Imagen: Rafael Edwards |
Los pobladores del lugar dependen del agua que baja de las altas montañas.
Para ellos todo está bien si los inviernos son inviernos y los veranos son veranos.
Si un invierno no es suficientemente frío, no hay allí suficiente nieve.
Si un verano no es muy cálido, tampoco hay suficiente agua, porque las nieves de las altas cumbres no alcanzan a derretirse y a bajar.
Todo está bien, entonces, cuando los inviernos son inviernos y los veranos son veranos,
y las noches definidas y los días definidos.
Toda su base material está basada en lo que sucede en las montañas.
Es un lugar semidesértico, su regadío es totalmente artificial.
Todo su regadío se organiza en base a un sólo y grande caudal del cual van tomando pequeños y pequeños hilos de agua hasta ensortijar todo el terreno y convertirlo en un oasis fértil.
La población de ese lugar está obsesionada por la montaña.
Siempre al levantarse miran hacia la montaña, su punto de referencia es la montaña, para ellos la montaña está siempre quieta, siempre está allí.
A esa montaña, los que están lejos, en otros lugares, la conocen como el techo de occidente, sólo comparable al techo del mundo de los Himalayas.
Las grandes montañas producen una singular ambivalencia en la gente, en su gran poder succionan y rechazan.
Tanto miraba la gente para allá, que un buen día fui a ver que había dentro de la montaña.
Estaba yo muy tranquilo en una casa de piedra dentro de la montaña y vi acercarse lentamente a un curioso personaje montado en su mula.
El subía despaciosamente, y como hacen los que viven en esas regiones, todo por rodeo, se vino acercando, dio varias vueltas alrededor, y luego saludó.
Preguntó si había visto acaso algunas huellas de puma; pumas son especies de leones que habitan en América; le dije que no había visto cosa semejante.
Siguió dando vueltas y entonces al irse me invitó a su casa, que ya conocía yo por haberla visitado en otras ocasiones.
Este singular personaje es conocido como "el viejo de la montaña", es un guía de altura, es como ellos dicen, un baqueano; baqueano, es no sólo el que guía en las alturas, es el que hace bien una cosa.
Uno es baqueano si hace bien una construcción, es baqueano si hace bien cualquier cosa; éste es baqueano porque es un buen guía.
Es el mejor de los guías, es el mejor de los baqueanos.
Allí se fue el viejo de la montaña, y al caer la noche empecé a bajar, y a bajar, y a bajar.
Llegué a su casa, a su casa de piedra, y me encontré con la más extraordinaria asamblea de topógrafos con que puede encontrarse alguien en semejantes alturas.
Adentro de la casa, es decir, en la habitación, es decir, en algo parecido a una habitación, sentado y haciendo círculos estaban el viejo y otros cuantos siguiendo las instrucciones que éste daba, instrucciones que daba con un palo, mientras rayaba la tierra.
Ahí estaba el viejo de la montaña alumbrado con unas farolas de kerosene, sentado en el piso con sus amigos y dibujando extraños geroglíficos en el piso.
Dibujaba y comía charqui, el charqui es una especie de trozo de carne de guanaco, el guanaco, es una especie de llama o de alpaca, la alpaca, se parece al yak, al yak del Tibet.
El guanaco es un animal de mucha utilidad para los guías de la montaña, su carne es muy preciada, con ella hacen charqui, es una carne muy salada y muy dura.
Es una carne deshidratada pero que se conserva largo tiempo.
El hecho es que en esta asamblea de topógrafos todos comían su charqui y dibujaban con su palo alguna cosa, algo que no alcanzaba a entenderse bien.
De pronto el viejo hacía trazos, uno por allá ponía unas piedras en medio del trazo, un tercero ponía un papel de una revista vieja y el viejo a su vez sacaba todo eso con el palo, y lo ordenaba nuevamente de acuerdo a su particular parecer.
Y en ésto estuvieron horas, comiendo charqui, y poniendo y sacando piedras.
Es claro, esas líneas eran los senderos de la montaña, esas piedras que unos ponían con cierta seguridad, el viejo las apartaba porque ya no estaban allí.
Es claro, esas líneas eran los senderos de la montaña, esas piedras que unos ponían con cierta seguridad, el viejo las apartaba porque ya no estaban allí.
Los papeles que remedaban tal vez zonas de nieve o de hielo, el viejo las corría y así él iba armando el cuadro de situación actual según su conocimiento del lugar.
De manera que iban intercambiando su información todos éstos que trabajaban con el espacio, con un espacio dinámico, con un espacio en movimiento, en donde los cajones montañosos, las laderas, los ríos, los desfiladeros, cambiaban continuamente.
Era sin duda un espacio dinámico el que trabajaban ellos, y todos ellos eran guías de altura.
Por lo demás no hablaban mucho, entre otras cosas porque seguían comiendo.
Terminada esta particular asamblea se fueron separando uno por uno y entonces fue cuando le pregunté a este viejo que si no era suficiente con un mapa para saber donde estaba cada cosa.
Él me contestó que los escaladores de montaña muy a menudo van con sus mapas, algunos van con libros de mapas, tienen codificados los lugares, pretenden con esos libros saber exactamente como es la situación de la montaña.
Pero el viejo que es un sabio y es un poeta explicó que la montaña nunca está quieta, sino que la montaña vive, y que hoy es de un modo y mañana es de otro, y que alguien no baqueano no puede seguir valiéndose de un mapa.
De manera que muy a menudo él se encontraba socorriendo a esos escaladores de montaña, esos que seguían los mapas.
El se las arreglaba para llegar hasta el lugar, tomarlos del lugar y traerlos nuevamente a buen recaudo.
Numerosas vidas ha salvado el viejo de la montaña, a numerosa gente a conducido y a numerosa gente a rescatado.
Tan grande es su fama por el lugar que algunos perdidos en la noche y con el viento blanco de la nieve, a punto de congelarse, han creído ver en la oscuridad la linterna del viejo de la montaña.
Y algunos, alucinados como estaban, han seguido la linterna del viejo de la montaña y han llegado a buen recaudo y han podido salvarse;
y sin embargo ésto no es posible porque a esa hora el viejo de la montaña seguramente estaba en su cueva comiendo charqui.
De tal manera aquellos que señalan un camino no lo hacen exactamente con explicación,
sino que lo hacen con la experiencia viva.
Hay una gran diferencia entre esa asamblea de topógrafos, hay una gran diferencia entre esa gran asamblea de especialistas que sí intercambiaban su información, y la actividad que cada uno de ellos posteriormente realizaba guiando y conduciendo a la gente a los lugares seguros.
Ustedes son los guías, ustedes son la nieve y el agua que baja de las altas montañas.
¿Qué podría hacer la tierra, la sedienta tierra, sin el agua que baja de las cumbres?
Ustedes son el verano y el invierno, son la noche y el día.
Son el contraste pero son también el complemento.
Son la inteligencia, son la explicación pero son también la experiencia..."
Canarias, 1978. Silo. Dia 1
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Extraido de: http://imaginatuvuelo.blogspot.com/
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