El león alado es el poder, el fuego del deseo que nos arrastra hacia el conocimiento.
Ese fuego te permitirá ir hacia tu objetivo.
Pero si tienes la vanidad de considerarte tú mismo como el fuego divino, entonces aparece un tunoso león y te despedaza con sus garras.
Para «tenerlo como un puño» armoniza lo divino y lo humano en el centro de una misma irradiación.
Si sometes la cólera del León, podrás utilizar su potencia en el momento oportuno.
Recuerda al león de rostro de fuego y ojo de llama de los templos antiguos.
Como gárgola ahuyentaba las tempestades, calmaba los desórdenes del cielo.
"Soy el que aleja al malhechor, el que impide el paso al que trasgrede la vía"
Escritura en el zócalo de un león de piedra, en Karnak
El león tiene una mirada que fascina. Nos ayuda a superar las insuficiencias y los obstáculos en la evolución espiritual. Es el guardián de nuestro templo interior.
Su papel consiste en no dejar en nuestra conciencia ningún pensamiento malsano, ningún sentimiento destructor.
Las crines del León son el Sol, su rostro es la luz.
La potencia del León puede ser divina o humana.
Si es divina, es la energía que engendra vida y movimiento.
Si es humana, es la aplicación a todos los niveles de la realeza del espíritu.
Por el fuego del que es depositario, este León trabaja las menores asperezas de nuestra piedra interior.
No tienes nada que temer al León si estás alerta. Él mismo te da ejemplo, pues no duerme jamás. Hermes Trimegisto afirma que el León ha sido dotado de una naturaleza que puede pasar sin dormir, idéntica a la de los dioses.
La palabra León proviene del griego lao "yo veo". La lengua egipcia emplea los mismos signos para expresar «león» y «ver».
Es este estar permanentemente despierto, esta facultad de "ver" que te permite siempre estar atento a la vida.
El León es el que vela, el guardián. Ésta es la razón de por que se colocaban cabezas de leones en las cerraduras de los templos.
Pero el ojo del León no se limita a mirar. Viendo el mundo, lo recrea.
Animando el Sol resucita cada mañana nuestro Sol interior.
Fascina al constructor que no cumple su función, lo devora.
Es él quien autoriza a los iniciados a cruzar la puerta del templo en estado de pureza.
Se dice asimismo que las crías del León nacen con los ojos abiertos, que representan nuestras acciones justas, nuestras obras de luz.
En Egipto, el rey era un León de mirada aterradora que recorría las extensiones desérticas para pacificarlas.
Al preguntarle el sabio al Creador por qué le había llevado a un desierto sin agua, privado de aire, muy oscuro y sin límites visibles, éste le respondió que allí bebería la luz del espíritu en vez de agua y que respiraría la verdad de su conciencia en vez de aire.
Este León posee dos reinos, el del cielo y el de la Tierra. Para ti es la encrucijada de los caminos. Los cuartos delanteros del León lo vinculan al cielo, sus cuartos traseros lo ponen en contacto con la Tierra.
"Conviértete en el principio y fin, en el alfa y omega.
Así romperás el sello y abrirás el libro.
Leerás el texto de la banderola del León alado"
El mundo sagrado es un círculo, la cola del León es la rectitud interior que permite trazarlo.
Extraído del libro "El iniciado" de Christian Jacq
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Extraído de: http://www.lavisiondelcorazon.blogspot.com.ar/
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