Reflexión sobre uno mismo - Silo
Será útil entender con claridad que el "yo psicológico", el personaje que uno representa en el mundo, surge por una necesidad de darse a sí mismo una significación.
Por cierto es esta una tarea interesantísima pero que se degrada cuando se opta por el intento de adoptar una periferia, un "personaje" (forma sin contenido), una mascara de un hueco.
Todo personaje esconde un conflicto. Un conflicto entre lo que muestra y lo que es; este conflicto deriva en "identidades" paralelas: una para sí y otra para los demás.
Así surgen por ejemplo "el fanfarrón" con enorme inestabilidad interna, "el tigre... de papel", "el vivo autocompasivo"; es decir, el "yo psicológico", este disfraz, oculta (a medias) la frágil interioridad del individuo.
La "personalidad" se forma en la vida de relación con esa disyuntiva de encerrarse o afuerarse.
Ya que el Sistema puede formar a su gusto personalidades de pueblos enteros, así se infiltra dentro de la gente decidiendo que debe pensar, como debe sentir y donde debe actuar; diciéndole con las modas de moda que hay que ponerse, como disfrazarse, que representar a los demás, que prestigios perseguir; y también impone cual contradicción interna es la mejor para la época, una vez será la tuberculosis romántica, otras veces la sicosis, o los complejos de esto y aquello.
La cultura en vez de dar respuestas y apoyos para la conciencia, da crisis de dudas insolubles y de conocimientos huecos. La educación individual se convierte en un simple lavaje cerebral de mediocres contenidos y de valores no pensados.
Los temas tabú y los fetiches mentales desfilan por todas las aulas y en todas las infancias. El Sistema no hace otra cosa más que formar una falsa personalidad a su imagen y semejanza.
Esto de poner al Sistema de por medio no es aleatorio, sino el asunto de fondo, ya que por ejemplo las historias de ermitaños y anacoretas, de esquizofrénicos y marginales, no son del todo realistas; ellas son en un momento expresiones de problemas sociales, que quizás se justifican como gesto de rechazo al mundo imbecilizante. Esas imágenes de aislamiento o todas las actitudes de los tirabombas que con una explosión quieren cambiar el mundo, son surgidas -ambas- de la desesperación inestable de la misma opresión que quiere transformar.
Para no extendernos mucho más, convendrá no olvidar al hacer una reflexión sobre uno mismo, un trabajo personal, que tanto la sociedad como la cultura en general forman parte estructural y condicionan poderosamente, ya sea a través de la familia, de los colegios, de la patria o en la calle.
El Estado -socioeconómico, moral, religioso, cultural y social- forma personalidades que poco tienen que ver con lo humano de mujeres y hombre. Así que es de importancia una tarea esclarecedora a fin de discernir entre lo profundo y lo periférico, entre lo que direcciona y lo que desvía.
Los trabajos de reflexión sobre uno mismo pueden empezarse con prácticas metódicas o con la simple observación de las manifestaciones comunes, cotidianas, como son la habitual charla mecánica en donde se refleja el individuo en sus proyecciones, en sus carencias, en lo que trata de encubrir o de destacar, etc.
Cuando se trata del Sistema, también se devela en lo que escribe en sus periódicos, en los discursos de sus héroes, en lo que oficializa y en lo que prohíbe, en los valores que propaga y en los que persigue.
Ya sea por la observación del propio comportamiento habitual o en la investigación metódica, interesa descubrir la telaraña que rige la periferia a fin de evitar que una sociedad en fuga y un sistema opresor y deshumanizante destruyan toda posibilidad futura ahogando el espíritu. Tanto individualmente como a nivel de especie. Esto exige de especialistas dedicados que efectivamente produzcan comprensiones profundas y ayuden hacia nuevos caminos.
Finalmente nuestros trabajos internos son un gesto de autocrítica y autopreparación para actuar eficazmente en el mundo de los hombres, ya que hacer algo lejos de ellos es en rigor prepararse para nada y fugarse desde siempre.
