Me tocó con su mano de metal;
y desbarató los castillos, y las pompas;
acabó con los nuevos amaneceres;
marchitó las flores del jardín;
momificó la tierra de mi huerto;
mató los retoños de la primavera;
hizo llover hasta inundar mi subterráneo;
explotó una tormenta contra
las ventanas y puertas de la casa;
de una bofetada barrió con los libros;
agrietó las paredes, y permitió el frío;
la nieve formó túmulos impolutos,
para los recuerdos que perecieron de hipotermia;
desangró los atardeceres hasta secar su arrebol;
rajó los arcoiris en pedazos, que quedaron olvidados por ahí;
mutiló las hojas por el regusto del descuartizamiento;
la noche me aplastó como una mortaja de piedra negra;
las estrellas se extinguieron
por que Dios cortó la electricidad por deudas impagas,
con la trasnacional de la eternidad;
la soledad se adensó en mi boca,
y me ahogó cual vomito de borracho terminal;
y el silencio fue el grito de desesperación absoluta
de seguir respirando, y aguardando su
clemencia que no llegará jamás.
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Extraído del muro de Arturo Jaque Rojas en Facebook
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