Algunos analistas eruditos, como quien me ha precedido en el uso de la palabra, han dejado perfectamente encuadrado el problema de la forma de “El Paisaje Interno”. Esto me exime de mayores comentarios sobre el particular.
De todas maneras, quisiera agregar que la estructura expositiva de este libro es idéntica a mi obra anterior, “La Mirada Interna”, aun cuando medie entre los dos escritos un lapso de diez años.
La identidad formal hizo que algunos englobaran a las dos obras dentro de una misma calificación.
Para aclarar este punto referiré una anécdota…
El año pasado, en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, mi editor alemán explico que tanto “La Mirada Interna” como “El Paisaje Interno” eran clasificados, según los especialistas, dentro de una genérica literatura religiosa.
Por otra parte, yo había leído algunos artículos europeos en los que se insistía sobre ese punto. La razón principal se daba en ellos era que esos libros estaban organizados en capítulos y fragmentos numerados al estilo de las obras místicas tradicionales.
Yo no podía negar que estuvieran enumerados los versículos bíblicos o los suras Koránicos, o los yasnas y fargards del Avesta, o los Brihadosanyaka Upanishads y que también participaban mis escritos de ese ordenamiento.
Pero me vi obligado a destacar que en obras de importancia de filosofía contemporánea se estaba utilizando crecientemente esta suerte de enumeración de los parágrafos, y como ejemplos destacados cite las “Ideen” de Husserl y el “Tractacus” de Wittgestein, sin dejar de mencionar, por otra parte, obras sobre calculo informacional y tratados de cibernética que cada ves más frecuentemente se iban presentando a los públicos especializados y todos ellos con las famosas numeraciones paragráficas.
Para concluir con una sonriente observación, hice notar que los códigos civiles, penales, de procedimientos, etc., eran un ejemplo de tratados religiosos si se consideraba a sus artículos numerados como la definición misma de la literatura mística.
Así las cosas, quedo en claro que no eran estas razones suficientes para ubicar a mi obra dentro de los escritos religiosos. Debía haber otros elementos que justificaran tal encuadre. Y esos elementos, tal vez no estuvieran en la forma sino en el contenido.
Pero ya que el contenido de mis libros era la vida humana, de existir la mencionada “religiosidad” esta no habría de referirse a los dioses sino al hombre mismo.
Yo siempre creí haber escrito en prosa poética tomando como materia prima, los temas fundamentales de la vida humana. Y de entre ellos escogí el del sentido, el de la dirección de la vida. ¿Se trataba acaso de una teleología? ¿O tal vez de una antropología filosófica? ¿Era una descripción, o una interpretación? En todo caso, ¿con que instrumental metódico se contaba para estudiar el sentido de la vida? Y si hablamos de instrumental metódico, seguramente habría una lógica previa que -explicita o no- estaría actuando; y de haber una lógica, también habría una metafísica.
No tratare en estos pocos minutos tan difíciles cuestiones, sino que más bien me referiré a algunos temas del Paisaje Interno, guiado por el hilo conductor del sentido de la vida, mencionando una y otra vez, e implícito siempre en todo capitulo y parágrafo de mis escritos.
Tomemos el primer capítulo dirigido al lector en estos términos: “A medida que la vida pasa, ¿crece en ti la felicidad o el sufrimiento?... Si no crece en ti y en quienes te rodean la felicidad y la libertad, rechazare tu ejemplo”. Y más adelante… “Salta por encima de tu sufrimiento y entonces no crecerá el abismo sino la vida que hay en ti”. “No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por lo tanto, tratemos lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa”.
Este planteo aparentemente dualista, pone en evidencia las preocupaciones fundamentales sobre el “crecimiento de la vida” y la aniquilación de la vida.
La aniquilación toma una cierta sustancialidad al designarla como “abismo”.
Pero no se trata sino de una licencia propia de la prosa poética en la que la sola mención de la nihilización del ser, o “tachadura” del ser, como propondría Heidegger, provocaría una fractura de estilo irreparable.
No estamos pues ablando de “abismo” en términos de sustancia, sino de anonadamiento u oscurecimiento del ser de la existencia humana.
