lunes, 1 de agosto de 2011

Himnos Órficos


PROEMIO-INVOCACIÓN

ORFEO A MUSEO

Úsalo para bien, amigo

Conoce, pues, Museo, el majestuoso ritual y la invocación que, sin duda, para ti es la más importante de todas. Soberano Zeus, Tierra y sagrados resplandores celestes del Sol, divino brillo de la Luna y Astros todos; también tú, Posidón que abrazas la tierra, de obscura cabellera, sagra­da Perséfone y Deméter de espléndidos frutos; Ártemis, flechadora doncella, y asaetador Febo que habitas el divi­no suelo de Delfos, y tú, danzante Dioniso, que tienes los más altos honores entre los bienaventurados; y Ares, de corazón violento, y el sagrado y poderoso Hefesto; y la diosa nacida de la espuma que obtiene gloriosos dones; y tú, soberano de los seres infernales, gran divinidad supe­rior, y Hebe, Ilitía y el valeroso Heracles; a las benefac­toras Equidad y Piedad también convoco, a las ilustres Nin­fas, al grandioso Pan y a Hera, la lozana esposa de Zeus que lleva la égida. También reclamo a la amable Mnemósi­ne, a las nueve Musas sagradas, a las Gracias, a las Horas , al Año , a Leto de hermosos bucles; a la venerable Tía , a Dione, a los Curetes, provistos de armas, a los Coriban­tes, a los Cabiros, y, del mismo modo, a los grandes Sal­vadores, hijos inmortales de Zeus; también a los dioses del Ida, al mensajero de los Celestes, el heraldo Hermes, a Temis, profetisa de los hombres . Invoco, igualmente, a la Noche anciana y al Día que trae la luz, a la Confianza, a la Justicia y a la irreprochable Otorgadora de leyes , a Rea, a Crono, a Tetis de azulado peplo, y tam­bién al gran Océano, juntamente con sus hijas; al grande y extraordinario Atlante y a Eón, al perenne Crono y a la resplandeciente agua de la Estigia; a los dioses amables, y, además de éstos, a la noble Previsión, al Demón benefactor de los mortales, y al nocivo; a los Démones celestes, a los aéreos, a los que moran en las aguas, a los terrenales, a los subterráneos y a los que se mueven por el fuego; también, a Sémele y a todos los participantes en las fiestas de Baco, a Ino, a Leucótea , a Palemón, otorgador de felicidad , a la elocuente Victoria, a la soberana Adrastea y al gran monarca Asclepio que proporciona dulces dones. Y a Palas, la doncella belicosa, a todos los Vientos, a los Truenos y a las regiones del Universo soste­nido por cuatro columnas, apostrofo. A la Madre de los Inmortales invoco, a Atis y a Men , a la diosa Urania, al inmortal y sagrado Adonis, al Principio y al Fin (pues es lo más importante para cada cosa), para que todos ellos vengan propicios, con el corazón alegre, a esta sagrada ce­remonia y a la solemne libación.

I. A HÉCATE

Invoco a Hécate , protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafrana­do peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses , amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salva­jes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora , joven guerrera, nutridora de jó­venes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la don­cella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre.

II. A PROTIREA

Escúchame, venerable diosa, deidad de múltiples advo­caciones, protectora de los partos, dulce mirada a los le­chos en el alumbramiento, única salvadora de las mujeres, amante de los niños, amable, que apresuras los alumbra­mientos, que ayudas a las jóvenes mortales, Protirea, guardiana acogedora, complaciente nutridora, afectuosa con todos, que habitas en las mansiones de todos y disfrutas en sus banquetes, y asistes a las mujeres en parto, invisi­ble, aunque te muestres a toda empresa. Sientes compa­sión de los partos y te alegras con los felices alumbramien­tos, Ilitía , que resuelves las fatigas en los duros trances, porque a ti sola invocan las parturientas como alivio de su alma; pues, con tu intervención, las molestias de los nacimientos quedan resueltas, Artemis Ilitía, venerable Pro­tirea, escúchame, afortunada, y, puesto que a ello ayudas, concédeme descendencia y sálvame, dado que por natura­leza eres protectora de todo.

III. A LA NOCHE

Incienso, antorchas

Cantaré a la Noche, engendradora de dioses y hom­bres, [la Noche es el origen de todo; también llamémosla Cipris] ; escúchame, diosa feliz, de oscuro resplandor, como el brillo de las estrellas, que disfrutas con la tranqui­lidad y la soledad que proporciona un sueño profundo; jovial, deleitosa, vigilante durante toda la noche, madre de los sueños, amable eliminadora de las preocupaciones con el olvido, dueña de la calma de las fatigas; otorgadora del sueño, amiga de todos, conductora de caballos, res­plandeciente durante la noche, imperfecta, esto es, en sí terrenal y celeste a la vez. Con movimientos circulares dan­zas en persecuciones que recorren los aires, tú, que des­pides la luz al Tártaro y, a tu vez, te refugias en el Hades, porque la terrible necesidad lo domina todo. Ahora, afor­tunada, te invoco, felicísima y grata a todos, acogedora, escucha mis voces de súplica, ven propicia, te lo ruego, y aleja los temores que aparecen al resplandor de la noche.

IV. A URANO

Incienso oloroso

Urano, creador de todas las cosas, elemento del perenne solidez, de rancia univer­so de vejez, principio y fin de todo; padre mundo, que das vueltas, como una esfera, en torno a la tierra; mansión de los dioses bienaventurados, que te lanzas con vertiginosos giros de trompo; guardián ,celestial y terrenal que todo lo abarcas y en tu pecho posees la insoportable necesidad de la Naturaleza; azula­do, indomable, multicolor, multiforme, omnividente, pa­dre de Crono, bienaventurado, deidad superior a todas, escúchame y aporta una vida piadosa al nuevo iniciado.

V. AL ÉTER

Incienso, azafrán

Tú, que posees el poder soberano y por siempre indestructible de Zeus, y una porción de los astros sol y luna. Domador de todo, que exhalas fuego, incentivo para todos los seres vivos, Éter excelso, nobilísimo elemento del uni­verso, germen brillante, portador de luz, de estrellados resplandor. A ti invoco y suplico que estés apacible y sereno.

VI. A PRIMOGÉNITO

Incienso, mirra

Invoco a Primogénito de dual naturaleza, grande, errante por los espacios celestes, nacido de un huevo á adornado de áureas alas, que muge como un buey, origen de los bienaventurados y de los hombres mortales, semilla inolvidable, honrado con muchos sacrificios, Ericepeo . Indecible, que silbas a escondidas, retoño resplandeciente, que la sombría tiniebla de los ojos disipaste, porque por todas partes revoloteas con la fuerza de tus alas, en el bri­llante universo, impulsando la sagrada luz, por lo que te llamo Fanes , soberano Príapo y Antauges de ojos vivos. Mas bienaventurado, prudentísimo y prolífico, pre­séntate gozoso al ritual sagrado y multiforme para conten­to de sus oficiantes.

VII. A LAS ESTRELLAS

Incienso oloroso

Invoco a la sagrada luz de los Astros celestiales, al par que conjuro, con voces rituales, a las sagradas deidades. Estrellas celestiales, amadas hijas de la negra Noche, que se mueve en vertiginosos remolinos en torno al trono, reflectores de luz, ardientes, perennes engendradoras de todo, detentadoras del destino, porque son prenunciadoras de toda resolución suya, al cuidar del sendero que los dio­ses reservan a los hombres mortales; vigilantes de las zonas de siete luces, erráticas por el firmamento; celestiales y terrenales, veloces como la llama, de perenne solidez, que proyectan su luz sobre el manto sombrío de la noche, bri­llando con destellos y se mantienen alegres en vigilia. Ve­nid, pues, a las tareas que requieren un gran conocimiento de nuestro piadoso ritual, realizando un noble trayecto pa­ra una empresa gloriosa. Invoco a la sagrada luz de los Astros celestiales, al par que conjuro, con voces rituales, a las sagradas deidades. Estrellas celestiales, amadas hijas de la negra Noche, que se mueven en vertiginosos remolinos en torno al trono.

VIII. AL SOL

Incienso, maná de incienso

Escúchame, afortunado, que posees una mirada eterna y omnividente, Titán de áureo resplandor, Hiperión , luz celestial, autoengendrado, infatigable, grato rostro de los seres vivos, creador de la Aurora, a la derecha y a la iz­quierda de la Noche; que regulas la temperatura de las estaciones, saltando con tus cuadrúpedos. Brioso, silbante, inflamado, de rostro alegre, auriga, que realizas un trayecto en vertiginosos círculos, guía que convoca a los piadosos; furibundo para los impíos, poseedor de áurea lira, que trazas el armonioso sendero del universo, rector de nobles empresas, joven nutridor de las estaciones, soberano del universo, de agudo soplido, raudo como centella, de movimientos circulares, generador de luz, multiforme, vivificante, fértil Peán. Eterno, puro, padre del tiempo, inmortal Zeus; apacible, visible a todos, mirada envolvente del universo, cuando te extingues y cuando iluminas con brillantes y hermosos rayos, guardián de la justicia, amante del agua, señor del mundo, guardián de la buena fe, supremo por siempre, socorredor de todos, ojo de la justi­cia, luz de la vida. Auriga, que impulsas tu cuadriga con el restallante látigo. Escucha, pues, mis palabras y descubre a tus iniciados la dulzura de la vida.

