a civiles o a personas no combatientes, y se concluyen acuerdos o pactos (dhimma) con las personas no musulmanas que viven en la esfera del Islam en paz y sin quejas. Además, el Islam alienta la creación de nuevos foros para las relaciones y el comercio con otros pueblos con objeto de establecer buenas relaciones entre los musulmanes y los demás."
Publico a continuación este interesante artículo sobre el tema, que apareció en la Revista Internacional de la Cruz Roja, en junio de 2005 (tomado de http://www.ikrk.org/Web/spa/sitespa0.nsf/html/6GUKCV). Pero antes, he de resaltar que si bien al-Zuhili se refiere al derecho de los estados a su soberanía, no se refiere al modelo de estado-nación liberal burgués que triunfó con la revolución francesa y fue impuesto primero a través del colonialismo europeo y luego a través de la globalización colonialista de la cultura occidental, particularmente del modelo social angloamericano. Se habla aquí del derecho de los pueblos a tomar sus propias decisiones sin intervención de otros pueblos, en el entendido de que el Islam es un solo pueblo del que todo musulmán hace parte, y de que el nacionalismo es incompatible con el Islam. Como explico en mi nota Incompatibilidades Fundamentales entre Nacionalismo y Pacifismo, las ideologías nacionalistas son base de las dictadoras, los imperialismos y los choques entre etnias, pueblos y culturas, mientras el Islam es respetuoso de las diferencias étnicas, culturales, políticas, sociales, e incluso religiosas.
EL ISLAM Y EL DERECHO INTERNACIONAL
por Jeque Wahbeh M. al-Zuhili
El Dr. Jeque Wahbeh al-Zuhili es profesor y jefe del Departamento de Derecho (fiqh) y Doctrinas Islámicos de la Facultad de Sharia, Universidad de Damasco. Es autor de varios libros y estudios sobre grandes temas, relacionados, en particular, con el derecho islámico, entre los que se cuentan "The effects of war in Islamic law: A comparative study" (Las consecuencias de la guerra en el derecho islámico. Estudio comparativo), y "at-tafseer al-muneer" (Exégesis del Sagrado Libro del Corán, dar al-fikr, Damasco, 17 volúmenes).
En este artículo, un estudioso especialista en el Islam describe los principios que rigen el derecho internacional y las relaciones internacionales, desde una perspectiva islámica. Después de presentar las normas y los principios que rigen las relaciones internacionales en el sistema islámico, el autor destaca los principios de la soberanía y de la no interferencia en los asuntos internos de otros Estados, y la aspiración del Islam a la paz y la armonía. También explica la relación entre los musulmanes y los demás en tiempo de paz o en caso de guerra, así como la clásica división del mundo establecida por la jurisprudencia: la esfera del islam (dar al-islam) y la esfera de la guerra (dar al-harb). Por último, el autor reseña las restricciones que el derecho islámico (sharia) impone a la guerra y que han alcanzado la categoría de preceptos jurídicos.
El autor desea expresar su agradecimiento al Dr. Ameur Zemmali por las observaciones formuladas durante la preparación de este artículo, que es responsabilidad exclusiva del autor. El artículo se basa en una presentación efectuada en la Conferencia sobre "Protección de las víctimas de la guerra a la luz del derecho islámico y del derecho internacional humanitario", organizada por la Universidad Islámica Internacional de Islamabad y el CICR (Islamabad, Pakistán, 30 de septiembre - 2 de octubre de 2004).
Mientras resuenan las voces que anuncian el "choque de civilizaciones", y la denominada "guerra contra el terrorismo" afecta los destinos de algunas comunidades y de muchos grupos de personas en diferentes países del mundo, cabe recordar los valores humanitarios en torno a los que se congregan naciones y pueblos. Desde la perspectiva islámica, creemos que las diferencias entre los pueblos son establecidas por Dios, y que son fuente de riqueza y de armonía para toda la raza humana. Hay muchos principios islámicos que sustentan este punto de vista. Explicaremos, en líneas generales, algunos de los principios que se aplican a la relación entre los musulmanes y los demás, en tiempo de paz o en caso de guerra. Señalaremos que los Estados islámicos forman parte de la comunidad internacional con todas sus organizaciones e instrumentos. También tomaremos en cuenta la existencia de conflictos armados y situaciones de ocupación dentro y fuera de los países islámicos, que se producen a pesar de que los pueblos islámicos aspiran a vivir en paz y armonía con todas las naciones y razas.
Las normas que rigen las relaciones internacionales en tiempo de paz
Principios básicos
Es bien sabido que la prédica islámica, que comprende los valores y la ética, el derecho y la doctrina islámicos, tiene una tendencia universal, ya que su aspiración es que prevalezca el bienestar y que los principios islámicos se difundan por todo el mundo. Esta visión no responde a intereses económicos, materiales, raciales, imperialistas o nacionalistas, sino al deseo de lograr la salvación, la felicidad, el bienestar, la justicia y la prosperidad para toda la humanidad, tanto en esta vida como en la otra. La doctrina se basa en el reconocimiento y la confirmación de la absoluta unicidad de Dios tanto en Divinidad como en Potestad, sin tacha alguna de ateísmo o paganismo. Así pues, la creencia en el único Dios, la creencia en Sus ángeles, la creencia en Sus libros revelados a Sus enviados, en la otra vida, y en los actos de Dios, son los pilares de esta religión.
En la religión islámica no hay coerción ni compulsión alguna en cuanto a la diseminación de esta doctrina. La libertad, la persuasión, el diálogo y la tolerancia son los cimientos de la labor que los predicadores islámicos realizan para Dios Todopoderoso.
Las personas son iguales por lo que atañe a la humanidad, al respeto de los derechos humanos y la dignidad humana; ninguna persona o grupo es mejor que los demás, excepto en la piedad y las buenas acciones. La cooperación es un principio que todos están obligados a respetar. Dios dice:
"¡Hombres! Os hemos creado de un varón y de una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus, para que os conozcáis unos a otros. Para Dios, el más noble de entre vosotros es el que más Le teme. Dios es omnisciente, está bien informado"[1].