Queda claro que el primer efecto dualista desaparece al comprender el concepto de abismo como no-ser, como no-vida y no como entidad en sí.
Se escogió el concepto de abismo por las implicancias sicológicas que tiene y porque suscita registros del tipo del vértigo, asociados a una contradictoria sensación de atracción y rechazo.
Esa atracción de la nada que vence en el suicidio o en la embriagadora furia destructora y que motiva al nihilismo de un individuo, de un grupo, o de una civilización.
Así es que aquí no se está tratando la angustia que irrumpe en el existente o la nausea como una pasiva desintegración del sentido, sino el vértigo y la atracción de la acción nihilista,”deus inversus” de la vida, que disputa con esta su reconocimiento.
“No hay pasión, ni idea, ni acto humano que se desentienda del abismo. Por tanto, tratemos de lo único que merece ser tratado: el abismo y aquello que lo sobrepasa”.
Hagamos aquí un paréntesis. Inmediatamente después que el pensamiento occidental llego a la cúspide del idealismo absoluto, numerosas corrientes retomaron la preocupación por la existencia humana.
Pensadores optimistas trataron de orientarla en una dirección de progreso, otros reaccionaron en diversas opciones vitalistas.
Pero, al parecer, en el seno de las diversas corrientes se había ya instalado esa pérdida del ser, ese nihilismo que llevaba a un mecanicismo en que la vida humana y su conciencia eran reflejo de condiciones, o bien donde la vida como condición irracional sobrepasaba y determinaba mecánicamente a la conciencia.
No solo en la filosofía y en las nuevas corrientes sicológicas hizo irrupción este nuevo fenómeno, sino en las Doctrinas políticas y hasta en el diseño del ideal de felicidad y de estilo de vida de las poblaciones.
No es de extrañar que el desarrollo de las dos tragedias mundiales ampliaran en los hechos lo que ya se había enunciado en las esferas de la especulación, porque claro está, se trataba del mismo fenómeno.
Entonces desde aquel desgarrador “Dios ha muerto” nietzscheano hasta la muerte en masa de millones de seres humanos, había un solo paso.
¿Qué habría de sobrevivir luego como un breve respiro entre la tragedia y el futuro? El absurdo, el sinsentido y la pérdida del horizonte vital.
Volviendo a nuestro tema, debemos preguntarnos:
¿es que se ha instalado en el corazón del ser humano actual, el abismo o aquello que lo sobrepasa?
Y si se tratara del abismo, ¿podría existir algún cambio de dirección que no fuera rechazado por el nihilismo triunfante?
Algunos proponen que solo el temor ha detenido hasta ahora al nihilismo total.
Otros dicen que para detener la aniquilación, se debe aniquilar a aquello que detiene nuestro avance.
Se trata, en todos los casos, de un débil equilibrio impulsado por el mismo nihilismo.
Y entonces, ¿cómo elegir aquello que sobrepasa el abismo, si en este mecanismo gigantesco las opciones están ya predeterminadas para las nuevas generaciones, para los contingentes humanos que en este mismo instante están naciendo?
Si en el ser humano existe libertad de elegir, entonces es posible modificar las condiciones que se preanuncian catastróficas en su mecánico desarrollo.
Si por lo contrario, la libertad humana es solo un mito piadoso, entonces no importa que rumbo tomen los acontecimientos colectivos o la vida de los individuos, ya que la fatalidad gobierna los hechos.
En “El Paisaje Interno” se afirma la libertad de la vida humana. Es más, se dice que su sentido es por esencia libertad y que esta libertad rechaza el absurdo y la noción de la realidad de “lo dado”.
Así, el capítulo II nos dice:
“¿Qué quieres tu? Si dices que lo más importante es el amor o la seguridad, entonces hablas de estados de ánimo, de algo que no ves”.
“Si dices que lo más importante es el dinero, el poder, el reconocimiento social, la causa justa, Dios o la eternidad, entonces hablas de algo que ves o que imaginas. Nos pondremos de acuerdo cuando digas: “¡Quiero la causa justa porque rechazo el sufrimiento!”
