Hace tres años tuvimos en este país el privilegio de hablar públicamente durante cuarenta y cinco minutos.
En efecto, aquellos cuarenta y cinco minutos que muchos de ustedes recordarán, pudieron desarrollarse en plena alta montaña y en las condiciones climáticas y de vías de comunicación más desfavorables. De todas maneras (y aunque la concurrencia fue investigada en su documentación, como si se tratara de criminales en lugar de auditores pacíficos, pese a la presión de los cuerpos de seguridad que hacían exhibición de su armamento) tuvimos el privilegio de hablar durante cuarenta y cinco minutos.
Luego se intentó lo mismo en diversas partes de Argentina, pero siempre con los resultados conocidos: gases, mazazos, corridas, petardos, gente detenida y cosas por el estilo. No sólo resultó de aquello la agresión física descrita, sino que además se agregó la violencia síquica y moral que corresponde cuando la prensa en general (los medios de difusión controlados por el sistema) calumnia impunemente y atemoriza a la población, deformando imágenes y deformando doctrinas.
Aquello fue en el año 1969, cuando hablamos sobre el origen de la violencia, sobre el sufrimiento y sobre la curación del sufrimiento. Es bueno saber que, en aquellos momentos, ningún político se manifestaba públicamente; que en aquellos momentos ningún héroe actual se expresaba ante la opinión pública... y no podía ser de otro modo, frente a la dictadura que se enseñoreaba en este país.
Por esas paradojas propias de los procesos históricos, desde aquellos momentos la violencia física se manifestó y siguió creciendo hasta el día de hoy.
Hoy está claro que el mismo sistema ha girado ciento ochenta grados y preconiza la no-violencia y la pacificación. ¡Bravo por él!
Esperemos entonces contar con el privilegio de hablar, desde ahora, más de cuarenta y cinco minutos.
Hoy mismo, si la organización de este ciclo hubiera sido hecha a nivel masivo, con difusión adecuada y en lugar abierto, tampoco estaríamos hablando.
Pero como estas reuniones cuentan solamente con la presencia de espectadores calificados, de casi especialistas diría, como no se conocen públicamente, como hasta la entrada restringe a la concurrencia; en principio, parece, no seremos interrumpidos.
¿A qué viene esta introducción? Viene a preparar el terreno para desarrollar nuestra exposición sobre meditación trascendental.
Por el tipo de reacción irracional y virulenta que ha correspondido a nuestra prédica, podemos empezar a comprender ciertos mecanismos defensivos de una mentalidad, de una sociedad y de un hombre viejos.
Si nosotros fuéramos hombres del Oriente, si expusiéramos los mismos principios de lo que hoy se da en llamar "mística" en general y nuestra vestimenta, aspecto, ademanes y forma de exposición correspondieran a lo "espiritual" aceptado, con seguridad no habríamos tenido problemas...
La persecución no quedó allá en el sesenta y nueve y luego de aquellos cuarenta y cinco minutos.
La doctrina fue distorsionada con todos los medios con que hoy puede contar una sociedad más o menos técnica.
En varios países el sistema se resintió contra la doctrina y así nuevos encarcelados entraron en las celdas, nuevos baleados y apaleados fueron a los hospitales, muchos cesantes de sus empleos peregrinaron en busca de trabajo, nuevos perseguidos por la presión de la difusión “aséptica” perdieron el calor de familiares y amigos. Padres que denunciaron a sus hijos, profesores que expulsaron a sus alumnos, vecinos que participaron en “razzias" policiales contra propagadores de la doctrina.
Pues bien, si lo que hablamos en su momento hubiera resultado falaz y fuera de toda necesidad histórica, hubiera sucumbido ante tales presiones. En rigor, parece haber sucedido lo contrario.
En aquellos tiempos se nos calificó como "curandero" o "milagrero", luego como "santón", después como “profeta". En estos días alguna emisora uruguaya nos definió como "místicos".
Este ascenso en el escalafón no es desdeñable... (RISAS) ... pero es siempre despectivo y básicamente deformador de significados.
Cualquier incoherente es hoy presentado como filósofo, doctrinario o pensador. Por nuestra parte no debemos aspirar a semejantes honores, nos basta ser "santones" o "profetas" o hasta curanderos de una nueva doctrina, si esa doctrina sirve al hombre.
