El sufismo es la escuela de la iluminación interior y no la de la discusión,
y el sufí es algo en lo que uno "se convierte" y
no algo que uno aprende intelectualmente.
Ahora bien, lo referente a la
iluminación interior no puede expresarse con palabras.
Por tanto, según
afirman los grandes maestros sufíes, "aquello de lo que se puede hablar no es sufismo".
O bien, en palabras de Ŷalāl-ol Din Rumi
Por mucho que hablo de él o defino al amor,
al llegar a él me avergüenzo de mis palabras.
(Rumi 1926, p.10)
De aquí que todo lo que han dicho eminentes sufíes acerca del sufismo
sea tan sólo un intento de expresar con palabras sus propios estados
interiores.
Puede servir para dar una muestra de la naturaleza del
sufismo y de sus características, pero no puede constituir una
definición general y completa del sufismo.
En un intento de formular una
definición completa podríamos decir lo siguiente:
"El sufismo es un
camino hacia la Realidad Absoluta, cuya fuerza motivante es el amor, y
los medios que se aplican son el continuo recuerdo de Dios (zekr) y la
vida en un estado de estabilidad en cualquier circunstancia; el objetivo
de este camino es Dios."
En otras palabras, al final de la senda sufí nada queda sino Dios.
Objetivo del sufismo
El objetivo del sufismo es el conocimiento de la Realidad Absoluta,
no como nos la enseñan los hombres instruidos, a través de la lógica y
de la demostración, sino tal como es en sí misma. Este conocimiento sólo
se puede alcanzar con el "ojo del corazón", esto es, mediante la iluminación y la contemplación.
Definición del sufí
El sufí es aquel que recorre la senda del amor y de la devoción,
dirigiéndose hacia lo Absolutamente Real. Cree que el conocimiento de lo
Real sólo está al alcance del Hombre Perfecto y que el hombre
imperfecto está impedido para alcanzarlo en razón a su propia
imperfección. El sufí considera que el hombre "común", con sus
imperfecciones, sufre una enfermedad que hace que su percepción y su
discernimiento sean constantemente erróneos. Por tanto, la gente
ordinaria distorsiona su concepción de la Realidad, debido a su misma
imperfección, e inconscientemente se extravía.
La psicología moderna ha demostrado que la mayoría de los actos y de
los comportamientos del ser humano se determinan inconscientemente. El
sufismo, por su parte, sostiene que el nafs-e ammāra (el yo dominante,
el ego) 1 ejerce un control tiránico sobre el pensamiento y la conducta
humanos. Como consecuencia, el discernimiento del individuo que se halla
bajo su influjo no puede ser puro, sano y desinteresado y, por tanto,
no puede en modo alguno ser correcto ni justo.
Aquellos que proclaman conocer el sufismo
Aquellos estudiosos que, por su conocimiento de la situación
sociológica o de la doctrina del sufismo, afirman que entienden el
sufismo, no poseen, por supuesto, las características de los sufíes o,
mejor dicho, no hay ninguna razón para que tengan las cualidades reales y
los atributos de los fieles del amor. No se puede decir que hayan, de
ningún modo, realmente conocido o entendido lo que los sufíes ven con el
ojo del corazón. Por tanto, para los sufíes, las afirmaciones de esas
personas carecen de valor, si bien, sin embargo, pueden ser interesantes
para los no sufíes interesados en el estudio del sufismo desde el
exterior.
El Hombre Perfecto
Desde un punto de vista teórico, y con un sentido espiritual e
interior, el Hombre Perfecto es aquella persona que ha escapado a la
dominación del yo dominante. Su realidad, tanto exterior como interior,
ha quedado determinada por cualidades de una Naturaleza sublime, de lo
que resulta la liberación del ego individual y la unificación con Dios.
En una palabra, se ha convertido en un espejo que refleja en todos los
aspectos a lo Único Real. Mirándole, uno no ve sino la Verdad.
