Las reflexiones que se vuelcan están sesgadas por la aspiración de alcanzar una patria liberada a la luz del último resultado electoral;
por lo que,  esas y no
 otras, son las preocupaciones e interrogantes que dan lugar a las 
interpretaciones.
Los resultados electorales encierran en su 
mensaje las grandes demandas populares; algunas veces se expresan de 
manera positiva, avalando las fuerzas políticas que tiene propuestas 
para atender sus aspiraciones; 
otras veces de manera negativa por que 
las fuerzas políticas no interpretan sus demandas. 
Si en la competencia 
electoral, quienes representan los intereses oligarquícos cuentan con 
mayorías electorales; 
me parece algo tonto, analizar virajes ideológicos
 del pueblo, es mejor reflexionar en las limitaciones existentes, para 
expresar mayoritariamente sus intereses, desde las organizaciones 
políticas que legítimamente aspiran representar los intereses de las 
mayorías.
Considerar que como fuerza nacional hemos ganado, es 
algo así, como negar la existencia del sol en un día de lluvia; 
triunfamos solamente en ocho distritos electorales y en el resto 
perdimos, hay que utilizar algo más que la mirada, para darse cuenta, 
que el sol siempre está.
Es recomendable aceptar que el enemigo 
nos ha ganado, en sus expresiones variopintas, detrás de ello hay un 
común denominador que los articula, el verdadero ganador de esta 
elección, la cúpula del poder económico y la embajada de EEUU.  
Este 
poder se encargará de homogenizar estas expresiones en liderazgos que 
sean funcionales a sus intereses.
Atribuir que la decisión del 
votante, está determinada por el carácter de representación que se 
elige, es algo así como señalar, que cuando hay legislativas es un voto 
“joda”, y cuando hay presidenciales vota de verdad; 
esto es subestimar 
el grado de conciencia y politización existentes y rechazar el mensaje 
que contienen las urnas. 
Este planteo no resiste los registros 
históricos y sus contextos; y pretende desconocer que la participación 
activa de Cristina y los gobernadores en la campaña, demandaban del 
electorado una aprobación de la gestión política.
En resumen, 
podemos señalar sin temor a equivocarnos que el pueblo no manifestó la 
aprobación que demandábamos, que los resultados nacionales indican que 
existe un voto castigo y que si esto no se interpreta como tal, por el 
contrario, se exhibe ante el pueblo como un triunfo, ya sea por la 
mayoría legislativa o por ser la primer minoría nacional; 
lo que se le 
comunica al pueblo, es que la voluntad de las mayorías, es irrelevante 
para nosotros.
Una caída de casi 28 puntos en el electorado 
nacional y de 27 en la provincia de Buenos Aires, puede servirnos para 
entender a quienes nos votaron como indicador de fidelidad hacia el 
gobierno; 
valorarlo como punto de partida para realizar correcciones; 
pero de ninguna manera puede pasar desapercibido, o explicarse desde la 
capacidad comunicacional del enemigo la derrota, cuestión que desmiente 
el triunfo del 2011 con un 54%; 
o por elecciones de medio tiempo, 
cuestión que no explica el triunfo sobre Duhalde en el 2005.
Desde
 ya, que tampoco el voto castigo, puede leerse como aceptación de las 
propuestas que realiza la oposición; sino que las fuerza políticas de 
oposición son el único vehículo por el cual se expresa la desaprobación 
de nuestras propuestas. 
Si un 75% del pueblo respaldó la estatización de
 YPF, es muy idiota pensar que ha votado la seguridad jurídica que 
propone Massa y gran parte del arco opositor.
En este punto es 
bueno reconocer que perdimos nosotros, no ha triunfado una propuesta 
superadora que exprese las grandes demandas populares, desde propuestas 
concretas, que brindan soluciones; menos liderazgos, que protagonicen 
con el pueblo esas aspiraciones.
