domingo, 10 de noviembre de 2013

Hsin Sin Ming, el poema de Seng Tsan


 Seng Tsan, Tercer patriarca Chan (Zen)

El camino perfecto no conoce ninguna dificultad, sino que evita toda preferencia.

Se revela plenamente sin máscaras cuando te has liberado del amor y del odio.

Una diferencia de un décimo de pulgada y el cielo y la tierra quedan separados.

Si deseáis que se manifieste, no abriguéis ningún pensamiento, ni a su favor, ni en contra de ella.

Oponer lo que amáis a lo que no amáis es la enfermedad del espíritu.

Cuando no se comprende su sentido profundo la paz del espíritu se turba y nada se gana.

Perfecto, como el vasto espacio, nada le falta y nada le sobra.

Cuando se elige la verdad absoluta desaparece.

No persigáis las complicaciones exteriores, no os detengáis en el vacío interior.

Cuando el espíritu permanece sereno en la unidad de las cosas, el dualismo se desvanece por sí mismo.


Cuando la unidad de las cosas no es comprendida hasta el fondo, el error se manifiesta de dos maneras:

el rechazo de la realidad que puede llevar a su negación, y el detenerse en el vacío que puede llevarte a una contradicción contigo mismo.


Frases huecas, juegos del intelecto, cuanto más nos entregamos a ellos, más nos perdemos.

Alejémonos de ellos y no habrá ningún lugar por el cual no podamos pasar libremente.

Cuando descendemos hasta la raíz, alcanzamos el sentido.

Cuando perseguimos los objetos exteriores, perdemos el sentido.

En el momento que obtenemos la `iluminación´, trascendemos el `vacío´ del mundo y su oposición a ti mismo.

Los cambios que se producen en el mundo `vacío´ que se mantiene frente a nosotros, parecen reales debido a la `ignorancia´.


No intentéis buscar la verdad, dejad de abrigar opiniones.

No os detengáis en el dualismo, evitadlo con cuidado.

En cuanto establecéis el bien y el mal, surge la confusión y el espíritu se pierde.

La dualidad existe debido al uno, pero no os aferréis ni siquiera a ese uno.

Cuando la unidad del espíritu no es turbada, las diez mil cosas del exterior no pueden ofenderlo.

Cuando de ellas no viene ninguna ofensa, es como si no existieran.

Cuando el espíritu no es turbado, es como si no hubiese espíritu.

El sujeto se calma en cuanto cesa el objeto, el objeto cesa en cuando el sujeto se calma.

El objeto es un objeto para el sujeto, el sujeto es un sujeto para el objeto.

Sabed que la relatividad de los dos reside, en último término, en la unidad del `vacío´.

En la unidad del vacío los dos son uno y cada uno de los dos contiene en sí a las diez mil cosas.

Cuando no se discrimina entre esto y aquello, no puede surgir una visión parcial y preconcebida.

La visión es calmada y de espíritu amplio, en ella nada es fácil y nada es difícil.

Las opiniones parciales son indecisas, cuanto primero se adoptan, más tarde desaparecen.

Al aferrarse a las pasiones se va más allá de los límites justos, lanzándose con seguridad por el camino equivocado.


Suelta la presa, deja a las cosas como están, su esencia ni se mueve ni permanece inmóvil.

Obedeciendo a la naturaleza de las cosas, estáis de acuerdo con ellas, pero cuando tus pensamientos están aferrados a ellas, os desviáis de la verdad.

Si deseáis recorrer el camino del ‘Gran Vehículo’, no mantengáis ningún prejuicio con respecto a los objetos de los sentidos.


Cuando ya no mantengáis prejuicios contra ellos, os identificaréis con la `iluminación´.

Los sabios practican la no-acción y los ignorantes se encadenan a sí mismos.

Aunque en el `dharma´ no hay individualización alguna, se aferran por `ignorancia´ a los objetos particulares y sus propios espíritus crean las ilusiones.

Ésta es la mayor de las contradicciones.


La `ignorancia´ origina el dualismo entre el reposo y el no-reposo.

Todas las formas de dualismo son inventadas por la propia `ignorancia´ del espíritu.

Son como visiones y flores en el aire y entramos en la confusión al intentar aferramos a ellas.

Si el ojo nunca duerme los sueños desaparecerán.

Si el espíritu mantiene su unidad, las diez mil cosas exteriores son de la misma esencia única.

Cuando las diez mil cosas exteriores son consideradas en su unidad retornamos al origen y siguimos siendo lo que somos.

Olvidando el porqué de las cosas, alcanzamos un estado situado más allá de la analogía.

