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Los viejos decrépitos - Liz Balut
Los viejos decrépitos.
Los que construyeron el podio egoíco identificados desde muy jóvenes con los caireles de la realidad,
con lo que no quiere fluir, con lo que se impone cueste lo que cueste, con lo que somete,
con lo que aguanta las humillaciones que descienden por la pirámide económica,
con el MIEDO a la vida por la inseguridad de sus movimientos.
Porque eso es lo que tienen los viejos decrépitos, de 70 o 50 o 25 años. Tienen miedo.
La miseria no es cuestión de edad, es un estado del espíritu.
Los viejos decrépitos llenan su cuerpo de cremas, alimentos, siliconas, medicamentos...
y llenan su cabeza de discursos que apuntalan esa mole maloliente que han construido, sin aire,
sin sol, sin agua que corra informándoles que el río es siempre el mismo y jamás es lo mismo.
Y el blanco de su ira es aquello que más odian: el espejo de lo perdido.
Los viejos decrépitos odian a los jóvenes, en todos los sentidos.
Odian que ellos porten la piel tersa, el brillo en los ojos,
el abdomen ligero, el pelo abundante, los dientes enteros...
Pero es vulgar reconocerlo, a los demás y a sí mismos,
entonces hacen un mazacote de miedo,
esconden ahí, en la masa, el odio a los cuerpos encendidos de deseo
y solo dejan que se vea la crítica en el terreno de las ideas,
en ese terreno en el que ficcionan, mienten, apologizan.
Los viejos decrépitos hacen bien en odiar a los jóvenes,
porque ellos son la información genética del universo,
ellos son los que van a pisar la tierra donde irá a parar sus cuerpos.
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Extraído de un comentario de Liz Balut en el muro de Omar Paladini en Facebook
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