El sufismo afirma que la única manera disponible para el hombre de
transformarse en Hombre Perfecto es convertirse en discípulo de un
maestro espiritual perfecto (Qotb), para conseguir purificarse y alcanzar la perfección. Este periodo de formación guiado por un maestro tal se llama Tariqat o Senda. La Shari’at,
los preceptos religiosos, se considera como la escuela primaria para el
sufí. La etapa de formación más avanzada, que se realiza respetando la
Ley, se llama Tariqat y en la etapa final el sufí es llevado a alcanzar la Haqiqat, la Realidad Absoluta.
Los sufíes toman como base para dividir el camino espiritual en tres etapas el siguiente dicho del Profeta Mohammad:
"La Shari’at son mis palabras, la Tariqat mis actos y la Haqiqat mi estado interior."
A la persona que entra en la Tariqat se le llama morid o discípulo, mientras al maestro se le llama morād o Qotb.
Talab, la búsqueda
Considerando el significado del siguiente versículo del Qorán:
Tú no eres responsable de guiarles, Dios es quien guía a quien Él desea (2;272),
el sufismo afirma que todo avance hacia la Senda espiritual o Tariqat está
determinado por la Voluntad de Dios. El estado que produce este
movimiento se conoce como talab y puede considerarse como una especie de
tensión que atrae al hombre hacia su meta final, la perfección.
Basándose también en el versículo: Ciertamente tú guías a los hombres hacia el camino recto (Qor 42;52),
los sufíes consideran que el Qotb posee las cualidades para guiar en el camino espiritual.
La atracción o búsqueda en el sufí es la fuerza que constantemente le
motiva en la Senda hacia la perfección. Puede decirse que es una
intensa añoranza la que anima y da fuerzas al discípulo, en todo
momento, en la Senda. Es un anhelo que continuamente provoca en el
caminante de la Senda insatisfacción con el recorrido ya realizado, y
deseo de acercarse aún más cerca de su Objetivo final. Su añoranza y su
anhelo refuerzan constantemente su aspiración de escapar de su estado
limitado, y de alcanzar un mayor nivel de calma y de sosiego donde poder
saborear el deleite de una existencia más segura y armoniosa.
El amor y la búsqueda del sufí le llevan hacia la belleza, la bondad y
la perfección, y a intentar poseer por siempre esas cualidades. El
movimiento y el ardor del amor resultan del hecho que el amor trata
constantemente de crear la perfección eterna, ya que sólo mediante una
continua creación y generación puede ser eterna la perfección.
Faqir
En el sufismo se considera que el anhelo del amor nace del faqr (pobreza espiritual), y a aquel que lo posee se le llama faqir. Faqr se
debe a la no posesión de una cosa y al deseo de poseerla. En otras
palabras, aquel que siente en sí una cierta carencia de la sublime
perfección humana, y que desea sinceramente remediarlo es un faqir.
Morid, el discípulo
En la "escuela secundaria" de espiritualidad, la Tariqat, existe un programa específico que debe realizar el discípulo y que es determinado por el Qotb.
El objetivo de la disciplina y de la formación incluidos en este
programa es transformar las tendencias pasionales y diabólicas (nafs-e ammāra: el yo carnal) del viajero espiritual, o sālek, en tendencias modificables (nafs-e lawwāma).
Las tendencias pasionales del alma humana conducen al hombre a
satisfacer todos sus instintos animales, sexuales y agresivos. Las
tendencias modificables son aquellas que reprochan al alma el tener sus
instintos pasionales y animales, y que desean alcanzar la perfección y
remediar las imperfecciones del alma. Finalmente, el estado del alma
cuando asume las cualidades de sublimidad y serenidad (nafs-e motma’enna)
corresponde al abandono de las pasiones y a su transformación y su
sublimación en atributos más elevados.
Cuando alcanza esta estación el
discípulo ha llegado al final de la Tariqat. Y, conforme al versículo:
Oh alma apaciguada (nafs-e motma’enna) regresa a tu Señor, contenta y agradable a tu Señor (Qor 89;27-28),
se considera que un hombre con tal perfección ha entrado en la presencia de Dios.