IX. A LA LUNA

Incienso oloroso

Escucha, regia diosa, generadora de luz, divina Sele­ne, Luna de cuernos de toro, que, noctámbula por las rutas del aire, a lo largo de la noche, sostienes una antor­cha; doncella, hermosa estrella, Luna, creciente y menguan­te, hembra y macho ; de sólido resplandor, que gustas de los caballos, madre del tiempo, portadora de frutos, ambarina, de fuerte carácter, relumbrante en medio de la noche, omnividente en vigilia, pujante entre bellos astros. Complaciente con la paz y la felicidad de la noche, brillan­te, otorgadora de alegría, culminadora, gala de la noche, reina de los astros, vestida de largo peplo, de sinuosa carrera, sapientísima doncella. Ven, pues, bienaventurada, benévola, bello astro, refulgente por tu luz, y salva, donce­lla, a tus jóvenes suplicantes.

X. A LA NATURALEZA

Incienso oloroso

Oh Naturaleza, diosa creadora de todas las cosas, ma­dre fértil en recursos, celestial, veneranda, multicreadora deidad, soberana, que todo lo dominas, indomable, con­ductora, toda resplandeciente; todopoderosa, honrada y excelsa entre todos, inmortal, primigenia, desde antaño celebrada, ilustre, nocturnal, experta, portadora de luz, incontenible, que trazas en silencio la huella con la articu­lación de tus pies, sagrada, ordenadora de los dioses e ina­cabado fin. Común a todos y única que no admite comu­nicación; autoéngendrada, sin padre, amable, jocosa, augusta, florida, entrelazadora , amistosa y compleja , industriosa, guía y señora vivificadora, nutricia doncella de todos, autosuficiente, justicia y renombrada persuasión de las Gracias, soberana aérea, terrenal y marina. Amarga para los malévolos y dulce para los dóciles, sapientísima, bienhechora, cuidadora, soberana absoluta, promotora del crecimiento, efectiva resolutora de las maduraciones. Tú eres padre, madre, criadora y nodriza de todos, activadora del parto, bienaventurada, fértil, impulso perfecciona­dor de las cosas; beneficiosa para todas las artes, modela­dora, multicreadora, deidad marina, eterna, engendradora de movimiento, expertísima y prudente, que haces girar, en perenne remolino, el,rápido curso de agua, y por todas partes discurres. Redondeada, que te renuevas por tus cam­bios de forma, de hermoso trono, apreciada; sola finali­zas tus proyectos, poderosísima, que bramas por encima de los reyes, intrépida, que todo lo domas, destino fijado, inflamada. Vida eterna e inmortal previsión. Tú eres todo, pues tú sola produces todo esto. Por ello te suplico, dio­sa, que, con suma felicidad y en momento oportuno, trai­gas paz, salud y el progreso de todas las cosas.

XI. A PAN

Incienso variado

Invoco al poderoso Pan, pastoril, sustento del mundo; también, al cielo, al mar, a la augusta tierra y al fuego inmortal, pues éstos son miembros de Pan. Ven, afortuna­do danzante , envolvente, que reinas al unísono de las Estaciones. De miembros de cabra y entregado a los deli­rios báquicos, que gustas de la inspiración divina y vives a la intemperie. Con jocoso canto configuras la armonía del universo, propiciador de las fantasías y causante de los temores humanos por el espanto que infundes. En las aguas te alegras con los cabreros y boyeros, cazador de larga vista, amigo del Eco, disfrutando de la danza en com­pañía de las ninfas; generador de todas las cosas, padre de todos, renombrada deidad, señor del universo, engran­decedor, portador de luz, fértil Peán, cavernícola, coléri­co, auténtico Zeus cornudo. En ti se fundamenta, pues, con solidez el inmenso suelo de la tierra y ante ti ceden las profundas aguas del incansable mar y el Océano que, entre sus aguas, abraza a la tierra; porción aérea nutriente, sustento para los seres vivos, y mirada del velocísimo fue­go en lo alto de la cima. Pues estas realizaciones, por man­dato tuyo, resultan muy complejas: cambias la naturaleza de todos con tus previsiones, alimentando el linaje huma­no por el ancho mundo. Ea, pues, bienaventurado, pleno de delirio báquico e inspiración divina, ven a nuestras pia­dosas libaciones y otorga un grato final de vida, desviando la locura de Pan a los confines de la tierra.

XII. A HERACLES

Incienso oloroso

Heracles de ánimo fuerte, vigoroso, valeroso Titán, de poderosas manos, indomable, abrumado por duras prue­bas, de cambiantes formas, padre del tiempo, eterno y benévolo; inefable, áspero, ansiado en las plegarias, todo­poderoso, de corazón robusto, grandiosa fuerza, arquero, adivino, voraz, padre de todo, excelso, socorredor de to­dos, porque, con tu acoso, acabaste con los seres salvajes en beneficio de los mortales, ya que deseas la paz que fa­vorece el crecimiento de los muchachos y reporta bri­llantes honores. Autoengendrado, infatigable, poderoso retoño de la tierra , que resplandeces con primigenios destellos, gloriosísimo Peón, que en tu cabeza llevas la aurora y la negra noche, al emprender tus doce trabajos desde Oriente hasta Occidente. Inmortal, expertísimo, infi­nito e inmóvil; ven, afortunado, aportando todos los en­salmos contra las enfermedades y, blandiendo una rama en tu mano, aleja los funestos infortunios y, con tus aladas flechas, desvía los presagios perniciosos.

XIII. A CRONO

Olorosa resina de incienso

Padre de los bienaventurados dioses y de los hombres, perennemente joven, fértil en recursos, inmaculado, forzu­do, valeroso Titán , que todo lo consumes y, a la vez, lo engrandeces, que posees, por el ancho mundo, vínculos irrompibles. Crono, progenitor del tiempo, Crono elocuente; retoño de la Tierra y del estrellado Cielo, nacimiento, cre­cimiento y disminución, esposo de Rea, venerable Prome­teo, que habitas en todas las partes del universo, patriarca de sinuoso espíritu, poderoso. Atiende nuestras suplicantes voces y, por favor, envía un dichoso final de vida por siem­pre irreprochable.

XIV. A REA

Incienso aromático

Soberana Rea, hija del multiforme Primigenio , que diriges un carro de sagradas ruedas entre asesinos de toros , en medio del ruido del tambor, embargada por el delirio de tu ritual festivo, doncella que te mueves entre el estruendo de los címbalos. Madre del soberano Zeus olím­pico que porta la égida; por todos honrada, de singular belleza, afortunada esposa de Crono, que disfrutas en los montes y entre los gritos estremecedores de los mortales, augusta Rea, provocadora del báquico tumulto, de sólido carácter. Mendaz, salvadora y liberadora, origen de la raza. Madre de los dioses y de los humanos mortales, pues de ti derivan la tierra, el espacioso cielo, en las altu­ras, el mar y las corrientes de aire; amante de la carrera, aeromorfa. Ven, pues, bienaventurada y salvadora diosa con tu bienhechora voluntad, aportándonos la paz junta­mente con dichosos bienes, y aleja los pesares y el infortu­nio a los confines de la tierra.

XV. A ZEUS

Olorosa resina de incienso

Zeus venerando, Zeus inmortal, te dedicamos el pre­sente testimonio liberador y oración: oh soberano, por tu decisión surgieron estas realidades concretas , la diosa Madre Tierra, las resonantes alturas de los montes, el mar y todo cuanto el cielo haya dispuesto dentro de su ámbito. Zeus, hijo de Crono, que empuñas el cetro y lanzas el ra­yo, de bronco ánimo, que todo lo generas, principio y fin de todas las cosas; sacudidor de la tierra, engrandecedor, purificador, que agitas el universo, autor del relámpago, del trueno y del rayo, progenitor Zeus. Escúchame, multi­forme, y concédeme una salud irreprochable, una paz divi­na y el prestigio sin tacha de la riqueza.

XVI. A HERA

Incienso oloroso

Aposentándote en azuladas oquedades, aeromorfa, augusta Hera, feliz esposa de Zeus, ofreces a los humanos auras propicias que nutren sus almas. Madre de la lluvia, alentadora de vientos, engendradora de todo, porque, sin ti, ninguna cosa logra por entero la carta de naturaleza de su existencia, ya que en todo participas, envuelta en prodigiosa atmósfera. Pues tú sola lo dominas y gobier­nas todo, moviéndote en corrientes que producen por los aires. Ea, pues, bienaventurada, gloriosa y augus­ta diosa, ven, te lo ruego, propicia, reflejando alegría en tu bello rostro.

XVII. A POSIDÓN

Incienso, mirra

Escúchame, Posidón que abrazas la tierra, de azulada cabellera , protector de los caballos, que sostienes en tus manos un tridente trabajado en bronce y habitas el fondo del mar de profundas oquedades, soberano marino que atruenas las aguas con ensordecedores ruidos, sacudidor de la tierra. Rebosante de olas, donante de alegrías, cuan­do impulsas tu cuadriga , agitando las saladas aguas y produciendo estrépito por el mar, tú, que obtuviste como tercer lote las profundas aguas del mar, gozando a un tiempo de las olas y de los seres que en ellas moran, dei­dad marina. Salva, te lo ruego, los cimientos de la tierra y el veloz curso de las naves, aportando paz, salud y una felicidad irreprochable.

XVIII. A PLÚTÓN

Oh iracundo habitante de la mansión subterránea, y de la tartárea pradera sombría y sin luz; Zeus infernal que empuñas el cetro, recibe complaciente estos sacrificios. Plutón, que posees las claves de toda la tierra y enriqueces al género humano con las cosechas anuales y que, como tercer lote, recibiste la soberanía del mundo subterrá­neo. Cimiento de los inmortales y poderoso sostén de los mortales, tú, que fijaste tu trono en la sombría y lejana región: el distante, el incansable, calmoso e infinito Hades y el obscuro Aqueronte que posee las raíces de la tierra. Tú, que dominas a los mortales por la muerte, Eubulo , que puedes acoger a muchos; que, en su momento, sedu­jiste a la hija de la pura Deméter, arrebatándola del prado y la llevaste a través del mar a la cueva del Ática, en el demo de Eleusis, donde están las puertas del Hades. Tú eres el único juez de los actos visibles e invisibles. Inspira­do por el delirio divino, todopoderoso, sacratísimo, recep­tor de espléndidos honores, que te regocijas con tus vene­rables sacerdotes y con las piadosas veneraciones. Yo te invito a que vengas propicio y alegre para tus iniciados.