Y más adelante:
“¿De qué realidad hablas al pez y al reptil, al gran animal, al insecto pequeño, al ave, al niño, al anciano, al que duerme y al que frío o afiebrado vigila en su cálculo o su espanto?”
“Digo que el eco de lo real murmura o retumba según el oído que percibe; que si otro fuera el oído, otro canto tendría lo que llamas realidad. Por tanto, que tu corazón afirme: ¡Amo la realidad que construyo!”.
Y en el capítulo III:
“Si un mismo paisaje es diferente para dos personas, ¿en donde está la diferencia?”.
“A veces ocurre que un paisaje es reprobado o aceptado por las multitudes y los pueblos.
Sin embargo, ¿esa reprobación o aceptación, está en el paisaje o en el seno de las multitudes y los pueblos?”.
“Entre la sospecha y la esperanza, tu vida se orienta hacia paisajes que coinciden con algo que hay en ti”.
“Todo este mundo que no has elegido sino que te ha sido dado para que humanices, es el paisaje que más crece cuando crece la vida. Por tanto, que tu corazón nunca diga: “Ni el otoño, ni el mar, ni los montes helados tienen que ver conmigo, sino que afirme: ¡Amo la realidad que construyo!”.
De este modo, va quedando claro que la noción de la realidad se modifica de acuerdo a la óptica con que es observada.
Pero uno de los errores más notables es el de tomar la realidad de acuerdo a mi visión, sin reconocer que tal visión existe.
En otros términos (y ya lo había descubierto el raciovitalismo), el sistema de creencias interfiere en la noción de realidad sin advertir que tales creencias existen. Y, en general, las llamadas ideas y hasta ideologías sobre la realidad, no son sino creencias.
Imaginemos ahora un sistema socio-cultural cuya óptica básica de creencias sea de tipo nihilista y comprenderemos que sus ideas o su ideología dominante nos presentaran un mundo, una realidad que habremos de aceptar so pena de ser aniquilados en caso de no hacerlo.
Y por otra parte, si para no ser eliminados, aceptamos tal imposición, también seremos liquidados por el crecimiento y desarrollo de esa óptica que moldeara nuestra forma de vida de acuerdo al nihilismo dominante.
En la obra se hace distinción entre tres tipos de “paisaje”: el externo (correspondiente al mundo de la percepción); el interno (propio de la representación) y el humano (propio del mundo social).
De esta suerte, se reconoce que la percepción no actúa aislada sino que tanto los datos de memoria personales como las representaciones, actúan haciendo que el perceptor seleccione y articule su percepción.
Por otra parte, el mundo social es el que suministra la designación de lo percibido y así hace que lo percibido quede clasificado dentro del horizonte de las creencias de una sociedad particular en un momento dado. Siendo tomada tal designación y clasificación social como un dato propio del individuo.
Por ello, en la introducción al capítulo IV, se va a decir y casi a modo de definición:
“Paisaje externo es lo que percibes de las cosas; paisaje interno es lo que tamizas de ellas con el cedazo de tu mundo interno. Estos paisajes son uno y constituyen tu indisoluble visión de la realidad. Y es por tu visión, que te orientas en una u otra dirección”.
Pero es claro, se agrega, que:
“según avanzas se modifica tu visión. No hay aprendizaje, por pequeño que sea, que se cumpla solo por contemplar. Aprendes porque algo haces con lo que contemplas y cuanto más haces, mas aprendes, ya que según avanzas se modifica tu visión”.
“¿Que has aprendido del mundo? Has aprendido lo que has hecho. ¿Qué quieres del mundo? Quieres de acuerdo a lo que te haya sucedido. ¿Qué no quieres del mundo? No quieres de acuerdo a lo que te ocurrió.
Luego de discutir acerca del conocimiento de lo real, en el capítulo VII se pasa al problema del registro personal de que percibe y se establecen diferencias entre dolor y sufrimiento.
Independientemente del conocimiento u opinión que se tenga sobre lo real, los registros de dolor y sufrimiento son señales con que cuenta el perceptor para reconocer aquello que amenaza, aquello que nihiliza su existencia.
