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Si no creyera en lo que creo - Ramiro Díez
Creo
que es posible un mundo mejor. Difícil, pero no imposible. Y es
inevitable que alguna vez lo podamos tener. Alguna vez tiene que vencer
la razón sobre la insensatez. Como dijera un poeta, “tiene que existir
alguna luz en medio de la noche más espesa. Un país desconocido donde no
exista la tristeza”.
Ese día va a llegar. Cada día falta un día menos para ese día.
Creo, como Withman, que una hoja de hierba no es menos que la ruta que recorren las estrellas. Creo que ante el prodigio de la vida, es tan sagrada la lagartija como la jirafa, o como cualquier líder político o religioso, o el más humilde de los hombres. Schweitzer afirmaba que era necesario un nuevo código ético que incluyera a los animales. Tenía razón.
Creo que no existen personas más importantes que otras. Lo que existen son acciones humanas más importantes que otras. Como persona, el respeto que se merece un Premio Nobel, es el mismo que se merece un niño sin escuela. Ante la dignidad de la vida, no existen seres humanos de primera o segunda categoría.
Creo en algunos fanatismos validos: el de la solidaridad, por ejemplo. En la bondad. En el ejercicio del libre pensamiento. En la razón y la inteligencia. Creo, como Sócrates, que “La ignorancia es la raíz de todo mal”.
Creo que los humanos no nacemos con silla de montar incorporada.
Que en esta vida nos debemos arrodillar solo para conversar con un niño.
Creo que el mundo ha caído en la trampa del consumismo. Descartes decía “Pienso, luego existo.” Hoy es “Consumo, luego existo”. “Derrocho, luego existo”. “Hago basura, luego existo”. “Contamino, luego existo”.
Los que pueden consumir lo hacen en exceso para llenar vacíos quizás inconfesables.
Ese día va a llegar. Cada día falta un día menos para ese día.
Creo, como Withman, que una hoja de hierba no es menos que la ruta que recorren las estrellas. Creo que ante el prodigio de la vida, es tan sagrada la lagartija como la jirafa, o como cualquier líder político o religioso, o el más humilde de los hombres. Schweitzer afirmaba que era necesario un nuevo código ético que incluyera a los animales. Tenía razón.
Creo que no existen personas más importantes que otras. Lo que existen son acciones humanas más importantes que otras. Como persona, el respeto que se merece un Premio Nobel, es el mismo que se merece un niño sin escuela. Ante la dignidad de la vida, no existen seres humanos de primera o segunda categoría.
Creo en algunos fanatismos validos: el de la solidaridad, por ejemplo. En la bondad. En el ejercicio del libre pensamiento. En la razón y la inteligencia. Creo, como Sócrates, que “La ignorancia es la raíz de todo mal”.
Creo que los humanos no nacemos con silla de montar incorporada.
Que en esta vida nos debemos arrodillar solo para conversar con un niño.
Creo que el mundo ha caído en la trampa del consumismo. Descartes decía “Pienso, luego existo.” Hoy es “Consumo, luego existo”. “Derrocho, luego existo”. “Hago basura, luego existo”. “Contamino, luego existo”.
Los que pueden consumir lo hacen en exceso para llenar vacíos quizás inconfesables.
Y tal vez esa sea la lógica perversa del modelo: producir gente insatisfecha, siempre, para que a través del consumo irracional pretendan compensar sus carencias de otra índole.
Hay que sobrepasar la noche oscura en la que vivimos, para que no sea verdad aquello de “Pienso, luego muero”. “Pienso, luego voy a la cárcel”. “Pienso, luego me torturan”.
Por eso quiero que exista esta página, para que sea verdad, de nuevo, “Pienso, luego existo”.
Creo que si en materia económica el mundo hace rato descubrió que marchamos en la ruta equivocada, no tiene sentido seguir hablando de “competitividad” o “más crecimiento” y “más desarrollo” y otros etcéteras suicidas. Esos criterios destruyen el planeta y esclavizan al ser humano.
Creo que es necesario competir para encontrar rumbos alternativos, para crecer en otros sentidos, para desarrollar otras potencias humanas. Rehúso creer que el destino humano sea convertirnos en estómagos consumidores de toda la basura que los nuevos profetas de la felicidad son capaces de hacernos comprar.
Creo que es urgente que redefinamos el concepto de felicidad. La felicidad no puede seguir siendo sinónimo de “poseer”, porque por el tanto tener de algunos, todos estamos dejando de tener derecho a la vida y al planeta. No hay más planetas habitables. No hay otras vidas distintas a esta. Y ni el planeta ni la vida tienen piezas de recambio.
Creer: ese es un verbo lleno de peligros, porque ¿cuántas cosas creemos que no son? ¿Que nunca han existido? Digamos que esta suma de “creos”, en el mejor de los sentidos, es el resumen de las esperanzas.
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Extraído de: http://www.ramirodiez.com/codigo/ramiro-diez/SinNoCreyera/SinNoCreyera.html
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