Al cumplir con sus obligaciones hacia la Tariqat, el
discípulo va escapando gradualmente de la presión de los conflictos
psicológicos. Sus tendencias animales y pasionales se transforman, y la
energía que servía para alimentar a las pasiones se convierte en el modo
de pulir el espejo del corazón y de abrir la vía para la iluminación
del espíritu. El discípulo luego, en la etapa final, queda purificado de
sus propiedades básicas para ser adornado con los Atributos Divinos.
En
palabras del poeta Hāfez
Lávate primero y luego entra en el jarābāt
no sea que esta taberna, se vuelva impura con tu presencia.
(Hāfez 1983, Vol. 1, gazal 414, v. 3)
La expresión "lávate" se refiere a la purificación del corazón por medio de la Tariqat, mientras que jarābāt (taberna)
es una imagen poética común para designar la aniquilación del ego, el
anonadamiento del yo, la última etapa de la Senda sufí, que es en
realidad equivalente a alcanzar la Realidad Absoluta.
El objetivo de la primera etapa de la Tariqat, el periodo
inmediatamente previo a la iniciación formal en el sufismo, es que el
buscador de lo Real desarrolle una creencia firme en el maestro
espiritual o Qotb. Debe tener la seguridad de que el maestro le
va a guiar hasta la meta final y hasta la perfección a la que aspira.
Por su parte el Qotb debe observar en el discípulo potencial la
sinceridad y la devoción que pueden hacer de él un candidato válido
para ser guiado. Una vez que el maestro y el discípulo potencial se han
aceptado mutuamente, se le asegura a este último, en primer lugar, que
todos sus pecados y errores pasados le serán perdonados, a condición de
que se arrepienta sinceramente y se aparte de las pasiones y de los
actos prohibidos.
En la terminología del sufismo se considera a la entrada en el
círculo de los sufíes como un segundo nacimiento, y como testimonio
están las palabras de Jesús,
"El que no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios" (Jn
3;3).
Desde el punto de vista del sufismo todos deben pasar por dos
nacimientos. El primero consiste en nacer a este mundo y el segundo,
mucho más difícil, en dejar este mundo de la materialidad y de la
multiplicidad para entrar en el mundo del amor, de la devoción y de la
Unidad.
Se considera que esta etapa preliminar de la Tariqat debe durar, como máximo, entre siete y doce años. Refiriéndose a esta etapa, dice el poeta:
El pastor de los fieles Moisés llegó a encontrar un maestro,
después de servir largos años a Sho`eib.
(Hāfez, op. cit., gazal 449, v. 6)
Tras arrepentirse y después de haber aceptado la autoridad del
maestro espiritual, el discípulo se hace digno del honor de ser
formalmente iniciado, luego de lo cual se le revelan las técnicas
espirituales de la Tariqat.
Morad o Qotb, el maestro espiritual
El maestro espiritual es un Hombre Perfecto que, como mínimo, ha
recorrido las etapas del camino espiritual. Pero, por supuesto, el mero
hecho de proclamarse Qotb no es suficiente para demostrar que
ha recorrido, realmente, las etapas del camino. Su designación como
maestro debe venir, de hecho, del Qotb bajo cuya dirección ha realizado su periodo de discipulado. Por esta razón, los Qotbs y sheijes sufíes deben indicar claramente la cadena de iniciación que les ha llevado a ser sufíes- o, en terminología sufí, el Qotb debe mostrar su jerqa o manto de iniciación.
Básicamente, existen dos formas de recorrer la Senda espiritual. En
la primera, Dios, por la acción de Su gracia y de Su benevolencia, atrae
en un solo paso a una de Sus criaturas a Su presencia, liberándole de
su ego individual. A estas personas se les llama maŷzub (raptado) y son casos muy raros. La segunda forma es la Tariqat. Al contrario de lo que ocurre con el maŷzub, la Tariqat precisa del esfuerzo y de la voluntad del discípulo. A ello se refiere Dios cuando dice: Pero a aquellos que luchan por Nuestra causa, con seguridad los guiaremos por Nuestros caminos (Qor 29;69). La travesía de la Senda espiritual se llama, tanto en persa como en árabe, seir wa soluk (el recorrido interior y la conducta exterior). Sólo se puede acometer bajo la dirección y guía de un Qotb.
