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ACLARACIÓN
Desde tiempos lejanos existió el afán por definir al mito, a la leyenda y a la fábula; por separar el cuento y el relato poco probable de la descripción veraz. Se ha realizado un gran trabajo para demostrar que los mitos son el ropaje simbólico de verdades fundamentales, o bien transposiciones de fuerzas cósmicas a seres con intención. Se ha dicho que se trata de transformismos en los que personajes vagamente históricos se elevan a la categoría de héroes o dioses. Se ha teorizado para mostrar las realidades objetivas que subyacen en la deformación de la razón. Se ha investigado para descubrir en esas proyecciones el conflicto psicológico profundo. Y así, esa enorme tarea ha resultado útil porque nos ha ayudado a comprender, casi en laboratorio, cómo los mitos nuevos luchan con los antiguos para ganar su espacio. Aún en las teorías científicas podemos observar que cuando se despegan del ámbito que les es propio y echan a volar sin demostración es porque ya se han instalado al nivel de creencia social y han cobrado la fuerza plástica de la imagen tan importante como referencia y tan decisiva para orientar conductas. Y en esa nueva imagen que irrumpe podemos ver los avatares de antiguos mitos remozados por la modificación del paisaje social al que se debe dar respuesta por exigencia de los tiempos.
El sistema de tensiones vitales al que está sometido un pueblo se traduce como imagen pero eso no basta para explicarlo todo a menos que se piense en burdos términos de reto y respuesta. Es necesario comprender que en toda cultura, grupo e individuo, existe una memoria, una acumulación histórica sobre la base de la cual se interpreta el mundo en que se vive. Esa interpretación es lo que configura, para nosotros, el paisaje que percibiéndose como externo está teñido por las tensiones vitales que ocurren en ese momento histórico o que han ocurrido hace mucho tiempo y que, residualmente, forman parte del esquema interpretativo de la realidad presente. Cuando descubrimos las tensiones históricas básicas en un pueblo dado, nos acercamos a la comprensión de sus ideales, aprensiones y esperanzas que no están en su horizonte como frías ideas sino como imágenes dinámicas que empujan conductas en una u otra dirección. Y, desde luego, determinadas ideas serán aceptadas con mayor facilidad que otras en la medida en que se relacionen más estrechamente con el paisaje en cuestión. Esas ideas serán experimentadas con todo el sabor de compromiso y verdad que tienen el amor y el odio, porque su registro interno es indudable para quien lo padece aún cuando no esté objetivamente justificado. Ejemplificando. Los temores de algunos pueblos se han traducido en imágenes de un futuro mítico en el que todo se derrumbará: caerán los dioses, los cielos, el arco iris y las construcciones; el aire se hará irrespirable y las aguas ponzoñosas; el gran árbol del mundo, responsable del equilibrio universal morirá y con él los animales y los seres humanos. En momentos críticos, esos pueblos han traducido sus tensiones por medio de inquietantes imágenes de contaminación y socavamiento. Pero eso mismo los ha impulsado en sus mejores momentos a «construir» con solidez en numerosos campos. Otros pueblos se han formado en el penoso registro de la exclusión y del abandono de paraísos perdidos, pero ello también los ha empujado a mejorar y a conocer incansablemente para llegar al centro del saber. Algunos pueblos parecen marcados por la culpa de haber matado a sus dioses y otros se sienten afectados por una visión polifacética y cambiante, pero ello ha llevado a unos a redimirse por la acción y a otros a la búsqueda reflexiva de una verdad permanente y trascendente. Con esto no queremos transmitir estereotipias porque estas fragmentarias observaciones no explican la extraordinaria riqueza del comportamiento humano, queremos más bien ampliar la visión que habitualmente se tiene de los mitos y de la función psicosocial con que cumplen.
Hoy están desapareciendo las culturas separadas y, por tanto, sus patrimonios míticos. Se advierten modificaciones profundas en los miembros de todas las comunidades de la Tierra que reciben el impacto no solamente de la información y la tecnología, sino también de usos, costumbres, valoraciones, imágenes y conductas sin importar mucho el punto de procedencia. A ese traslado no podrán sustraerse las angustias, las esperanzas y las propuestas de solución que tomando expresión en teorías o formulaciones más o menos científicas, llevan en su seno mitos antiguos y desconocidos para el ciudadano del mundo actual.
Al acercarnos a los grandes mitos hemos revalorizado a los pueblos desde la óptica de la comprensión de sus creencias básicas. No hemos tocado en este trabajo, a los hermosos cuentos y leyendas que describen los afanes de los semidioses y de los mortales extraordinarios. Nos hemos circunscripto a los mitos en los que el núcleo está ocupado por los dioses aunque la humanidad juegue en esa trama un papel importante. En lo posible, no hemos mezclado cuestiones de culto, considerando que ya se ha dejado de confundir a la religión práctica y cotidiana con las imágenes plásticas de la mitología poética. Por otra parte, hemos procurado tomar por referencia los textos originales de cada mitología, pretensión que nos ha acarreado numerosos problemas. Así, y a modo de mención, digamos que la riqueza mitológica de las civilizaciones cretense y micénica ha sido subsumida en un genérico capítulo de «Mitos greco-romanos» precisamente por no contar con textos originales de aquellas culturas. Otro tanto nos ha ocurrido con los mitos africanos, oceánicos y, en alguna medida, americanos. De todas maneras, los avances que están realizando antropólogos y especialistas en mitos comparados nos hacen pensar en un futuro trabajo que tenga por base a sus descubrimientos.
El título de este libro, Mitos Raíces Universales, exige algunas precisiones. Hemos considerado «raíz» a todo mito que pasando de pueblo en pueblo, ha conservado una cierta perdurabilidad en su argumento central, aún cuando se hayan producido modificaciones a través del tiempo en los nombres de los personajes considerados, en sus atributos y en el paisaje en que se inserta la acción. El argumento central, aquello que designamos como «núcleo de ideación», también experimenta cambios pero a una velocidad relativamente más lenta que la de elementos que podemos tomar por accesorios. De esta manera, al no tener en cuenta la variación del sistema de representación secundario, tampoco hemos convertido en decisiva la ubicación del mito en el momento preciso en el que éste surgió. Una pretensión opuesta a la mencionada no podría sostenerse por cuanto el origen del mito no puede filiarse en un momento exacto. En todo caso, son los documentos y los distintos vestigios históricos los que dan cuenta de la existencia del mito, los que caen dentro de una fechabilidad más o menos ajustada. Por otra parte, la construcción del mito no parece responder a un solo autor, sino a sucesivas generaciones de autores y de comentaristas que se van basando en un material de por sí inestable y dinámico. Los descubrimientos a los que actualmente arriban la arqueología, la antropología y la filología, actuando como auxiliares de la mitología comparada, nos muestran a ciertos mitos que considerábamos como originales de una cultura, perteneciendo a culturas anteriores o a culturas contemporáneas de las cuales aquélla recibió su influjo. De acuerdo a lo comentado, no hemos puesto especial interés en ubicar a los mitos en orden cronológico sino más bien en relación con la importancia que parecen haber adquirido en una cultura determinada aún cuando ésta sea posterior a otra en la que el mismo núcleo de ideación estaba ya actuando. Queda claro, por otra parte, que el presente trabajo no pretende ser ni una recopilación, ni una comparación, ni una clasificación sobre la base de categorías prefijadas, sino una puesta en evidencia de núcleos de ideación perdurables y actuantes en distintas latitudes y momentos históricos. A esto se podrá objetar que la transformación de los contextos culturales hace variar también las expresiones y los significados que se dan en su seno. Pero precisamente por ello es que hemos tomado mitos que han cobrado mayor importancia en una cultura y momento, aún cuando en otras oportunidades hayan existido pero sin cumplir con una función psicosocial relevante.
En cuanto a ciertos mitos que apareciendo en puntos aparentemente desconectados guardan entre sí importantes similitudes, habrá que revisar a fondo si es que tal desconexión histórica ocurrió efectivamente. En este campo los avances son muy rápidos y hoy ya nadie podría afirmar que, p.ej., las culturas de América son totalmente ajenas a las del Asia. Podrá decirse que cuando ocurrieron las migraciones a través del estrecho de Bering, hace más de veinte mil años, los pueblos del Asia no contaban con mitos desarrollados y que éstos solamente tomaron carácter cuando las tribus se asentaron. Pero, en todo caso, la situación pre mítica fue parecida en los pueblos que estamos mencionando y allí tal vez se encuentren pautas que aún desarrollándose desparejamente en sus diversas situaciones culturales mantuvieron algunos patrones comunes. Sea como fuere, esta discusión no está acabada y es prematuro adherir a cualquiera de las hipótesis hoy en pugna. En lo que a nosotros toca, poco importa la originalidad del mito sino, como hemos observado más arriba, la importancia que éste tiene en una determinada cultura.
Hemos puesto en letra diferente el texto original del texto de nuestra autoría para que pueda ser apreciado aquél en toda su riqueza. En cualquier obra de reconstrucción histórica (y ésta en alguna medida lo es), se hace distinguir claramente lo original de lo agregado posteriormente y creemos que el expediente de la letra resaltada cumple perfectamente con esa función. En cuanto a que en nuestro texto se trate de conservar un cierto estilo común con el original, en nada perturba a la obra y más bien creemos que facilita su comprensión. Las citas de fuentes consultadas y las notas que acompañamos sirven a la misma idea.
Este es el rapto de aquellos seres no comprendidos en su naturaleza íntima, grandes poderes que hicieron todo lo conocido y lo aún desconocido.
Esta es la rapsodia de la naturaleza externa de los dioses, de la acción vista y cantada por humanos que pudieron ubicarse en el mirador de lo sagrado.
Esto es lo que apareció como señal fijada en tiempo eterno capaz de alterar el orden y las leyes y la pobre cordura. Aquello que los mortales desearon que los dioses hicieran; aquello que los dioses hablaron a través de los hombres.
I. MITOS SÚMERO-ACADIOS
Gilgamesh (Poema del señor de Kullab)
Gilgamesh y la creación de su doble.
Aquél que todo lo supo y que entendió el fondo de las cosas. Aquél que todo lo vio y todo lo enseñó. Que conoció los países del mundo... Grande fue su gloria. Grande es tu gloria divino Gilgamesh!
El construyó los muros de Uruk. Emprendió un largo viaje y supo todo lo que ocurrió antes del Diluvio. Al regresar grabó todas sus proezas en una estela. Porque los grandes dioses lo crearon, dos tercios de su cuerpo son de dios y un tercio de hombre.
Cuando él hubo luchado contra todos los países regresó a Uruk, su patria. Pero los hombres murmuraron con odio porque Gilgamesh tomaba lo mejor de la juventud para sus hazañas y gobernaba férreamente. Por ello la gente fue a llevar sus quejas a los dioses y los dioses a Anu. Anu elevó el reclamo a Aruru y dijo estas palabras: (1) «Tú, Aruru, que creaste a la humanidad, crea ahora una copia de Gilgamesh: este hombre a su debido tiempo lo encontrará y mientras luchen entre ellos Uruk vivirá en paz». La diosa Aruru, cuando oyó este ruego, imaginó en sí misma una imagen del dios Anu, humedeció sus manos, amasó un bloque de arcilla, modeló sus contornos y formó al valiente Enkidu, el héroe augusto, el campeón del dios Ninurta. Todo su cuerpo es velludo, sus cabellos están peinados como los de una mujer, son espesos como la cebada de los campos. (2) Está vestido como el dios Sumuqan y nada sabe de los hombres ni las tierras. Con las gacelas se nutre de hierbas, con el ganado abreva en las fuentes. Sí, le gusta beber con los rebaños.
Con el tiempo, un cazador encontró a Enkidu y su rostro se contrajo por el temor. Se dirigió a su padre y le contó las proezas que había visto realizar a ese hombre salvaje. El viejo, entonces, envió a su hijo a Uruk a pedir ayuda a Gilgamesh.
Cuando Gilgamesh escuchó la historia de labios del cazador le recomendó a éste que tomara a una bella servidora del templo, a una hija de la alegría, y llevándola con él la pusiera al alcance del intruso. «De ese modo, cuando él vea a la moza quedará prendado de ella y olvidará a sus animales y sus animales no lo reconocerán». Así que hubo hablado el rey, el cazador procedió según las indicaciones llegando en tres días al lugar de encuentro. Pasaron uno y otro día más hasta que los animales llegaron a la fuente para abrevar. Tras ellos apareció el intruso quien vio a la servidora sentada. Pero cuando ésta se levantó y fue presta hacia él, Enkidu quedó atrapado por su belleza. Siete días estuvo con ella hasta que decidió ir por su ganado pero las gacelas y el rebaño del desierto se apartaron de él. Enkidu no pudo correr pero su inteligencia se abrió, pensamientos de hombre pesaron en su corazón.
Volvió a sentarse al lado de la mujer y ésta le dijo: «¿Por qué vives con el ganado como un salvaje? Ven, te guiaré a Uruk al santuario de Anu y de la diosa Ishtar, hasta Gilgamesh a quien nadie vence». Eso gustó a Enkidu porque su corazón buscaba a un amigo y por ello dejó que la joven lo guiara hasta los fértiles pastos a donde se encuentran los establos y los pastores. Pero la leche de las bestias salvajes él la mamaba y he aquí que le ofrecen pan y vino. Despedazó el pan, lo miró, lo examinó, pero Enkidu no supo qué hacer con él... La esclava sagrada tomó la palabra y dijo a Enkidu: «Come pan, ¡oh, Enkidu!, es fuente de vida; bebe el vino, es la costumbre del país». Entonces comió Enkidu el pan, comió hasta saciarse, bebió el vino, bebió siete veces... Un barbero esquiló el vello de su cuerpo y Enkidu se untó con óleos, como hacen los hombres, y vistió ropas de hombre y lució como un joven esposo. Tomó su arma, atacó a los leones y así permitió a los pastores reposar por la noche. Pero un hombre llegó hasta Enkidu, abrió la boca y dijo: «...¡Para Gilgamesh, rey de Uruk la bien cercada, se arrastra la gente a los cultivos! ¡A mujeres impuestas por la suerte el hombre fecunda, y después, la muerte! Por voluntad de los dioses tal es el decreto: desde el seno materno la muerte es nuestro destino». Enkidu enfurecido prometió cambiar el orden de las cosas.
Pero como Gilgamesh había visto en sueños al salvaje y había comprendido que en combate se habían de entender, cuando su oponente le interrumpió el paso, éste se abalanzó con la fuerza del toro bravo. Las gentes se arremolinaron contemplando la fiera lucha y celebraron el parecido de Enkidu con el rey. Ante la casa de la Asamblea lucharon. Las puertas convirtieron en astillas y demolieron los muros, y cuando el rey logró arrojar al suelo a Enkidu éste se apaciguó alabando a Gilgamesh. Por esto, ambos se abrazaron sellando su amistad.
El bosque de los cedros.
Gilgamesh tuvo un sueño y Enkidu dijo: «Este es el significado de tu sueño. El padre de los dioses te dio el cetro, tal es tu destino, pero no la inmortalidad. Te dio poder para someter y para liberar... no abuses de este poder. Sé justo con tus servidores, sé justo ante Samash». El rey Gilgamesh pensó entonces en el País de la Vida, el rey Gilgamesh recordó el Bosque de los Cedros. Y dijo a Enkidu: «No he grabado mi nombre en estelas, como mi destino decreta, iré por tanto al país donde se corta el cedro, me haré un nombre allí donde están escritos los de hombres gloriosos».
Enkidu entristeció porque él como hijo de la montaña conocía los caminos que llevaban al bosque. Pensó: «Diez mil leguas hay desde el centro del bosque en cualquier dirección de su entrada. En el corazón vive Jumbaba (cuyo nombre significa ‘Enormidad’). El sopla el viento de fuego y su grito es la tempestad». Pero Gilgamesh había decidido ir al bosque para acabar con el mal del mundo, el mal de Jumbaba. Y decidido como aquél estaba, Enkidu se preparó a guiarle no sin antes explicar los peligros. «Un gran guerrero que nunca duerme - dijo -, custodia las entradas. Sólo los dioses son inmortales y el hombre no puede lograr la inmortalidad, no puede luchar contra Jumbaba».
Gilgamesh se encomendó a Samash, al dios-sol. A él le pidió ayuda en la empresa. Y Gilgamesh recordó los cuerpos de los hombres que había visto flotar en el río al mirar desde los muros de Uruk. Los cuerpos de enemigos y amigos, de conocidos y desconocidos. Entonces intuyó su propio fin y llevando al templo dos cabritos, uno blanco sin mancha y otro marrón dijo a Samash: «En la ciudad el hombre muere, oprimido el corazón el hombre muere, no puede albergar esperanza en su corazón... ¡Ay!, largas jornadas llevan hasta la mansión de Jumbaba. Si esta empresa no puede ser llevada hasta el fin ¿por qué, oh Samash, llenaste mi corazón con el impaciente deseo de realizarla?»... Y Samash aceptó la ofrenda de sus lágrimas. Samash, el compasivo, le concedió su gracia. Celebró para Gilgamesh fuertes alianzas con todos los hijos de la misma madre, que reunió en las cuevas de la montaña.
Luego los amigos dieron órdenes a los artesanos para que forjaran sus armas y los maestros trajeron las jabalinas y las espadas, los arcos y las hachas. Las armas de cada uno pesaban diez veces treinta shekels y la armadura otros noventa. Pero los héroes partieron y en un día caminaron cincuenta leguas. En tres días hicieron tanto camino como el que hacen los viajeros en un mes y tres semanas. Aún antes de llegar a la puerta del bosque tuvieron que cruzar siete montañas. Hecho el camino allí la encontraron, de setenta codos de alto y cuarenta y dos de ancho. Así era la deslumbrante puerta que no destruyeron por su belleza. Fue Enkidu quien arremetió empujando sólo con sus manos hasta abrirla de par en par. Luego descendieron para llegar hasta el pie de la verde montaña.
Inmóviles contemplaron la montaña de cedros, mansión de los dioses. Allí los arbustos cubrían la ladera. Cuarenta horas se extasiaron mirando el bosque y viendo el magnífico camino, el que Jumbaba recorría para llegar a su morada...
Atardeció y Gilgamesh cavó un pozo. Esparciendo harina pidió sueños benéficos a la montaña. Sentado sobre sus talones, la cabeza sobre sus rodillas, Gilgamesh soñó y Enkidu interpretó los sueños auspiciosos. En la noche siguiente Gilgamesh pidió sueños favorables para Enkidu, mas los sueños que tendió la montaña fueron ominosos. Después Gilgamesh no despertó y Enkidu haciendo esfuerzos logró ponerlo en pie. Cubiertos con sus armaduras cabalgaron la tierra como si llevaran vestiduras livianas. Llegaron hasta el inmenso cedro y, entonces, las manos de Gilgamesh blandiendo el hacha al cedro derribaron. Desde lejos Jumbaba lo oyó y gritó enfurecido: «¿Quién es éste que ha violado mi bosque y cortado mi cedro?». Gilgamesh respondió: «No volveré a la ciudad, no, no desharé el camino que me trajo al País de la Vida, sin combatir con este hombre, si pertenece a la raza humana, sin combatir con este dios, si es un dios... La barca de la muerte no navegará para mí, no hay en el mundo tela de la que cortar un sudario para mí, ni mi pueblo conocerá la desolación, ni mi hogar verá arder la pira fúnebre, ni el fuego quemará mi casa».
Jumbaba salió de su mansión y clavó el ojo de la muerte en Gilgamesh. Pero el dios-sol, Samash, levantó contra Jumbaba terribles huracanes: el ciclón, el torbellino. Los ocho vientos tempestuosos se arrojaron contra Jumbaba de manera que éste no pudo avanzar ni retroceder mientras Gilgamesh y Enkidu cortaban los cedros para entrar en sus dominios. Por eso, Jumbaba terminó presentándose manso y temeroso ante los héroes. Él prometió los mejores honores y Gilgamesh estaba por asentir abandonando sus armas, cuando Enkidu interrumpió: «¡No lo oigas! ¡No amigo mío, el mal habla por su boca! ¡Debe morir a manos nuestras!» Y gracias a la advertencia de su amigo, Gilgamesh se recobró. Tomando el hacha y desenvainando la espada hirió a Jumbaba en el cuello, mientras Enkidu hacía otro tanto, hasta que a la tercera vez Jumbaba cayó y quedó muerto. Silencioso y muerto. Entonces le separaron la cabeza del cuello y, en ese momento, se desató el caos porque el que yacía era el Guardián del Bosque de los Cedros. Enkidu taló los árboles del bosque y arrancó las raíces hasta las márgenes del Éufrates. Luego, poniendo la cabeza del vencido en un sudario la mostró a los dioses. Cuando Enlil, señor de la tormenta, vio el cuerpo sin vida de Jumbaba, enfurecido quitó a los profanadores el poder y la gloria que habían sido de aquel y los dio al león, al bárbaro, al desierto.
Gilgamesh lavó su cuerpo y arrojó lejos sus vestiduras ensangrentadas, ciñendo otras sin mácula. Cuando en su cabeza brilló la corona real, la diosa Ishtar puso en él sus ojos. Pero Gilgamesh la rechazó porque ella había perdido a todos sus esposos y los había reducido a la servidumbre más abyecta por medio del amor. Así dijo Gilgamesh: «¡Eres una ruina que no da al hombre abrigo alguno contra el mal tiempo, eres una puerta trasera que no resiste la tempestad, eres un palacio saqueado por los héroes, eres una emboscada que disimula sus traiciones, eres una pústula inflamada que quema a quien la tiene, eres un odre lleno de agua que inunda a su portador, eres un pedazo de piedra blanda que desmorona a las murallas, eres un amuleto incapaz de proteger en país enemigo, eres una sandalia que hace tropezar a su dueño en el camino!»
El Toro celeste, la muerte de Enkidu y el descenso a los infiernos.
Furiosa la princesa Ishtar se dirigió a su padre Anu y amenazó con romper las puertas del Infierno para hacer salir de él un ejército de muertos más numeroso que el de los vivos. Así vociferó: «Si no arrojas sobre Gilgamesh al Toro Celeste, yo haré eso». Anu acordó con ella, a cambio de la fertilidad de los campos por siete años. Y de inmediato creó al Toro Celeste que cayó sobre la tierra. En la primera embestida, la bestia mató a trescientos hombres. En la segunda otros centenares cayeron. En la tercera cargó contra Enkidu pero éste la retuvo por los cuernos.
El Toro Celeste echaba espuma por la boca y golpeaba a Enkidu furiosamente con su cola. Entonces Enkidu saltó por sobre la bestia y la derribó cuan larga era retorciéndole la cola. Y grito: «Gilgamesh, amigo mío, prometimos dejar nombres duraderos. Clávale ahora tu espada entre la nuca y los cuernos». Y Gilgamesh clavó su espada entre la nuca y los cuernos del Toro Celeste y lo mató... Después arrancaron del Toro Celeste el corazón, lo ofrendaron al dios Samash... Entonces, la diosa Ishtar ascendió la muralla de Uruk, la bien cercada, ascendió a lo más alto de la muralla y profirió una maldición: «¡Maldito sea Gilgamesh, pues me burló matando el Toro Celeste!». Oyó Enkidu estas palabras de Ishtar y arrancando las partes del Toro Celeste se las arrojó al rostro.
Cuando llegó el día, Enkidu tuvo un sueño. En él estaban los dioses reunidos en consejo: Anu, Enlil, Samash y Ea. Ellos discutieron por la muerte de Jumbaba y del Toro Celeste y decretaron que de los dos amigos, Enkidu debía morir. Luego del sueño despertó y contó lo visto. Volvió entonces a soñar y esto es lo que relató: «La flauta y el arpa cayeron en la Gran Mansión; Gilgamesh metió en ella su mano, no pudo alcanzarlas, metió su pie, no pudo alcanzarlas. Entonces Gilgamesh se sentó frente al palacio de los dioses del mundo subterráneo, derramó lágrimas y su rostro se puso amarillo. ‘¡Oh, mi flauta, oh, mi arpa! ¡Mi flauta cuyo poder era irresistible! Mi flauta, ¿quién la traerá de los infiernos?’. Su servidor Enkidu le dijo: ‘¿Mi señor, por qué lloras? ¿Por qué está triste tu corazón? Hoy iré a buscar tu flauta a los infiernos’... ¡Pueda Enkidu volver de los infiernos!... (Entonces) el padre Ea se dirigió al valiente héroe Nergal: ‘¡Abre ya el foso que comunica con los infiernos! Que el espíritu de Enkidu vuelva de los infiernos y pueda hablar con su hermano’... El espíritu de Enkidu como un soplo salió de los infiernos y Gilgamesh y Enkidu hablaron. -Dime amigo mío, dime amigo mío, dime la ley del mundo subterráneo, tú la conoces... -¿Aquél que cayó en la batalla lo has visto? -Lo he visto, su padre y su madre le mantienen la cabeza en alto y su esposa lo abraza. -¿Aquél cuyo cadáver quedó abandonado en el llano lo has visto? -Lo he visto, su espíritu no tiene descanso en los infiernos. -¿Aquél cuyo espíritu a nadie tiene que le rinda culto lo has visto? -Lo he visto, come los restos de las ollas y los residuos de los platos que se tiran a la calle». (3)
Enkidu enfermó y murió. Gilgamesh dijo entonces: «Sufrir. ¡La vida no tiene otro sentido que morir! ¿Moriré yo como Enkidu? He de buscar a Utnapishtim a quien llaman ‘El Lejano’ para que explique cómo es que llegó a inmortal. Primeramente manifestaré mi luto, luego vestiré la piel de león, e invocando a Sin me pondré en camino».
Había Gilgamesh recorrido todos los caminos hasta llegar a las montañas, hasta las mismas puertas del Sol. Allí se detuvo frente a los hombres-escorpión, los terribles guardianes de las puertas del Sol. Preguntó por Utnapishtim: «Deseo interrogarlo sobre la muerte y la vida». Entonces, los hombres-escorpión trataron de disuadirlo de la empresa. «Nadie que entre a la montaña ve la luz», dijeron. Pero Gilgamesh pidió que le abrieran la puerta de la montaña y así se hizo por fin. Caminando horas y horas dobles en la profunda oscuridad vio en la lejanía una claridad y al llegar a ella salió de frente al Sol. Y allí estaba el jardín de los dioses. Sus ojos vieron un árbol y hacia él se dirigió: de sus ramas de lapislázuli pendía, como espeso fruto, el rubí.
Vestido con la piel de león y comiendo carne de animales, Gilgamesh vagaba por el jardín sin saber en qué dirección ir, por esto cuando Samash lo vio, apiadado le dijo: «Cuando los dioses engendraron al hombre reservaron para sí la inmortalidad. La vida que buscas nunca la encontrarás» (4). Pero Gilgamesh llegó a la playa, hasta el barquero de El Lejano. Hechos a la mar divisaron la tierra, pero Utnapishtim que los vio llegar pidió explicaciones al acompañante de su barquero. Gilgamesh dio su nombre y explicó el sentido de la travesía.
El diluvio universal.
Y dijo Utnapishtim: «Te revelaré un gran secreto. Hubo una ciudad antigua llamada Surupak, a orillas del Éufrates. Era rica y soberana. Todo allí se multiplicaba, los bienes y los seres humanos crecían en abundancia. Pero Enlil molesto por el clamor, dijo a los dioses que ya no era posible conciliar el sueño y exhortó a poner fin al exceso desencadenando el diluvio. Ea, entonces, en un sueño me reveló el designio de Enlil. ‘Derriba tu casa y salva tu vida, construye una barca que habrá de ser techada y de igual largo que ancho. Luego, llevarás a la barca la simiente de todo ser vivo. Si te preguntan por tu trabajo dirás que decidiste ir a vivir al golfo’. Mis pequeños acarreaban betún y los grandes hacían todo lo que era necesario. En el quinto día terminé la quilla y el armazón. En sus costillas con premura aseguré la entabladura. El piso cuatro veces diez áreas tenía por medida, cada lado del piso, formaba un cuadrado que medía doce veces diez codos de largo, cada pared desde el piso al techo medía doce veces diez codos de alto. Bajo el techo construí seis cubiertas, con el piso, siete, y dividí cada una en nueve partes con delgadas paredes... Trabajo pleno de dificultades fue botarlo, pesado fue acarrear los troncos de arriba hasta abajo, hasta que rodando sobre ellos, el barco estuvo sumergido en sus dos tercios. El séptimo día el barco estuvo completado y cargado con todo lo necesario. Mi familia, parientes y artesanos cargué en la barca y luego hice entrar a los animales domésticos y salvajes. Cuando llegó la hora, esa tarde, Enlil envió al Jinete de la Tormenta. Entré en la barca y la cerré con betún y asfalto y como todo estaba listo di el timón al barquero Puzur-Amurri. Nergal arrancó las compuertas de las aguas inferiores y tronando, los dioses, arrasaron campos y montañas. Los jueces del Infierno, los Anunnaki, lanzaron sus teas y se hizo de noche el día. Día tras día arreciaba la tempestad y parecía cobrar nuevo brío de sí misma. Al séptimo día el diluvio se detuvo y el mar quedó en calma. Abrí la escotilla y el sol me dio de pleno. En vano escruté, todo era mar. Lloré por los hombres y los seres vivos nuevamente convertidos en barro. Solamente descubrí una montaña distante unas catorce leguas. Y allí, en el monte Nisir, la barca se detuvo. El monte Nisir le impidió moverse... Cuando llegó el séptimo día solté una paloma y la paloma se alejó, pero regresó, como no había lugar de reposo para ella, volvió. Entonces solté una golondrina, y la golondrina se alejó pero regresó, como no había lugar de reposo para ella, volvió. Entonces solté un cuervo, y el cuervo se alejó, vio que las aguas habían descendido, y comió, revoloteó, graznó y no regresó. Luego los dioses se reunieron en consejo y recriminaron a Enlil el castigo tan duro que había dado a las criaturas, así es que Enlil vino a la barca y haciendo arrodillar a mi mujer y a mí, tocó nuestras frentes al tiempo que decía: ‘En los tiempos pasados Utnapishtim era mortal, mas desde ahora será un dios como nosotros y vivirá lejano en la boca de los ríos, y su mujer para siempre lo acompañará’. En cuánto a ti, Gilgamesh, ¿por qué los dioses habrían de otorgarte la inmortalidad?».
El regreso.
Utnapishtim sometió a Gilgamesh a una prueba. Este debía tratar de no dormir durante seis días y siete noches. Pero en cuanto el héroe se sentó sobre sus talones una niebla desmadejada de la lana del sueño cayó sobre él. «¡Míralo, mira a quien busca la inmortalidad!», así dijo El Lejano a su mujer. Despertando, Gilgamesh se quejó amargamente por el fracaso: « ¿Adónde iré? La muerte está en todos mis caminos». Utnapishtim, contrariado, ordenó al barquero que al hombre regresara pero no sin piedad por él decretó que sus vestiduras jamás envejecieran, así nuevamente en su patria habría de lucir espléndido a los ojos mortales. Al despedirse, El Lejano susurró: «¡Hay en el fondo de las aguas una planta, al licio espinoso es similar pues hiere como las espinas de un rosal, las manos puede desgarrar: pero si tus manos se apoderan de ella y la conservan, ¡serás inmortal!»
