martes, 9 de agosto de 2011

Los cuatro obstáculos de la senda sufí - Halil Bárcena


Según sostienen los sufíes, cuatro son los impedimentos que echan a perder todo camino interior; a saber:

que no se practique lo que se sabe, que se practique lo que no se sabe, que no se aprenda lo que se ignora y que se le impida a alguien aprender lo que no sabe.

Pero, vamos por partes. En primer lugar, que no se practique lo que se sabe. Y es que, ¿acaso es el conocimiento sufí un saber para hacer bonito, para lucirse en público y nada más?

Si algo posee el saber de los sufíes es su operatividad; dicho de otro modo, o compromete al ser humano en su totalidad transformándolo de cuajo o no sirve para nada.

El saber sufí no es mera palabrería ni un entretenimiento mental, sino que constituye un sabor que modifica el ser, estar y hacer en el mundo.

El segundo impedimento tiene que ver con la práctica de lo que no se sabe, o lo que es lo mismo, con la pretensión de ser lo que en realidad no se es, porque no se ha asumido de raíz lo esencial de la senda.

Si algo caracteriza al derviche es que es alguien creible, y lo es dado que ha realizado, esto es, ha hecho real, ha encarnado en sí mismo las intuiciones espirituales fundamentales del sufismo.

El derviche es tal como se muestra y se muestra tal como es; no hay en él ni trampa ni cartón.

En tercer lugar, que no se aprenda lo que se ignora, lo cual comporta, primero de todo, la humildad suficiente para reconocer las propias carencias y limitaciones, y, segundo, ser lo suficientemente inquieto para ir más allá de ellas, en pos del conocimiento del que se carece.

En otras palabras, el derviche, como el viajero, siempre está sediento de aventura, en este caso, la aventura del conocimiento, que es a la postre lo único que verdaderamente libera.

Y, por último, en cuarto lugar, que se le impida a alguien aprender lo que no sabe.

A diferencia del intermediario -¡y tantos maestros de profesión lo son!- que se interpone en el camino y cree que el camino es él y que sólo a través de él es posible alcanzar el objetivo, el derviche no es sino un mediador que brinda cuanto sabe de forma libre, gratuita y desinteresada, haciéndose a un lado cuando convenga, a fin de no entorpecer la marcha del otro.

Mientras el intermediario se sabe imprescindible, razón por la cual jamás desaparece de enmedio, convirtiéndose en un obstáculo para el resto, el mediador, por su parte, conoce bien su papel transitorio y se esfuma en el instante preciso, una vez ha compartido cuanto sabe, porque el conocimiento espiritual está, justamente, para eso, para ser compartido.

Jamás un derviche padecerá de avaricia espiritual.

Y es que nadie posee el monopolio de una sabiduría que es como el amor, que cuando no se dice, esto es, cuando no se comparte, se pierde para siempre.

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Extraído de: http://instituto-sufi.blogspot.com/2010/07/poetas-yunus-emre.html
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