XIX. A ZEUS TONANTE

Olorosa resina de incienso

Padre Zeus, que mueves un mundo de rojizos resplan­dores y celestes rutas , y lanzas el grandioso brillo del etéreo relámpago; sacudes la sede de los bienaventurados con los sagrados truenos, enciendes el ardiente relámpago en los arroyos totalmente cubiertos de nubes ; lanzas, en estruendosos resplandores, tempestades, lluvias, ardien­tes y poderosos rayos, a los que, con dardos, envuelves totalmente resplandecientes, poderosos, terribles y broncos; alado y terrible instrumento que sobresalta el corazón y eriza los cabellos. Súbito, estruendoso, invencible y sa­grado proyectil, con giros de inmenso estrépito; voraz en su impulso, irrompible, violento, agudo e irresistible dardo celestial del huracán, atributo del ardiente lanzador, an­te quien tiembla, cuando está en todo su esplendor, la tierra y el mar, y temen las fieras, cuando el estruendo llega a sus oídos. Tu rostro resplandece con destellos y el rayo retumba en la bóveda del firmamento; rasgas la túnica, velo celestial, y lanzas el ardiente rayo. Mas, ea, afortuna­do tu cólera en las aguas del mar y en las cimas de los montes; todos conocemos tu poder. Contento, sin embargo, con las libaciones, concede a nuestra mente un equilibrio total, una vida dichosa, una salud regia, igual­mente, una paz de dioses, nutridora de jóvenes y de ilustre honor, y una existencia que siempre se desarrolle entre ra­zones justas.

XX. A ZEUS RELAMPAGUEANTE

Incienso, maná de incienso

Te invoco, grande, sagrado, estruendoso, ilustre, aéreo, llameante, veloz como el fuego, de resplandor celeste, que produces el destello de las nubes con ruido de alborotadas carreras; terrible, de pesada cólera, sagrada e invencible deidad, Zeus relampagueante, creador de todo, excelso s soberano, te pido que nos proporciones, benévolo, un dul­ce final de vida.

XXI. A LAS NUBES

Incienso, mirra

Aéreas nubes, nutridoras de los frutos, errantes por el cielo, engendradoras de lluvia , empujadas por las co­rrientes de aire por el universo; atronadoras, ardientes, de retumbantes ruidos , que os movéis esparciendo agua con un terrorífico estrépito en el seno del aire, retumbando en vuestra carrera, al ser arrastradas a la fuerza por los vientos. A vosotras, ahora, os suplico que, repletas de agua y ayudadas por suaves brisas, enviéis fructíferas lluvias a la madre tierra.

XXII. AL MAR

Incienso, maná de incienso

Invoco a la joven desposada de Océano, la ojizarca Te­tis, soberana de azulado peplo , que se mueve ágilmente entre las olas y choca en la tierra con brisas de agradable soplo, rompiendo grandes olas en la playa y en las rocas y manteniendo la calma con suaves y apacibles carreras. Gozosa con las naves, nutridora de animales por los cami­nos del mar; madre de Cipris y de las sombrías nubes y de toda clase de fuentes de las ninfas que abundan en los cursos de agua. Escúchame, veneranda, y socórrenos pro­picia, por favor, enviando, bienaventurada, un viento favorable a las naves de veloz carrera.

XXIII. A NEREO

Incienso, mirra

Tú, que posees los fundamentos del ponto, la azulada comarca, que disfrutas con tus cincuenta bellas hijas en sus danzas entre las olas, Nereo, renombrada deidad, ci­miento del mar , término de la tierra, principio de todas las cosas, que agitas el sagrado basamento de Deo ", cuando sujetas los vientos desatados en las sombrías pro­fundidades. Mas, ea, afortunado, aparta los terremotos y envía a tus iniciados dicha, paz y una aliviadora salud.

XXIV. A LAS NEREIDAS

Incienso oloroso

Sagradas hijas del marino Nereo, de tez suave como capullos de rosa, que marcáis las profundidades marinas con vuestra presencia, que gustáis de la danza por los ca­minos del mar, cincuenta doncellas arrebatadas por el deli­rio divino entre las olas, que os alegráis siguiendo tras el carro de los Tritones, con los seres de forma animal, cuyos cuerpos nutre el mar y con otros que habitan las profundidades, aguas de Tritón. Vuestra mansión es el agua, y saltáis dando vueltas entre las olas; delfines que vagáis por las aguas, entre el estruendo del mar, con vuestro azulado brillo. Os pido que enviéis una gran dicha a vuestros iniciados, porque fuisteis vosotras las primeras que proclamasteis el solemne ritual del piadoso Baco y de la sagrada Perséfone, juntamente con mi madre Calcíope y el soberano Apolo.

XXV. A PROTEO

Olorosa resina de incienso

Invoco a Proteo, dueño de los controles del mar, Pri­migenio, que desveló los principios de toda naturaleza, transformando la sagrada materia en apariencias multifor­mes, venerando, prudentísimo, conocedor del presente, s del pasado y del futuro, porque él mismo lo posee todo y lo transforma, y ningún otro de los inmortales que habi­tan la sede del nevado Olimpo, el mar, la tierra, o vuelan por el aire, lo hace. Pues la naturaleza inicial lo confió todo a Proteo. Mas, ea, padre, ven con intenciones piado­sas para tus iniciados, enviándonos un buen final en los quehaceres de nuestra afortunada vida

XXVI. A LA TIERRA

Incienso, toda semilla, excepto habas y aromas

Diosa Tierra, madre de los bienaventurados y de los humanos mortales, que a todos alimentas y obsequias, culminadora, destructora de todo, favorecedora de la ve­getación, fructífera, rebosante de hermosos frutos, sede del inmortal universo , multifacética doncella, que engendras variados frutos en los momentos dolorosos del parto. Eter­na, augusta, de profundo seno, de feliz sino, deidad que disfrutas con el verdor de abundantes flores y suaves aro­mas y te alegras con la lluvia; en torno a ti, el mundo de múltiples astros rueda con un carácter perenne y con un flujo admirable. Ea, pues, afortunada diosa, con un corazón propicio , acrecienta, por favor, los frutos que producen múltiples gozos, acompañándolo de bienestar du­rante las estaciones.

XXVII. A LA MADRE DE LOS DIOSES

Variado incienso

Honorable madre de los inmortales, que a todos ali­mentas, ven aquí, te lo ruego, diosa soberana, a las sú­plicas que te dirigimos, señora, unciendo el veloz carro del que tiran los leones, asesinos de toros . Soberana de la ilustre bóveda celeste, renombrada, venerable, que ocupas tu trono en el punto central del universo, porque posees la tierra y ofreces saludables alimentos a los mortales. Por ti fue engendrado el linaje de los mortales; a tu poder se someten siempre los ríos y el mar entero, Hestia se te lla­ma, te denominan otorgadora de felicidad, porque conce­des toda clase de bienes a los mortales. Ven, soberana, a la ceremonia, tú, que te alegras con el tambor y todo lo domas, salvadora de Frigia, esposa de Crono, hija de Urano, venerable, nutricia, que disfrutas con los delirios báquicos. Ven, pues, gozosa, complaciente con los actos piadosos.

XXVIII. A HERMES

Incienso oloroso

Escúchame, Hermes, mensajero de Zeus, hijo de Ma­ya, de poderoso corazón, que presides los juegos, caudillo de los mortales, benévolo, fértil en recursos, mensajero ar­gicida ; de aladas sandalias, amante de los humanos, profeta de la palabra entre los mortales, que te complaces en los certámenes y en los engaños astutos , portaser­pientes . Intérprete de todo, que procuras su ganancia a los comerciantes, eliminador de las preocupaciones; que en tus manos posees un irreprochable instrumento de paz, coriciota , afortunado, bienhechor, elocuente, socorredor en los trabajos, afectuoso con los mortales en sus necesi­dades, hábil y venerable arma de la lengua eres para los humanos. Escúchame en mis súplicas, otorgando un noble final de vida en nuestras labores, en el donaire de nuestra palabra y en nuestros recuerdos.

XXIX. HIMNO A PERSÉFONE

Perséfone, hija del gran Zeus, ven, afortunada, unigé­nita diosa, acepta estas agradables ofrendas , veneran­da esposa de Plutón, diligente, vivificadora, que posees las puertas del Hades en las profundidades de la tierra , Praxídice, de agradables trenzas, sagrado retoño de Deo , madre de las Euménides; soberana del mundo sub­terráneo, muchacha a la que, en procreación secreta, engendró Zeus, madre del atronador y multiforme Eubuleo , compañera de juegos de las Estaciones, lúcida, de espléndida belleza, venerable, todopoderosa, muchacha re­bosante de frutos, luminosa, cornuda. Tú sola eres grata a los mortales, que disfrutas en primavera con las brisas que recorren los prados, manifestando tu sagrada figura a los vástagos de verdes frutos, llevada a la fuerza al lecho como esposa en el otoño. Tú sola, Perséfone, eres vida y muerte para los muy sufridos mortales, porque constan­temente todo lo alimentas y aniquilas. Escúchame, biena­venturada diosa, y envíanos los frutos de la tierra, tú, que prosperas en paz, en deliciosa salud y en existencia dichosa que aporta una próspera vejez, soberana, a tu reino y al poderoso Plutón.­

XXX. A DIONISO

Olorosa resina de incienso

Invoco al atronador Dioniso, que lanza su ritual grito, primigenio, de dual naturaleza, engendrado tres veces, so­berano transportado por los delirios báquicos. Agreste, ine­fable, obscuro, provisto de dos cuernos, biforme, cubierto de yedra, de faz taurina, belicoso, que se celebra con gri­tos de júbilo, sagrado; que se complace en la carne cruda, de trienales festividades, adornado con racimos de uva y revestido de tiernas ramas, Eubuleo, prudente, engendrado por la secreta unión de Perséfone y Zeus, deidad inmortal. Escucha, afortunado, mi voz, danos tu aprobación, suave y benévolo, con un corazón propicio, acompañado de tus nodrizas de bella cintura.