El movimiento inmóvil es no-movimiento y la calma en movimiento no es calma.

Cuando ya no reina el dualismo la unidad no subsiste.


El fin último de las cosas, más allá del cual no pueden ir, no está limitado por reglas ni medidas;

el espíritu en armonía (con el `Camino´) es el principio de identidad donde todas las acciones permanecen en un estado de quietud;

las vacilaciones son apartadas totalmente y la fe justa es restaurada en su rectitud original;

nada queda retenido ni hay nada que se deba recordar, todo es `vacío´, luminoso, y contiene en sí un principio de `iluminación´.

No hay trabajo, ni esfuerzo, ni pérdida de energía.

Hasta allí no alcanza el pensamiento, ni la imaginación puede evolucionar.

En el dominio más elevado de la verdadera esencia no hay ni «otro» ni «sí mismo».

Cuando se quiere dar una identificación directa, no podemos decir más que «no dos».

No siendo dos, todo es lo mismo, y todo lo que es, allí está comprendido.

En todas las partes de la tierra, los sabios comparten esta fe absoluta.

Esta fe absoluta está más allá del tiempo y del espacio, en ella un instante es diez mil años.

Poco importa, como estén condicionadas las cosas, sea por el “ser” o por el “no ser”.


Todo se manifiesta en todas partes ante nosotros.

Cuando los límites objetivos se apartan de la visión.

Lo infinitamente pequeño es tan vasto como pueda serlo la inmensidad, cuando se olvidan las condiciones exteriores; lo infinitamente grande es tan pequeño como lo pueda ser lo infinitamente pequeño, cuando los límites objetivos se apartan de la visión.

Lo que es, lo mismo que lo que no es, lo que no es, lo mismo que lo que es.

Cuando este estado de cosas no llega a producirse, no os detengáis.

Uno en el todo, todo en el uno.

Si únicamente realizáis esto.

¡No os atormentéis respecto a vuestra imperfección!

El espíritu que cree en esto no está dividido, pues el espíritu que cree es individido.

Por eso las palabras son impotentes, puesto que esto no pertenece ni al pasado, ni al futuro, ni al presente.

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Otra traducción del mismo poema de Seng Tsan:

El Gran Camino no es difícil
para aquellos que no tienen preferencias.

Cuando ambos, amor y odio, están ausentes
todo se vuelve claro y diáfano.

Sin embargo, haz la más mínima distinción,
y el cielo y la tierra se distancian infinitamente.

Si quieres ver la verdad,
no mantengas ninguna opinión a favor o en contra.

La lucha entre lo que a uno le gusta
y lo que le disgusta
es la enfermedad de la mente.

Cuando no se entiende el significado
profundo de las cosas,
se perturba en vano la paz esencial de la mente.

El Camino es perfecto, como el espacio infinito
donde nada falta y nada sobra.

De hecho, es debido a nuestra elección
de aceptar o rechazar que no vemos
la verdadera naturaleza de las cosas.

No vivas en los enredos de las cosas externas
ni en los sentimientos internos de vacío.

Mantente sereno, sin hacer esfuerzos,
en la unidad de las cosas,
y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos.

Cuando tratas de parar la actividad
para alcanzar la pasividad,
el propio esfuerzo te llena de actividad.

Mientras estés en un extremo o en el otro,
nunca conocerás la Unidad.

Aquellos que no viven en el Camino único
fracasan en ambas: actividad y pasividad,
afirmación y negación.

Negar la realidad de las cosas
es no ver su realidad;
afirmar el vacío de las cosas
es no ver su realidad.

Cuanto más hablas y piensas acerca de ello,
más te alejas de la verdad.

Deja de hablar y de pensar,
y no habrá nada
que no puedas saber.

Volver a las raíces es encontrar el significado,
pero perseguir apariencias es alejarse del origen.

En el momento de la iluminación interior
se transcienden las apariencias y el vacío.

A los cambios que parecen ocurrir en el mundo vacío
los llamamos reales solamente debido
a nuestra ignorancia.

No busques la verdad;
tan sólo deja de mantener opiniones.

No permanezcas en el estado de dualidad;
evita cuidadosamente esas búsquedas.

Si queda rastro de esto o aquello,
de lo correcto o lo incorrecto,
la esencia de la Mente se perderá en la confusión.

Aunque todas las dualidades proceden del Uno,
no te apegues ni siquiera a este Uno.

Cuando la mente existe imperturbable en el Camino,
nada en el mundo puede ofender,
y cuando una cosa ya no puede ofender,
deja de existir el viejo modo.

Cuando no surgen pensamientos discriminativos,
la vieja mente deja de existir.

