sábado, 17 de agosto de 2013

El Código Secreto en el Círculo Sufí de Arcos de la Frontera


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Deambulo sin rumbo predeterminado por las callejuelas medievales de Arcos de La Frontera, las mismas que están impregnadas por todos sus rincones y recovecos  de flamenco del bueno, mientras una voz en off, me trae de fondo los sonidos de grilletes, cadenas y alaridos de los “chamuscados” por la Santa Inquisición.

Camino a paso lento, muy lento, demasiado lento, entretanto pienso en la imposibilidad de definir el sufismo, porque más que una doctrina es una experiencia interior inefable. Sería como enviar un beso por correo o atar un haz de relámpagos de esos que pilla el inglés Jim  Porter, desde la azotea de su casa La Campana, en esta localidad serrana, o dictar leyes al amor.

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Hoy en día me topo con muchos que se proclaman así mismos sufíes, pero en realidad son sólo simpatizantes o simples teóricos del sufismo, cuando no “charlatanes”.

Ser sufí no se compra en el Corte Inglés, y menos se consigue en un curso de verano o leyendo un libro de autoayuda. No se adquiere, ni  se conquista, te llega desde arriba.

Los sufíes, que encarnan la religiosidad más tolerante del islam, su geometría sagrada y espiritual, están presentes en Arcos de la Frontera, concretamente en el llamado Círculo Mágico. En él me zambullo, y en su inmensidad me pierdo.

Los estudios del famoso matemático islámico Al Jabr mostraron que el orden de las constelaciones de estrellas, de la naturaleza y del universo estaban indisolublemente unidos a un patrón cósmico mayor, basado en formas simplificadas y poliedros, conocidos también como Sólidos Platónicos. Los poderes creativos de las formas fueron descubiertos para obtener un perfecto sentido matemático cuando se dividía, se sumaba, se giraba en espirales crecientes o decrecientes y cuando se superponían capas a determinada estructura; números que trabajaban con los ritmos, los ciclos y las relaciones espaciotemporales.

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Existimos en un mundo matemáticamente ordenado. Todas las actividades del plano físico obedecen a distintas leyes matemáticas. Desde los átomos a las galaxias espirales, cada tipo de crecimiento y movimiento es gobernado por las mismas leyes. La Geometría Sagrada Sufí describe esas leyes a través de un lenguaje de números, ángulos, formas, figuras y proporciones matemáticas.

Es un idioma universal de puras verdades, basado en la manera en que la naturaleza se manifiesta, crece y evoluciona. En este cosmos donde vivimos, el círculo, el triángulo, el hexágono, etc., se mantienen como arquetipos invariables. Los mundos giran formando un patrón geométrico.

La figura bidimensional fundamental en el arte islámico es el círculo. Según el pensamiento islámico, todos los polígonos pueden ser construidos a partir del círculo, y son contenidos dentro de él. No tiene principio ni fin, es un símbolo de la eternidad, de unidad, y de la totalidad. En la cultura islámica, el círculo es también una expresión de justicia, ya que representa la igualdad en todas las direcciones.

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El círculo constituye, tanto para el espiritual sufí, como para el artista musulmán, el espacio por excelencia del viaje alquímico, el de la transfiguración interior. El círculo permite hacer visible lo invisible.

La Geometría Sagrada Sufí en el círculo de Arcos de la Frontera es el diseño de la creación. Gráficamente describe el proceso de la organización propia de la naturaleza, y nos da la evidencia de ese orden inherente que impregna el universo; es la representación matemática de la mente del Creador.

La Geometría Sagrada está basada en la Cosmología. Más que un arte decorativo, los eruditos islámicos estudiaron las leyes y patrones de los misterios de Piriápolis.

Las culturas de todo el mundo utilizan el sonido para sintonizar, invocar, y transformar la conciencia. El sonido es una herramienta de gran alcance, ya que es vibración en la naturaleza, y nosotros somos seres de vibración. De hecho, la ciencia más moderna nos muestra que toda la vida es vibración en la naturaleza. Esto está en consonancia con la edad avanzada del pensamiento místico de la mayoría de las culturas, que a menudo alude a la naturaleza vibracional de la Creación.

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La relación entre la música, el movimiento, las figuras con sus diferentes formas y la geometría, es algo que ocurre con naturalidad, y puede llevarnos a un mayor entendimiento del arte y en particular de la música. La música, que es matemáticas, y la religión, áreas muy a menudo vistas como polaridades la una de la otra, están vinculadas a través de la manifestación de la forma y el símbolo, una articulación universal.

Los sufíes creadores del Círculo Mágico de Arcos de la Frontera, fueron particularmente sensibles a los encantos sonoros de la música audible, y a la estructura racional de la ciencia musical. Por esta razón consideraron a la música como el más perfecto ejemplo del principio abstracto de la armonía, y como el más adecuado bálsamo para los males del cuerpo y para las dolencias del alma,  por esto, y solo esto, la contemplaron, reflejaron y encriptaron en su círculo de Arcos.

La música sufí  encriptada en el círculo arcense, no ha sido hecha como si fuera música simplemente para los oídos físicos, sino que es concebida para ser entendida por el oído interno, para el alma.

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Las medidas del diámetro, radio, arcos, etc del Círculo Mágico nos encaminan a encontrar los números que nos dan las notas musicales de las melodías ahí encriptadas. Esta es la clave o códigos de su interpretación.

Naturalmente que debemos apoyarnos en las frecuencias Solfeggio que tienen relación con la Geometría Sagrada, y los números que las representan están vinculados matemáticamente formando una secuencia.

Por ejemplo, la tercera nota, frecuencia 528, se relaciona con la nota “MI” de la escala y se deriva de la frase “MI-ra gestorum”, que en latín, significa MILAGRO. Sorprendentemente, esta es la frecuencia exacta usada por los biogenetistas para reparar el ADN roto, el programa genético sobre el cual se basa la VIDA.  Curiosamente esta nota “MI” la encontramos en el Círculo Mágico.

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Si escuchamos música a 432hz, contemplada en el círculo sufí, que es la frecuencia a la que vibra el universo, podemos entonar la conciencia para potenciar nuestro ser.

Recordemos que un ministro de propaganda nazi llamado Joseph Goebels creó un decreto universal en 1939 por el cual se instaba a todo el mundo a afinar el “LA” musical a 440 Hertzios, en lugar de a 432 Hz, frecuencia a la que se afinaba toda la música hasta ese momento. Desde 1939 hasta hoy en día se ha entonado a esa frecuencia. Esto provoca en la gente pensar y sentir de una manera determinada y se la mantiene sumida en un desorden interno. En 1953 el decreto de Goebels fue aprobado por parte de la Organización Internacional de Normalización (ISO).

Toda la música que escuchamos en la actualidad, genera una frecuencia inarmónica con el planeta y con el organismo humano.

Una nota hace 12 armónicos, porque pone en resonancia las 12 notas de la escala musical (con medios tonos y sostenidos). Las notas hacen 12 armónicos, cuando se toca una nota afinada a un “LA” afinado a 432 Hz. Cuando uno toca en un “LA” afinado a 440 Hz, sólo se hacen 8 armónicos. La música afinada a 440 Hz es música muy pobre y dañina.

432 Hz vibra en los principios de oro “Pi” y unifica las propiedades de la luz, tiempo, espacio, materia, gravedad y el magnetismo con la biología, el código del ADN y la conciencia.

La afinación natural a 432 Hz tiene efectos profundos en la consciencia y también en el nivel celular de nuestro cuerpo. El “LA” afinado a 432hz ha estado oculto al mundo por ser el punto de balance sónico de la naturaleza.

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