XXXI. HIMNO A LOS CURETES

Danzantes Curetes, que marcháis marcialmente y batís el suelo con los pies dando vueltas, montaraces, que ento­náis cantos de júbilo, pulsadores de lira con disonante rit­mo, según marcháis, dejando ligeras huellas. Guardias de armas provistos y caudillos de brillante fama, acompañantes de la madre que se apasiona por el monte; iniciadores de los ritos orgiásticos. Venid, os lo ruego, benévolos a mis palabras propiciatorias, y afables al boyero de corazón siempre alegre.

XXXII. A ATENEA

Incienso oloroso

Palas unigénita, venerable retoño del grandioso Zeus, divina y bienaventurada diosa, provocadora del estruendo guerrero, furibunda, nombrable e innombrable, celebérri­ma, cavernícola, que frecuentas las escarpadas cimas de las montañas y los umbrosos montes , y tu corazón alegras en los boscosos valles . Belicosa, que hieres las almas de los mortales con desvaríos, doncella que practi­cas el ejercicio, y posees un ánimo que infunde espanto, gorgonicida , que rehúyes el matrimonio, felicísima ma­dre de las artes, excitante, inspirada de delirios alocados contra los malvados y, para los honrados, sana prudencia eres; varón y hembra por naturaleza, engendradora de gue­rras, prudente, de cambiantes formas, serpiente, deseosa de inspiración divina, receptora de brillantes honores, des­tructora de los Gigantes de Flegras, conductora de ca­ballos, tritogenia, eliminadora de desdichas, victoriosa dei­dad, durante el día y la noche, sin cesar, en el último momento. Escucha, pues, mi súplica, dame una paz felicí­sima, abundancia y salud en medio de dichosos momen­tos, ojizarca, inventora de las artes, soberana a la que diri­gen muchas súplicas.

XXXIII. A LA VICTORIA

Incienso, granos de incienso

Invoco a la poderosísima Victoria, deseada por los mor­tales , que elimina, ella sola, su belicoso ímpetu y la dolorosa disputa en los combates que se libran entre con­tendientes, dando su fallo en las batallas, para otorgar el resultado victorioso, a quienes, inclinándote a su favor, puedes de ese modo satisfacer su más dulce deseo, porque todo lo dominas, y la noble gloria, rebosante de festiva alegría, de toda contienda en ti se fundamenta, ínclita Vic­toria. Mas, ea, afortunada y deseada, ven, por favor, con semblante radiante, aportando siempre a las gloriosas em­presas un noble fin.

XXXIV. A APOLO

Incienso, granos de incienso

Ven, afortunado, Peán, matador de Titio, Febo, Li­coreo tos, habitante de Menfis, receptor de espléndidos ho­nores, sanador, dispensador de felicidad, de áurea lira, fe­cundador, ordenador de las labores agrícolas, Pitio, titán, grinio, esminteo , destructor de Pitón, délfico adivi­no. Agreste y lumínica deidad, amable y glorioso joven, conductor de las Musas, organizador de coros; flechador con los disparos de tu arco, báquico, didimeo tos, que hieres desde lejos, oblicuo , sagrado. Soberano de Delos, que posees una mirada que todo lo abarca e ilumina firmamento infinito y la dichosa tierra, desde lo alto, y a través de la obscuridad, en la paz de la noche, bajo la sombra cuyos ojos son estrellas, examinadas, por debajo, las raíces; posees los límites del mundo entero, y tuyo es el principio y el final que tenga que acontecer. Todo lo floreces y ajustas armónicamente toda la bóveda celeste con tu muy sonora cítara, cuando, encaminándote unas veces a los confines de lo profundo y, otras, a lo más alto, equilibras todo el cielo según el orden dórico, y escoges las razas que se alimentan , aderezándoles a los hombres un destino totalmente reglado por la armonía, pues por igual asocias invierno y verano a ambas zonas, esto es, asignas el invierno a las alturas, el verana a las profundidades y el modo dórico á la florida estación de la grata primavera. Por ello, los mortales te dan la denominación de soberano, Pan, bicorne deidad, que lanzas los silbantes vientos, porque posees el sello modelado de todo el universo. Escúchanos, bienaventurado, y salva a tus iniciados en razón a las voces de súplica que te dirigen.

XXXV. A LETO

Incienso, mirra

Leto de azulado peplo, diosa de parto gemelo, venera­ble, Ceántida , magnánima, soberana a la que dirigen muchas súplicas; que obtuviste de Zeus una preñez fértil y fecunda, engendrando a Febo y a la flechadora Ártemis. A ésta, en Ortigia; a aquél, en la rocosa Delos. Escucha, s divina señora, y, con ánimo propicio, acude a la sacra ce­remonia, aportando un final feliz.

XXXVI. A ÁRTEMIS

Incienso, granos de incienso

Escúchame,. soberana, celebérrima hija de Zeus, titán, báquica, afamada arquera, venerable. Visible para to­dos, diosa portadora de antorcha, cazadora de red, que presencias los partos, socorriendo en ellos , pero sin someterte a su ley; que asistes a las mujeres en el parrto, que disfrutas con los delirios báquicos, cazadora, disipadora de las preocupaciones. Ágil corredora, flechadora, apa­sionada por la caza, noctámbula; protectora, acogedora, liberadora, masculiniforme, ortia, apresuradora del par­to, deidad nutricia de los jóvenes mortales. Inmortal, sub­terránea, destructora de fieras, afortunada, que ocupas los bosques de los montes y disparas a los ciervos, venerable, augusta señora, bello retoño, perenne. Habitante del bos­que, protectora de los perros, cidoniata , multiforme. Ve, pues, salvadora diosa, afectuosa, agradable para todos tus iniciados, aportando bellos frutos de la tierra, una paz grata y una salud de hermosa cabellera, y envía, por favor, a las cimas de los montes las enfermedades y pesares.

XXXVII. A LOS TITANES

Incienso oloroso

Titanes, ilustres hijos de la Tierra y de Urano, antepa­sados de nuestros padres, que habitáis en las mansiones del Tártaro, bajo el suelo, en el interior de la tierra, princi­pio y fuente de todos los mortales que se afanan mucho, de los seres marinos, de los alados y de los que habitan la tierra, pues de vosotros deriva toda estirpe en el mundo; a vosotros pido que alejéis la dura cólera, por si alguno de los ancestros infernales se acerca a nuestra morada.

XXXVIII. A LOS CURETES

Incienso oloroso

Curetes que atronáis, con armaduras de guerra, ce­lestiales, terrenales, marinos, afortunados, fecundos soplos, ilustres salvadores del mundo, que habitáis Samotracia, sa­grada tierra, y alejáis los peligros de los mortales que andan errantes por el ponto. Vosotros sois los primeros que instituisteis para los mortales el ritual sacro, in­mortales Curetes, que portáis belicosa armadura y movéis el Océano, el mar y los árboles, además; y al marchar, hacéis resonar la tierra con vuestros ágiles pies, resplande­ciendo con vuestras armas. Todas las fieras se asustan, cuan­do os ponéis en movimiento; el alboroto y griterío llega al cielo y, por las evoluciones de vuestros pies, el polvo alcanza las nubes, cuando marcháis. Y entonces brotan, por supuesto, todas las flores. Inmortales démones, nutri­cios y destructores, a la vez, cuando os lanzáis irritados contra los mortales, destruyendo vidas, recursos y también a los mismos que reciben el perjuicio, saciándoos con ello. Y gime el grandioso mar de profundos remolinos, los árboles de altas copas caen al suelo de raíz y un eco celeste resuena por el chasquido de sus hojas. Cure­tes-Coribantes, señores y robustos reyes de Samotracia, e igualmente, con propiedad, Dioscuros, perennes brisas, vi­vificadores, aeroformes; que también sois celebrados en el Olimpo como celestes gemelos, portadores de agradables brisas, serenos y amables salvadores. Soberanos propicia­dores de las estaciones y de los frutos, alentadnos, por favor.

XXXIX. A CORIBANTE

Incienso oloroso

Invoco al más grande soberano de la eterna tierra, al afortunado Cirbante, belicoso terrible, al Curete noc­turno, disipador de los temores difíciles. Propiciador de las fantasías, Coribante que vaga en solitario, soberano de cambiantes formas, deidad de naturaleza dual, multi­forme; ensangrentado, manchado por la sangre de los dos hermanos, que cambiaste tu casto cuerpo por decisión de Deo, adoptando la figura salvaje de una terrorífica ser­piente negra. Escucha nuestras voces, afortunado, y aparta la dura cólera, poniendo fin a las visiones fantásticas, y lo aleja las necesidades del alma.

