jueves, 9 de junio de 2016

La Observación de Si Mismo - George Gurdjieff


El hombre es el ser que puede “hacer”. 


Pero “objetivamente” sólo está inserto en el “suceder”. 

“Hacer” significa actuar conscientemente y de acuerdo con la propia voluntad, 

pero lamentablemente no la tiene, vive a expensas de muchas y contradictorias “voluntades” temporales.

Sin ninguna exageración podemos decir que todas las diferencias que nos impresionan entre los hombres pueden reducirse a las diferencias en la conciencia de sus acciones; 

sin embargo, entre los hombres ordinarios, así como entre aquellos que son considerados extraordinarios, no hay ninguno que pueda “hacer”, 

porque para ello se necesita un grado muy elevado de “Ser” y de “Conocimiento”, de los que carece el hombre que duerme. 

En su caso todo está hecho en el sueño.

Ante todo el hombre debe despertar. 

Habiendo despertado, verá que tal como es, no puede “hacer”. 

Tendrá que morir voluntariamente. Una vez muerto, puede nacer. 

Pero el ser que acaba de nacer, debe crecer y aprender. 

Cuando haya crecido y sepa, entonces podrá “hacer”. 

De momento, el hombre ni siquiera es capaz de la más mínima acción independiente o espontánea. 

La totalidad de él no es otra cosa que el resultado de influencias externas. 

En su condición “natural”, el hombre es un “proceso”, una “estación transmisora de fuerzas”, tal y como lo quiere la “Naturaleza” para sus fines.

Entonces lo que primero que “le conviene” al hombre es que tome una decisión, sobre cómo hacerlo en el propósito de su evolución.

Debe tomar la decisión de que será absolutamente sincero consigo mismo, 

que no cerrará sus ojos a nada, que no rehuirá ningún resultado, sin importar a dónde lo conduzca, 

que no temerá ninguna deducción, y que no se limitará por muros previamente erigidos.

Se requiere mucho valor para aceptar sinceramente los resultados y conclusiones a que se llegue. 

Éstos desbaratan toda su línea de pensamiento, y lo privan de sus más agradables y queridas ilusiones. 

Ante todo ve su total impotencia y desamparo ante literalmente todo lo que le rodea.

Es poseído por todo y gobernado por todo. 

Él no posee y tampoco gobierna nada. Las cosas lo atraen o repelen. 

Toda su vida no es más que un ciego dejarse llevar por estas atracciones y repulsiones.

Además, si no teme a las conclusiones, puede ver cómo se forman lo que él llama su carácter, gustos y hábitos: en una palabra, cómo están construidas su personalidad e individualidad. 

No hay que olvidar, que el ser humano es un ser plural. 

No hay un “yo”, sino muchos “yoes” que se van intercalando a la hora de hablar, juzgar o actuar.

Somos una especie de parlamento donde hay mayorías y minorías. 

Cada cierto tiempo, un grupo toma la palabra, y en ocasiones se producen pequeños golpes de estado y un grupo que antes no era oído se empieza a hacer oír, pero no dura mucho, porque enseguida lo reemplaza otro. 

Las mayorías y minorías van cambiando de peso. 

Algunas desparecen para siempre, otras viven con nosotros para siempre, 

pero lo importante es que en el plazo de unos minutos, somos muchos, no uno...".

_____________________________________________________________________

Extraído del muro de Marcel Ossandón N en Facebook
_____________________________________________________________________
.