¿Qué hace, amigos míos, que a nuestra acción corresponda una reacción tan desproporcionada? Como nos dice la Física: será que a nuestra acción corresponde la exacta reacción. Si es así pongamos entonces cuidado, porque nuestra acción se desarrolla y amplía...
¿No es verdad que cuando se escucha hablar de meditación, uno imagina cierto sistema de prácticas que tienen algo que ver con posturas orientales y venerables maestros muy sabios perdidos en las nubes del Himalaya?
¿No es cierto que para algunos espíritus bondadosos, la meditación así imaginada está desvinculada del quehacer cotidiano? ¿Que no se mezcla ni pierde pureza? ¿Que no roza el problema social, ni se mezcla con la vida de relación?
¿No es cierto que estas almas caritativas sienten que se pueden mejorar ellas mismas y mejorar la humanidad, por el arte mágico de concentrar su atención en un punto del entrecejo?
Está claro que hay gentes que divagan de ese modo y que no tienen por qué revolucionar el sistema en que viven, ya que ellas son partes beneficiadas por el sistema.
Hay otros, más modestos en sus objetivos, que no necesitan aprender, ni recitar entre sus amistades un confuso palabrerío hindú y piensan que la meditación puede ayudar a aliviar tensiones nerviosas, a hacer mejor la digestión.
Para todos ellos debemos también explicar nuestro punto de vista, pero sin la esperanza de arrancarlos de creencias tan arraigadas, casi religiosas, teniendo sobre todo en cuenta que la verdadera meditación choca con sus intereses porque revoluciona su forma mental y su relación con el mundo.
Tratemos ahora de encuadrar el ámbito en el que surge la necesidad de la meditación. Veamos su contexto histórico-social e intentemos comprender cómo ese quehacer no está desvinculado del mundo, todo lo contrario.
Más adelante estudiaremos qué no es meditación y las consecuencias que acarrea toda falsa meditación, reservándonos para el final de la exposición de hoy la caracterización de la correcta meditación simple y cotidiana.
En los días siguientes hablaremos con precisión técnica sobre meditación trascendental.
Cuando en épocas de crisis como la actual, el sistema de valores que fundamenta una sociedad pierde sentido, cuando toda la estructura social se revoluciona desde el modo de producción a las relaciones de producción, cuando la dialéctica de clases se intensifica, cuando la dialéctica generacional se abre paso, cuando el quehacer cotidiano se enrarece y carece de racionalidad, cuando la sensación de asfixia general y particular se hace evidente, suele ocurrir el fenómeno de "fuga" social.
La "fuga" social se expresa en la ritualización de elementos periféricos y que no hacen a lo esencial de la actividad humana. Se ritualiza el deporte, el sexo, el juego, la moda, la música. Todos esos elementos cobran valor de fetiche, como si en ellos estuviera el poder de resolver conflictos internos. Toda la época se hace fuertemente mesiánica y las teorías salvacionistas cunden. Se desentierran viejos mitos y se los adapta al momento. Se deposita fe ciega en hombres tan fugados como el resto, pero que aparecen nimbados de una propiedad difícil de definir. Esta propiedad de difícil definición es, precisamente, la que identifica al fetiche como tal.
Se experimenta en su presencia la difusa sensación de que él tiene el poder de resolver situaciones angustiosas. Se trate del juego, de un líder, de un maestro espiritual, de un sistema mágico, aun científico (en este plano es indiferente), se trate del objeto de status, o de un disco volador, todas esas entidades se aparecen como insinuadoras de la salvación que busca la conciencia en fuga.
En esos curiosos momentos históricos, podemos decir sin equivocarnos que la superchería cunde y se justifica de mil maneras diferentes.
Ya los extraterrestres dejan de ser una hipótesis más o menos probable, para convertirse en los nietos de los ángeles que se adelantan como embajada de la divinidad... (RISAS)...
Observen en algunos, o en ustedes mismos, por encima de la hojarasca científica con que explican el fenómeno, el trasfondo más o menos místico que lo nimba.
Estudien en los seguidores de un caudillo o de un partido, la irracionalidad beatífica con más fuerzas que la argumentación lógica. A veces y para completar el cuadro, ese caudillo se rodea de astrólogos y ese partido de una mística infalible... (RISAS)...