Dice también:
"No cabe coacción en religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío (…)"[2]. Éste es el principio de la libertad religiosa.
Cuando se difunde el mensaje del islam, el principio y el lema son: poner en marcha la mente y la lógica, y hacer cumplir la justicia. Dios se refiere a esto en muchos versos, como éste: "Di: '¡Gente de la Escritura! Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Dios, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Dios. Y, si vuelven la espalda, decid 'Sed testigos de nuestra sumisión!'"[3], y también dice:
"No discutáis sino con buenos modales con la gente de la Escritura, excepto con los que hayan obrado impíamente. Y decid: 'Creemos en lo que se nos ha revelado a nosotros y en lo que se os ha revelado a vosotros. Nuestro Dios y vuestro Dios son Uno y nos sometemos a Él'"[4].
El principio de la paz y la seguridad es una norma firmemente establecida que no debe violarse en modo alguno, salvo en caso de agresión por parte de los demás y cuando el enemigo recurre a las armas. Dios dice:
"¡Creyentes! ¡Entrad todos en la Paz y no sigáis los pasos del demonio! Es para vosotros un enemigo declarado"[5].
La norma que rige la relación entre los musulmanes y la Gente de la Escritura (judíos, cristianos y otros) es la metodología ideal, más racional e inequívoca, que está expresada en dos versos del Corán:
"Dios no os prohíbe que seáis buenos y equitativos con quienes no han combatido contra vosotros por causa de la religión, ni os han expulsado de vuestros hogares. Dios ama a los que son equitativos. Lo que sí os prohíbe Dios es que toméis como amigos a los que han combatido contra vosotros por causa de la religión y os han expulsado de vuestros hogares o han contribuido a vuestra expulsión. Quienes les tomen como amigos, ésos son los impíos"[6].
En su larga historia desde los días del profeta, los musulmanes se han comprometido a seguir este camino. Así pues, el mensaje del profeta y de sus compañeros y seguidores era una expresión fiel del mensaje único, dirigido a los monarcas, príncipes y líderes del mundo:
"Uníos al islam y no sufriréis daño alguno; de otro modo, cometeréis el mismo pecado que la gente común (labriegos, artesanos, comerciantes y otros)".
"¡Gente de la Escritura! Convengamos en una fórmula aceptable a nosotros y a vosotros, según la cual no serviremos sino a Dios, no Le asociaremos nada y no tomaremos a nadie de entre nosotros como Señor fuera de Dios (…)"[7].
En las diversas guerras contra los árabes, los persas o los romanos, los musulmanes recurrieron a la guerra sólo para defender su existencia, rechazar agresiones, investirse de poder para izar la bandera de la libertad entre todos los pueblos en pie de igualdad, declarar la verdad absoluta, esto es, que la servidumbre y la sumisión se deben sólo a Dios, sin la influencia de un sultán opresor, un gobernante injusto o un líder despótico.
El Estado islámico (califato [8]) fue el único sistema basado en la emancipación del individuo y de la sociedad del fenómeno de la "dominación y subordinación" que prevalecía en la sociedad humana. El Islam reemplazó la "dominación y subordinación" por la justicia, la consulta (shura), la igualdad, la misericordia, la libertad y la hermandad, que son las bases islámicas más nobles de las políticas de gobierno [9].
A la luz de esos valores y fundamentos básicos, podemos identificar los principios de la paz y la seguridad determinados por la doctrina y la legislación islámicas y las prácticas musulmanas.
Normas del sistema islámico relacionadas con el orden internacional
A fin de establecer las bases para las relaciones externas o internacionales, el sistema islámico establece numerosas normas. Las más importantes se reseñan a continuación [10].
La hermandad entre los hombres
Los musulmanes han sido confiados a la guía de Dios Todopoderoso, como lo expresa el Corán al indicar que Dios confirma la unidad entre las criaturas y el Creador, la unidad de la raza humana y la hermandad plena entre los hombres. Dios Todopoderoso es el Creador; los seres humanos son Su creación, y Su voluntad y sabiduría disponen que las personas sean diferentes en cuanto a sus facultades intelectuales, opiniones, ideas, creencias y doctrinas. Las personas son libres de elegir lo que más les convenga, a la luz de la revelación divina y de los mensajes de los profetas y enviados reformistas que aparecieron desde los tiempos antiguos hasta la era del Sello (el último) de los profetas, Mujámmad Ibn Abdul-Lah (Mahoma), la bendición y la paz de Dios sean con todos ellos. Después de haber elegido y ejercido su libertad, las personas son responsables de la sensatez de su elección. Su obligación es elegir lo que verdaderamente las beneficia, en forma tal que puedan lograr la salvación y la felicidad en esta vida y en la otra. Al explicar el camino a la salvación, que consiste en observar los mensajes de los profetas y los enviados, la paz sea con ellos, dice Dios:
"La Humanidad constituía una sola comunidad. Dios suscitó profetas portadores de buenas nuevas, que predicaban, y reveló por su medio la Escritura con la Verdad para decidir entre los hombres sobre aquello en que discrepaban. Sólo aquéllos a quienes se les había dado discreparon sobre ella, a pesar de las pruebas claras recibidas, y eso por celos mutuos. Dios quiso dirigir a los creyentes hacia la verdad, sobre la que los otros discrepaban. Dios dirige a quien Él quiere a una vía recta"[11].
La guerra sólo debe emprenderse en defensa propia, para prevenir injusticias y repeler agresiones. No se debe mutilar a las personas, ni hacerles pasar hambre o sed, torturarlas, abusar gravemente de ellas, agredirlas o saquear sus bienes, violando la santidad de la hermandad humana, salvo en caso necesario y para protegerse contra agresiones.