Por cierto es esta una tarea interesantísima pero que se degrada cuando se opta por el intento de adoptar una periferia, un "personaje" (forma sin contenido), una mascara de un hueco.
Todo personaje esconde un conflicto. Un conflicto entre lo que muestra y lo que es; este conflicto deriva en "identidades" paralelas: una para sí y otra para los demás.
Así surgen por ejemplo "el fanfarrón" con enorme inestabilidad interna, "el tigre... de papel", "el vivo autocompasivo"; es decir, el "yo psicológico", este disfraz, oculta (a medias) la frágil interioridad del individuo.
La "personalidad" se forma en la vida de relación con esa disyuntiva de encerrarse o afuerarse.
Ya que el Sistema puede formar a su gusto personalidades de pueblos enteros, así se infiltra dentro de la gente decidiendo que debe pensar, como debe sentir y donde debe actuar; diciéndole con las modas de moda que hay que ponerse, como disfrazarse, que representar a los demás, que prestigios perseguir; y también impone cual contradicción interna es la mejor para la época, una vez será la tuberculosis romántica, otras veces la sicosis, o los complejos de esto y aquello.
La cultura en vez de dar respuestas y apoyos para la conciencia, da crisis de dudas insolubles y de conocimientos huecos. La educación individual se convierte en un simple lavaje cerebral de mediocres contenidos y de valores no pensados.
Los temas tabú y los fetiches mentales desfilan por todas las aulas y en todas las infancias. El Sistema no hace otra cosa más que formar una falsa personalidad a su imagen y semejanza.
Esto de poner al Sistema de por medio no es aleatorio, sino el asunto de fondo, ya que por ejemplo las historias de ermitaños y anacoretas, de esquizofrénicos y marginales, no son del todo realistas; ellas son en un momento expresiones de problemas sociales, que quizás se justifican como gesto de rechazo al mundo imbecilizante. Esas imágenes de aislamiento o todas las actitudes de los tirabombas que con una explosión quieren cambiar el mundo, son surgidas -ambas- de la desesperación inestable de la misma opresión que quiere transformar.
Para no extendernos mucho más, convendrá no olvidar al hacer una reflexión sobre uno mismo, un trabajo personal, que tanto la sociedad como la cultura en general forman parte estructural y condicionan poderosamente, ya sea a través de la familia, de los colegios, de la patria o en la calle.
El Estado -socioeconómico, moral, religioso, cultural y social- forma personalidades que poco tienen que ver con lo humano de mujeres y hombre. Así que es de importancia una tarea esclarecedora a fin de discernir entre lo profundo y lo periférico, entre lo que direcciona y lo que desvía.
Los trabajos de reflexión sobre uno mismo pueden empezarse con prácticas metódicas o con la simple observación de las manifestaciones comunes, cotidianas, como son la habitual charla mecánica en donde se refleja el individuo en sus proyecciones, en sus carencias, en lo que trata de encubrir o de destacar, etc.
Cuando se trata del Sistema, también se devela en lo que escribe en sus periódicos, en los discursos de sus héroes, en lo que oficializa y en lo que prohíbe, en los valores que propaga y en los que persigue.
Ya sea por la observación del propio comportamiento habitual o en la investigación metódica, interesa descubrir la telaraña que rige la periferia a fin de evitar que una sociedad en fuga y un sistema opresor y deshumanizante destruyan toda posibilidad futura ahogando el espíritu. Tanto individualmente como a nivel de especie. Esto exige de especialistas dedicados que efectivamente produzcan comprensiones profundas y ayuden hacia nuevos caminos.
Finalmente nuestros trabajos internos son un gesto de autocrítica y autopreparación para actuar eficazmente en el mundo de los hombres, ya que hacer algo lejos de ellos es en rigor prepararse para nada y fugarse desde siempre.
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Extraído del muro de Manuel Hidalgo en Facebook
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