Verónica Greca - Licenciada en Antropología, Doctoranda en Humanidades con Mención en Antropología, Universidad Nacional de Rosario. Becaria CONICET. E-mail: verogreca@hotmail.com
Resumen
En este artículo reconstruiremos la rebelión de los mocovíes de San Javier en el año 1904, caracterizada en su época como un "malón de indios", es decir, como una irrupción de un grupo de "salvajes" con planes de destrucción.
Consideramos, en cambio, que este conflicto no debe pensarse como un episodio aislado, sino como parte de un contexto más amplio conformado por la problemática aborigen en el periodo de consolidación del Estado nacional.
Entendemos la noción de "rebelión" como un proceso complejo en el que se ponen en juego aspectos políticos, económicos, sociales y religiosos, vinculándose tanto a una protesta contra las imposiciones del Estado como a un movimiento de tipo milenarista.
Analizaremos dicha rebelión a partir de la prensa de la época, en la cual identificamos diferentes interpretaciones sobre la misma, así como diversas concepciones sobre la cuestión indígena que se planteaban entre distintos sectores de la sociedad mayor.
Palabras Clave: Rebelión indígena; Movimiento milenarista; Proceso de conflicto; Consolidación del Estado nacional.
Abstract
In this article we reconstruct the rebellion of the mocovi people from San Javier in 1904, which was conceived at that time as an invasion of a group of savages, whose intentions were only to loot and destruct the town.
On the contrary, we consider that this was not an isolated confrontation, but part of the context of conflicts between aboriginal people and the national State during its consolidation period.
We understand the concept of "rebellion" as a process that articulates political, economical, social and religious aspects, in a way that allow us to think of this protest as a resistance against the impositions of the State and also as a millenarist movement.
We will analyse this rebellion based on the information available on the contemporary press, where we identified diverse interpretations of the aboriginal conflicts within different sectors of the wider society.
Key words: Indigenous rebel; Millenarist movement; Process of conflict; Consolidation of the National State.
Fecha de recepción: Diciembre 2008
Fecha de aprobación: Noviembre 2009
Introducción
A lo largo de este artículo reconstruiremos un conflicto que tuvo lugar entre el grupo aborigen mocoví de San Javier (norte de la provincia de Santa Fe) en el año 1904, retomando aspectos que se enmarcan dentro de una investigación mayor1.
El 21 de abril de dicho año los mocovíes de la región, liderados por nuevos caciques y guías espirituales desconformes con la situación vigente, llevaron a cabo un levantamiento con el objetivo de tomar la jefatura política y la policía para recuperar el pueblo que alguna vez les había pertenecido.
Dicho levantamiento fue caracterizado en su época como un ataque repentino e irracional, propio de un grupo de "salvajes" con intenciones de saqueo. Nuestro planteo, en cambio, consiste en entender a este conflicto como parte de un proceso más amplio que se inscribe dentro de la problemática de las poblaciones aborígenes de nuestro país en la etapa de consolidación del Estado nacional.
En este sentido, el suceso violento concreto constituye un recorte particular que torna visibles algunas cuestiones generales por las que está atravesado, como las políticas estatales tendientes a la exclusión de los pobladores originarios y las diversas posturas en torno a las mismas que circulaban entre distintos sectores de la sociedad.
Atendiendo a las controversias en torno a la definición del conflicto, decidimos caracterizarlo como una rebelión, entendiéndola en un doble sentido.
En primer lugar, desde el punto de vista teórico, retomamos algunas interpretaciones que lo plantean como un movimiento de índole milenarista (Bartolomé, 1972).
De acuerdo con Hobsbawm (1974), este tipo de agitaciones sociales pueden clasificarse como revolucionarias, dado que insisten en la necesidad de transformación o sustitución de la realidad social, oponiéndose, en este sentido, a los movimientos reformistas.
Estas conmociones sociales expresan las contradicciones en el proceso de adaptación de sus actores a la vida y luchas de la sociedad moderna, en tanto que se gestan en contextos donde el mundo del capitalismo es traído desde afuera. Por último, el autor sostiene que estos movimientos no son acontecimientos aislados o irrelevantes, sino que se tratan de fenómenos inseparables del proceso histórico, razón por la que su estudio cobra una importancia fundamental.
El otro sentido de la definición al que nos referimos tiene que ver con las connotaciones que posee la noción de rebelión para los descendientes de los actores directos del conflicto, para quienes "rebelión" significa un movimiento de reivindicación, oponiéndose abiertamente al sentido otorgado por el término "malón" utilizado en la época para hacer referencia a un movimiento de regresión a la barbarie.
Del mismo modo, debemos tomar en cuenta las distintas definiciones de "malón", también desde un punto de vista teórico y desde las representaciones de los sujetos.
Algunos autores consideran que los "malones" constituían una forma de resistencia y supervivencia de los aborígenes, a los que la sociedad hegemónica concebía como formas delictivas (Tamagno, 2001).
Sin embargo, el sentido del término que se ha generalizado remite a una sublevación indígena violenta e injustificada, o a un ataque desorganizado hacia una población con el propósito de asaltarla y destruirla.
La discusión en torno a este tema continúa siendo polémica entre la actual población de San Javier, dado que mientras algunos minimizan esta diferencia de términos diciendo que se trata sólo de un cambio de nombre, otros sostienen firmemente que las diversas nociones con las que se denomina al suceso implican respectivamente una profunda transformación de sentido, a la vez que los distintos conceptos sugieren un posicionamiento con respecto a la legitimidad de la reivindicación.
En base a la información aportada por la prensa de la época reconstruiremos la rebelión mocoví de San Javier, con la perspectiva de analizarla como una condensación de conflictividades que trascienden los hechos del 21 de abril de 1904.
El concepto de "rebelión", tal como lo entendemos, remite a un proceso complejo en el que se ponen en juego aspectos políticos, sociales y religiosos, que vinculan el conflicto a una protesta contra las imposiciones del Estado nacional en construcción y, a la vez, a un movimiento con características milenaristas.