Honrar al ser humano y proteger los derechos humanos
El Corán considera que honrar a los seres humanos, proteger la existencia de cada uno de ellos y salvaguardar sus derechos, independientemente de su actitud o comportamiento son los elementos básicos en la percepción de la humanidad. Dios dice: "Hemos honrado a los hijos de Adán. Los hemos llevado por tierra y por mar, les hemos proveído de cosas buenas y los hemos preferido marcadamente a muchas otras criaturas"[12].
Dios creó al ser humano y le proporcionó unos preceptos de vida básicos y permanentes: el derecho a la vida, la libertad, la igualdad, la justicia, la consulta y la conducta ética. Esos derechos son los principios esenciales y fundamentales que es preciso proteger. Las relaciones con otros seres humanos han de regirse por esos principios en todas las circunstancias: en el diálogo y en el debate, en la coexistencia pacífica, en la paz y en la guerra.
Así pues, en la legislación y la religión de Dios, se prohíbe perjudicar o dañar a un ser humano a causa de su religión. Tampoco se le debe compeler a cambiar su religión. La dignidad del ser humano debe ser inviolable. No se debe torturar a una persona en una forma que ofenda su dignidad. Está prohibido atacar su honor o violar su modestia. No se debe oprimir al ser humano ni someterlo a prácticas que transgredan la moral y los códigos de ética. Éstos son los principios fundamentales a los que adhieren los musulmanes o las personas piadosas de cualquier religión.
Compromiso con las normas de la ética y la moral
La ética es el marco de la religión, el pilar de la civilización; establece la base y las normas para el trato y las relaciones entre las personas y entre los Estados. No debe tratarse a un ser humano, pueblo o Estado en una forma que infrinja los valores éticos y morales, sobre todo los criterios de la virtud y la nobleza del espíritu. Consecuentemente, se prohíben la esclavización, la degradación, la opresión y la coerción, cualesquiera sean sus motivos. También se prohíben la demolición, la destrucción, la expulsión de las personas de sus hogares, viviendas o tierras, dado que esas acciones constituyen una violación de la santidad del honor y de los valores respetados, incluso si el comportamiento del enemigo se considera abusivo, vil o deshonroso. No se debe tratar al enemigo de la misma forma, sobre la base de la reciprocidad, porque el honor es uno de los valores sacrosantos de Dios en la tierra. Una persona es inviolable e intocable, sea aliada o enemiga y cualquiera sea su sexo, religión, creencias o doctrina. Toda ofensa o pecado es un acto prohibido y genera culpa, independientemente de que la persona que lo cometa sea amiga o enemiga.
En uno de sus mensajes al líder de sus ejércitos, Sa'd Ibn Abi Waqas, Omar Ibn Al-Khattab [13] (Dios se complazca en ellos) dijo: "Os ordeno, a ti y a los que te acompañan, guardarse bien de ofender al enemigo, porque los pecados de un ejército son más temibles que su enemigo. Los musulmanes triunfan porque sus adversarios desobedecen a Dios. De otro modo, no podríamos vencerlos, porque son más numerosos y están mejor equipados que nosotros. Por ende, si los igualamos en faltas, prevalecerán sobre nosotros. Hemos de imponernos por nuestros valores y buenas acciones, ya que nunca podremos hacerlo con nuestra fuerza. (…) Nunca digáis: nuestros enemigos son peores que nosotros, por lo cual no podrán vencernos aunque cometamos una mala acción; muchos pueblos han sido atacados y subyugados por gentes peores que ellos"[14].
Justicia e igualdad en cuanto a los derechos y las obligaciones
La justicia en el trato de los otros es un derecho natural; es también la base de la supervivencia del sistema de gobierno. La opresión presagia la destrucción de las civilizaciones y de la prosperidad y el colapso del sistema. Por ello, Dios Todopoderoso dice: "Dios prescribe la justicia, la beneficencia (…)"[15], de modo tal que las buenas acciones se suman a la justicia para erradicar el rencor de las mentes de las personas y alentar la amistad entre ellas. Dios dice también:
"¡Creyentes! Sed íntegros ante Dios cuando depongáis como testigos de justicia! ¡Que el odio a un pueblo no os incite a obrar injustamente! ¡Sed justos! Esto es lo más próximo al temor de Dios. ¡Y temed a Dios! Dios está bien informado de lo que hacéis"[16].
La palabra de Dios relatada por el profeta encarece: "¡Oh, mis súbditos! He prohibido la injusticia para Mí y la he prohibido entre vosotros. No cometáis injusticias contra otros"[17]. También hay un dicho muy antiguo y conocido del califa Omar: "¿Desde cuándo se esclaviza a las personas que nacieron libres?"
El derecho a la igualdad en materia de derechos y obligaciones y el derecho a litigar son derechos naturales. El derecho a litigar complementa el derecho a la justicia y constituye su expresión. Por ende, no se debe tratar a ningún grupo o persona, ni siquiera a un monarca, con favoritismo ni discriminar contra otros en su favor. El profeta (la paz sea con él) dice: "Las personas son iguales como los dientes de un peine"[18], y en otro dicho, señala: "Si Fátima, hija de Mahoma [mi hija] robara, le cortaría la mano"[19].
Uno de los raros ejemplos de justicia en el trato con otros pueblos es la historia de los habitantes de la ciudad de Samarcanda, que se quejaron al califa omeya Omar Ibn Abdul Aziz (717-720) por la injusticia y la discriminación puestas de manifiesto por el jefe militar musulmán Qutayba, quien conquistó el país sin avisarles previamente del ataque. Omar envió a su juez para que resolviera el asunto. Su decisión fue que los árabes se retirasen del territorio conquistado y regresaran a su campamento, a menos que se concluyera un pacto de conciliación o que la conquista se realizara tras advertir a la población, con la debida antelación, que se iba a lanzar el ataque.
