Entre los muchos problemas actuales, los más desafiantes son estos tres:
la grave crisis social mundial, el cambio climático y la insostenibilidad del sistema-Tierra.
La crisis social mundial deriva directamente del modo de producción
que impera todavía en todo el mundo, el capitalista.
Su dinámica lleva a una acumulación exacerbada de riqueza en pocas manos
a costa de un espantoso pillaje de la naturaleza y del empobrecimiento de las grandes mayorías de los pueblos.
Es creciente y los gritos agudos de los hambrientos y considerados «aceite quemado» no pueden ser silenciados.
Este sistema debe ser denunciado como inhumano, cruel, sin piedad y hostil a la vida.
Tiene tendencia suicida y, si no es superado históricamente,
podrá llevar al sistema-vida a un callejón sin salida y hasta al exterminio de la especie humana.
El segundo problema grave esta formado por el cambio climático, que se revela por eventos extremos:
grandes fríos por un lado y prolongados veranos por otro.
Estos cambios sintetizan un dato irreversible:
la Tierra ha perdido su equilibrio y está buscando un punto de estabilidad,
que se alcanzará subiendo la temperatura.
Hasta dos grados centígrados de aumento, el sistema-Tierra todavía es administrable.
Si no hacemos lo suficiente y el clima aumenta 4 grados centígrados (como advierten algunos centros de investigación serios), la vida tal como la conocemos ya no será posible.
Habrá un paisaje siniestro: una Tierra devastada y cubierta de cadáveres.
Nunca la humanidad como un todo se había enfrentado a semejante alternativa:
o cambiar radicalmente o aceptar nuestra destrucción y la devastación de la diversidad de la vida.
La Tierra continuará, con las bacterias, pero sin nosotros.
Es importante entender que el problema no es la Tierra, sino nuestra relación agresiva
y poco cooperativa con sus ritmos y dinámicas.
Tal vez al buscar un nuevo punto de equilibrio, ella se verá forzada a reducir la biosfera,
implicando la eliminación de muchos seres vivos, sin excluir seres humanos.
El tercer problema es la insostenibilidad del sistema-Tierra.
Hoy sabemos empíricamente que la Tierra es un superorganismo vivo que armoniza con sutileza
e inteligencia todos los elementos necesarios para la vida a fin de producir
o reproducir continuamente vidas y garantizar todo lo que ellas necesitan para subsistir.
Pero sucede que la excesiva explotación de sus recursos naturales, muchos renovables y otros no,
ha impedido que ella consiga reproducirse y autorregularse con sus propios mecanismos internos.
La humanidad consume actualmente un 30% más de lo que la Tierra puede reponer.
De esta forma, no es ya sostenible.
Hay crecientes perdidas de suelos, de aire, de aguas, de bosques, de especies vivas y de la propia fertilidad humana.
¿Cuándo van a parar estas pérdidas? Y si no paran, ¿cuál será nuestro futuro?
Esto nos obliga a un cambio de paradigma civilizatorio.
Un cambio de civilización implica fundamentalmente un nuevo comienzo,
una nueva relación de sinergia y de mutua pertenencia entre la Tierra y la humanidad,
la vivencia de valores ligados al capital espiritual como el cuidado,
el respeto, la colaboración, la solidaridad, la compasión, la convivencia pacífica,
y una apertura a las dimensiones trascendentes relacionadas con nuestro sentido último,
nuestro y de todo el universo.
Sin una espiritualidad, es decir, sin una experiencia radical del Ser y sin una inmersión en la
Fuente originaria de todos los seres de donde nace un nuevo horizonte de esperanza,
ciertamente no conseguiremos hacer una travesía feliz.
Nos enfrentamos a un problema: lo viejo todavía persiste y a lo nuevo le cuesta nacer,
para usar una expresión feliz de Antonio Gramsci.
Vivimos tiempos urgentes.
Las urgencias nos hacen pensar y los peligros nos obligan a crear arcas de Noé salvadoras.
No nos conformamos con la actual situación de la Tierra.
Pero aun así creemos que está a nuestro alcance construir un mundo del «vivir bien»,
en armonía con todos los seres y con las energías de la naturaleza,
principalmente en cooperación con todos los seres humanos
y en profunda reverencia hacia la Madre Tierra.
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Extraido de: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=396
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