Gilgamesh entró en las aguas atando a sus pies pesadas piedras. Se apoderó de la planta y emprendió el regreso mientras se dijo a sí mismo: «Con ella daré de comer a mi pueblo y yo también habré de recuperar mi juventud». Luego caminó horas y dobles horas dentro de la oscuridad de la montaña hasta franquear la puerta del mundo. Después de esos trabajos vio una fuente y se bañó, pero una serpiente salida de las profundidades arrebató la planta y fue a sumergirse fuera del alcance de Gilgamesh.
Así volvió el mortal con las manos vacías, con el corazón vacío. Así volvió a Uruk la bien cercada.
El destino de Gilgamesh, que Enlil decretó, se ha cumplido... Pan para Neti el Guardián de la Puerta. Pan para Ningizzida el dios-serpiente, señor del Arbol de la Vida. También para Dumuzi el joven pastor que la tierra fertiliza. (5)
Aquél que todo lo supo y que entendió el fondo de las cosas. Aquél que todo lo vio y todo lo enseñó. Que conoció los países del mundo... ¡Grande fue su gloria!
Él, que construyó los muros de Uruk, que emprendió un largo viaje y que supo todo lo que ocurrió antes del Diluvio, al regresar grabó sus proezas en una firme estela.
II. MITOS ASIRIO-BABILÓNICOS.
Enuma Elish (Poema de la Creación) (1)
El caos original.
Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado y en lo bajo la tierra no había sido mencionada, del Abismo y la Impetuosidad se mezclaron las aguas. Ni los dioses, ni las marismas, ni los juncales existían. En ese caos fueron engendradas dos serpientes que durante mucho tiempo crecieron en tamaño, dando lugar a los horizontes marinos y terrestres. Ellos separaron los espacios, ellos fueron los límites de los cielos y la tierra. De esos límites nacieron los grandes dioses que se fueron agrupando en distintas partes de lo que era el mundo. Y estas divinidades siguieron engendrando, perturbando así a los grandes formadores del caos original.
Entonces, el abismal Apsu se dirigió a su esposa Tiamat, madre de las aguas oceánicas y le dijo: «El proceder de los dioses me es insoportable, su jolgorio no me deja dormir, ellos se revuelven por su cuenta siendo que nosotros no hemos fijado ningún destino».
Los dioses y Marduk.
Así habló Apsu a Tiamat, la resplandeciente. De tal manera fue dicho esto que Tiamat enfurecida se puso a gritar: «Vamos a destruir a esos revoltosos así podremos dormir». Y ella estaba rabiosa y se agitaba dando grandes voces. Fue de ese modo que uno de los dioses, Ea, comprendiendo el designio destructivo extendió sobre las aguas un encantamiento. Y con él dejó profundamente dormido a Apsu (tal era su deseo), atándolo con cadenas. Finalmente lo mató, desgarró su cuerpo y sobre él estableció su morada. Allí vivió Ea con su esposa Damkina hasta que de esa unión nació Marduk.
El corazón de Ea se exaltó al ver la perfección de su hijo, rematada por su doble cabeza divina. La voz del niño ardía en llamaradas, mientras sus cuatro ojos y sus cuatro oídos escudriñaban todas las cosas. Su cuerpo enorme y sus miembros incomprensibles estaban bañados por un fulgor que era fuerte en extremo cuando los relámpagos se arremolinaban sobre él.
La guerra de los dioses.
Mientras Marduk crecía y ordenaba el mundo, algunos dioses se acercaron a Tiamat a recriminarle su falta de valor diciéndole: «Mataron a tu consorte y te quedaste callada y ahora tampoco nosotros podemos descansar. Te convertirás en nuestra fuerza vengadora y nosotros caminaremos a tu lado e iremos al combate». Así gruñían y se amontonaban alrededor de Tiamat, hasta que ella cavilando sin cesar decidió por fin modelar armas para sus dioses. Rabiosa creó a los monstruos-serpientes de garras venenosas; a los montruos-tempestad; a los hombres-escorpiones; a los leones-demonios; a los centauros y a los dragones voladores. Once monstruos irresistibles creó Tiamat y luego de entre sus dioses elevó a Qingu y lo designó jefe de su ejército. (2)
Ella exaltó a Qingu y lo constituyó en jefe de ellos, para ir el primero delante del ejército, para dirigir la tropa, para llevar las armas y desencadenar el ataque, llevando la dirección suprema en el combate.
Ella los confió a sus manos cuando le hizo sentarse en la asamblea:
«¡Yo he pronunciado en favor tuyo el conjuro, exaltándote en la asamblea de los dioses, y te he dado todo poder para dirigir a todos los dioses! ¡Tú eres magnífico, mi único esposo eres tú! ¡Que los Anunnaki exalten tu nombre por encima de todos ellos!»
Ella le dio las Tabletas del Destino, y las sujetó a su cuello: «¡En cuanto a ti, tu mandato no cambiará, permanecerá la palabra de tu boca!» (3)
Pero Ea, al conocer nuevamente los perversos designios buscó ayuda en otros dioses y proclamó: «Tiamat, nuestra engendradora, nos aborrece. Ha puesto a su alrededor y en contra nuestro a los terribles Anunnaki. Ha enfrentado a la mitad de los dioses con la otra mitad, ¿cómo podremos hacerla desistir? Pido que los Igigi se reúnan en consejo y resuelvan». Y así se concentraron las muchas generaciones de Igigi, pero nadie pudo resolver la cuestión. Cuando pasado el tiempo ni emisarios ni valientes pudieron cambiar los designios de Tiamat, el anciano Anshar se levantó pidiendo por Marduk. Entonces Ea fue hasta su hijo y le rogó que prestara ayuda a los dioses. Pero Marduk replicó que en tal caso habría de ser elevado como jefe. Eso dijo Marduk y fue hacia el consejo.
(los dioses)... comieron pan festivo y tomaron vino; mojaron sus copas de beber con el dulce licor. Cuando habían bebido la fuerte bebida, sus cuerpos se hincharon; empezaron a gritar, cuando se exaltó su corazón y para Marduk, el vengador de ellos, fijaron el destino.
Prepararon para él un trono principesco; en presencia de sus padres se sentó presidiendo...
«... ¡Oh Marduk, tú eres realmente nuestro vengador! Te hemos otorgado la soberanía sobre todo el universo. Cuando te sientes en la asamblea tu palabra será suprema ¡Tus armas no fracasarán: aplastarás a tus enemigos! ¡Oh Señor, protege la vida del que confía en ti; pero derrama la vida del dios que ha concebido el mal!»
Colocaron en medio de ellos un vestido, y dirigieron a Marduk, el primogénito de ellos, la palabra: «¡Señor, tu destino es el primero entre los dioses! Decide arruinar o crear, habla y así será: abre la boca, y el vestido desaparecerá; habla de nuevo y el vestido se volverá intacto» (En efecto), habló con su boca y el vestido desapareció, habló de nuevo y el vestido quedó restaurado. Cuando los dioses, sus padres, vieron la eficacia de su palabra, se alegraron y rindieron homenaje: «¡Marduk es rey!». Le entregaron el cetro, el trono y el palu; y le dieron el arma sin rival, que rechaza a los enemigos: «Vete y quita la vida a Tiamat; ¡que los vientos lleven su sangre a lugares secretos!» (4)
El señor hizo un arco y lo colgó con su carcaj a su lado. Hizo una red para atrapar a Tiamat. Levantó la maza y puso en su frente el relámpago al tiempo que su cuerpo se llenó de fuego. Luego detuvo a los vientos para que nada de Tiamat pudiera escapar, pero creó los huracanes e hizo surgir la tormenta diluvial, al tiempo que montó en el carro-tempestad. A él unció la cuadriga de nombres terroríficos y como el rayo enfiló hacia Tiamat. Ésta en su mano sostenía una planta que expulsaba veneno, pero el Señor se acercó para escudriñar en su interior y percibir las intenciones de los Anunnaki y de Qingu. (5)
- ¿Es que eres tan importante para elevarte por encima mío como supremo dios? - bramó rabiosa Tiamat.
- Tú te has exaltado altamente y has elevado a Qingu como poder ilegítimo. Tú odias a tus hijos y les procuras el mal. ¡Ahora en pie y choquemos en combate! - respondió Marduk, al tiempo que los dioses afilaban sus armas.
Tiamat conjuró y recitó sus fórmulas, y los dioses salieron a la lucha. Entonces, el Señor arrojó su red y la terrible Tiamat abrió su enorme boca. En el momento, aquel soltó los huracanes que penetraron en ella y lanzó la flecha que atravesó su vientre. Después se hizo cargo de sus oscuras entrañas hasta dejarla sin vida. El horrible ejército se desbandó y en confusión las afiladas armas fueron destrozadas. Ceñidos en la red, los prisioneros fueron arrojados a las celdas de los espacios subterráneos. El soberbio Qingu fue despojado de las Tabletas del Destino, que no le pertenecían, y encarcelado también con los Anunnaki. Así, las once criaturas, que había creado Tiamat, fueron convertidas en estatuas para que nunca se olvidara el triunfo de Marduk.
La creación del mundo.
Luego de reforzar la prisión de sus enemigos y de sellar y sujetar a su pecho las Tabletas del Destino, el Señor volvió sobre el cuerpo de Tiamat. Despiadadamente aplastó su cráneo con la maza, separó los conductos de su sangre, que el huracán llevó a lugares secretos, y al ver la carne monstruosa concibió ideas artísticas. Así es que cortó a lo largo el cadáver como si fuera un pescado, levantando a una de sus partes hasta lo alto del cielo. Allí la encerró y colocó un guardián para que impidiera la salida de las aguas. Luego atravesando los espacios inspeccionó las regiones y midiendo el abismo estableció su morada sobre él. Así creó los cielos y la tierra y estableció sus límites. Entonces, construyó casas para los dioses iluminándolas con estrellas.
Después de hacer el año, determinó en él doce meses por medio de sus figuras (6). A éstas las dividió hasta precisar los días. A los costados reforzó los cerrojos de izquierda y de derecha, poniendo entre ambos el zenit. Destacó a Samash (7) la partición del día y la noche y puso la brillante estrella de su arco (8) para mirada de todos. Encargó a Nebiru (9) la división de las dos secciones celestes al norte y al sur. En medio de la oscuridad encomendó a Sin iluminar, ordenando los días y las noches.
«Cada mes, sin cesar, le darás la forma de una corona. Al principio del mes para brillar sobre el país tú mostrarás los cuernos para determinar seis días; al día séptimo serás media corona. Al día catorce te pondrás de frente al sol. A medio mes, cuando el sol te alcance en la base de los cielos, disminuye tu corona y haz menguar la luz. Y al desaparecer aproxímate al curso del sol. En el día veintinueve te pondrás de nuevo en oposición al sol». (10)
Después, volviéndose hacia Tiamat, tomó su saliva y con ella formó las nubes. Con su cabeza produjo los montes y de sus ojos hizo fluir el Tigris y el Éufrates. Finalmente, de sus ubres creó las grandes montañas y perforó los manantiales para que los pozos dieran agua.
Finalmente, Marduk solidificó el suelo levantando su lujosa morada y su templo, ofreciéndolos a los dioses para que se alojaran allí cuando concurrieran a las asambleas en las que debían fijar los destinos del mundo. Por consiguiente, a estas construcciones les llamó «Babilonia», que quiere decir «la casa de los grandes dioses». (11)
La creación del ser humano.
Al terminar su obra el Señor fue exaltado por los dioses y entonces como reconocimiento a ellos dijo: «Voy a amasar mi sangre y formar huesos. Voy a suscitar un hombre... que se encargue del culto de los dioses, para que puedan estar a gusto. Yo transformaré astutamente los caminos de los dioses. Aunque reverenciados por igual se dividirán en dos grupos». (12)
Le respondió Ea, dirigiéndole una palabra para contarle un plan que aliviara a los dioses: «Que uno de sus hermanos sea entregado; él solo perecerá para que la humanidad pueda ser modelada. Que los grandes dioses estén aquí en la asamblea; que el culpable sea entregado para que ellos puedan permanecer». (13)
Marduk hizo traer a los Anunnaki cautivos y les preguntó, bajo juramento, acerca del culpable de la insurrección prometiendo la vida a quienes declararan la verdad. Entonces los dioses acusaron a Qingu.
«Fue Qingu el que planeó la insurrección e hizo a Tiamat rebelde y dio la batalla». Le ataron, sujetándole delante de Ea. Le pidieron cuenta de su culpa y separaron su sangre. Con su sangre modelaron la humanidad. Ea obligó a aceptar el servicio, y dejó libres a los dioses. Después Ea, el sabio, creó a la humanidad; impuso sobre ella el servicio de los dioses. Esta obra fue incomprensible. (14)
Y así el Señor dejó libres a los dioses y los dividió en trescientos arriba y trescientos abajo constituyéndolos en guardianes del mundo. Agradecidos los Anunnaki edificaron un santuario y elevaron la cima del Esagila y luego de haber alzado una torre con gradas establecieron en ella una nueva morada para Marduk. (15)
Cuando los grandes dioses se hubieron reunido exaltaron el destino de Marduk y se inclinaron hacia abajo, pronunciando en medio de ellos una maldición, jurando por el agua y el aceite poner la vida en peligro. (16)
«... Que los ‘cabezas negras’ esperen en sus dioses. En cuanto a nosotros, aunque se le pueda llamar (a Marduk) con muchos nombres, ¡él es nuestro dios! Proclamemos, pues, sus cincuenta nombres». (17)
Y las estrellas brillaron y todos los seres creados por los dioses se alegraron. También la humanidad se reconoció en el Señor. Por ello, que haya memoria de todo lo ocurrido. Que los hijos aprendan de sus padres esta enseñanza. Que los sabios escudriñen el sentido de El canto de Marduk que venció a Tiamat y logró el reinado. (18)
III. MITOS EGIPCIOS.
Ptah y la creación. (1)
Sólo había un mar infinito, sin vida y en absoluto silencio. Entonces llegó Ptah con las formas de los abismos y las distancias, de las soledades y de las fuerzas. Por ello Ptah veía y oía, olía y percibía en su corazón la existencia. Pero lo que percibía lo había ideado antes en su interior. Así tomó la forma de Atum y devorando su propia semilla, parió al viento y la humedad a quienes expulsó de su boca creando a Nut, el cielo y a Geb, la tierra. Atum, el no-existente, fue una manifestación de Ptah. Así, inexistentes fueron antes de Ptah las nueve formas fundamentales y el universo con todos los seres que Ptah concibió dentro de sí y con su sola palabra puso en la existencia. Después de haber creado todo de su boca, descansó. Por esto, hasta el fin de los tiempos serás invocado: ¡Inmenso, inmenso Ptah, espíritu fecundador del mundo! (2)
Las formas de los dioses son formas de Ptah y solamente por la conveniencia humana Ptah es adorado con muchos nombres y sus nombres mudan y se olvidan; nuevos dioses siguen a los antiguos pero Ptah permanece ajeno a esto. Él creó el cielo como conductor y a la tierra la circundó de mar; también creó el tártaro para que se apaciguaran los muertos. Fijó su rumbo a Ra de horizonte a horizonte en los cielos, e hizo que el hombre tuviera su tiempo y su dominio; así hizo también con el faraón y con cada reino.
Ra, en su camino por los cielos reformó lo establecido y apaciguó a los dioses que estaban descontentos. Amaba a la creación y dio amor a los animales para que estuvieran felices, luchando contra el caos que hacía peligrar su vida. Dio límites a la noche y al día y fijó las estaciones. Puso ritmo al Nilo para que anegara el territorio y luego se replegara para que todos pudieran vivir del fruto de sus aguas. Él sometió a las fuerzas de la oscuridad. Por ser quien trajo la luz fue llamado Amon-Ra por quienes creyeron que Amon nació de un huevo que al romperse en un destello dio lugar a las estrellas y otras luminarias.
Pero la genealogía de los dioses comienza en Atum que es el padre-madre de los dioses. Él engendró a Shu (el viento) y Tefnut (la humedad) y de ambos nacieron Nut (el cielo) y Geb (la tierra). Estos hermanos se unieron y procrearon a Osiris, Seth, Neftis e Isis. Ésta es la Enéada divina de la que deriva todo.
Muerte y resurrección de Osiris.
Los padres de Osiris vieron que éste era fuerte y bondadoso, por ello le encargaron gobernar los territorios fértiles y cuidar de la vida de plantas, animales y seres humanos. A su hermano Seth dieron los amplios territorios desérticos y extranjeros. Todo lo salvaje y fuerte, los rebaños y las fieras pusieron bajo su cuidado. Osiris e Isis formaban la resplandeciente pareja del amor. Pero la niebla de la envidia turbó a Seth, por eso éste se confabuló y con la ayuda de setenta y dos miembros de su séquito invitó a una fiesta para aniquilar a su hermano. Esa noche, llegaron los conjurados y Osiris. Seth presentó a los concurrentes un magnífico sarcófago prometiendo regalarlo a quien ocupándolo se correspondiera mejor con las medidas. Así unos y otros entraban y salían hasta que le correspondió a Osiris realizar su prueba. De inmediato, bajaron la tapa y la clavaron. Osiris, atrapado, fue llevado así hasta el Nilo y arrojado en sus aguas con la intención de que se hundiera en las profundidades. No obstante, el sarcófago flotó y llegando al mar se alejó de Egipto. Pasó mucho tiempo hasta que un día la caja llegó a Fenicia (3) y las olas la depositaron al pie de un árbol. Este creció hasta una altura gigantesca envolviendo con su tronco al sarcófago. Admirado el rey del lugar por el imponente ejemplar lo hizo derribar y llevó el gran tronco a su palacio a fin de utilizarlo como columna central. Entre tanto, Isis tuvo la revelación de lo ocurrido así es que se dirigió a Fenicia y entrando al servicio de la reina pudo estar cerca del cuerpo de su marido. Pero la reina comprendiendo que su servidora era Isis, le entregó el tronco para que dispusiera según fuera su deseo. Isis, partiendo la envoltura de madera extrajo el ataúd y regresó al Egipto con su carga. Pero ya Seth estaba enterado de lo ocurrido y temiendo que Isis reanimara a su marido, robó el cuerpo. Velozmente se dio a la tarea de desmenuzarlo en catorce pedazos que luego dispersó por todas las tierras. Así comenzó el peregrinaje de Isis recogiendo los trozos del cadáver.
Ya hacía tiempo que la oscuridad reinaba por la muerte de Osiris. Nadie cuidaba de los animales, ni de las plantaciones, ni de los hombres. La disputa y la muerte reemplazaron para siempre a la concordia.
Cuando Isis logró recuperar las distintas partes del cuerpo las unió entre sí y ajustándolas fuertemente con vendajes realizó sus conjuros. (4) Luego construyó un enorme horno, una pirámide sagrada (5) y en sus profundidades emplazó a la momia. Estrechada a ella, insufló su aliento. Hizo entrar el aire como el alfarero lo hace para aumentar el calor del fuego de la vida...
Él despertó, él conoció el sueño mortal, él quiso mantener su verde rostro vegetal. (6) Quiso conservar la corona blanca y su plumaje para recordar claramente cuáles eran sus tierras del Nilo. (7) También recogió el sacudidor y el cayado para separar y reconciliar, como hacen los pastores con su curvo bastón. (8) Pero cuando erguido Osiris, vio a la muerte en derredor dejó su doble, su Ka, (9) encargándole custodiar su cuerpo para que nadie volviera a profanarlo. Tomó la cruz de la vida, el Ankh (10) de la resurrección, y con ella en su Ba (11) se dirigió a salvar y proteger a todos los que solos y aterrados penetran el Amenti. (12) Por ellos fue a vivir al oeste esperando a quienes desvalidos, son exiliados del reino de la vida. Gracias a su sacrificio la naturaleza resurge cada vez y los seres humanos creados por el alfarero divino, (13) son algo más que barro animado. Desde entonces se invoca al dios de muchas maneras y también desde entonces, la exhalación final es un canto de esperanza.
«¡Buen Osiris! Envía a Thot (14) para que nos guíe hasta el sicomoro (15) sagrado, hasta el árbol de la vida, hasta la puerta de la Dama de Occidente; (16) para que nos haga eludir las catorce mansiones rodeadas de estupor y angustia en las que los perversos sufren terrorífica condena. Envía a Thoth, el ibis sabio, el escriba infalible de los hechos humanos grabados en el papiro de la memoria imborrable. ¡Buen Osiris! En ti espera la resurrección el victorioso, luego del juicio en el que son pesadas sus acciones por Anubis, el chacal justo. (17) ¡Buen Osiris! Permite que nuestro Ba aborde la barca celeste, y separado del Ka deje a éste como custodio de los amuletos (18) en nuestra tumba. Así, navegaremos hacia las regiones de esplendor del nuevo día».
Horus, la venganza divina. (19)
Cuando Isis hubo colaborado en la resurrección de Osiris, dio a luz al hijo de ambos. Tomó al recién nacido y lo ocultó en los cañaverales del Nilo para protegerlo de la furia de Seth, de Min (20) y de los atacantes del desierto. Él fue el niño que apareció radiante en la flor de loto y que reverenciado como halcón puso sus ojos en todos los rincones del mundo. Él fue, como Horus Haredontes, el vengador de su padre cuando llegó el tiempo. Él es Horus, dios de todas las tierras, hijo del amor y la resurrección.
El niño fue creciendo y su madre lo preparó para reclamar los dominios de los que se había apoderado Seth, porque éste a quien correspondían sólo en derecho los desiertos y los países extranjeros se aventuraba por el Nilo. Osiris en su viaje al oeste, a las tierras de Amenti que ahora dominaba, dejó a Isis el mandato de recuperar todo el Nilo para su hijo. Por esto concurrieron ante la asamblea de la Enéada los contendientes. Horus dijo: «Un indigno fratricida usurpa los derechos que mi padre dejara, apoyado en una fuerza ciega que los dioses no consagran...» Pero el discurso fue cortado por Seth quien en grito iracundo desestimó el pedido proveniente de un niño incapaz de ejercer tales demandas. Entonces, arrojando sus armas, en singular combate acometieron el uno contra el otro y en su lucha rodaron montes y las aguas espantadas salieron de sus cauces. Ochenta largos años duró tal disputa hasta que Seth arrancó los ojos a Horus y éste pulverizó las partes vitales de su contendor. Tanta furia llegó a su fin cuando desfallecientes ambos cayeron por los suelos. Entonces, Thoth curó sus heridas y restableció fragilmente la paz que el mundo, desatendido, reclamaba.
Ante los dioses se pidió el veredicto. Ra (siempre ayudado por Seth en su lucha contra la mortal Apofis (21), inclinaba la balanza contra Horus, mientras Isis con denuedo a su hijo defendía. Los dioses, por fin, restablecieron al niño en sus derechos, pero Ra murmurando airado se alejó de la asamblea. Así, los dioses fueron divididos en número y poder sin que aquella discusión tuviera fin. Isis entonces, con ardides, hizo que Seth pronunciara un discurso en el que la razón quedaba para aquél que impidiera al extranjero ocupar los tronos y por ese error el mismo Seth quedó como lejano a las tierras que pedía. Entonces Ra exigió una nueva prueba para que en ella se decidiera todo.
Transformados en fuertes hipopótamos recomenzaron la lucha, pero Isis desde la orilla de las aguas disparó un arpón que por error fue a dar en Horus. Éste vociferando se abalanzó sobre su madre a la que arrancó la cabeza. (22) Los dioses dieron en reemplazo una testa de vaca a Isis y ella puesta en batalla nuevamente con su arpón dio por fin en Seth que rugiendo salió de las aguas. Así es que nueva prueba se aconsejó, dejando al resto de los dioses ajenos al conflicto. En barcas de piedra debían ambos navegar. Seth en una roca talló la suya y se hundió, mas Horus solo en apariencia mostró su barca, conforme todos habían acordado, porque en madera cubierta con estuco presentó a su ingenio. Navegaba Horus reclamando el triunfo, pero Seth como nuevo hipopótamo lo hizo naufragar y así solo en la playa el merecido desquite tomó Horus descargando su maza sobre Seth y encadenando sus miembros. Así lo arrastró al tribunal donde los dioses esperaban. Y sólo ante la amenaza de la muerte de Seth ante toda la asamblea, Ra prefirió dar la razón a Horus y los dioses regocijados coronaron como señor supremo al niño-halcón mientras éste pisaba la cerviz del vencido, quien prometiendo solemne obediencia dio por terminada la contienda alejándose para siempre a sus dominios en los desiertos y entre los extranjeros. Thot, sabiamente organizó las nuevas responsabilidades y Horus ayudando a Ra destruyó a la pérfida serpiente Apofis que hasta ese momento hubo amenazado su radiante barca.
Con la sangre de la bestia antigua se tiñen, a veces, de rojo los cielos y Ra navegando en su barca celeste despeja el oleaje que va hacia occidente.
El antimito de Amenofis IV. (23)
Hubo un faraón bondadoso y sabio que entendió el origen de Ptah y la mudanza de sus nombres. Él restableció el principio cuando vio que los hombres oprimían a los hombres haciendo creer que eran la voz de los dioses. Una mañana vio cómo un vasallo era juzgado en el templo por no pagar tributo a los sacerdotes, por no pagar para los dioses. Entonces salió de Tebas hacia On (24) y allí preguntó a los teólogos más sabios cuál era la verdadera justicia. Ésta fue la respuesta: «Amenofis, bueno es tu hígado y las intenciones que de él parten y la verdad más bondadosa traerá mal para ti y para nuestro pueblo. Como hombre serás el más justo. Como rey serás la perdición... pero tu ejemplo no será olvidado y muchos siglos después de ti se reconocerá lo que hoy (pronto), se verá como locura». Vuelto a Tebas miró a su mujer como quien escudriña el amanecer, vio su hermosura y para ella y su pueblo cantó un bello himno. Nefertiti lloró por la piedad del poeta y supo de su gloria y su trágico futuro. Ella con voz entrecortada lo aclamó como verdadero hijo del Sol. «¡Akenatón!», dijo, y luego calló. En ese momento jugaron su destino aceptando lo justo pero imposible. Así fue la rebelión de Akenatón y el breve respiro de los hijos del Nilo, cuando un mundo con peso de milenios se tambaleó un instante. Así se desquició el poder de aquéllos que hacían hablar a los dioses sus propias intenciones.
Amenofis lanzó la lucha contra los funcionarios y sacerdotes que dominaban el imperio. Los señores del Alto Nilo se aliaron con los sectores acosados. El pueblo comenzó a ocupar posiciones antes vedadas y fue rescatando para sí el poder enajenado. Se abrieron los graneros y se distribuyeron bienes. Pero los enemigos del nuevo mundo alzaron las armas e hicieron al fantasma del hambre mostrar su rostro. Muerto Akenatón, todos sus hechos fueron aventados y se quiso borrar su memoria para siempre. Sin embargo, Atón conservó su palabra.
Este fue el poema que comenzó el incendio... (25)
Toda la tierra se entrega al trabajo... porque cada camino se abre cuando tú surges. Tú que procuras el germen fecundo para las mujeres, tú que haces la simiente en los hombres, tú que haces vivir al hijo en el seno de la madre, que lo calmas para que no llore, tú nutres lo que hay en el seno, das el aire para hacer vivir todo lo que creaste. Cuando rompe el seno el día del nacimiento, tú le abres la boca para que hable, lo provees en sus necesidades. Cuando el pollo está en el huevo, tú le das aire para que viva. Tú lo ayudas para que rompa el huevo, y salga y píe y camine sobre sus patas apenas ha nacido. ¡Cuántas son tus obras! Tu rostro es desconocido ¡oh dios único!, fuera del cual ninguno existe. Tú has creado la tierra a tu deseo cuando estabas solo; con los hombres, las bestias y cada animal selvático, y todo lo que es sobre la tierra y camina sobre sus pies, y todo lo que es en el cielo y vuela con sus alas. Y los países extranjeros, Siris, Nubia y la tierra de Egipto; tú has colocado a cada hombre en su lugar, has proveído a sus necesidades; cada uno con su pan, y es contada la duración de su vida. Sus lenguas son diferentes en palabras, y también sus caracteres y sus pieles; has diferenciado los pueblos extranjeros. Y has hecho un Nilo en el Duat y lo llevas donde quieres para dar vida a la gente, así como tú la has creado. Tú, señor de todos ellos, tú te afanas por ellos, ¡oh, Atón del día! ¡grande de dignidad! Y todos los países extranjeros y lejanos, haces tú que también ellos vivan; has puesto un Nilo en el cielo que desciende para ellos y que hace olas sobre los montes como un mar y baña sus campos y sus comarcas. ¡Qué perfectos son tus consejos! ¡Oh, señor de la eternidad! El Nilo del cielo es tu don para los extranjeros y para todos los animales del desierto que caminan sobre sus pies. Pero el Nilo viene del Duat para Egipto. Y tus rayos nutren todas las plantas; cuando tú esplendes ellas viven y crecen por ti. Tú haces las estaciones para que se desarrolle todo lo creado; el invierno para refrescarlo, el verano porque te gusta. Tú has hecho el cielo lejano para esplender en él y para ver todo, tú, único, que resplandeces en tu forma de Atón vivo, surgido y luminoso, lejano y vecino. Tú te haces millones de formas, tú, único; ciudades, pueblos, campos, caminos, ríos, cada ojo te ve delante de sí y tú eres Atón del día. Cuando te marchas y cada ojo por ti creado duerme su mirada para no verte solo, y no se ve más aquello que has creado, tú estás todavía en mi corazón... La tierra está en tu mano como tú la has creado. Si tú resplandeces ella vive, si te ocultas ella muere. ¡Tú eres la duración misma de la vida, y se vive de ti!
IV. MITOS HEBREOS.
El árbol de la Ciencia y el árbol de la Vida.
Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal... Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. (1)
Y así, Adán y Eva vivían en Edén, aquel lugar del que salía un río que regaba el huerto. Esa corriente se dividía en cuatro brazos. El nombre de uno, el que rodeaba la tierra de Havila donde hay oro, era Pisón. El del segundo, que rodeaba la tierra de Cus, era Gihón. El del tercero, escondido y sombrío, que iba al oriente de Asiria, era Hydekel y el cuarto de buenas y rumorosas palabras, era el Éufrates. Mas el Edén era completo en plantas y animales, por ello nuestros padres fueron allí los nombradores de todos los seres vivientes. ¿Cómo nombrar al árbol de la vida y al de la ciencia del bien y del mal sin saber de ellos, sin acercarse a ellos? Por esto, sin tener ciencia desearon tenerla y no supieron cómo. Así, turbada Eva por la pregunta se durmió una noche y durmiendo soñó y soñando vio el árbol de la ciencia que resplandecía en la oscuridad. De este modo, Eva se acercó al árbol y, de pronto, se presentó ante ella una inquietante figura alada. Su porte era hermoso, pero en la oscuridad no alcanzaba a distinguir su rostro que, tal vez, era el de Adán. De sus cabellos húmedos de rocío se exhalaba una fragancia que exaltaba al amor. Y Eva quería ver. La figura, mientras contemplaba el árbol dijo: «¡Oh hermosa planta de abundante fruto! ¿No hay quien se digne aliviarte de tu peso y gustar de tu dulzura? ¿Tan despreciada es la ciencia? ¿Será acaso la envidia o alguna injusta reserva lo que prohibe tocarte? Prohíbalo quien quiera, nadie me privará por más tiempo de los bienes que ofreces; si no, ¿por qué estás aquí?». Así dijo, y no se detuvo más; sino que con mano temeraria arrancó el fruto y lo gustó. Un horror glacial paralizó a Eva en su sueño, al ver la audacia de la figura alada, pero de inmediato ésta exclamó: «¡Oh fruto divino, dulce por ti sólo, y mucho más dulce cogido de esta suerte, estando prohibido, al parecer, como reservado únicamente para los dioses, y siendo, sin embargo, capaz de convertir en dioses a los hombres! ¿Y por qué no han de serlo? El bien aumenta cuanto más se comunica, y su autor, lejos de perder en ello, adquirirá más alabanzas. Acércate dichosa criatura, bella y angelical Eva; ¡participa de este fruto conmigo!» (2) Eva despertó sobresaltada y comunicó el sueño a su compañero. Adán, entonces, se preguntó: «¿No habla Dios por los sueños? Si en el día prohibe y en la noche invita, ¿a qué incitación habré de responder ya que no tengo ciencia suficiente? Hemos de adquirir esa ciencia para enderezar nuestros destinos ya que Jehová Dios nos creó pero no dijo cómo habríamos de hacernos a nosotros mismos.» Entonces, comunicó a Eva su plan para apoderarse de la fruta, para correr con ella llegando luego hasta el árbol de la vida a fin de quedar inmunes del veneno de la ciencia. Luego, esperaron que Jehová Dios se paseara por el huerto, al aire del día y en su ausencia fueron hacia el árbol. Entonces, al ver una serpiente que entre las ramas se desplazaba por los frutos, pensaron que su veneno era recogido de ese alimento. Por eso dudaron y al dudar pasó el tiempo y Jehová Dios emprendió su regreso. Entonces, creyeron oír que la serpiente susurraba: «No moriréis, sino que sabe Dios que el día que comáis esos frutos serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios conociendo el bien y el mal». (3) No mentía la serpiente, pero quería evitar que comieran del otro árbol, del árbol de la vida. (4) Siendo ya muy tarde, Adán y Eva gustaron del fruto y sus ojos se abrieron, mas cuando quisieron llegar al árbol de la inmortalidad, Jehová Dios les cerró el paso impidiendo que completaran su propósito.
Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. (5)
Adán y Eva se alejaron del Edén y siempre estuvo su mirada puesta en dirección al Paraíso del que sólo el resplandor nocturno y el humo de la espada de fuego denunciaban su rastro. Y ya no volvieron, ya no pudieron volver, pero comenzaron a ofrecer a Jehová Dios sacrificios de fuego y humo que creyeron le agradaba. Y muchos pueblos, con el tiempo, pensaron que los dioses gustan de los altos montes y de los volcanes porque éstos son el puente entre la tierra y los cielos. Así, cuando llegó el momento, Jehová Dios entregó desde el fuego, desde el monte, la Ley que los hombres buscaban para enderezar su Destino. (6)
Abraham y la obediencia.
Muchas generaciones pasaron desde los primeros padres hasta el Diluvio. Después de éste, cuando Jehová tendió en el cielo el arco iris para sellar su pacto con los hombres, siguió reproduciéndose toda simiente. Y así, en Ur de Caldea, Taré tomó a su hijo Abram y a Sarai su nuera y los llevó a las tierras de Canaán. Luego, Abram y Sarai fueron a Egipto. Tiempo después regresaron hacia Hebrón. El ganado y los bienes de Abram habían crecido pero su corazón fue tomado por la tristeza porque a su edad no había logrado descendencia.
Abram era ya viejo cuando hizo concebir a su servidora Agar. Pero Agar y Sarai se enemistaron. Por ello Agar salió al desierto y llevó con ella su aflicción. Entonces, un ángel se presentó y le dijo: «Has concebido y al dar a luz llamarás a tu hijo Ismael porque Jehová ha oído tus ruegos. Ismael, por tanto, querrá decir ‘Dios oye’ y su descendencia será numerosa y los pueblos de él habitarán los desiertos no adorando a Dios por lo que el ojo ve, sino por lo que escucha el oído. Así, rogarán a Dios y Dios los oirá». Mucho después Sarai concibió siendo anciana, pero sus descendientes y los de Agar mantuvieron la disputa que comenzó entre sus madres aunque Abram fue padre de todos y a todos quiso como a hijos suyos.
En su momento, Dios dijo: «En adelante no te llamarás Abram sino Abraham, porque serás padre de una multitud y Sarai será nombrada como Sara, como princesa de naciones. En cuanto al hijo tuyo y de Sara, lo llamarás Isaac».
Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abrahám, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora a tu hijo Isaac a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham su padre y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; ¿mas dónde está el cordero para el holocausto? Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: no extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo... Entonces, alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. (7)
Tal vez hasta su muerte, quedó presente en el corazón de Abraham la angustia de la terrible prueba. Y así se dijo una y otra vez: «Jehová repudia el sacrificio humano y más aún del propio hijo. Si ordena el holocausto no debo acatarlo porque sería desobedecer su prohibición. Pero rechazar lo que él manda, es pecar contra él. ¿Debo obedecer algo que mi dios repudia? Sí, si él lo exige. Pero mi torpe razón atormentada lucha, además, con el corazón de un pobre anciano que ama aquel imposible que Jehová le dio tardíamente. ¿No es esta prueba la devolución de la risa que contuve cuando me fue anunciado que nacería mi hijo? (8) ¿No es la risa que ocultó Sara cuando escuchó tal vaticinio? (9) Por algo, Jehová indicó el nombre de ‘Isaac’ que significa ‘risa’. Yo y mi mujer éramos ya viejos cuando se nos dijo que tendríamos este hijo y no pudimos creer que tal cosa fuera posible. ¿Es que Jehová juega con sus criaturas como un niño con arena? ¿O es que conociendo su enojo y su castigo, descuidamos que también nos prueba y nos enseña con la burla divina?» (10)
El hombre que luchó contra un dios. (11)
Y se levantó aquella noche y tomó sus dos mujeres, y sus dos siervas, y sus once hijos, y pasó el vado de Jacob. Los tomó, pues, e hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel, (12) porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel (13), porque dijo: Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol, y cojeaba de su cadera. (14) Por esto no comen los hijos de Israel, hasta hoy día, del tendón que se contrajo, el cual está en el encaje del muslo, porque tocó a Jacob este sitio de su muslo en el tendón que se contrajo. (15)
Moisés y la Ley divina. (16)
Ocurrió que desde mucho tiempo atrás, los hijos de Israel aposentados en Egipto fueron creciendo en número y poder. Y apoyaron con júbilo los cambios que introdujo un sabio faraón que quiso la igualdad para todos los pueblos. Y el buen rey murió en medio de una agitación grande que habían desatado sus enemigos. Y los israelitas pasaron de una pacífica existencia a ser perseguidos y humillados. Cuando decidieron abandonar esas tierras, el nuevo faraón lo impidió. También en esos años sombríos, numerosos egipcios partidarios del rey justo fueron asesinados. Otros terminaron en las cárceles y en las canteras, condenados a dejar allí sus vidas. Y sucedió que entre estos últimos se encontraba un joven que cuando niño fue rescatado de las aguas del Nilo por las mujeres del buen faraón. Educado en la corte, aprendió la lengua de Israel aunque siempre la habló con dificultad.
Moisés, el «rescatado de las aguas» huyó de las canteras y fue a refugiarse a los campos, a la casa de un sacerdote de Madián. Y he aquí que el sacerdote era de los perseguidos, y partidario del rey justo. Por esto, acogió a Moisés cuando se refugió en él y cuando contó su historia del rescate de las aguas que tanto se asemejaba a las leyendas de Osiris y de Sargón (éste salvado en Babilonia según referían los venidos con Abraham desde Ur de Caldea). He aquí que Moisés tomó por esposa a la hija del sacerdote. Y, un día, apacentando las ovejas de su suegro se llegó hasta Horeb, monte de Dios.
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios en medio de la zarza y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel... Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envía a vosotros. Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos. (17)
Así que Moisés regresaba para Egipto le salió al encuentro Aarón de la tribu sacerdotal de Leví y que había tenido sueños en los que Moisés recibía el mandato divino. Entonces, Aarón ayudó a Moisés a usar de la palabra entre los israelitas y, llegando hasta el faraón lo conminó diciendo: «Deja que mi pueblo salga del Egipto». Pero como Faraón era remiso, Aarón que era sacerdote, hizo con su vara grandes prodigios a los ojos de todos. Mas llamó Faraón a sus sabios y sacerdotes que también mostraron su poder, y Faraón endureció su corazón. Entonces, Jehová por medio de Moisés y Aarón convirtió el agua del río en rojo sangre y los peces murieron y también las ranas salieron de allí invadiendo todo, pero Faraón no hizo caso de esas señales. Por esto, plagas de piojos y moscas, plaga en el ganado y plaga de úlceras, plaga de granizo y de langostas se abatieron sobre hombres y bestias. Mas Faraón no quiso liberar a los hijos de Israel, diciendo que el torrente del río que se había desbordado arrastrando limo rojo del alto Nilo, provocaba periódicamente esos desastres. Pero una gran oscuridad bajó y se mantuvo por tres días. Y los sabios del Faraón también explicaron cómo las nubes de agua que subían del río desbordado, oscurecían el cielo...
Entonces Jehová mandó a Moisés para que advirtiera a Faraón sobre la muerte de los primogénitos de los egipcios si no dejaba en libertad al pueblo de Israel. Y Faraón no escuchó y los hijos de los egipcios fueron muertos esa noche por el ángel del Señor. Y a partir de allí ese mes fue el primero de los meses del año, porque la señal de la sangre del cordero pascual con que los israelitas señalaron sus puertas, los protegió del ángel de la muerte. Y Faraón permitió entonces la salida del pueblo de Israel y de todos los egipcios perseguidos. Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. También subió con ellos gran multitud de toda clase de gentes. (18)
El pueblo cruzó en seco por el Mar Rojo, porque a derecha e izquierda estaban contenidas las aguas, en esa zona que había mandado canalizar Amenofis. Pero he aquí que Faraón despachó a sus soldados para destruir a los que huían y, entonces, se derrumbaron los pesados carros y el ejército cayó. Y por sobre ellos vino a dar el agua matando a los perseguidores. Y una vez más, salvó Jehová a Moisés de las aguas y con él salvó a la multitud que se alejó de Egipto. (19)
Y las aguas amargas (20) fueron endulzadas por el árbol que Moisés puso en ellas. Y Jehová dio al pueblo de comer Qué-es-esto. (21) Y por ello el pueblo se sostuvo y no murió en el desierto y así llegó hasta el sagrado monte Sinaí.
Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. (22)
Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron y se pusieron de lejos. (23)
Y entonces, Jehová Dios entregó a los hombres la Ley que buscaban desde sus primeros padres. En dos tablas de piedra grabó Dios los diez Mandamientos que los hombres debían observar para acercarse a él. Y también les dio leyes que sirvieran para formarlos en su Historia. Así Moisés condujo a Israel hasta la tierra prometida por el Señor. Y subió desde los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga que está enfrente de Jericó. Entonces Moisés vio. Y le dijo Jehová: Esta es la tierra que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. (24)
Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todos. (25)
V. MITOS CHINOS
El vacío central. (1)
El Tao es un recipiente hueco, difícil de colmar. Lo usas y nunca se llena. Tan profundo e insondable es que parece anterior a todas las cosas... No se sabe de quién es hijo. Parece anterior a los dioses. (2)
Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda, pero es el vacío del centro el que hace útil a la rueda. (3) Con arcilla se moldea un recipiente, pero es el espacio que no contiene arcilla el que usamos como recipiente. Abrimos puertas y ventanas en una casa, pero es por sus espacios vacíos que podemos utilizarla. Así, de la existencia provienen las cosas y de la no existencia su utilidad.
Todo era vacío y Pangu dormía en el interior de eso que estaba unido, de eso que fue llamado «infinita profundidad». (4) Entonces despertó. De inmediato rompió con su hacha, el huevo que lo encerraba. En miríadas de pedazos aquello se separó velozmente. Los trozos más livianos y los más pesados fueron en diferente direcciones. Para evitar que nuevamente se juntaran, Pangu se colocó en el centro vacío solidificando el cielo y la tierra. Él fue como una columna que dio equilibrio a la creación. Luego descansó y se fue durmiendo nuevamente hasta que su cuerpo dio lugar a numerosos seres. (5) De un ojo salió el sol y del otro la luna. Con su sangre se formaron los ríos y los lagos. Los animales salieron de su piel. El pelo se tornó en hierbas y sus huesos en minerales.
En esos primeros tiempos vivían en la tierra dioses, gigantes y monstruos. La diosa madre Nüwa, era en su mitad superior muy hermosa y en su mitad inferior se asemejaba a un dragón. Recorría y visitaba todos los lugares pero finalmente descubrió que faltaban seres más perfectos e inteligentes que los gigantes. Entonces fue hasta el Río Amarillo y moldeó con arcilla a los primitivos seres humanos. Los hizo parecidos a ella pero en lugar de cola de dragón les puso piernas para que caminaran erguidos. Viéndolos graciosos, decidió hacer muchos. Para ello tomó un junco y fue lanzando gotas de limo que al caer sobre la tierra se convirtieron en mujeres y hombres. De este modo, cuando ellos empezaron a reproducirse por sí mismos, la madre celestial se dedicó a crear otros seres.
Fushi, compañero de la diosa, vio que los hombres aprendían y entonces se ocupó en enseñarles a hacer fuego frotando maderas. Luego les dio cuerdas y les indicó cómo protegerse del hambre y de la intemperie. Finalmente, les otorgó el arte de los hexagramas al que llamó I Ching. Este fue con el tiempo conocido como el Libro de las Transformaciones y de la adivinación.
Llegó el día en que los inmortales discutieron y, entrando en guerra, pusieron en peligro al Universo. Diluvios y catástrofes asolaron la tierra. Hasta que, por último, el dios del fuego prevaleció sobre las aguas. Todavía los gigantes quisieron disputar el poder a los eternos, pero los dioses en indecible cólera cortaron sus cabezas, haciéndolas rodar hasta el fondo de los obscuros abismos.
El Dragón y el Fénix. (6)
Cuando todavía las aguas no estaban controladas y los ríos en su desborde arrasaban los campos, la diosa madre procreó benéficos descendientes que terminaron ordenando ese caos diluvial. Trabajando en el control de los ríos, de los lagos, del mar y de las nubes, los brillantes dragones navegaron por las aguas y el cielo. Con zarpas de tigre y garras de águila, rasgaban con estruendo las cortinas de lo alto que chispeando ante el descomunal embate dejaban en libertad a las lluvias. Ellos dieron cauce a los ríos, contención a los lagos y profundidad a los mares. Hicieron cavernas de las que brotaba el agua y por conductos subterráneos las llevaron muy lejos para que surgieran de pronto, sin que el asalto abrazador del sol las detuviera. Trazaron las líneas que se ven en las montañas para que la energía de la tierra fluyera, equilibrando la salud de ese cuerpo gigantesco. Y muy frecuentemente tuvieron que luchar con las obstrucciones que provocaban los dioses y los hombres ocupados en sus irresponsables afanes. De sus fauces brotaba como un humo la niebla, vivificante y húmeda, creadora de mundos irreales. Con sus escamosos cuerpos serpentinos cortaban las tempestades y dividían los tifones. Con sus poderosos cuernos; con sus afilados dientes, ningún obstáculo era suficiente, ningún enredo podía permanecer. Y gustaban de aparecerse a los mortales. A veces en los sueños, a veces en las grutas, a veces en el borde de los lagos, porque en éstos solían tener sus escondidas moradas de cristal en las que bellos jardines se ornaban con frutos destellantes y con las piedras más preciosas.
El Long inmortal, el dragón celeste, siempre puso su actividad (su Yang) al servicio del Tao y el Tao lo reconoció permitiéndole estar en todas las cosas, desde lo más grande a lo más pequeño, desde el gran universo hasta la partícula insignificante. Todo ha vivido gracias al Long. Nada ha permanecido inmutable salvo el Tao innombrable, porque aún el Tao nombrable muda y se transforma gracias a la actividad del Long. Y ni aún los que creen en el Cielo y el Infierno pueden asegurar su permanencia. (7)
Pero el Long ama al Feng, al ave Fénix que concentra el germen de las cosas, que contrae aquello que el Long estira. Y cuando el Long y el Feng se equilibran el Tao resplandece como una perla bañada en la luz más pura. No lucha el Long con el Feng porque se aman, se buscan haciendo resplandecer la perla. Por ello, el sabio arregla su vida conforme al equilibrio entre el Dragón y el Fénix que son las imágenes de los sagrados principios del Yang y el Yin. El sabio se emplaza en el lugar vacío buscando el equilibrio. El sabio comprende que la no-acción genera la acción y que la acción genera la no-acción. Que el corazón de los vivientes y las aguas del mar, que el día y la noche, que el invierno y el verano, se suceden en el ritmo que para ellos marca el Tao.
Al fin de esta edad, cuando el universo haya llegado a su gran estiramiento, volverá a contraerse como piedra que cae. Todo, hasta el tiempo, se invertirá volviendo al principio. El Dragón y el Fénix se reencontrarán. El Yang y el Yin se compenetrarán, y será tan grande su atracción que absorberán todo en el germen vacío del Tao. El cielo es alto, la tierra es baja; con esto están determinados lo creativo y lo receptivo... con esto se revelan los cambios y las transformaciones. (8)
Pero nadie puede saber realmente cómo han sido ni cómo serán las cosas, y si alguien lo supiera no podría explicarlo.
El que sabe que no sabe es el más grande; el que pretende que sabe pero no sabe, tiene la mente enferma. El que reconoce la mente enferma como que está enferma, no tiene la mente enferma. El sabio no tiene la mente enferma porque reconoce a la mente enferma como la mente enferma. (9)
VI. MITOS INDIOS.
Fuego, Tormenta y Exaltación. (1)
Aquí están los primeros, los que luego mudaron a otras formas; tantas que no se las pudo reconocer. Aquí están el Fuego (2) y la Tormenta (3) que dirigen la creación. El Fuego es nada más que fuego y la Tormenta es sólo viento, agua y trueno, sin la Exaltación (4) del poeta en el que habita la palabra.
1.- Agni, merecidamente ensalzado por los cantores antiguos y digno de serlo por los actuales, que él reúna aquí a los dioses. (5) Tú, oh Agni, primero, Angiras por excelencia, poeta, de los dioses rodeas las acciones; omnipresente a toda criatura, sabio, hijo de dos madres, que te presentas de variadas maneras al hombre. (6) Erguido, defiéndenos del peligro con tu señal luminosa; quema a todo demonio. Ponnos erguidos para correr, para vivir; otórganos el honor entre los dioses. Dispersándolos en todas direcciones con un arma mortífera, mata a los enemigos, oh dios de quijada abrazadora. El que es enemigo nuestro, el hombre que afila su espada durante las noches, que ese enemigo no logre apoderarse de nosotros... Protégenos del ofensor, del que desea matarnos, oh dios brillante, oh el más joven de los dioses. (7) Un nuevo himno de alabanza salido de nuestro interior, de nosotros mismos, alcance a Agni de lengua de miel, una vez nacido. (8) ...A ti te ensalza con su canto Gotama, deseoso de riqueza. (9) ...Cuando me ponderaron la enorme fuerza del dios devorador de madera, él manifestó su color como lo hizo para los Usij; este Agni brilla alegremente con luz resplandeciente, quien habiendo envejecido, de repente se ha hecho joven. Agni que ilumina los bosques como si estuviera sediento, que resuena en su camino como el agua, como las ruedas de un carro, Agni de negro camino, ardiente, gozoso, brilla como el cielo sonriendo entre las nubes. Agni que se extendió abrasando a lo largo de la ancha tierra, camina como un animal, libre, sin pastor; Agni, inflamado, abrasando los matorrales, dios de rostro ennegrecido, ha saboreado la tierra. (10)
2.- Quiero, pues, proclamar las hazañas de Indra, las que ha hecho en primer término el dios del rayo; él dio muerte a la serpiente, atravesó a lo largo las aguas, hendió el vientre de las montañas. Dio muerte a la serpiente que se había asentado en la montaña; Tvastar le había modelado el rayo que resuena. Como las vacas que mugiendo se dispersan, las aguas descendieron derechas al océano. Macho en celo, eligió el Soma; bebió del Soma prensado en los tres cántaros; dios generoso, tomó el arma arrojadiza; mató a esta serpiente, la primera nacida de las serpientes. Cuando tú mataste, Indra, a la primera nacida de las serpientes, tú aniquilaste las acciones arteras de los arteros demonios; entonces, engendrando al sol, al cielo, a la Aurora, en verdad ya no encontraste más enemigos... Como un mal guerrero embriagado por nefasta borrachera, Vrtra desafió al gran luchador, dios que rechaza con poder, bebedor de Soma; no pudo resistir el choque de las armas mortíferas de Indra; fue aniquilado quedando sin rostro, Vrtra, que tenía a Indra por enemigo. Sin pies, sin manos, había combatido contra Indra; éste lo golpeó con el rayo en la espalda. Buey que se pretendía la réplica del toro, Vrtra yacía disperso en mil lugares. Como yacía de tal guisa, como buey destrozado, las aguas avanzaron sobre él discurriendo para el hombre. Las que Vrtra había asediado con fuerza, a los pies de ellas la serpiente quedó desde entonces tendida. Se marchitó la fuerza de aquélla de quien Vrtra era el hijo; Indra descargó sobre ella su arma mortífera; arriba estaba la madre, abajo estaba el hijo; el demonio-hembra yacía como una vaca con su ternero. En medio de las corrientes de aguas que nunca se detienen, el cuerpo de Vrtra yacía escondido; las aguas circulaban a través del escondite de Vrtra; en duradera tiniebla yacía aquél cuyo enemigo fue Indra. Las aguas que tenían por dueño al aborigen, que tenían por guardián a la serpiente habían quedado inmóviles, bloqueadas, como las vacas encerradas. El orificio de las aguas, que había sido obstruido, Indra lo descubrió cuando dio muerte a Vrtra... (11) Cuando tú naciste, ese día bebiste con deseo de este Soma, el jugo de la planta del Soma, que reside en la montaña; tu madre, la joven engendradora, lo derramó en la casa del gran padre en primer término. Acercándose a su madre pidió alimento; miró hacia el Soma concentrado como hacia una ubre; el dios rápido corrió ahuyentando a los otros; hizo grandes cosas este dios de múltiples rostros. Poderoso, que vence a los fuertes, de fuerza suprema, este dios se ha hecho un cuerpo según su propio deseo; Indra, habiendo superado por su naturaleza a Tvastar, arrebatándolo, bebió el Soma en las copas. Invoquemos a Indra el magnánimo para prosperar en este combate, al más viril, para la obtención del botín, dios que escucha, terrible, para la ayuda en los combates, destructor de los enemigos, ganador de los botines. (12)
3.- Hacia ti nos encaminamos, tú que eres nuestra meta día a día; oh jugo del Soma, en ti están puestas nuestras esperanzas. La hija del sol purifica el Soma que fluye en derredor mediante el filtro de pelos de oveja, ininterrumpidamente. Las diez tiernas mujeres lo toman (con los dedos) en la asamblea ritual, las diez hermanas en el punto extremo del cielo. Esas vírgenes lo hacen fluir, hacen resonar, soplando, la gaita. Hacen salir el licor triplemente protector. Las vacas, las vacas productoras de leche mediante la mezcla de leche ponen a punto a esa criatura, al Soma, para que Indra lo beba. Indra golpea a todos los enemigos en la embriaguez de este Soma, y este héroe imparte su generosidad. (13) ...A ti dios rojizo, nosotros te endulzamos mezclándote con la leche de las vacas, para la embriaguez. Ábrenos las puertas para la riqueza. El Soma ha traspasado el filtro como el caballo vencedor traspasa la señal en la carrera. El jugo del Soma es el señor entre los dioses. Los amigos han cantado juntos al Soma que salta en la vasija de madera a través del filtro de pelos de oveja. Las plegarias han dirigido gritos de alegría al jugo del Soma. (14) ...El águila de vuelo seguro te ha traído. Para que todo ser humano pueda ver el sol, a este Soma, bien común, que atraviesa el espacio, guardián del orden, el ave lo ha traído. Cuando fue enviado hacia acá, obtuvo el poder supremo de Indra, el Soma que proporciona auxilio, el muy activo.(15) ...Tus fuerzas, oh Soma, surgen como el bramido de la ola del río. (16) ...Tus corrientes de incomparable abundancia avanzan con las lluvias del cielo para conseguir un botín que vale mil. Contemplando las amadas obras poéticas todas, el Soma se derrama, el corcel, blandiendo las armas. Purificado intensamente por los Ayus como un rey con vasallos, celoso custodio de la ley, se ha asentado, como un ave de presa, en las vasijas de madera. Todos los bienes del cielo y de la tierra, una vez purificado, oh jugo de Soma, confiérelos a nosotros. (17)
El tiempo y los dioses.
Entonces no había lo existente ni lo no existente; no había reino del cielo ni del aire. ¿Qué había dentro, y dónde? ¿A qué protegía? ¿Acaso había agua en esa insondable profundidad? No había muerte, no había algo inmortal, no había división entre el día y la noche. Ese algo, sin aliento, respiraba por su propia naturaleza; aparte de ese algo no había nada... ¿Quién lo sabe verdaderamente, quién puede afirmar de dónde nació y de dónde vino la creación? Los dioses son posteriores a la creación del mundo. ¿Quién sabe entonces de dónde el mundo procedió? Él, origen de la creación, tal vez haya formado todo o tal vez no. Él, cuyos ojos controlan al mundo, él verdaderamente lo sabe, o tal vez no lo sabe. (18)
Pero los dioses y los hombres han sido creados y tienen su tiempo. Sí, tienen su tiempo.
Un día de los dioses es igual a un año de los mortales. Por tanto un año de los dioses es lo mismo que 360 años mortales. Ahora bien, existen cuatro Eras (Yugas) que forman una Gran Era (Mahayuga) de 12.000 años divinos, correspondiente a 4.320.000 años mortales. Así, mil de estas Grandes Eras (Kalpa) duran 4.320.000.000 años ordinarios o, simplemente, un día de Brahma. Pero al terminar su día, el dios descansa y, entonces, ocurre un colapso en el Universo. Mientras Brahma duerme sobre su gran serpiente, todo comienza a ser absorbido por él. Los mundos desorbitados chocan entre sí; toda tierra se licua, todo líquido se evapora, todo vapor se convierte en energía y esta energía cae dentro del poder de la noche de Brahma. Y cuando el dios despierta se abre su gran loto, la luz escapa y comienza un nuevo día. En ese día, se suceden 14 ritmos (Manvantaras) en los que son creados los dioses y los mundos; los peces; las aves; los insectos; los animales y los hombres. Alrededor de 71 series de Grandes Eras se suceden para cada uno de los 14 ritmos. Cada ritmo, entonces, comprende 852.000 años divinos o 306.790.000 años mortales, en los que la energía divina se va alejando de su centro. Así, la historia de la presente humanidad se encuentra en un ritmo y dentro de éste en una de las 71 series de Grandes Eras. Como cada Gran Era está dividida en 4 Eras desiguales, ocurre que en la primera (Krita Yuga) transcurren 4.800 años divinos o 1.728.000 años ordinarios; en la segunda (Treta Yuga) 3.600 o 1.296.000; en la tercera (Dvapara Yuga) 2.400 o 864.000, y en la cuarta (Kali Yuga) 1.200 o 432.000. Por consiguiente, el ser humano ha de tener en todo este ciclo, 4.320.000 años. Pero como ya se encuentra en la cuarta Era, desde su creación han debido transcurrir por lo menos 3.888.000 de sus años. Alejándose de la creación original todos los seres decaen y, por cierto, también el ser humano sigue esa tendencia.
La Krita es esa Era en la que la justicia es eterna. En esa Era, la más excelente de las Yugas, todo ha sido ya hecho (Krita) y nada queda por hacer. Los deberes no se descuidan ni declina la moral. Después, con el paso del tiempo, esta Yuga cae en un estado inferior. En esa Era no había dioses; no había compras ni ventas, no había que hacer esfuerzo. El fruto de la tierra se obtenía por el mero deseo y prevalecían la justicia y el desapego al mundo. No existían enfermedades, ni involución de los órganos de los sentidos con el paso de los años; no existía la malicia, el llanto, el orgullo ni el engaño; ni tampoco disputas, odio, crueldad, miedo, aflicción, celos o envidia. De tal forma que el supremo Brahma era el recurso trascendente de estos seres perfectos. En esa época todos los humanos eran semejantes en el objeto de su fe y en el conocimiento. Solamente se usaba una fórmula (mantra) y un rito. Sólo había un Veda. Pero en la siguiente Era, en Treta Yuga, comenzaron los sacrificios. La justicia decreció en una cuarta parte. Los hombres se adhirieron a la verdad y estaban dedicados a una justa dependencia de las ceremonias. Prevalecieron los sacrificios, junto con las artes sagradas y una gran variedad de ritos. Se comenzó a actuar con fines tangibles, buscando recompensa por los ritos y donaciones y ya no preocuparon la austeridad y la simple generosidad. Más adelante, en la Dvapara Yuga, la justicia disminuyó dos cuartas partes. El Veda se cuadruplicó. Algunos estudiaron cuatro Vedas, otros tres, otros dos y otros ninguno en absoluto. Al dividirse de este modo las escrituras, las ceremonias se celebraron en forma muy diversa. Las gentes ocupadas en la práctica de austeridades y donativos se llenaron de pasión. Debido a la ignorancia del único Veda, los Vedas se multiplicaron. Y con la declinación del bien, sólo unos pocos permanecieron fieles a la verdad. Cuando el hombre se apartó del bien, en su caída se vio atacado por muchas enfermedades, deseos y calamidades causados por el destino, por lo que sufrieron diversas aflicciones y fueron motivados a practicar austeridades. Otros persiguieron los goces y la dicha celestial y ofrecieron sacrificios. Así, el hombre declinó por su iniquidad. Y en Kali Yuga, la justicia se conservó sólo en una cuarta parte. En esta era de oscuridad cesaron los ritos y los sacrificios. Prevalecieron diversas calamidades, enfermedades, fatigas y pecados como la ira. Cundieron la miseria, la ansiedad, el hambre y el miedo. Las prácticas generadas por la degradación de los Yugas frustraron los propósitos del hombre. Así es el Kali Yuga que viene existiendo desde hace algunos siglos.(19)
Pero la pequeñez de la historia del hombre no tendría sentido si en él no estuviera Brahma. Porque, ¿qué son las 71 series de Mahayugas en las que se crea y se destruye el hombre sino uno solo de los 14 Manvantaras, y qué todos éstos sino un Kalpa, un sólo día de Brahma? En incontables reencarnaciones, la esencia humana se irá purificando. Retrocediendo y avanzando de acuerdo a sus acciones, irá preparando su vida siguiente respondiendo a la ley universal del Karma. Pero adentro de cada humano, en la profundidad más profunda está su Atman. Así, cuando el hombre llega al Atman se encuentra con que él es Brahma. Sin embargo, esta equivalencia desconcertante sólo será aclarada el día en que renunciando a la feliz Contemplación llegue a los hombres la compasión del liberado viviente, conocido por los siglos como el Iluminado. (20)
Gloria a Brahma, que es el llamado por la palabra mística (Om) (21) asociada eternamente con el universo trino (tierra, cielo y paraíso) y que es uno con los cuatro Vedas. Gloria a Brahma que es considerado como la causa más grande y misteriosa del principio intelectual, sin límites de espacio o tiempo y exento de disminución o decaimiento... Brahma es invisible e imperecedero, variable en la forma, invariable en la sustancia; el principio primario, engendrado por sí mismo, de quien se dice que ilumina las cavernas del corazón y que es indivisible, radiante, no decadente y multiforme. ¡Que siempre se adore a este Supremo Brahma! (22)
Las formas de la belleza y el horror. (23)
¿Por qué los dioses habrían de conceder sus dones a la súplica de los insignificantes mortales? ¿Por qué tan grandes seres pueden interesarse en la marcha de los breves asuntos, en las reyertas y las penas, en las esperanzas y las devociones? ¿Es que tan enormes poderes están asignados a una pequeña región del insondable Universo; es que en cada punto en que brilla una estrella danzan otros dioses de los que jamás aquí se han conocido sus destinos? Sea como fuere, los dioses más cercanos andan entre nosotros y se transforman para que podamos verlos. También se encarnan en mortales y en sus mil avatares recorren la existencia. Los antiguos padres dijeron que gracias a las oblaciones y a nuestra recta acción los dioses aumentan su poder. Esto explica que a menudo de ellos recibamos favores y que una y otra vez tomen partido por una causa justa como retribución a la fuerza que les damos. Opuestamente, los oscuros demonios desean crecer alimentándose con la naturaleza torcida de las cosas y, creciendo, pretenden oscurecer al mismo cielo. Los grandes poderes ayudan también a lo pequeño, creado luminosamente, porque aún en lo pequeño está su propia esencia. No es extraño que una pócima, casi inapresable por el ojo, nos derrumbe si en ella está el veneno o nos levante si en ella está la curación; así ocurre con la pócima de las acciones humanas ofrecida a los bondadosos dioses.
