Hablar
de la importancia de tomar conciencia del respirar es tan absurdo y
necesario como nacer y tomar conciencia de estar vivos.
Y tan trascendente como tomar conciencia de que quizás todavía no hemos nacido a la vida real y que, con la respiración consciente,
podemos acompañarnos de forma amable a vivir la vida con más sensibilidad y plenitud.
Y tan trascendente como tomar conciencia de que quizás todavía no hemos nacido a la vida real y que, con la respiración consciente,
podemos acompañarnos de forma amable a vivir la vida con más sensibilidad y plenitud.
Si
fuéramos conscientes de que la vida es el instante de nuestra
respiración, que recibimos y emanamos continuamente oxígeno y que
de esa buena oxigenación depende en buena parte el estado de nuestra
mente, es decir, nuestro estado de ánimo, nuestra salud física,
psicológica y psíquica así como la gestión de nuestras emociones
y reacciones; nos descubriríamos grandes en nuestra pequeñez. Por
otro lado, regular la respiración también es una forma de regular
nuestras necesidades y nuestro apetito, sea del tipo que sea.
A
veces abordamos estos temas con una complejidad de lenguaje que nos
alejan de su esencia, cierto es que lo importante debe ser abordado
con respeto, más la profundidad no necesariamente va ligada a la
complejidad del lenguaje, sino a la cualidad de la transparencia.
Así
que, hablar de atención en la respiración pasa necesariamente por
recordar algo tan obvio como que ya respiramos en todo momento, no se
trata de hacer nada que no sepamos hacer. Ya sabemos respirar y ya lo
hacemos. Se trata en todo caso de darse cuenta de aquello que ya
hacemos para ponerlo a nuestro servicio, si así lo deseamos, y
evitar que sea un automatismo más que nos lleva a una vida
automatizada.
Poner
atención en el respirar se puede hacer en todo momento y en toda
circunstancia. Sentados en una silla, andando tranquilamente,
sentados en posición meditativa, acostados … También se puede
hacer en todo lugar, en casa, en la cola del supermercado, en el
parque, en el trayecto del metro…
La
propuesta que se plantea es tomarlo como un ejercicio hasta
desarrollar un hábito, de todos modos, se irá extendiendo al resto
de nuestra vida cotidiana, simplemente ocurre y poco a poco iremos
poniendo un poquito más de atención en cada acto y cada paso.
Como
hábito quizás encontramos una hora del día y un espacio que
sentimos que nos resulta más propicio.
A
medida que vayamos aprendiendo a centrar y redirigir la atención en
la respiración podremos ir “jugando” con ella.
El
primer paso es observarla sin intervenir ¿cómo respiro? ¿por la
nariz, por la boca? ¿siento que me ahogo? ¿siento que me falta
aire? ¿respiro a medio pulmón? ¿hasta dónde siento que me llega
el oxígeno? …
Más
tarde podemos probar distintos ritmos y distintas intensidades; hacer
inhalaciones más profundas, más cortas, más largas, más amplias y
observar cómo nos sentimos. Sostener el oxígeno más tiempo dentro,
expulsarlo lentamente o en una exhalación fuerte. Podemos alternar
el inspirar y el expirar por la boca y por la nariz. Tampoco se trata
de probarlo todo a la vez, pero sí de ver qué es lo que nos sienta
mejor en cada momento. En líneas generales, si no hay una
incapacidad física que lo impida, se recomienda inspirar por la
nariz y que la lengua toque el paladar sin presionar. Se trata de ir
probando y sintiendo. Y sostener cada opción al menos tres minutos
y luego ir regulando y escogiendo. Tenemos un maestro dentro que nos
irá diciendo “esto me va bien”, “esto no me va bien”, “así
me siento mejor”, “así me mareo”, “ahora me va mejor así”,
“ahora me va mejor de otra forma” … escuchémonos, porque en
realidad el gran objetivo de la atención es llegar a escucharnos y
darse cuenta de todos esos detalles ya es mucho.
A
menudo respiramos sin llegar al bajo vientre, ahí donde el cuerpo
suele estar ceñido por la ropa, va bien observar y sentir que el
bajo vientre también participa del movimiento de la respiración, es
en ese punto donde la respiración conecta con la energía vital y
nos ayuda a ganar equilibrio también en el andar para recuperar la
posición erguida.
