viernes, 12 de agosto de 2011

Morid antes de morir - Halil Bárcena


Notas a propósito de una visión sufí de la muerte  - Fragmentos


“... Nuestra muerte es como la noche de bodas con la eternidad.

¿Cuál es su secreto? Dios es Uno...”.


"... Pensar la muerte no es sino adentrarnos en el enigma de nuestra propia existencia. Somos humanos porque nos sabemos seres mortales..."


"... Como bien afirma el filósofo Eugenio Trías, “es la Muerte ese Poder que nos oprime desde que nacemos”. La muerte es inevitable y su advenimiento imprevisible. La muerte posee un carácter de incierta fatalidad. La muerte, con su contundente y abarcadora presencia, resulta imposible de obviar y de olvidar.


La muerte supone una gran incomodidad, una broma pesada, para nuestra cómoda sociedad occidental tan preocupada por el orden, el control y la seguridad absolutos. Nuestra vida está organizada de espaldas a la muerte.


Hoy, buena parte de nuestros esfuerzos van encaminados a maquillarla.


Al-Gazalí narra las siguientes palabras de Hazrat ‘Alí, una de las primeras fuentes de inspiración sufí: “Resulta incomprensible que algunos que han visto a sus seres queridos morir puedan olvidar la muerte”.


En primer lugar, la muerte delata nuestra pequeñez. Pone de relieve nuestro carácter efímero.


Todo cuanto hemos construido con afán orgulloso se derrumbará y quedará como mera ilusión ante la realidad de la muerte. Por eso, para el ego la muerte supone una catástrofe inaguantable.


Aunque quizás quepa preguntarse si nuestro temor a la muerte no sea más bien un temor a la idea de ella que nos hemos fabricado.


Sin embargo, existe otra forma de acercamiento a la muerte.


Según la tradición del sufismo, en la muerte podemos hallar la comprensión del misterio de la vida, tal como nos dicen los místicos sufíes.


Existe un hadiz, muy caro al sufismo, que en árabe aparece enunciado como sigue:


“Mûtû qabla an tamûtû”, que traducido quiere decir: “Morid antes de morir”.


Dice el profesor iraní Seyyed Hossein Nasr a propósito de dichas palabras:


“Las doctrinas escatológicas sufíes revelan al hombre la extensión de su ser más allá del yo empírico terrenal con el que la mayoría de los seres humanos se identifican. 


Por tanto estas doctrinas son también otro medio por el que se da a conocer la totalidad del estado humano en toda su amplitud y profundidad preparando el terreno para la realización efectiva de las posibilidades totales de la condición humana, realización que implica la completa integración del hombre”.


Identificarse con el yo empírico o fenoménico, en una palabra: con la individualidad, es predisponerse indefectiblemente al sufrimiento más atroz.


El sufí es consciente que perece dicha individualidad pero no la vida, con lo que la muerte no puede ser vista como el final de algo que tampoco posee inicio.


De otra parte, el dicho muhammadiano antes citado nos impele a la transformación ahora y aquí, antes de que sobrevenga la ola de la muerte y nos arrastre con ella hacia el centro del océano de la inmensidad.


Muere ya -simbólicamente hablando- a tu yo, eso que la literatura clásica sufí designa con el vocablo nafs, antes de que sea demasiado tarde, puesto que tras la muerte física no quedará ya posibilidad alguna.


La integración de la muerte en lo cotidiano, su comprensión desatemorida, la convierten en el elemento básico de la verdadera transformación alquímica de la persona.


La muerte es cada instante. Cada exhalación no deja de ser una especie de pequeña muerte, de antesala del destino final del hombre.


Respirar es vivir, pero también es morir un poco. Respiración: vivacidad-mortalidad.


La muerte se convierte, pues, en motor que nos permite disfrutar más y mejor de la vida.


El derviche de verdad es quien ha mutado el temor pavoroso a la muerte en gozo de vivir.


Es cierto que las religiones tradicionales, cuando se viven de forma externa, casi como si se tratase de una suerte de código civil en el que solo se subrayan los aspectos punitivos, ahogan la dimensión más íntima, espiritual y voladora del ser humano, a diferencia del camino místico.


Mientras que la religión pretende salvar al hombre, la mística persigue transformarlo, o si se quiere, salvarlo transformándolo.


De ahí las palabras antes citadas del profeta Muhammad.


Hemos de morir diariamente, a cada segundo, en cada respiración, a aquello que constriñe nuestro ser y sus infinitas posibilidades.


“Morir antes de morir”
significa, entre otras muchas cosas, vivir de la mano con la muerte, sin darle la espalda.


La muerte no tiene que ver con el final de nuestros días sino con el presente transformador de cada instante.


Vistas así las cosas es normal que la muerte física del místico constituya no un trauma sino un momento de gozo y retorno a la fuente originaria designada con el vocablo Dios.



“De Allâh somos y a Allâh retornamos”, puede leerse en el Corán (2,156).

La muerte se convierte en una figura simbólica-analógica e indirecta.


La muerte es entonces shab-i arûs, es decir, “la noche de bodas”, el instante en que se consuma la unión de los amantes enfebrecidos, cuando el derviche se funde al fin con la inmensidad.



“Muere antes de morir” constituye un reto, una invitación a superarnos, a sobrepasar los límites de un yo que nos empequeñece y limita.

Dichas palabras suponen dar una nueva dimensión al ciclo vida-muerte-vida: morir significa vivir más. Y toda muerte no es sino un abandono de nosotros mismos, un dar generoso para obtenerlo todo. Un mutar nuestra piel, como la serpiente. El sufí cuanto más da de sí más tiene....".


"... Resumiendo, existe en la vivencia valiente y desprejuiciada de la muerte una especie de iniciación. En efecto, la muerte se halla en el centro de toda vía iniciática, como es el caso que nos ocupa del sufismo...".


"... En definitiva, saber decir la muerte, saber pensarla, nos eleva por encima de nosotros mismos. “Morir antes de morir” nos ayuda a comprender que en la vida no todo se reduce a morirnos...".


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Extraído de: http://instituto-sufi.blogspot.com/2008/07/visn-suf-de-la-muerte.html

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