Pero alguna vez los ojos han podido ver, si es que tal cosa en verdad puede verse con los ojos del cuerpo, al gran dios del Todo. Así apareció ante Arjuna (24) en su forma augusta y suprema...
Con multitud de ojos y bocas, con gran número de portentosos aspectos, con gran profusión de ornamentos divinos, y blandiendo numerosas armas refulgentes; ataviado con espléndidos collares y ostentosas vestiduras; perfumado con aromas celestes; rebosando maravillas; divino, resplandeciente, infinito, con la faz vuelta en todas direcciones. Si la deslumbradora luz de mil soles surgiera a la vez en el firmamento, podría compararse a la refulgencia de aquel ser magnánimo. Allí, en el cuerpo del Dios de dioses, Arjuna contempló reunido el Cosmos entero en su inmensa variedad de seres. Sobrecogido de estupor y asombro, erizado el cabello, inclinó el héroe su cabeza, y juntando en alto las manos, así habló a la Divinidad: «En ti, oh mi Dios, contemplo a los dioses todos y las innúmeras variedades de seres; veo asimismo a Brahma, en su trono de loto y a todos los sabios y serpientes divinas. Por doquiera contemplo tu infinitud; el poder de tus innumerables brazos, la visión de tus innumerables ojos, la palabra de tus innumerables bocas, y el fuego vital de tus innumerables cuerpos. En parte alguna veo principio, ni medio, ni fin, oh Señor de forma infinita. Te miro ceñidas tus sienes con la tiara y armado con la maza y el disco, despidiendo por doquiera, cual ingente mole de luz, vivísimos fulgores. Mi vista apenas puede abarcar tu inmensidad, ni resistir tu brillantez, pues resplandece como el fuego flamígero y el sol radiante».
Pero Dios fue cambiando de aspecto mostrando su faz transformadora.
... Los mundos al igual que yo se amedrentan ante tu monstruosa forma, con tal profusión de bocas y ojos, de brazos, piernas y pies, de pechos y amenazadores colmillos. Pues al verte alcanzando el cielo y resplandeciendo con tal variedad de matices; al contemplar tus bocas desmesuradamente abiertas y tus enormes ojos fulgurantes, se estremece mi alma... Ante tus enormes mandíbulas armadas de dientes amenazadores y ardientes como el fuego devorador del fin del mundo, mi ánimo se conturba y la alegría me abandona... Los príncipes y señores de la Tierra corren atropelladamente a precipitarse en tus bocas horrendas erizadas de formidables dientes. Algunos de estos infelices, con la cabeza triturada, vense cogidos entre tus agudos colmillos. Mi corazón rebosa de gozo ante la maravilla hasta ahora oculta a toda mirada humana, pero a la vez se sobresalta de temor. Muéstrate, pues, oh Señor mío, en tu otra forma... Ansío verte como antes, coronado con la tiara y empuñando la maza y el disco. Asume de nuevo tu forma de cuatro brazos oh tú, que estás dotado de brazos mil y de formas sin cuento.
Y nuevamente Dios volvió a su forma humana.
... Al verte nuevamente en tu atrayente figura humana, Krishna, serénase mi razón y la calma renace en mi pecho. (25)
El viejo libro de Skanda Purana cuenta que un demonio llamado Durg, habiendo hecho sacrificios para propiciar a Brahma, recibió de éste su bendición. Con tal poder, desalojó a los dioses del cielo y enviándolos a los bosques los obligó a que lo reverenciaran inclinando la cabeza en su presencia. Luego abolió las ceremonias religiosas y los dioses debilitados por esto, discutieron una posible solución al trance en el que estaban atrapados. Ganesa (hijo de Shiva y de Parvati), sabio protector de los emprendimientos humanos, meneando su cabeza de elefante agitó los cuatro brazos y sugirió que era del todo necesario llegar hasta sus padres. De inmediato se designó al rey mono Hanuman, el astuto y veloz conquistador de territorios, para que llegando al Himalaya entregara la súplica a la pareja celestial... Y allí en las alturas, ésta meditaba en armonía y paz. Hanuman explicó sus motivos. Entonces Shiva, apiadado por las dificultades que sufrían los jóvenes dioses pidió a la delicada Parvati que se encargara del problema. Parvati, en primer término, tranquilizó a Hanuman y luego envió a La Noche para que en su nombre exigiera al demonio restablecer el orden en los mundos. Pero Durg, inundado de furor mandó prender a La Noche. Sin embargo al gritar la orden, con el aliento de su voz quemó a sus propios soldados. Recuperado despachó a sus esbirros, mas la Noche escapando buscó refugio en su protectora. En la más grande oscuridad, Durg encendido de ira subió a su carro de combate. Un ejército de gigantes, caballos alados, elefantes y hombres se recortó fulgurante y rojizo contra las nieves eternas del Himalaya. Con horroroso estruendo la atrevida invasión pisó los sagrados dominios de Parvati, pero ella con grácil movimiento blandió en sus cuatro brazos las mortíferas armas de los dioses. Entonces ocurrió que las tropas del arrogante Durg dispararon sus flechas contra la impasible figura que de pie en el Himalaya se destacaba a gran distancia. Tan tupida era la lluvia de dardos que asemejaba una cortina de gotas de agua en la fuerte tormenta. Pero ella frenó el ataque con sus invisibles escudos. Los agresores partiendo árboles y montes los arrojaban en contra de la diosa... Hasta que ésta respondió. Al lanzar una sola de sus armas se escuchó un silbido aterrador; los caballos alados relinchaban al ser arrastrados por el huracán que seguía a la lanza de Parvati. Pronto su aguijón arrancó los brazos de miles de gigantes mientras crujían en espantoso impacto cuadrúpedos y cabalgadores. Flechas, estacas, mazas y picas que Durg lanzaba, la diosa repelía en fragmentos que destrozaban a los invasores más cercanos. Durg, entonces, asumiendo la forma de un elefante enorme arremetió contra Parvati, pero ella enlazó las patas de la bestia y con sus uñas de cimitarra la cortó en pedazos. De la sangre caída emergió un abominable búfalo que al lanzar su embestida quedó ensartado en el tridente de Parvati. Huyendo malherido, Durg tomó entonces su verdadera forma pero ya la diosa lo había levantado por el aire y al estrellarlo contra el suelo, la tierra retumbó con voz de trueno. De inmediato Parvati hundió un brazo en las fauces del demonio y por ellas retiró las palpitantes vísceras. Implacable, en poderoso abrazo hizo que el cuerpo expulsara la sangre a borbotones al tiempo que la sorbía hasta agotarla. Por último, para que Durg no renaciera devoró sus restos y juntando los huesos los presionó tan fuertemente en una mano que reducidos a polvo se incendiaron. Y al aflojar los dedos, el viento helado de las cumbres sólo llevó como recuerdo una minúscula mota de ceniza. Luego, descendiendo de los montes recibió las ofrendas de los dioses y presurosa regresó junto a su amado Shiva. Así, bellísima y tierna, se cobijó con él en la más suave música y en el más delicado resplandor de la inmortalidad.
VII. MITOS PERSAS.
El clamor de Zarathustra. (1)
Cuando Zarathustra cumplió treinta años, abandonó su tierra y fue a un lugar lejano. (2) Allí vivió en su caverna por mucho tiempo. Solamente se alimentaba con un queso que nunca disminuía y tomaba el agua pura de la montaña. En la noche el fuego le hablaba y así comprendió el rumbo de las estrellas. En el día el sol le hablaba y así comprendió el significado de la luz. (3) Pero una mañana muy temprano, llegó hasta su cueva el clamor de los animales de la tierra... Porque las vacas y los rebaños tienen un alma, Zarathustra escuchó a esa alma grande, a Kine, pedir a Dios sus bendiciones. Elevando su lamento, que era como un gran mugido, Kine dijo: «Mi alma padece, Ahura Mazda. (4) ¿Para quién me creaste? ¿A imagen de quién me modelaste? Otórgame el bien, impide que las tribus salteadoras lleven el ganado a su muerte. Siento que estoy rodeada por la ira, la violencia, el azote de la desolación, una insolencia audaz y un empuje arrebatador. Salva a mis animales, oh Ahura Mazda, tú que proporcionas los verdes pastos».
Entonces Zarathustra, en la boca de su caverna miró al día y pidió a Ahura Mazda: «Permite que la Buena Mente de Zarathustra guíe a los que trabajan la tierra para que ésta dé buenos pastos y fortalezca a los rebaños; para que las vacas den leche y la leche queso y el queso nutra a los hombres que labran; para que nunca más el saqueador arruine al pueblo y en cambio se convierta en el amigo que aprende a trabajar y compartir. Así quiero agradecer tus enseñanzas y el alimento que me has brindado. Recuerdo mis preguntas iniciales, cuando en total candidez las formulara hace ya mucho tiempo y tú, benevolente, me fuiste respondiendo. Así yo te decía: ¿Quién fue el primer padre?... ¿Quién marcó al sol y a las estrellas, que todos los días nos alumbran, sus caminos invariables?... ¿Quién fijó las leyes mediante las cuales crece y mengua la luna? (5)... ¿Quién sostiene la Tierra desde abajo y quién sostiene las nubes desde arriba para que no se caigan? ¿Quién hizo las aguas y las plantas? ¿Quién ha uncido los vientos a las nubes de tormenta para que se muevan a gran velocidad? ¿Quién, oh gran creador, es el que inspira los buenos pensamientos dentro de nuestras almas? (6)... ¿Quién como hábil artesano ha hecho la luz y las tinieblas?... ¿Quién ha sido el autor del sueño y del deleite que procuran a veces las horas de vigilia?... ¿Quién hizo nacer y difundió las auroras, los mediodías y las medianoches, monitores para el hombre y verdaderos guías del deber? (7)... ¿Aumenta en realidad la piedad que amamos el orden sagrado dentro de nuestras almas? ¿Para quién has creado tú a la madre Kine productora de gozos y beneficios, sin la cual nuestra vida sería angustiosa? (8) Y explicaste, oh Señor de la Luz, cómo el padre Yima fue el primer hombre que habló contigo. (9) Así dijiste: «Pues yo le he hablado, ¡oh Zarathustra!, yo que soy Ahura Mazda, y le he dicho: Seme sumiso, oh hermoso Yima, pues tú eres quien debe meditar y llevar mi ley. Entonces Yima el hermoso me respondió en ese momento: Yo no puedo ser el que enseñe, el que medite, el que lleve la ley. Entonces yo le dije: Si tú no quieres obedecerme, Yima, y llegar a ser el que enseñe y lleve la ley, entonces vela sobre los mundos que son míos: vuelve mis mundos fértiles. Obedéceme en tu calidad de protector de los mundos: aliméntalos y vela por ellos... Entonces yo le llevé las armas de la victoria, yo que soy Ahura Mazda. Una lanza de oro y un cuchillo fabricado también con oro... Entonces Yima se elevó hasta las estrellas, hacia el mediodía, por la ruta que sigue el sol. E hirió a esta Tierra con su lanza de oro. Y la hendió con el cuchillo. Y habló de este modo: «Oh Spenta Armaiti, oh, madre Tierra, primera madre... Ejecuta con amor lo que voy a decirte: marcha hacia adelante, sal y camina de lado, de acuerdo con mi orden. Tú que llevas en tu seno a ganados, animales y hombres». Y Yima caminó después sobre esta Tierra a la que había vuelto fértil, y que era un tercio más considerable que antes. Y sobre esta tercera parte nueva se extendieron los ganados, los animales y los hombres. (10) Y los hombres dijeron: «Yo celebro a Ahura Mazda, el creador de la creación pura. Yo celebro a Mithra que tiene un vasto imperio. (11) Yo combato a Indra. (12) Y aquel que da a un ser impuro y malo, Haoma purificado, no hace una obra mejor que si matara mil caballos». (13) Y el primer pecado que existe entre los hombres es cuando alguien habla con palabras despectivas de un hombre puro a un hombre que tiene otra fe». (14)
«Yo pregunté y tú respondiste a todas mis preguntas», dijo Zarathustra. «Porque el padre Yima no quiso dar sabiduría, sino cuidar y extender tus dominios, es hora de que yo haga lo que corresponde a tu enseñanza».
Luz y Tiniebla.
Ved que se trata de los dos espíritus primitivos que han sido conocidos y declarados desde antiguo, como una pareja que combina sus esfuerzos opuestos y sin embargo cada una es independiente en sus obras. Los dos son uno mejor y otro peor, tanto en pensamientos como en palabras y obras. (15) Cuando se reunieron los dos espíritus allá al principio de las cosas para crear la vida y la esencia de la vida y para determinar cómo debería ordenarse el fin del mundo, destinaron la peor vida, el Infierno, para los malos y el Mejor Estado Mental, el Cielo, para los buenos. (16) Cuando cada uno hubo terminado su parte en la obra de la creación, cada cual de ellos escogió el modo de formar su reino, perfectamente separado y distinto del otro. De los dos, el malo escogió el mal, sacando con ello y obteniendo el peor resultado posible, mientras que el espíritu más bondadoso escogió la justicia. Tal escogió aquel que se viste empleando como manto las sólidas piedras del cielo. Y escogió también a cuantos le agradan a él, Ahura Mazda. (17) ...Y entre estos dos espíritus, los demonios-dioses y aquellos que los adoran, incapaces son de elegir rectamente puesto que quedaron como engañados. Mientras se formulaban preguntas y se debatían en consejo, el Mal Espíritu personificado se acercó a ellos para que lo eligieran y fuesen su comitiva. Con ello tomaron una decisión fatal. Y hecho, se abalanzaron juntos hacia el demonio de la furia, para con él y su ayuda mancillar la vida de los mortales. (18) ...Y a las creaciones del Bien y del Mal se les dio un cuerpo estable, permanente y siempre capaz y esforzado... Y cuando se haya librado la gran batalla, que comenzó cuando los Daevas (19) tomaron por primera vez al Demonio de la Ira como aliado y cuando se haya cumplido la justa venganza sobre estos desventurados, entonces, ¡oh Mazda!, tu santa mente dominando ya dentro de tu pueblo, habrá ganado el reino para ti.(20) ...De los dos primeros espíritus del mundo, el más bondadoso dijo así al dañino: «¡Ni nuestros pensamientos, ni nuestros mandamientos, ni nuestra inteligencia, ni nuestras creencias, ni nuestras obras, ni nuestra conciencia, ni nuestras almas están de acuerdo en nada!». (21)
Los ángeles y el Salvador. Fin del mundo, resurrección y juicio.
Pero ahora la Luz de Ormuz (Ahura Mazda) y la Oscuridad de Ahriman (el Espíritu de la Mentira) luchan en cada cosa. Por tanto todos los seres tienen su parte buena y su parte impura. Así es deber del santo (en quien predomina la luz), iluminar a los hombres haciendo retroceder la oscuridad. Pero al fin del mundo, la maldad aparentará su triunfo al confundir las mentes. Los buenos serán perseguidos y a ellos se habrá de atribuir todos los defectos que padecen los perversos, simulando éstos la mayor rectitud. Pero será el momento en que Ormuz enviará a su hijo Saoshyant para salvar al mundo. (22) El estará ayudado por los alados espíritus de la Luz que son los ángeles y los arcángeles, así como lo tenebroso estará auxiliado por las jerarquías de los demonios. Todo quedará alineado para la batalla final y entonces, en cataclismo Universal Ormuz derrotará a Ahriman. Pero por imperio de Ormuz surgirá un nuevo mundo puro. Los muertos resucitarán revestidos de un cuerpo glorioso. Los ángeles y los arcángeles tenderán el puente... Y resultará igualmente victorioso en el verdadero Puente del Juicio, pues la conciencia del hombre justo aplastará, no hay duda, al espíritu del malvado, mientras que el alma de éste recibirá repulsa y rabiará llena de desesperación en el abierto puente de Kinvat, al tiempo que se esforzará en vano mediante obras y palabras maldicientes de la lengua por alcanzar y contaminar las sendas de Asha por las que llegan las almas fieles. (23) El puente será firme y espléndido al paso del justo, pero comenzará a cerrarse ante el paso del réprobo y éste caerá. En lo que se refiere a las almas de los que murieron en pecado, éstas se reunirán con aquellos malos, que sirven a sus también malos gobernantes, a los que hablan con palabras malas y a los que albergan en su interior malas conciencias. Tales almas saldrán en el Infierno a darles la bienvenida al tiempo que malos alimentos. Y su morada estará siempre en la mansión de la Mentira. (24) ...En cambio, he aquí la recompensa que Zarathustra anunció ante todo a sus amigos, los que se aconsejan de Asha y son aptos para la causa: Ahura Mazda vendrá, en primer lugar, a su Mansión de Canciones, Garodmán, y después, la Buena Mente que está dentro de cada uno os dará dones al tiempo que os bendecirá. (25)
VIII. MITOS GRECO-ROMANOS. (1)
La lucha de las generaciones de inmortales.
Del eterno Urano (Cielo) y de la madre Gea (Tierra) nacieron seis titanes que con sus hermanas titánidas engendraron a una generación de dioses. Pero es a partir del gran Crono (Tiempo), el más joven titán, que todo comenzó a fluir según lo siguiente sucede a lo anterior. Antes de él, los tiempos corrían a saltos y en todas direcciones: el pasado sucedía al futuro y, a veces, todos los instantes transcurrían en tropel concentrado. En realidad, los mortales nada pueden decir de algo anterior al comienzo de las cosas (por esto algunos, hacen derivar de Crono a todo lo pensable).
... Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los más terribles de los hijos, estaban irritados con sus padres desde el comienzo, pues cada vez que iba a nacer uno de éstos, Urano lo ocultaba en el seno de Gea, sin dejarlo salir y se complacía en su mala acción. La monstruosa Gea en su interior se lamentaba oprimida y tramó una malvada artimaña. Tras haber creado al punto una especie de blanco acero fabricó una gran hoz y explicó el plan a sus hijos. Les habló valerosa pero afligida en su corazón: «Hijos míos y de orgulloso padre. Si queréis obedecerme, vengaremos el malvado ultraje de vuestro padre, pues él fue el que comenzó a maquinar obras indignas». Así dijo y de todos se apoderó el temor, de modo que ninguno se atrevió a contestar; pero el poderoso Crono, astuto, cobrando ánimo, al punto respondió a su respetable madre: «Madre, te prometo que puedo realizar ese trabajo, puesto que no siento preocupación alguna por nuestro odiado padre, ya que fue el primero en maquinar obras indignas». De este modo se expresó y la monstruosa Gea mucho se alegró en su mente. Tras ocultarlo, lo colocó para la emboscada; puso en su mano la hoz de agudos dientes y le enseñó todo el engaño. Vino el poderoso Urano trayendo la noche y deseoso de amor se echó sobre Gea y se extendió por todas las partes. Su hijo desde la emboscada lo alcanzó con la mano izquierda, a la vez que con la mano derecha tomó la monstruosa hoz, larga, de agudos dientes, y a toda prisa segó los genitales de su padre y los arrojó hacia atrás. (2)
Así Crono desplazó a su padre en el reinado del Universo. Luego se unió a su hermana Rea y con ella comenzó a engendrar hijos, pero a ellos devoraba cuando desde el sagrado vientre de la madre llegaba a sus rodillas, tramando esto para que ningún otro noble descendiente obtuviera la dignidad real entre los inmortales. Pues por Gea y el estrellado Urano se había enterado que tenía como destino morir a manos de su hijo. Por esto no descuidaba la vigilancia, sino que, siempre al acecho, devoraba a sus hijos, y Rea sufría terriblemente. Pero cuando iba a dar a luz a Zeus, padre de dioses y hombres, suplicaba a sus padres (a los de ella, a Gea y al estrellado Urano) que le ayudaran en su plan, para que sin que se diera cuenta pariera a su hijo y vengara la Erinias (3) de su padre (y de los hijos que se tragó el gran Crono de aguda mente). (4)
Ellos mucho escucharon y obedecieron a su hija, a la vez que le contaron cuanto estaba marcado por el destino que sucediera respecto al rey Crono y a su valeroso hijo y la enviaron a Licto, un rico pueblo de Creta cuando iba a dar a luz al último de sus hijos, al gran Zeus. A éste lo recogió la monstruosa Gea para alimentarlo y educarlo en la amplia Creta. Allí fue, llevándolo a lo largo de la rápida gran noche, primeramente a Licto; lo tomó en sus manos y lo ocultó en una escarpada cueva, bajo las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo, poblado de árboles. Y envolviendo en pañales una gran piedra se la puso en sus manos al gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél entonces, cogiéndola con sus manos, la puso en su vientre, ¡desdichado! y no se dio cuenta en su mente que detrás, en lugar de una piedra, quedaba su invencible e imperturbable hijo, que pronto, sometiéndolo con la violencia de sus manos, lo iba a despojar de sus atributos e iba a gobernar entre los inmortales. Rápidamente crecieron la fuerza y los gloriosos miembros del soberano, y al llegar el momento oportuno, engañado por las muy sabias sugerencias de Gea, el gran astuto Crono vomitó a sus hijos. Pero primeramente echó fuera la piedra, puesto que era lo último que se tragó. Zeus la fijó en la tierra de anchos caminos en la muy sagrada Pitó, en las cavidades del Parnaso, para que fuera un símbolo para la posteridad, maravilla de los hombres mortales. (5)
La lucha inevitable surgió entre el bando de Zeus, sus hermanos y aliados, y el de Crono y los titanes. Ya no contenía Zeus su fuerza, sino que al punto se llenaron de cólera sus entrañas y mostró toda su violencia; al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo avanzaba lanzando rayos de modo continuo y los rayos, a la vez que el trueno y el relámpago, revoloteaban desde su robusta mano, haciendo dar vueltas a la sagrada llama. (6)
De un lado y otro la nutricia tierra resonaba al quemarse y crepitaba grandemente con el fuego la inmensa selva; hervía toda la tierra y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los ctónicos Titanes y una inmensa llama alcanzó el divino aire, y, aunque eran muy fuertes, sus dos ojos se quedaban ciegos cuando resplandecía el brillo del relámpago y del rayo. (7) Así continuó la formidable lucha hasta que los dioses tomando a los Titanes... los enviaron bajo la tierra de amplios caminos y los encadenaron con dolorosas cadenas, tras haberlos vencido con sus manos. (8) Allí están ocultos, por decisión de Zeus que amontona las nubes, los dioses Titanes en una zona húmeda, en los límites de la inmensa tierra. (9)
Prometeo y el despertar de los mortales.
Salvé a los mortales del Diluvio cuando encargué a Endimión y Pirra la construcción de una barca, y luego les expliqué cómo restablecer lo devastado, cuando la nave descendió suavemente en los montes Tesalios. Amigo del conocimiento y la paz, en trance estoy de lograr mi objetivo; para esto he beneficiado a los mortales con la sabiduría. A menudo ocurre que ésta misma ciencia es envilecida por los sueños de dominio que los dioses infunden a los hombres para perderlos, volviéndolos a las épocas oscuras de las que yo los rescatara. ¡Pero haya fe en el avance! Y cuando los bandos se enfrenten, repetid conmigo esta despreciativa invocación que no por vulgar es menos cierta: «Haced la guerra, mortales imbéciles. Destrozad los campos y las ciudades. Violad los templos, los sepulcros, y torturad a los vencidos. Haciéndolo así, ¡reventaréis todos!». (10) Y que os sirva en algo esta advertencia.
Así como Zeus, yo Prometeo soy hijo de titanes. Aquel nunca miró con buenos ojos que en la lucha divina me mantuviera al margen. Y así fue. No por malignos los titanes, mejor era Zeus en sus designios y altivez. Cuando los olímpicos, por fin, se apoderaron del gobierno del mundo, quisieron mantener su tiránico poder y, en su crueldad, mutilaron el cuerpo y la mente de los frágiles humanos viendo en ellos a enemigos futuros. Los cubrieron de superstición y de ignominia y hasta hoy se respeta la mentira de esa tribu de inmortales opresores. ¿Quién otro que yo repartió a esos dioses nuevos todas sus preeminencias? Más callemos esto, que sería contarlo a quienes lo saben, y oíd los males de los hombres, y cómo de rudos que antes eran, hícelos avisados y cuerdos. Lo cual diré yo, no en son de queja contra los hombres, sino porque veáis cuánto les regaló mi buena voluntad. Ellos, a lo primero, viendo, veían en vano; oyendo, no oían. Semejantes a los fantasmas de los sueños, al cabo de siglos aún no había cosa que por ventura no confundiesen. Ni sabían de labrar con el ladrillo y la madera casas halagadas del sol. Debajo de tierra habitaban a modo de ágiles hormigas en lo más escondido de los antros donde jamás llega la luz. No había para ellos signo cierto, ni de invierno, ni de la florida primavera, ni del verano abundoso en frutos. Todo lo hacían sin tino, hasta tanto que no les enseñé yo las intrincadas salidas y puestas de los astros. Por ellos inventé los números, ciencia entre todas eminente, y la composición de las letras, y la memoria, madre de las musas, universal hacedora. Yo fui el primero que unció al yugo las bestias fieras, que ahora doblan la cerviz a la cabezada, para que sustituyesen con sus cuerpos en las más recias fatigas. Y puse al carro los caballos humildes al freno, ufanía de la opulenta pompa. Ni nadie más que yo inventó esos carros de alas de lino que surcan los mares. (11) A los hombres todo les pasaba sin posibilidad de elegir por faltar en ellos el conocimiento. ¿Caían enfermos?, pues no había remedio ninguno, ni manjar, ni poción, ni bálsamo, sino que se consumían con la falta de medicinas, antes de que yo les enseñase las saludables preparaciones con que ahora se defienden de todas las enfermedades... Tal fue mi obra. Pues y las preciosidades, ocultas a los hombres en el seno de la tierra: el cobre, el hierro, la plata y el oro, ¿quién podría decir que los encontró antes que yo? Nadie, que bien lo sé, si ya no quisiere jactarse temerario. En conclusión, óyelo todo en junto. Por Prometeo tienen los hombres todas las artes. (12) Y, por cierto, dejaré que algunos por obsecuencia a los olímpicos, cuenten aún hoy su falsa historia...
«Cuando los dioses y los mortales disputaban en Mecona, Prometeo, tratando de engañar al inteligente Zeus, con ánimo resuelto le ofreció un enorme buey que había dividido. Por una parte puso, en la piel, la carne y las entrañas ricas en grasa, ocultándolas en el estómago del buey; por otro lado, colocando bien los blancos huesos del buey con engañoso arte, se los presentó, después de haberlos cubierto con blanca grasa. Ante esto el padre de los dioses y hombres le dijo: ‘Japetónida, (13) famoso entre todos los soberanos, mi buen amigo, cuán desigualmente hiciste las partes’. Así habló en tono mordaz Zeus, conocedor de inmortales designios. A él le respondió, por su parte, el astuto Prometeo con una leve sonrisa, sin olvidarse de su engañoso artificio: ‘Zeus gloriosísimo, el más grande de los sempiternos dioses, elige de éstos el que en tu pecho te indique tu ánimo’. Habló en verdad, con engañosa mente y Zeus, conocedor de inmortales designios, se dio cuenta y no ignoró el engaño, sino que en su corazón proyectó contra los hombres mortales males que, realmente, iba a cumplir. Levantó con ambas manos la blanca grasa; se irritó en sus entrañas y la cólera le llegó a su ánimo cuando vio los blancos huesos del buey por el pérfido engaño. Desde entonces en la tierra las estirpes de hombres queman para los inmortales blancos huesos sobre humeantes altares. Y a aquél Zeus amontonador de nubes, muy irritado le dijo: ‘Japetónida, conocedor de los designios relativos a todas las cosas, mi buen amigo, no te olvidaste, en efecto, del pérfido arte’. De ese modo se expresó lleno de irritación Zeus, sabedor de inmortales designios, y desde ese momento, acordándose en cada instante del engaño, no otorgaba a los fresnos la fuerza del incansable fuego para los mortales que habitan sobre la tierra. Pero de él se burló Prometeo robando en una caña hueca la luz del incansable fuego que de lejos se ve. Dañó así, de nuevo, en lo más profundo del ánimo al altitonante Zeus, y le irritó en su corazón cuando vio entre los hombres el brillo del fuego que desde lejos se observa. Al punto, a cambio del fuego, tramó males para los hombres... Así no es posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus, pues ni siquiera el Japetónida, el benefactor Prometeo, se escapó de su pesada cólera, sino que por la fuerza de una gran cadena le retuvo, a pesar de ser muy sabio.» (14)
«A Prometeo, de astutas decisiones, lo ató (Zeus) con ligaduras de las que no se pudo liberar, con dolorosas cadenas que metió a través de una columna, y contra él lanzó un águila de amplias alas. Ésta le comía el inmenso hígado, pero éste crecía por la noche tanto cuanto el ave de rápido vuelo había devorado por el día». (15) Un mortal, Heracles, dio cuenta con su flecha del águila devoradora. Entonces Zeus, reconocido el hecho, se resignó a que yo cargara parte de la cadena y de la roca que arranqué con la ayuda del héroe. Torpemente, Zeus, no quiso escuchar las condiciones que tenía yo en mente para beneficio de ambas partes. Solamente, cuando le advertí acerca de su futuro vio el peligro y a regañadientes compensó con mi libertad el consejo que de mí necesitaba. Y aún obstinado, pensó que aunque libre se agotaba mi tiempo ya que la inmortalidad no me había sido concedida. Pero Quirón, el buen amigo y educador de los mortales, cambió conmigo su sino y eligiendo él bajar al Hades dejó la eternidad en mis manos. Ahora, luego de penurias y fatigas, estimulando siempre la esperanza, atraigo a los humanos para que también conquisten la libertad y su inmortal destino.