Conviene recordar aquí que ni el maŷzub, ni la persona que tan sólo ha recorrido la Senda espiritual están calificados para convertirse en Qotb. Esto se debe a que el Qotb debe haber recorrido el camino de las dos maneras. Debe haber completado las etapas de la Tariqat después de haber sido un maŷzub, o bien haber sido raptado en el curso del recorrido de la Senda. O sea, tanto aquel que sólo ha sido un maŷzub, como el que sólo ha recorrido la Tariqat son incompletos. En resumen, el Hombre Perfecto o Qotb debe
haber tenido una visión verdadera de la Senda, haberla recorrido de
principio a fin, y debe conocerla bien para poder guiar a otros por
ella.
Disciplina y cortesía en la Senda
El discípulo devoto debe percibir en el espejo de su corazón el
arquetipo espiritual de su maestro y estar ardiendo de amor por él, un
amor que en lo sucesivo será la fuente de todo su gozo. Mientras el
discípulo no tenga este amor por su maestro espiritual, no será capaz de
aceptar sin rechistar y con los brazos abiertos cualquier instrucción
que el maestro le pueda dar; porque, de hecho, el discípulo realiza la
voluntad de su maestro, y no sigue sus propios caprichos.
Por ello dijo
el poeta,
"Oh corazón, si quieres que el Bienamado esté satisfecho
contigo, debes hacer y decir cuanto Él te ordene. Si dice, ‘¡Llora
sangre!’, no preguntes, ‘¿Porqué?’; y si dice, ‘¡Muere!’, no digas ‘¿Es
lo adecuado?’ ."
Queda pues claro que la primera y más importante obligación del
discípulo es aceptar, sin cuestionarlas, todas las instrucciones del
maestro.
También sobre este tema escribe Hāfez:
En el camino de la casa de Laila (la Bienamada), donde hay peligros mortales, la primera condición es perder la razón (Majnún) ii2.
(Op. cit., gazal 1, v. 3)
En el relato del Qorán sobre Moisés y Jezr (18;61-83), Moisés le pide
a Jezr ser su discípulo y éste le contesta lo siguiente:
Si me sigues,
pues, no me preguntes nada sin que yo te lo sugiera (18;69).
El
discípulo no sólo no debe cuestionar al maestro; debe además realizar
todos sus actos de acuerdo con las observaciones y las instrucciones del
Qotb. Nunca debe actuar sin su aprobación, ni revelar ninguno de los secretos que existen entre él y el Qotb.
Es más, es su obligación informar al maestro de todas aquellas cosas fuera de lo normal que vea estando dormido o despierto.
El discípulo no debe nunca intentar adelantarse al Qotb ni en palabras ni en actos.
Conforme al versículo: Oh creyentes, no os adelantéis a Dios ni a Su mensajero
(Qor 49;1), el discípulo tiene la obligación de permanecer siempre
humilde en presencia del maestro, para evitar cualquier tipo de
protagonismo, de no decir nada sin estar autorizado, ni de hacer nada
sin que se lo pidan. En este sentido es por lo que se dice en el
sufismo, "El amor es refinamiento y buenas maneras". La Tariqat es
en sí misma el respeto de la ética y el modo correcto de comportarse.
El discípulo no debe hablar en voz alta en presencia del maestro:
Oh creyentes, no habléis más alto que la voz del Profeta
(Qor 49;2).
Esto se debe a que los sufíes creen que su maestro es
respecto de sus discípulos como el Profeta con los miembros de su
comunidad.
Programa a seguir en la Tariqat
De lo que se ha dicho anteriormente queda claro que el programa de la Senda espiritual empieza con la eliminación de los "nudos"
psíquicos, de los complejos y de las tendencias pasionales del
discípulo, con lo que alcanza, después de un cierto tiempo, el
equilibrio psíquico y la salud moral. La segunda etapa de la Tariqat es la asunción por el discípulo de las virtudes espirituales, quedando entonces adornado por las Cualidades y Atributos Divinos.
