sábado, 1 de agosto de 2009

No Violencia en un mundo Violento - Dario Ergas


Es difícil el tema, pido en mi interior para que la inspiración envuelva a las palabras y a nuestro entendimiento.

Cuál es el problema. Si me atacan, si me vejan, si estoy sujeto a agresiones de todo tipo, cómo puedo defenderme de ellas sin la violencia.

Cómo puedo frenar una fuerza si no contrapongo otra fuerza similar.

Si un poder quiere aplastarme a mí, o a mi grupo, además ese poder me difama por los medios de comunicación, que otra me queda que detener esa violencia de algún modo.

Cómo puede hacer lo débil para enfrentarse a la violencia del fuerte.

Nadie quiere la violencia, pero como la violencia es ejercida sobre uno, su utilización queda siempre justificada. La violencia para frenar la violencia tiene un vaho de legitimidad.

“La No Violencia está bien para cuando estemos entre gente civilizada, pero mientras tengamos al frente unos trogloditas, quédese callado señor no violento y déjenos poner orden al desorden”, escuchamos decir.

Creo que este es más o menos el tema en cuestión. Cómo ser no violento en medio de un mundo violento.

La violencia, no es algo más de nuestra forma de vida de la cual podamos prescindir así como así.

Es un modo de acción social que viene de lejos en la historia humana, es una reacción al temor y al miedo bastante natural y bastante animal.

La violencia tiene raíces profundas en nosotros y no es cosa de erradicarla por decreto. La organización social está basada en la violencia.

Violencia monopolizada por los estados y en última instancia por los ejércitos.

Cuando la sociedad entra en pánico los ejércitos reaccionan.

Cuando el temor se apodera de la persona, se apodera de ella también la violencia.

Podemos decir de nosotros que somos gente buena y pacífica, pero si de pronto algo pone en peligro lo que es mío, lo que me da estabilidad, si cualquiera entra furtivamente para arrebatármelo, la violencia emerge desde las capas tectónicas de mi conciencia y un simio violento me reemplaza y ocupa mi cuerpo y estará pronto a reaccionar.

Si lo que me ataca es muy poderoso, entonces contengo mi violencia que transformada en resentimiento y en odio buscará su revancha.

Allí espera la venganza anidada culturalmente para satisfacerse cuando la oportunidad se presente.

¿Acaso alguno de nosotros que vive inmerso en la sociedad violenta, puede decir que está libre de ella? ¿Acaso no ejercemos violencia?

En los orígenes de la No Violencia un señor Mahavira, contempáraneo de Buda, decidió llegar hasta las últimas consecuencias sin ejercer la violencia.

Así no podía caminar para no pisar las hormigas que podría encontrar a su paso, y así en 30 años alimentándose a penas y sin moverse a penas, obtuvo la iluminación.

Hoy mismo algunos Jainistas herederos de las enseñanzas de Mahavira barren el suelo por donde caminan antes de pisarlo.


Para no ejercer violencia en medio de un sistema violento, no podríamos pagar ni recibir sueldos, salirnos de toda reglamentación estatal, no pagarles impuestos porque con eso que pagamos los estados se arman hasta los dientes, etc., tendríamos que aislarnos totalmente de la sociedad y seguramente que en vez de llamarnos místicos nos encerrarían en sus manicomios.

La violencia está en todas partes. La explotación, la manipulación, la discriminación, también son formas de violencia que se acumula en los que la sufren hasta explotar físicamente.

La tasa de interés financiero de los créditos para la salud, la educación y la vivienda, también es una forma de violencia.

Cuando ocurren los desbordes en las canchas de futbol, en China con las etnias religiosas o en la Amazonía peruana, nos sorprende, porque no vemos la acumulación de esas otras formas de violencia a las que las poblaciones están sometidas.

Todo bando contrario es siempre el violento y el bando de uno es el justo que fue obligado a utilizarla.
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Esto no es fácil cambiarlo, es una creencia que está muy arraigada. Intuimos que la violencia no se corresponde con lo humano, aunque sospechemos que es algo que arrastra desde su antepasado homínida, no vemos posibilidad de salir de ella.

Además cual sería la razón para salir de ella.

Mal que mal, la humanidad ha llegado hasta aquí y no ha sido necesario erradicarla.

Se ha podido controlar, conducir los impulsos violentos, se ha establecido un sistema de justicia, para usarla con cierta racionalidad.

Algunos se mueren cuando la violencia se escapa de control, pero todos nos moriremos algún día, por una razón u otra.

Tendría que haber un motivo muy poderoso para cambiar esa dirección de la conciencia

Algunas veces esa costra de sufrimiento y dolor que cubre nuestra vida, es atravesada por rayos que iluminan espacios de libertad, de amor, de amistad, de solidaridad, de tú, tú que importas mucho, a veces, mucho más que mucho.

Algunas veces un mundo nuevo aparece ante mis ojos, y me veo a mi mismo y me desconozco, pareciera que no soy yo, pero la felicidad me invade y eso me hace pensar, que no todo es miedo, no todo es sufrir, no todo es violencia.

Si tan solo ese rayo que me atraviesa a veces, pudiera ensanchar el agujero de la costra que me atrapa y que nos atrapa, si eso fuera posible, todo sería muy distinto.