Deméter y Perséfona. Muerte y resurrección de la naturaleza. (16)
A Deméter canto, a ella y a su hija Perséfona que fue raptada cuando en los prados recogía flores. Cien capullos brotaba de una misma raíz y ella, admirada, tendió los brazos para coger el hermoso juguete; pero entonces se abrió la tierra, de anchos caminos, y surgió el soberano Hades, llevado por corceles inmortales. Y arrebatándola contra su voluntad en carro de oro, se la llevó mientras lloraba y gritaba con aguda voz. Pero ninguno de los inmortales ni de los mortales hombres escuchó su voz... Contra su voluntad, pues, por consejo de Zeus se la llevó su tío paterno en los caballos inmortales. Deméter buscó a su hija y durante nueve días y sus noches no probó ni una vez la ambrosía ni el delicado néctar de los dioses. Por todas partes hurgó su rastro y nadie pudo informarle hasta que el Sol le dijo: «Ninguno de los inmortales es culpable sino Zeus, que amontona las nubes, el cual se la dio a Hades, su propio hermano, para que la llamara su floreciente esposa; y Hades, raptándola, se la llevó en su carro a la oscuridad tenebrosa, mientras ella profería recios gritos. Pero, oh diosa, cese tu gran llanto: ninguna necesidad tienes de sentir sin motivo esa cólera insaciable, pues no es un yerno indigno de ti». Encendida de furor la diosa abandonó el ágora de los dioses y el vasto Olimpo y descendió a las ciudades y los campos de los hombres afeando su aspecto para no ser reconocida. Pero los bienes que Deméter distribuye quedaron restringidos en su ánimo y, por tanto, nada germinaba ni daba frutos. Entonces Zeus, mandó llamar a la ofendida diosa; pero ésta rehusó, deseosa como estaba de reencontrarse con su hija. De este modo, el padre de los dioses mandó a Hermes, el de los pies alados, a parlamentar con el infernal Hades, y aquél dijo: «¡Hades de cerúlea cabellera, que reinas sobre los muertos! El padre Zeus me manda sacar de tus dominios a la divina Perséfona a fin de que su madre, viéndola, deponga la ira contra los inmortales. Porque ella maquina este grave propósito: destruir la débil raza de los terrígenas hombres, escondiendo la semilla dentro de la tierra y acabando así con los honores de los inmortales. Y, encendida en terrible cólera, no se junta con los dioses». Hades recomendó al punto que Perséfona partiera. Ésta saltó de júbilo; mas él, atrayéndola a sí, le dio a comer misteriosamente un dulce grano de granada, para que no se quedase siempre allá, al lado de la venerada Deméter. Luego, Hades, entregó su carro a Hermes y éste acompañado por Perséfona acometió el regreso. El reencuentro de madre e hija conmovió a los dioses y el largovidente Zeus, mandó a por ellas a la madre Rea, de manera que en el encuentro ésta dijo: «¡Ven acá, hija! Te llama el tonante Zeus para que vayas a las familias de las deidades; prometió darte las honras que quisieras entre los inmortales dioses; y asintió con la cabeza a que, en el transcurso del año, tu hija pase un tercio del tiempo en la oscuridad tenebrosa y los otros dos contigo y con los demás inmortales. Así dijo que se cumpliría y lo ratificó con un movimiento de su cabeza. Más ve, hija mía, y obedece. No te irrites demasiado y haz que crezcan rápidamente los frutos de que viven los hombres». Así dijo; y no desobedeció Deméter, la de bella corona, que en seguida hizo salir fruto de los fértiles campos. Toda la ancha tierra se cargó de hojas y flores y la diosa fue a mostrar a los reyes que administran justicia, el misterio de las cosas sagradas; y a todos les explicó los venerados misterios, que no es lícito descuidar, ni escudriñar, ni revelar, pues el gran respeto a los dioses corta la voz. Dichoso, entre los hombres terrestres, el que los ha contemplado; pues el no iniciado en estos misterios, el que de ellos no participa, no alcanza jamás una suerte como la de aquél, ni aún después de muerto, en la oscuridad tenebrosa. Mas después que la divina entre las deidades dio a conocer todas estas cosas, partieron ambas para dirigirse al Olimpo, a la junta de los demás dioses.
Dionisos, la locura divina.
Ninguno de nosotros sabe nada de nada; ni siquiera esto mismo de si sabemos o no sabemos, ni si sabemos que sabemos o que no sabemos; ni si en total hay algo o no lo hay. Porque las cosas son lo que uno crea de ellas. (17) Por tanto, debe moverse la razón y abrir otro horizonte para que los dioses hablen.
Empiezo cantando al bullicioso Dionisos, coronado de hiedra, hijo preclaro de Zeus y de la gloriosa Semele, a quien criaron las ninfas de hermosas trenzas, después de recibirlo en su seno de manos del soberano padre; y por la voluntad de su padre creció en una perfumada cueva, figurando en el número de los inmortales. Criado por las diosas el que debía ser objeto de tantos himnos, solía frecuentar los selvosos vericuetos, coronado de hiedra y de laurel; las ninfas le seguían y él las guiaba; y el estrépito llenaba la inmensa selva. Así, ¡salve, oh Dionisos, el de los muchos racimos! (18)
Dudando Semele que su amante fuera el mismo Zeus, le pidió que se manifestara en todo su poder. Al complacerla el olímpico, la aparición fue tan grande y terrible que aquella murió fulminada. Su hijo sin nacer fue arrancado de su seno por el dios, pero al faltarle tiempo suficiente de gestación, Zeus cortó su propio muslo e injertándolo allí cosió luego la herida. Al llegar el tiempo, su padre lo extrajo vivo; por esto se le llama «Dionisos», «Zeus joven», o también «el nacido dos veces». Pero Hera celando a Zeus por sus amores con Semele buscó al niño recién nacido para acabar con él. De este modo Dionisos tuvo que ser llevado a Egipto y educado en profundas cuevas y para mayor seguridad el padre Zeus lo transformó en un cabrito. Era ya un joven cuando Dionisos fabricó el vino de la vid. Allí lo descubrió la vengativa Hera y enloqueciéndolo hizo que vagara por numerosos países, hasta que la asiática Cibeles, Gran Madre de numerosos pueblos, lo purificó devolviéndole la razón a través de misteriosos procedimientos. Rodeado de bacantes, fue llevando la vid de pueblo en pueblo. En uno de ellos un tirano quiso destruir la planta sagrada pero enloquecido cortó sus propias piernas y entonces sus súbditos lo descuartizaron para alejar la maldición del dios. Llegando a India sometió a los pueblos con su embriaguez y sus ritos y luego volvió a Grecia. Allí su culto fue resistido por otro gobernante que como consecuencia fue despedazado por mujeres tomadas por el delirio báquico. De lugar en lugar, quiso llegar a las islas griegas y para esto se ubicó en las playas esperando el paso de algún navío. Esto finalmente ocurrió, pero los marinos tuvieron la idea de hacerlo prisionero para venderlo como esclavo. Así fue como la tripulación vio crecer vides por todo el barco mientras chorros de vino brotaban desde la cubierta y Dionisos, convertido en león, rugía amenazante. Enloquecidos se arrojaron al mar quedando convertidos en esos delfines que hasta hoy rodean a las naves, siempre tratando de explicar a los navegantes su confuso destino. Pero Dionisos siguió su labor misionera... Encontrando a la cretense Ariadna (aquella que con su hilo logró desbaratar los laberintos del Minotauro), redimió su amorosa pena. Siguió adelante el dios en su carro tirado por panteras, ceñida su frente por pámpanos y hiedra, tomando en su mano el tirso divino. Llegando a cada pueblo instituyó su culto y en las noches, al fuego de antorchas, sus devotos embriagados danzaron al son de panderos, cuernos y flautas. En éxtasis divino los bacantes abatían las pretensiones de la razón y al retomar su cordura dudaban de lo visto antes y después. Por esto, al celebrar el oscuro Dionisos con el luminoso Apolo la fusión de sus enseñanzas, el alma humana cedió la ferocidad de su instinto desatado, y la razón lejana bajó a la comprensión de sus profundidades. Y así, cuando la vengativa Hera reconoció el mérito de Dionisos, éste pudo regresar al Olimpo. Sin embargo, descendió antes al infierno y de allí rescató para la vida, a la triste sombra de su madre Semele.
IX. MITOS NÓRDICOS. (1)
Yggdrasil, el árbol del mundo.
En los horizontes de hielo, en los fríos invernales del Gran Norte, ¡qué cosa más querida puede haber que el árbol, germen del fuego, piel cálida y protectora de la horda guerrera, cuerpo de serpiente que nos lleva en la incursión vikinga, herramienta del campo fértil, testigo del compromiso que celebramos ante él! Amamos la planta y aunque el sol es de oro, lo sentimos vegetal. Por esto siempre hemos soñado que el fin de este mundo ocurrirá cuando el Lobo devore al sol, cuando una capa oscura se pose en la tierra, cuando las plantas mueran. Descendemos de Ask («fresno») y Embla («olmo») dos hermosos troncos caídos que por voluntad de los dioses, de los Ases formadores, tornaron a la vida como seres humanos.
Mas luego a la casa, potentes y afables,
tres Ases vinieron de aquella familia;
por tierra encontraron, con poco vigor,
a Ask y a Embla, faltos de suertes.
Ni ánimo entonces ni genio tenían,
ni vida o palabra ni buena color;
les dio ánimo Odín, les dio Honir el genio,
les dio Lódur palabra y la buena color. (2)
Ases y Asinias también aman al árbol, por eso allí se reúnen y deliberan. Pero mejor es que dialoguen sobre estas cosas, aquellos que saben hacerlo:
Entonces dijo Gangleri: «¿Cuál es la ciudad principal o el lugar sagrado de los dioses?» Hár responde: «Es el fresno Yggdrasil; allí tienen su tribunal todos los días». Entonces dijo Gangleri: «¿Qué puede contarse de ese lugar?» Entonces dijo Jafnhár: «Este fresno es el mayor y mejor de todos los árboles: sus ramas se extienden por todos los mundos y llegan más allá del cielo. Sujetan el árbol tres raíces que se extienden dilatadamente: una llega donde los Ases, (3) y otra donde los gigantes del hielo, donde en tiempos antiguos estuvo el Ginnungagap; (4) y la tercera está sobre el Niflheim, (5) y bajo esta raíz está Hvergelmir; (6) Nídhögg (7) mordisquea las raíces. Y bajo la raíz que va hacia los gigantes del hielo está la fuente de Mímir, (8) y en ella están ocultas la sabiduría y el conocimiento; Mímir se llama el dueño de esa fuente, y está llena de ciencia porque bebe de la fuente con el Gjallarhorn. Allí fue Allfödr (Odín) y pidió que le dejaran beber de la fuente, pero no lo consiguió hasta que dejó su ojo en prenda. (9) Algunos dicen que Odín, gran viajero, buscando siempre la sabiduría fue a otros países. Allí descendió a las profundidades de las minas y apoderándose del enano Alberico (dicen), le hizo entregar el yelmo que hace invisible, y el anillo poseedor del gran secreto del oro del Rin que el gnomo había robado a las custodias ondinas. También los gigantes Fafnes y Otr disputaron por esto con Odín. Uno con el cráneo roto quedó exánime y el otro convertido en dragón vivió defendiendo el tesoro de los Nibelungos; hasta que Sigfrido (nuestro Sígurd), lo mató apoderándose del anillo creador de tantos males, males que siguieron y que finalmente acabaron con todos aquellos que con él habían tenido relación. Porque solamente la sabiduría de Odín puede manejar esas fuerzas. Odín, que consulta a veces a los ahorcados y que acomete toda empresa por esa «sed» que lo invade, ¿cómo no había de ir hacia las nornas a tomar el agua del conocimiento?
«Odín suplicó a las tres nornas, lo dejaran beber el agua en ese manantial. Las nornas ironizaron: nada de agua del venero, si Odín no les daba uno de sus ojos, símbolo de su lucidez. Fascinado por el manantial, Odín aceptó el trato. Malditas fueron las tres mujeres que lancearon su rostro para asir su bien». (10)
La tercera raíz del fresno está en el cielo, y bajo esa raíz hay una fuente muy sagrada que se llama fuente de Urd: allí tienen los dioses su tribunal. Cada día cabalgan allí los dioses cruzando el Bifröst, que se llama también puente de los Ases. Los caballos de los Ases son más de diez. El caballo de Balder fue quemado con él. De todos ellos... Sleipnir es el mejor, es el de Odín, y tiene ocho patas.
«Lo que ves tronar en el arco iris es un fuego; los gigantes del hielo y los gigantes de los montes subirían al cielo si pudieran cruzar el Bifröst todos los que quieren hacerlo. Entonces dijo Gangleri: «¿Hay fuego ardiendo en el Bifröst?» Hár dice: En el cielo hay muchos lugares hermosos, y todos ellos gozan de la protección divina. Allí hay una hermosa sala bajo el fresno, junto a la fuente, y de ellas vienen tres doncellas que se llaman así: Urd, (11) Verdandi, (12) Skuld; (13) estas doncellas modelan los días de los hombres, y las llamamos nornas; pero hay aún otras nornas que vienen a cada hombre cuando nace, para modelar sus días, y son de linaje divino: otras son del linaje de los elfos, y tres del linaje de los gnomos...» Son pues de origen muy distinto porque algunas son de los Ases, otras de los elfos, otras de los gnomos y, como sabemos, otras son de los hombres.
Entonces dijo Gangleri: «Si las nornas rigen los destinos de los hombres lo hacen de forma muy desigual, pues algunos tienen vida buena y próspera, otros son pobres o poco ilustres, unos tienen larga vida y otros, breve». Hár dice: «Las nornas buenas y de buen linaje modelan la vida buena. Pero los malos destinos de los hombres están regidos por las malas nornas».
Entonces dijo Gangleri: «¿Qué otras maravillas pueden decirse del fresno?» Hár dice: «Mucho hay que decir. Un águila se sienta sobre las ramas del fresno, y es muy sabia; entre sus ojos se sienta un halcón que se llama Vedrfölnir. Una ardilla, llamada Ratatosk, sube y baja corriendo por el fresno y lleva habladurías... Y cuatro ciervos corren por las ramas del fresno y mordisquean el borrajo; se llaman así: Dáinn, Dvalinn, Duneyr, Durathrór... Se dice también que las nornas que viven en la fuente de Urd toman agua de la fuente todos los días, y el lodo que hay en torno a la fuente, y rocían el fresno para que no se resequen o se pudran sus ramas. Pero el agua es tan sagrada que todas las cosas que llegan a la fuente se vuelven tan blancas como eso que llamamos clara, que está dentro de la cáscara del huevo. El rocío que cae de él sobre la tierra lo llaman los hombres rocío de miel, y de él se alimentan las abejas. Dos aves se alimentan en la fuente de Urd, se llaman Cisnes, y de esas aves viene la especie de aves que así se llama». (14)
Thor, las valkirias y el Valhala. El guerrero y su cielo.
De todos los Ases, Thor es el más fuerte. En su reino está la morada más grande que se conoce. El dios se desplaza en su carro tirado por dos grandes chivos y lleva consigo sus tres poderes: el martillo Mjöllnir, que es como el trueno y que bien conocen los cráneos de los trols del hielo y de los gigantes de los montes. Su otro poder reside en el cinturón con el que acrecienta su fuerza cuando se lo ciñe. Por último, con el poder de sus guantes de hierro toma su martillo y gracias a ellos no se le escapa el mango cuando da sus furibundos golpes. Tremendo es el empuje de Thor, mas él no está solo en los campos de guerra. Cuando comienza la batalla las valkirias cabalgan y eligen a los que están destinados a morir con valor. Ellas arrebatan a los héroes y los hacen llegar hasta el Valhala. (15) Y ellos disponen de las enormes puertas y las salas construidas con escudos; allí están las mesas y las jarras, allí comen jabalí y beben. (16) Cada día, cuando se han vestido, toman sus armas y van a los campos y pelean y se derriban uno a otro; éste es su entretenimiento. Y cuando llega la hora de la comida del día vuelven en sus caballos al Valhala y se sientan a beber. Enlazan sus brazos en larga cadena y como movidos por el viento del cielo o las olas del mar, se agitan a derecha e izquierda mientras cantan con estruendo. Después, amigos entre ellos, comen.
Ragnarök, el Destino de los dioses. (17)
Vendrá aquel invierno que se llama el Terrible Invierno. Nevará desde todos los rumbos. Grande será la escarcha y fuertes los vientos, no habrá virtud alguna en el sol. Tres inviernos se sucederán y no habrá estío entre ellos. Antes habrá otros tres inviernos y en toda la tierra habrá grandes batallas. En aquel tiempo el hermano, movido por la codicia, dará muerte al hermano y los nombres de padre e hijo se olvidarán en la matanza y en el incesto. (18)
Y la vieja Adivina cerrando los ojos dijo en su canción, en su Völuspá: «Feroz ladra el perro guardián del infierno, va a romper la cadena, va a soltarse la fiera; mucho sé yo, más lejos yo veo: la hora fatal de los fuertes dioses. (19) Surgirán entre hermanos luchas y muertes, cercanos parientes discordias tendrán; un tiempo de horrores, de mucho adulterio, de hachas, de espadas, de vientos, de lobos anuncio será del derrumbe del mundo». (20)
Ocurrirán entonces grandes cosas: el Lobo devorará el sol y esto será un gran mal para los hombres. El otro Lobo devorará la luna y esto acarreará grandes males. No quedarán estrellas en el cielo. Se cumplirán también estas nuevas: toda la tierra temblará y los peñascos, de tal manera que los árboles se desarraigarán de la tierra y caerán los peñascos, y se romperán todas las ataduras y cadenas. Se soltará de sus cadenas el lobo Fenris. El mar inundará la tierra porque la Serpiente que Rodea la Tierra agitará el mar y avanzará con furia de gigante sobre la tierra. También la nave Naglfar se hará a la mar. (La nave que lleva ese nombre está hecha con uñas de los muertos. Por eso conviene advertir que si alguien muere y no le cortan las uñas, se agrega material para la construcción de Nagflar, que los dioses y los hombres quieren demorar). Sobre esa alta marea Naglfar navegará. El gigante que conduce la nave se llama Hrymir. El lobo Fenris avanzará con las fauces abiertas y su quijada inferior tocará la tierra y la de arriba el cielo. La abriría más si hubiera lugar. Echará fuego por los ojos y por las narices. La Serpiente que Rodea la Tierra exhalará veneno que infestará toda la tierra y toda el agua, y será terrible y estará a un lado del lobo. En ese fragor el cielo se partirá y los hijos de Múspell cabalgarán hacia ahí... Odín cabalgará al pozo de Mimir y tomará consejo de Mimir sobre él y su ejército. El fresno Yggdrasil temblará y nada habrá que no tenga miedo en el cielo o en la tierra. Los Ases y todos los guerreros se pondrán las armaduras y avanzarán hacia el campo. Primero cabalga Odín con un yelmo de oro y una hermosa armadura y la lanza llamada Gungnir. Avanzará contra el lobo Fenris y Thor está a su lado pero no puede servirle de nada porque sus manos están atareadas en la lucha con la Serpiente... Thor dará muerte a la Serpiente y dará nueve pasos desde ese punto. Caerá muerto después por obra del veneno que sobre él vertió la Serpiente. El Lobo devorará a Odín, éste será su fin. En seguida Vitharr avanzará y pondrá el pié en la quijada del lobo. Con una mano tomará la quijada superior del Lobo y le romperá el paladar y ésta será la muerte del Lobo. Loki batallará con Heimdallr y cada uno matará al otro. En seguida Surtr arrojará fuego sobre el suelo y quemará todo el mundo. (21)
¿Qué quedará entonces del cielo y de la tierra? ¿Qué será de los dioses? Yo la Adivina digo: las imágenes de los dioses y de la tierra y de la antigua gente se habrán evaporado como una alucinación, como aquella que padeció Thor cuando creyó que lo vencían. Se habrá evaporado la ilusión de un mundo y de los dioses correspondientes a ese mundo. Entonces, los hombres que estaban escondidos tendrán por alimento el rocío de la mañana. La tierra será hermosa y verde; dará frutos sin que se siembre y habrá palacios aéreos. Todos se reunirán y conversarán y recordarán su antigua sabiduría y hablarán de los hechos que acontecieron, de la Serpiente que Rodea la Tierra y del Lobo Fenrir. También hallarán en el pasto esas piezas de oro con las que jugaban los Ases en sus tableros. La humanidad estará lista para aprender y por ello empezará a caminar entre los dioses. Pero ahora nada más tengo que agregar porque estas cosas todavía no se han cumplido. Yo la Adivina callo sobre los tiempos venideros y en mi silencio comprendo lo que siente el último vikingo...
De Haki se escuchó la voz, mientras su larga serpiente enfilaba hacia el mar. De Haki se escucharon las frases que a su hijo dirigía, mientras la bruma en denso manto cerraba sus espaldas. Un rojo resplandor quemó la niebla y el rugir de las olas besó el rumor de sus palabras:
«No te confundan esas fábulas con las que hacemos inocente el saber que hemos recibido. Por ahora les tocará avanzar a extrañas gentes, intolerantes gentes que borran la memoria de otros pueblos. A ellos les gustará escuchar que el Yggdrasil va quedando mustio porque Odín cortó una de las ramas para hacer su lanza. Ellos chasquearán su lengua con deleite porque Odín perdió un ojo. Ellos se regocijarán porque nuestro cielo cae en espantoso crujido y les parecerá que eso predice su alborada. Así hemos contado nuestras cosas, pero ellos nada saben... El Yggdrasil se levanta inmenso y en las noches refulge; todo el cielo gira en torno al eje de su Gran Norte mientras su ápice conecta con la estrella fija y el sol rueda mortecino en los horizontes helados. Ellos celebrarán su más importante día con nuestro árbol nevado y en su cúspide estará la estrella fija, y esa noche les enviaremos regalos bajando desde el cielo en un trineo dorado tirado por renos. En sus sueños y cuentos habitarán nuestros trasgos, trols, gigantes y anillos encantados. Nuestros bosques los llamarán y cuando giren la cabeza muy rápidamente alcanzarán a ver un elfo; escucharán el canto de la ondina en los arroyos rumorosos y buscarán la vasija de oro que dejan los gnomos tras el arco iris... Pero ¡vamos ya! En nuestros ventisqueros y glaciares irrumpe el volcán y el géiser proyecta su calor. Ajusta la mano en el timón, ¡hijo y amigo! Ya dejamos los fiordos conocidos. En las auroras boreales los dioses danzando cambian de color, mientras nosotros aquí abajo cabalgamos las olas del mar furioso». (22)
X. MITOS AMERICANOS.
Popol Vuh (Libro del pueblo Quiché). (1)
La historia perdida.
Ya no se ve el Popol Vuh, así llamado, donde se veía claramente la venida del otro lado del mar, (2) la narración de nuestra oscuridad, y se veía claramente la vida. Este libro es el primer libro, pintado antaño, (3) pero su faz está oculta hoy al que ve, al pensador. Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en los tres cuadrados: el del cielo, el de la tierra y el del mundo subterráneo.
Las generaciones humanas: el hombre animal, el hombre de barro, el hombre de madera y el hombre de maíz.
1.- Mientras los Formadores trabajaban, pensaron que cuando se hiciera la claridad, tenía que aparecer un ser que los invocara y para ello debía saber hablar, nombrar. Y habría de comer, beber y respirar. Para el futuro ser crearon un mundo adecuado que tenía tierra, agua, aire, plantas y animales. Y estando terminada la creación, dijeron a los animales: «¡Hablad y alabadnos!» Pero no se pudo conseguir que hablaran como los hombres; sólo chillaban, cacareaban y graznaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno gritaba de manera diferente. Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que hablaran, se dijeron entre sí: «No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Esto no está bien, dijeron entre sí los Progenitores». Entonces se les dijo: «Seréis cambiados porque no se ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestro alimento, vuestra pastura, vuestra habitación y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque no se ha podido lograr que nos adoréis ni nos invoquéis... Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas». Y los animales sirvieron para alimento unos de otros.
2.- Entonces, al acercarse la aurora se dijeron que debían apurarse y realizar otro intento. De tierra, de lodo hicieron la carne del hombre. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenía velada la vista, no podía ver hacia atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener. Entonces deshicieron su obra y discutieron en consejo.
3.- Decidieron hacer un hombre de madera y procedieron. Al instante fueron hechos los muñecos labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y poblaron la superficie de la tierra. Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas. Ya no se acordaban del Corazón del Cielo y por ello cayeron en desgracia. Fue solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia; no tenían sangre, ni sustancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos... En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte. Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo... Llegaron entonces los animales pequeños, los animales grandes, y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las caras. «Mucho mal nos hacíais; nos comíais y nosotros ahora os morderemos», les dijeron sus perros y sus aves de corral... Y a su vez sus ollas les hablaron así: «Dolor y sufrimiento nos causabais. Nuestra boca y nuestras caras estaban tiznadas, siempre estábamos puestos sobre el fuego y nos quemabais como si no sintiéramos dolor. Ahora probaréis vosotros, os quemaremos», dijeron las ollas. Desesperados corrían de un lado para otro; querían subirse sobre las casas y las casas se caían y los arrojaban al suelo; querían subirse sobre los árboles y los árboles los lanzaban a lo lejos; querían entrar en las cavernas y las cavernas se cerraban ante ellos. Así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y formados, de los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron destrozadas las bocas y las caras. Y dicen que la descendencia de aquellos son los monos que existen ahora en los bosques... Y por esta razón el mono se parece al hombre, es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera.
4.- Los Formadores platicaron y decidieron poner alimento y bebida saludable en el interior del ser humano, por ello de maíz blanco y amarillo formaron su carne y prepararon líquidos con los que hicieron su sangre, produciendo su gordura y vigor. Y como tenían apariencia de hombres, hombres fueron; hablaron, conversaron, vieron y oyeron, anduvieron, agarraban las cosas; eran hombres buenos y hermosos. Fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo... Las cosas ocultas por la distancia las veían todas sin tener primero que moverse; en seguida veían el mundo y así mismo desde el lugar donde estaban lo veían... Y en seguida acabaron de ver cuanto había en el mundo. Luego dieron gracias al Creador y al Formador: «¡En verdad os damos las gracias dos y tres veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra»... Acabaron de conocerlo todo y examinaron los cuatro rincones y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y de la faz de la tierra. Pero el Creador y el Formador no oyeron esto con gusto. «No está bien lo que dicen nuestras criaturas, nuestras obras; todo lo saben, lo grande y lo pequeño», dijeron. Y así celebraron consejo nuevamente los progenitores: «¿Qué haremos ahora con ellos? ¡Que su vista alcance a lo que está cerca, que solo vean un poco de la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son por su naturaleza simples criaturas y hechuras nuestras? Han de ser ellos también dioses? ¿Y si no procrean y se multiplican cuando amanezca, cuando salga el sol? ¿Y si no se propagan?» Así dijeron... Así hablaron y en seguida cambiaron la naturaleza de sus obras, de sus criaturas. Entonces el Corazón del Cielo les echó un vaho sobre los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de un espejo. Sus ojos se velaron y sólo pudieron ver lo que estaba cerca, sólo esto era claro para ellos. Así fue destruida su sabiduría y todos los conocimientos de los hombres, origen y principio de la raza Quiché... Allí estaban sus mujeres, cuando despertaron, y al instante se llenaron de alegría sus corazones a causa de sus esposas. (4)
Destrucción del falso Principal Guacamayo a manos de Maestro Mago y Brujito. (5)
No había, pues, más que una luz confusa en la superficie de la tierra, no había sol. Uno llamado Principal Guacamayo se enorgullecía. Al principio existieron el cielo, la tierra, pero ocultas estaban las faces del sol, de la luna. El, pues, decía: «En verdad, la posteridad de esos hombres ahogados es extraordinaria».
Principal Guacamayo decía eso porque habían ocurrido grandes diluvios de agua y también de una sustancia oscura como resina que cayó de los cielos. (6) Durante mucho tiempo los hombres tuvieron que caminar por lugares desconocidos huyendo del frío y buscando alimento. (7) Usaban el fuego pero cuando se les apagó, tuvieron que inventarlo frotando maderas. Al principio se encontraron con el mar y caminando sobre él en medio de un inmenso frío llegaron a otras tierras. El sol y la luna no se veían. Las tribus se habían separado tanto a lo largo del tiempo que cuando un grupo se encontraba con otro ya no se entendía. Era el tiempo en que se buscaba el sol que calienta y los bosques y los animales. No había casas y sólo las pieles de algunas fieras servían de abrigo. Pero cuando los pobladores primeros llegaron a las tierras llenas de selvas y ríos y volcanes, Principal Guacamayo todavía quería hacer creer que él era el sol y la riqueza.
«Yo soy, pues, grande por encima del hombre construido, del hombre formado. Yo el sol, yo la luz, yo la luna. Que así sea. Grande es mi luz. Por mí andan, caminan los hombres. Mis ojos, en metales preciosos resplandecen, de gemas, de verdes esmeraldas. Mis dientes brillan con su esmalte como la faz del cielo. Mi nariz resplandece a lo lejos como la luna...» Así decía Principal Guacamayo, mas en verdad, Principal Guacamayo no era el sol.