Misericordia en la paz y en la guerra
La ética y los principios básicos del Islam prescriben la tolerancia, la misericordia y la concesión de una amnistía en las situaciones difíciles, y exigen evitar la estrictez, la intransigencia o la crueldad que excedan los límites normales, de acuerdo con la naturaleza del mensaje del islam descrito por Dios Todopoderoso, al dirigirse al profeta con estas palabras: "No te hemos revelado la Escritura (…) sino (…) como (…) misericordia para gente que cree".
En otras palabras, los seres humanos, los animales, los genios y los seres inanimados, y, en efecto, todas las cosas, deben tratarse como se ha prescrito. Después de conquistar La Meca, el profeta, la paz sea con él, fue tolerante con los Quraysh, la tribu que hasta ese momento reinaba allí y que lo había injuriado gravemente. Les dijo: "Hoy no tenéis culpa; id, sois libres".
Respetar los pactos y los compromisos, siempre que la otra parte cumpla sus propias promesas (pacta sunt servanda)
Ésta es la base para la construcción de la confianza, la estima y el respeto. En consonancia con este principio, el Islam prohíbe la perfidia y la traición en todas las circunstancias. Muchos versos coránicos establecen la obligatoriedad del cumplimiento de los pactos, las obligaciones contractuales y las promesas. Por ejemplo, Dios Todopoderoso dice: "¡Creyentes! ¡Respetad vuestros compromisos! (…)"[20] y "Cuando concluyáis una alianza con Dios, sed fieles a ella. No violéis los juramentos después de haberlos prestado solemnemente. Habéis puesto a Dios como garante contra vosotros. Dios sabe lo que hacéis"[21].
Se prohíbe asistir a grupos oprimidos que piden ayuda a la comunidad musulmana si esa asistencia supone transgredir acuerdos. Dios dice: "(…) Si os piden que les auxiliéis en nombre de la religión, debéis auxiliarles, a menos que se trate de ir contra un pueblo con el que os una un pacto (…)"[22].
Aplicar la reciprocidad, a menos que sea contraria a los principios fundamentales de la virtud y la ética
Aunque el principio de la reciprocidad es antiguo, el Islam lo adoptó en su trato con otros, tanto en tiempo de paz como de guerra, para establecer que reine la justicia, fijar normas de equidad e imparcialidad y asegurarse de que el enemigo no sobrepasara ciertos límites en sus acciones y comportamiento. Sin embargo, si se infringen los principios éticos y morales fundamentales, los musulmanes no deben hacer lo mismo. Por ejemplo, en caso de guerra, el Islam prohíbe mutilar los cuerpos o desfigurarlos, cortándoles la nariz, las orejas o los labios, o destripándolos, incluso aunque el enemigo practique esos actos. En un jadiz breve y claro, el profeta (la paz sea con él) dice: "No mutilarás". Cabe mencionar, por lo menos, un verso fundamental: "Si castigáis, castigad de la misma manera que se os ha castigado. Pero, si tenéis paciencia, es mejor para vosotros"[23].
Reconocimiento de la personalidad internacional de otros Estados
El auge del concepto de Estado vino acompañado del reconocimiento de la personalidad internacional de los Estados, consolidada por el principio de la "igualdad de la soberanía entre todos los miembros de la comunidad internacional". Este principio es aceptable desde el punto de vista del islamismo, ya que su finalidad es permitir a cada Estado vivir en libertad, seguridad y paz, y dedicarse a cumplir las obligaciones que tiene con su pueblo.
Ningún Estado tiene derecho a infringir la soberanía de otro, ni a invadirlo o controlar su destino y su riqueza, ya que si lo hace, su propia soberanía se verá menoscabada. Además, ningún Estado tiene derecho a interferir en los asuntos de otros Estados. La prueba de que el Islam respeta este principio reside en su reconocimiento del principio de la paz y la seguridad internacionales para todos los Estados. La larga historia del islam demuestra que los Estados musulmanes se han adherido fielmente a una política de paz con otras naciones y pueblos [24].
El Corán dispone en forma inequívoca que se ha de reconocer a los otros Estados y pueblos:
"No hagáis como aquélla que deshacía de nuevo el hilo que había hilado fuertemente. Utilizáis vuestros juramentos para engañaros so pretexto de que una comunidad es más fuerte que otra (…)"[25]. En otras palabras, guárdate de quebrantar tus juramentos, como la mujer imprudente que rompía el hilo que había hilado con precisión y perfección, dejándolo deshacerse en hebras. Cuando utilizas tus juramentos o promesas para engañar a los demás y exponerlos al peligro, simulas respetar el juramento mientras ocultas tu intención de romperlo y te inclinas hacia otros que son más ricos y poderosos. Las palabras "más fuerte que otra" constituyen un reconocimiento inequívoco de la diversidad y la multiplicidad de las naciones, los pueblos y los Estados.
También está prohibido interferir en los asuntos de otros pueblos o intentar debilitar la estructura de otro Estado, ya que los musulmanes no están autorizados a actuar de esta forma. Por consiguiente, este principio equivale al reconocimiento o aceptación de la existencia de otros pueblos y a la prohibición de cualquier intento por aniquilar a esos pueblos o a los preceptos que han establecido para guiarlos.
Precedencia de los principios de la paz, la hermandad humana y la cooperación internacional
El Islam tiene vivo interés en alcanzar soluciones con otros pueblos sobre la base de la paz y la seguridad, el reconocimiento de la asociación en lo que respecta a los intereses comunes, y el respeto por el vínculo de la hermandad humana, ya que todas las criaturas existen por orden y voluntad divinas. Así, está prohibido matar a cualquier ser humano, excepto por razones jurídicas; de otro modo, podría considerarse como una agresión contra la propia creación del Creador.
Un grupo de juristas musulmanes ha decidido que la base (la norma general) de la relación entre los musulmanes y los demás es la paz y no la guerra, ya que Dios así lo dice en muchos versos, como los siguientes:
1. "¡Creyentes! ¡Entrad todos en la Paz y no sigáis los pasos del Demonio! Es para vosotros un enemigo declarado"[26].