Cuando los objetos del pensamiento se desvanecen,
el sujeto pensante se desvanece;
y cuando la mente se desvanece, los objetos se desvanecen.

Las cosas son objetos debido al sujeto,
y la mente es tal debido a las cosas.

Entiende la relatividad de ambos,
así como la realidad básica: la unidad del vacío.

En este Vacío ambos son indistinguibles
y cada uno contiene en sí mismo el mundo entero.

Si no haces ninguna discriminación
entre burdo y sutil,
no te tentarán
el prejuicio y la opinión.

Vivir en el Gran Camino
no es ni fácil ni difícil,
pero aquellos que tienen una visión limitada
son miedosos e indecisos:
cuanto más se apresuran, más lentos van,
y el apego no tiene límites;
estar apegado, aunque sea a la idea de la iluminación,
es desviarse.

Deja que las cosas sean a su manera
y no habrá ni ir ni venir.
Obedece a la naturaleza de las cosas (tu propia naturaleza)
y andarás libre y tranquilo.

Cuando el pensamiento está cautivo, la verdad se oculta,
pues todo es oscuro y confuso,
y la gravosa práctica de juzgar
trae consigo irritación y hastío.

¿Qué beneficio se puede sacar
de las distinciones y las separaciones?

Si deseas ir por el Camino único,
no desprecies ni siquiera el mundo
de los sentidos y las ideas.

En realidad, aceptarlo plenamente
es idéntico a la verdadera Iluminación.

El hombre sabio no persigue ninguna meta,
pero el tonto se encadena a sí mismo.

Hay un Dharma, una verdad, una ley, no varias;
las distinciones surgen
por las tenaces necesidades del ignorante.

Buscar la Mente con la mente discriminatoria
es el mayor de los errores.

Actividad y descanso derivan de la ilusión;
en la iluminación no hay agrado ni desagrado.
Todas las dualidades proceden de ignorantes deducciones.

Son como sueños o flores en el aire:
es estúpido intentar atraparlas.

Ganancia o pérdida, correcto o incorrecto:
tales pensamientos tienen que ser finalmente
abolidos de una vez por todas.

Si el ojo nunca duerme,
todos los sueños cesarán naturalmente.

Si la mente no hace discriminaciones,
las diez mil cosas
son como son: de la misma esencia.

Entender el misterio de la única esencia
es liberarse de todos los enredos.

Cuando todas las cosas se ven por igual,
se alcanza la esencia intemporal del Ser.

Ninguna comparación o analogía es posible
en este estado sin causas ni relaciones.

Considera inmóvil el movimiento
y en movimiento lo inmóvil,
y ambos, estado de movimiento
y estado de reposo, desaparecen.

Cuando tales dualidades dejan de existir
la propia Unidad no puede existir.

Ninguna ley o descripción
es aplicable a esta finalidad suprema.

Para la mente unificada, en armonía con el Camino,
cesan todos los esfuerzos enfocados hacia uno mismo.

Las dudas y las vacilaciones se desvanecen,
y vivir en la fe verdadera se vuelve posible.

De un solo golpe somos liberados del cautiverio;
nada se aferra a nosotros y
nosotros no nos aferramos a nada.

Todo está vacío, claro, autoiluminado,
sin el empleo del poder de la mente.

Aquí, el pensamiento, el sentimiento,
el conocimiento y la imaginación no tienen ningún valor.

En este mundo de Esencialidad
no existe ni el yo ni nada que no sea yo.

Para entrar directamente en armonía con esta realidad,
cuando las dudas surjan simplemente di: «No dos».

En este «no dos» nada está separado,
nada está excluido.

No importa cuándo ni dónde:
iluminación significa entrar en esta verdad.

Y esta verdad está más allá del aumento o
la disminución en el tiempo o el espacio:
en ella, un solo pensamiento dura diez mil años.

Vacío acá, vacío allá,
y sin embargo, el Universo infinito está
siempre delante de tus ojos.
Infinitamente grande e infinitamente pequeño;
no hay diferencia, porque las definiciones han desaparecido
y no se ven límites.

Lo mismo pasa con el Ser y el no-Ser.

No malgastes el tiempo con dudas y argumentos
que no tienen nada que ver con esto.

Una cosa, todas las cosas:
van juntas y entremezcladas,
sin distinción.

Vivir en esta comprensión
es no estar inquieto a causa de la no perfección.
Vivir en esta fe es el camino hacia la no-dualidad,
porque lo no-dual es uno
con la mente que confía.

¡Palabras!

El Camino está más allá del lenguaje,
porque en él no hay
ni ayer
ni mañana
ni hoy.

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