Analizar el rechazo expresado en 
las urnas, tiene múltiples aristas; pero esencialmente hay que bucear en
 la lectura que se hizo del 54% y el mandato, que le dio al gobierno esa
 caudal electoral.
La consigna de profundizar el modelo, fue 
entendida como transformaciones estructurales, que generen condiciones 
de igualdad, para el conjunto de los argentinos; 
es decir cambios 
estructurales que impacten en la vida cotidiana:
en pleno empleo; en el 
acceso a la vivienda; en un sistema de transporte de excelencia; en un 
sistema de salud igualitario; 
que erradique la pobreza,  en resumen que 
genere las condiciones para realizar la vida sin que los medios 
materiales sean una limitación a la libertad e igualdad a la que aspira 
todo ser humano.
El mandato popular, no se interpretó, aún hoy 
persiste la creencia, de que se puede construir un orden social de 
justicia e igualdad, a partir de las decisiones de inversión de las 
corporaciones, considerando a las mismas como motor del desarrollo 
económico y a esto como categoría política.
Focalizar el debate 
político y el rol del estado, en las decisiones de inversión de la 
cúpula del poder económico, requiere subordinar lo político y los 
instrumentos del estado, a las minorías; 
esta visión es contradictoria 
con la voluntad política de preservar la autonomía del gobierno en las 
decisiones de estado.
El esquema de gobernabilidad del gobierno, 
está tensionado continuamente por esta contradicción, ya que no existe 
la posibilidad de un desarrollismo de nuevo cuño, donde las 
corporaciones tengan estrategias de acumulación dentro de una formación 
nacional, todo lo contrario sus estrategias son globales y desvinculadas
 de las aspiraciones y las demandas de los pueblos.
 La 
contradicción se manifiesta de manera más intensa y recurrente, en la 
medida que el estado le sigue reconociendo a la cúpula del poder 
económico la libertad de decidir sobre la riqueza que producen los 
argentinos; 
considerando que desde el estado puede imponer límites, 
desde medidas coyunturales, cuando afectan el esquema de gobernabilidad. 
Las decisiones tomadas en la reforma del BCRA, la derogación de la ley 
de convertibilidad, las políticas de comercio exterior, el cepo 
cambiario y los recurrentes acuerdos de precios; 
son señales evidentes 
de que la cúpula del poder económico sigue controlando la matriz 
distributiva y produciendo desequilibrios macroeconómicos con la 
finalidad de imponer sus estrategias globales de acumulación. 
En buen 
romance lo que acumulan en pesos, quieren respaldarlo en dólares para 
invertirlo globalmente y los dólares deben conseguirse con el ahorro de 
saldos exportables reduciendo el consumo popular.
Nadie puede 
cuestionar que el conjunto de disposiciones del estado, están destinadas
 a salvaguardar la actividad económica, pero el control sobre la matriz 
distributiva por parte de los formadores de precios, se convierten al 
poco tiempo en una pérdida de consenso popular y en contradicciones 
groseras del gobierno; 
un día anunciamos que pesificamos la economía, y 
otro día anunciamos que se emite un bono en dólares para blanquear 
capitales, utilizable como moneda, reconociendo el precio que estipule 
libremente el mercado para el dólar, pero a la vez se limita el ahorro 
en moneda extranjera, sin política alguna que preserve al pequeño 
ahorrista del proceso inflacionario.
En el debate político está 
ausente el enemigo, y si se lo hace presente, es como referencia a 
situaciones circunstanciales, no se pone en debate de cara al pueblo, el
 rol del estado en la planificación de la economía y a esta como 
actividad que satisfaga los innumerables consumos postergados,  la 
defensa del poder adquisitivo y la resolución de las demandas 
significativas del pueblo; 
no se señala el carácter antagónico de las 
estrategias globales de las corporaciones.