2. "¡Creyentes! ¡Cuando acudáis a combatir por Dios, cuidado no digáis al primero que os salude: '¡Tú no eres creyente!', buscando los bienes de la vida de acá"[27].
3. "(…) Si se mantienen aparte, si no combaten contra vosotros y os ofrecen su rendición, entonces no tendréis justificación ante Dios contra ellos"[28].
4. "Si, al contrario, tienden a la paz, ¡tiende tú también a ella! ¡Y confía en Dios! Él es Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe"[29].
Así pues, esos juristas han determinado que, para el Islam, la razón de los combates es luchar contra los que están fuera de la ley o para repeler agresiones, no el ateísmo o las diferencias religiosas. La prueba es que está prohibido matar a civiles o a personas no combatientes, y que se concluyen acuerdos o pactos (dhimma) con las personas no musulmanas quienes viven en la esfera del Islam en paz y sin quejas. Además, el Islam alienta la creación de nuevos foros para las relaciones y el comercio con otros pueblos con objeto de establecer buenas relaciones entre los musulmanes y los demás.
El jurista Ibn as-Salah dice: "La opinión original es que se debe respetar la vida de los ateos, porque Dios Todopoderoso no desea exterminar a las criaturas, ni las ha creado para que se las mate. Empero, está permitido matar a los ateos si infligen daño, pero no como castigo por su ateísmo. El castigo no se inflige en la vida terrenal, sino en la otra vida… Si la cuestión es así, no está permitido decir que matarlos es la norma"[30].
Los que sostienen la opinión contraria señalan que, en la relación entre los musulmanes y los demás, la norma es la guerra, no la paz. Este concepto es una confirmación, o, más bien, una descripción de las malas relaciones que prevalecían en el pasado a causa de los constantes ataques contra los musulmanes y las recurrentes guerras entre éstos y los demás. El propósito de ese concepto era, tal vez, levantar la moral de los combatientes para que no depusieran las armas, se distendieran y descansaran, sino que estuvieran listos para el combate y decididos a perseverar contra los adversarios que rodeaban a los musulmanes por doquier. Sus sostenedores argumentan que en las grandes guerras o maghazi (expediciones o campañas), 27 de las cuales fueron campañas contra los árabes en tiempos del profeta, los musulmanes fueron víctimas de agresiones. Lo mismo puede decirse de las guerras contra otros adversarios, como los cruzados, los tártaros o los mongoles.
Lamentablemente, las guerras de agresión no se limitan a los ejemplos mencionados, sino que son frecuentes en la historia de las naciones, tanto en los tiempos antiguos como en los modernos. Sin embargo, la conducción de la guerra debe estar sujeta a normas jurídicas. En la siguiente sección, se expondrán algunos principios islámicos pertinentes.
Relaciones internacionales en caso de guerra
Es evidente que la guerra tiene repercusiones en las relaciones entre los beligerantes. Cada parte o grupo percibe al otro como el adversario; anhela derrotarlo y alcanzar la victoria y la supremacía. El deseo de vencer y derrotar al enemigo puede inducir a las partes a cometer incluso las faltas y los crímenes más graves. Por ende, resultó necesario imponer restricciones a la guerra a fin de regular tanto el inicio como la conducción de las hostilidades. También hay normas relacionadas con el fin de las hostilidades. En las secciones que siguen, se reseñan cuatro aspectos principales de esta cuestión.
La finalidad de la división clásica del mundo en dos o tres esferas, basada en la jurisprudencia
Los juristas musulmanes suelen dividir el mundo en dos esferas: la esfera del Islam (dar al-islam) y la esfera de la guerra (dar al-harb). Algunos estudiosos añaden una tercera, la esfera del pacto (dar al-'ahd o dar as-sulh). La esfera del Islam comprende países donde el poder está en manos de musulmanes y donde se aplican las normas del Islam y se cumplen los rituales islámicos. Los pueblos de esa esfera son los musulmanes y las gentes del pacto (no musulmanes que residen en territorio islámico conforme a un pacto). La esfera de la guerra comprende a países que están fuera del alcance de la soberanía islámica y que, por ende, no aplican las normas religiosas y políticas del Islam; sus pueblos son beligerantes. La esfera del pacto consiste en las regiones que han concluido pactos comerciales pacíficos, acuerdos de conciliación o treguas de largo plazo con musulmanes. Además, la historia del Islam ofrece ejemplos de pueblos neutrales como los abisinios, los nubios y los chipriotas.
De hecho, esta división carece de fundamentos escritos, ya que no está prevista ni en el Corán ni en los jadices. Se trata de la descripción efímera de lo que sucede cuando estalla una guerra entre musulmanes y otros pueblos. Es una narración de los hechos, similar a los confirmados por los juristas del derecho internacional, según la cual la guerra divide a la comunidad internacional en dos partes: los beligerantes, en particular los Estados que intervienen en la guerra, y los no beligerantes y los neutrales, esto es, los restantes miembros de la comunidad internacional.
En realidad, en la jurisprudencia islámica, como lo afirma el imán Al-Shafi'i (767-820), y en el derecho internacional contemporáneo, el mundo es una esfera [31]. Si no hay seguridad y prevalece la guerra en lugar de la paz, habrá dos zonas: una pacífica y una beligerante. La opinión de algunos orientalistas y de otros estudiosos, que afirman que la esfera de la guerra está empeñada en un antagonismo permanente contra la esfera del Islam, no es aceptable. Consideramos que el antagonismo es temporal y que se limita a las zonas donde realmente hay enfrentamientos o conflictos armados.
La guerra como una necesidad en el derecho islámico
En el derecho internacional, la guerra es un conflicto armado entre dos o más Estados; las relaciones entre los beligerantes, y entre los beligerantes y los neutrales, son determinadas por el derecho internacional. Las causas de la guerra son numerosas, cambiantes y complejas [32].
