Hemos perdido el sentido de Humanidad,
sólo nos sentimos responsables de la clase o el grupo al que pertenecemos,
de un nombre o de una etiqueta;
hemos perdido la compasión, el amor por el todo,
y sin esta llama ardiente de la vida esperamos que los políticos, los sacerdotes
y los planes económicos nos traigan paz y felicidad.
Sin lugar a dudas, esa esperanza no tiene ninguna posibilidad,
únicamente en cada uno de nosotros está esa comprensión creativa,
esa compasión que es imprescindible para el bienestar del hombre.
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