Este concepto se opone a las interpretaciones de la época difundidas por la prensa; más concretamente, a la noción de "malón" que hacía referencia a una sublevación espontánea e irracional.
De este modo, sostenemos que esta rebelión debe comprenderse en un sentido amplio, es decir, no como un acontecimiento anecdótico, sino como parte de un contexto complejo de relaciones sociales conflictivas.
De acuerdo con esto, hemos distinguido tres momentos para caracterizar a este proceso, los cuales pueden describirse de la siguiente manera:
En primer lugar, el tiempo anterior en el que se fue gestando la rebelión, a partir de los conflictos generados por la expropiación de las tierras con la llegada de inmigrantes, la explotación hacia los mocovíes como mano de obra barata y la situación de miseria a la que estaban sometidos, circunstancia agravada por la falta de representatividad del cacique tradicional.
También debemos considerar las creencias en las prédicas de los líderes religiosos que jugaron un rol preponderante en la organización de la rebelión, lo cual nos permite pensarla actualmente como un movimiento milenarista.
El segundo momento lo constituye la condensación violenta del conflicto, que, lejos de ser entendido como una reivindicación de un grupo desposeído, fue caracterizado por la prensa como un "malón" de "indios salvajes".
Finalmente, nos referiremos al momento final o de desenlace, el cual implicó la represión y persecución hacia los mocovíes por parte de las autoridades locales y la policía provincial, así como la acentuación de la discriminación sufrida por éstos de parte de los demás habitantes del pueblo.
Este conflicto alentó las valoraciones que juzgaban a los mocovíes como un peligro o una amenaza para la sociedad "civilizada" que el nuevo Estado quería implantar.
Como hemos señalado, la reconstrucción de este proceso está basada en el análisis de la prensa de la época, la cual constituye nuestra base documental, en tanto no se han encontrado otro tipo de registros.
Consideramos que la producción periodística aporta indicios sobre la complejidad de las disputas que entraban en tensión en aquel entonces y los debates acerca de la cuestión aborigen que estaban vigentes en la sociedad en ese contexto.
Las fuentes periodísticas consultadas han sido los diarios rosarinos "La Capital" y "El Municipio"; los santafesinos "Unión Provincial" y "Nueva Época"; el periódico "La Unión", de Esperanza; y los diarios "El País" y " La Nación" de Buenos Aires ( San javier no tenía en la época diarios o periódicos).
Como criterio metodológico, se analizaron todas las noticias, artículos editoriales y cartas de lectores referidos al tema que fueron publicados a partir de la fecha del suceso que visibiliza el conflicto, aproximadamente por el período de un mes (21 de abril a mayo de 1904), cuando los mismos dejan de aparecer.
Es necesario tener en cuenta que la prensa que estamos analizando constituye un conflictivo campo de enfrentamiento producido por un periodismo ligado a la lucha por intereses políticos (Bonaudo, 2005; Mauro, 2006).
De este modo, sabemos que el discurso de los diarios se encuentra sesgado por la visión de determinados sectores de la sociedad, que respondían a intereses que no se correspondían con los de las poblaciones aborígenes.
Entendemos entonces que la recuperación de los hechos y la reconstrucción del proceso han sido realizadas a partir de las reproducciones de cronistas y autoridades, representantes de los grupos de poder, que transmiten una visión que, en muchas ocasiones, está cargada de prejuicios propios de la ideología de la época.
El conflicto como parte del contexto histórico
En el último tercio del siglo XIX comenzaba el proceso de formación del Estado nacional, que se proponía entre sus objetivos la superación de la "barbarie" y el "atraso" en favor de la "civilización", a la vez que la construcción de la nación necesitaba de un Estado fuertemente centralizado que pudiera imponer el "orden" y generar el "progreso".
En este contexto, las concepciones positivistas desempeñaron un papel hegemónico, actuando como ideología legitimadora para las medidas implementadas con ese fin.
Una vez conformado este Estado centralizado, se profundizó la inserción de la Argentina en el proceso de expansión capitalista a nivel mundial, implicando la valorización del territorio y su población en este sentido.
Para la nueva nación el "problema del indio" sería uno de los primeros por resolver, profundizándose para ello las campañas militares que venían desarrollándose en las décadas anteriores, las cuales eran justificadas por discursos que exacerbaban la belicosidad de los pueblos indígenas y que construían así un modelo legitimador de estas ofensivas (Trinchero, 2000).
Los nuevos intereses del Estado nacional implicaban la necesidad de la expropiación de los pueblos aborígenes de sus territorios para dedicarlos a la producción agrícola y habilitarlos para la inmigración europea, a la vez que se requería la incorporación de sus habitantes al nuevo mercado de trabajo, modificando así el desarrollo de su modo de vida tradicional.
La necesidad de estas poblaciones como mano de obra casi esclava hacía que las políticas de control y disciplinamiento expresaran una tensión entre las necesidades tanto de dominación de las rebeliones por la violencia como de no aniquilamiento de la fuerza de trabajo (Tamagno, 2001).
Este modelo de construcción del poder estatal se basaba en una concepción de unidad nacional que tendía a homogeneizar al territorio y a su población.
En términos generales, la construcción de un modelo de nacionalidad requiere de un doble movimiento de significaciones: un principio positivo de identidad y otro negativo de otredad, cuyos contenidos varían históricamente.
En el caso de la Argentina, la construcción la nacionalidad estuvo anclada en la "territorialidad", en la ocupación de espacios vacíos, y en la construcción de la noción de "otro" en términos de "enemigo".
Uno de ellos eran las poblaciones indígenas, quienes detentaban el control sobre los territorios a conquistar.
De este modo, se entiende que la noción de "desierto" no constituía solamente una metáfora geográfica, sino también sociocultural; es decir, estos territorios eran espacios a los que el proyecto estatal-nacional debía vaciar de toda reivindicación étnica o local para que ninguna de estas alteridades interfiriera entre las instituciones del Estado y sus ciudadanos (Trinchero, 2000).