Frente al dolor físico, la experiencia demuestra que este retrocede en la medida que avancen la ciencia y la sociedad. Y por ello, quienes contribuyen con el progreso en ese sentido, son portavoces y constructores de la humanización del mundo.
Desafortunadamente, el sufrimiento mental no retrocede por el hecho de que la sociedad y la ciencia avancen.
Por ello es de importancia comprender la estructura del sufrimiento para rescatar de sus dominios al ser humano cotidiano.
Es posible, afirma “El Paisaje Interno”, es posible hacer retroceder el dolor y el sufrimiento.
Pero con respecto a la segunda señal de peligro mencionada, surgen numerosos errores en su interpretación. Uno es considerar al sufrimiento como producto de reacciones frente al medio externo hostil.
Esta suerte de interpretación “naturalista” del sufrimiento se basa en la creencia de que los fenómenos mentales son parte de la realidad dada.
En definitiva, se sigue creyendo en ese caso, que existe una “naturaleza” humana de algún modo inmodificable y por tanto, el sufrimiento como parte de esta naturaleza se supone que no puede ser superado.
El libro ha considerado al paisaje humano como presentado en el mundo de lo natural y por ello, precisamente, se lo menciona así, como “paisaje”.
Sin embargo, el mundo social y humano aparece más allá de la observación ingenua como básicamente un mundo histórico, no natural y la conciencia, del mismo modo, como sin naturaleza sino por el contrario, de existencialidad histórica.
Por ello, develar el sentido histórico del ser humano y comprender que en la estructura temporal de su conciencia están los elementos del sufrimiento, es desobjetivar al hombre y precisamente, humanizarlo en el mejor de los sentidos.
El mundo objetal puede ser modificado y transformado por el hombre pero en tanto el mismo no se considere en devenir y transformación, sus objetos serán portadores de su falta de sentido y nihilizaran al mundo.
En el capítulo VII se dice:
“Nombrador de mil nombres, hacedor de sentidos, transformador del mundo… Tus padres y los padres de tus padres se continúan en ti.
No eres un bólido que cae, sino una brillante saeta que vuela hacia los cielos.
Eres el sentido del mundo y cuando aclaras tu sentido iluminas la tierra. Cuando pierdes tu sentido, la tierra se oscurece y el abismo se abre”.
“Te diré cual es el sentido de tu vida aquí. Humanizar la tierra.
¿Qué es humanizar la tierra? Es superar el dolor y el sufrimiento, es aprender sin límites, es amar la realidad que construyes”.
“No puedo pedirte que vayas mas allá, pero tampoco será ultrajante que yo afirme: Ama la realidad que construyes y ni aun la muerte detendrá tu vuelo”.
“No cumplirás con tu misión si no pones tu fuerza en vencer el dolor y el sufrimiento en aquellos que te rodean, Y si logras que ellos, a su vez, emprendan la tarea de humanizar el mundo, se abrirá su Destino hacia una vida nueva”.
Mas adelante, se sigue profundizando en la temática del tiempo de la conciencia.
Pero será bueno aquí hacer algunas consideraciones.
Ya Agustín en sus “Confesiones” había descubierto las diferencias entre el tiempo pensado y el tiempo experiencial. El destacaba: “Cuando trato de comprender el tiempo, no lo experimento y cuando lo experimento no lo comprendo”.
Esta brillante intuición terminaba asfixiada ya en la definición de Hegel en la que el tiempo es la “abstracción del consumir”.
Será un neoaristotélico como Brentano para redescubrir el problema e inspirar en la Fenomenología de la conciencia del tiempo inmanente de Husserl, el redescubrimiento del gran Agustín
Y así las cosas, la conciencia es ya una estructura temporal en la que prima la protensión. Esto es casi decir: la conciencia humana se organiza merced a un sentido.
Este es el punto: la negación del primado del futuro sobre el mundo de lo fáctico, la negación del sentido, es la clave del nihilismo y frente a la nihilización de la conciencia, surge el sufrimiento como señal de peligro.
Y porque en todo sufrimiento ha operado la inversión del futuro, el repliegue del sentido, la perdida de la dirección hacia delante, habrá una contradicción de su devenir.
