Cabe renunciar a la vida, pero si se vive no cabe elegir el mundo en que se vive.
Esto da a nuestra existencia un gesto terriblemente dramático.
Vivir no es entrar por gusto en un sitio previamente elegido a sabor, como se elige el teatro después de cenar, sino que es encontrarse de pronto, y sin saber cómo, caído, sumergido, proyectado en un mundo incanjeable, en este de ahora.
Nuestra vida empieza por ser la perpetua sorpresa de existir, sin nuestra anuencia previa, náufragos, en un orbe impremeditado.
No nos hemos dado a nosotros la vida, sino que nos la encontramos justamente al encontrarnos con nosotros.[...]
Hemos sido arrojados en nuestra vida y, a la vez, eso en que hemos sido arrojados tenemos que hacerlo por nuestra cuenta, por decirlo así, fabricarlo.
Hemos sido arrojados en nuestra vida y, a la vez, eso en que hemos sido arrojados tenemos que hacerlo por nuestra cuenta, por decirlo así, fabricarlo.
O dicho de otro modo: nuestra vida es nuestro ser.
Somos lo que ella sea y nada más -pero ese ser no está predeterminado, resuelto de antemano, sino que necesitamos decidirlo nosotros.[...]
Vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser. ¿No perciben ustedes la fabulosa paradoja que esto encierra?
Vivir es constantemente decidir lo que vamos a ser. ¿No perciben ustedes la fabulosa paradoja que esto encierra?
¡Un ser que consiste, más que en lo que es, en lo que va a ser; por tanto, en lo que aún no es!
Pues esta esencial, abismática paradoja es nuestra vida...".
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