El proceso de rebelión de los mocovíes en 1904 forma parte de este contexto en el que se estaba consolidando el Estado nacional.
En el discurso de los diarios entra en juego el debate sobre los distintos posicionamientos acerca de las políticas hacia el indígena orientadas a la conquista de sus territorios y su población, en tanto que se discute acerca de las medidas que debían ser tomadas al respecto, las cuales giraban en torno a la conveniencia de eliminar o incorporar a los aborígenes en el nuevo proyecto de país.
Los mocovíes de la provincia de Santa Fe
La conformación del Estado nacional tuvo repercusiones en las condiciones de vida del grupo mocoví, como un nuevo periodo del proceso de dominación que se había iniciado hacía ya más de un siglo.
Tanto durante la época colonial como durante la republicana existía la preocupación de contener a los indígenas e incorporarlos a la sociedad hegemónica, para lo cual se fundaron misiones religiosas y reducciones que, además de su rol evangelizador, cumplieron un papel importante en este sentido.
A mediados del siglo XVIII, la conversión de los indígenas a las pautas culturales occidentales estuvo en manos de los misioneros de la Compañía de Jesús.
Por cierto, éste fue el origen de la actual ciudad de San Javier, la cual fue fundada como reducción jesuita en el año 1743, pasando a manos de los Hermanos de la Merced en 1767, y terminando como reducción franciscana entre 1812 y 1912.
De todas maneras, la función de las distintas misiones se mantuvo sin variaciones, al igual que la de las demás en la región norte del país encargadas de diferentes grupos aborígenes como tobas, wichis o guaraníes.
La tarea de las mismas consistía en disciplinar a los indígenas, integrarlos a la economía monetaria y al mercado de trabajo, asimilarlos a los modos y costumbres europeas, y adoctrinarlos en la religión cristiana.
Así, se intentaba iniciarlos en la "civilización", entendiendo por esto el abandono de las prácticas culturales propias (Teruel, 2005).
En el período independiente, el Estado asignó a las misiones el mismo rol que tenían durante la época colonial, a pesar de que a partir del proceso de secularización del mismo, la relación con la Iglesia se tornó más conflictiva.
La vida en las misiones estuvo caracterizada por tensiones generadas por conflictos en la relación con el Estado, con los colonos y con los propietarios de tierras, quienes competían por el control de éstas y de mano de obra.
Así como la relación de los misioneros con su entorno fue habitualmente difícil, tampoco fue armónica la relación de los mismos con los aborígenes que vivían en su interior.
A pesar de su subordinación innegable en función de su situación de vencidos, los aborígenes no constituían una masa pasiva y maleable a voluntad de los misioneros.
En este complejo proceso tenían lugar tanto la apropiación de las nuevas pautas, su reelaboración en base a las propias creencias, y la expresión de resistencias, manifestadas mediante el rechazo o la indiferencia.
A la vez, la relación que los aborígenes mantenían con los colonos oscilaban entre la violencia, el intercambio de bienes y el trabajo temporario (Teruel, 2005).
Vemos así que el proceso de sometimiento de los mocovíes no comenzó con las políticas impulsadas por el nuevo Estado nacional, a pesar de que en este período fue intensamente acelerado.
Las tierras que los mocovíes habían habitado desde la fundación de la reducción jesuítica estaban siéndoles expropiadas por el Estado, cuyas políticas favorecían su ocupación y puesta en producción por parte de inmigrantes europeos, quienes los explotaban como mano de obra en trabajos rurales y domésticos.
Así, a principios del siglo XX en San Javier convivían criollos y extranjeros, quienes constituían el sector hegemónico de la sociedad que gozaba de poder político y económico, junto con los aborígenes mocovíes, quienes sufrían el sometimiento y la desvalorización por parte de los colonizadores.
A pesar del mestizaje, el sincretismo y los intercambios de distinto tipo que se generaron, existía una permanente confrontación debido a la situación de marginalidad y degradación a la que estaban expuestos los habitantes originarios de la región, quienes venían sufriendo un prolongado proceso de pérdida de poder y de repliegue material y espiritual.
Para los sectores dominantes, esta situación debía interpretarse como el resultado de la incapacidad de una raza inferior para asimilar la "civilización", constituida por sus propias pautas.
Por esta razón, y dado el contexto ideológico imperante, cualquier aborigen era tratado con desprecio, por ser identificado con actitudes de indiferencia ante el progreso material, con la indisciplina frente al trabajo, con la superstición irreflexiva y con vicios degradantes como el alcoholismo, la promiscuidad, la vagancia y el robo (Andino, 1998).
Es en este contexto en el que debemos pensar la rebelión mocoví de San Javier de 1904, para no entenderla como un episodio aislado o exclusivo de un grupo, sino como resultado de una problemática que forma parte de una serie de políticas hacia el indígena que generaron un largo conflicto, que se manifestó con la rebelión como una estrategia de resistencia por parte de los mocovíes.
La rebelión mocoví como movimiento milenarista
La rebelión de San Javier ha dado lugar a diversas interpretaciones, que articulan los aspectos políticos y socioeconómicos, así como también los culturales y religiosos.
Como indicamos anteriormente, una de las posturas propuestas es que, dadas sus características, se trató de un movimiento de índole milenarista.
Continuando con la idea de entender al proceso de rebelión mocoví en un sentido amplio, sostenemos que así como el contexto de esta rebelión se vincula al proceso de construcción del Estado nacional, también se relaciona con distintas protestas con características de milenarismo que tuvieron lugar en otras circunstancias, pero que se manejaron con una lógica similar (Macagno, 2002).
En este punto, nos remitimos a la investigación de Bartolomé (1972) quien plantea que esta rebelión constituye un antecedente de otros movimientos milenaristas que tuvieron lugar en la región del Chaco en años posteriores (especialmente el de Napalpí en 1924, pero también los de El Zapallar y Pampa del Indio en 1933, llevados a cabo principalmente por grupos tobas).
En términos generales, el milenarismo consiste en la concepción de un tipo particular de salvacionismo, de índole colectivo, terrenal, inminente, total, y milagroso (Cohn, 1993).