En el idioma árabe, los términos "guerra", "yijad" y "conquista" pueden tener el mismo significado: luchar contra el enemigo. Sin embargo, en la jurisprudencia islámica se ha difundido el término "yijad". En su Mufradat al-Qur'an, Al Raghib al-Asfahani dijo que "yijad y muyajada, o lucha militante, significan hacer el máximo esfuerzo por rechazar al enemigo". Uno de los juristas sunnitas clásicos de la escuela de Maliki, Ibn 'Arafa, también definió a la yijad como "la guerra emprendida por un musulmán contra un infiel, con quien no lo une juramento alguno, para imponer la palabra de Dios Todopoderoso, o contra la presencia o la penetración del infiel en el territorio [musulmán]"[33].
En el Islam, la yijad es lícita en tanto sea necesaria para suprimir una agresión. Fue prescrita en el segundo año de la hégira [34], después de que los musulmanes soportaran pacientemente, durante 14 años, el daño que les infligían los paganos. La prueba está en las palabras de Dios Todopoderoso:
"Les está permitido [combatir] a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente. Dios es, ciertamente, poderoso para auxiliarles". "A quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares, sólo por haber dicho: '¡Nuestro Señor es Dios!'"[35]. Las palabras de Dios "han sido tratados injustamente" y "quienes han sido expulsados injustamente de sus hogares" ilustran la razón que explica la licitud de la guerra, esto es, que los musulmanes son oprimidos por otros (los infieles). En tanto que Dios prohíbe la guerra en más de setenta versos [36], la permite por primera vez en éste, como lo confirma otro verso:
"Se os ha prescrito que combatáis, aunque os disguste. Puede que os disguste algo que os conviene y améis algo que no os conviene. Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis"[37].
Sin embargo, en la yijad, la religión no era el motivo de la guerra, ni era el propósito de la yijad subordinar a los demás y obligarlos a convertirse al Islam. La finalidad de la yijad era combatir la injusticia, defender la causa de los débiles y rechazar al enemigo. Como señaló el orientalista europeo, Thomas Arnold, las grandes conquistas que sentaron las bases del imperio árabe no fueron el resultado de una guerra religiosa destinada a difundir el Islam. Sin embargo, como fueron seguidas de un gran movimiento de apostasía, se creyó que los árabes apuntaban a destruir el cristianismo. A partir de entonces, los cristianos consideraron que la espada era una de las herramientas de la prédica islámica [38].
El Islam no reconocía la guerra como una política nacional, como un método para resolver conflictos o como un medio para satisfacer el deseo de hegemonía u obtener botines de guerra. Como ya se ha explicado más arriba, la guerra no se considera lícita salvo cuando es fruto de una necesidad absoluta. Los musulmanes no la desean ni anhelan derramar la sangre de otros seres humanos. Así pues, el profeta (la paz sea con él) dijo: "No desees enfrentarte con el enemigo. Pide a Dios que te proteja del mal. Pero si te enfrentas con el enemigo, sé firme e invoca muchas veces a Dios"[39].
Antes de una declaración de guerra o de una yijad, habría que procurar que el enemigo opte por una de tres posibilidades: el Islam, como prenda de paz; la reconciliación o un tratado de paz con los musulmanes; o, por último, la guerra, si el enemigo insiste en emprenderla. Es evidente que, al ofrecer tres opciones, queda excluida la coacción.
Hay pruebas concluyentes de que el Islam no se difundió con la espada, y de que hay una clara diferencia entre la difusión del Islam mediante la sabiduría y los buenos consejos, y la declaración de una yijad para hacer frente a las agresiones. Éste y otros argumentos demuestran que, en la historia de la prédica islámica, no hubo una conversión compulsiva al Islam. Así lo subrayan las palabras de Dios: "No cabe coacción en religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío. (…)"[40].
La percepción islámica del motivo de la guerra
En el Islam, el motivo de la guerra no son las diferencias religiosas o el propósito de imponer a los demás la doctrina islámica o una clase social racista. Tampoco proviene de una tendencia nacionalista o de intereses materiales o económicos. El califa omeya Omar Ibn Abdul Aziz dijo a uno de los gobernantes del califato, que se quejaba de los pocos recursos recabados por concepto de kharaj (impuestos territoriales), debido a la gran cantidad de personas que se convertían al Islam: "Dios envió a Mahoma con la Verdad para que ejerciera como guía y no como recaudador de impuestos".
Según la mayoría de los juristas musulmanes, el motivo de la guerra es responder a un ataque y agresión. No ha de matarse a ningún ser humano sólo porque contraviene al Islam, sino para protegerse contra cualquier agresión de su parte. Como no participan en la guerra, es evidente que no puede matarse o atacarse a las personas civiles o a los no combatientes. El profeta (la paz sea con él) prohibió matar a las mujeres, a los niños y a los sacerdotes. Si los no musulmanes eligen concluir tratados de paz y de conciliación, pueden hacerlo. No están obligados a más. Dios Todopoderoso dice: "Si, al contrario, (los enemigos) tienden a la paz, ¡tiende tú también a ella! (…)[41] y "(…) cuidado no digáis al primero que os salude: "¡Tu no eres creyente!" (…)[42].
En el Islam, hay tres tipos de circunstancias que dan legitimidad a la guerra, a saber: (…)[43]
a) la agresión contra los musulmanes, sea individual o sea colectivamente, como predicadores del Islam; o todo intento para que los musulmanes apostaten; o la declaración de guerra contra los musulmanes. Dios Todopoderoso dice: "Les está permitido [combatir] a quienes son atacados, porque han sido tratados injustamente"[44]. Dice también: "Matadles donde les halléis y expulsadles de donde os hayan expulsado. La tentación es peor que el homicidio (…)"[45];
b) la asistencia a las víctimas de la injusticia, ya sean personas o grupos. Dios Todopoderoso dice: "¿Por qué no queréis combatir por Dios y por los hombres débiles, las mujeres y los niños, que dicen: '¡Señor! ¡Sácanos de esta ciudad de impíos habitantes!' (…)?"[46];
c) la defensa propia y protegerse contra los ataques en su propio país. Dios Todopoderoso dice: "Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no seáis vosotros los agresores. Dios no ama a los agresores"[47].
