sábado, 7 de diciembre de 2013

Los Estados de Conciencia - Piotr D. Ouspenski


"... No se pueden comprender ni las funciones psíquicas ni las físicas, dijo, salvo que se haya captado el hecho de que ambas pueden trabajar en estados diferentes de conciencia.

Hay cuatro estados de conciencia posibles para el hombre (recalcó la palabra “hombre”).

Pero el hombre ordinario, o sea el hombre número 1, 2 ó 3, vive solamente en los dos estados más bajos de conciencia. 


Los dos estados de conciencia superiores le son inaccesibles y aunque pueda tener chispazos de estos estados, es incapaz de comprenderlos y los juzga desde el punto de vista de estos dos estados de conciencia inferiores que le son habituales.

“El primero, el sueño, es el estado pasivo en el cual los hombres pasan un tercio y a menudo hasta la mitad de su vida.

Y el segundo, el estado en que los hombres pasan la otra mitad de su vida es en el cual caminan por las calles, escriben libros, conversan de asuntos sublimes, participan en la política, se matan los unos a los otros; 


es un estado que ellos consideran como activo y que llaman de conciencia lúcida» o «estado de vigilia». 

Las expresiones «conciencia lúcida» o «estado de vigilia» parecen haber sido escogidas en broma, sobre todo si uno se da cuenta de lo que debe ser una «conciencia lúcida» y de lo que es en realidad el estado en que el hombre vive y actúa.
 

El tercer estado de conciencia es el recuerdo de sí, o conciencia de sí, o conciencia de su propio ser. 

Es habitualmente admitido que tenemos este estado de conciencia o que podemos tenerlo a voluntad. 

Nuestra ciencia y nuestra filosofía han pasado por alto el hecho de que no poseemos este estado de conciencia y que por sí solo, nuestro deseo es incapaz de crearlo en nosotros mismos, sin importar cuán clara sea nuestra decisión.
 

El cuarto estado de conciencia es la conciencia objetiva. En este estado un hombre puede ver las cosas tal como son. 

Algunas veces en sus estados inferiores de conciencia puede tener chispazos de esta conciencia superior. 

Las religiones de todos los pueblos contienen testimonios de la posibilidad de un tal estado de conciencia que califican como «iluminación» o por otros varios nombres, y lo definen como indescriptible. 

Pero el único camino justo hacia la conciencia objetiva es a través del desarrollo de la conciencia de sí. 

Si a un hombre ordinario se le lleva artificialmente a un estado de conciencia objetiva y se le vuelve luego a su estado habitual, no recordará nada y pensará simplemente que por un lapso de tiempo había perdido el conocimiento. 

Pero en el estado de conciencia de sí un hombre puede tener chispazos de conciencia objetiva y recordarlos.
 

El cuarto estado de conciencia representa un estado totalmente diferente del anterior; es el resultado de un crecimiento interior y de un largo y difícil trabajo sobre sí. 

Sin embargo, el tercer estado de conciencia constituye el derecho natural del hombre tal cual es, y si el hombre no lo posee, es únicamente porque sus condiciones de vida son anormales.

Puede decirse, sin exagerar nada, que en la época actual, el tercer estado de conciencia no aparece en el hombre sino sólo por chispazos muy breves y muy raros, y que este estado no puede convertirse en algo más o menos permanente sino por medio de un entrenamiento especial. 


Para la gran mayoría de las personas, aun las cultas e intelectuales, el principal obstáculo en el camino para adquirir conciencia de sí es que creen que ya la poseen; 

en otras palabras, están totalmente convencidas de tener ya conciencia de sí mismas y de poseer todo lo que acompaña a este estado: 

individualidad en el sentido de un «Yo» permanente e inmutable, voluntad, capacidad para hacer, y así sucesivamente. 

Por tanto, es evidente que un hombre no se interesará por adquirir, a través de un trabajo largo y difícil, algo que en su opinión ya posee. 

Por el contrario, si se lo dice, pensará que usted está loco o que intenta explotar su credulidad para un provecho personal. 

Los dos estados superiores de conciencia – «la conciencia de sí» y «la conciencia objetiva» – están ligados al funcionamiento de los centros superiores del hombre. 

Además de aquellos centros de los cuales hemos hablado, hay en el hombre otros dos centros, el «centro emocional superior» y el «centro intelectual superior». 

Estos centros están en nosotros; están plenamente desarrollados y trabajan todo el tiempo, pero su trabajo nunca llega a nuestra conciencia ordinaria. La razón debe buscarse en las propiedades especiales de nuestra pretendida «conciencia lúcida». 

Para comprender la diferencia entre estados de conciencia, tenemos que regresar al primero, que es el sueño. Este es un estado de conciencia completamente subjetivo. Un hombre está sumergido en sus sueños, no importa si los recuerda o no. 

Aun si al dormido le llegan algunas impresiones reales, tales como sonidos, voces, calor, frío, sensaciones de su propio cuerpo, no suscitan en él sino fantásticas imágenes subjetivas. 

Luego el hombre se despierta. A primera vista éste es un estado de conciencia completamente diferente. Puede moverse, hablar con otras personas, hacer proyectos, ver peligros, evitarlos y así sucesivamente. 

Parece lógico pensar que se encuentra en una situación mejor que cuando estaba dormido. 

Pero, si profundizamos un poco más las cosas, si echamos una mirada dentro de su mundo interior, dentro de sus pensamientos, dentro de las causas de sus acciones, comprenderemos que está casi en el mismo estado que cuando estaba dormido. Y es peor aún, porque en el sueño él es pasivo, esto es, no puede hacer nada. 

Por el contrario, en el estado de vigilia, puede hacer algo todo el tiempo y los resultados de sus acciones repercutirán sobre él y sobre lo que lo rodea. 

Y, sin embargo, no se recuerda a sí mismo. Es una máquina, todo le sucede.

No puede detener el ninguno de sus pensamientos, no puede controlar su imaginación, sus emociones, su atención. 

Vive en un mundo subjetivo de «quiero», «no quiero», «me gusta», «no me gusta», «tengo ganas», «no tengo ganas», esto es, un mundo hecho de lo que él cree que le gusta o no le gusta, de lo que él cree que desea o no desea. No ve el mundo real. 

El mundo real le está oculto por el muro de su imaginación. Vive en el sueño. Duerme. 

Y lo que él llama su «conciencia lúcida» no es sino sueño – y un sueño mucho más peligroso que su sueño de la noche, en su cama. Tomemos algún acontecimiento en la vida de la humanidad.

Por ejemplo, la guerra. Hay una guerra en este momento. ¿Qué significa? 


Significa que varios millones de dormidos están tratando de destruir a otros millones de dormidos. 

Por supuesto, rehusarían hacerlo si llegasen a despertar. Todo lo que sucede actualmente se debe a este sueño..."


Fuente: Fragmentos de una Enseñanza desconocida.
Autor: Piotr D. Ouspenski

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Extraído de: http://eltarot78-elwalich.blogspot.com.ar/2010_06_01_archive.html
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