Es decir, el milenarismo se basa en la idea de un movimiento en el que se profetiza o espera la inminencia de un cambio radical y sobrenatural en el orden social, a lo cual se asocia la creencia de que el fin del mundo ha de llegar algún día, para luego instaurarse un estado social de perfección.
El milenarismo imagina una transformación del mundo profano, como contrapartida de la vida cotidiana injusta a la que está sometido el grupo, pero los medios para tener acceso a él son sagrados.
De todas maneras, éstos no son movimientos religiosos puros, sino movimientos de rebelión que utilizan la religión para llegar a la solución de un problema que es sociopolítico o socioeconómico, cuyo punto de partida es la reprobación de la sociedad existente (Pereira de Queiroz, 1968).
En los casos de movimientos chaqueños a los que nos referimos, el milenarismo surgió entre esos grupos nativos afectados por la expansión colonial europea, en un contexto en el que la población aborigen se veía gravemente perturbada por crisis económicas y de recursos naturales.
Así, el referente más inmediato de las experiencia religiosas vividas era socioeconómico y político antes que exclusivamente místico (Bartolomé, 1972).
Existen además otros rasgos que aparecen sistemáticamente en movimientos milenaristas desarrollados en diferentes épocas y regiones, como el carácter exclusivista y dicotómico que adquiere la salvación, separando al mundo entre fieles e infieles, y la consideración de las armas de los "infieles" (blancos, colonizadores, extranjeros) como ineficaces para lograr dicha salvación.
También, en la mayoría de los casos, la anunciada era de justicia e igualdad es antecedida por imágenes de diluvios, incendios o terremotos que se expresarían como símbolos de la renovación (Macagno, 2002).
Es en este sentido que debemos entender las prédicas de los guías espirituales que anunciaban un próximo diluvio apocalíptico en el que perecerían criollos y "gringos", salvándose únicamente los mocovíes que se refugiaran en San Javier2, luego de lo cual todas las riquezas que legítimamente les pertenecían volverían a su poder, según se los había anunciado Dios por medio de su profeta.
Otro elemento que nos permite pensar en esta rebelión como un movimiento con características de milenarismo tiene que ver con la consideración de la eficacia de las armas tradicionales por sobre las de los "infieles", ya que, según informan los diarios, los mocovíes estaban convencidos de que las balas de los "blancos" se volverían barro y la pólvora, arena3.
En los movimientos de este tipo existe una puesta en juego de la violencia que atenta contra el Estado, el cual busca construir hegemonía homogeneizando la sociedad y conservando para sí el monopolio legítimo de la fuerza.
Desde esta perspectiva, la rebelión era vista como un fragmento "ilegítimo" de violencia que debía ser neutralizado, motivo por el cual la respuesta a este movimiento fue la represión inmediata, tanto de la Iglesia como del Estado, que se veían amenazados por la propuesta milenarista de transformación del mundo.
En otro nivel de análisis, los móviles de un movimiento de esta índole exceden estos conflictos, ya que el carácter ambiguo del milenarismo se convierte en una característica que lo define, siendo al mismo tiempo un movimiento religioso y sociopolítico.
Esto significa que el milenarismo no se limita sólo al plano de la creencia o de la acción sino que vincula estrechamente ambos aspectos, convirtiéndose en un movimiento social con características propias que no pueden reducirse a ningún otro tipo de protesta (Macagno, 2002).
Caracterización del proceso
Como hemos dicho, intentamos dar cuenta de la rebelión mocoví de San Javier como un proceso general de conflictividad, el cual forma parte de un contexto más amplio.
Esta idea constituye el fundamento para caracterizar sus distintos momentos, buscando entender a este movimiento no como suceso espontáneo, sino como la condensación de diversas conflictividades que venían gestándose desde antes y que continuaron desarrollándose y transformándose después.
Hemos construido la caracterización de dicho proceso distinguiendo tres momentos que pueden describirse de este modo: el momento de gestación del movimiento como protesta milenarista, el momento de condensación del conflicto manifestado a través de la violencia y el momento de represión y persecución hacia los mocovíes.
Gestación de la rebelión
Una vez establecido el Estado nacional, las nuevas políticas impulsadas entre fines del siglo XIX y principios del XX propiciaron la ocupación del territorio por inmigrantes europeos, tanto comerciantes como colonos.
De esta manera, hacia 1904 el pueblo estaba conformado por el grupo mocoví, los misioneros (en ese entonces franciscanos), las familias de origen europeo o criollo y las autoridades locales, políticas y policiales.
Todos estos actores y las relaciones que se establecían entre ellos forman parte del proceso en sentido amplio, conformando la situación de conflictividad descripta, así como también tuvieron un rol particular en el momento del enfrentamiento del día 21 de abril.
Desde una perspectiva espacial y socioeconómica, podemos decir que los mocovíes y los criollos y extranjeros que habitaban el pueblo en esa época se encontraban claramente divididos.
Al norte y al oeste de la Iglesia, los "blancos" -criollos e inmigrantes dedicados a la agricultura o al comercio- ocupaban amplias casas de ladrillos y una posición central.
Mientras tanto, los mocovíes habitaban precarios ranchos en la "Sección Indígena", también llamada "la toldería", ubicada al sur de la iglesia, en una situación de hacinamiento y extrema pobreza, explotados como mano de obra subordinada.
Como hemos visto, la marginación económica se correspondía con la que los mocovíes vivían en otros niveles, dado que ambos sectores se encontraban completamente separados desde el punto de vista de la configuración territorial del pueblo.
En el plano social y político, en cambio, las relaciones no se hallaban tan claramente fragmentadas, dado que muchos mocovíes mantenían buenas relaciones con algunos colonos y comerciantes blancos. Incluso, existía un grupo mocoví, encabezado por el cacique Mariano López, que apoyaba plenamente a las autoridades oficiales, siendo a su vez favorecido por éstas.