Dos dioses, dos engendrados que se llamaban Maestro Mago y Brujito, espiaban a Principal Guacamayo cuando trepaba a un árbol para comer sus frutas. Después, Principal Guacamayo fue tiroteado con cerbatanas por Maestro Mago, quien le plantó la bala de la cerbatana en la mandíbula; gritó a voz en cuello al caer del árbol al suelo. Maestro Mago corrió con la intención de ir a matarlo pero al llegar hasta él fue asido violentamente, fue sacudido, hasta que Principal Guacamayo arrancó uno de sus brazos huyendo con él. Llegado a su casa, puso el brazo sobre el fuego para que su dueño fuera a buscarlo. Por su parte, los dos engendrados partieron en busca de su abuelo Gran Cerdo del Alba y de su abuela Gran Tapir del Alba y con ellos tramaron un ardid. Convertidos en dos niños, los engendrados acompañaron a sus abuelos a casa de Principal Guacamayo. Viéndolos llegar, el jefe Guacamayo estaba tan extenuado por el dolor de su mandíbula que se dirigió a los extraños «¿Qué hacéis? ¿Qué curáis?», dijo el jefe. «Solamente sacamos de los dientes los animales, curamos los ojos, componemos solamente los huesos, Tú Jefe», respondieron. «Muy bien. Curadme en seguida, os suplico, mis dientes, que verdaderamente me hacen sufrir. Cada día no tengo reposo, no tengo sueño, a causa de ellos y de mis ojos. Dos engañadores me han disparado con cerbatana, para comenzar. A causa de esto no como ya. Tened, pues, piedad de mi rostro, pues todo se mueve, mi mandíbula, mis dientes». «Muy bien, Tú, Jefe. Un animal te hace sufrir. No hay más que cambiar, que sacar los dientes, Tú». «¿Será bueno quitarme mis dientes? Por ellos soy jefe; mis ornamentos: mis dientes y mis ojos». «Pondremos al instante otros en cambio; huesos puros y netos entrarán». Ahora, pues, esos huesos puros y netos no eran más que maíz blanco. «Muy bien. Retiradlos pues y venid en mi ayuda», respondió él. Entonces se arrancaron los dientes de Principal Guacamayo; no se le puso en cambio más que maíz blanco; al instante ese maíz brilló mucho en su boca. Al instante descendió su faz; no pareció ya jefe. Se acabó de quitarle sus dientes en pedrería que, brillantes, ornaban su boca. Mientras que se cuidaban los ojos de Principal Guacamayo se desollaron sus ojos, se acabó de quitarle sus metales preciosos. Pero él no podía ya sentirlo; todavía veía cuando lo que le enorgullecía hubo acabado de serle quitado por Maestro Mago, Brujito. Así murió Principal Guacamayo cuando Maestro Mago vino a recuperar su brazo... El brazo fue pegado; pegado estuvo bien. Ellos no quisieron obrar así más que para matar a Principal Guacamayo; consideraban como malo que se enorgulleciese. En seguida los dos engendrados caminaron, habiendo ejecutado la Palabra de los Espíritus del Cielo. Luego, los engendrados se dirigieron prestos a cumplir el mandato que les habían encomendado las potencias del Cielo, las Palabras del Cielo, que son: Maestro Gigante (Relámpago), Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago. Y ellos les habían ordenado destruir también a los dos descendientes de Principal Guacamayo: un hijo llamado Sabio Pez-Tierra y otro hijo llamado Gigante de la Tierra. Ellos asolaban la vida y fueron muertos por los engendrados. Así, muchas fueron sus obras, pero les quedaba encerrar al mal en su territorio porque estaba diseminado por todas partes y mezclado en todas las cosas.
El juego de pelota en los infiernos: descenso, muerte, resurrección y ascenso de Maestro Mago y Brujito.
El reino de Xibalbá es un mundo subterráneo en el que están todos los daños que padece la humanidad. Desde allí salen las enfermedades, los rencores y las luchas fratricidas. Y allí son arrastrados únicamente aquellos que han hecho el mal, porque antes de que Maestro Mago, Brujito bajaran a Xibalbá todos los humanos, y no solo los malos, eran conducidos allá. Ahora bien, hubo un tiempo en que los padres de Maestro Mago y de Brujito, llamados Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, andaban por la superficie del mundo. Cuando ellos tomaban sus escudos de cuero, sus anillos, sus guantes, sus coronas, sus cascos y su pelota, los de Xibalbá se ofendían mucho. Y cuando peloteando en el juego, hacían temblar la tierra, todo Xibalbá se encolerizaba. Hasta que un día, los-de-abajo, mandaron ante ellos a sus embajadores con la propuesta de disputar en el juego de pelota. Pero los de Xibalbá los traicionaron y los sacrificaron. Y así quedó sin venganza ese ultraje hecho al Cielo.
Ahora bien, Maestro Mago, Brujito se regocijaron de ir a pelotear en el juego de pelota. Fueron lejos a jugar solos; barrieron el juego de pelota de su padre. Entonces los jefes de Xibalbá los oyeron. «¿Quiénes son esos que comienzan ahora a jugar sobre nuestras cabezas, que no se avergüenzan de hacer temblar la tierra? Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, que quisieron enorgullecerse ante nuestros rostros, ¿no están muertos? Que se vaya, pues, a llamar a ésos», dijeron Supremo Muerto, Principal Muerto, a todos los jefes. Enviaron, dijeron a sus mensajeros: «Id a decirles que vengan. Aquí queremos pelotear con ellos; dentro de siete días jugaremos», dicen los jefes.
Recibido el mensaje, Maestro Mago, Brujito recordaron la traición que los de Xibalbá habían hecho con Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago. Entonces se dirigieron al mundo subterráneo aceptando el desafío. Descendieron la rápida pendiente y pasaron los ríos encantados y los barrancos; llegaron a las encrucijadas malditas y fueron a donde estaban los de Xibalbá. Los jefes habían puesto en su reemplazo muñecos de madera para que nadie les viera su verdadero rostro (y también ocultaban sus nombres para ser más eficaces). Pero los visitantes todo lo sabían y dijeron: «Salud, Supremo Muerto. Salud, Principal Muerto. Salud, Extiende Tullido. Salud, Reúne Sangre. Salud, El del Abceso. Salud, El de la Ictericia. Salud, Varilla de Huesos. Salud, Varilla de Cráneos. Salud, Gavilán de Sangre. Salud, Dientes Sangrientos. Salud, Garras Sangrientas». De todos descubrieron los rostros, nombraron todos sus nombres; no hubo ni un nombre omitido.
Los jefes, refunfuñando los invitaron a sentarse en un banco pero ellos rehusaron porque era una piedra quemante. Por lo cual los de Xibalbá les ofrecieron habitaciones en la Mansión Tenebrosa y les dieron pino encendidos para que se iluminaran y tabaco para que fumaran. Luego de esa noche los fueron a buscar para jugar a la pelota y los engendrados ganaron a los de Xibalbá. Los jefes los enviaron a descansar entonces a la Mansión de Obsidiana, plagada de guerreros, pero salieron ilesos y listos para un nuevo juego de pelota que también ganaron. Fueron regalados pues, con un descanso en la Mansión del Frío incalculable, en la que denso granizo se agregó como homenaje. Salidos de allí pasaron por la Mansión de los Jaguares en la que las bestias feroces huyeron espantadas. Y así pasaron por la Mansión del Fuego, por la de los Murciélagos, para ir a pelotear nuevamente y concluir el juego con la derrota de Xibalbá. Entonces, los jefes ordenaron hacer una piedra quemante como un asador y les pidieron a los engendrados mostrar su poder arrojándose allí. Estos cumplieron y se quemaron, se achicharraron, quedaron sus huesos blancos. Y entonces los de Xibalbá gritaron: «¡los hemos vencido!» Luego molieron los huesos y fueron a esparcirlos por el río.
Al día siguiente, los engendrados regresaron en la forma de dos hombres muy pobres y danzaron en la puerta de Xibalbá. Llevados ante los jefes, los pordioseros mostraron muchos prodigios: incendiaban algo que luego se regeneraba, destruían algo que luego se recomponía y, animados por esa magia, los jefes pidieron: «¡matad a un hombre y luego revividlo!». Así fue hecho. Luego pidieron: «¡ahora despedazáos entre vosotros y juntad vuestras partes!». Así fue hecho. Estas palabras fueron dichas por Supremo Muerto, Principal Muerto: «¡Haced lo mismo con nosotros, sacrificadnos!», así dijeron Supremo Muerto, Principal Muerto a Maestro Mago, Brujito. «Muy bien. vuestros corazones revivirán. ¿La muerte existe para vosotros? Debemos regocijarnos, oh jefes, de vuestros hijos, de vuestros engendrados», fue respondido a los jefes. He aquí que sacrificaron primero al jefe supremo llamado Supremo Muerto, jefe de Xibalbá. Habiendo muerto Supremo Muerto, se apoderaron de Principal Muerto y lo inmolaron sin hacer revivir su rostro. Entonces, viendo a sus jefes muertos, abiertos, los Xibalbá huyeron. En un instante estaban abiertos, de dos en dos, en castigo a sus rostros... Todos sus hijos, su prole fueron a un gran barranco, llenando de un solo bloque el gran abismo. Allí estaban amontonados... Así fue vencido el gobierno de Xibalbá; sólo los prodigios de los engendrados, sólo sus metamorfosis, hicieron esto. Los engendrados se hicieron conocer por sus verdaderos nombres y proclamaron la venganza de sus padres Supremo Maestro Mago y Principal Maestro Mago: «Puesto que ya no es grande vuestra gloria, puesto que vuestra potencia ya no existe, y aunque sin gran derecho a la piedad, vuestra sangre dominará todavía un poco... Todos los hijos del alba, la prole del alba, no serán de vosotros; solo los grandes habladores se abandonarán a vosotros. Los del Mal, Los de la Guerra, Los de la Tristeza, Los de la Miseria, vosotros que hicisteis el mal, lloradles. Ya no se agarrará a todos los hombres súbitamente como vosotros lo hacíais». Y se dirigieron a sus padres que habían sido sacrificados en otros tiempos en Xibalbá: «Somos los vengadores de vuestra muerte, de los tormentos que se os hizo sufrir». Así se ordenaron a los que ellos habían vencido, a todo Xibalbá. Se elevaron en seguida de por aquí, en medio de la luz; subieron de repente a los cielos. Y el uno fue el sol, el otro la luna, e iluminaron la bóveda del cielo, la faz de la tierra.
NOTAS A MITOS RAÍCES UNIVERSALES
I. Mitos súmero-acadios.
1.- El texto en negrilla corresponde a las XII tablillas asirias que son recopilación de otras anteriores acadias, derivadas a su vez de las sumerias, como lo demuestran los más recientes descubrimientos. El traslado al español se realizó basándose en las traducciones del material original de R. Campbell Thompson. The Epic of Gilgamesh. Oxford University Press. 1930, y de G. Contenau. L’ Epopée de Gilgamesh. L’Artisan du livre. Paris, 1939. También concurrieron los trabajos de Speiser y Bauer. La traducción de los últimos fragmentos se debió a Kramer, Heidel, Langdom, Schott y Ungnad. El texto que hemos utilizado tiene por fuente el Cantar de Gilgamesh. G. Blanco. Ed. Galerna. Buenos Aires. 1978.
2.- Se supone que el poema de Gilgamesh fue compuesto entre fines del tercer milenio y principios del segundo sobre la base de materiales mucho más antiguos. Coincidimos con esta hipótesis basándonos en el desarrollo de la cerámica. En efecto, hacia la época de la redacción ya se había inventado en Uruk el primer torno de alfarería del mundo (h. 3500 a. C.). El instrumento era una rueda cerámica de 90 centímetros de diámetro por 12 de espesor que se hacía girar con la mano izquierda mientras se trabajaba el cacharro con la derecha. Dado el peso del volante, éste seguía girando por varios minutos, lo que permitía perfeccionar la obra con las dos manos libres. Posteriormente, se inventa (también en Mesopotamia), el torno de pie. Sin embargo, en el poema, la diosa Aruru crea al hombre de barro sin más expediente que sus manos humedecidas. Este no es un detalle sin importancia ya que al comparar la creación del hombre con el mito egipcio resulta que el dios Khnum da forma al cuerpo de barro en la torneta de alfarero (instrumento aparecido en el Nilo en la época dinástica). En el poema sumerio se hace alusión a la creación del héroe Enkidu como «doble», como copia de Gilgamesh, luego que Aruru concentra dentro de sí la imagen de Anu. Es posible que esto se refiera a la técnica de fabricación de figuras humanas cerámicas, haciendo copias de molde («dentro de sí») sobre la base de un original previamente confeccionado. El hecho de que Enkidu nazca velludo («Todo su cuerpo es velludo, sus cabellos... son espesos como la cebada de los campos»), puede referirse a la presencia visible de antiplásticos (cortezas de cereales, paja, etc.) que se agregaban a la arcilla para evitar su cuarteo, del modo en que se hace en algunos lugares con el barro al preparar adobes. Lo comentado, corresponde a una etapa anterior a la de la cacharrería y la utilización de la rueda de alfarero. La historia, por tanto, sería previa a la época de al’Ubaid y muy anterior a la aparición del mito de Marduk en el que éste quiere crear al hombre sobre la base de su sangre y sus huesos aunque luego decide hacerlo con la sangre de su enemigo Qingu. En este caso, ya estamos en presencia de la técnica del engobe o del esmalte cerámico del que hay numerosas muestras en la Babilonia de la época. Es más, en el British Museum se conserva una tablilla en la que aparece una fórmula de esmalte, sobre la base de plomo y cobre, dada por el maestro babilonio Liballit posiblemente contemporáneo de la redacción del mito de Marduk. Se podría objetar que tanto en el Génesis hebreo como en el Popol Vuh Quiché no se hace alusión al torno aún cuando este existiera. En lo que hace al Génesis, Dios hace a Adán de barro y luego a Eva de su costilla (como en el caso del hombre de Marduk, sobre la base de sangre y hueso) y le da vida con su soplo. No hay alusión al torno, pero el soplo es sugestivo porque ya pertenece a la época cerámica del fuelle para elevar altas temperaturas en la cocción que de otro modo no superaba los 800 grados dependiendo de las calorías de la leña de acuerdo a las resinas que contuviera según la región. También puede decirse que el invento del horno de tiro ascendente permitió la elevación de temperaturas próximas a los 1000 grados, pero la inyección de aire resulta de una técnica posterior. En cuanto al mito Quiché el primer hombre fue hecho por los dioses de barro pero éste se deformaba con el tiempo (etapa pre cerámica de la arcilla endurecida); luego los dioses hicieron al hombre de madera pero tampoco resultó y fue destruido hasta que, por fin, se logró formar al ser humano de maíz. Con ello se denota que el mito queda enclavado en la etapa instrumental neolítica (piedra, hueso y madera), previa a la revolución cerámica. Por otra parte, en América no se conoció el torno ni la rueda así es que no hay alusión a ese instrumento. Es cierto que en las tres traducciones clásicas del Popol-Vuh (Arciniegas, Recinos y Chávez) hay descripciones de instrumentos y cacharros cerámicos que coexisten con el mito de la creación del hombre pero, al parecer, éste es anterior a la ambientación textual. En síntesis, en lo que hace a la creación del ser humano por un dios alfarero, el mito más antiguo es el sumerio. No obstante, podría objetarse alguna afirmación respecto a la antigüedad de ciertas cerámicas basándose en las temperaturas de cocción. Pero, afortunadamente, muchos problemas de ese tipo se han ido solucionando a partir de los trabajos de Wedgwood sobre los vasos etruscos. El pirómetro que diseñó este investigador (no obstante la imperfección de su escala), ya permitió determinar la cantidad de calor absorbido por una arcilla. Al conocer la composición de ésta y someter una réplica a cocción controlada se pudo observar su contracción de acuerdo a los parámetros establecidos en la escala. El criterio utilizado fue el de que a mayor calor, mayor contracción que, por lo demás, queda fija una vez enfriado el cuerpo. Otro método ha consistido en someter un trozo de la muestra a temperatura creciente hasta que se produce contracción. En ese momento se fija el punto en que fue dejado el calentamiento original. Pero ya, actualmente, la precisión del análisis pirométrico es tal que se puede llegar a determinaciones de décima de grado.
3.- «Los fragmentos ‘Muerte de Gilgamesh’ y ‘El descenso al Infierno’ provienen de tablillas sumerias halladas en Nippur y han sido fechadas en la primera mitad del segundo milenio a.C. No articulan con la estructura actual del Poema, aunque el segundo se halle traducido literalmente en la Tablilla XII asiria, última de esta versión». Cantar de Gilgamesh (O.C. pág. 95). En la traducción de A. Schott, el texto que aparece refiriéndose al parlamento de Enkidu con Gilgamesh, es éste: «-¡Mira, mi cuerpo que con ternura abrazabas, las sabandijas lo carcomen como ropa vieja. Sí, a mi cuerpo que alegremente tú tocabas, la podredumbre lo invade, llenándolo de polvo de la tierra!... ¿Has visto uno que murió quemado en el combate? -Bien lo he visto, estaba en la noche silenciosa, echado en su lecho y bebiendo agua pura. -¿Has visto uno que cayó en la batalla? -Bien lo he visto, los queridos padres le tenían la testa, y la esposa sobre él se inclinó. -¿Has visto uno cuyos restos a la estepa fueron arrojados? -¡Ay de mí! También a este le he visto yo: ¡no halla paz su sombra en la tierra! -¿Has visto uno de cuya alma nadie cuida? -Bien lo he visto: el resto de comida en la olla, y el mendrugo en la calle tiene que comer...» El país de los sumerios. H. Schmökel. Ed. Eudeba. pág. 210. Buenos Aires, 1984.
4.- La visión del Paraíso enjoyado suele estar relacionada con la sabiduría y, a veces, con la vida eterna. Esta última tiene sus guardianes que a menudo son serpientes. En el mito cretense citado por Apolodoro, las serpientes poseen la hierba de la inmortalidad. En el de Gilgamesh, la serpiente roba la planta de la vida que el héroe ya había conseguido. Sobre estos temas dice Graves: «El paraíso celestial es gozado en un trance esquizofrénico inducido por el ascetismo, la perturbación glandular o el uso de drogas alucinógenas. No siempre es posible juzgar cuál de estas causas produjo las visiones místicas de, por ejemplo, Ezequiel, ‘Enoc’, Jacob Boehme, Thomas Traherne y William Blake. Pero los jardines de deleite enjoyados se relacionan comúnmente en el mito con la comida de una ambrosía prohibida a los mortales; y esto indica una droga alucinógena reservada para un pequeño círculo de adeptos y que les causa sensaciones de gloria y de sabiduría divinas. La referencia de Gilgamesh al espino cerval tiene que ser un disfraz, no obstante, pues el espino cerval lo comían los antiguos místicos no como un iluminante, sino como un purgante preliminar... Todos los jardines de deleite son gobernados originalmente por diosas; cuando se pasó del matriarcado al patriarcado los usurparon dioses varones.
El paraíso de Gilgamesh pertenecía a Siduri, diosa de la Sabiduría, quien había designado al dios Sol Samash su guardián; en versiones posteriores de la epopeya, Samash ha degradado a Siduri convirtiéndola en mera tabernera». Los Mitos Hebreos. R. Graves y R. Patai. Alianza, pág. 73. Madrid 1988. En cuanto a la relación entre la inmortalidad, las serpientes y el acto de robar, Wilkins en su Mitología Hindú observa que cuando Garuda trajo algo de amrita (ambrosía) desde la Luna para los Nagas o deidades serpientes, como precio a pagar por liberar a su madre de la esclavitud, Indra intentó persuadirlo de que le diera a él la amrita evitando de ese modo que los Nagas llegaran a inmortales. Pero Garuda siguió con su proyecto e hizo entrega de la sustancia (en una vasija) a los secuestradores. Mientras los Nagas se estaban bañando, Indra la robó. Estos, creyendo que la ambrosía debía haberse derramado sobre la hierba Kusa (Poa Cynosuroides), la lamieron. Las afiladas púas de la hierba rasgaron sus lenguas; de ahí que las serpientes las tengan bifurcadas.
5.- Del fragmento llamado «Muerte de Gilgamesh».
II. Mitos asirio-babilónicos.
1.- El poema, realizado en Babilonia en base a material sumerio, fue encontrado luego en la biblioteca real de Assurbanipal (S. VII A.C.).
2.- Los once monstruos, más su jefe Qingu son las doce constelaciones zodiacales que como estatuas (imágenes fijas), colocará Marduk en el cielo.
3.- Lo destacado por nosotros en negrilla, corresponde al poema. En este caso se trata de la Tablilla I del Enuma Elish (Cuando en lo Alto) v. 147 a 157. Poema babilónico de la Creación. E. L. Peinado y M. G. Cordero. Ed. Nacional. Pág. 98. Madrid. 1981.
4.- Tablilla III v. 134 a 138. Tablilla IV v. 1 a 32.
5.- La planta asociada a Tiamat y Qingu puede haber sido de una especie acuática y de propiedades venenosas, que en pequeñas dosis resultaba curativa (la «sangre» de Qingu como dadora de vida). Tal idea, aparentemente contradictoria no es extraña. Así leemos en Pausanias VIII, 17, 6 ss. que el agua de la Estigia tenía propiedades perniciosas, quebrando el hierro, los metales y la cerámica. Inversamente, estas aguas poseían cualidades de elixir de la vida como en el caso de la invulnerabilidad de Aquiles obtenida por la inmersión del héroe en ellas. Recordemos en Hesíodo: «Tal juramento establecieron en verdad los dioses, por la antigua agua inmortal de la Estigia, que a través de una abrupta región corre». (Teogonía. v.805).
6.- El zodíaco.
7.- El Sol.
8.- La estrella Sirio.
9.- El planeta Júpiter.
10.- Tablilla V. v. 14 a 22.
11.- Bab - El, significa «Puerta de Dios».
12.- Tablilla VI. v. 5 a 10. Los Iggi y los Anunnaki, entidades respectivas de los cielos y de las profundidades infernales.
13.- Tablilla VI. v. 11 a 16.
14.- Tablilla VI. v. 29 a 37. El sacrificio de Qingu permite obtener su sangre. De ese modo quedan limpios de su culpa los dioses y se puede transmitir la vida a la humanidad. La frase: «Esta obra fue incomprensible», tal vez revele la perplejidad del poeta babilónico, o la falta de indicios, frente a una explicación insatisfactoria que posiblemente en contexto más completo, haya obrado en poder de los sumerios (de quienes deriva este mito). En la tradición caldea fueron Marduk y Aruru los progenitores del hombre. Esta diosa, en el poema de Gilgamesh es la que crea al hombre y luego al doble del rey, a Enkidu, humedeciendo sus manos y modelándolo con arcilla. Otra versión (transmitida por el sacerdote Beroso), señala que la humanidad fue modelada con arcilla a la que se mezcló la sangre de un dios.
15.- Se trata de la pirámide trunca con gradas (zigurat), en cuya cúspide siempre había un templete que era también lugar de observación astronómica. El complejo de Esagila comprendía otras torres, residencias y murallas fortificadas. Las escaleras, frecuentemente eran sustituidas por rampas. En espacios subterráneos de la pirámide se encontraban cámaras funerarias o rituales en las que para la festividad de Año Nuevo (Akitu) «reposaba» o «moría» Marduk. Posteriormente éste era rescatado de «la montaña de la muerte» y tras complejas ceremonias se fijaban los destinos del Año Nuevo. Desde luego, el mito de la muerte y resurrección ya había tomado forma mucho tiempo antes en Súmer. Al respecto, comenta Schmökel: «Sabemos hoy que la problemática de vida, muerte y resurrección, expresada en el misterio de Inanna y Dumuzi, era una pregunta nuclear de la antigua religión sumeria... cabe preguntar si la sombría descripción del más allá en la epopeya de Gilgamesh no habrá de considerarse como una reacción contra esperanzas demasiado efusivas en ese sentido. Quien se entregara íntegramente a la fe en Inanna como dadora de toda vida y su amado Dumuzi, que anualmente en otoño bajaba al averno, acompañado por las lamentaciones de los hombres, siendo recibido con júbilo a su regreso en la primavera siguiente, podía participar tal vez en ese retorno, y devenir él mismo un eslabón en la eterna cadena del morir y nacer... Y ya hemos visto que, por lo menos en la primera dinastía de Ur, la creencia en el rey convertido en Dumuzi surtió los efectos más extraños: grupos enteros de hombres tomaban la cicuta en la tumba del extinto soberano o de la difunta sacerdotisa, para acompañar así a su dios y revivir junto con él. Pasemos por alto la cuestión acerca del grado de espontaneidad en cada caso; el hecho de que esos hombres y mujeres pusieran fin a sus vidas sin ninguna coacción visible, parece seguro». El país de los sumerios. O.C., pág. 211.
16.- Tablilla VI. v. 95 a 98. Parece tratarse de una referencia al Diluvio.
17.- Tablilla VI. v. 120 a 123. «Cabezas negras» es una designación de los seres humanos. Por otra parte, la reducción de numerosos nombres de dioses a Marduk, muestra la faz monoteísta de la religión babilónica luego que su divinidad local se expandió por la baja y alta Mesopotamia, el Asia Menor y el Mediterráneo oriental. Otro tanto harán los asirios con Assur.
18.- Tablilla VII. v. 161 a 162. Son las palabras finales del Enuma Elish.
III. Mitos egipcios.
1.- El formato que hemos dado al mito de la creación se corresponde con la mitología menfita y está de acuerdo con la inscripción que hizo imprimir sobre piedra basalto el faraón Shabaka, hacia el 700 A.C. Esta, a su vez, es transcripción de un papiro considerablemente más antiguo. En el Viejo Imperio, Atum era el dios principal que a veces fue relacionada con Ra, el disco solar, pero ya en el Imperio Nuevo Ra ocupa el lugar central en desmedro de Atum y otros dioses. La fuente que nos ocupa muestra a Ptah como el creador de todo lo existente. En mitología egipcia hay siempre dificultades para seguir el proceso de transformación de una entidad divina. Muy frecuentemente, un dios totalmente desconocido en una época comienza a surgir tímidamente en el escenario histórico de épocas posteriores. Luego, su figura toma cuerpo y a veces amenaza con absorber toda la vida religiosa o mítica de un largo período. El caso de Egipto es ejemplar en este punto, dado el largo tiempo en que se desarrolló su cultura. De acuerdo con la Aigyptiaka (mencionada por Flavio Josefo), la primera dinastía comienza hacia el 3.000 A.C. (época tinita). Hasta la dominación persa, griega y romana, Egipto sigue activo y, por tanto, en franca transformación. En efecto, aún en época de los Tolomeos, la mitología sigue desarrollando nuevas formas que en esa época influyen en el mundo helenístico como antes lo hiciera en los rudimentos de la cultura griega. Estamos pues hablando de 3.000 años de desarrollo continuado y es claro que en semejante período la aparición y transformación de mitos provoca desconcierto por exceso. De esta suerte, una divinidad puede tener características diferentes (y a veces opuestas) a sí misma cuando ha transcurrido un milenio o más tiempo.
2.- El texto en negrilla, en este caso, es del Acto primero, escena segunda de Aída, según libreto de Antonio Ghislanzoni. El parlamento del sumo sacerdote es este: «Immenso, immenso Fthà, del mondo spirto fecondator, ¡ah!... ¡ah! Noi t’invochiamo!»
3.- Una leyenda menciona específicamente a Biblos. Fenicia era una región del Asia Anterior en la costa occidental de Siria y que entre el Líbano y el Mediterráneo llegaba al Monte Carmelo por el sur. Sus ciudades principales eran: Biblos, Beirut, Sidón, Tiro y Acca. Durante la dominación romana se agregó el territorio de la Celesiria o Fenicia del Líbano, designando como Fenicia Marítima a la nación antigua. Hemos usado «Fenicia» en el relato, para resaltar la misma raíz de «Fénix», ave fabulosa que moría en una hoguera y renacía de sus cenizas. De todas maneras, no ignoramos que «Fenicia» deriva del griego Phoenikia o sea, «país de las palmeras» y que los habitantes de ese lugar llamábanse a sí mismos «cananeos» y no «fenicios».
4.- Alusión a la preparación de la momia, de acuerdo a lo comentado por Heródoto (Historias, II, LXXXVI y siguientes).
5.- Se ha pretendido hacer derivar la palabra «pirámide» de un término griego que significa «pastel de trigo», porque egipcios y griegos daban esa forma a ciertos pasteles (derivados, tal vez, de otros que servían de práctica ceremonial teofágica). Hay quienes opinan que se trataba de simples alimentos adornados graciosamente. Pirámide, del griego pyramis, tiene la misma raíz que pira, pyrá, y que fuego, pyr. «Pira», ha sido usado como «hoguera» en la que se quemaba el cuerpo de los muertos, o los cuerpos del sacrificio ritual. No conservamos en la antigua lengua egipcia el vocablo que exactamente se refiere a la pirámide en sentido geométrico. De todas maneras, el nombre griego de ese cuerpo y los estudios matemáticos iniciales en torno a él, bien pueden provenir de la enseñanza egipcia a estar por lo comentado en el Timeo de Platón en el que el autor menciona los primeros conocimientos científicos de su pueblo, considerándolos de origen egipcio. Estas consideraciones nos han permitido hacer un juego de palabras en el que la pirámide en cuestión termina identificada con el horno del alfarero. Por su parte, Heródoto (Ibid. II, C y CI) cuenta una historia con respecto al motivo de construcción de las pirámides que la acerca al tema osiríaco. Recordando, además, la antigüedad del mito propio de la cultura cerámica primitiva (en la que el nacimiento del hombre se debe al dios-alfarero), es que se ha podido componer aceptablemente el párrafo comentado aunque con la licencia del caso. Por su parte, las pirámides mesopotámicas (zigurats) también nos acercan a una concepción según la cual esas construcciones no eran solamente templos y lugares de observación astronómica sino «montañas sagradas» en las que era sepultado y luego rescatado Marduk. En cuanto a las pirámides escalonadas y cubiertas o semirevestidas de México y América Central (Xochicalco, Chichén Itzá, Cholula, Teotihuacán p.ej.), no tenemos elementos para afirmar que aparte de construcciones dedicadas al culto y a la observación astronómica se les diera función sepulcral. Y en lo que hace a su desarrollo histórico, las pirámides de Egipto evolucionan desde las mastabas que ya en la III dinastía estaban ligadas al culto al Sol en Heliópolis.
6.- De acuerdo a lo observable p.ej., en el Papyrus of Ani (Brit. Mus. N. 10,470, sheets 3 and 4).
7.- La corona blanca y alta del alto Nilo y la roja y chata del bajo Nilo, representaban la procedencia del faraón y su poder sobre esas regiones. Ambas coronas se combinaban, a veces, para formar la corona doble. En tiempos del Nuevo Imperio empezó a usarse la corona azul de guerra. A menudo se colocaba alrededor el ureus, la cobra sagrada, que representaba poder sobre las dos tierras; o bien, las plumas de avestruz que combinaban con la corona alta. En el caso de Osiris, la corona toma carácter sacerdotal a modo de tiara como ocurre con el tocado papal (pero en el que se observa la corona de tres pisos). En este caso, se hace derivar a la tiara pontificia de la mitra de los obispos, pero su estilo es más bien egipcíaco.
8.- El sacudidor y el cayado o báculo, frecuentemente aparecen cruzando el pecho de los faraones. En las representaciones de Osiris cumplen con una función sacerdotal, tal como ocurre con el cayado de los obispos cristianos.
9.- El Ka no era el espíritu sino el vehículo que visitaba al cuerpo momificado. Tenía algunas propiedades físicas y se lo representaba como «doble». Así aparece en las distintas épocas de los Libros de los Muertos. Cuando se representaba el Ka del faraón solía pintarse o esculpirse dos figuras iguales tomadas de la mano.
10.- La cruz de brazos iguales era el símbolo de Anu, de los caldeo-babilónicos. La cruz Ankh o ánsata era una Tau con círculo y asa, símbolo del triunfo sobre la muerte y atributo propio de Sekhet. Esta cruz fue adoptada luego por los cristianos coptos.
11.- El Ba era el espíritu no sometido a las vicisitudes materiales. Solía representárselo como pájaro con rostro humano.
12.- Amenti era el infierno, el reino de los muertos.
13.- Khnum, representado a menudo con cuerpo humano y cabeza de carnero, era la divinidad principal de la tríada de Elefantina del alto Egipto. Esta divinidad hizo el cuerpo de los humanos con barro y les dio forma en su rueda de alfarero. Esta, al girar, tomaba el carácter de rueda de la fortuna que fijaba el destino de las personas desde el momento de su nacimiento. Beltz, citando a E. Naville, The temple of Deir el Bahri, II, tablas 47-52, pone en boca de Khnum estas palabras al crear a una reina importante: «Quiero obsequiarte con el cuerpo de una diosa. Serás perfecta como todos los dioses y recibirás de mi felicidad y salud y las coronas de ambos países y estarás en la cumbre de todos los seres vivientes al ser reina del Alto y del Bajo Egipto». W. Beltz, Los Mitos Egipcios, Losada, págs. 97 y 98. Buenos Aires, 1986.