En algunos versos se insta a los musulmanes a luchar sólo cuando las batallas ya han empezado y no antes. La preparación a la guerra es necesaria para evitar que los adversarios de los musulmanes ganen ventaja. Dios Todopoderoso dice: "¡Preparad contra ellos toda la fuerza (…) que podáis (…)!"[48].
Ibn Taymiyya (1263-1328) dijo: "La manera de obrar del profeta (la paz sea con él) consistía en no hacerle la guerra a los infieles que le acordaban una tregua. Nunca comenzó la lucha contra los infieles, pero si Dios le hubiera ordenado que matara a los infieles, hubiera empezado con las matanzas y la guerra"[49].
También dijo: "Para los musulmanes, el permiso para hacer la guerra proviene del hecho de que los otros tienen permiso para hacerla". El discípulo de Ibn Taymiyya, Ibn Qayyim al-Jawziyya (m. 1350) dice: "Los musulmanes prescriben la guerra contra aquellos que se la han declarado, y no contra los que no lo han hecho". Como se menciona más arriba, Dios Todopoderoso dice: "Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no seáis vosotros los agresores. Dios no ama a los agresores"[50]. Este corto verso es pertinente tanto para el jus ad bellum (particularmente por lo que atañe a la defensa propia y a la no agresión) como para el jus in bello (particularmente la distinción entre combatientes y no combatientes).
En resumen, la guerra legítima en el Islam es una guerra justa y, en concreto, aquellos que hacen la guerra a los musulmanes han de ser combatidos.
Restricciones jurídicas en la guerra
Si se hace la guerra, ésta se rige por una clara reglamentación según el derecho islámico. Las enseñanzas religiosas tuvieron una gran influencia en la aparición de las normas de la guerra, que alcanzaron la categoría de preceptos jurídicos sobre la base de tres requisitos fundamentales: necesidad, humanidad y caballerosidad. Por consiguiente, los principios que figuran a continuación se prescribieron ya en los primeros días del Islam:
* no debe atacarse a un no combatiente que no participa en la guerra, ni con su acción, opinión, planificación o provisiones;
* está prohibida la destrucción de la propiedad, excepto cuando se trata de una necesidad militar, por ejemplo, cuando el ejército arrolla las barricadas, o cuando la propiedad contribuye directamente al esfuerzo de la guerra, a saber, los castillos y las fortalezas;
* han de respetarse, durante y después de la guerra, los principios de humanidad y virtud;
* está permitido garantizar la seguridad pública o privada en el campo de batalla, para evitar dentro de lo posible que continúe la guerra.
La conducción de las hostilidades está estrictamente reglamentada por el Sagrado Libro del Corán y por las palabras del profeta (la paz sea con él), así como por las órdenes de Abu Bakr as-Siddiq (632-634), primer califa del Islam, y de otros jefes musulmanes, como puede observarse en los textos fundamentales.
Uno de los jadices más conocidos es: "Avanzad en el nombre de Dios, por Dios y en la religión del profeta de Dios. No matéis a ancianos, o a niños, o a mujeres, no os apropiéis indebidamente del botín, reunid vuestros bienes, haced el bien porque Dios ama las personas de bien"[51].
Abu Bakr reiteró varios mandamientos, inspirados por el profeta, a su comandante Yazid Ibn Abi Sufyan. Este es el texto de su famoso decreto: "Os prescribo diez mandamientos: no matéis a mujeres, a niños o a ancianos, no cortéis árboles frutales, no destruyáis zonas habitadas, no masacréis ovejas, vacas o camellos excepto para comer, no queméis palmeras de dátiles ni las aneguéis, no os apropiéis de bienes (cometáis ghulul)[52], ni seáis culpables de cobardía"[53].
El califa omeya Omar Ibn Abdul Aziz escribió a uno de los gobernantes del califato: "Se nos ha informado que cuando el profeta de Al-Lah (la paz sea con él) enviaba una compañía militar, les solía decir: 'Avanzad con vuestra expedición en el nombre de Al-Lah y, por el amor de Al-Lah, haced la guerra contra los infieles [54]. No seáis desertores, ni cometáis perfidia, ni mutiléis (a vuestro enemigo). No matéis a un recién nacido. Repetid esto a vuestros ejércitos y compañías, es la voluntad de Dios, la paz sea con vosotros'"[55].
Estas dos series de instrucciones y otros códigos de conducta similares constituyen mandamientos y prohibiciones obligatorios. Ningún musulmán puede sobrepasarlos o violarlos a menos que una necesidad militar absoluta lo requiera; por ejemplo, cuando tiene que arrancar un árbol o derribar una pared que el enemiga utiliza para impedir el avance del ejército musulmán. Comparemos no obstante estos preceptos religiosos nacientes y su nobleza espiritual con lo que sucede hoy en día, innecesariamente y de manera injustificada, en muchos conflictos armados y situaciones de ocupación militar.
Dado que el cautiverio como consecuencia de la guerra es una cuestión importante en todo conflicto, deseamos concluir este artículo recordando el principio de trato humano aplicable a esa categoría de víctimas. El Islam recomienda que los prisioneros de guerra (cautivos) sean tratados humanamente, pues Dios Todopoderoso dice: "Daban de comer, por agradar a Dios, al pobre, al huérfano y al cautivo"[56]. El profeta (la paz sea con él) dice: "Os ordeno que tratéis bien al cautivo"[57]. A menudo son puestos en libertad "concediéndoseles la gracia sin exigir nada a cambio" o son canjeados por dinero o por otros cautivos. Ha de brindarse tratamiento médico a los enfermos y heridos y ha de enterrarse a los muertos para preservar su dignidad.