Dicha actitud de "vender" al grupo a cambio de favores personales4 fue calificada de "traición" por la mayoría de los mocovíes, quienes se vieron defraudados por esta complicidad de su supuesto líder con aquellos a quienes consideraban como enemigos.
Esta falta de representatividad del cacique, a quien acusaban de conspirar en contra de los intereses del grupo, fue uno de los factores que motivó el descontento y generó las condiciones para la emergencia de líderes rebeldes, hermanos del antiguo cacique, de nombres Juan y Andrés López.
La mayoría de los mocovíes ya no respetaba a Mariano, mientras que sus dos hermanos, capaces de canalizar el malestar y de cohesionar y motivar a la mayor parte del grupo, habían comenzado a consolidarse como líderes a partir del creciente conflicto5.
Este problema de lealtades entre los caciques formaba parte de una situación generalizada, ya que tanto el cacique de San Martín (Mariano Salteño) como el de San Javier (Mariano López) mantenían buenas relaciones con las autoridades estatales.
Esto debe pensarse como una estrategia por parte de los gobiernos locales de alentar la autoridad de los líderes indígenas considerados "mansos" a la aceptación del orden del blanco, buscando a su vez conquistar el apoyo de estos caciques a través de favores personales, ya que su ascendencia sobre sus pares aseguraba un control más eficaz del grupo.
Así, por su parte, Mariano López detentaba el cargo político de comisario, lo cual institucionalizaba su autoridad para disciplinar a su pueblo, reafirmando el poder del Estado (Andino, 1998).
Analizando estas aparentes contradicciones en el interior del grupo mocoví, puede observarse cómo el Estado no sólo impartía políticas violentas sino que también generaba divisiones en los grupos aborígenes.
De esta manera, consideramos que no puede hablarse de un grupo étnico homogéneo absolutamente dominado por la sociedad nacional, sino que es necesario relativizar esta noción de dos culturas claramente enfrentadas para pensar en los intereses contrapuestos que existían entre las mismas.
Paralelamente, los líderes religiosos cumplieron un rol fundamental en la motivación y conducción de la rebelión, dado que meses antes de la fecha indicada, los aborígenes de la región comenzaron a reunirse en San Javier obedeciendo al llamado de los entonces denominados tata-dioses o adivinos: Francisco Golondrina, Domingo López y Santos Megrané (a) Gallareta.
Éstos transmitían el mandato de su patrono San José, quien anunciaba el mencionado diluvio apocalíptico que dejaría a los mocovíes como verdaderos dueños del pueblo, aunque en caso de que éste no ocurriese deberían proceder al levantamiento6.
El 3 de diciembre de 1903, día de la tradicional fiesta patronal de San Francisco Javier, que desde los tiempos de la reducción jesuítica tenía a los mocovíes como protagonistas, los festejos mostraron una extraordinaria concurrencia y un intenso fervor religioso (Andino, 1998).
A partir de ese día los mocovíes empezaron a manifestar más claramente su descontento, con lo que comenzaron a circular en el pueblo rumores acerca de una próxima sublevación de indios.
Al mismo tiempo, durante los meses anteriores las relaciones entre "blancos" y mocovíes habían comenzado a ponerse cada vez más hostiles.
Por un lado, los colonos se quejaban de los constantes asaltos a sus chacras por parte de los "indios", a quienes consideraban una amenaza, especialmente a partir del asesinato a uno de ellos durante un intento de robo a su campo.
Desde la posición de los mocovíes, puede decirse que la razón de su malestar encontraba un claro detonante en los sucesos ocurridos pocos meses antes en la vecina localidad de San Martín Norte, donde un incidente entre la policía y algunos aborígenes terminó con uno de éstos muerto y varios heridos.
El temor y la indignación de los mocovíes se acrecentaron al ser evidente que las autoridades políticas intentaron encubrir al agente involucrado, fallando la justicia a favor de éste.
Como puede leerse en los artículos de los diarios, los mocovíes percibían que la "justicia" del Estado los excluía y los culpabilizaba aún cuando fuesen víctimas.
Hechos como éste constituían una práctica frecuente, y en este caso, tuvo una importancia decisiva como motivador de la emigración de los aborígenes hacia San Javier.
Allí, los conflictos con la población criolla y extranjera comenzaron a agravarse cuando empezaron a llegar grupos mocovíes provenientes de pueblos de los alrededores, especialmente los de San Martín Norte, a quienes se acusaba de acrecentar el número de robos.
Momento de condensación de la conflictividad
Los diarios informan que, en la mañana del 21 de abril de 1904, los mocovíes se encontraban preparados en la Sección Indígena, a caballo, armados con lanzas y boleadoras, y en línea de batalla con sus jefes a la cabeza.
Así se disponían para el enfrentamiento que, de acuerdo con las prédicas de los líderes religiosos, debía llevarse a cabo en caso de no producirse el diluvio que devolvería San Javier a los mocovíes7.
Como dijimos, estas características conducen a que pueda pensarse a la rebelión como un movimiento milenarista8, dado que se predecía un fin trágico e inminente para la vigente condición del mundo, así como la destrucción del hombre blanco con las armas indígenas tradicionales.
En vista de la actitud hostil de los mocovíes, y ante la alarma del vecindario, el jefe político Edisto Romero y su secretario Clementino Lobos se trasladaron al lugar donde se hallaban reunidos.
Juan López manifestó que el disgusto no era con ellos sino con su hermano Mariano, quien "con su empleo de comisario los estaba vendiendo" y que "su gente se había reunido en actitud guerrera para pedirle cuenta de sus actos y despojarlo del título de cacique por traidor".
Juan López convino en cumplir lo que se había pactado en la jefatura haciendo deponer las armas, y el jefe político se retiró aparentemente satisfecho, pero "convencido de que sería necesario recurrir a la fuerza para someter a esa gente ávida de sangre y de saqueo" (Nueva Época, Santa Fe, jueves 28 de abril de 1904).
Por su parte, un grupo de mocovíes había derribado a hachazos algunos postes del telégrafo logrando quebrar sus conductores, con la esperanza de imposibilitar a las autoridades locales para pedir refuerzos policiales. Sin embargo, sólo consiguieron incomunicar a San Javier con la capital de la provincia por vía directa, quedando aun utilizable la vía de Resistencia y de Corrientes.