Si dada la situación de urgencia la solución de los males es buscada externamente, entonces los fetiches son también externos. Si por el contrario el conflicto se experimenta como propio y personal, los fetiches son internos. En este último caso se prepara el terreno para la droga, las disciplinas místicas y el ejercicio de las diversas formas de autohipnosis.
En ambos casos la conciencia no está en condiciones de estudiar los problemas que se presentan, sino que tiende a superarlos sin resolverlos mediante la relación con el fetiche. A ese estado de conciencia, como ustedes saben, lo designamos "conciencia emocionada".
Es totalmente inútil tratar de explicar a alguien que se encuentre en esa situación, qué está sucediendo en su conciencia. Cualquiera argumentación racional que se le trate de presentar será fácilmente descartada y, a la vez, reinterpretada de un modo singular, pero sin atender a ella en profundidad.
Veamos ahora: si lo que venimos expresando encuentra en alguno de ustedes esa barrera de la conciencia emocionada, las explicaciones que se den no podrán ser captadas razonablemente... ¿No están algunos discutiendo internamente lo que decimos, en lugar de tratar de entenderlo?
Avancemos un poco.
¿Han observado que cuando en ustedes existe alguno de esos fetiches, todas, o muchas de sus actividades, tienden a girar en torno a él? ¿Que ese fetiche se constituye en una suerte de centro de gravedad artificial? ¿Y que el desgaste de esa fe hacia él, a la larga, deja finalmente la experiencia de un amargo vacío?
¿No han comprobado que la pérdida de fe se experimenta como desilusión?
Pues bien, lo que sucede a nivel social en épocas críticas, sucede cotidianamente en la conciencia de todo ser humano.
Que en estas épocas ciertos fenómenos se acentúen, no excluye que en todo momento la mente humana ritualice, proyecte y se ilusione.
Todos conocerán, por propia experiencia, esa sucesión de imágenes de la vida cotidiana, en el momento en que un estímulo externo la desencadena. El fantaseo, o el "soñar despierto", no es un fenómeno raro, sino que es normal y corresponde al estado de vigilia ordinaria. Normalmente, en esas imágenes, puede descubrirse un tono común a todas ellas: un mismo trasfondo emotivo. Particularmente en situaciones opresivas o de cansancio, estas imágenes tienden a fortalecerse.
Ahora bien, si los mencionados ensueños cuentan con tal vigor como para ocultar y superponerse a la realidad (y esto es cosa de todos los días), ¿qué no habrá de suceder cuando un determinado ensueño se fija y fortalece hasta tal punto que las actividades personales y los íntimos deseos quedan, directamente, ligados a él?
No creo que se les escape la relación entre las ilusiones sociales que fetichizan determinados objetos y los simples ensueños cotidianos. En ellos dos, existe en función el mismo mecanismo de fuga y de trasfondo emocionado.
Profundicemos otro poco.
Habrán diferenciado los simples y ocasionales ensueños que no se repiten, de aquellos otros que aparecen frecuentemente y que, en ocasiones, pueblan hasta el mismo sueño nocturno. Estos son de mayor importancia que los primeros por la fijeza que los caracteriza.
Algunos buenos observadores habrán captado que el deseo de realizar determinados ensueños de ese tipo ha orientado en ocasiones una pretendida vocación que luego fracasó. Aspiraciones que no pudieron ser cumplidas, actividades que se frustraron al desgastarse su motivación.
No es éste el momento adecuado para intentar una explicación del mecanismo de los ensueños, pero, a mi ver, deberían tenerse muy en cuenta sus realidades personales y su proyección social y advertir que hasta podría esbozarse una descripción conductual en base a la actividad del ensueño.
Cuando en otra ocasión hemos dicho que nuestra doctrina es para los fracasados y no para los triunfadores, hemos aludido precisamente a este punto central.
Aquellos que están ilusionados en sus fetiches salvacionistas (sean sociales o personales), aquellos que tienen una fe, o los que creen que poseen y no han fracasado en sus expectativas, poco pueden comprender de esto que se está explicando. No se trata por cierto de crear una desilusión artificial, tan falsa como su opuesta, se trata de atender a una necesidad vital muy profunda, que no puede ser saciada por los falsos ídolos, tengan éstos el signo que tengan.