14.-Thoth, dios de Hermópolis. Se representaba con cuerpo humano y cabeza de ibis. Fue el creador de la cultura. También asumía el rol de conductor de las almas hacia el Amenti. La equivalencia con el Hermes griego dio lugar a la figura de Hermes - Thoth. Posteriormente, hacia el S.III D. C. los neoplatónicos y otras sectas gnósticas produjeron los Libros Herméticos (Poimandres, La Llave, Asclepios, La Tabla de Esmeralda, etc.), que atribuyeron a un legendario Hermes Trismegisto (el «tres veces grande») creador de la ciencia, las artes y las leyes.
15.- El sicomoro era una especie de higuera de madera muy perdurable que se utilizaba para la confección de sarcófagos. También se hace alusión aquí al árbol Djed, un tronco muerto del que salían brotes y que representaba la resurrección de Osiris.
16.- «Dama de Occidente», nombre que en las invocaciones mortuorias tomaba la diosa madre Hator, emplazada en la región occidental de Libia donde estaba el reino de los muertos.
17.- Anubis, con cuerpo de hombre y cabeza de chacal, era el acusador en el juicio de los muertos. A veces se lo conocía como «El Embalsamador» o «El Guardián de las Tumbas». Se atribuía a Anubis haber ayudado al embalsamamiento de Osiris. También aparecía como «El que está sobre su montaña», es decir, a cargo de la pirámide funeraria.
18.- Los amuletos (ushabtis o «los que contestan») eran figurillas de arcilla que se colocaban en las tumbas para que acompañaran al muerto al país de Amenti, donde adquirían tamaño y características humanas, reemplazando al difunto en los trabajos más esforzados.
19.- Horus con sus padres Osiris e Isis formaba parte de la trinidad de Abidos. Se lo representaba con cabeza de halcón y un disco solar sobre la frente. Se lo consideraba en su aspecto solar naciente.
20.- Era un dios local de Coptos, Panápolis y de ciertas regiones desérticas. Se lo representaba como a Príapo con el falo erecto. Era una divinidad regeneradora de la corte de Seth. Fue llamado «Toro de su madre», hijo y esposo de una divinidad que presidía el Oriente. Puede haberse producido alguna permutación con Seth, ya que algunas leyendas lo presentan a éste como un toro negro asesinando a Osiris. Por otra parte, bien puede existir una estrecha relación entre este antiquísimo Min y el legendario Minos de Creta representado también como un toro.
21.- Apofis era una serpiente monstruosa que acechaba la barca del Sol. Con el tiempo quedó identificada con Seth en su aspecto demoníaco. En algún Libro de los muertos se hacen invocaciones para que la barca en la que va el difunto no sea presa de esa serpiente.
22.- La pérdida de la cabeza en los dioses no significa su muerte sino más bien un reemplazo de atributos. Muchas divinidades, a su vez, pueden ser identificadas fácilmente gracias a que llevan por cabeza el tótem del pueblo o lugar del cual parten.
23.- Nos ha parecido de importancia anotar la historia de Akenatón bajo un subtítulo que hace referencia al «antimito». En verdad se trata de otro mito raíz: el del dios único que como sistema de pensamiento entra en fuerte colisión con panteones superpoblados. Si bien ya en Mesopotamia se vieron algunos planteamientos monoteístas es en Egipto y con Akenatón (de 1364 a 1347 A.C.) donde esa forma religiosa adquiere vigor. La reforma de Akenatón dura tanto como su reinado. Según Belz, las castas sacerdotales que concedieron al clero de Amon de Tebas una primacía honorífica se entendían a menudo como el tesoro y la salvaguardia de las tradiciones nacionales. Su exitosa resistencia a las reformas de Akenatón tuvo no sólo un carácter religioso sino también nacional. Después de que ellos hicieron anular las reformas de este soberano hereje, su influencia y fuerza se volvieron más fuertes que nunca. «Los templos se convirtieron en la mayor potencia económica del país. Los reyes de la vigésima dinastía eran marionetas en las manos de los sumos sacerdotes tebanos cuya función era, de antaño, hereditaria» (Tókarev). Opuestamente a lo que ocurrió con el cristianismo y el Islam que progresaron en alianza con las nuevas fuerzas políticas, la religión egipcia regresó hacia formas autóctonas. De haber progresado la reforma política y religiosa de Akenatón probablemente hubiera surgido una religión universal con bastante anterioridad a las hoy conocidas. De todas maneras, aunque se borraron oficialmente los rastros de la herejía su influencia trascendió el Egipto.
24.- Heliópolis.
25.- Las traducciones del Himno a Atón son numerosas. Por nuestra parte hemos apelado a fragmentar la traslación de Estela Dos Santos basada, a su vez, en la Storia delle leterattura Antica egiziana, de Donadoni.
IV. Mitos hebreos.
1.- Génesis 2, 9 y 2, 16-17.
2.- En base al libro V de El Paraíso Perdido, de J. Milton.
3.- Génesis 3, 4-5.
4.- En este relato, la serpiente se interesa en que el hombre adquiera la ciencia pero impide que cobre la inmortalidad siguiendo la tónica del mito de Gilgamesh «aquél que todo lo supo», pero que regresó a morir en Uruk.
5.- Génesis 3, 22-24.
6.- Anuncio de la Ley Mosaica.
7.- Génesis 22, 1-14.
8.- «Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas Sara será su nombre. Y la bendeciré, y también te daré de ella un hijo; sí, la bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella. Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara de noventa años, ha de concebir?» ibid. 17, 15-18.
9.- «Entonces dijo: De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara escuchaba a la puerta de la tienda, que estaba detrás de él. Y Abraham y Sara eran viejos, de edad avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres. Se rió, pues, Sara entre sí, diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo? Entonces Jehová dijo a Abraham: por qué se ha reído Sara diciendo: ¿Será cierto que he de dar a luz siendo ya vieja? ¿Hay para Dios alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, y según el tiempo de la vida, Sara tendrá un hijo. Entonces Sara negó, diciendo: No me reí; porque tuvo miedo. Y él dijo: No es así, sino que te has reído». Ibid. 18, 10-16.
10.- El tema de Abraham fue tratado dramáticamente por Kierkegaard en Temor y Temblor. En uno de los posibles libretos sobre el tema del holocausto dice: «Era muy de mañana; Abraham se levantó, abrazó a Sara, compañera de su vejez, y Sara dio un beso a Isaac, que la había preservado del escarnio, y era su orgullo y esperanza para la posteridad. Anduvieron en silencio; la mirada de Abraham permaneció fija en el suelo hasta el día cuarto; entonces levantando los ojos vio en el horizonte las montañas de Morija; y bajó de nuevo la mirada. En silencio, preparó el holocausto y ató a Isaac; en silencio extrajo el cuchillo; entonces, vio el carnero que proveyó Dios. Lo sacrificó y regresó... A partir de ese día, Abraham se hizo viejo; no pudo olvidar cuánto había exigido Dios de él. Isaac continuó creciendo; pero los ojos de Abraham se habían nublado; ya no vio más la alegría». (O. C. pág. 15. Losada. Buenos Aires. 1979). Por nuestra parte, en lugar de insistir en la culpa como un motivo de la existencia, hemos destacado ciertos aspectos retributivos del mito en lo que hace a la burla divina frente a la risa motivada por la incredulidad.
11.- Este es el tema de Jacob, pero también Moisés lucha con Dios. Así se nos dice: «Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro y quiso matarlo». Exodo. 4, 24.
12.- Israel, esto es «el que lucha con Dios», o «Dios lucha».
13.- Peniel, esto es «el rostro de Dios».
14.- «Los lexicógrafos árabes explican que la naturaleza de la renquera producida por lesión en el tendón femoral de la articulación del muslo obliga a una persona a andar sobre la punta de los dedos. Esta dislocación de la cadera es común entre los luchadores y la describió por primera vez Harpócrates. El desplazamiento de la cabeza del fémur alarga la pierna, aprieta los tendones del muslo y produce espasmo en los músculos, lo que obliga a caminar contoneándose, con el talón constantemente elevado, como la renquera que atribuye Homero al dios Hefestos. La creencia en que el contacto con los jinn trae como consecuencia una manera de andar floja y como descoyuntada se encuentra entre los árabes, quizá en recuerdo de la danza renqueante que bailaban los devotos que se creían poseídos divinamente como los profetas de Baal en el monte Carmelo (Reyes XVIII.26). Beth Hogláh, cerca de Jericó, puede haber sido llamada así por esta razón, porque hajala significa en arábigo renquear o saltar y tanto Jerónimo como Eusebio llaman a Beth Hogláh ‘el lugar de la danza del anillo’. Los tirios bailaban esa danza en honor de Hércules Melkart. Es posible, en consecuencia, que el mito de Penuel explicase originalmente una ceremonia renqueante que conmemoraba la entrada triunfante de Jacob en Canaán después de luchar con un rival». Los Mitos Hebreos. Op. Cit., pág.200, nota 7.
15.- El tema de la renguera divina está muy extendido en la mitología universal. Desde el Hefesto cojo que es arrojado del Olimpo hasta los nativos Tereno y los de la isla de Vancouver. Los Ute de Whiterocks en Utah, practicaban «danzas rengueantes», esto también se lee en un texto talmúdico que refiere la danza claudicante celebrada hacia el siglo II d.C. con el objeto de favorecer las lluvias. Esta idea de la renguera divina aparece también en la China arcaica. El fundador de la dinastía Yin, T’ ang que luchó contra la sequía y Yu el Grande, fundador de la dinastía Chang, eran hemipléjicos y rengueaban. Comentarios sobre este particular, los encontramos en Frazer (La Rama Dorada, 4, vol. 7) y en C. Lévi-Strauss (Mitológicas II, De la Miel a las Cenizas. F.C.E. México. 1972. Pp. 383-386). En este punto de las danzas claudicantes o de las rengueras realizadas con el objeto de promover las lluvias, opinamos que el o los oficiantes del ritual simulan el malestar de algunas personas que al acercarse las tormentas acusan dolores artríticos. En esos caso, se trata de «engañar» al cielo y, dentro de esa lógica, si se renguea es porque viene la lluvia, por tanto, ésta no tiene más que producirse. En el caso de Jacob, su lucha y la renguera emergente, creemos que si bien podría tratarse de un rito, éste no está referido al tema de las lluvias sino al del cambio de estado del protagonista confirmado en la permutación de su nombre, nada menos que por el de Israel. Recordemos que en el otro caso de lucha con Jehová, Moisés no queda rengo pero se produce de inmediato la circuncisión y todo esto ocurre en el trayecto de regreso a Egipto siguiendo el mandato de Dios para rescatar a su pueblo de la prisión del Faraón. Por tanto, la anécdota de «el intento» de Jehová por «matar» a Moisés, refleja también un posible ceremonial de cambio de estado.
16.- No podemos menos que transcribir algunos párrafos del curioso estudio de Freud respecto a Moisés y el monoteísmo. Aunque sus razonamientos no están del todo avalados por la certeza histórica, son dignos de tenerse en cuenta en algunos aspectos. Desde luego, no reproduciremos aquí los temas psicoanalíticos de la tesis. El trabajo de marras, bajo el título de «Moisés y el monoteísmo» (O. C. Volumen XXIII. Amorrortu, Buenos Aires, 1980), trata de demostrar en el capítulo primero que Moisés fue un egipcio y para ello cita un documento de Sargón de Agadé (fundador de Babilonia, h. 2800 a.C) en el que aparece la leyenda del rescate de las aguas que circulaba en todo el mundo cultural de la Mesopotamia y por tanto era conocido por los semitas nacidos en Babilonia o, como Abrahám, en Ur de Caldea. El escrito dice: «Yo soy Sargón, el rey poderoso, el rey de Agadé. Mi madre fue una vestal; a mi padre no lo conocí, en tanto que el hermano de mi padre moraba en la montaña. En mi ciudad de Azupirani, situada en el valle del Éufrates, quedó de mí embarazada mi madre, la vestal. Me parió a escondidas. Me puso en una canasta de cañas, tapó los orificios con betún y me abandonó a la corriente del río, pero la corriente no me ahogó. El río me llevó hasta Akki, el que saca el agua. Akki, el que saca el agua, en la bondad de su corazón me recogió. Akki, el que saca el agua, me crió como si fuera su propio hijo...», etc. Más adelante (tercera parte, pág. 57 y sig.), Freud dice: «... la religión de Atón fue abolida, y la residencia del faraón motejado de herético fue víctima de la destrucción y el saqueo. Hacia el año 1350 a.C. se extinguió la dinastía decimoctava; le sucedió una época de anarquía, tras la cual restableció el orden el general Haremhab, quien gobernó hasta 1315 a.C. La reforma de Ikhnatón parecía un episodio destinado al olvido. Hasta aquí lo comprobado históricamente; lo que sigue es nuestra continuación hipotética. Entre las personas allegadas a Ikhnatón se encontraba un hombre que quizá se llamaba Thotmés, como muchos otros en esa época; el nombre no importa mucho, sino sólo que su segundo componente debió de ser ‘mose’. Ocupaba un alto puesto, era un secuaz convencido de la religión de Atón, pero, por oposición al caviloso rey, era un hombre enérgico y apasionado. Para él, el final de Ikhnatón y la apostasía de su religión significaba el fin de todas sus expectativas... En el apremio del desengaño y la soledad se volvió a estos extranjeros, buscó en ellos el resarcimiento de sus pérdidas. Los eligió como su pueblo, intentó realizar en ellos sus ideales. Luego que acompañado por la gente de su séquito, hubo abandonado con ellos Egipto, los santificó mediante el signo de la circuncisión, les impartió leyes, los introdujo en las doctrinas de la religión de Atón que los egipcios acababan de abolir». Y hasta aquí, Freud. En lo que hace a la circuncisión sabemos que esta ya había sido establecida antes de Moisés y en cuanto a su uso por diversos pueblos, incluso el egipcio, puede probarse históricamente sin por ello hacerla derivar exclusivamente de los habitantes del Nilo. Moisés pudo haber sido egipcio, eso no nos parece de especial importancia. El tema de interés radica en que la influencia cultural egipcia se hizo sentir en esa porción del pueblo judío afincada en tierra de los faraones. Los acontecimientos desencadenados por Akenatón fueron muy próximos a la época del Exodo y las tesis religiosas que sostuvo Moisés, también coincidieron con las del reformador egipcio. En cuanto al interés histórico experimentado por Freud, debemos recordar que hacia 1934 circulaban numerosas hipótesis sobre el origen egipcio de Moisés, entre otras las de Breasted y de Eduard Meyer que nuestro autor cita a menudo haciéndose eco de la discusión planteada. Desde luego que para Freud no era indiferente el tema de la fundación religiosa ya desde su Tótem y tabú de 1913. Cuando en el Moisés y el monoteísmo, se concluye que Moisés fue asesinado por un grupo de sus liderados, todos los antecedentes del caso y especialmente la relación padre-hijo no pueden pasarse por alto, por lo menos dentro de la lógica psicoanalítica o de la tradición antropológica representada por J. G. Frazer, de quien Freud era tributario. Aquél sostenía que el asesinato de los jefes era una tendencia marcada o solapada, pero existente en numerosas sociedades. Como a su vez los jefes saben o intuyen esto, la gente tiene que cuidarlos y cuidarse de ellos («He must not only be guarded, he must also be guarded against»).
17.- Exodo 3, 2-16. Ver también: Exodo 6, 2-3.
18.- Ibid. 12, 37-38.
19.- Según Eusebio y Julio Africano, Amenofis hizo construir un canal que comenzando en el Nilo a la altura de Coptos, más abajo de Tebas, penetraba por Cosseir en el Mar Rojo. Este canal fue cegado durante la invasión de Cambises. A su vez, Aristóteles comenta que Ramses II o Sesostris, abrió un canal por el istmo. Los trabajos fueron interrumpidos y luego continuados por Necos hasta que la obra quedó concluida por Dario. El canal empezaba en Patumos sobre el Mar Rojo y terminaba en el Nilo hacia Bubasto. Los Ptolomeos lo mejoraron y cuenta Estrabón haberlo visto en actividad. Fue conservado por los romanos hasta siglo y medio después de la conquista árabe. Al parecer, el canal fue cegado y reconstruido por Omar, volviendo a hacerse navegable hasta el 765, fecha en la que Almanzor decidió inutilizarlo para evitar que Mohamed-ben-Abula, recibiese víveres de sus compañeros sublevados. Para más detalles sobre la historia de las canalizaciones egipcias, ver Rompimiento del Istmo de Suez, de Cipriano S. Montesinos. En lo referente al paso de los Israelitas por un lugar seco del Mar Rojo todo hace pensar que, en efecto, existía un sistema de esclusas en un ramal conectado con el Nilo, o bien (ya que los datos históricos faltan en este punto), que se estaba en obra canalizando en seco dos sectores que luego habrían de ser unidos por el agua. Si ese fue el caso, las paredes a modo de presas de contención provisoria permitían terminar los trabajos de canalización. Probablemente, por una de esas paredes se desplazó el equipo pesado de los egipcios y bien pudo producirse un fuerte desmoronamiento. Si esta explicación resulta poco creíble, debemos recordar el proyecto de trazado indirecto del canal de Suez, de acuerdo a Stéphenson, Negrelli y Paulín Talabot. De acuerdo a ese plan, conocido como de Linant-Bey, se trataba de realizar 24 esclusas comunicando el Mar Rojo con el Nilo. Por otra parte, en la inauguración oficial del canal de Suez el 17 de Noviembre de 1869, numerosos tramos llegaban escasamente a los 22 metros de ancho y la profundidad era de 8,50 y 9 metros. No estamos hablando entonces de tan gigantescos tramos ni de esclusas tan altas.
20.- «Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara». Exodo 15, 23.
21.- «Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel». Ibid 16, 31. Aquí «maná» quiere decir «¿Qué es esto?» en referencia a la sorpresa que mostraron los israelitas al comer las semillas que les presentaba Moisés.
22.- Exodo 19, 18-21.
23.- Ibid. 20, 18.
24.- Deuteronomio 33, 4-7.
25.- Ibid. 33, 10-12.
V. Mitos chinos.
1.- La doctrina del Tao es muy anterior a Lao Tse y Confucio (ambos vivieron en el s. VI a. C.). Existen rudimentos de estas ideas en el origen de la cultura Hoang Ho. Por otra parte, en el I Ching o Libro de las Transformaciones (posiblemente anterior al siglo X a.C), se recoge aquellos elementos que luego serán un antecedente importante en la elaboración del Confucianismo y el Tao Te. Se deba el I Ching al legendario Fu Jtsi o a Vem, antecesor de la dinastía Chou, o a una sucesión de autores y correctores, lo cierto es que su influencia ha sido grande en la formación de numerosas escuelas de pensamiento, dando lugar también a una serie de técnicas adivinatorias y otras supersticiones que llegan hasta nuestros días.
2.- Tao Te Ching, Lao Tse. C. IV. Andrómeda, Buenos Aires, 1976 (traducción de J. Fernández. O).
3.- Ibid. C. XI. En la traducción que hace Lin Yutang del chino al inglés (y de ahí se vuelca al castellano por obra de A. Whitelow), se lee: «Treinta costillas se unen circundando la nave; de su no existencia surge la utilidad de la rueda...» (?). Sabiduría China. pág. 35. Nueva, Buenos Aires, 1945.
4.- «Profundidad, es una interpretación de la palabra china hsuan que significa lo ‘infinitamente pequeño del Universo no descubierto por el hombre’ (literalmente ‘una cosa pequeña cubierta por un hombre’). La ‘infinita profundidad’, en chino literalmente significa ‘la profundidad de la profundidad’ o ‘la infinita pequeñez de la infinita pequeñez’ «. (Tao Te Ching, llamada 4 del traductor al capítulo 1).
5.- En esta versión libre, la vuelta al sueño quiere significar la contracción o el enfriamiento de todas las cosas luego de la primera expansión. El gran torbellino sigue ampliándose, según el taoísmo, pero en cada cosa comienza la contracción que equilibra a la oleada universal.
6.- Se ha interpretado al Yin como una fuerza pasiva, complementaria del Yang. Pero el Yang, aparece como fuerza posterior al Yin. Esto ha suscitado no pocas discusiones antropológicas en las que, asociándose el Yin a lo femenino y el Yang a lo masculino, se ha pretendido que la anterioridad de aquella fuerza es histórica y no conceptual. La conclusión que ha derivado, es que se trata de la primacía femenina en la época matriarcal, luego desplazada por el patriarcado en el que el Yang impone su actividad, tal como aparece en el Emperador Dragón (Yang) y en la Emperatriz Feng (Yin).
7.- Alusión a los mitos de ultratumba. En el fragmento que acompañamos se reflejan algunas de estas creencias populares aunque de distintas épocas, como el caso de los Ocho Inmortales que aparecen recién en el siglo XIII d.C. (durante la dinastía Yüan), al lado de figuras temidas o veneradas en los siglos XI a II a.C. (período clásico de la dinastía Chou). De todas formas, se trata de un trabajo meritorio que también da ciertas pautas rituales. «-¿Sabes lo que harán de ti? -preguntóle Tcheng-Kuang mirándolo atentamente-. Te despellejarán vivo, te arrancarán las uñas, los dientes y los ojos, te quitarán la carne a tiras y se la echarán a los buitres. Después los perros roerán tus huesos. Y cuando transcurran los ciento cinco días del solsticio de Yin, tus familiares no podrán ir a tu tumba a ofrecerte sacrificios en la fiesta de la muerte. Los muchachos de tu aldea lanzarán al aire sus cometas, ilustradas con las leyendas de los ocho Sabios Inmortales, y colgarán de ellas sus campanillas y sus linternas. Millones de linternas se encenderán ese día en China, pero ninguna de ellas alumbrará por ti... Ni quemarás azufre ni hojas de artemisa en medio del patio para expulsar a los demonios. Ching, el gran demonio que lleva el registro de la Vida y de la Muerte, habrá inscrito ya tu nombre a la puerta del Infierno, sobre el Magno Océano, en el camino que conduce a la Fuentes Amarillas, donde habitan los muertos... Sung-Ti, la Majestad Infernal que habita en la Estancia de las Cuerdas Negras, y el Señor de los Cinco Sentidos, y el temible Yen-Lo y el implacable Ping-Tang, Señor de los Infiernos, te harán recorrer, una a una, sus cámaras de tortura en una infinita rueda de suplicios. No irás al Paraíso Kwng Sung, donde la Reina Madre del Oeste pasea entre sus durazneros, ni verás más al sol, Padre Yang, bello Cuervo de Oro, recorrer el cielo en su carro de llamas». La Flor del Tao. A. Quiroga. Cárcamo, pp. 13 y ss. de la edición bilingüe. Madrid. 1982. Respecto a las leyendas chinas, se puede consultar algunas de las fuentes que da Tao Liu Sanders al final de su libro Dragones, Dioses y Espíritus. Anaya, Madrid. 1984.
8.- I Ching. Disertación de Ta Chuan. Traducción de A. Martínez B. Ed. Tao. Quindio. Colombia. 1974.
9.- Tao Te Ching. Op. Cit. LXXI.
VI. Mitos indios.
1.- La literatura mística de la India es, con seguridad, la más extensa del mundo. Por otra parte, en ella se encuentran concepciones científicas, filosóficas y artísticas de sumo interés. Con frecuencia se ha querido ordenar de manera simple a esa enorme producción. Siguiendo un esquema elemental podemos decir que los Vedas (cuatro en total), han sido seguidos por obras de exégesis como los Brahmanas, Aranyakas y Upanisads. Los Vedas pueden ubicarse, en su sustrato más antiguo, hacia el s. XV a.C.; los Brahmanas hacia el VI a.C. y muchos de los Aranyakas, más recientes en general, tienen su esbozo casi contemporáneo a los Brahmanas. Los Upanisads, son los últimos escritos que, al cerrar el ciclo védico, toman el nombre de «Vedanta». El ciclo védico, fue compuesto en la lengua que portaban los invasores de la India, conocidos como «indoeuropeos», o «indoarios». Esta lengua fue haciéndose irreconocible a medida que transcurría el tiempo hasta que se sistematizó la forma de expresión clásica que conocemos como Sánscrito, hoy por hoy fuera de uso pero que constituye algo así como el Griego antiguo para los occidentales. De acuerdo a Max Müller, los Vedas fueron producidos entre el 1200 al 800 a.C.; los Brahmanas del 800 al 600 y el resto del 600 al 200, pero lo cierto es que no hay nada en esos textos que indique en qué fecha fueron escritos y, en cambio, su transmisión fue durante largas centurias de tipo oral. En lo que hace a la moderna mitología hindú, podemos mencionar a las dos grandes epopeyas (Ramayana y Mahabharata), a los Puranas (historias tradicionales, en número de dieciocho) y a los Tantras (unos cinco importantes). En éste primer apartado que hemos llamado «Fuego, Tormenta y Exaltación», nos hemos limitado a transcribir algunos de los himnos dedicados a las tres más importantes divinidades del Rig Veda. Autores como Yaska, posiblemente una de las autoridades más antiguas en el comentario de los Vedas, considera que Agni, Indra y Surya (el sol), constituyen la trilogía fundamental del monumento literario que nos ocupa. Nos parece, sin embargo, que la suplantación de Soma en esa trilogía responde a un cambio importante en la perspectiva mítica de los autores posteriores, respecto de la etapa védica original.
2.- Fuego como figura de Agni. En Agni se reconocen distintos tipos de fuego: el de la tierra (incendio, fuego doméstico y sacrificial); el del aire (rayo y relámpago) y el del cielo (sol). Se lo suele llamar «comedor de madera» y de «grasa», esto último en alusión a la grasa sacrificial que se derrama sobre él. Nace por frotación de las dos varillas sagradas y no tiene pies, manos, ni cabeza; a cambio posee numerosas lenguas y cabellera de llamas. Su voz es el crepitar. Le son consagrados más de doscientos himnos del Rig Veda. Fue adorado también por la rama aria que se desplazó hacia Irán. Allí tomó gran relevancia en la religión anterior a Zarathustra, se continuó luego del reformador y llegó hasta el actual culto de los Parsis (éstos, luego del embate musulmán se mantienen en Irán en reducido número de treinta mil, habiendo emigrado a Bombay un grupo que hoy representa la mayoría de esa religión). Al parecer, muchos de los atributos de Agni terminaron absorbidos por Indra, pero en su carácter sacrificial continúa involucrando a la mayor parte de las divinidades hindúes.
3.-Tormenta como figura de Indra. En rigor, la imagen de Indra es el rayo pero acá aparece como conductor de las aguas luego de haberlas liberado al triunfar sobre Vrta, demonio-hembra que las tenía prisioneras. Este Vrta, puede haber sido un dios de los nativos contra los cuales lucharon los arios durante su invasión a la India al penetrar por el Punjab. Los pobladores, que fueron desplazados hacia el sur, posiblemente canalizaban el agua hacia sus campos de cultivo, encontrándose en un estadio de civilización más avanzado que el de los extranjeros, pero no contaban con las armas de hierro con que estaban pertrechadas las hordas invasoras. Los nativos son llamados «Dasyu» en el Rig Veda tratándose seguramente de grupos drávidas. También se ha visto en Indra al dios que lucha contra la sequedad y que libera las aguas benéficas del cielo. A este dios se consagran alrededor de doscientos cincuenta himnos del Rig Veda (una cuarta parte del total) lo que muestra la importancia que tuvo por esas épocas. Posteriormente fue perdiendo fuerza y muchos de sus atributos terminaron absorbidos por otros dioses.
4.- Exaltación como figura del dios embriagador Soma. Esta bebida se corresponde con el Haoma de los arios que invadieron el Irán. Hasta el día de hoy se discute las características de la planta productora del Soma. Parece posible que la bebida fuera, con el tiempo, obtenida de distintos vegetales de ahí la confusión que ha rodeado a este tema. Según W. Wilkins en su Mitología Hindú, la planta en cuestión es la Asclepias ácida de Roxburgh. Crece en las colinas del Punjab, en el Paso Bolan, en los alrededores de Poona, etc. Pero ya en épocas en que fuera escrito el Vishnu Purana, los intoxicantes estaban estrictamente prohibidos, por eso el Soma no era exaltado como tal. En todo caso, allí se lo relaciona difusamente con la luna. Por tanto, la pista se pierde casi completamente. Según otros autores, la planta no es sino una variedad de la zigophyllacea. Podría tratarse de las semillas del vegetal conocido como «ruda asiria» (Pegorum harmala) que fue usado por los mesopotámicos quemándolo en los sahumerios sacrificiales. No han faltado, los que han visto en el Soma una bebida fermentada del tipo de la cerveza, como la consumida por los indoeuropeos. Pero la teoría más interesante ha partido de A. Hofmann. Este estudioso (descubridor del L. S. D.), afirma que se trata de un hongo: la Amanita muscaria. Según él, lo que fue un enigma etnobotánico por más de dos mil años ha sido develado en 1968. En Plantas de los dioses, (en colaboración con R. Evans. F. C. E. México, 1982), Hofmann comenta que la Amanita se conoce como alucinógeno desde 1730 por comunicación de un oficial sueco prisionero en Siberia. Este informó que los chamanes la desecaban, agregándole luego leche de reno y procedían a ingerirla mostrando los mismos síntomas que se han observado entre los nativos del lago Superior, del Norte y Centroamérica, afectos a las mismas prácticas. En laboratorio se comprobó que el principio activo no era la muscarina como se pensaba, sino que se logró aislar el ácido iboténico y, finalmente, el bioquímico Takamoto obtuvo el alcaloide llamado «muscimole». En toda esa investigación se supo que en el proceso de secado del hongo ocurre toda la transformación y el ácido se convierte en muscimole. Otra observación importante fue proporcionada también por aquel oficial que mencionáramos antes. Al parecer, los chamanes siberianos procedían luego a beber la orina y mostraban efectos parecidos a los evidenciados anteriormente. Los autores de Plantas de los Dioses, comentan que esto era posible porque los principios psicoactivos pasaban a la orina sin ser metabolizados, o bien en forma de metabolitos que aún tenían actividad, lo cual es poco usual en relación a los compuestos alucinógenos de las plantas. Por otra parte, en los Vedas se hace mención a que la orina de alguno de los concurrentes a la ceremonia del Soma, era recogida en recipientes especiales, lo cual permite establecer curiosas relaciones. Actualmente en India es conocida la uroterapia en base a la bebida, en ayunas, de la propia orina. Este no es exactamente el caso descripto más arriba, pero esta costumbre bien podría tener sus raíces más lejanas en la época védica de la «medicina» del Soma. Con relación a la Amanita, un fresco románico de la capilla de Plaincourault (fines del s.XII), la muestra como el árbol del Edén, enroscándose a su alrededor la famosa serpiente. En lo que hace a sustancias tóxicas usadas en ceremonias religiosas, los asirios ya conocían la cannabis en el primer milenio a.C. que, desde luego, también se utilizaba en Tíbet e India con idénticos fines. Marco Polo da cuenta en sus viajes, del caso de Al-Hasan ibn-al-Sabha, conocido como «el viejo de la montaña» que usaba el haschich (de cuyo nombre deriva el de «aschissim» o «asesin», que fue volcado como «asesino»), relatándose que Al-Hasan sometía a un grupo de jóvenes por medio del tóxico y luego los lanzaba contra sus enemigos. Seguramente, numerosos sahumerios han tenido su origen en la aspiración de humos de plantas alucinógenas quemadas con finalidad ritual. Dada la toxicidad observada es posible que, con el tiempo, tales vegetales fueran desplazados por resinas que hoy vemos utilizadas en la práctica de muchas religiones, esto es: el incienso, la mirra y el estoraque, además de maderas aromáticas como el sándalo. Puede seguirse una pista similar en el origen de ciertos perfumes que con el tiempo fueron desapareciendo. En cuanto a la amplitud del uso, digamos que de la enorme cantidad de especies vegetales terrestres, sólo ciento cincuenta han sido empleadas por sus propiedades alucinantes. De éstas, unas veinte en el Oriente y alrededor de ciento treinta en el hemisferio occidental, correspondiendo una cantidad importante al centro y norte de América. En el origen de las religiones universales se observan algunos rasgos que no dejan de sugerir la presencia de sustancias alucinógenas. El Soma, por la abundante referencia que nos da el Rig (alrededor de ciento veinte himnos), se nos presenta como el tercer dios importante de la India en la época védica, pero no podemos desconocer que en distintos tiempos y lugares, numerosas manifestaciones religiosas han estado relacionadas con la acción de tóxicos. Sobre las anormalidades de la percepción y de la representación, ver nuestro Contribuciones al Pensamiento (Psicología de la imagen- Variaciones del espacio de representación en los estados alterados de conciencia. Planeta, Buenos Aires, 1990).