“Es la contradicción lo que invierte la vida”, dirá el libro. No habrá pues otra posibilidad que reorientar la vida hacia el futuro para superar el sufrimiento.
Sin embargo, en el existente cotidiano, la creencia en que la vida humana pertenece al mundo de lo natural es de fuerte arraigo y sustraer a la conciencia de tal ilusión, no es tarea que puede realizarse por vía ideológica.
El ser humano sufre por lo que perdió, por lo que tiene y por lo que desespera de alcanzar. De este modo, por las tres vías del recuerdo, de la percepción y de la imaginación, el sufrimiento se hace presente y delata la ausencia del sentido.
He aquí que la muerte, aparece como la confirmación del sinsentido ya que se anuncia como la pérdida total de futuro.
Ideológicamente podrá decirse, aun adhiriendo a nuestras propuestas, que ya que el individuo y la sociedad no pertenecen al mundo de lo fáctico, ya que no tienen naturaleza sino que se develan en su historicidad, la muerte no impide que las acciones realizadas contribuyan al desarrollo del futuro humano.
Pero he aquí que la muerte aparece al existente como la irrupción y el dominio definitivo de lo fáctico, frente a lo cual se alzo un día la conciencia humana.
Y cualquier futuro que se imagine sin la experiencia de esa conciencia, no pasa de especulación, ni supera a lo fáctico en la realidad de la existencia.
De manera, que solamente al tomar a la muerte como lo fáctico y romper la ilusión de naturalidad de la conciencia, afirmando su futuro, se puede superar el sufrimiento y dotar a todo acto de sentido.
La negación de la posibilidad de futuro para la mente, más allá del absurdo impacto de la muerte, lleva en si la nihilización de todo acto, de toda intención y de todo sentimiento humano.
Cuando la base de creencias de una sociedad y, por tanto de sus individuos, termina identificada con lo fáctico, la objetivización de todo producto humano y del ser humano mismo, se instala triunfalmente.
Y esta nihilización lleva en si la destrucción de todo lo que toca.
Quisiera leer una parte del capítulo XII, que nos dice:
“¿Es que acaso la vida es solo acción y reacción? El hambre ensueña con la saciedad, lo aprisionado con lo suelto; el dolor busca el placer y el placer se hastía de sí mismo”.
“Si la vida es solo persecución de seguridad para quien teme al futuro; afirmación de si para el desorientado; anhelo de venganza para la frustración pasada… ¿Qué libertad, responsabilidad y compromiso podrá sostenerse como invicta bandera?”
“Y si la vida es solo el espejo que refleja un paisaje, ¿Cómo podrá cambiar aquello que refleja?”
“Si afirmas lo que se busca así mismo, aquello cuya naturaleza es transformarse, eso que no tiene saciedad en sí mismo y que por esencia está abierto al futuro, entonces amas la realidad que construyes. Esa es pues tu vida: ¡la realidad que construyes!”
“Que por tu boca hable la vida y ella diga: ¡No existe algo que pueda detenerme!”
“Inútil y malvada profecía que anuncia la hecatombe del mundo. Yo afirmo que el ser humano habrá no solamente de seguir viviendo, sino que crecerá sin límite. Y también digo que los negadores de la vida desean robar toda esperanza: palpitante corazón del acto humano”.
“Quiera tu futura alegría, que en los momentos más sombríos recuerdes esta frase:
¡La vida busca el crecimiento, no la compensación de la nada!”
Y más adelante se afirma:
“Por eso quiero a los santos que no temen, sino que verdaderamente aman y quiero a los que con su ciencia y su razón, vencen a diario el dolor y el sufrimiento. Y en verdad no veo diferencia entre el santo y el que alienta la vida con su ciencia. ¿Qué mejores ejemplos, que guías superiores a esos guías?
“Un sentido que quiera ir más lejos que lo provisional, no admitirá la muerte como el fin de la vida, sino que afirmara la trascendencia como máxima desobediencia al aparente destino”
“Si la razón debe estar en función de la vida, que sirva para hacernos saltar sobre la muerte. Que la razón entonces, elabore un sentido exento de toda frustración, de todo accidente, de todo agotamiento”.