De este modo, el jefe político Romero logró pedir ayuda al gobernador, quien le comunicó que ordenaría al mayor José María Pérez que llevara un refuerzo a bordo del vapor "Ceres". No obstante, se sabía que dicha "ayuda" no llegaría sino hasta el día siguiente.
Hacia el mediodía, previendo un inminente ataque, se habían formado cantones con hombres armados en las azoteas de las casas, la Iglesia y la policía, lugares estratégicos cercanos a la Sección Indígena. Uno de estos "defensores" da una versión desde su perspectiva:
"¡Nada puede dar una idea aproximada del estado de ánimo de un puñado de hombres que ven el inminente asalto del salvaje!" (...) Todos sabíamos que al ocultarse el sol perderíamos las probabilidades de salvación y, sin embargo, indecisos, sin saber qué partido tomar por mejor permanecíamos firmes en nuestros puestos.
En esos momentos a nadie se le ocurrió preguntar por qué una parte de los nuestros no salía campo afuera a provocar al salvaje tratando de obtener sobre ellos una victoria que nos pusiera a cubierto de los peligros de la noche.
Sólo el jefe político sabía que esto no podía hacerse por un motivo: la escasez de munición, que a todo el mundo con justa razón ocultaba." (Nueva Época, Santa Fe, jueves 28 de abril de 1904).
Las descripciones de la prensa acerca de los sucesos que siguen tienden a coincidir con respecto al hecho particular que desencadenó el levantamiento y el modo en que se llevó a cabo. Se afirma que poco tiempo después, alrededor del mediodía, ocurrió un "imprevisto" que desvió los planes de los mocovíes.
Desde los cantones se observó que Félix Lena, un criollo que se encontraba a cargo de la mensajería, se acercaba hacia la "toldería" a reclamar unos caballos que supuestamente le habían robado, generando un entredicho con los mocovíes luego de lo cual resultó herido de lanza.
Mientras que para algunos se trataba de un hombre valiente reaccionando ante el saqueo, para otros sólo se trataba de la provocación de alguien que había estado bebiendo demasiado y no era realmente conciente de lo que decía.
Lo cierto es que este hecho fue visto por quienes se encontraban en los cantones, y a partir de ello se dio la orden de que comenzaran los disparos.
Ante esto los mocovíes emprendieron inesperadamente el ataque que tenían previsto para la noche.
Frente a esta información, resulta relevante volver a considerar la reflexión anterior del testigo que se pregunta las razones por las cuales no podían atacar los "blancos" primero.
Es muy sugerente este comentario dado que al presente existen versiones entre los mocovíes de San Javier de que Félix Lena fue enviado especialmente por la policía y las autoridades políticas para que desatara los sucesos de la manera en que ocurrieron.
Mientras tanto, otras interpretaciones entre los actuales habitantes de San Javier otorgan reconocimiento a Félix Lena como "héroe salvador". Inclusive, entre algunos habitantes no mocovíes, se suscita el debate acerca de si fue un mártir salvador o un simple héroe ocasional, pero no parece ponerse en cuestión el hecho de que fuera un accidente o una casualidad.
De todos modos, creemos que la interpretación de los mocovíes en cuanto a este punto, que refuerza la intencionalidad de la matanza, merece ser tenida en cuenta9.
Volviendo a los hechos del 21 de abril de 1904, informan los diarios que, frente a los disparos, los mocovíes avanzaron por las calles laterales de la Iglesia hacia la jefatura política, confiando en que contarían con la protección divina.
En el siguiente párrafo del diario "Unión Provincial" se hace referencia a una significativa presencia de objetos simbólicos, así como a una determinada organización de los mocovíes durante el levantamiento, en la que se destacan los roles de los líderes.
"Todos los indios iban a caballo, con excepción de los cabecillas que corrían al frente haciendo zig-zag, blandiendo cuchillos, dando aturdidores alaridos, al mismo tiempo que uno tremolaba una bandera colorada, otro una blanca con una cruz y un tercero ostentaba, a manera de estandarte que le cubría el pecho, una tela verde con la imagen de San José!" (Unión Provincial, Santa Fe, sábado 30 de abril de 1904).
La descripción de esta escena da cuenta de las características míticas y religiosas de la rebelión y del rol fundamental que cumplieron los líderes en su conducción.
Los cantones "defensores" se habían situado en diversos puntos cercanos a la Sección Indígena, en la jefatura política, la torre de la Iglesia y las terrazas de algunas casas o comercios de la zona, desde donde llovieron los disparos.
En este punto resulta interesante comentar las reflexiones de algunos habitantes actuales de San Javier con respecto al rol de la Iglesia, en cuanto a la función que supuestamente debía desempeñar y la posición que efectivamente decidió tomar.
El reclamo hacia la misma tiene que ver con que ésta no estuvo del lado de los mocovíes, dado que no abrió sus puertas para proteger a nadie de las balas, sino que habilitó su torre para que fuese utilizada como cantón10.
Tal como ha ocurrido con casi todos los movimientos de este tipo que han tenido lugar en circunstancias comparables, la represión fue inmediata.
Como hemos dicho, esta rebelión se relaciona con otros movimientos milenaristas que han tenido lugar años más tarde; especialmente entre grupos indígenas toba en la provincia del Chaco.
A pesar de las diferencias particulares, todos tienen en común el hecho de haber sido destruidos inmediatamente por las autoridades del Estado, las cuales tenían el objetivo de acallar cualquier manifestación que cuestionara el orden impuesto.
En este caso, la rebelión fue sofocada por las balas que caían desde distintos puntos del pueblo, como lo manifiesta un testigo en el diario "Nueva Época":
"En el primer momento parecía que los salvajes ni sentían las balas y si veían caer alguno, no hacían caso, pero casi en seguida notamos la confusión entre ellos, y el desbande se inició rápido y desordenado.
