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obra de Ricardo Bellver inspirada en El paraíso perdido de Milton.
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Es desde la oscuridad que se ve con más claridad de donde viene esa luz que ilumina y esclarece nuestra mente.
Más no debemos quedarnos en la oscuridad pantanosa que nos hunde y nos va matando poco a poco.
No solo por nosotros mismos, sino porque si andamos oscurecidos oscurecemos el mundo y la nada avanza tragándose todo lo bello de esta tierra que nuestros pasos caminan.
Si vamos hacia lo luminoso nos esclarecemos e iluminamos el mundo y esa luz puede ser percibida desde lejos.
Somos portadores de luz, luzbeles no demoníacos, ángeles caídos en el sueño de fantasmas que solo existen en nuestra mente y se trasladan en actos hacia el mundo y lo destruyen.
Portadores de luz hubo, hay y habrá siempre, mientras sea necesario superar la oscuridad gris de la violencia que arrastramos desde siglos por el mundo como un karma que parece insuperable.
Parece insuperable, más el soplo de la conciencia clara y plena mantiene a raya la nada nihilista de la vida sin sentido en pos de su superación,
la superación de todo lo que en el mundo genera dolor y sufrimiento y pone barreras hacia la vida plena,
plena de vida y humanidad, felicidad brillante que esta al alcance ya que no esta afuera sino adentro nuestro abriéndose paso para estallar en luz.
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