XL. A DEMÉTER DE ELEUSIS

Olorosa resina de incienso

Deo, diosa madre universal, gloriosa deidad, venerable Deméter, nutridora de jóvenes, otorgadora de felicidad, di­vinidad dispensadora de riqueza, acrecentadora de las espi­gas, benefactora, que disfrutas con la paz y con las faenas que exigen mucho esfuerzo. Fecunda, que amontonas las gavillas y guardas las trojes, productora de verdes frutos; que habitas en el sagrado valle de Eleusis, encantadora, agradable, alimentadora de todos los mortales. Fuiste la primera que unció la cerviz de los bueyes al arado, procu­rando a los mortales una vida agradable y muy dichosa. Acrecentadora de la vegetación, compañera de Bromio , receptora de brillantes honores, portadora de una antor­cha, casta; que disfrutas con las hoces que se emplean en la buena estación. Terrenal eres, brillante y complaciente con todos, prolífica, amante de los niños, venerable, don­cella nutridora de jóvenes, que aparejaste un carro, impo­niendo frenos a las serpientes y celebrándolo con rituales cantos, en circulares giros en torno a tu sede. Unigéni­ta, fecunda diosa, augusta para los mortales, cuyas formas son muchas, floridas en abundancia y de sagradas hojas. Ven, pues, bienaventurada, casta, rebosante de frutos esti­vales, aportándonos paz, un orden grato y una dichosa riqueza, al igual que una salud descollante.

XLI. A LA MADRE ANTEA

Incienso oloroso

Soberana Antea, diosa madre gloriosa de los dioses in­mortales y de los humanos mortales, que en una ocasión, cuando efectuabas las indagaciones, en medio del dolor que te hacía ir errante por todas partes, pusiste fin al ayu­no en el valle de Eleusis; y fuiste al Hades a por la admirable Perséfone con el casto hijo de Disaules como guía, revelador de la sagrada boda del infernal y puro Zeus, cuando diste a la luz al dios Eubulo por mortal necesidad. Mas, ea , diosa, soberana invocada por muchas pre­ces, te suplico que vengas afable a tu piadoso iniciado.

XLII. A MISE

Olorosa resina de incienso

Invoco a Dioniso, legislador, portador de una cañahe­ja, germen muy recordado y glorioso de Eubuleo, y a la pura, piadosa y sagrada soberana Mise, varón y hembra a la vez, de dual naturaleza. Liberador Yaco , te implo­ro, ya disfrutes en el oloroso templo de Eleusis, ya tam­bién celebres los misterios en Frigia con la Madre, o bien te alegres en Chipre con Citerea, de bellas coronas adorna­da, o incluso te regocijes en las sagradas llanuras, ricas en trigo, con tu madre, la venerable diosa Isis, vestida de negro, junto a las aguas del Egipto, con sus siervas nodrizas. Ven, te lo ruego, propicia para poner el culmen a los excelentes premios.

XLIII. A LAS HORAS

Incienso aromático

Horas, hijas de Temis y del soberano Zeus, Eunomía, Dice y feliz Irene; primaverales, que os movéis por el prado, adornadas con abundantes flores, puras, polícro­mas, muy olorosas entre brisas que llevan aromas de flo­res. Horas perennemente floridas, que giráis en círculo, de bello rostro, vestidas con peplos de rocío de flores muy bien cuidadas, compañeras de juegos de la Per­séfone, cuando las Moiras y las Gracias, en danzas circula­res, se retiran a la luz, gozosas con Zeus y con la madre dispensadora de frutos. Venid, pues, a las recatadas y sagradas ceremonias para disfrute de vuestros nuevos ini­ciados, aportando sin reservas los fecundos incentivos de las buenas estaciones.

XLIV. A SÉMELE

Olorosa resina de incienso

Invoco a la augusta doncella, hija de Cadmo, a la gra­ciosa Sémele, de agradables trenzas, con su vestido replegado en la cintura, madre del alegre Dioniso que porta el tirso, que por la luz abrasadora afrontó los intensos dolores del parto, fulminada por la decisión del inmortal Crónida Zeus, consiguiendo el aprecio, por la influen­cia de la venerable Perséfone, entre los mortales cada tres años, de un modo periódico, cuando celebran el parto fe­cundo de tu Baco, la sagrada mesa y los piadosos miste­rios. Ahora, soberana diosa, hija de Cadmo, te suplico, con mi invocación, que asistas por siempre benévola a tus iniciados.


XLV. HIMNO DE DIONISO BASAREO TRIENAL


Ven, afortunado Dioniso, hijo del fuego, de taurina frente, Básaro y Baco, glorioso, todopoderoso, que disfrutas con las espadas, con la sangre y con las sagradas Mé­nades, dando gritos rituales por el Olimpo. Estruendoso, delirante Baco, armado con el tirso, profundamente irritado, honrado por todas las deidades y por cuantos mortales habitan la tierra. Ven, pues, bienaventurado danzante, tra­yéndonos a todos un gran gozo.

XLVI. A LICNITO

Incienso, granos de incienso

Por estas plegarias invoco a Licnito Dioniso, a nisio florido, ansiado y alegre Baco, amado retoño de las ninfas y de Afrodita, bellamente coronada, que otrora recorrías los bosques danzando con las ninfas graciosas, impulsado por el delirio, y, por decisión de Zeus, llevado junto a la venerable Perséfone, creciste grato a los dioses inmortales. Ven, pues, afortunado, y acepta estos agradables sacrificios.

XLVII. A PERICIONIO

Incienso oloroso

Invoco a Baco pericionio, dispensador de vino, que, dando vueltas sin cesar en la mansión de Cadmo, la sostu­vo con vigor eliminando las convulsiones de la tierra, cuan­do el ígneo resplandor conmovió todo el territorio con los zumbidos del huracán, y se produjo la sujeción de todas las cosas. Ven, pues, bienaventurado, delirante, con co­razón alegre.

XLVIII. A SABACIO

Incienso oloroso

Escúchame, padre, hijo de Crono , sabacio, famosa deidad, que encerraste, cosiéndolo al muslo, al delirante Dioniso, cabritillo que provoca un gran estruendo, pa­ra que llegara cumplido al sagrado Tmolo , junto a Hipta de hermosas mejillas. Mas, ea, afortunado, monarca de Frigia, el más soberano de todos, preséntate, por favor, con benévolo talante, como auxiliador de tus iniciados.

XLIX. A HIPTA

Olorosa resina de incienso

Invoco a Hipta, nodriza de Baco, bacante doncella, ini­ciada que se complace en los misterios del sagrado Sabo y en las danzas nocturnas del estruendoso Yaco. Escucha mi súplica, madre terrenal, soberana, si es que, en Frigia, dominas la sagrada cima del Ida, o bien te encanta el Tmolo, bella morada de los lidios. Acércate a los miste­rios con la alegría en tu sacro rostro.

L. A LISIO LENEO

Escúchame, bienaventurado, hijo de Zeus, Baco leneo, de dos madres, memorable germen, glorioso, deidad libe­radora, retoño sagrado y secreto, de los dioses, piadoso Ba­co, nutricio, fecundo, que acrecientas la grata cosecha, y surges de la tierra en estallido, leneo, vigoroso, multi­forme, que te muestras a los mortales como remedio eliminador de las fatigas, sagrada flor que produce en los hu­manos una alegría exenta de preocupaciones, epafio, de hermosa cabellera, liberador, que delirante danzas con el tirso, bramador al son de rituales gritos, propicio a to­dos, surgiendo entre los mortales e inmortales que deseas. Ahora te pido que vengas amable y fructífero para tus lo iniciados.

LI. A LAS NINFAS


Incienso oloroso

Ninfas, hijas del magnánimo Océano que habitáis en los recónditos cursos de agua de la tierra, de secretos pasos, nodrizas de Baco, infernales, jocosas, fructíferas; que os movéis por el prado con sinuosas carreras, puras, que gustáis de las cuevas y oquedades y os movéis por los aires y por las fuentes. Que cubiertas de rocío dejáis ligeras huellas en vuestra presurosa carrera, apareciendo y desapareciendo, en los valles, recubiertas de flores, dan­zando por los montes con Pan y emitiendo los rituales gri­tos, os deslizáis por las rocas, armoniosas, retumbantes, y transitáis por los montes. Campestres doncellas, que frecuentáis las fuentes y los bosques; olorosas vírgenes de albos vestidos, impulsadas por suaves brisas; caprinas, protectoras de los pastos, gratas a las fieras, que lográis espléndidos frutos y disfrutáis con el frío. Tiernas, nutri­cias y acrecentadoras, doncellas que os relacionáis estre­chamente con las encinas , os complacéis en los juegos y os movéis por los cursos de agua. Nisias, delirantes, remediadoras, amigas de la primavera, que con Baco y Deo traéis el contento a los mortales. Venid, pues, a las santifi­cadas ceremonias con corazón alegre, vertiendo salutíferas aguas en las estaciones de maduración de los frutos.

LII. A BACO TRIENAL


Incienso oloroso

A ti te invoco, afortunado, glorioso, delirante Baco, tauricorne, leneo, hijo del fuego, nisio, liberador, cria­do en el muslo, licnito que te mueves entre el fuego presidiendo las ceremonias de iniciación. Nocturnal, Eubu­leo, portador de mitra que agitas el tirso; ceremonial secreto, de naturaleza triple, retoño oculto de Zeus, primi­genio, ericepeo' padre e hijo, a un tiempo, de los dio­ses, que disfrutas con la carne cruda, portacetro, entusias­mado con la danza, conductor de los festivos cortejos, pleno de delirio en las sagradas y apacibles ceremonias trie­nales, surgiendo del suelo en estallido. Brillante como el fuego, tentador, hijo de dos madres, que vagas por los montes, provisto de cuernos con una piel de cabritillo por vestido. Que vuelves todos los años, Peán de lanza de plata, oculto en el seno de tu madre, adornado de pám­panos, básaro, que te complaces en la hiedra, de nume­rosas doncellas y de buena organización. Ven, pues, bien­aventurado, surgiendo pletórico, siempre alegre, para tus iniciados.