Después que se despejó la humareda de los disparos pudimos ver las bajas que en los indígenas habíamos producido." (Nueva Época, Santa Fe, jueves 28 de abril de 1904).
A pesar de la contundencia de estos discursos, para las representaciones de los sanjavierinos de la época no se trataba de una represión, sino de una defensa del pueblo que se consideraba por demás justificada.
Momento de represión y persecución
A continuación, nos referiremos a las derivaciones posteriores a la manifestación violenta del conflicto, las cuales tienen que ver con las represalias sufridas por los mocovíes por parte de las autoridades estatales y los demás habitantes criollos y extranjeros.
La represión directa del día 21 de abril dejó un gran número de muertos y heridos entre los aborígenes, a la vez que se extremó la persecución hacia los sobrevivientes.
Estos últimos emigraron en muchos casos, mientras que otros continuaron viviendo en San Javier viendo profundizadas su marginación e invisibilización.
Éste constituye otro aspecto del conflicto que nos permite sostener que el mismo no se trató de un enfrentamiento aislado, lo cual implicaría que la represión habría sido la reacción inevitable frente a un ataque inesperado, es decir, una "defensa del pueblo" como muchos la han llamado.
Por el contrario, hemos visto con el análisis de otros movimientos sociales que cuestionaron de diversas formas al Estado nacional, que ésta fue la respuesta constante que se aplicó de modo sistemático para acallar las resistencias.
Al caer los líderes conductores de la rebelión, entre ellos Juan López y varios líderes religiosos, los demás mocovíes se retiraron y dispersaron. Luego de esto, el jefe político Romero envió al cacique Mariano López a intimar a los jefes sobrevivientes a la rendición.
Cuando Andrés López se presentó en la jefatura procurando pactar condiciones, fue puesto en prisión y sus acompañantes fueron enviados a pedir al resto que se entregasen.
Aquí podemos retomar la cuestión del conflicto de lealtades y contradicciones con respecto a la identificación de los mocovíes como grupo homogéneo.
El cacique Mariano obró en todo momento como agente de la autoridad, no sólo para disuadir a los mocovíes acerca del levantamiento, sino también motivando el posterior sometimiento.
Los diarios dan cuenta de que este enfrentamiento en el interior del grupo mocoví no era exclusivo de los caciques, sino que había otros que tampoco apoyaban los reclamos de sus pares, actuando a favor de los intereses "blancos".
A lo largo de la tarde de ese 21 de abril, grupos de indígenas fueron conducidos a la jefatura, siendo desarmados y encerrados en un corralón situado al lado del edificio policial, en condiciones de extremo hacinamiento que los convirtieron en víctimas del sarampión.
Otro grupo numeroso fue visto mientras huía hacia el oeste o hacia el norte y algunos heridos fueron llevados a Santa Fe, donde fueron atendidos e interrogados.
En la madrugada del día 22 llegaron a San Javier los primeros refuerzos provenientes de localidades vecinas y se renovó el personal de los cantones, permaneciendo la vigilancia a la espera de un segundo ataque que nunca se produjo.
Al día siguiente, los hombres llegados de Santa Fe fueron enviados a perseguir a los aborígenes que pudieran haber escapado.
Por su parte, luego de estos sucesos, la comunidad criolla y extranjera de San Javier empezó a reclamar al gobierno que tomase medidas, o de lo contrario produciría una emigración masiva.
A su vez, éste negaba los rumores, en un intento por minimizar el conflicto.
Las autoridades estatales se ocuparon de terminar con el "problema" considerando exclusivamente los intereses de criollos o extranjeros, tal como lo evidencia la siguiente referencia expresada en un diario acerca del accionar del gobernador de la provincia:
"El Dr. Freyre se ha dirigido telegráficamente a las autoridades de aquellos distritos ordenándoles terminantemente procedan con toda energía y adopten las medidas de seguridad y garantía para los habitantes de las poblaciones amenazadas por los indígenas." (El País, Buenos Aires, domingo 24 de abril de 1904).
En lo sucesivo, los indígenas que permanecieron en San Javier siguieron trabajando para colonos o comerciantes en silencio y marginados, recibiendo ocasionalmente pequeñas asistencias materiales que pretendían disuadirlos de cualquier idea de rebelión (Andino, 1998).
Como mencionamos anteriormente, el análisis de la prensa permite reconstruir el debate en torno a los distintos posicionamientos acerca de las políticas hacia el indígena, orientadas a la conquista de sus territorios y su población.
Las medidas represivas propuestas que acabamos de analizar para este caso particular dan cuenta de la problemática más amplia que intentamos mostrar, la cual se centra en la conveniencia de eliminar o incorporar a los aborígenes en el nuevo proyecto de país.
A través de la prensa se manifiestan las ideas positivistas imperantes en términos de "civilización o barbarie", que suponen una legitimación ideológica hacia las concepciones que "demonizan" a los pueblos indígenas, justificando así el accionar del Estado.
Los distintos diarios se posicionan frente a las medidas de represión planteadas, que pueden resumirse de esta manera: por un lado, impedir el desarrollo de la cultura "salvaje" para que todos estos individuos pudiesen ser convenientemente incorporados como mano de obra para el desarrollo productivo del país; por el otro, exterminar definitivamente a estos pobladores considerados un obstáculo al avance de la civilización, "liberando" sus territorios para la llegada de inmigrantes europeos.
En otras palabras, en el discurso periodístico encontramos posturas heterogéneas con respecto a las acciones a tomar, es decir, existía un disenso en torno a las medidas propuestas como "soluciones" a lo que se consideraba el "problema del indio".
Por un lado, había posturas más drásticas y abiertamente represivas que proponían directamente un exterminio del aborigen y la "limpieza" del territorio; mientras que, por otro lado, existían denuncias hacia la situación de abuso que sufrían los aborígenes, que acusaban a la represión de haberse convertido en una masacre.
El debate en la prensa de la época
Hemos planteado que la prensa de este momento constituye un campo de enfrentamiento ligado a intereses políticos, con lo cual el discurso de los diarios que analizan el conflicto está sesgado por visiones que responden a estas luchas.