Ya en estas frases aparece lo que, según dijéramos al comienzo de nuestra exposición, ha hecho que algunos pudieran clasificar a la obra, dentro de la literatura mística.
Si, tal vez entramos aquí en el terreno de la mística, pero en ella no hay dioses ni infiernos. Hay más bien el descubrimiento racional de que la creencia en la trascendencia es útil para la vida porque dota a esta de un sentido que lo fáctico no puede destruir.
Esta afirmación, proclama que la anulación del ente no es idéntica al anonadamiento del ser, pero que si por la ilusión naturalista se identifica al mundo de “lo dado” con el mundo humano de modo definitivo, en esa creencia estará la raíz del sufrimiento y, por lo tanto, la nihilización del futuro.
En los capítulos siguientes, la creencia aparece designada como “fe”.
Se pasa revista a los distintos tipos de fe: así hay una fe ingenua que lleva al accidente, una fe fanática que es también negadora de la existencia y una fe fundamentada que es útil para la vida.
Seguramente, el hecho de considerar a la fe en términos de utilidad, crea en el lector, una sensación ambigua. Esto es así, porque la palabra “fe” está cargada con las copresencias propias de los sistemas religiosos y ligada, por cierto, a lo espiritual.
Se piensa, en general, que lo espiritual y lo útil se oponen o, por lo menos, pertenecen a regiones que no tienen contacto entre sí. Ello no debe desorientar, si se comprende a la fe en función de la vida y no fuera de ella. Pero semejante discusión nos alejaría un tanto de los comentarios que ahora nos ocupan…
Prefiero retomar el tema de la contradicción para que todo lo anterior se clarifique al máximo dentro de lo que permite esta breve exposición. Veamos algunos parágrafos:
“La contradicción invierte la vida. Es la inversión de esa corriente creciente de la vida lo que se experimenta como sufrimiento.
Por ello, el sufrimiento es la señal que advierte sobre la necesidad de cambio en la dirección de las fuerzas que se oponen”.
“Todo acto contradictorio, que por cualquier circunstancia hayas efectuado en tu vida, tiene un inequívoco sabor de violencia interna y de traición a ti mismo…
Algo se fracturo y cambio tu rumbo. Por ello te predispuso a una nueva fractura.
Así es que todo acto contradictorio te obliga a su repetición aunque te opongas, del mismo modo en que todo acto de unidad te lleva a la repetición pero acrecienta la vida”.
“Los actos contradictorios o unitivos hacen a la esencial construcción de tu vida. En el momento en que te encuentres enfrentado a ellos, no debes equivocarte, porque si lo haces comprometerás tu futuro e invertirás la corriente de tu vida… ¿Cómo saldrás del sufrimiento luego?”
“Y cuál es el sabor del acto de unidad” Para reconocerlo te basaras en la profunda paz, que acompañada de una suave alegría, te pone de acuerdo contigo mismo.
Este acto tiene por señal a la verdad mas integra, porque en él se unifican en estrecha amistad el pensamiento, el sentimiento y el hacer en el mundo.
¡Indudable acción valida que se afirmaría mil veces más, si se viviera otras tantas vidas!”
“Todo fenómeno que hace retroceder el sufrimiento en otros, se registra en quien lo produce como acto valido, como acto de unidad”.
Aquí ya hemos llegado a la necesidad de una moral que no esté justificada simplemente por razones de convivencia social o porque la “naturaleza humana” así lo exige.
No hay moral que pueda asentarse valederamente en la imposición de lo fáctico, sino que por lo contrario debe admitir, la posibilidad de elegir entre un acto u otro.
En este caso, una nueva moral puede justificarse al comprender que la producción de actos contradictorios o unitivos encadena a las posteriores acciones en una dirección sufriente o felicitaría.
Como por otra parte, se ha destacado el paradigma de el acto de unidad en la ayuda a otros para su liberación del dolor y el sufrimiento, aparece claro que en el mundo social no hay acto moral aislado, que comience y termine en el individuo, sino que siempre implica a otros en su ejercicio y sus consecuencias.