Examínense internamente y comprobarán que de nada puede servirles lo que aquí se transmite si sus ensueños están lanzados en una dirección opuesta. Verán qué fácil es montar superestructuras que bloqueen estos planteos. Si nosotros insistimos en lo mismo y nos abrimos paso comprobarán algo muy curioso, esto es: que empezará a movilizarse un mecanismo de malentendido. Y en la medida en que avancemos en nuestra acción, obtendremos una reacción proporcional. Entonces, el espectáculo será completo, porque se elaborarán imágenes totalmente irracionales para combatimos, que corresponderán exactamente a lo opuesto de las expectativas sociales y personales.
Esto es muy interesante, pero debemos reexplicar lo anterior, desde otro punto de vista para su mejor comprensión.
Cualquier místico consultado nos dirá que "la realidad es ilusoria". Pero no sabrá explicarnos exactamente si se trata de la realidad de la cosa en sí o si es que la visión de la realidad es la que está distorsionada.
Ya el señor Buda (que tiene que ver mucho con el origen de estas complicaciones) explicó que los seres contemplan el fenómeno que les corrompe la mente; que la mente se turba a causa de los objetos y la percepción se vuelve variable y queda a merced de las variaciones externas; pero, al mismo tiempo, indicó que había que aprender a ver las cosas en su esencial carácter, como si todo fenómeno estuviera oculto por un velo.
La naturaleza de este velo se aposentaba, en ocasiones en el fenómeno y en ocasiones en la mente. El mismo destacó que la naturaleza de la visión inteligente no pertenece ni a la causa ni a la condición. A ningún fenómeno, y sin embargo, reúne a todos los fenómenos.
Finalmente, que la percepción trascendental a causas y condiciones, era la pura realidad. La percepción simple y cotidiana distorsionaba el mundo, y aquella en que se tiene simultáneamente conciencia de la percepción, era la trascendental percepción.
Distinguió por la manifestación de sus actividades, dos tipos de mente: la experimental primeramente mencionada y la intrínseca o trascendental.
El señor Jesús y otros tantos explicaron la necesidad de despertar y de velar, poniendo especial atención en la falsedad de las apariencias.
Mil seiscientos años después, en Occidente, la duda sobre la exactitud de la percepción revolucionó el campo del conocimiento. En ese momento se tomó como indubitable, únicamente, el acto inmediato del pensar y no el objeto que se aparecía a la percepción.
Finalmente, y ya en tiempos contemporáneos, se decidió (luego de admitir la contingencia del fenómeno de percepción) "volver a las cosas mismas". Pero luego de reducciones fenomenológicas que nos ponían en presencia de un nivel de ideas trascendentales.
Cuando nosotros hablamos de lo ilusorio de la percepción, de lo ilusorio de la percepción de la realidad, no nos preocupamos tanto por destacar que, en efecto, los objetos en sí no corresponden a lo que se percibe de ellos, ya que cada sentido recibe sólo una franja singular de datos del mismo objeto. Esto es evidente. Como es evidente también que la estructura última del fenómeno no está al alcance de nuestros órganos de percepción. No es esto lo importante en lo que hace a la aprehensión ilusoria de la realidad, sino sobre todo, la presencia del ensueño que cubre a la misma percepción.
Aclarado esto, volvamos a nuestro problema.
Nosotros entendemos al ensueño como un fantaseo variable, aunque conectado con toda una constelación que compensa las deficiencias de situación. Todo ensueño está teñido por un tono emotivo que, individualmente y cuando el ensueño es secundario, pasajero, no es muy fácil de advertir. Sí lo es, en cambio, cuando este ensueño se proyecta sobre un determinado objeto y lo fetichiza, como en el caso, de la conciencia emocionada, individual o colectiva. Ahora bien, el ensueño aparece como respuesta de la memoria a los nuevos estímulos y las diversas asociaciones que se movilizan en la ensoñación, pueden manifestarse gracias a estar grabadas por experiencias anteriores.
Así es que toda nueva percepción será completada por la movilización de las percepciones viejas, que en lugar de rejuvenecer a la conciencia, robustecerá el antiguo tronco de la forma mental ya elaborada. Esta forma mental puede ser identificada, aunque sólo provisoriamente, con el núcleo de ensueño.
