Pregunta: Mi hijo fue muerto en la guerra. Tengo otro hijo de doce años y no quiero perderlo a él también en una nueva guerra. ¿Cómo se la podrá evitar?
Krishnamurti: Estoy seguro que esta misma pregunta ha de hacerla toda madre y todo padre a través del mundo. Es un problema universal.
Y yo me pregunto, a mi vez, qué precio los padres estarán dispuestos a pagar para impedir otra guerra, para evitar que sus hijos sean asesinados, para impedir estas aterradoras matanzas de hombres; qué quieren exactamente decir cuando afirman que aman a sus hijos, que la guerra debe ser evitada, que tiene que haber fraternidad, que hay que encontrar algún medio de poner fin a todas las guerras.
Para crear nuevas formas de vida tendrá que operarse un cambio revolucionario en nuestro pensar-sentir.
Todos nosotros tenemos la culpa de que continúen los horrores actuales.
Son el resultado externo de nuestra diaria vida interna, de nuestra diaria vida de codicia, mala, voluntad, sensualidad, competencia, afanes adquisitivos.
La culpa es de todos los que, entregándose a estas fuerzas, han engendrado esta espantosa calamidad.
Se os ha enseñado a matar y a morir, pero no a vivir.
Si de todo corazón aborrecieseis las matanzas y la violencia en cualquiera de sus formas, encontraríais el medio de vivir pacífica y creadoramente.
Si éste fuese vuestro fundamental interés, os pondríais a averiguar dónde están las causas, los instintos, que engendran la violencia, el odio y los asesinatos en masa.
¿Os anima ese interés total y apasionado en suprimir la guerra?
Si la respuesta es afirmativa, tendréis que arrancar de vosotros mismos los motivos que inducen a emplear la violencia y a matar no importa la razón que se de para ello.
Si deseáis acabar con las guerras, tendrá que producirse una revolución íntima y profunda de compasión.
Tenemos que reeducarnos para no asesinar, no liquidarnos los unos a los otros por causa alguna, por más justa que ella parezca para la felicidad futura de la humanidad, ni por ideología alguna por más prometedora que ella sea; nuestra educación no tiene que ser meramente técnica, pues ello inevitablemente engendra crueldad, sino que debe enseñarnos a contentarnos con poco, a ser compasivos y a buscar la suprema inteligencia.
La prevención de estos horrores y destrucciones siempre en aumento depende de cada uno de nosotros; no de tal o cual organización o plan de reforma, ni de ninguna ideología, ni de la invención de mayores instrumentos de destrucción, ni de ningún jefe o dirigente, sino de cada uno de nosotros.
No creáis que las guerras no pueden evitarse partiendo de una base tan humilde e insignificante; una piedra puede alterar el curso de un río.
Para llegar lejos tenemos que empezar cerca.
Para comprender el caos y la miseria mundiales, tendréis que entender vuestra propia confusión y dolor, pues de éstos provienen los más vastos problemas del mundo.
Y para entenderos a vosotros mismos tendréis que manteneros constantemente en estado de conciencia alerta y meditativa, lo cual hará surgir a la superficie las causas de violencia y de odio, de codicia y ambición; estudiando dichas causas sin identificación, el pensamiento las trascenderá.
Nadie, salvo vosotros mismos, puede conduciros a la paz.
No hay más jefe ni sistema que pueda poner término a la guerra, a la explotación y a la opresión, que vosotros mismos.
Sólo con vuestra reflexión con vuestra compasión y con el despertar de vuestro entendimiento, podrá establecerse la paz y la buena voluntad.
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Extraído del muro de Maximilian Laplace Cortés en Facebook
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