Esa
sensación de erguir y alinear el cuerpo con la respiración será
gradual, irá ocurriendo con el tiempo y el hábito, y debería ir
acompañada en todo momento de la sensación de alivio, relajación
muscular y bienestar. No se trata tanto de erguirse de forma forzada,
tensionando más el cuerpo, sino que se trata más bien de sentir
cómo con la respiración consciente, el cuerpo se va poniendo
derecho. Un poco como si fuéramos un monigote de globo y al ir
hinchándonos con la cantidad y el ritmo adecuado de oxígeno nos
fuéramos habilitando y enderezando. Y con el tiempo y la práctica
eso es exactamente lo que ocurre, vamos sintiendo más y más nuestro
cuerpo, como si lo estuviéramos descubriendo por primera vez, desde
los pies a la cabeza.
Sobretodo
se trata de no forzar nada, no hay un punto de llegada, es un camino
continuo dado que siempre respiramos, la propuesta es hacerlo cada
vez un poco más conscientes. Es conveniente encontrar un discurso
amable con nosotros mismos para acompañarnos, no es una obligación,
ni una imposición, ni siquiera es una necesidad vital (ya
respiramos) se trata más bien de una invitación a usar lo que ya
tenemos y sabemos hacer para mejorar nuestro bienestar general, la
mejora de nuestra agilidad física y mental y quizás alguna cosa más
con el tiempo.
También
es recomendable beber bastante agua lentamente, antes y después de
los ejercicios (eso por norma general, obviamente ) pero al
desbloquear tensiones estamos desbloqueando también emociones y
cuadros mentales y para hacerlo armónicamente, el cuerpo y la mente
nos pedirán más agua para balancear y limpiar. Si no sintiéramos
que nos la pide, no está de más dársela de todos modos, parte de
esa falta de atención hacia nosotros mismos se ve reflejada también
en que no podemos escuchar las necesidades más básicas de nuestro
cuerpo y mente.
Solamente
con 10 minutos de atención plena diaria en la respiración, cuerpo y
mente recuperan unos niveles de bienestar y centramiento más que
importantes.
Insisto
sólo 10 minutitos diarios para empezar hasta adquirir un hábito,
puede parecer poco pero es mucho.
Algunos
trucos prácticos que pueden ayudar al principio son:
-
Poner una alarma con los diez minutos, para no estar pendientes del
tiempo.
-
Contar mentalmente las inhalaciones y las exhalaciones, para que la
mente no se vaya a otro espacio-tiempo.
-
Vestir ropa cómoda y asegurarnos que nos sentimos abrigados,
arropados y acogidos.
-
Poner música relajante de fondo, luz baja, incienso, plantas o
cualquier otro elemento que sintamos que nos serena.
Son
pequeños soportes que a veces ayudan y está bien usarlos si nos
ayudan, con el tiempo se irán volviendo totalmente prescindible y
se podrá entrar en esos estados en todo momento y en todo lugar.
Si
se hace como ejercicio, a quien le guste escribir, está bien anotar
en una libreta lo que sentimos después de la sesión de la forma más
creativa que nos surja, es una manera de automotivarse viendo los
cambios que se producen en nosotros. También podemos “monitorizar”
los avances haciendo un dibujo después de cada ejercicio e ir
guardándolos. El proceso y el progreso quedarán entonces plasmados
de forma creativa y no sólo aprendemos a tomar conciencia de
nuestra respiración y de nuestro cuerpo sino que tendremos un bello
libro de textos y dibujos, me consta que salen álbumes de una
belleza que a veces no hubiéramos ni remotamente sospechado que
podíamos crear.
Más
adelante podemos ampliarlo a 20 minutos, 30, 45… Pero el camino ya
es individual y cada uno debe escucharse a sí mismo.
Adquirir
un hábito, una regularidad es lo que acabará dando resultados a
largo plazo. Quizás lo intentamos muchas veces y lo dejamos y lo
volvemos a tomar y está bien, no pasa nada, en algún momento
sentiremos que nos hace bien y cuerpo y mente nos lo recordarán, nos
lo pedirán. Y todo ese proceso también es parte del camino a una
forma de vida con la mente atenta y el corazón despierto, no es un
error, va así, no tiene más misterio.
Como
todo camino hacia la consciencia pasará fases y etapas; variarán
los sentimientos, las emociones, las percepciones, los pensamientos…
y si más nos adentramos más iremos descubriendo cambios en la
manera de estar y mirar en lo cotidiano, como si fueran pequeñas
transformaciones continuas, mínimas muy mínimas pero todas juntas
son una gran transformación. Pero ese es el regalo de cada uno y
cada una, ya es su intimidad y nadie puede hacerlo por nosotros ni
nos lo puede explicar.
"Los
pies pueden aprender los pasos,
pero sólo el espíritu puede bailar."
pero sólo el espíritu puede bailar."
(Isadora Duncan)
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