El núcleo de ensueño se manifiesta como respuesta de estructura general y difundida, a estímulos particulares. El núcleo de ensueño es un tono, un clima, un trasfondo de la conciencia, más que una imagen, como puede ser la de cualquier ensueño secundario. Este núcleo posee cierta fijeza y es el que rige los ideales, aspiraciones y las ilusiones generales, en cada etapa de la vida humana.
Cuando el núcleo se desgasta, se producen variaciones importantes de personalidad. Pero mientras esto no sucede, la forma de ver el mundo y de encarar la vida, se mantiene en la misma línea y los quehaceres cotidianos son alimentados por esa ilusión de trasfondo.
El núcleo de ensueño puede ser comprendido también como la compensación de la deficiencia básica de la personalidad en cada etapa vital. Existe un núcleo general para cada etapa vital a partir del cual cada individuo lo matiza con características particulares. El cambio sicosomático de la niñez a la juventud, de ésta a la madurez, etc., es acompañado por el cambio de núcleo. Este puede evolucionar normalmente, según las etapas propias de la edad, pero puede también fijarse en un momento de la vida, aumentando la desconexión entre el individuo y su ambiente con el correr del tiempo. Puede haber regresiones de núcleo o desplazamientos accidentales. En estos casos se observan cambios de personalidad.
Mientras el núcleo permanece fijo y orienta a la propia vida en una dirección, es inútil todo intento que se realice en dirección opuesta. Al contrario, se refuerza su acción. Por otra parte, nunca faltan superestructuras que pueden justificar, más o menos racionalmente, toda actividad en verdad regida por el núcleo en cuestión.
Así es que, aparte de los ensueños que impiden percibir limpiamente la realidad, está ese núcleo, ese tono interno creador de ilusiones, que impide una visión nueva del mundo y de uno mismo.
Cuando el fracaso de los proyectos se patentiza, cuando la desilusión se hace presente, puede uno tal vez estar en condiciones de aprender con sentido nuevo.
Veamos ahora la otra cara del ensueño.
Este puede mantenerse con firmeza y orientar nuestras actividades hacia su espejismo, alimentando nuestros deseos, nuestras emociones, en esa dirección. Pero este deseo que alimenta el ensueño difícilmente es cumplido, resultando siempre de ello la insatisfacción y el dolor. Si el ensueño pudiera ser siempre satisfecho como sucede en ocasiones, traería sus consecuencias placenteras en ese momento, quedando luego vacío de significado. Efectivamente, el cumplimiento del ensueño trae placer y aunque el logro de ese placer provoque mil inconvenientes, se acomete la tarea para obtener ese resultado.
En ese deseo de apoderarse del espejismo está, precisamente, la raíz de todo dolor y de todo sufrimiento.
Hemos distinguido en otra ocasión entre el sufrimiento físico y el sufrimiento mental. El primero puede ser, combatido y cada vez con mayor eficacia según progrese la ciencia y la civilización. El segundo en la medida en que avance la autocomprensión del ser humano.
Es un buen paso de autoconocimiento reconocer la distorsión que hacen los propios ensueños de la realidad, descubrir una suerte de núcleo ilusorio que nos orienta en una dirección y finalmente comprender, de raíz, que el deseo de obtener placer lleva al sufrimiento, aun cuando el placer se haga efectivo provisoriamente.
Estamos hablando de comprender, no de negar o de modificar situaciones. Recalco esto último porque me parece de capital importancia.
No estamos explicando la forma de solucionar estos problemas, sino tratando de comprenderlos; destacando que sólo una adecuada inteligencia de estos asuntos nos permitirá avanzar. Sucede sin embargo que, en esta altura histórica, se suele esperar respuestas a los problemas sin haberlos comprendido ni medianamente. Una sociedad exitista que busca resultados sin atender a la comprensión, no puede lograr más que la acentuación de conflictos y dolores. Desde luego que podrían darse varias recetas para anestesiar el dolor y obtener la paz de los paraísos artificiales. Por cierto que podría crearse una nueva ilusión, un nuevo opio de los pueblos. Se llame religión o droga (ya crudamente) como sucede en el momento actual, el sistema mismo se ocupa de instrumentar la hipnosis colectiva, de desarrollar su propaganda y ampliar las expectativas de la sociedad de consumo prometiendo felicidad. Pero si esto no diera resultado porque el conflicto aún continuara, siempre quedará en pie el sucedáneo de reemplazar esta sociedad corrupta, que no mitiga nuestro dolor, por una sociedad paradisíaca que eliminará los conflictos.
