Gloria
a Al·lāh, antes de cuya Unidad no hay anterior, si no es Él el Primero;
después de cuya Singularidad no hay ningún después, si no es Él que es
el Siguiente. Respecto a Él, no hay ni antes, ni después, ni alto, ni
bajo, ni cerca, ni lejos, ni cómo, ni qué, ni dónde, ni estado, ni
sucesión de instantes, ni tiempo, ni espacio, ni ser: “Él es tal como
era”. “Es el Único (…). Es el Singular sin singularidad. No está formado
por nombre y nombrado pues el nombre es Él y Él es también el nombrado.
No hay nombre salvo Él No hay nombrado fuera de Él. Por eso se dice que
Él es el nombre y el nombrado. Es el Primero sin anterioridad. Es el
Último sin fin (…). Es el Evidente sin exterioridad. Es el Oculto sin
interioridad (…).
No
se encuentra en nada y nada se encuentra en Él. Hay que conocerlo de
ese modo, no por la ciencia, la inteligencia, la sagacidad, los
sentidos, la visión exterior, la visión interior, la comprensión o el
razonamiento. Nadie puede verlo salvo Él (mismo) (…). Nadie Lo conoce
salvo Él (mismo). Él se ve por Sí (mismo). Otro-que-Él no puede verlo
(…). Su impenetrable velo es Su propia Unicidad (…). Otro-que-Él no
tiene existencia y no puede, pues, aniquilarse (al no haber existido
nunca). Por eso el Profeta (Muhammad) ha dicho: “El que conoce su nafs (es decir, a sí mismo) conoce a su Señor”. Dijo también: “He conocido a mi Señor por mi Señor”.
El
Profeta ha querido hacer comprender con estas palabras que tú no eres
tú, sino Él; Él y no tú; que Él no entra en ti y tú no entras en Él; que
Él no sale de ti y tú no sales de Él (…). Quiero decir que tú no
existes en modo alguno y que tú no existirás jamás ni por ti mismo ni
por Él, en Él o con Él. No puedes dejar de ser, pues no eres. Tú eres Él
y Él es tú sin ninguna dependencia o causalidad. Si reconoces esta
cualidad (es decir, la nada o `adam) a tu existencia, entonces conoces a Al·lāh; de lo contrario, no.
La mayoría de los iniciados dicen que el conocimiento de Al·lāh viene después de la extinción (fanā’) de la existencia y de la extinción de esta extinción (fanā’ al- fanā’i). Ahora bien, esta opinión es completamente falsa y hay en ella un error magnífico. La Gnosis (ma`arifa) no
exige la extinción de la existencia (del yo) o la extinción de esta
extinción; pues las cosas no tienen existencia alguna y lo que no existe
no puede dejar de existir. Decir que una cosa ha dejado de existir, que
ya no existe, equivale a afirmar que ha gozado de existencia. Luego, si
conoces tu “proprium”, es decir, a ti mismo, si tú puedes
concebir que no existes y, por consiguiente, que no te extingues,
entonces conoces a Al·lāh; de lo contrario, no. Atribuir la Gnosis a la
extinción es un credo idólatra. Pues si atribuyes la Gnosis a la
extinción pretendes que Otro-que-Al·lāh pueda gozar de existencia. Es
negarlo y eres formalmente culpable de idolatría. El Profeta ha dicho: “Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor”. No ha dicho: “El que extingue su nafs, conoce a su Señor” (…).
Tu existencia es nada y nada no puede añadirse a una cosa, temporal o
no (…). Cualquiera que pretenda que una cosa puede existir con Al·lāh,
que se extinga de su existencia o de la extinción de la extinción de su
existencia, tal hombre, digo, está lejos de sentir el perfume del
conocimiento del nafs, es decir de sí mismo (…). Todo eso es idolatría y nada tiene que ver con la Gnosis (…).
Si se pregunta por qué medio uno llega a conocer su sí mismo (nafs) y a conocer a Al·lāh, la respuesta es: la vía hacia esos dos conocimientos está indicada en estas palabras: “Al·lāh era y la nada con Él. Él es ahora tal como era” (…). El Profeta quiere decir con el término nafs lo que tú llamas ‘yo mismo’ y no el elemento psíquico que a veces se llama ‘alma’. Dice el Profeta: “¡Oh Dios! Hazme ver las cosas tal como son”, designando por las ‘cosas’ todo lo que no es Al·lāh. Ha querido decir: “Hazme
conocer lo que no eres Tú, a fin de que sepa y a fin de que conozca la
verdad sobre las cosas, si son Tú o bien Otro-que-Tú” (…). El interés del conocimiento del “proprium” consiste
en saber, pero teniendo la certeza absoluta de que tu existencia no es
ni una realidad ni una nihilidad, sino que no eres, no has sido y no
serás jamás. Comprenderás claramente el sentido de la fórmula ‘lā ilāha il·lā Al·lāh’ (no hay más divinidad que Dios), es decir, que no hay Dios distinto de Él, no hay existencia distinta de Él, no hay otro distinto de Él (…).
Si
alguien pregunta: “¿Cómo se opera entonces la Unión, ya que afirmas que
otro-que-El no es? Una cosa que es única sólo puede unirse consigo
misma”, la respuesta es: en realidad no hay ni unión ni separación, como
no hay alejamiento ni aproximación. Sólo se puede hablar de unión entre
dos y no cuando se trata de una cosa única. La idea de unión o de
llegada implica la existencia de dos cosas (…). Lo que se llama de
ordinario ‘unión’, proximidad o alejamiento, no son tales. Hay unión sin
unificación, acercamiento sin proximidad y alejamiento sin ninguna idea
de lejos o cerca (…) ¿Qué es la unión sin la unión? (…): en el estado
que tú llamas ‘proximidad’, tú no eras distinto de Él, pero no conocías
tu ‘proprium’; no sabías que tú eras Él y no tú (…). Cuando el
conocimiento te haya llegado, sabrás que has conocido a Al·lāh por
Al·lāh, no por ti mismo (…). Así, ‘el que conoce’ y ‘lo que es
conocido’ son idénticos.
[1] Ibn ‘Arabī, El Tratado de la Unidad y otros textos sufíes, J.J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 1987, pp. 21-40).
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Extraído de: http://instituto-sufi.blogspot.com.ar/2013/06/ibn-arabi-y-el-principio-de-la-unidad_25.html
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