A fin de dirigir el desarrollo espiritual del discípulo, el maestro
controla su comportamiento hasta el último detalle. Un aspecto que
concentra en gran medida la atención del Qotb, y que hoy en día
concita el interés de los psicoanalistas, aunque no se den cuenta de su
aspecto espiritual, es el de los sueños. El maestro soluciona los
problemas psíquicos y espirituales del discípulo analizando sus sueños,
que sólo se cuentan al maestro en persona.
Por tanto, la primera fase de la Tariqat es un periodo de "psicoterapia espiritual" que
varía de discípulo a discípulo. Y, de paso, anotemos que el trabajo de
los psicoanalistas de hoy en día es una imitación imperfecta del que
realiza el Qotb, pues prescinde totalmente de la relación con Dios.
Al ejercer sus métodos de curación, el maestro "lava" y purifica al discípulo de sus tendencias pasionales y diabólicas por medio del "agua de la Devoción y del Amor".
Sustituye las cualidades negativas del discípulo por los Atributos Divinos.
Para iniciar la disciplina espiritual de la Tariqat, el
discípulo debe cumplir ciertos requisitos indispensables. Debe (a) ser
creyente; (b) ser caritativo con los demás; (c) mantener los misterios
de la Tariqat; y (d) obedecer las instrucciones del maestro
hasta el final de la Senda. Sólo cuando el maestro observa que se
cumplen estas condiciones en el discípulo, y cuando sabe que es digno de
la Tariqat, es cuando le hace el honor de permitirle emplear el zekr, el recuerdo permanente de los Nombres Divinos.
Zekr, el continuo recuerdo de Dios
El zekr consiste en la repetición metódica de ciertos
Nombres de Dios, inculcados, a la hora de la iniciación, al discípulo
por el maestro. Se corresponde con el sentido del verso del poeta:
Durante tanto tiempo se sentó el Amado frente a mi ávido corazón,
que éste se transformó del todo en Él.
(Maqrebi 1990, gazal 156)
Los sufíes creen que si un discípulo medita constantemente en Dios,
su alma se irá gradualmente impregnando de las Cualidades Divinas, y sus
tendencias pasionales desaparecerán.
El objetivo de esta constante invocación de Dios es, en primer lugar,
crear en el discípulo una concentración perseverante. El discípulo, que
hasta entonces había estado invadido por pensamientos dispersos y por
miles de intereses y de deseos, empieza progresivamente a concentrar
todo su poder mental en un solo punto, y este es Dios.
Gracias al zekr,
deja de gastar su energía en agitación mental para concentrarla
completamente en el recuerdo de Dios. Queda entonces liberado de
conflictos psíquicos y dotado de equilibrio, calma y seguridad.
Mientras practican el zekr, los sufíes repiten varios
Nombres de Dios, y enfocan su atención no sólo en la pronunciación de
los Nombres sino también en su significado. Teniendo en cuenta que el
hombre conoce el sentido de las cosas por la palabra, el objetivo de
pronunciar constantemente una palabra es el de llegar a realizar su
sentido. Los sufíes creen que si uno se fija solamente en la
pronunciación del Nombre durante la invocación se trataría tan sólo de
idolatría. La palabra en sí no tiene eficacia alguna. Por supuesto, ni
que decir tiene que al inicio de la Senda el discípulo no puede evitar
el fijarse en la pronunciación misma. Sólo después de algún tiempo
empieza a familiarizarse con el sentido espiritual y no formal, y a
separar el Nombre de su articulación verbal.
A propósito de esto Rumi
dice:
Borraré las palabras, los sonidos y los discursos,
para poder, sin ellos, conversar Contigo.