Asimismo, las reconstrucciones de los distintos sectores involucrados transmiten una visión de los pueblos aborígenes cargada de prejuicios propios de la ideología de la época.
En base a esto, hemos caracterizado diferentes interpretaciones que surgen a partir de la lectura de los diarios.
En primer lugar, de acuerdo con la ideología positivista imperante, la rebelión fue concebida como una sublevación que amenazaba los principios de orden y progreso que el Estado nacional quería imponer.
Otros puntos de vista atribuyen la rebelión a la superstición de los mocovíes, quienes habrían sido sugestionados por sus líderes religiosos.
Aquí podemos recordar la discusión mencionada al inicio acerca del modo de conceptualizar al levantamiento, lo cual, como dijimos, implica un posicionamiento específico en cuanto a la justificación de la protesta.
En la producción periodística de la época puede leerse, casi sin diferencias entre los distintos diarios, que lo que nosotros describimos aquí como "rebelión", entendida como un movimiento milenarista, era concebido en aquel entonces como un "malón", expresando con esto una irrupción repentina e injustificada, propia de un grupo carente de "civilización".
El pensamiento evolucionista de entonces, que consideraba a los pueblos aborígenes como inferiores, planteaba la necesidad de terminar con la barbarie para permitir el desarrollo de la civilización, lo cual debía lograrse a través de la represión directa a cualquier manifestación de desorden, o por medio de la imposición a estos pueblos aborígenes de nuevas pautas culturales en detrimento de las propias.
De acuerdo con esto, las diversas interpretaciones que identificamos en los diarios acerca de las "soluciones" al conflicto giran en torno a la necesidad de eliminar o absorber ("civilizar") convenientemente a los mocovíes en función del nuevo proyecto económico.
De todos modos, las posturas represivas no eran homogéneas, dado que existían interpretaciones que denunciaban los abusos de los que eran víctimas los aborígenes, justificando de alguna manera sus necesidades de reivindicación.
Además, hubo un debate que se centró en el rol del Estado, haciendo hincapié en los distintos intereses a favor o en contra que pudieron haber intervenido en la gestación del movimiento.
Es decir, los sectores opositores responsabilizaban del conflicto a las autoridades, a quienes culpaban de no ocuparse de la región ni de las poblaciones aborígenes, mientras que los diarios identificados con el gobierno provincial sostenían que la rebelión había sido incentivada por sectores opositores con el objetivo de desestabilizar al gobierno.
Los intereses que se ponían en juego a través de los diarios difundían estas versiones, las cuales quitaban protagonismo a los mocovíes, hablando de ellos como si hubiesen actuado en función de intenciones que excedían a las propias.
Por nuestra parte, consideramos que la rebelión no fue resultado de una manipulación sufrida por los mocovíes, sino de un proceso profundo y complejo, en el que se relacionan aspectos étnicos, políticos, sociales, religiosos, entre otros.
Reflexiones finales
Hemos dejado planteado que este conflicto no constituye un episodio aislado, sino que lo interpretamos como parte del proceso que pone de manifiesto la problemática aborigen en el contexto de conformación del Estado nacional, en el cual la violencia, tanto directa como indirecta, ha sido una constante.
Esta rebelión, entonces, no debe pensarse como un episodio particular que surge espontáneamente, sino que su análisis puede ayudar a comprender la situación de los aborígenes durante este período, a partir de las políticas de expropiación y sometimiento que fueron aplicadas sistemáticamente.
La caracterización de los tres momentos del conflicto que distinguimos tiene como finalidad visualizar el proceso más amplio del cual forma parte, vinculándose así a otros levantamientos y protestas sociales que se caracterizaron por atentar contra el régimen impuesto por el Estado nacional en construcción.
Las nuevas políticas estatales no sólo buscaban disciplinamiento y control social, sino también el monopolio legítimo de la fuerza, de modo tal que cualquier expresión ilegítima de violencia debía ser evitada o, de ser necesario, aniquilada, por poner en peligro el intento de un grupo -constituido en hegemónico- de generalizar sus intereses particulares.
Es por esto que, en casi todos los casos, la respuesta de las autoridades fue la represión sistemática y el intento de exterminar a todo tipo de movimiento considerado subversivo.
En particular, el milenarismo también debe ser pensado en este contexto, cobrando además una importancia central para el Estado, ya que este tipo de movimientos espera que un mundo libre de injusticias sea consumado en la Tierra.
Es por esto que, para el Estado, todas estas formas de protesta constituían una afrenta al orden que intentaba imponer, frente a lo cual no permaneció ajeno (Macagno, 2002).
Finalmente, consideramos que este conflicto se mantiene vigente en la actualidad, dado que las distintas versiones que se plantean implican diversos modos de entenderlo y posicionarse frente a él. Las interpretaciones y conceptualizaciones sobre el conflicto surgen cotidianamente, reactualizando los sentidos del mismo.
A la vez, estos posicionamientos trascienden el proceso concreto de la rebelión y se extienden en valoraciones y consideraciones sobre el grupo mocoví y la legitimidad de su reivindicación.
Notas
1 Greca, V. "La rebelión mocoví de San Javier de 1904.Una reconstrucción a partir de la producción periodística de la época", Tesis de Licenciatura, Escuela de Antropología, UNR, Dic. 2007.
2 Unión Provincial, Santa Fe, 29 de abril de 1904.
3 Nueva Época, Santa Fe, 28 de abril de 1904.
4 Nueva Época, Santa Fe, jueves 28 de abril de 1904.
5 Unión Provincial, Santa Fe, viernes 29 de abril de 1904.
6 Unión Provincial, Santa Fe, viernes 29 de abril de 1904.
7 Unión Provincial, Santa Fe, viernes 29 de abril de 1904.
8 Bartolomé, L. (1972)
9 Entrevistas realizadas en San Javier en octubre de 2005, diciembre de 2006 y abril de 2008.
10 Entrevista realizada en San Javier en diciembre de 2006.
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