sábado, 30 de octubre de 2010

Divagaciones sobre el Mago de Oz - Arturo Jaque Rojas


Tal vez sea un crimen, hablar en términos racionales de un libro como “El Mago de Oz”;

tal vez, una mera pérdida de tiempo; tal vez, algo que no interesa a nadie, en los tiempos que corren,

donde todo viene predeterminado por la industria del entretenimiento,

con un mínimun de esfuerzo de parte del consumidor.


Pero la tristeza y la pesadumbre me embargan, cuando pienso en los niños y niñas,

que crecerán y envejecerán y morirán, sin haber conocido este tesoro de fantasía y de imaginación;

cuando miro sus almas, que se han marchitado, prematuramente,

al no mojarse con el agua del sueño y el ensueño;

cuando les pienso como “hombres y mujeres enanos”, que sólo viven para estar conectados,

y han perdido la inocencia prístina.


Empero, me atrevo a nadar a las aguas de la divagación.


Todas las personas, estamos dotados de un cerebro, que nos sirve para conocer el entorno,

la naturaleza, la historia, el universo; en fin, lo que llamamos realidad.


Esta cognición, está incompleta si no es auto cognición; es decir conocerse a sí mismo:

potenciales, capacidades, carencias, límites, fortalezas, virtudes y defectos;

en suma, nuestra propia y personal condición humana, que es el humus de la trascendencia:

poder ir a los demás con hambre y sed de comunión.

Pero el cerebro no sirve de nada, si no tenemos el valor de usarlo:


no permitir que se llene de telarañas y polvo; que se atrofie por su desuso, o se estropee por su mal uso:

no aceptar verdades preestablecidas; ni dogmas; ni preguntas formuladas por otros;

ni respuestas que no encontramos, por y con nuestro esfuerzo;

ni certezas anquilosadas; ni caminos trillados por otros pies;

en fin, el valor de conocer, y conocerse; de contemplar lo que nos rodea;

de aceptar nuestra mortalidad, sublime tributo de nuestro afán explorador,

mezcla de Argonauta y Prometeo;

teniendo que arrostrar todos los peligros y avatares de la existencia,

la única que se nos ha ofrendado.


Mas el cerebro, el valor y el corazón, de nada sirven si me alejan del hogar:

la tierra que me vio nacer, y que me recibirá cuando mi ciclo se haya cumplido;

el alimento que me nutre del ansia de perseverar en el tiempo, y de aceptación de la muerte ;

de permanecer y de cambiar; de ser y estar aquí y ahora, mas no por siempre;

la quietud que necesito para escuchar los acentos que me rodean y me llaman,

desde la lluvia hasta la sinfonía primigenia;

la geografía, que reconozco como mi espacio y mi tiempo; donde están mis raíces;

donde mis huesos deben descansar, o mis cenizas diseminarse con el viento;

donde tengo que inventar la fuerza titánica para seguir adelante con la empresa de vivir,

y descubrir el sentido oculto a la razón, la ciencia y la tecnología;

y el habla de la calle, que es lo que cuenta a la hora de cerrar los ojos:

escuchar y ser escuchado, antes de morir;

donde están los seres que amo: a quienes no debo olvidar, ni abandonar, ni ofender, ni herir;

a quienes me debo, y que me enseñarán el sendero que conduce hacia la humanidad.

_____________________________________________________________________

Extraído del muro de Arturo Jaque Rojas en Facebook
_____________________________________________________________________
.
.
.