(Rumi 1926, Vol. 1, v. 1740)
Durante el zekr, el discípulo debe olvidarse no sólo de todo
lo que le une a este mundo y al del más allá, sino que debe olvidarse
incluso de sí mismo. El discípulo que permanece consciente de que está
realizando la invocación ha caído, de hecho, en dualismo y, por tanto,
ha profanado la realidad de la Unicidad Divina, el tawhid. Por ello es por lo que en el zekr se suprime la partícula vocativa y, por ejemplo, en lugar de decir "Oh Dios" (yā Allāh) se usa solamente el nombre de Dios (Allāh). En efecto, si se usara la partícula "Oh" (yā),
quedaría claro que alguien se estaba dirigiendo a Dios, mientras que la
doctrina de la Unicidad Divina indica, en su raíz, que toda existencia
es ilusión, excepto Dios mismo.
En realidad se considera al zekr como un torrente que,
además de eliminar las cualidades indeseables del discípulo para
substituirlas por los Atributos Divinos, elimina, en última instancia,
el ego individual de tal manera que no queda rastro del "yo". Este es el final de la Tariqat y el inicio del océano del anonadamiento o fanā en Dios.
Debe tenerse en cuenta que el zekr sólo es eficaz bajo la guía
estricta del maestro. La devoción del discípulo hacia el maestro es la
que hace que el árbol del zekr alcance la madurez y produzca el fruto del anonadamiento
Algunas palabras sobre los Nombres y los Atributos de Dios
Los sufíes consideran que Dios tiene un número ilimitado de Nombres, y que cada uno de ellos describe uno de Sus Atributos:
A Dios pertenecen los Nombres más bellos
(Qor 7;179).
Cada Nombre tiene su correspondiente Atributo y cada
Atributo implica un modo particular de conocimiento. A su vez, cada uno
de estos modos manifiesta un aspecto particular de la Divinidad que
requiere una forma particular de adoración y de veneración.
La imagen que un Atributo Divino adopta en el molde de un Nombre
depende esencialmente de la capacidad y de la aptitud del receptáculo
humano. El Atributo se refleja en cada momento en el corazón del sufí
bajo las formas teofánicas del mundo imaginal (mundus imaginalis)
, dándole así paz y sosiego. A cada instante el sufí experimenta
éxtasis indescriptibles e iluminaciones inefables, que le revelan
siempre y a cada vez los múltiples aspectos de los Nombres Divinos.
Milagros
En principio, el sufismo ni siquiera tiene en cuenta el karāmāt,
los milagros y los actos carismáticos atribuidos a los amigos de Dios.
Los sufíes no se declaran capaces de realizar hechos extraordinarios ni
actos ajenos a la experiencia humana normal. Un verdadero sufí niega
todo aquello que no es Dios, incluso se niega a sí mismo; por tanto,
cómo podría pretenderse capaz de realizar milagros, afirmando así su ego
individual, cuando de hecho él mismo no existe. Su principio
arquetípico es la negación de su propio "yo". Por tanto, los
grandes sufíes han considerado la declaración de realizar milagros como
una falta que priva al hombre de la cercanía a Dios.
No obstante, puede ocurrir que un discípulo, en su intensa devoción
hacia su maestro, vea en éste, por la influencia espiritual que ejerce
sobre el discípulo, la manifestación del karāmāt. En estos
casos, corresponde al maestro instruir al discípulo, cuando alcanza una
determinada etapa de la Senda, de ignorar estos fenómenos, no sea que le
lleven al dualismo y a la idolatría.
Libre albedrío y determinismo
Como se dijo anteriormente, el sufismo confía en la fuerza de
voluntad del discípulo. Al inicio del camino espiritual al viajero
místico (sālek) le asaltan múltiples presiones procedentes de
su falta de equilibrio psíquico y de su debilidad frente a sus pasiones.
En esta etapa de la Senda, el viajero debe creer en el libre albedrío,
como dice el versículo:
El hombre tendrá en su cuenta sólo lo que haya ganado
(Qor 53;40).
En efecto, sólo ejercitando su voluntad podrá eliminar sus
tendencias pasionales y diabólicas y prepararse para ser adornado con
los Atributos Divinos. Sólo podrá alcanzar su objetivo sublime mediante
la atracción Divina conjugada con su esfuerzo individual.
