miércoles, 14 de agosto de 2013

Argentina - Aportes al Analisis de Coyuntura - Gallego Fernández

 
Las reflexiones que se vuelcan están sesgadas por la aspiración de alcanzar una patria liberada a la luz del último resultado electoral; 

por lo que,  esas y no otras, son las preocupaciones e interrogantes que dan lugar a las interpretaciones.

Los resultados electorales encierran en su mensaje las grandes demandas populares; algunas veces se expresan de manera positiva, avalando las fuerzas políticas que tiene propuestas para atender sus aspiraciones; 

otras veces de manera negativa por que las fuerzas políticas no interpretan sus demandas. 

Si en la competencia electoral, quienes representan los intereses oligarquícos cuentan con mayorías electorales; 

me parece algo tonto, analizar virajes ideológicos del pueblo, es mejor reflexionar en las limitaciones existentes, para expresar mayoritariamente sus intereses, desde las organizaciones políticas que legítimamente aspiran representar los intereses de las mayorías.

Considerar que como fuerza nacional hemos ganado, es algo así, como negar la existencia del sol en un día de lluvia; 

triunfamos solamente en ocho distritos electorales y en el resto perdimos, hay que utilizar algo más que la mirada, para darse cuenta, que el sol siempre está.

Es recomendable aceptar que el enemigo nos ha ganado, en sus expresiones variopintas, detrás de ello hay un común denominador que los articula, el verdadero ganador de esta elección, la cúpula del poder económico y la embajada de EEUU.  

Este poder se encargará de homogenizar estas expresiones en liderazgos que sean funcionales a sus intereses.

Atribuir que la decisión del votante, está determinada por el carácter de representación que se elige, es algo así como señalar, que cuando hay legislativas es un voto “joda”, y cuando hay presidenciales vota de verdad; 

esto es subestimar el grado de conciencia y politización existentes y rechazar el mensaje que contienen las urnas. 

Este planteo no resiste los registros históricos y sus contextos; y pretende desconocer que la participación activa de Cristina y los gobernadores en la campaña, demandaban del electorado una aprobación de la gestión política.

En resumen, podemos señalar sin temor a equivocarnos que el pueblo no manifestó la aprobación que demandábamos, que los resultados nacionales indican que existe un voto castigo y que si esto no se interpreta como tal, por el contrario, se exhibe ante el pueblo como un triunfo, ya sea por la mayoría legislativa o por ser la primer minoría nacional; 

lo que se le comunica al pueblo, es que la voluntad de las mayorías, es irrelevante para nosotros.

Una caída de casi 28 puntos en el electorado nacional y de 27 en la provincia de Buenos Aires, puede servirnos para entender a quienes nos votaron como indicador de fidelidad hacia el gobierno; 

valorarlo como punto de partida para realizar correcciones; 

pero de ninguna manera puede pasar desapercibido, o explicarse desde la capacidad comunicacional del enemigo la derrota, cuestión que desmiente el triunfo del 2011 con un 54%; 

o por elecciones de medio tiempo, cuestión que no explica el triunfo sobre Duhalde en el 2005.

Desde ya, que tampoco el voto castigo, puede leerse como aceptación de las propuestas que realiza la oposición; sino que las fuerza políticas de oposición son el único vehículo por el cual se expresa la desaprobación de nuestras propuestas. 

Si un 75% del pueblo respaldó la estatización de YPF, es muy idiota pensar que ha votado la seguridad jurídica que propone Massa y gran parte del arco opositor.

En este punto es bueno reconocer que perdimos nosotros, no ha triunfado una propuesta superadora que exprese las grandes demandas populares, desde propuestas concretas, que brindan soluciones; menos liderazgos, que protagonicen con el pueblo esas aspiraciones.

Analizar el rechazo expresado en las urnas, tiene múltiples aristas; pero esencialmente hay que bucear en la lectura que se hizo del 54% y el mandato, que le dio al gobierno esa caudal electoral.

La consigna de profundizar el modelo, fue entendida como transformaciones estructurales, que generen condiciones de igualdad, para el conjunto de los argentinos; 

es decir cambios estructurales que impacten en la vida cotidiana:

en pleno empleo; en el acceso a la vivienda; en un sistema de transporte de excelencia; en un sistema de salud igualitario; 

que erradique la pobreza,  en resumen que genere las condiciones para realizar la vida sin que los medios materiales sean una limitación a la libertad e igualdad a la que aspira todo ser humano.

El mandato popular, no se interpretó, aún hoy persiste la creencia, de que se puede construir un orden social de justicia e igualdad, a partir de las decisiones de inversión de las corporaciones, considerando a las mismas como motor del desarrollo económico y a esto como categoría política.

Focalizar el debate político y el rol del estado, en las decisiones de inversión de la cúpula del poder económico, requiere subordinar lo político y los instrumentos del estado, a las minorías; 

esta visión es contradictoria con la voluntad política de preservar la autonomía del gobierno en las decisiones de estado.

El esquema de gobernabilidad del gobierno, está tensionado continuamente por esta contradicción, ya que no existe la posibilidad de un desarrollismo de nuevo cuño, donde las corporaciones tengan estrategias de acumulación dentro de una formación nacional, todo lo contrario sus estrategias son globales y desvinculadas de las aspiraciones y las demandas de los pueblos.

 La contradicción se manifiesta de manera más intensa y recurrente, en la medida que el estado le sigue reconociendo a la cúpula del poder económico la libertad de decidir sobre la riqueza que producen los argentinos; 

considerando que desde el estado puede imponer límites, desde medidas coyunturales, cuando afectan el esquema de gobernabilidad. 

