Dime, si quieres, lo que piensas.
Pero háblame sin rodeos, sin excusas, sin teorías abstractas ni evasivas.
Desvela tus sentimientos hablando al fin de tu verdad secreta.
Dame tus manos y hablemos.
¿Sientes también en las mías el gran dolor de la existencia?
Háblame de tu dolor antiguo, de la incertidumbre de tus soledades,
de los fantasmas nocturnos que te acechan,
de tus fracasos yacentes en el rombo de las sombras.
Tus desengaños y tus miedos apenas difieren de los míos.
No olvides, sin embargo, contarme
tus momentos de dicha,
el alto gozo que tuviste -no importa que después lo perdieras-,
la estela del deseo que alumbró tus sueños remotísimos.
Yo escarbaré también en mí hasta desenterrar mi olvido.
Comprenderemos que tú y yo,
más allá de la apariencia formal y del lenguaje,
no somos tan distintos en el dolorido bazar de la existencia.
Extiende tu mirada sobre el mar; penetra en las mareas para ver su luz oscura.
Proyéctate en el vaivén de las olas y haz emerger tu profundo deseo de vivir.
Cierra los ojos un instante. Dime lo que sientes
al inhalar perfumes que creías olvidados.
Imagina que contemplas la roja flor abrirse en la mañana.
¡Hay tanta belleza reposando!
Alza los párpados despacio y mira en mis ojos como yo te miro.
Háblame de ti y no pares de hablar hasta que tu voz sea por fin parte de mí.
También yo te daré mi voz.
Hablemos despacio, lentamente -ahora ya sin palabras-
con los ojos y las manos entrelazadas. Hablemos de corazón a corazón.
Como dicen que hablan los que han amado tanto.
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Extraído del muro de Julián Carcaño Pareja en Facebook
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