Por ello también, en esta moral de la libertad, el acto moral de la libertad, el acto inmoral no empieza y termina en el individuo aislado sino que contamina a otros y trae sufrimiento al cuerpo social en mayor o menor medida, comprometiendo también su futuro.
Ya en el capitulo XV, se llegara a decir:
“Si hablamos del “dar” y de la “ayuda”, tu pensaras sobre lo que te pueden dar, o acerca de cómo te pueden ayudar…
Digo que tu egoísmo no es un pecado sino tu fundamental error de cálculo, porque has creído, ingenuamente, que recibir es más que dar…
Recuerda los mejores momentos de tu vida y comprenderás que siempre estuvieron relacionados con un dar desprendido.
Esta sola reflexión debería ser suficiente para cambiar radicalmente la dirección de tu existencia… Pero no será suficiente”.
“es de esperar que esté hablando –se sigue diciendo- para otro y no para ti, ya que seguramente habrás comprendido frases como “humanizar la tierra”, “abrir el futuro”, “sobrepasar el sufrimiento en el mundo que te rodea” y otras cuantas más, que tienen como base la capacidad de dar”.
“Amar la realidad que se construye, no es poner como clave del mundo, la solución a los propios problemas… ¿quieres sobrepasar tu contradicción profunda? Entonces produce acciones validas. Si ellas son tales, será porque estás dando ayuda a quienes te rodean”.
Ya a estas alturas puede comprenderse bien porque este libro ha sido calificado de religioso.
Reconsideremos por un momento temas mencionados como la fe, la trascendencia y por último la moral y entonces resultara inequívoca la sensación que tendrá cualquier clasificador formado en los esquemas convencionales.
Por nuestra parte, no hemos querido eludir palabras que se suponía comprendidas de una vez y para siempre.
Muy por el contrario, hemos tratado de redefinirlas y ubicarlas en un nuevo contexto de pensamiento, rescatándolas del campo que ha querido asignarle el bandolerismo semántico de los bienpensantes ajustados a la moda.
Repito ahora, lo dicho casi al comienzo de esta exposición. “El Paisaje Interno”, es un libro escrito en prosa poética, que trata acerca de la vida humana y que considera de ella el tema central del sentido.
Y si el tratamiento de tales temas necesariamente toca a la fe, a la trascendencia y a cuestiones de moral, no veo por cuales motivos todo esto deba ser eludido.
En cuanto a las consecuencias prácticas que se desprenden de los planteos de la obra, creo que los dos capítulos finales las aclaran convenientemente.
En lo que hace a la proyección social del punto de vista de “El Paisaje Interno”, esto ha quedado debidamente explicitado en la conferencia dada el 8 de Noviembre de 1981 en “la Mutualite” de Paris.
No será difícil para cualquier persona genuinamente interesada en el tema, apelar al texto mencionado.
De momento, es claro para todos los presentes que tales consideraciones no se ajustan al análisis de esta obra en el actual contexto.
Nada más, muchas gracias.
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Acto público del 8 de Noviembre de 1981, en “La Mutualite”, Paris, Francia. Silo
Nuestros amigos han presentado sus diversos puntos de vista. Concentrémonos ahora sobre las ideas principales de La Comunidad, que son estas:
1.- El ser humano nace en un mundo que no ha elegido y se encuentra sometido, desde el nacimiento a la muerte, al dolor físico y al sufrimiento mental.
2.- El dolor físico puede superarse en la medida en que avance la organización y la justicia social, y en la medida en que estas sean acompañadas por el desarrollo de la ciencia.
3.- El sufrimiento mental no puede ser superado simplemente por el desarrollo de las condiciones anteriores.
4.- Existe en el ser humano la posibilidad de elegir entre un acto de rebelión contra el dolor y el sufrimiento, o de sumisión a los mismos.
5.- La existencia de este acto de libertad es el fundamento de cualquier tipo de moral. Sin libertad de elección, no hay fundamento moral.
6.- Todo acto moral termina en otros y no en uno mismo.
7.- El acto moral por excelencia se formula de este modo:
“Trata a los demás como quieres que te traten a ti”.
8.- Es inmoral todo acto que produce en otros dolor y sufrimiento.