Las decisiones tomadas en la reforma del BCRA, la derogación de la ley de convertibilidad, las políticas de comercio exterior, el cepo cambiario y los recurrentes acuerdos de precios; 

son señales evidentes de que la cúpula del poder económico sigue controlando la matriz distributiva y produciendo desequilibrios macroeconómicos con la finalidad de imponer sus estrategias globales de acumulación. 

En buen romance lo que acumulan en pesos, quieren respaldarlo en dólares para invertirlo globalmente y los dólares deben conseguirse con el ahorro de saldos exportables reduciendo el consumo popular.

Nadie puede cuestionar que el conjunto de disposiciones del estado, están destinadas a salvaguardar la actividad económica, pero el control sobre la matriz distributiva por parte de los formadores de precios, se convierten al poco tiempo en una pérdida de consenso popular y en contradicciones groseras del gobierno; 

un día anunciamos que pesificamos la economía, y otro día anunciamos que se emite un bono en dólares para blanquear capitales, utilizable como moneda, reconociendo el precio que estipule libremente el mercado para el dólar, pero a la vez se limita el ahorro en moneda extranjera, sin política alguna que preserve al pequeño ahorrista del proceso inflacionario.

En el debate político está ausente el enemigo, y si se lo hace presente, es como referencia a situaciones circunstanciales, no se pone en debate de cara al pueblo, el rol del estado en la planificación de la economía y a esta como actividad que satisfaga los innumerables consumos postergados,  la defensa del poder adquisitivo y la resolución de las demandas significativas del pueblo; 

no se señala el carácter antagónico de las estrategias globales de las corporaciones.

Por otra parte, la construcción política se va configurando conforme a esta contradicción, se diseñan espacios políticos disciplinados, para ejecutar órdenes en la burocracia del estado y los ámbitos legislativos, cuya función central es respaldar las decisiones de gobierno desde argumentaciones guionadas y escenarios que produzcan imágenes de protagonismo popular. 

Lo político pasa a ser una cuestión de fe en quien decide, o una relación laboral; 

desde la ley de medios no existen iniciativas que se procesen en el pueblo construyendo consenso y organización popular, absolutamente imprescindibles para cualquier decisión en el estado, que afecte los intereses de las minorías.

El reconocimiento de actores centrales, a quienes desarrollan la economía desde decisiones de inversión, lleva necesariamente a que se persista en la lógica de que el gobierno es la vanguardia del proceso, y la militancia, la retaguardia del mismo, cuestión bastante descabellada, no hay antecedentes de un  estado mayor que tome decisiones luchando en el frente de una batalla.

En esta lógica se observa como punto de acumulación política, los espacios institucionales con representación en el territorio, gobernadores,  intendentes etc. 

Estos tienen total autonomía, en tanto no interfieran con el sistema de decisiones nacionales; de esta forma se promocionan frente al pueblo como realizadores de obras, eficientes administradores y leales al proyecto. 

En tanto la militancia compite con Caritas para atender lo que el sistema no integra; 

en esta práctica no se advierte que pasan a ser representantes del gobierno nacional frente al pueblo; en vez de ser referentes del pueblo frente al gobierno nacional.

La práctica obtura la posibilidad de que la organización política, sea la que procese las demandas populares en propuestas políticas transformadoras y las vincule al Estado, para que se conviertan en decisiones de gobierno con suficiente consenso y organización popular, como respaldo. 

Impide que traspasemos la frontera que impone el sistema liberal, restringiendo la democracia a la promoción de liderazgos, que ocupen espacios institucionales; 

distorsiona la visión de poder, observándola en el estado en vez de reconocerla en el pueblo y observar al estado, como instrumento del poder popular, los liderazgos no se construyen en la dinámica donde el pueblo los reconoce a partir de sus compromisos y capacidad para organizar y resolver sus demandas; 

todo lo contrario se instalan como un producto de consumo masivo y se venden como tales.

En esta lógica, se pierde la visión de que existen nueve millones de asalariados registrados, tres millones trabajando en negro; cinco millones de jubilados, miles de pequeños cuentapropistas, cooperativistas, agricultores, pequeños empresarios, profesionales etc.; 

que son sistemáticamente fragmentados y estratificados, por quienes controlan la matriz distributiva en el país, que ello demanda una política e iniciativas que galvanicen en una política de masas, una visión común y antagónica a la cúpula del poder económico y las amenazas imperialistas o hegemónicas, que hoy acechan a nuestros pueblos en la región.

 Si no tenemos la audacia de trasponer los límites que impone el sistema liberal, no tendremos la posibilidad de interpelar y poner en evidencia los intereses que representan los liderazgos funcionales a los sectores dominantes; 

de hecho la imposibilidad de reelección, coloca a Scioli, Massa y Macri como los liderazgos con mayor potencial para competir en el 2015. 

La continuidad de gobiernos populares y su profundización requieren que para el 2014 haya un liderazgo propio, que exprese la superación de las contradicciones señaladas y una batalla decisiva contra la oligarquía; 

de lo contrario sólo podemos esperar una retirada ordenada del estado y prepararnos para resistir a la oligarquía.

"... Los leales pueden disentir, los obsecuentes siempre traicionan...". Dardo Cabo

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Extraído del muro de Gallego Fernández (Mov De Liberación Carlos Mugica) en Facebook
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