LIII. A BACO ANIVERSARIO

Todo tipo de ofrendas, excepto resina de incienso; ofréndale leche

Invoco a Baco aniversario, infernal Dioniso, que se des­pierta al mismo tiempo que las jóvenes ninfas de hermosas trenzas; que, durmiendo en la sagrada mansión de Persé­fone, suspende por espacio de tres años la sacra festividad báquica. Y cuando él mismo despierta, el cortejo de nuevo, al cabo de los tres años, se encamina con sus nodri­zas de hermosa cintura a entonar el cántico, aletargan­do y poniendo en movimiento los momentos festivos en sus cíclicos períodos de tiempo. Mas, ea, afortunado, fomentador de verdes frutos, dotado de cuernos, fértil Ba­co, asiste a la sacratísima ceremonia con tu brillante ros­tro, rebosante de piadosos y maduros frutos.

LIV. A SILENO, EL SÁTIRO; A LAS BACANTES

Incienso, granos de incienso

Escúchame, venerabilísimo educador, nutridor de Ba­co, el mejor con mucho de los Silenos, honrado entre todos los dioses y entre los mortales en los períodos festi­vos trienales, que ejerces el ritual sagrado, venerable, di­rector de las ceremonias del gregario grupo de iniciados. Que prorrumpes en gritos de alegría y te mantienes gus­toso en vigilia con tus nodrizas de hermosa cintura, guía de Náyades y Bacantes coronadas de hiedra. Acude aquí, al sacratísimo misterio, con todos los sátiros de figura bes­tial, dando el grito ritual del soberano Baco, tomando parte con las Bacantes en el cortejo de las sagradas Leneas durante su celebración, desvelando los misterios orgiás­ticos nocturnos en las piadosas ceremonias de iniciación y dando los gritos rituales, complaciente con el tirso y tranquilo entre los rituales cortejos.

LV. A AFRODITA

Celestial y por muchos himnos celebrada, sonriente Afrodita, nacida de la espuma marina, diosa engendradora y veneranda amante de la noche; emparejadora de enamo­rados nocturnos, madre de la Necesidad, tejedora de enga­ños. Pues todo parte de ti, y pusiste bajo tu dependencia el orden universal; ejerces tu poder sobre las tres partes y engendras todo cuanto existe en el cielo, en la fértil tie­rra y en las profundidades del mar , venerable compa­ñera de Baco. Que se complace en las festividades, propi­ciadora de las bodas, madre de los Amores, Persuasión que se complace en el lecho, arcana, dispensadora de gracia, visible e invisible, de hermosas trenzas, hija de ilustre padre. Comensal nupcial de los dioses, soberana, loba, prolífica, apasionada por los hombres, muy ansiada, vivi­ficadora, que enlazas a los mortales por necesidades que no admiten freno y a muchos pueblos los cautivas por la desenfrenada fuerza de la pasión amorosa. Ven, pues, di­vino retoño nacido en Chipre, ya estés en el Olimpo, sobe­rana diosa, gozosa con tu bello rostro, ya te muevas tam­bién por el suelo de Siria, rica en incienso, ya en las llanuras, con tus áureos carros, ocupes las fructíferas aguas del sagrado Egipto, ya, igualmente, en tu carro de cisnes, al ponto agitado te encamines y te alegres con las evolucio­nes circulares de los seres marinos, o bien te deleites con las ninfas de azulado rostro en la divina tierra, a lo largo de la arenosa orilla del mar entre ligeros saltos, o bien te encuentres, soberana, en Chipre, tu sustento, donde las hermosas doncellas célibes y las ninfas te celebran a lo largo de todo el año, a ti, bienaventurada, y al inmortal y casto Adonis. Ven, afortunada diosa de figura tan en­cantadora, pues te invoco con ánimo puro y piadosas palabras.

LVI. A ADONIS

Incienso oloroso

Escucha mi súplica, deidad gloriosa y óptima, de abun­dante cabellera, amante de la soledad, con variado reper­torio de deleitosos cantos, Eubuleo, multiforme, mani­fiesto nutridor de todas las cosas. Muchacha y muchacho, a la vez, siempre eres un retoño para todos, Adonis, extinguido y reluciente, por otra parte, en las hermosas estaciones que se renuevan; fomentador de la vegetación , bicorne, encantador, honrado entre lágrimas, de brillante aspecto, que disfrutas con la caza, melenudo. Bondadoso, dulce vástago de Cipris, retoño de Eros, alumbrado en el lecho de Perséfone de encantadoras trenzas; que habitas a veces en el sombrío Tártaro y otras llevas tu perfecta figura al Olimpo. Ven, pues, bienaventurado, aportando los frutos de la tierra a tus iniciados.

LVII. A HERMES INFERNAL

Olorosa reina de incienso

Tú, que habitas el inexorable sendero del Cocito, im­puesto por el destino, que guías las almas de los mortales al fondo de la tierra, Hermes, hijo de Dioniso, que danza con delirio báquico, y de la doncella pafia, esto es, de Afro­dita de ojos vivos, que frecuentas la sagrada mansión de Perséfone, asistiendo a las almas de funesto sino, bajo tie­rra, como acompañante, a las que conduces, cuando les llega el día fijado de su destino, porque todo lo seduces, hipnotizador, con tu caduceo mágico, y de nuevo des­piertas a los que están dormidos. Pues te dio la diosa Perséfone el honor de acompañar a las almas eternas de los mortales por el camino que lleva al ancho Tártaro. Bie­naventurado, envía, pues, te lo ruego, a tus iniciados un fausto final a sus labores.

LVIII. A EROS

Incienso oloroso

Invoco al grande, puro, amado y dulce Eros, poderoso por su arco, alado, veloz como el fuego, de ágil carrera en su impulso; que juega con los dioses y con los humanos mortales, habilidoso, de dual naturaleza, poseedor de los resortes de todas las cosas, esto es, de la bóveda celeste, del mar, de la tierra y de cuantas respiraciones de toda índole proporciona para los mortales la diosa que produce frutos verdes, y de cuanto alberga el ancho Tártaro y el mar de estruendosas olas. Porque tú solo dominas el timón de todo ello. Mas, ea, afortunado, con pensamiento puro acude a tus iniciados y desvía de ellos los impulsos perniciosos y extraños.

LIX. A LAS MOIRAS

Incienso oloroso

Moiras infinitas, amadas hijas de la negra Noche, escuchad mi súplica, gloriosas, que habitáis en la laguna celes­te, donde el agua congelada, al calor de la noche, se deshace en el fondo oscuro e imponente de la cueva de hermosas piedras, de donde voláis a la inmensa tierra de los mortales. Desde allí, pues, os encamináis al reputa­do género humano, de vana esperanza, cubiertas de pur­púreas vestiduras en la llanura letal, donde la gloria impulsa el carro que abarca toda la tierra más allá del límite de la justicia y de la esperanza, de las preocupaciones, de la norma antiquísima y del infinito principio que se rige por una buena ley. Pues la Moira es la única que vigila en la vida, y ningún otro ente inmortal de los que ocupan las cimas del nevado Olimpo; y también la perfecta mirada de Zeus. Porque cuanto nos acontece, todo lo sabe enteramente la Moira y la mente de Zeus. Mas venid amables, suaves y complacientes, Átropo, Láquesis y Clo­to de hermosas mejillas; aéreas, invisibles, constantes, por siempre inflexibles, que todo lo otorgáis y quitáis, a la vez; imperiosa necesidad para los mortales. Escuchad, pues, Moi­ras, mis piadosas plegarias, recibid mis libaciones y acudid como liberadoras del mal para vuestros iniciados con una intención benévola. [Llegó a su fin el canto de las Moiras que compuso Orfeo].

LX. A LAS GRACIAS

Olorosa resina de incienso

Escuchadme, oh Gracias gloriosas, que recibís brillantes honores, hijas de Zeus y de Eunomía que se pliega el vestido en su cintura, Aglaye, Talía y la muy dichosa Eufrósine, generadoras de alegría, agradables, benévolas, puras, de cambiantes formas, perennemente jóvenes, ansiadas para los mortales. Invocadas en nuestros votos, componéis un círculo y sois encantadoras con vuestra suave tez de rosa. Venid, por favor, dispensadoras de dicha, siempre propicias a vuestros iniciados.

LXI. HIMNO A NÉMESIS

Incienso oloroso

Te invoco, oh Némesis, diosa, augusta soberana, omnividente, espectadora de la vida de los mortales que se distribuyen en diferentes pueblos, eterna, veneranda, porque eres la única que se alegra con la justicia y transforma las varias actitudes, que siempre son inestables; a quien todos los mortales temen, echándose el yugo a su cuello , porque siempre te preocupa el sentir de todos, y no te pasa desapercibida la mente que, por un deseo irreflexivo, desprecia las normas. Pues todo lo ves, todo lo oyes y todo lo riges; en ti residen las normas de justicia de los mor­tales, excelsa deidad. Ven, pues, bienaventurada, pura y por siempre socorredora de tus iniciados y concédenos te­ner una sana intención, poniendo fin a los pensamientos odiosos, impíos, soberbios e inconstantes.

LXII. A LA JUSTICIA

Incienso oloroso

Canto a la mirada de la Justicia que todo lo ve, de espléndida figura, que se sienta en el sagrado trono del soberano Zeus y, desde el cielo, contempla la vida de los mortales que se distribuyen en diferentes pueblos, de­jándose caer como justa vengadora de las injusticias y con­frontando, desde su ecuanimidad, los hechos anómalos con la verdad, pues todo cuanto, por sus malos pensamientos, les marcha a los mortales de un modo confuso, al desear su provecho con injustas intenciones, tú sola lo reconduces imponiendo el castigo a los injustos. Ven, pues, diosa jus­ta, para inspirarnos nobles pensamientos, hasta que, en cualquier momento, pueda presentarse en mi existencia el día fatal fijado por el destino.