En este
sentido dijo Hāfez:
Aun cuando la unión con Él no se dé por tus esfuerzos,
¡oh corazón! esfuérzate hasta el límite para lograrlo.
(op. cit., gazal 279, v. 5)
Pero debe señalarse que en las etapas realmente avanzadas de la
Senda, cuando el sufí ha sido adornado con los Atributos Divinos, cree
entonces en el determinismo, aunque en el contexto de la libertad
absoluta. Esto es porque ahí ya no existe el ego individual, y todo lo
que realiza el sufí es por voluntad Divina.
Intimidad con Dios en el seno de la sociedad
Para el sufí, la pereza y la ociosidad son cualidades negativas.
Intentará, por tanto, en la medida de lo posible servir a la sociedad en
la que habita. En cualquier caso no le queda más remedio que ejercer
alguna actividad externa y, por ello, estar aparentemente ocupado con
los demás miembros de la sociedad; interiormente, sin embargo, está
ocupado con Dios.
A propósito de esto dice Sa’di:
¿Has sabido alguna vez de aquél, ausente y presente al mismo tiempo?
Yo vivo entre la multitud, mientras que mi corazón vuela más allá.
(Sa’di s.f. , p. 554)
La forma más ardua de ascetismo y de mortificación para un sufí es
vivir en armonía en la sociedad. Más aún, el sufismo considera que esta
armonía es el símbolo de la perfección humana y cree que aquel que es
incapaz de vivir en buenos términos con sus vecinos está, de hecho,
enfermo. Considera, por tanto, a aquellos que se retiran de la sociedad y
adoptan la soledad para desarrollar su vida espiritual como seres
imperfectos y desequilibrados.
En otras palabras, el recorrido interior no es suficiente para el
viajero. Para alcanzar la perfección debe también ser capaz de adaptarse
a la comunidad y vivir en armonía con ella.
No sólo debe servir a los
demás sino además no sentirse nunca inquieto ni molesto cuando está con
la gente. De hecho, el contacto con la sociedad es para él la prueba de
su deseo de progresar hacia la perfección, ya que es en el mundo donde
debe demostrar que está libre de tendencias pasionales y que ha dejado
atrás su ego. En este estado avanzado el sufí nunca se siente perturbado
por el daño que otros le puedan hacer. Se considera que el discípulo
que se siente perturbado o molesto es aún un incrédulo.
Por eso dijo
Hāfez:
Amor ofrecemos con paciencia y felicidad, que en nuestro camino
el ofenderse es la infidelidad misma.
(Hāfez, op. cit., gazal 385, v. 3)
El discípulo que se siente perturbado está, de hecho, viendo doble;
se considera aún a sí mismo como real y, por tanto, no ha cesado de "asociar" a un otro aparentemente real con lo verdaderamente Real, Dios.
El hecho de que, con frecuencia, se considere al sufismo como retiro
del mundo y ascetismo, no significa que la soledad, la mortificación y
el ayuno sean elementos de la Senda hacia la perfección. Sin embargo,
puede ocurrir que, en ciertos casos, el maestro espiritual vea en el
discípulo un cierto desequilibrio psíquico y que le ordene retirarse
temporalmente del mundo y abstenerse de comer productos de origen animal
hasta que recobre el equilibrio y esté listo de nuevo para servir a la
sociedad. Por tanto, para los sufíes, la "soledad" y la "mortificación"
constituyen un tipo de remedio contra desórdenes psíquicos y no una
prescripción para la perfección espiritual. Por el contrario, los sufíes
siempre han sido muy conscientes de la necesidad de una alimentación
correcta para tener la energía necesaria para esforzarse en el camino
espiritual y en el servicio a la sociedad.
Como dice Rumi:
Este come y resulta más hambriento, más vicioso,
mientras que otro come y se convierte todo en luz divina.
Este come y se vuelve más impuro y distanciado,
mientras que otro come y todo su ser será la luz del Único.
(Rumi 1926, Vol. 1, v. 273/274)
El sufí aprovecha su alimentación para permitirle realizar tareas de
naturaleza espiritual, mientras que la gente común pone toda su energía
al servicio de sus pasiones y sus caprichos.