5.- Rig Veda I, 1, 2. En la traducción de F. Villar Liébana. Ed. Nacional. Madrid, 1975.
6.- Ibid. I, 31, 2.
7.- Ibid. I, 36, 14 y ss.
8.- Ibid. I, 60, 3.
9.- Ibid. I, 78, 2. Posiblemente de una rama de la familia de estos Gotama descienda el Buda histórico. En el Rig Veda se menciona a los Rahüganas como pertenecientes a ese grupo (I, 78, 5).
10.- Ibid. II. 4, 5 y ss.
11.- Ibid. I, 32, 1 y ss.
12.- Ibid. III, 48, 1 y ss.
13.- Ibid. IX, 1, 5 y ss.
14.- Ibid. IX, 45, 3 y ss.
15.- Ibid. IX, 48, 3 y ss.
16.- Ibid. IX, 50, 1.
17.- Ibid. IX, 57, 1 y ss.
18.- Ibid. X, 129, 1 y ss. De la traducción inglesa de R. Griffith.
19.- En base a la traducción de W. Wilkins del Mahabharata. Mitología Hindú. Visión, Barcelona, 1980.
20.- Alusión a la enseñanza del Buda (500 a. C.). Según esa doctrina, el ser humano puede liberarse de la rueda de las reencarnaciones y llegar al Nirvana, suerte de disolución desde el punto de vista de las características sensibles que configuran el Yo. La doctrina budista (en rigor una filosofía y no una religión), fue convertida paulatinamente en una creencia religiosa dando lugar, a su vez, a una nutrida mitología.
21.- A menudo, «Om» se pronuncia en los comienzos de oraciones y ceremonias religiosas. Originalmente, las letras que formaban a esta palabra (a u m) representaban a los Vedas. Con el tiempo, comenzó a denotar a las tres deidades principales del ciclo puránico, a saber: Brahma, Vishnu y Shiva.
22.- La oración está tomada del Vishnu Purana. Respecto al nombre de Brahma, Monier Williams dice: «Sólo unos pocos himnos de los Vedas parecen contener la simple concepción de la existencia de una ser divino y omnipresente. Incluso en éstos, la idea de un dios presente en toda la naturaleza es un poco difusa e indefinida. En el Purushna Sukta del Rig Veda, el espíritu único se llama Purushna. Ya el nombre más común en el sistema posterior es Brahman, neutro (nominativo, Brahma) derivado de la raíz brih, ‘expandirse’ y denota la unidad de la esencia expansiva, o la sustancia universalmente difusa del universo... Brahma es el neutro, siendo el ‘simple ser infinito’ (la única esencia real y eterna) que cuando pasa a la esencia manifestada se llama Brahma; cuando se desarrolla a sí misma en el mundo se le llama Vishnu y cuando de nuevo se disuelve en sí mismo en un ser único recibe el nombre de Shiva; todos los restantes e innumerables dioses y semidioses son también nuevas manifestaciones del neutro Brahman, que es eterno». Indian Wisdom, pág. 12. Citado por Wilkins O. C. pág. 106.
23.- El título de éste parágrafo, «Las formas de la belleza y el horror», sintetiza esa sensación contradictoria que muy a menudo presentan las divinidades en las que se advierte su doble faz benéfica y siniestra. El primer caso que se presenta es la transformación de Krishna frente al héroe Arjuna. El segundo es el de la radiante Parvati capaz de triturar a un monstruo, sorber su sangre y devorar los restos para volver al lado de su amado Shiva con la belleza y mansedumbre de siempre. Impresionado por ese estado contradictorio que le provoca su amante, Baudelaire terminará escribiendo su Himno a la Belleza que bien puede ser dedicado a esos dioses ambivalentes: «¿De un negro abismo vienes o de los astros bajas? El Destino, como un perro, te sigue fiel y ciego; vas sembrando al azar dichas y desventuras, gobiernas todo aunque sin responder de nada... ¡Oh Belleza, caminas entre muertos y de ellos te burlas! Entre tus joyas el Horror no es la menos preciada... ¿Qué importa que del cielo o del infierno vengas, ¡oh Belleza, monstruo enorme, ingenuo, espantoso! si tu mirada, tu sonrisa, tus pies, me abren la puerta del Infinito que amo y me es desconocido?»
24.- Arjuna, uno de los héroes de la epopeya Mahabharata.
25.- De El Bhagavad Gita. En la traducción de J. Roviralta Borrell. Canto XI. Diana, México, 1974. El Bhagavad Gita es un episodio del Mahabharata, redactado hacia el siglo III a. C.
VII. Mitos persas.
1.- Zarathustra o Zoroastro, vivió aproximadamente entre el 660 y 580 a.C. Su prédica comenzó en un remoto distrito del Irán oriental. Desde el punto de vista religioso su figura es de las más importantes por cuanto su existencia personal es tan probada como la de Mahoma p. ej., cosa que no ocurre con otros muchos fundadores. No obstante contar con elementos indo-iranios y otros primitivos, el profeta inaugura una religión universal nueva que impacta poderosamente en otras. Su cosmología y su cosmogonía, su apocalipcismo y sus ideas de salvación comienzan un ciclo religioso que junto a Isaías, Malaquías y Daniel (en la Biblia), tendrá enorme influencia en vastas regiones de Oriente y Occidente. Más adelante, el Zoroastrismo convertido en Mitraísmo avanzará nuevamente, esta vez en dirección al Imperio Romano. En fuerte competencia con el Cristianismo influirá sobre él, pero aún cuando esta nueva religión se imponga en alianza con el poder político romano, los gérmenes del Mitraísmo crecerán en su seno hasta expresarse como serias herejías. Esto mismo ocurrirá luego en Irán donde la invasión musulmana terminará erradicando casi totalmente al Zoroastrismo, pero muchas de sus ideas producirán la herejía Chiita dentro del Islam. Ya en el siglo XIX, el Ba’ y la fe Bahai, constituirán una nueva transformación de la enseñanza de Zarathustra. En el aspecto doctrinal, se atribuye a Zarathustra la redacción del Avesta ó Zend-Avesta, pero al parecer el profeta solamente escribió el Yasna (tal vez únicamente 17 de sus himnos ó Gathas). El Avesta está constituido por el Yasna (72 capítulos de liturgia Parsi); El Vispared (24 capítulos de invocaciones); el Vendidad (otros 22 capítulos); los Yashts (21 capítulos con invocaciones a los ángeles y que constituye el Avesta propiamente sacerdotal) y el Khordah Avesta ó Pequeño Avesta (libro de devociones sacerdotales y privadas). Para nuestras citas del Avesta, hemos tomado solamente los Gathas y el llamado Vendidad-Sade. Los Gathas fueron escritos en Avestín, que era la lengua de la antigua Bactriana, pero los textos originales sufrieron numerosas vicisitudes ya desde el paso de Alejandro por Persia. Así es que el material ha llegado hasta nosotros en lengua Pehlevi, con grandes lagunas y, seguramente, interpolaciones de todo tipo. En lo que hace a ciertas divinidades o espíritus comunes en su origen entre las ramas arias que se bifurcaron hacia India e Irán, debemos tener en cuenta que toman un carácter opuesto debido, probablemente, a las guerras o disputas que ocurrieron entre aquellas tribus primitivas. Así, Indra y los Devas son dignos de devoción en los Vedas hindúes, tomando un carácter siniestro en el Avesta. Otro tanto ocurre con el legendario Yima del Avesta («Djimchid, jefe de pueblos y rebaños» para Anquetil-Duperron, de acuerdo a cita de Bergúa), que en los Vedas aparece como Yama, divinidad de la muerte (Rig-Veda 1, 38, 5). Pero el Haoma (Soma para los Vedas) y Mithra (Mitra védico), permanecen con características benéficas.
2.- Alusión al comienzo del Así habló Zaratustra. «Cuando Zaratustra cumplió los treinta años, abandonó su patria y los lagos de su patria y se retiró a la montaña». F. Nietzsche O.C. Vol. III pág. 243. Aguilar, Buenos Aires, 1961. Al parecer, la preocupación de Nietzsche por el profeta persa comenzó cuando siendo muy joven lo vio en sus sueños. En su correspondencia con su hermana Elizabeth y con Lou Andreas Salomé, aparte de comentarios a Peter Gast y a E. Rhode, Nietzsche describe a Zaratustra como alguien capaz de fundamentar una nueva moral y, por tanto, como un destructor o transmutador de los valores establecidos.
3.- Referencia al sistema cosmológico y cosmogónico de Zaratustra, desarrollado por los magos persas.
4.- Kine, alma de los seres vivientes y particularmente del ganado. Ahura Mazda, divinidad de la Luz, llamado también Ormuz.
5.- Yasna XLIV, 3. El Avesta. Traducción de J. Bergúa. Bergúa. Madrid. 1974.
6.- Ibid. XLIV, 4.
7.- Ibid. XLIV, 5.
8.- Ibid. XLIV, 6.
9.- Segundo Fargard, 2 y ss. El Vendidad-Sade. Op. Cit.
10.- Ibid. Segundo Fargard, 7 y ss.
11.- Ibid. Decimonoveno Fargard, 52.
12.- Ibid. Décimo Fargard, 17.
13.- Ibid. Decimoctavo Fargard, 29 y 31.
14.- Ibid. Decimoquinto Fargard 5 y 6.
15.- Yasna XXX, 3.
16.- Ibid. XXX, 4.
17.- Ibid. XXX. 5.
18.- Ibid. XXX. 6.
19.- Ibid. XXX. 8. Se refiere a la alianza de los espíritus Daevas con Ahriman, dios de la Tiniebla y el Mal.
20.- Ibid. XXX, 8
21.- Ibid. XLV, 2.
22.- Ibid. LIII, 2.
23.- Ibid. LI, 13.
24.- Ibid. XLIX, 11.
25.- Ibid. LI, 15.
VIII. Mitos greco-romanos.
1.- Bajo este título englobamos a una cantidad de mitos de los que participaban no solamente griegos y romanos, sino otros propios del mundo creto-micénico que, desde luego, requerirían tratamiento aparte. Se observará que los sujetos tratados poseen nombres griegos y en ningún caso romanos, ya que los hijos de Rómulo absorben sus más prominentes mitos de la cultura griega, con el solo expediente de cambiar nombres y lugares en que se desarrollaron algunos acontecimientos. De ninguna manera estamos diciendo que la cultura romana no haya dado lugar a leyendas y mitos propios, ya que las sucesivas oleadas de invasores sobre esas tierras debieron enfrentar a pobladores más antiguos y éstos, desde luego, contaban con formas míticas y religiosas más o menos diferenciadas de los nuevos aportes. Por otra parte, la influencia cultural griega sobre la romana no es el único factor que juega, ya que numerosas «historias» derivan de egipcios, frigios, hititas, etc. Si vamos al caso, en la misma mitología griega son muchos los nombres de dioses de origen extranjero. Por otra parte, una cosa es la colección (y muchas veces transformación) de leyendas y mitos debidos a la pluma de los mitógrafos antiguos y otra el papel que dioses, semidioses y otras entidades jugaban en el culto personal y colectivo. En realidad es allí donde debe buscarse la verdadera importancia de los mitos, emparentados más con el sistema de creencias que con la simple expresión poética, plástica y a veces filosófica, como en el caso del Platón creador de «mitos» (Banquete, Fedón, Fedro, República, etc.), a través de los cuales explica su doctrina. Por nuestra parte, hemos utilizado los textos de Homero, Píndaro, Eurípides, Sófocles y Esquilo por su gran belleza expresiva y, desde luego, la Teogonía y los Trabajos y Días de Hesíodo que sin el vuelo poético de las obras de aquellos autores, constituyen verdaderas piezas de recopilación y «clasificación». Históricamente, los mitos que nos ocupan circularon por los países de lengua griega desde el s. X a.C. hasta aproximadamente el IV de la era actual. En tal sentido, obras como las de Hecateo escritas en el VI a.C. hubieran sido de inestimable valor, pero desafortunadamente han llegado hasta nosotros fragmentos dudosos de sus cuatro libros de Genealogías. Sin embargo la obra de aquel autor parece haber influido decisivamente en Ferécides que escribe sobre los primeros mitos atenienses. Por cierto que los autores posteriores no son desestimables (y esto vale también para los escritores romanos), pero a medida que avanza el tiempo la maraña informativa crece de tal manera que tiende a confundirse la fuente original con la creación reciente. Los seres más importantes mencionados en éste capítulo de «Mitos greco-romanos» son: Crono= Saturno romano; Zeus= Júpiter; Hera= Juno; Rea= Cibeles; Hermes= Mercurio; Deméter= Ceres; Perséfona= Proserpina; Dionisos= Baco y Heracles= Hércules.
2.- Teogonía. Hesíodo. v 154 a 181. Alianza. Madrid 1986. Hesíodo de Ascra, primera mitad del s. VII a. C. (?)
3.- Las Erínias son tres: Tisífone («destrucción vengadora»); Alecteo («repugnante, hostíl») y Megera («refunfuñona»). Según A. Garibay, se trata de personificaciones de la idea de reparación del orden destruido por el crimen. Tienen, entre otras misiones, el mandato de reprimir la rebelión del joven contra el viejo. Viven en el Érebo y son anteriores a Zeus. Para A. Bartra son espíritus del castigo y de la venganza de sangre. Por último, P. Grimal las considera nacidas de las gotas de sangre con que se impregnó la tierra cuando la castración de Urano. Fueron también llamadas «Euménides», y «Furias» por los romanos.
4.- Teogonía. v. 460 a 474.
5.- Ibid. v. 470 a 501.
6.- Ibid. v. 686 a 692.
7.- Ibid. v. 693 a 699.
8.- Ibid. v. 717 a 720.
9.- Ibid. v. 730 a 732.
10.- Las Troyanas. Eurípides. Fin de la escena XI en adaptación de J. P. Sartre. Losada. Buenos Aires 1967. Toda la cita en negrilla corresponde al parlamento de Poseidón, pero nos hemos permitido ponerla en boca de Prometeo dado que se ajusta bien a su carácter y al contexto general en que el Titán desarrolla su relato. En todo caso, la sorpresa que produce la introducción de giros como: «Haced la guerra, mortales imbéciles», o «¡Haciéndolo así reventaréis todos!» es explicable porque rompe el estilo épico y grave con una disonancia burlona, casi vulgar propia de mediados del siglo XX. Por otra parte, los giros mencionados no están en el original de Eurípides y corresponden a la adaptación sartreana. En cuanto a Eurípides, nació en Salamina en el 480 y murió en el 406 a. C.
11.- Prometeo Encadenado. Esquilo. Episodio II. Losada. Buenos Aires 1984. Esquilo nació en Eleusis en el 525 y murió en el 456 a. C.
12.- Ibid. Episodio II, después del primer Coro.
13.- «Japetónida», hijo de Jápeto. Jápeto es, a su vez, hijo de Urano y Gea, y hermano de Crono y de los otros titanes (Océano, Ceo, Hiperión y Crio) y titánides (Tetis, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Dione y Tia). Los titanes y titánides pertenecen a la primera generación de dioses (llamados «dioses titanes»). De la línea de Jápeto y Clímene derivan Atlante, Menecio, Prometeo y Epimeteo; así como de la línea de Crono y Rea derivan Hestia, Deméter, Hera, Hades, Posidón y Zeus. Prometeo resulta, por consiguiente, «primo» de Zeus. Pero es la línea de Crono (la de los llamados «crónidas»), la que se impone. Epimeteo, hermano de Prometeo (y su reverso dada su torpeza y falta de ingenio), acepta como regalo a Pandora de la que se sirve Zeus para arruinar a los hombres una vez más. De Epimeteo y Pandora nace Pirra y de Prometeo y Clímene nace Deucalión. Estos dos forman la pareja pobladora del mundo luego del Diluvio que envió Zeus en un nuevo castigo. Es gracias a otra intervención de Prometeo que el ser humano logra salvarse. En efecto, Prometeo instruye a Deucalión y Pirra para que construyan el Arca. Luego, los sobrevivientes de la catástrofe hacen resurgir a los humanos arrojando piedras hacia atrás (por encima del hombro), mientras caminan por los campos. Producto de esa «siembra», van naciendo las mujeres y los hombres. En todo lo anterior, resalta la línea de los Japetónidas como promotora de la propagación humana.
14.- Teogonía. v. 535 a 570 y 615 a 618.
15.- Ibid. v. 521 a 525.
16.- Himnos Homéricos. II. A Deméter. (en Ilíada II) Losada. Buenos Aires 1982. La letra en negrilla de todo este parágrafo corresponde a distintos pasajes del mismo himno.
17.- Sobre la Naturaleza. I y II. Metrodoro de Kío.
18.- Himnos Homéricos. XXVI. A Dionisos.
IX. Mitos nórdicos.
1.- Sobre los antecedentes de la literatura nórdica relacionada con los mitos, F. Durand hace la siguiente revisión histórica: «En 1643, el obispo islandés de Skálholt descubrió un manuscrito que obsequió al rey de Dinamarca Federico III. El Codex Regius contenía la transcripción que a comienzos del siglo XIII hizo Snorri de un conjuntos de poemas muy antiguos, a los que puso el título genérico de Edda. Más tarde había de encontrarse el manuscrito de otro erudito, Saemund, donde figuraban las mismas obras, lo cual explicaría el plural: los Edda. Estos poemas fueron concebidos en época preliteraria; la mayor parte parecería que datase de los siglos VII y VIII, pero ciertos filólogos tienden a ubicar los poemas más arcaicos en el siglo VI. Es evidente que estos poemas comenzaron a recitarse en Noruega y también fueron transmitidos de generación en generación hasta que los colonos los llevaron a la isla de «hielo y fuego» y los escribas medievales los salvaron del olvido asentándolos sobre vitela. El resto de Escandinavia también participó en la elaboración de esta obra. Así en los Gesta Danorum de Saxo Grammaticus figura la traducción latina de poemas que se pueden calificar de proto-éddicos. El grandioso poema danés del siglo X, el Bjarkemál, que Olaf hizo cantar ante sus hombres en formación en Stiklestad, apenas si difiere de ciertas estrofas éddicas». Los Vikingos, págs. 108 y 109. Eudeba. Buenos Aires 1975. De esta suerte, se rescata una tradición que comenzó en época de las migraciones (entre los siglos III y IV) que se fue extendiendo por todo el mundo germánico. Pero la literatura mítica queda restringida al ambiente escandinavo. Si hablamos de grupos de leyendas o escritos nórdicos más o menos épicos podemos hallar producciones tanto en Inglaterra como en Alemania y otros países. Pero aquí nos estamos refiriendo a un tipo de literatura que se concentra preferentemente en Islandia. Esto es así debido a complejas situaciones en las que ha jugado también el factor geográfico. Desde el descubrimiento y colonización de Islandia por los noruegos (hacia el 874), hasta la primera generación de islandeses cristianos (alrededor del 1.000), ocurren numerosos fenómenos en todo el mundo escandinavo que bien podemos hacer coincidir con el «ciclo vikingo». Epoca turbulenta, de expansión y conflicto continuo, tiene su revés en el avance de las potencias continentales y del Cristianismo. En este período, valiosa documentación es eliminada o perdida en Suecia, Noruega y Dinamarca. En Islandia, se conserva una enorme producción que se continúa además, hasta bien entrado el S. XIII, tal es el caso de la Edda Mayor de la que nosotros tomamos los cantos de temas mitológicos, dejando de lado los temas épicos. Afortunadamente para las letras, surge la colosal figura de Snorri Sturluson (1179-1241) que compone numerosas sagas y rescata la mitología nórdica, particularmente en su Gylfaginning (El Engaño de Gylfi) y, en alguna medida, en su Skaldskaparmal (Discurso para la preparación de Poetas). La Edda Mayor en verso, y la llamada Edda Menor (o Edda en Prosa, o Edda de Snorri), constituyen las fuentes más seguras sobre mitología nórdica debida a los islandeses.
2.- Edda Mayor. Völuspá. 17 y 18. Alianza. Madrid, 1986
3.- Forma genérica de designar a los dioses. Cuando se habla de alguna diosa en particular se la llama Asinia.
4.- Espacio lleno de energía. Ese lugar se llenó y hundió por el peso de los hielos cuando éstos dejaron de fluir pero luego, cuando en algunos lugares lucharon el hielo y el fuego volcánico, la escarcha de los glaciares se fundió y de las gotas comenzó a formarse Ymir, el primer gigante del hielo que tiene en su interior el calor volcánico y algo de la energía del Ginnungagap.
5.- Es el lugar del hielo del norte en oposición a Múspel, región mítica cálida del sur. En ésta vive un gigante que defiende el lugar blandiendo una espada de fuego y que saldrá de allí al fin de los tiempos para incendiar al mundo.
6.- Una fuente.
7.- La serpiente que roe las raíces.
8.- Uno de los Ases.
9.- Toda la cita es de Gylfaginning (El engaño de Gylfi), Textos mitológicos de las Eddas. Snorri Sturluson. XV. Miraguano. Madrid. 1987. La pérdida de un ojo a cambio de un bien mayor también aparece reflejada en otras leyendas e historias como la siguiente que, además, nos ilustra sobre el comportamiento belicoso de los vikingos: «Cuando llegó a la estancia donde dormía Armód, su mujer y su hija, Egil abrió la puerta y fue a la cama de Armód. Sacó la espada y con la otra mano agarró la barba de Armód y tiró de él hacia el borde de la cama. Pero la mujer y la hija de Armód se levantaron a toda prisa y le pidieron a Egil que no matara a Armód. Egil dice que así lo haría por ellas ‘pero él se ha hecho merecedor a que lo mate’. Entonces, Egil le cortó la barba desde el mentón; luego le arrancó el ojo con el dedo, de forma que lo dejó colgando sobre la mejilla; luego, Egil y sus compañeros se marcharon». Saga de Egil Skallagrimsson. Snorri Sturluson. Pág. 270 y 271. Miraguano. Madrid. 1988.
10.- La Canción de los Nibelungos. C. Mettra. pág. 29. F. C. E. México, 1986.
11.- La entidad del pasado. Debe considerarse a las nornas grabando en sus tablas, es decir imprimiendo sus runas mágicas en las que fijan el destino de la gente. No se trata por lo tanto, de «hilanderas» al estilo de las Parcas romanas o de las Moiras griegas.
12.- La entidad del presente.
13.- La entidad del futuro.
14.- Las citas corresponden a Gylfaginning. Op. Cit. XV y XVI.
15.- La mansión de los héroes. Las valkirias, eligen a los valientes que mueren, pero también deciden las batallas. Estas mujeres guerreras recuerdan ligeramente a las amazonas, pero su acción es un tanto indirecta. Contamos con una pista histórica en la que las mujeres de los primitivos germanos ya «participaban» y a veces contribuían a decidir las batallas. Es posible que esas costumbres contribuyeran posteriormente a la mitificación de las valkirias vikingas. Tácito (55 a 120 d. C.) en su De las Costumbres, Sitio y Pueblos de la Germania, nos dice: «Y al entrar en la batalla tienen cerca sus prendas más queridas, para que puedan oír los alaridos de las mujeres y los gritos de los niños: y estos son los fieles testigos de sus hechos, y los que más los alaban y engrandecen. Cuando se ven heridos, van a enseñar las heridas a sus madres y a sus mujeres, y ellas no tienen pavor de contarlas ni de chuparlas y en medio de las batallas les llevan refrescos, y los van animando. De manera que algunas veces, según ellos cuentan, han restaurado las mujeres batallas ya casi perdidas haciendo volver los escuadrones que se inclinaban a huir, con la constancia de sus ruegos, y con ponerles delante los pechos, y representarles el cercano cautiverio que de esto se seguiría, el cual temen mucho más impacientemente por causa de ellas, tanto, que se puede tener mayor confianza de las ciudades que entre sus rehenes dan algunas doncellas nobles. Porque aún se persuaden que hay en ellas un no sé qué de santidad y prudencia, y por esto no menosprecian sus consejos, ni estiman en poco sus respuestas». Incluido en Las Historias de Cayo Cornelio Tácito. pág. 335 y 336. Sucesores de Hernando. Madrid, 1913.
16.- Tácito (Op. Cit. pág. 346), refiriéndose a la bebida embriagante (cerveza), y a los hábitos alimenticios de los primitivos germanos dice: «Hacen una bebida de cebada y trigo, que quiere parecerse en algo al vino. Los que habitan cerca de la ribera del Rhin compran éste. Sus comidas son simples: manzanas salvajes, venado fresco y leche cuajada. Sin más aparato, curiosidad ni regalo matan la hambre; pero no usan de la misma templanza contra la sed. Y si se les diese a beber cuanto ellos querían, no sería menos fácil vencerlos con el vino que con las armas». En las Eddas se habla de la hidromiel que es una bebida propia de los dioses y que no debe ser confundida con la cerveza aunque a veces, figurativamente, se las identifique.
17.- La traducción que se ha dado de «Ragnarök» desde Wagner en adelante es «Crepúsculo de los Dioses». Sin embargo, la más correcta es «Destino de los Dioses», que nosotros hemos tomado para titular toda esta escena.
18.- La Alucinación de Gylfi. Snorri Sturluson. 51. En traducción de J. L. Borges. Alianza. Buenos Aires 1984.
19.- Völuspá, 58. Op. Cit.
20.- Ibid. 45.
21.- La Alucinación de Gylfi. Op. Cit. 51.
22.- Este parlamento final de Haki, rememora ligeramente la descripción de Snorri en el Ynglingasaga, a raíz de la batalla de Fyrisvellir (en la que Haki quedó malamente herido). «... Entonces hizo traer su nave, la hizo cargar con los hombres muertos y sus armas, la hizo poner a flote, hizo enderezar el timón hacia el mar e izar la vela y encender una pira de madera seca sobre cubierta. El viento soplaba de tierra. Haki estaba en agonía o ya muerto cuando fue puesto sobre la pira. La nave en llamas desapareció entonces en el horizonte, y esto quedó por mucho tiempo grabado en la memoria». En las palabras que ponemos en boca de Haki, se refleja la amargura de un mundo que muere. Haki no es un vikingo que se convierte al Cristianismo, todo lo contrario. Más bien da a entender que la derrota frente a la religión que avanza (la de las «extrañas gentes») es en realidad un paréntesis en el que numerosas imágenes y mitos nórdicos invaden al vencedor.
X. Mitos americanos.
1.- El libro de los Quichés de Guatemala ha sido traducido con distintos nombres: «Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché», para A. Recinos (publicado por F. C. E. México. En nuestras manos, la sexta reimpresión de 1970, aunque fue escrito en 1947); «Popol Vuh o Libro del Consejo de los Indios Quichés», para M. Asturias y J. M. González de Mendoza (publicado por Losada, Buenos Aires. En nuestras manos la segunda edición de 1969, aunque fue escrito en 1927); «Pop Wuj. Poema Mito-histórico Kí-ché», para Adrián. I. Chávez (publicado por Centro Editorial Vile, Quetzaltenango, Guatemala. En nuestras manos la primera edición de 1981, aunque fue escrito en 1979). La traducción de Recinos se basó en el manuscrito intitulado Arte de las Tres Lenguas, compuesto a principios del siglo XVIII por Fray Franzisco Ximénez. El documento fuente pasó a la colección Brasseur y luego a manos de A. Pinart, quien a su vez lo vendió a E. Aller y de ahí llegó a la Biblioteca Newberry, de la que Recinos hizo copia fotostática. El trabajo de Arciniegas fue traducido al castellano desde la versión francesa de P. Reynaud titulada Les dieux, les héros, et les hommes de l’ ancien Guatemala d’aprés le Livre du Conseil. Reynaud utilizó el manuscrito Ximénez. Por último, la traducción de Chávez también se basó en el manuscrito Ximénez aunque con el recaudo de considerar las dos columnas que el fraile había compuesto. Ximénez puso en la primera, la transcripción quiché aunque castellanizada y en la segunda, la traducción al castellano. Chávez reactualizó el original Quiché transcripto por Ximénez y ese material fue el que volcó al castellano. En 1927 se publicó en Guatemala una traducción hecha por Villacorta y Rodas en base al texto francés de Brasseur, pero el libro no ha llegado hasta nosotros. Lo mismo ha ocurrido con otra traducción de Brasseur debida a J. Arriola y publicada en Guatemala en 1972. En todos los casos, el documento fuente es el de Ximénez. Entre 1701 y 1703 llegó a sus manos, en el real patronato del pueblo de Santo Tomás (hoy Chichicastenango), un manuscrito redactado en lengua quiché pero representado en caracteres latinos. El documento databa aproximadamente de la mitad del siglo XVI. Desafortunadamente, el original se extravió pero Ximénez tuvo el cuidado de copiarlo aunque con algunas alteraciones.
2.- Chávez considera que esa frase alude al paso de los pobladores del norte de América desde el Asia, es decir, desde el oeste para ellos.
3.- Chávez afirma que las «pinturas» eran verdaderos libros o tablillas unidas en forma plegadiza y no simplemente grabados aislados impresos en piedra, hueso y madera. Sosteniendo su punto de vista, cita la Relación de las cosas de Yucatán del fraile Diego de Landa en el que ese autor dice: «Hallámosles gran número de libros de éstas, sus letras, y porque no tenían cosa que no hubiese superstición y falsedad del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena».
4.- El texto en negrilla inclinada pertenece hasta aquí a la traducción de Resinos (Op. Cit).
5.- Desde aquí y hasta el final, la traducción que hemos usado es la de Arciniegas (Op. Cit).
6.- Chávez opina que se trata de una suerte de aceite debido a un cataclismo cósmico. Pero tal vez pueda deberse a la expulsión de petróleo encendido por ruptura de alguna napa cuando la explosión de un volcán.
7.- Alude a un largo peregrinar «descendiendo» desde regiones muy frías hasta llegar a lugares de asentamiento más permanentes.