LXIII. A LA EQUIDAD


Incienso oloroso

Oh justísima, felicísima y agradable para los mortales, que, desde tu ecuanimidad, disfrutas siempre con los hu­manos justos; por todos honrada, de feliz sino, gloriosísi­ma Equidad, que con pensamientos limpios decides siem­pre lo que es debido. Indestructible en tu mente, porque tú, en cambio, destruyes a todos cuantos no se sometieron a tu yugo, sino que lo despreciaron, volcando, por su insaciabilidad, los sólidos platillos de la balanza. Apacible, amiga de todos festiva, agradable, que te ale­gras con la paz y buscas ardorosamente una vida segura, lo porque siempre odias la ambición y te alegras con la ecua­nimidad; en ti, pues, el conocimiento de la virtud alcanza un noble fin. Escucha, diosa, y reprime con justicia la mal­dad de los mortales, para que siempre transite con equili­brio la vida honesta de los humanos que comen los frutos de la tierra, y la de todos los seres vivos que en su regazo nutre la diosa madre tierra y la de aquellos que sustenta Zeus, el de las aguas marinas.

LXIV. HIMNO A NOMO


Invoco al casto soberano de los inmortales y mortales, al celestial Nomo, ordenador de los astros, señal distintiva entre las aguas marinas y la tierra, preservador siempre de la solidez firme y tranquila de la naturaleza por las s leyes, que él mismo, desde arriba, trae en su recorrido por el ancho cielo y aleja fuera, con un rugido, la envidia malsana. Es también quien suscita entre los mortales un noble fin por la existencia, porque él solo maneja el rumbo de los seres vivos, compañero, siempre sin dobleces, de los más rectos pensamientos; arcaico y muy experto, convive sin causar molestias con todos los que aceptan la ley e impone una pesada desgracia a los que se apartan de ella. Mas, ea, afortunado, por todos honrado, portador de dicha, agradable a todos, envíanos tu recuerdo con co­razón propicio, excelso.

LXV. A ARES

Incienso oloroso

Inquebrantable, de ánimo bronco, vigoroso pode­rosa. deidad, que disfrutas con las armas, indomable, ani­quilador de mortales, demoledor de murallas, soberano Ares, que te mueves en medio del estrépito de las armas, siempre manchado de sangre, disfrutando con la matanza, metido en el fragor del combate, terrible; que deseas el s tosco combate de espadas y lanzas. Contén la pelea rabio­sa y deja ir la fatiga que causa dolor al alma, y cede al deseo de Cipris y a los alegres cortejos de Lieo cam­biando la fuerza de las armas por los trabajos de Deo, ansiando la paz que alimenta a los jóvenes y proporciona la dicha.

LXVI. A HEFESTO


Incienso, maná de incienso

Hefesto de ánimo bronco, vigoroso, incansable fuego que brilla con ígneos resplandores, deidad que trae la luz para los mortales y la genera, de manos poderosas, eterno artesano. Obrero, porción cósmica, elemento irreprochable, voraz, que todo lo doma, el más alto de todos, que todo lo recorre; firmamento, sol, estrellas, luna, luz pura. Porque todos éstos son miembros de Hefesto que se manifiestan a los mortales; toda casa, toda ciudad y los pueblos todos son tuyos, y los cuerpos de los mortales ocupas, muy dichoso y poderoso. Escúchame, pues, bien­aventurado, te invoco a la piadosa libación, para que siem­pre acudas amable a nuestros alegres trabajos; extingue la rabiosa locura del fuego incansable, manteniendo la llama de la naturaleza en nuestros cuerpos.

LXVIL A ASCLEPIO


Incienso, granos de incienso

Sanador de todo, Asclepio, señor Peán, que alivias los muy penosos sufrimientos de las enfermedades de los hu­manos. Ven, te lo ruego, otorgador de dulces presentes, poderoso, trayéndonos salud y eliminando las enfermeda- des y los duros genios maléficos de la muerte. Favorecedor de la vegetación, auxiliador, que alejas la desgracia, de feliz sino; robusto retoño, receptor de espléndidos honores, de Febo Apolo. Enemigo de las enfermedades, tú, que tie­nes por irreprochable consorte a la Salud, ven, afortuna­do, salvador, aportando un buen fin a nuestra vida.

LXVIII. A LA SALUD


Incienso, granos de incienso

Encantadora, amable, vivificadora, augusta, soberana, escúchame, afortunada salud, portadora de prosperidad, madre de todo, pues, por tu influjo, les desaparecen a los mortales las enfermedades, y toda casa, gracias a ti, pros­pera llena de gozo, y las artes florecen. El mundo te añora, soberana, y el único que siempre te desdeña es el Ha­des destructor de almas; perennemente joven, muy desea­da, reposo de los mortales, porque sin ti todo carece de provecho para los humanos, pues ni se da la riqueza, dulce por las celebraciones festivas que conlleva, dispensadora, además, de felicidad, ni un varón, sin tu intervención, llega a viejo cargado de achaques. Porque tú sola todo lo dominas y todo lo gobiernas. Ea, pues, diosa, preséntate siempre socorredora de tus iniciados y aparta la moles­tia fatal de las penosas enfermedades.

LXIX. ALAS ERINIS

Olorosa resina de incienso, granos de incienso

Escuchadme, augustas diosas, atronadoras, que lanzáis los rituales gritos, Tisífone, Alecto y divina Megera . Nocturnas, clandestinas, que tenéis vuestra residencia en las profundidades, en una cueva sombría, junto a la sagra­da agua de la Estigia, y os encolerizáis contra los impíos proyectos de los mortales; rabiosas, arrogantes, que lan­záis alegres gritos impulsadas por la Necesidad, vistiendo salvajes peplos. Vengadoras, robustas, víctimas de un pro­fundo dolor, que moráis en la región subterránea de Ha­des, temibles doncellas, de variadas formas, aéreas, invisi­bles, veloces como el pensamiento, porque ni las raudas llamas del sol o de la luna, ni el esplendor de la sabiduría, de la virtud, ni de una arriesgada empresa, hecha con agra­do, ni tampoco el de una vida en su pleno vigor, esto es, de una hermosísima juventud, suscita los goces de la vida sin vuestra ayuda. Pero sobre las infinitas tribus de todos los mortales siempre la mirada de Dice su acción ejerce, porque jueces constantes sois. Mas, ea, diosas del destino, que tenéis serpientes por cabellos, polimorfas, cambiad mi modo de pensar de vida por uno moderado y suave.

LXX. A LAS EUMÉNIDES

Incienso oloroso

Escuchadme, renombradas Euménides, con benévola vo­luntad, castas hijas del gran Zeus infernal y de Perséfo­ne, la agradable doncella de hermosos bucles, que vigiláis la vida de todos los mortales impíos y, sujetas a la Necesidad, castigáis a los injustos; soberanas de piel oscura, de cuyos ojos salen vivos resplandores, terribles reflejos y una luz que destruye los cuerpos. Eternas, de terrible rostro, espantosas, soberanas, que debilitáis los miembros con vues­tro furor, horribles, nocturnas, que tenéis en vuestras ma­nos el destino de muchos. Doncellas que os movéis en la noche, con serpientes a modo de cabellos y con un rostro que infunde espanto. Os pido que os acerquéis con piado­sos pensamientos.

LXXI. A MELÍNOE

Incienso oloroso

Invoco a Melínoe, doncella infernal de azafranado pe­plo, a la que dio a luz, en la desembocadura del Cocito, la venerable Perséfone en el sagrado lecho del crónida Zeus. Engañó éste a Plutón y se unió a ella con perfidia falaz, y en su furor desgarró la piel de dos colores de Persé­fone, que empuja a los mortales a la locura con sus fantasmas aéreos, pues se manifiesta caracterizada en figu­ra de apariencia impresionante, unas veces a la vista de todos, otras en medio de sombras, o bien también brillan­do en la oscuridad, mediante contactos hostiles en la noche tenebrosa. Mas, ea, diosa, soberana infernal, te suplico que envíes el desvarío del alma a los confines de la tierra y muestra un rostro amable y piadoso a tus iniciados.

LXXII A TIQUE


Incienso oloroso

Aquí te invoco, Tique, con mis súplicas, noble soberana, dulce protectora de los caminos, para la obtención de felices posesiones, en calidad de Ártemis conductora, re­nombrada, vástago de la sangre de Eubuleo, de irresistible deseo. Fúnebre y errática, objeto de celebración para los humanos, porque en ti reside la vida tan variada de los mortales, ya que a unos proporcionas una dichosa abun­dancia de bienes y, a otros, penosa pobreza, proyectando tu cólera con furor. Mas, ea, diosa, te suplico que vengas propicia a mi vida, rebosante de felicidad para el logro de un bienestar dichoso.

LXXIII. A DEMÓN

Incienso oloroso

Invoco a Demón, grande y temible guía, amable Zeus, que todo lo genera, y otorga la vida de los mortales, errá­tico, vengador, augusto dispensador de riqueza, cada vez que entra en una casa cargado de bienes y, por otro lado, destructor de la vida de los afligidos mortales, porque en ti se mueven los resortes de la aflicción y la alegría. Por tanto, bienaventurado y casto, aleja las quejumbrosas preo­cupaciones que causan deterioro de la vida por toda la tierra y otórganos, por favor, un glorioso, dulce y noble final de vida.