Por otra parte, la 
construcción política se va configurando conforme a esta contradicción, 
se diseñan espacios políticos disciplinados, para ejecutar órdenes en la
 burocracia del estado y los ámbitos legislativos, cuya función central 
es respaldar las decisiones de gobierno desde argumentaciones guionadas y
 escenarios que produzcan imágenes de protagonismo popular. 
Lo político 
pasa a ser una cuestión de fe en quien decide, o una relación laboral; 
desde la ley de medios no existen iniciativas que se procesen en el 
pueblo construyendo consenso y organización popular, absolutamente 
imprescindibles para cualquier decisión en el estado, que afecte los 
intereses de las minorías.
El reconocimiento de actores centrales,
 a quienes desarrollan la economía desde decisiones de inversión, lleva 
necesariamente a que se persista en la lógica de que el gobierno es la 
vanguardia del proceso, y la militancia, la retaguardia del mismo, 
cuestión bastante descabellada, no hay antecedentes de un  estado mayor 
que tome decisiones luchando en el frente de una batalla.
En esta 
lógica se observa como punto de acumulación política, los espacios 
institucionales con representación en el territorio, gobernadores, 
 intendentes etc. 
Estos tienen total autonomía, en tanto no interfieran 
con el sistema de decisiones nacionales; de esta forma se promocionan 
frente al pueblo como realizadores de obras, eficientes administradores y
 leales al proyecto. 
En tanto la militancia compite con Caritas para 
atender lo que el sistema no integra; 
en esta práctica no se advierte 
que pasan a ser representantes del gobierno nacional frente al pueblo; 
en vez de ser referentes del pueblo frente al gobierno nacional.
La
 práctica obtura la posibilidad de que la organización política, sea la 
que procese las demandas populares en propuestas políticas 
transformadoras y las vincule al Estado, para que se conviertan en 
decisiones de gobierno con suficiente consenso y organización popular, 
como respaldo. 
Impide que traspasemos la frontera que impone el sistema 
liberal, restringiendo la democracia a la promoción de liderazgos, que 
ocupen espacios institucionales; 
distorsiona la visión de poder, 
observándola en el estado en vez de reconocerla en el pueblo y observar 
al estado, como instrumento del poder popular, los liderazgos no se 
construyen en la dinámica donde el pueblo los reconoce a partir de sus 
compromisos y capacidad para organizar y resolver sus demandas; 
todo lo 
contrario se instalan como un producto de consumo masivo y se venden 
como tales.
En esta lógica, se pierde la visión de que existen 
nueve millones de asalariados registrados, tres millones trabajando en 
negro; cinco millones de jubilados, miles de pequeños cuentapropistas, 
cooperativistas, agricultores, pequeños empresarios, profesionales etc.; 
que son sistemáticamente fragmentados y estratificados, por quienes 
controlan la matriz distributiva en el país, que ello demanda una 
política e iniciativas que galvanicen en una política de masas, una visión común y antagónica a la cúpula del poder económico y las amenazas
 imperialistas o hegemónicas, que hoy acechan a nuestros pueblos en la 
región.
 Si no tenemos la audacia de trasponer los límites que 
impone el sistema liberal, no tendremos la posibilidad de interpelar y 
poner en evidencia los intereses que representan los liderazgos 
funcionales a los sectores dominantes; 
de hecho la imposibilidad de 
reelección, coloca a Scioli, Massa y Macri como los liderazgos con mayor
 potencial para competir en el 2015. 
La continuidad de gobiernos 
populares y su profundización requieren que para el 2014 haya un 
liderazgo propio, que exprese la superación de las contradicciones 
señaladas y una batalla decisiva contra la oligarquía; 
de lo contrario 
sólo podemos esperar una retirada ordenada del estado y prepararnos para
 resistir a la oligarquía.
"... Los leales pueden disentir, los obsecuentes siempre traicionan...". Dardo Cabo
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Extraído del muro de Gallego Fernández (Mov De Liberación Carlos Mugica) en Facebook
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