Así las cosas.
O por la hipnosis del sistema que incentiva el deseo y la búsqueda de felicidad, o por la ilusión de una nueva sociedad que también traerá felicidad, o por la religión que nos dará el paraíso, o por la droga que nos lo acerca de inmediato, o por las diversas formas de autohipnosis de las prácticas místicas... sea por una o todas esas posibilidades, el problema aparece, en todos los casos, escapando a la comprensión real de fondo, trasladándose al campo de las soluciones fáciles que en definitiva no hacen sino agravarlo.
Como nuestro tema específico es el de la meditación, no vamos a explicar cómo las ilusiones de una sociedad hipnótica, o una sociedad "mejor", escapan en sus respuestas a la clarificación del problema. Por tanto, dejaremos de lado las ilusiones de felicidad externas y nos preocuparemos ahora de las ilusiones internas.
He aquí la primera: la religión en general.
Nos posterga a un mundo mejor en el futuro y nos cobija piadosamente en un sistema organizado mediante jerarquías, ritual, preceptos, mandamientos, etc. Para los más intelectuales, además del aspecto devocional, está también la Teología. Pero, en la devoción y en la práctica de la oración, está puesta la esperanza en la solución de los conflictos.
El buen creyente proyecta su ensueño, lo fetichiza y luego le atribuye el poder de solucionar problemas. La oración refuerza las grabaciones anteriores y así, con el tiempo, la forma mental del creyente se va solidificando. Si estas grabaciones religiosas comienzan a implantarse desde la primera infancia, entonces, los resultados pueden ser tan duraderos que, aunque luego el creyente se desilusione del culto y de esa religión en particular, su forma mental queda moldeada por las experiencias anteriores. Podremos tener luego al racionalista, al cientificista o al ateo, pero manejándose con los mismos presupuestos morales y los mismos tabúes que el practicante común.
Por otra parte, para aquellos que perdieron a su Dios, el vacío consecuente puede generar un dolor tan intenso, que vagarán a lo largo de su existencia buscando adormecer aquel dolor.
¿Y qué es para el creyente ese sentimiento místico de fusión con lo divino, sino sensualidad, sino felicidad artificial y anestesia provisoria?
Recordarán ustedes que la anulación del razonamiento y del espíritu de comprensión que acompaña a las experiencias llamadas "místicas", no es muy distinto al que se produce en los estados crepusculares.
Allí no se entiende (ni se quiere entender), allí se divaga, se ensueña placenteramente y no lejos de los sentidos precisamente, sino merced a ellos.
Resulta entonces que las prohibiciones carnales y otras inhibiciones que prescriben las religiones, se convierten en un formidable incentivo sensorial en torno al cual giran los ensueños cotidianos en forma de "tentaciones". Eso de luchar contra las tentaciones resulta muy excitante para los fanáticos perseguidores del cuerpo... (RISAS).
Uso la frase "perseguidores del cuerpo" en por lo menos dos sentidos diferentes... (RISAS)...
¿Algunos de, ustedes, personas de práctica religiosa, están libres de conflicto interno? ¿O reconocen ese conflicto como prueba necesaria, como sufrimiento indispensable para ganar el Paraíso? ¿Es que a algunos les gustará el sufrimiento?
¡Si es así, cuidado! Cuidado porque podría suceder que quisieran trasladar ese dolor a otros para purificarlos... Ya tenemos experiencias de inquisiciones y cosas semejantes. ¿Pero si alguno de estos creyentes no quisiera el dolor para sí ni para otros, será suficientemente tolerante con aquellos que no desean ser salvados?
Quiero advertir que no estoy tratando de debilitar la creencia religiosa. Como tampoco trato de debilitar la creencia política o de cualquier otro tipo. Poco importa que los creyentes de una fe social, individual o religiosa, sigan profesando. Lo que sí importa es que cada cual comprenda cómo se genera en sí y en el cuerpo social el dolor y el conflicto.