Si eso fuera posible, la vida tendría un sentido para ser vivida.

Estamos hablando de los temas fundamentales de la vida humana.

La reflexión por la violencia nos enfrenta al sinsentido de la vida y si mi vida no tiene sentido y si todo termina con la muerte, no habrá energía suficiente para intentar un salto humano.

Silo, que es muy importante en la formulación actual de este problema, inició su mensaje en 1969 explicando que un manto de violencia se había extendido en la humanidad y que no había forma de salir de ella.

Que la violencia está en la propia conciencia, que su raíz es el sufrimiento y que se sufre por el temor a la soledad, el temor a la enfermedad y el temor a la muerte.

Que ese temor tratamos de resolverlo por medio de nuestros deseos, nuestras ilusiones y esperanzas, y que mientras más desproporcionados son nuestros deseos, más aumenta nuestro sufrimiento y nuestra violencia.

Así iniciaba Silo su enseñanza y luego expondría la parábola del carro del deseo, de sus ruedas llamadas del placer y del dolor y de un caballo, llamado Necesidad, que se agotaba cuando el carro del deseo estaba muy cargado.

Al pasar los años, estas frases encontrarán un extenso desarrollo en una filosofía, una sicología y en una mística.

El miedo, la nada y la muerte es el es la sustancia de la violencia, es de lo que está hecha.

Pero no es el miedo lo que fundamenta lo humano.

No es la muerte lo que le da significado, sino su necesidad de inmortalidad y de trascendencia.

Si la chispa de la inmortalidad estuviera guardada en el fondo del corazón humano, como una braza dormida que necesita un soplo para encenderse y si ese soplo de pronto la encendiera y quisiera salir de su mundo lejano para teñir el mundo humano.

Si no diera lo mismo una acción que otra, por que ciertas acciones encienden el fuego interno y otras acciones lo apaga.

Si el ser humano fuera la yesca en que anida la chispa divina y su acción fuera la piedra que la enciende, si ese fuego interior fuera tan intenso que iluminara el mundo que miro.

Si todo estuviera bañado por un fuego de esencia y sentido y si eso me colmara de los pies a la cabeza, no quisiera apagarlo nunca.

El acto moral lo es porque enciende la chispa divina al interior del ser.

La No violencia, es un estilo de vida, una búsqueda de lo sagrado, la manifestación de lo verdaderamente humano.

No es simplemente un acto político, es sobre todo un acto moral, es la búsqueda de un nuevo ser humano, es la presencia del futuro, es el encuentro con un ser que todavía no es.

La No Violencia es la fuerza que transformará al mundo porque me transformo a mi mismo para no convertirme en aquello con lo que lucho.

Cada vez me es más difícil dilucidar el tema, que puedo yo decir que sea sincero.

No puedo dar una cátedra, no sé cómo actuaría puesto en situación de violencia.

Tampoco es un dogma, no puedo exigirle a otro que actúe como a mí me parece, sólo puedo decidir, por mi forma de actuar.

Me siento todos los días obligado y presionado a tomar bandos, a tomar posiciones que no me gustan; cada decisión, cada acción es una referencia para algún otro que está cerca de mí, y para aquellos que me observan, mi decisión es importante.

No puedo juzgar lo que hará el otro, yo no estoy seguro para nada de tener la razón, ni tampoco lo que es mejor para los demás y para la sociedad.

Busco otra cosa, hay algo más y quiero que ese algo más se exprese en mi acción.

No quiero ejercer la violencia, no quiero ser parte de los grupos que la ejercen y trato de encontrar el camino, aunque muchas veces me veo atrapado en un bando.

Quiero que se exprese en mi actuar algo nuevo, algo distinto, los mejores sentimientos.

No quiero colaborar con el conocimiento que lleva a la destrucción, quiero saltar sobre mi resentimiento y quiero que sean los sentimientos más hermosos los que se expresen cuando estoy con otros.

No quiero imponer mis verdades, pero quiero sentirme libre para poder actuar de acuerdo con ellas.

En la situación de presión en la que vivo cotidianamente, quiero encontrar la libertad interna para actuar como ser humano, para reconocer al ser humano en los demás, y a través de mi acción llamarlo, hacer que aparezca, y si no es posible hacerlo aparecer en el presente, dejar la huella de una acción que pueda ser reconocida en el futuro, una acción que diga lo humano es posible de ser expresado.

Pero no puedo elegir por ti, así como tú no puedes elegir por mí.

Así como no puedo elegir por ti tampoco te puedo juzgar, pero no me pidas que te acompañe, no me pidas que te avale, tomaré mi elección y haré el vacío al poder, me mejoraré a mi mismo para que deje de interesarme, superaré mis deseos de poder, aprenderé a retroceder y trataré que mi acción muestre algo que todavía no existe, pero que existirá en el futuro.

Mi acción anunciará el mundo por venir, el ser humano del futuro.

Escucho apenas los pasos de la Marcha de la Paz y la No violencia, son suaves, no retumban como tambores de guerra, son soldados que a nadie vencerán, pero allí reconozco el eco de lo buscado, lo añorado, algo por lo que vale la pena vivir.

Gracias amigos,

Dario Ergas, 18 de Julio 2009 para la Fundación Laura Rodriguez

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Extraído de: www.darioergas.org
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