"... El Ser no se identifica con el fracaso y el éxito.
Aprenda de ambos y vaya más allá..."
Cualquier identificación del propio yo con el fracaso es
una errónea reducción de la totalidad que es uno mismo, a
una mera parte que representa su ego o persona.
Vincular
la identidad esencial al yo superficial que vive entre los dos
mencionados polos, supone perder la perspectiva global y
encerrar el Ser que somos en un cliché tan transitorio como
local.
El hecho de decir "soy tal o cual...", supone reducirse;
¿acaso no somos mucho más que que ese estrechamiento?,
¿Por qué nos empeñamos en limitar lo que tiene tantas caras?
En todo caso, definamos: "Una parte de mí es..."
Tanto el éxito como el fracaso son tan sólo interpretaciones
mentales acerca de sucesos acontecidos tras nuestras previas
expectativas.
Una interpretación efímera que varía en cada persona
y en cada momento de la vida.
Un mismo suceso objetivo, para
unos puede suponer un éxito y un fracaso para otros.
Dos polos
o dos estados emocionales de una misma realidad que tienden
a enredar al sujeto en un movimiento psíquico pendular.
Éxito significa lograr nuestros objetivos, pero en realidad el éxito
por excelencia será aquel que tenga que ver con el despertar de
la conciencia, con el cese del sufrimiento y con la recuperación de
nuestra lúcida identidad esencial.
Un objetivo de anamnesis que
da sentido a la vida y cuyo sendero constituye la realidad última
a la que, tarde o temprano, todo ser humano llega.
La clave para lograr un objetivo está en el grado de atención
sotenida que dedicamos al tablero de juego en el que éste se desarrolla.
Los éxitos en su parte luminosa proporcionan al ego un cierto
grado de seguridad y de autoconfianza.
Sin embargo, en su vertiente
sombría puede ser fuente de arrogancia que ignora la cara y la cruz
de la existencia.
Por el contrario, el fracaso, aunque muchas veces
supone una experiencia dolorosa, es un valioso aprendizaje para
trazar avenidas de aprendizaje hacia futuros logros desde la sabiduría
del alma.
En realidad, no existe el fracaso, tan sólo existe aprendizaje
y crecimiento.
El fracaso es una experiencia de "aplazamiento del logro"
que, a su vez, trae consigo ajustes personales que marcan "un antes
y un después" en la corriente de experiencias humanas.
La vivencia del fracaso suele regalar un gran desapego de la malla onírica
en la que vivimos enredados, ya que las emociones que éste conlleva
instan a la recuperación de la visión global.
Al enfrentarnos a la frustración
derivada del fracaso, una parte de nosotros aprende a desenredarse del
hechizo tendido por las burbujas de la expectativa.
Promesas que a veces, pueden aprisionar al alma humana de la sed
insaciable de vivir un determinado deseo que la encadena al samsara.
En realidad en el desencanto del fracaso subyacen semillas del éxito,
semillas que a su vez liberarán del sueño a los nuevos amaneceres.
¿Qué hay más allá del fracaso y del éxito?
Algo tan parecido a lo que
fluye por entre dos orillas de un río.
Se trata de la observación consciente
del juego polar de la propia naturaleza mental.
Un nivel de conciencia
que se encuentra más allá de cualquier identificación con alguna de las
dos orillas.
Aprendemos del éxito y aprendemos del fracaso, ambos
son dos maestros del alma que traen sutiles lecciones para desarrollar
toda la sabiduría y compasión que laten en el corazón humano.
Nadie escapa a las dos grandes lecciones que ambas experiencias
conllevan.
Lecciones que hacen referencia a la montaña inmóvil
de la ecuanimidad como símbolo interno de una perfecta neutralidad
que ni prefiere ni interviene, sino que tan sólo testifica el devenir
de sucesos, más allá de las interpretaciones que la mente demanda
en el sinuoso proceso de la existencia.
______________________________________________________________________
Extraído del muro de El Faro en Facebook
______________________________________________________________________
.