Lo repito de otro modo. No se trata de que el religioso o el político abandonen sus ilusiones. No se trata de que luchen contra su ensueño. Esto es tan inoperante como elevarse tirando de los propios cabellos y no hace sino aumentar el dolor, a la corta o a la larga.
No estamos hablando de renunciar a nada (esto de la "renuncia" es otro de los tópicos difundidos sin entendimiento alguno). Estamos hablando de la comprensión del dolor. Porque, veamos, nada impide que estos hombres opuestos en sus ideologías, sin tratar de abandonarlas, se preocupen por estudiarse a sí mismos. No es bueno aconsejar a la gente que imprima un movimiento a su vida opuesto al sentido de sus ensueños. Esto, además de no traer solución, agrava las cosas.
Se trata de estudiar simplemente los ensueños y la dirección que tienen. Se trata de descubrir en los propios deseos y en la búsqueda de la felicidad, la fuente del dolor.
Difundir estas simples ideas entre los hombres, independientemente de sus ideologías antagónicas, es difundir un punto de vista que nos revolucionará internamente y revolucionará a la sociedad en sentido profundo.
Pero no se trata de convertir a nadie, sino de respetar y amar a la gente sin aumentar su desesperación y su dolor.
He aquí otra ilusión (y al estudiar ésta nos acercaremos al tema central de nuestro desarrollo). La ilusión de que las prácticas de concentración, o como por ahí llaman, de "meditación' , nos liberan del dolor.
Por ahí circulan libros y maestros, swamis y consejeros de toda calidad, que nos proponen concentrar la atención en algún punto del cuerpo para lograr la quietud de la mente.
Muy bien, así lo hacemos... claro que para eso hemos tenido que adoptar previamente unas extrañas posturas y respirar también de cierto modo. Perfectamente. Miro mi punto con atención: no veo nada. Insisto. Si, ahora además del punto, empiezan a desplegarse los ensueños. Me esfuerzo por hacerlos desaparecer y he aquí que... desaparece el punto... (RISAS).
Vuelta a la rueda y así durante mucho tiempo y muchos días. Hasta que se consume el interés y la expectativa por lograr la maravillosa paz. Sin embargo, he logrado lo opuesto: ¡mayor divagación y desasosiego! (RISAS).
Supongamos que estoy dotado de una persistencia excepcional. Entonces, verdaderamente y con el correr de mucho tiempo, voy logrando aquietar la mente. Si me detuviera allí, seguramente habría logrado educar un poco mi atención y, además, podría sacar conclusiones sobre mi forma mental. Pero no. Ante semejante logro y por el tiempo de meses o años invertidos, es necesario ahora que esto empiece a redituar. Y, en efecto, reditúa. Día a día, a partir del dominio de la concentración (sea de un punto, un color, de un sonido repetido, de una práctica respiratoria), ya voy notando que mi mente se aquieta. Y no sólo durante el ejercicio, sino que va más allá. Esta quietud y laxitud me invade y ya se insinúa en la vida cotidiana.
Afortunadamente, la gente en general es tan poco persistente que abandona estas prácticas al poco tiempo y el asunto no pasa a mayores. Porque de otro modo, podría lograr paulatinamente el estado de paz que le prometieron. Si esto es así, aquellos maestros no mintieron en sus enseñanzas. Claro está que no completaron la explicación, porque ese estado logrado es, precisamente, el de autohipnosis.
Cualquier devoto de esas prácticas comprobará que, con el tiempo, no sólo ha logrado aliviar tensiones y obtener una relativa paz, sino que además ya es capaz de escuchar ciertas insinuaciones internas y captar ciertos “mensajes", que serán interpretados con la religiosidad que impone el caso. Es que habrá llegado al recinto interno de lo crepuscular en el que hablan no las voces de la divinidad, sino las voces de las grabaciones y de los ensueños más profundos.
Estas prácticas místicas, como las prácticas ascéticas y aun las mediumnímicas, llevan a los más persistentes al campo de lo crepuscular... al mismo campo en el que penetra el drogadicto.
