Se requería un juez, pues el último de la localidad había muerto.
Se tenía constancia de la ecuanimidad y sabiduría de un yogui que vivía en un bosque cercano.
Las sencillas gentes de la localidad decidieron nombrarlo juez, y he aquí que pronto hubo de celebrarse la primera vista.
Con tal motivo llegó una de las partes y expuso su alegato.
El yogui-juez dijo:
-Tiene usted razón, toda la razón. Ahora voy a escuchar a la otra parte.
Tras escuchar a la otra parte, afirmó:
-Tiene usted razón, toda la razón.
El escribano no podía creerlo. Pero ¿qué clase de juez era ése que daba la razón a ambas partes? Enojado, dijo:
-Señor juez, está usted disparatando. ¿Cómo van a tener razón las dos partes?
El juez se dirigió al escribano y le dijo:
-Ciertamente tiene usted razón. ¿Cómo van a tener razón ambas partes?
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