domingo, 26 de diciembre de 2010

La Evolución de la Conciencia - George Gurdjieff


Para un hombre de cultura occidental es difícil creer y aceptar la idea de que un faquir ignorante, un monje ingenuo, o un yogui retirado del mundo puedan estar en el camino de la evolución

mientras que un europeo cultivado, armado de su “ciencia exacta” y de los últimos métodos de investigación, no tiene ninguna oportunidad y gira en un círculo del cual no puede esperar salir.

Eso es porque la gente cree en el progreso y en la cultura.

Pero no hay ningún progreso, de ninguna clase.

Nada ha cambiado en miles de años. Sólo la forma exterior cambia. La esencia no cambia.

El hombre sigue siendo exactamente igual. La gente “culta” y “civilizada” vive movida por los mismos intereses que los salvajes más ignorantes.

La civilización moderna está basada en la violencia, la esclavitud y las frases bellas.

Pero todas las frases bellas sobre la civilización y el progreso no son más que palabras.

Los hombres son máquinas. Las máquinas son necesariamente ciegas, inconscientes.

No pueden ser de otra manera y todas sus acciones tienen que corresponder a su naturaleza.

Todo sucede. Nadie hace nada. El “progreso” y la “civilización”, en el sentido real de estas palabras, no pueden aparecer sino al término de esfuerzos conscientes.

No pueden aparecer como resultado de acciones inconscientes y mecánicas.

¿Qué esfuerzos conscientes puede hacer una máquina?

Y si una máquina es inconsciente, lo son también cien y mil máquinas y cientos de miles y millones de máquinas. Ahora bien, la actividad inconsciente de millones de máquinas se reúne necesariamente para el exterminio y la ruina.

Es precisamente en las manifestaciones inconscientes o involuntarias en las que reside todo el mal.
...
Consideremos al hombre en el grado actual de su desarrollo. La naturaleza lo ha hecho tal cual es y tomado colectivamente, hasta donde podemos ver, así permanecerá.

Los cambios que podrían ir en contra de las exigencias generales de la naturaleza sólo se pueden producir en unidades separadas.

Para comprender la ley de la evolución del hombre, es indispensable captar que esta evolución, más allá de cierto grado, no es en absoluto necesaria, es decir: de ningún modo necesaria para el desarrollo propio de la naturaleza en un momento dado.

La humanidad no progresa, ni evoluciona. Lo que nos parece ser progreso o evolución es una modificación parcial que puede ser inmediatamente contrabalanceada por una modificación correspondiente en la dirección opuesta.

La humanidad, así como el resto de la vida orgánica, existe sobre la tierra para los fines propios de la tierra. Y es exactamente lo que debe ser para responder a las necesidades actuales de la tierra.

Solo un pensamiento tan teórico y tan alejado de los hechos como el pensamiento europeo moderno (se refiere a 1916 aprox.), podría concebir la posibilidad de la evolución del hombre independientemente de la naturaleza circundante, o considerar la evolución del hombre como una gradual conquista de la naturaleza. Esto es completamente imposible.

Ya sea que viva, muera, evolucione o degenere, igualmente el hombre sirve a los fines de la naturaleza, o más bien, la naturaleza se sirve igualmente –aunque quizá por motivos diferentes- de los resultados tanto de la evolución como de la degeneración.

La humanidad considerada como un todo jamás puede escapar a la naturaleza, ya que aun en su lucha contra ella, el hombre actúa de conformidad con los fines de la misma.

La evolución de grandes masas humanas está en oposición a los fines de la naturaleza.

La evolución de un pequeño porcentaje de hombres puede estar de acuerdo con estos fines.

El hombre contiene en sí mismo la posibilidad de su evolución.

Pero la evolución de la humanidad en su conjunto, es decir, el desarrollo de esta posibilidad en todos los hombres, o en la mayoría de ellos, o aun en un gran número, no es necesaria a los designios de la tierra o del mundo planetario en general, y de hecho, esto podría serle perjudicial o aun fatal.

Hay, por consiguiente, fuerzas especiales (de carácter planetario) que se oponen a la evolución de las grandes masas humanas y que las mantienen al nivel en que deben quedar.

Pero las posibilidades de evolución existen y se pueden desarrollar en individuos aislados, con ayuda de los conocimientos y de los métodos apropiados.

Tal desarrollo puede efectuarse sólo en interés del hombre, en oposición a las fuerzas y, se podría decir, a los intereses del mundo planetario.

Un hombre tiene que comprender esto: que su evolución no interesa sino a él.

A ningún otro le interesa. Y no debe contar con la ayuda de nadie.

Porque nadie está obligado a ayudarle, y nadie tiene la intención de hacerlo.

Por el contrario, las fuerzas que se oponen a la evolución de las grandes masas humanas también se oponen a la evolución de cada hombre.

Toca a cada uno el chasquearlas. Mas si un hombre puede chasquearlas, la humanidad no puede hacerlo.

Ustedes comprenderán más tarde que todos estos obstáculos son muy útiles;

si no existieran, sería necesario crearlos intencionalmente, porque sólo al vencer los obstáculos un hombre puede desarrollar en sí mismo las cualidades que necesita.

Tales son las bases de un concepto correcto de la evolución del hombre.

No hay evolución obligatoria, mecánica. La evolución es el resultado de una lucha consciente.

La naturaleza no necesita esta evolución; no la quiere y la combate.

La evolución no puede ser necesaria sino al hombre mismo, al darse cuenta de su situación y de la posibilidad de cambiarla, cuando se da cuenta de que tiene poderes que nunca emplea, y riquezas que no ve.

Y es en el sentido de lograr la posesión de estos poderes y de estas riquezas que la evolución es posible.

Pero si todos los hombres, o la mayoría de ellos, comprendieran esto y desearan obtener lo que les pertenece por derecho de nacimiento, la evolución llegaría a ser otra vez imposible.

Lo que es posible para cada hombre es imposible para las masas.

En cuanto a la evolución, es indispensable convencerse bien, desde el principio mismo, que nunca existe evolución mecánica.

La evolución del hombre es la evolución de su conciencia.

Y la “conciencia” no puede evolucionar inconscientemente.

La evolución del hombre es la evolución de su voluntad, y la “voluntad” no puede evolucionar involuntariamente.

La evolución del hombre es la evolución de su poder de “hacer”,

y el “hacer” no puede ser el resultado de lo que “sucede”.

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