domingo, 16 de octubre de 2011

Sensaciones - Marisol Lopez Aguilera


Avanza mi energí­a vital con dificultad y mi corazón late lento como si años tuviera.
Los registros de este estado son desde el pecho hacia arriba.
Las extremidades solo están ahí y no molestan.
El cuerpo me indica que algo lo esta alterando. Pongo atención a ello y voy en busca de tal desacomodo.

Si observamos desde una atenta y profunda mirada podríamos suavemente, aproximarnos a la fuente del conflicto.

El acercamiento, la aproximación a la fuente del conflicto, nos podrí­a arrojar como resultado la dificultad de llevar adelante la vida cotidiana y encontrarle sentido a la existencia.

Nos levantamos por la mañana pensando lo que hay que pensar, sintiendo lo que hay que sentir y haciendo lo que hay que hacer. Realizando amablemente las rutinas diarias en un intento por construir una vida coherente y unitiva.

Pero algo parece boicotear ese intento. Algo que esta más allá o más acá de nuestra propia intencionalidad irrumpe sin ser invitado, invirtiendo toda acción.

¿Y que hacemos? Nos mantenemos en el intento, porque acá nos ha dejado la vida y ella avanza a pesar nuestro.

¿Pero por qué? Por que ese intento, esa búsqueda urgente que nos impulsa a develar el sentido de la existencia, aun sintiendo, muchas, muchísimas veces, que jamás lo lograremos.

Quizá porque se nos hace irresistible pensar que cada dí­a será igual al anterior, quizá porque no toleramos imaginar nuestra vida girando y girando en esta rueda eterna de sufrimiento y sin sentido.

Quizá porque a medida que nuestra vida avanza esta nos deja en situación de elegir. De elegir aquella vida que nos cautive, que nos transporte, aquella que nos libere.

Es cierto que hay días mejores, es cierto que hay días mucho mejores, pero también es cierto que entre sumas y restas nuestras vidas han sido confusas, sufrientes, contradictorias. El absurdo de tantos años nos ha cansado el alma y el cuerpo.

Y ahí vamos, dándonos mil vueltas para ver como resolvemos el estado de sin sentido que nos amarga y nos duele.

Por otro lado, sabemos por experiencia, que estas sensaciones cambian rápidamente y que luego estamos sintiendo y pensando exactamente lo contrario. Nos movemos de la alegría a la tristeza, del placer al sufrimiento, situación nada agradable y francamente insoportable.

Continuamente se dice has algo por lo demás y dejarás de pensar en tus sufrimientos. Y claro, como uno desea trasformar su vida lo hace, y efectivamente, las angustias, las tristezas, se suavizan. Sin embargo, ese registro es borrado, superado, corrido, por la chatura de la cotidianeidad que insiste en llamar tu atención.

¿Que hacer entonces?...

Quizá no perder más tiempo en esta lucha y comprender que la vida tiene de dulce y de agraz. Comprender en profundidad que la existencia y su sentido se revelan a través de pequeños instantes que tenemos que aprender a reconocer y agradecer.

A veces, en ese reconocimiento, en ese agradecimiento, niego que sea fruto de mi imaginación aquella voz que me dice, que me señala, que me sopla: "...somos seres luminosos, trascendentes y nuestro sentido en la tierra es la superación del dolor y el sufrimiento y ayudar a otros..."

Entonces, en esa insinuación, un recogimiento, una nostalgia lejana me alcanza y me digo; Que sucederí­a si unidos, los seres humanos, diéramos la lucha por saltar sobre el abismo del sin sentido que nos cierra el futuro.
Será acaso la forma de lograrlo.
Será que aisladamente la lucha contra el sin sentido no funciona y que la fuerza la hace el conjunto...
Una ardiente intuición me embarga.
Un profundo Sentido presiento.
Una realidad distinta a la habitual sospecho.

Insistiré  en el intento, ganare en experiencias, y a pesar de mi, conectare con aquello profundo y sagrado que junto a mi da la lucha para manifestarse lleno de luz, amor y compasión, dotando de sentido a la existencia.
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