Aquí no estamos haciendo moralina, ni creando tabúes hacia todo ello. Simplemente decimos que por la autohipnosis se logra una relativa paz y también el acceso a lo crepuscular, al embotamiento de la inteligencia y a la pérdida de la comprensión profunda.
Hay otros que recomiendan: no concentrar, no estrechar el campo de la conciencia en un objeto, sino lo contrario. A ellos les parece que la "meditación" (así la llaman) consiste en lo opuesto a la concentración y que para lograrla hay que aflojar el cuerpo y la mente sin precisar ninguna idea. La mente, entonces, parece dilatarse y ellos experimentan con el tiempo este fenómeno, como ampliación de la conciencia.
Este sistema es más divertido que el anterior porque, por lo menos, permite divagar sin limitaciones... (RISAS). Seguramente, cumplía con una buena función social antes de la llegada del televisor... (RISAS).
Siguiendo con él, parece que de esas asociaciones libres se capta alguna imagen significativa y profundizándola (como si fuera el "yantra" o el "mantram" personal) se la trabaja vistosamente, hasta ir cayendo en el estado de siempre: ¡autohipnosis!
Bien, señores, algunos llaman a esto, precisamente, "meditación trascendental". ¿Y dónde está lo trascendental? Tal vez (ellos imaginan) esté en eso de cerrar los ojos y ver las imágenes internas... (RISAS).
Nosotros no entendemos así las cosas. Ni a la concentración descrita, ni a la pretendida meditación. En uno y otro caso se produce un encerramiento del sujeto y aparece una barrera infranqueable entre lo interno y lo externo. Por más que aquellos respondan con frases hechas, tales como: "lo interior es igual a lo exterior" o algo similar.
Si aquellas prácticas fueran simples ejercicios de comprensión de los mecanismos internos y no pretendieran modificar nada, ni lograr resultados, sin duda que esos investigadores ganarían en comprensión y advertirían muchos defectos. Comprobarían la estructura de sus ensueños y verían la rueda del deseo girando de continuo hacia el placer y el dolor. Pero parece que esa no es la intención en boga.
Hay prácticas ascéticas, ya más peligrosas, que no viene al caso explicar acá porque lo dicho ya ilustra suficientemente. Baste con advertir que: ni el esfuerzo mental, ni la autoflagelación moral de las religiones, ni el sufrimiento, ni el sacrificio o la renuncia voluntaria a lo hermoso de esta vida, logran la liberación. Todo lo contrario. Generan encerramiento, cerco mental, fanatismo, intolerancia e inflexibilidad intelectual.
¿Qué es entonces meditar, para nosotros? Meditar es: aprender a ver a través de la ilusión del ensueño, es comprender la raíz del deseo, del temor, del sufrimiento, es liberarse y liberar.
No hablamos hoy de meditación trascendental, que es un tema especializado. Hablamos de la simple y llana meditación que no requiere posturas, ritos, sacrificios o renuncias. La simple meditación comienza en cualquier momento. Ahora mismo, cuando advierto cómo las imágenes y los ensueños impiden que perciba claramente la realidad. Cuando descubro que mis motivaciones están por debajo de los argumentos y cuando veo que mi vida es dirigida por la ilusión.
Yo no medito cuando trato de solucionar mis problemas. Yo medito cuando me doy cuenta perfectamente de ellos. Cuando los formulo correctamente.
Se me dirá: "Pero en la práctica, ¿cómo hago para meditar?".
Tal vez usted pueda con toda simpleza, sin esfuerzo, atender a lo que lo rodea, pero sin cubrirlo de ensoñación. No se trata de violentarse internamente. Se trata de aprender a ver por vez primera.
No se aprende todo de un golpe. Mañana hablaremos más sobre este punto.
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Meditación Trascendental - Explicación - H. van Doren - http://omarpal.blogspot.com.ar/2009/07/meditacion-trascendental-explicacion-h.html
Meditación Trascendental - Introducción - H. van Doren - http://omarpal.blogspot.com.ar/2009/07/meditacion-trascendental-introduccion-h.html
Meditación Trascendental - Primera Conferencia - H. van Doren -
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Es propiedad del autor
Editorial Transmutación
Inscripción Nº 40.946
Impreso en Chile
Se terminó de imprimir
el 19 de enero de 1973
Sociedad Impresora Camilo Henríquez Ltda.
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