Notas
[1] El Corán (traducción de Julio Cortés, Editora Nacional, Madrid, España, 1980), 49/13
[2] Ibíd., 2/256.
[3] Ibíd., 3/64.
[4] Ibíd., 29/46.
[5] Ibíd., 2/208.
[6] Ibíd., 60/8-9.
[7] Cf. ibíd., 3/64.
[8] Estado político-religioso que comprende a la comunidad islámica y a las tierras y pueblos bajo su dominio en los siglos posteriores a la muerte del profeta Mahoma (632 d.C.).
[9] Hamed Sultan, Ahkam al-qanun ad-duwali fi-ash-shari`a al-islamiyya (Rules of international law in Islamic Shari’a) (Normas del derecho internacional en el derecho islámico), Dar an-nahda al-`arabiyya, El Cairo, 1970, p. 115.
[10] Sheikh Rachid Ridha, Al-wahy al-muhammadi (The Muhammadan Revelation) (La Revelación de Mahoma), Dar-al-manar, El Cairo, 1955, p. 228, y del mismo autor, Tafseer al-manar (exégesis de al-manar), Dar-al-manar, El Cairo (nd), vol. 10, pp. 139-144; Mohammed Abu-Zahra, Introduction to the as-siyar al-kabir of Mohammed Ibn al-Hassan ash-Shaybani (Introducción al as-siyar al-kabir de Mohammed Ibn al-Hassan ash-Shaybani), El Cairo (nd), pp. 41-53, y Wahbeh M. al-Zuhili, Athar al-harb fi -l-fiqh al-islami (The effects of war in Islamic law) (Los efectos de la guerra en el derecho islámico), reimpresión de la tercera edición, Dar-al-fikr, Damasco, 1998, pp. 141-147.
[11] El Corán, 2/213.
[12] Ibíd., 17/70.
[13] Omar I, segundo califa del islam (634-644).
[14] Jamal Ayyad, Nuzum al-harb fi-l-Islam (Statutes of war in Islam) (Normas de la guerra en el islam), Maktabat al-Khangi, Cairo, 1951, p. 43.
[15] El Corán, 16/90.
[16] Ibíd., 5/8.
[17] Relatado por Muslim Ibn al-Hajjaj (según Abi Dhar al-Ghaffary), en Sahih (The Genuine) (Las auténticas tradiciones).
[18] Relatado por Abu Hatem-ar-Razi, en ‘Ilal al Hadith y otros.
[19] Relatado por los autores de los seis libros de hadices, exceptuando a Ibn Majah.
[20] El Corán, 5/1.
[21] Ibíd., 16/91.
[22] Ibíd., 8/72.
[23] Ibíd., 16/126.
[24] V. H. Sultan, op. cit. (nota 9), p. 118.
[25] El Corán, 16/92.
[26] Ibíd., 2/208.
[27] Ibíd., 4/94.
[28] Ibíd., 4/90.
[29] Ibíd., 8/61.
[30] Makhtut (manuscrito) fatawa Ibn as-Salah, Dar al-kutub de El Cairo, nº. 337, p. 224.
[31] Ad-Dabboussi, Ta’sis an-nazar, al-matba`a al-adabiyya, El Cairo (nd), p. 58.
[32] V. H. Sultan, op. cit. (nota 9), p. 245.
[33] Ibn Rushd, al-muqaddimat al-mumahhidat, as-sa ’ada Press, El Cairo, 1905, vol. I, p. 258; al-Khirashi (the First Sheikh of al-Azhar), fath al-Jalil ’ala mukhtasar al-’Allama Khalil, Boulaq Press, El Cairo, 1880, vol. III, p. 107.
[34] La hégira (Hijra) es la emigración del profeta de la Meca a Medina en 622 d.C. (el año 1 de la hégira, el primer año de la era musulmana).
[35] El Corán, 22/39-40.
[36] Relatado también por Abdul Razzaq e Ibn al-Mundhir, tomado de az-Zuhry, citado en el tafsir de al-Alussi, Idarat at-tiba ‘a alamiriyya, El Cairo, 1853, vol. XVII, p. 162.
[37] El Corán, 2/216.
[38] Thomas Arnold, ad-da’wa ila-l-islam (The Preaching of Islam) (La prédica del islam) (traducción al árabe), El Cairo, 1957, 2ª ed., p. 47.
[39] Relatado por al-Bukhari y Muslim, en Sahih, tomado de Abi Hurayra. Dicho en otras palabras: "Si los encuentras, sé paciente".
[40] El Corán, 2/256.
[41] Ibíd., 8/61.
[42] Ibíd., 4/94.
[43] W. al-Zuhili, op. cit. (nota 10), pp. 93–94.
[44] El Corán, 22/39.
[45] Ibíd., 2/191.
[46] Ibíd., 4/75.
[47] Ibíd., 2/190.
[48] Ibíd., 8/60.
[49] Ibn Taymiyya, risalat al-qital, p. 125.
[50] El Corán, 2/190.
[51] Relatado por al-Bayhaqi (según Malik ibn Anas).
[52] Ghulul significa la apropiación indebida de un botín o de los despojos de la guerra.
[53] Relatado por Imam Malik. V. Jalal-u-din al-Sayuti, tanweer al-hawalik, sharh a’la muwatta’ Malik, al-Halabi Press, El Cairo (nd), vol. II, p. 6.
[54] Es decir, los que han sobrepasado los límites del ateísmo y que han atacado a musulmanes.
[55] Relatado por Malik, tanweer al-hawalik, op. cit. (nota 53), p. 7.
[56] El Corán, 76/8.
[57] Relatado por al-Tabarani (según Abu Âziz al-Jumahi), as-sunan al-kubra, da’irat al-ma`arif al-usmaniyya, Hyderabad, 1ª edición, 1935.
Extraido de:
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