La escuela de la Realidad Absoluta (Haqiqat)
Esta "escuela" tiene dos fases, fanā (anonadamiento) y baqā (subsistencia), simbolizando el fanā a la entrada en la jarābāt. Ya hemos visto que cuando el discípulo alcanza el final de la Tariqat, llega en primer lugar a la contemplación de la Divinidad. Este es el estado de fanā, o muerte del ego, del cual existen dos clases, exterior e interior.
El fanā exterior es la aniquilación de los actos del discípulo por la
manifestación de la Voluntad Divina. El discípulo alcanza un estado en
el que está sumergido en el océano de los Actos Divinos, de tal modo que
ve la Voluntad Divina en todo lo que ocurre y no su propia voluntad ni
la de los demás. En esta etapa queda totalmente privado de libre
albedrío.
El fanā interior es la aniquilación de los atributos y del ser del
sufí. En esta etapa, contempla en algunos momentos los Atributos
Divinos, en los cuales sus propios atributos han quedado aniquilados, y
en otros instantes contempla el Ser de la Divinidad, que aniquila por
tanto su propio ser. Al principio del fanā interior, el discípulo queda
privado de toda sensación; pero gradualmente, de acuerdo con sus
capacidades, se vuelve consciente del mundo exterior, aunque su ser haya
cesado de existir. Su estado interior es de aniquilación en Dios,
mientras exteriormente está presente en el entorno y es completamente
consciente de lo que ocurre a su alrededor.
El baqā consiste en la subsistencia en Dios y se realiza cuando Dios
concede al discípulo una nueva voluntad, que procede directamente de Él,
para sustituir a aquella que quedó aniquilada en el recorrer del
camino. Esta subsistencia, o "permanencia", se obtiene a cambio
de la aniquilación interior, que consiste en la desaparición del ser y
de los atributos temporales del discípulo, que son como un velo que lo
separa de lo Real. En este estado tan avanzado, Dios ya no es un velo
que oculta el mundo a los ojos del sufí, ni el mundo un velo que oculte a
Dios; ya no existe más ninguna clase de separación, y la dualidad se ha
transformado en Unidad.
Referencias
Arberry, A. J. (1964). The Koran Interpreted, Londres.
Freud, S. (1961). Introductory Lectures on Psycho-Analysis, J. Rivière (trad.), Londres.
Hāfez (1983). The Diwan, P. N. Khānlari (ed.), Teherán.
Nurbakhsh, J. (1959). The Life and Works of Shāh Ne’mato’llāh Wali, Teherán.
Perry, W. H. (1966). ‘The Revolt against Moses’, Tomorrow, Londres.
Racker, H. (1966). Transference and Countertransference, Londres.
Rumi, J. (1926). The Mathnawi, R. A. Nicholson (trad.), Londres.
Rumi, J. (1956). Ghazaliyāt-e Shams-e Tabrizi, M. Moshfeq (ed.), Teherán.
Ruzbahān (1970). ‘Abharo’l-‘Asheqin, Dr. J. Nurbakhsh (ed.), Teherán.
Saŷādi, I. (1960). Farhang-e mostalahāt-e ‘orafā’, Teherán.
Sheij Bahā’i (s.f.). Kashkul, Qom.
Shāh Nematollāh Wali (1964). Rasā’el, Dr. J. Nurbakhsh (ed.), Vol. IV, Teherán.
Notas
1.- El término nafs en la terminología sufí posee un
amplio significado, como, por ejemplo: el alma, el yo, el ego, etc,.
Para más información sobre el nafs y sus diferentes niveles, véase el
libro La Psicología Sufí del autor. Editorial Nur, Madrid, 1997.
2.- Laila y Majnún: los dos protagonistas de una de
las historias de amor más bellas de la literatura persa, obra de Nezāmi
Ganŷawi (siglo XIII). Esta obra posee especial valor para los sufíes,
por su contenido interior. El significado de la palabra Majnún es "el
loco".
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