Son inmorales todas las formas de violencia física, económica, racial y religiosa.
9.- Todo ser humano tiene la obligación moral de actuar en contra de la violencia y a favor de aquello que supere el dolor y el sufrimiento.
10.- La acción debe desarrollarse en donde lleguen las posibilidades concretas de modificar y transformar situaciones.
Así, si mis posibilidades reales llegan hasta mi vecino, es un despropósito eludir esas responsabilidades desviando mi dirección hacia objetivos inalcanzables, mientras que si mis posibilidades de decisión y transformación llegan a todo el mundo, entonces sí, todo el mundo es mi prójimo.
11.- Es la unión de fuerzas en la dirección señalada la que puede ampliar el campo de decisión de las personas. Esta justifica el surgimiento de organizaciones humanas que se expresen como fuerza moral y que muestren su presencia social, de manera que las fuerzas de la inmoralidad y la violencia deban tenerlas más en cuenta.
De lo anterior se desprende que La Comunidad no se define como una organización política, sino que es la expresión organizada de una fuerza moral que sin presentar programas, tiene el derecho de denuncia y oposición a toda forma de violencia.
La Comunidad no exhorta a abandonar las organizaciones de las que participan las personas, por lo contrario, las invita a fortalecer su fe en ellas mismas y en los demás, y a desarrollar su capacidad de transformación en las organizaciones en las que se está incluido, a fin de moralizar posiciones e impulsar positivamente aquellas organizaciones en las que cada cual cree de buena fe, y que moralmente pueden ser justificadas.
La tierra se deshumaniza y se deshumaniza la vida, y la gente pierde fe en sí misma y en la vida.
Por ello humanizar la tierra es humanizar los valores de la vida.
¿Qué cosa es más importante que superar el dolor y el sufrimiento en los demás y en uno mismo?
Humanizar la tierra es humanizar también a quienes tienen influencia y decisión sobre otros, para que escuchen la voz de los que necesitan superar el dolor y el sufrimiento.
Y nuestro principio moral, opuesto a la insensibilidad, al egoísmo, al cinismo, debe operar en el medio inmediato de cada cual, porque si ello no ocurre y no se renueva la fe en uno mismo, en las posibilidades de cambio de los otros y en un futuro abierto, quedaremos paralizados y entonces sí, triunfara la deshumanización de la tierra.
Bueno es todo lo que mejora la vida. Malo todo lo que se le opone.
Bueno es dar fe a los pueblos en ellos mismos, Malo el fanatismo que se opone a la vida.
Bueno es lo que une al pueblo, malo aquello que lo desune.
Bueno es lo que afirma: “todavía hay futuro”. Malo es decir. “no hay futuro, ni sentido en la vida”
Por ello, si el desarrollo material lleva al sin-sentido, al suicidio, al alcoholismo, a la drogadicción, a la locura, a la enfermedad, a la violencia y a la muerte, algo se ha torcido en ese desarrollo y algo hay en esa dirección que ha fracasado y debe ser corregido con urgencia.
Decimos además, que es posible un cambio positivo en la dirección de la vida personal y que ese cambio comienza con un acto de reconciliación con el propio pasado.
Debes elegir entre la frustración, el resentimiento y la contaminación de esos sentimientos a tu alrededor, o la reconciliación que cambie el sentido de tu vida.
Por ello, si estás dispuesto positivamente, acompáñame en un acto libre, valiente y profundo que sea además un compromiso de reconciliación…
Pongámonos en pie, y entonces preguntemos:
¿Es necesario para mí y para otros que cambie o se fortalezca la dirección de mi vida?
¿Quiero cambiar o fortalecer la dirección de mi vida…?
¡Entonces debo reconciliarme con mi propio pasado!
Hoy, y no mañana, inicia una vida nueva. Besa a tu pareja y a tu hijo, abraza a tu madre y a tu padre, saluda a tu amigo y tu enemigo, y diles con el corazón abierto:
“Algo grande y nuevo sucedió hoy en mi”. Y explícales luego que paso, a fin de que ellos también puedan llevar este mensaje de reconciliación.
¡Paz, Fuerza y Alegría!
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