LXXIV. A LEUCÓTEA

Incienso oloroso

Invoco a Leucótea, la hija de Cadmo, venerable dei­dad, poderosa nodriza de Dioniso, bellamente coronado, escúchame, diosa, que reinas en el seno de las profundida­des marinas, complaciéndote en las olas, grandísima salva­s dora de los mortales. De ti depende, en efecto, el inestable impulso, que toma su rumbo por las aguas, de las naves; tú eres la única que resuelves en el mar el luctuoso sino de los mortales, a los que llegas, en impetuoso lanzamien­to, como amable salvadora. Mas, ea, señora, ven, te lo ruego, con buena voluntad como socorredora y salvadora que eres de las naves de hermosa quilla, trayendo a tus iniciados un viento que impulse las naves en el mar.

LXXV. A PALEMÓN

Incienso, granos de incienso

Compañero de crianza del jocoso Dioniso, el frenético danzante, que habitas las sagradas y turbulentas profundi­dades del mar, a ti te invito, Palemón, a que asistas propi­cio a los piadosos misterios, con la alegría reflejada en tu juvenil rostro, y a que salves a tus iniciados por la tierra s y por el mar. Porque, cuando se desencadena una tempes­tad contra las naves que vagan por el ponto, tú solo te muestras visible como salvador de los mortales, sujetando la dura cólera en el hinchado mar.

LXXVI. A LAS MUSAS

Incienso oloroso

Hijas de Mnemósine y del resonante Zeus, Musas Pié­rides, afamadas, gloriosas, muy gratas para los mortales que visitáis, multiformes, generadoras del irreprochable va­lor que supone toda instrucción. Nutridoras del alma, ordenadoras del pensamiento, soberanas conductoras de la mente vigorosa. Vosotras, que disteis a conocer a los mor­tales los misterios rituales, Clío, Euterpe, Talía, Melpóme­ne, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania, juntamente con la madre Calíope y la poderosa diosa Hagne . Mas, ea, venid, por favor, para vuestros iniciados, multicolores y castas, aportando una emulación gloriosa, deseada y por muchos celebrada.

LXXVII. A MNEMÓSINE

Incienso oloroso

Invoco a la soberana Mnemósine, que comparte el lecho de Zeus y engendró a las Musas sagradas, piadosas y de sonora voz; que siempre se mantiene al margen del pernicioso olvido que daña la mente y conserva todo su pensamiento en estrecha relación con las almas de los mortales, acrecienta la capacidad y el poder de raciocinio de los humanos y, muy dulce y vigilante, recuerda todo pensamiento que cada uno siempre guarda en su pecho, sin desviarse jamás y exitándole a todos su espiritu. Pero, venga, afortunada diosa, instigales a tus iniciados al recuerdo del piadoso ritual y manda lejos de ellos el olvido.

LXXVIII. A LA AURORA

Incienso, granos de incienso

Escúchame, diosa, que traes el día que ilumina a los mortales, resplandeciente Aurora, que extiende tu rubor por el universo, mensajera de Titán, grandiosa y noble deidad; que el paso de la noche, con su negrura y oscuridad, lo relegas a las profundidades de la tierra con tu salida. Conductora de los trabajos y administradora de la vida de los mortales y no hay quien escape a tu mirada, dado que esta se ejerce desde lo alto, cuando sacudes el dulce sueño de los párpados. Todo mortal se alegra, todo ser reptante, y el resto de las especies de cuadrúpedos, pájaros y abundantes tipos de animales marinos. Pues procuras a los mortales una existencia activa en su totalidad. Por tanto, bienaventurada y casta, aumenta, por favor, la sagrada luz a tus iniciados.

LXXIX. A TEMIS

Incienso oloroso

Invoco a Temis, hija del ilustre Urano y de Gea; joven doncella de suave tez como capullo de rosa, que fue la primera que enseñó a los mortales el oráculo sagrado, sirviendo a los dioses con el anuncio de sus oráculos en el santuario de Delfos, en el suelo pitio, donde reinaba Pitón. También enseñó al soberano Apolo el sentido de la justicia, pues tu, que te mueves en la noche, en tu espléndida belleza, con la reverencia y el honor que todos te tributan, fuiste la primera que descubriste los sagrados misterios a los mortales, lanzando los gritos rituales a tu soberano en las noches de delirios báquicos. Porque de ti provienen los honores de los bienaventurados y los sagrados misterios. Mas, ea, afortunada doncella, ven, te lo ruego, contenta y con buena voluntad a tus piadoso y místicos rituales.

LXXX. A BÓREAS


Incienso oloroso

Gélido Bóreas que, con tus soplos tempestuosos, promueves los profundos vendavales del mundo. Ven de la nivosa Tracia y elimina el alboroto que provocan las nubes con el aire cargado de humedad y agita el agua que genera la lluvia para conseguir el líquido elemento, dejando todo el aire puro y originando un firmamento lleno de lozanía, tal como brillan los rayos del sol sobre la tierra.

LXXXI. AL CÉFIRO

Incienso oloroso

Brisas del Céfiro que todo lo engendráis y marcháis por el aire, de dulce soplo, susurrantes, que poseéis la cal­ma de la muerte. Primaverales, que os movéis por el pra­do, deseadas por los fondeaderos, porque cómodo puerto y ligera brisa aportáis a las naves. Venid, por favor, pro­picias, soplando sin reparo, por el aire, invisibles, muy li­geras y en aéreas apariencias.

LXXXII. A NOTO


Incienso oloroso

En salto ágil, a través del aire húmedo, y con el impul­so de tus veloces alas por doquier, ven, te lo ruego, gene­rador de lluvia, con las nubes meridionales, pues este presente que va por el aire te lo dio Zeus: enviar a la tierra, desde el cielo, las nubes generadoras de agua. Por tanto, te suplicamos, afortunado, que, alegre con nuestros sacri­ficios, envíes a la madre tierra las lluvias que nutren las cosechas.

LXXXIII. A OCÉANO

Incienso oloroso

Invoco a Océano, padre incorruptible y eterno, origen de los dioses inmortales y de los mortales humanos, que con sus olas circunda el contorno de la tierra. De él derivan todos los ríos y todo el mar, y las puras y corrien­tes aguas que manan de la tierra. Escúchame, bienaventu­rado y muy dichoso, grandísima esencia purificadora de los dioses, fin natural de la tierra, principio del firmamen­to, que te mueves a través de las aguas. Ven, por favor, benévolo y contento para con tus iniciados.

LXXXIV. A HESTIA

Incienso oloroso

Soberana Hestia, hija del poderoso Crono, que ocupas el centro del hogar, esto es, donde se encuentra el fue­go perenne y grandioso. A estos sacerdotes de tus misterios conságralos, te lo ruego, manteniéndolos siempre jó­venes, dichosos, sensatos y castos. Mansión de los dioses bienaventurados y poderoso sostén de los mortales, eterna, multiforme, ansiada y de aspecto de verde hierba. Sonrien­te y afortunada, acepta cordialmente estos sacrificios, in­suflándonos felicidad y una salud dulcificante.

LXXXV. AL SUEÑO

Incienso con adormidera

Sueño, soberano de todos los bienaventurados, de los humanos mortales y de todos los seres vivos que nutre la ancha tierra. Porque tú solo eres el único que a todos dominas y a todos visitas, al sujetar los cuerpos con grilletes sin forjar . Eliminador de las preocupaciones, porque posees el dulce descanso de las fatigas y procuras el sagrado alivio de toda aflicción; salvas las almas al im­ponerles la reflexión de la muerte, dado que eres hermano del Olvido y de la Muerte. Mas, ea, bienaventurado, te suplico que vengas con un humor dulce y salves amable­mente a tus iniciados con vistas al desempeño de sus fun­ciones al servicio de los dioses.

LXXXVI. AL SUEÑO

Incienso oloroso

Te invoco, bienaventurado de largas alas, pernicioso Sueño, mensajero del porvenir, el más grande agorero pa­ra los mortales, pues en la paz del dulce adormecimiento te presentas en silencio y, hablándole a las almas, tú mis­mo despiertas la mente de los mortales y, mientras duermen, tú también, personalmente, les dejas caer las decisio­nes de los dioses, decubriendo en silencio el futuro a las silentes almas de aquellos a quienes un noble pensamiento deriva al cultivo de la piedad a los dioses, para que el bien, superando a las opiniones, encauce mejor, con halagos, la vida de los hombres que conocen de antes el disfrute, y el cese de sus desdichas, a fin de que la misma divinidad refiera . Porque los piadosos siempre tienen un fin muy dulce; en cambio, a los malvados, una visión durante el sueño, anunciadora de malas acciones, en modo alguno les descubre la necesidad futura, para que puedan encontrar una liberación de la aflicción que se acerca. Mas, ea, bienaventurado, te suplico que me muestres los precep­tos de los dioses, para que siempre, en todos los casos, me vincules a los rectos pensamientos, sin mostrarme las señales de iniquidades que conducen a hechos de natu­raleza extraña.

LXXXVII. A LA MUERTE

Incienso, granos de incienso

Escúchame, tú, que riges el timón de todos los morta­les, concediendo un plazo sagrado a todos aquellos de quienes te mantienes alejada. Pues tu sueño destruye el alma y el cuerpo en movimiento, cada vez que desatas los vínculos vigorosos de la naturaleza, trayéndoles a los seres vivos un profundo y eterno sueño. Siendo común a todos, te muestras injusta con algunos, al poner fin a la floreciente juventud de una vida, de un modo rápido. Por­que en ti sola se consuma la decisión de todo, ya que eres la única que no atiende a votos ni a súplicas . Mas, venga, bienaventurada, te pido que te presentes tras un largo plazo de vida, solicitándotelo con sacrificios y plegarias, a fin de que la vejez sea un noble presente entre los humanos.

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Extraído de: http://www.italica107.es/00.PAGINAS-ABIERTAS/04.2italicahimnosorficos.htm
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